Disclaimer: Los personajes de Sherlock Holmes no me pertenecen, sino a su autor Sir Arthur Conan Doyle. La serie 'Sherlock' pertenece a la BBC.

Este fic lo hice sólo y únicamente como diversión.

Personajes: Sherlock, John Watson, Mycroft Holmes, Greg Lestrade y otros.

Aclaraciones: Esta idea surgió producto del aburrimiento y de ideas que me dieron las chicas del grupo de "Pansoquistas del mal"

Advertencia: Este fic contiene Slash, lemon, mpreg (algo de omegaverse), y lo que se me vaya ocurriendo, kesesesese.

Resumen:Mycroft puede ser su némesis, Moriarty su archienemigo, pero hay alguien mucho peor que ellos, en muchos aspectos; según el mismo Sherlock Holmes y está vez, Mycroft le da la razón.

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Dos son pesadilla, tres un infierno

Capítulo 1.- Una mente criminal

Regresaban a Baker Street, luego de resolver un caso fuera de Londres. Parados frente a la puerta del 221B; algo llamó la atención de Sherlock. Aparentemente todo estaba tal y como él lo había dejado, aunque claro, eso, para el ojo común.

John observó a Sherlock abrir la puerta, casi como esperando que algún criminal le saltara encima, cosa que, por supuesto no sucedió (en esta ocasión). Subieron a su piso. Watson se mantenía alerta, listo en caso de necesitar entrar en combate.

El piso no parecía haber sufrido daño, de hecho, estaba limpio; los periódicos apilados con cuidado en las esquinas donde el detective los mantenía, libros e instrumentos perfectamente ordenados, la alfombra barrida y recién aspirada. Sherlock estuvo a punto de gritarle a la señora Hudson por tal atrocidad, pero se contuvo al notar la esbelta figura sentada en su sillón favorito.

Holmes maldijo para sus adentros; las pistas estaban ahí, casi golpeándole la cara, ¿cómo es que no se dio cuenta del autor de tal horror? Ahora no tenía forma de escapar. Volvió a maldecir, pero está vez a Mycroft, seguramente él le había traído aquella sorpresa.

John observó a su amigo, cada vez más confundido y preocupado; Sherlock no parecía estar muy cómodo con la persona que les miraba, sonriente. Watson incluso podía jurar, que Holmes, luchaba por contener un ataque de pánico.

―Ha pasado mucho ―dijo con voz cantarina. Era una mujer (definitivamente hermosa al parecer de John), ojos ópalo y cabellera de fuego; algunos de sus rasgos, a Watson, le resultaban muy familiares. Llevaba una falda negra hasta las rodillas, pero con una abertura del lado izquierdo, una blusa de manga larga color blanco.

― ¿Qué haces aquí?, ¿qué le has hecho a mi casa? ―Sherlock la observó, casi siseando, molesto, daba la apariencia que a punto de atacar a la mujer.

―Es por lo que me hiciste hace tres meses ―aclaró la dama, riendo a causa de la expresión del detective. Realmente se divertía molestando a Sherlock, o al menos esa es la impresión que le daba al médico militar. .

― ¡Yo no destruí tu casa! ―gritó Holmes y ella rodó los ojos.

―Oh, cálmate, sólo quité el polvo; todas tus cosas siguen en el orden que las has dejado.

Watson se aclaró la garganta, exagerando los ruidos; llamando la atención de los dos, que ya iniciaban una pelea que a John se le antojó demasiado parecida a las que solía tener con Harry.

―Sherlock, ¿no vas a presentarme a tu novio? ―preguntó la mujer y John tuvo que morderse la lengua para no decir un improperio.

―No somos novios. No soy gay ―dijo Watson, pero ella sonrió. ¿Era su imaginación o se estaba burlando de él?

―Por supuesto ―comentó ella, aunque a John le dio la sensación de que le daba por su lado ―. Soy Minnie Holmes, hermana de Sherlock y Mycroft.

¡Oh, Jesucristo! No uno más, ya suficiente tenía con los otros dos, como para agregar a otro; aunque, John, rogaba a todos los dioses y santos, habidos y por haber, que ella fuese más… normal, así como sus padres.

―Yo… ―Watson se aclaró la garganta ―. No sabía que Sherlock tuviera más hermanos, aparte de Mycroft ―Minnie hizo un puchero tan idéntico al del detective cuando finge estar triste. ―Por cierto, soy John Watson.

―Lo sé ―dijo ella. Se levantó de su lugar; ni Sherlock, ni John se habían movido de la entrada.

Minnie se acercó a los dos hombres. Era un centímetro más alta que Sherlock, gracias a los tacones, por supuesto, aunque sin ellos era apenas cinco centímetros más baja que su hermano. Viéndola más de cerca; John notó sus afilados pómulos ―aunque no tan marcados como los del detective―, la boca era similar a la de Mycroft, al igual que las cejas, pero por lo demás, casi era una calca de Sherlock.

―No has comido lo suficientes y sigues fumando, apesar de los parches ―dijo Minnie frunciendo el ceño; cruzó los brazos por debajo de su busto, levantándolos, algo que a John le resultó sexy.

― ¿Por qué estás aquí? ―cuestionó el moreno, cubriéndola con su sobretodo. Ella se quitó el abrigo de su hermano y lo colocó en el perchero junto a la puerta.

―Mamá me pidió que viniera a verlos ―Sherlock frunció el ceño; por supuesto que esa no era la verdad, al menos no del todo. Minnie le estaba escondiendo algo, sin embargo, aún no podía deducir qué era. ―Hermano, ¿no piensas ofrecerme una taza de té? ¿Qué dirían nuestros padres si les dijera de tus pésimos modales? ―preguntó haciendo un puchero y agitando ligeramente las pestañas ―. Seguramente mamá querrá venir a corregirte.

Sherlock abrió la boca ―seguramente para soltar algún comentario mordaz o venenoso―, pero Minnie fue más rápida.

―Tu novio y yo estaremos en la sala para conocernos más ―ella tomó a John de la mano y lo arrastró hasta el sofá, donde lo obligó a sentarse. Watson pensó que en algún momento, Sherlock haría uno de sus berrinches, pero, sorprendentemente, el detective se dirigió a la cocina. ―A los hombres Holmes hay que tratarlos con mano dura ―dijo Minnie giñando un ojo.

Si eso fuese una caricatura; los ojos de John se habrían salido de su órbita y su mandíbula habría caído en el suelo. ¿Qué clase de súper poder tenía esa mujer?

Minnie le contó que era la melliza de Sherlock y que se encargaba de las empresas familiares, pues sus padres se habían retirado al campo. John ―aun incrédulo por el comportamiento de su amigo―, cada cierto tiempo, miraba a la cocina, donde el detective preparaba el té.

―Gracias Willy, eres un ángel ―dijo Minnie recibiendo su té. Sherlock bufó, recordándole que no lo llamara así.

― ¿Cuánto tiempo te vas a quedar? ―preguntó el detective. Su melliza podía ser de utilidad en algunos casos, principalmente de aquellos que requerían "del toque femenino", como ella misma solía decir, sin embargo, no le agradaba que acaparara la atención de John, ni que éste pareciera tan emocionado con su hermana.

―Sherlock ―la amonestación de John solo sirvió para aumentar el enojo del detective.

―Me quedaré en casa de Mycroft por un par de semanas ―dijo Minnie. Dio un sorbo a su té y sonrió, ―. Quizás, los tres nos reunamos uno de estos días y recordemos viejos tiempos.

Por alguna razón, aquellas palabras, causaron escalofríos en John. El solo imaginar a los tres hermanos Holmes en una misma habitación, debía ser el infierno.

Minnie pasó alrededor de una hora en el piso; tiempo en el que John pudo asegurarse de dos cosas; 1.- La hermana de Sherlock era tan inteligente (e irritante y molesta, cuando se lo proponía), como el mismo detective y 2.- Ella en definitiva era la gemela dominante. Durante su corta visita, hizo que su hermano limpiara su habitación y hasta lavara los utensilios que usó para el té.

―Es hora de irme ―dijo Minnie y el detective consultor tuvo que morderse la lengua para no festejar, porque sabía, que de hacerlo, su hermana decidiría permanecer en el 221B por tiempo indefinido, sólo para molestarlo. ―Sherlock, si es conveniente, me gustaría reunirme contigo mañana. Si es inconveniente, también.

John tuvo que cubrirse la boca para no reírse por lo dicho por Minnie ―quien usó las mismas palabras que su amigo empleaba con él―, y por la expresión indignada de Sherlock.

―Estoy ocupado.

―No, no lo estás. Acabas de regresar de un caso y hoy no ha venido ningún cliente ―dijo ella mientras buscaba algo en su pequeño bolso de mano, qué, por supuesto, hacía juego con su vestuario ―. En casa de Mycroft o en sus oficinas, tú decides ―agregó extrayendo su móvil. Sherlock iba a quejarse; él, por ningún motivo iba a ir al territorio de su hermano―. Es sobre nana.

―A las nueve, aquí―John agregó otra sensación de sorpresa e interrogante a la larga lista que rápidamente se estaban acumulando a causa de Minnie.

Minnie asintió con la cabeza; antes de despedirse amenazó a Sherlock con mantener la limpieza del piso (al menos mientras ella se encontrara en Londres para vigilarlo), o ella misma se encargaría de que no recibiera ningún caso, ya fuera de Scotland Yard o privados, y por la cara de pánico e indignación que puso su amigo, John supo, que esa mujer tenía el poder para cumplir su amenaza.

Continuará…