No importaba si parecía alegre, distraído y hasta torpe. Haruka no tenía relación con el significado de aquellas palabras.
Kokonose Haruka era un niño de aún 15 años al confesarle la verdad. Y a pesar de su apariencia y edad, era más maduro de lo que se podía pensar.
—Me voy a morir... —Murmuró sin remordimiento ya ante la mirada de su mejor amigo mientras se sentía romper en miles de partes. Desolado, ya sin esperanzas, pero con un deseo: Que la persona que amaba estuviera bien a futuro aún bajo el telón de su última actuación en la vida.
—Haruka tú...
Respondió Shintaro no conteniendo la duda; porque, era inevitable que todos murieran, pero jamás esperó que alguien como Haruka —aún aunque estuviera enfermo— pudiera ser arrancado de la vida tan pronto.
—...No puede ser... —Susurró atónito mientras recibía una cara sombría intentando sonreír, se llevaba la mano propia a la boca y empezaba a descargarse como si fuera una nube cumulunimbus.
Estaba destruido. Tenía que condolecerse. Llorar. Porque no era insensible, la perdida de su amigo le dolía en el alma. No sólo era porque perdía a alguien más en su vida, si no que era porque no se esperaba que fuera alguien tan joven, con quizás un futuro brillante; alguien a quien de igual modo como a su padre, él amaba...
Pero aunque no fuera su culpa, Shintaro se culpaba en muchos sentidos. Aún aunque tuviera determinación, aún aunque tuviera un coeficiente intelectual alto, no podía combatir con la muerte, y aún sin que empezara la batalla final entre ella y Haruka, ya había perdido el joven. Su última exhalación estaba de seguro cerca.
Pero, ¿por qué él?
¿Haruka era tan cruel para decírselo? O... ¿Estaba tan desesperado?
No se lo preguntó, ni jamás lo haría. Sólo dejó el dolor fluir como el agua e ignoró los sonidos de dolor que de igual modo provenían del otro.
Porque... morir no era lindo, y mucho menos lo era perder a alguien.
Lloraron por lo que parecieron horas pero no lo eran, hasta que Shintaro oyó su voz una última vez.
—Me queda... un año.
Estaba seguro también haber oído un "tengo miedo", pero ya no sabía si brotó de su boca, o de la boca del otro. O quizás, de ambas.
Sollozaron juntos y se preguntaron que había pasado. Si era lo correcto, si el mundo no podía ser bueno una sola vez.
Lloraron hasta tranquilizarse, lo que les tomó alrededor de media hora más. Fue ahí cuando por fin, Haruka le pidió cumpliera su último deseo, el cual, juraba que si no lo consumaba, su espíritu lo atormentaría todo lo que le quedaba de vida.
"Quiero que cuides a Takane"
Porque, ciertamente no había nada más preciado y noble que preocuparse por otra persona aún si se tenía el derecho de ser egoísta, infantil y estúpido. Haruka debía tener un corazón grande, pues sólo rogaba al mundo, y a Shintaro, que por favor cuidara a la persona que él más amaba. Porque no le importaba el "sí mismo". Aun aunque le doliera no poder comer lo que quería, tampoco jugar, el ser tan sobreprotegido y finalmente, que no existiera un donador de órganos para él. Su dolor más fuerte era no poder amar, y lo que se materializaba con la jovencita.
Le rogó a su único amigo entonces, entre palabras ocultas las cuales Shintaro no entendería jamás, que por favor, se hiciera cargo de ella; porque así, él podría finalmente descansar en paz.
Y Shintaro... ciertamente aceptó su último deseo.
—Fin—