Bien, nueva historia ;) Sé que aún no he acabado We Are Family, pero espero ir actualizando ambas al mismo tiempo. Además, creo que si en algún momento me falta un poquillo de inspiración puedo releer la otra historia y encontrar nuevos puntos de vista, así que me parece buena idea.

Breve descripción que no cabía en el resumen- Todo tiene lugar durante Los Vengadores, es decir, en el año 2012, menos este primer capítulo que cuenta algunas cositas desde distintos puntos de vista. ¿Quiénes son Katrina Maximoff, Orya Xavier (previamente Ivanova), Tamara Karpova, Darcy Hill, Linda Peterson, Violet Shaw? Unos cuantos personajes míos. Sólo Katrina y Orya participarán de forma más activa en la historia, por lo que no os preocupéis de las demás. Si queréis algún detallito más, os invito a leer mis dos historias previas-X Men First Class La Caja de Pandora y Days Of Future Past: We are family.

Respecto a la historia; habrá unos cuantos pairings, entre ellos Steve/Oc, Tony/Oc, Thor/Oc, Bruce/Oc y Natasha/Oc (no femslash) También aparecen algunos X Men, pero no estará clasificado como crossover porque la acción en sí misma transcurre durante los Vengadores.

Clasificado T por Tony Stark ;)

PD: Gracias a mis dos primeros seguidores, himeko sohma y sallyblues!

Bueno, creo que nada más. Espero que os guste ^^ Disfrutaad! :)


1 de Enero de 1974

Malibú.

María Stark miró a su alrededor, suspirando tranquila cuando finalmente Peggy torció la esquina del pasillo del hospital. Para su sorpresa, estaba acompañara por Orya. Se sentaron junto a ella y Tony no tardó en abandonar su lado y sentarse sobre las piernas de Orya, quien le hizo un par de carantoñas. La mirada de María se cruzó con la de Peggy y ambas suspiraron.

Ambas sabían perfectamente de quién era el bebé que estaba dando a luz Tamara en la habitación contigua, en esos mismos instantes. Las dos sabían que las cosas no iban a hacerse más fáciles precisamente. El padre del bebé estaba en la cárcel y no iba a salir en ningún momento cercano y Tamara se había metido en muchos líos con los Vanko, tanto padre como hijo. Podía verse detenida, incluso deportada por colaborar con comunistas. Peggy en persona se lo advirtió, que no se mezclase con esa gente, y no había hecho caso. Tenían un problema gordo entre manos.

El médico salió de la habitación anunciando que Tamara Karpova había tenido mellizos, un niño y una niña. María apretó los labios y miró a Peggy, que hasta ese momento había estado observando una fotografía de su hija, y a Orya. Las tres mujeres esbozaron una sonrisa ligeramente forzada, aunque no falsa. Querían a Tamara y la protegerían, aunque definitivamente esta no se lo había puesto fácil.

María cogió en brazos a Tony y entró en la habitación seguida de Peggy y Orya.


1986

Malibú.

Tony Stark tenía dieciséis años y muy poca idea sobre qué demonios hacía su madre con un bebé en brazos. Llevaba fuera unos meses, en el MIT, y volvía y se encontraba con aquel panorama de tranquilidad que parecía casi irreal en su casa. Howard leyendo tranquilamente el periódico y María sonriendo como pocas veces la había visto sonreír, con aquella cosita en brazos. Por favor, que no fuera su hermana. Que fuese hija de Orya, de quien fuese, pero no su hermana.

-Se llama Victoria –anunció María, sonriendo levemente- Victoria Margaret Stark.

Mierda, era su hermana.

Al menos Tía Peggy parecía ser la madrina de la niña, porque él no pensaba hacerse cargo de ella, y estaba segurísimo de lo que pasaría con sus padres. En seguida se cansarían de la niña, como si fuera un simple juguete que se puede arrinconar. Y él no pensaba hacerse cargo.

-Tienes que ayudarme a protegerla, Tony –dijo Howard, y aquello le sentó a Tony como una patada en el estómago. Apretó los puños y algo así como una bola de resentimiento se instaló en su garganta y le impidió hablar, lo cual por otra parte era bueno, ya que no estaba muy seguro de qué habría podido salir por su boca.

No quería una hermana. No quería tener que convivir con una criatura chillona y babeante, y mucho menos encargarse de su protección. ¿Howard estaba de coña? No podía evitar sentirse furioso. ¿Desde cuándo protegía a sus hijos, desde que a Tony casi le secuestran de pequeño? ¿Y para qué narices se ponían ahora sus padres a tener bebés? ¿Es que el mundo se había vuelto loco? ¿Acaso pensaban que un bebé iba a salvar su matrimonio, o es que había sido un accidente? Personalmente, se inclinaba más por la segunda opción

-Cógela –dijo María repentinamente. Tony estuvo a punto de gritar "¡Qué carajo, no!", pero antes de que pudiese abrir la boca se vio sosteniendo torpemente a aquella cosita. Con el pequeño zarandeo al cambiar de brazos, entreabrió ligeramente los ojitos. Tony esperaba un chillido agudo seguido inmediatamente del llanto pero en su lugar el bebé se limitó a observarle con curiosidad. La pequeña abrió plenamente los ojos y, joder, tenía sus ojos. Ambos tenían los malditos ojos de Howard.

El bebé le miró, interrogante, y dejó escapar una sonrisa desdentada cuando alzó su pequeña y regordeta manita y la posó sobre la incipiente perilla que Tony había empezado a dejarse y ya no recordaba ni por qué. Siguiendo un impulso bastante extraño en él, la besó en la mejilla haciéndole cosquillas con la perilla. Victoria se retorció y empezó a partirse de risa, haciendo palmitas con las manos como una loca.

-Parece que le gustas –comentó Howard, apenas sin levantar la vista del periódico. Tony bajó la mirada y, efectivamente, vio a aquella cosita chillona babeándole la camisa y agarrando la tela en su pequeño puñito, sonriéndole como si fuese el mejor hermano mayor del mundo. Aquel resentimiento que había albergado durante algunos segundos desapareció por completo, dando lugar a algo cálido que se instaló en su pecho y que no parecía que fuera a desvanecerse jamás. Sin ser capaz de decir nada, se sentó cuidadosamente en uno de los sillones sin despegar la vista del bebé en sus brazos

-Ey, Vic –dijo mientras Victoria agarraba un dedo de la mano que tenía libre con su propia, regordeta y diminuta manita. Tony tragó con dificultad- Soy Tony. Soy tu hermano.


1997

Chicago.

Katrina acunó suavemente al bebé en sus brazos, ofreciéndole un dedo de su mano libre para que lo cogiera. La pequeña lo apretó con fuerza y dejó escapar una sonrisa desdentada. Apenas tenía un par de meses, pero era encantadora. Y brillante. Literalmente.

A pesar de que no había perdido el contacto con Darcy Hill, previamente Darcy Peterson, le había sorprendido un poco la llamada que habían recibido un par de días atrás. La había notado nerviosa cuando le pidió que, por favor, fuera a visitarla. No le había dado más razones pese a lo que no tardó en hacer una maleta pequeña y coger un avión. Planeaba ir sola, pero finalmente Erik decidió acompañarla.

A pesar del innegable buen sentido de la orientación de Erik, les había costado un poco encontrar la casa de Darcy Hill y se les había hecho de noche en seguida, más aún teniendo en cuenta que estaban a finales de febrero y que los días aún no empezaban a ser más largos. Además, daba la casualidad de que esa noche se había producido un apagón que había dejado media ciudad a oscuras. Las farolas de la calle de Darcy no funcionaban y lo único que veían ante ellos eran copos de nieve revoloteando por doquier. Al menos no hacía viento.

Cuando finalmente encontraron la casa, llamaron a la puerta. Les abrió una adolescente de unos quince años y grandes ojos azules, como los de Darcy. Miró a Katrina boquiabierta durante unos segundos antes de enrojecer ligeramente.

-Lo siento, señora Maximoff, pero es que… Sigue exactamente igual que en las fotografías.

Katrina sonrió.

-Llámame Katrina.

Maria, la hija mayor de Darcy les hizo pasar al interior de la casa. Les había afectado el apagón, por lo que las únicas luces provenían de velas estratégicamente colocadas en estanterías y mesitas. Todo estaba en una agradable penumbra que permitía ver lo suficiente como para no chocar con los muebles… Todo menos el salón. Katrina frunció el ceño al ver el resplandor. Era demasiado fuerte como para venir de una vela, pero no oía un generador ni nada por el estilo. ¿Una enorme linterna, tal vez? Miró a Erik en busca de respuestas, pero este se encogió de hombros.

Entraron en el salón. Frente a ellos y rodeando un sillón estaban Linda Peterson, la chica con la que hacía tantos años había compartido casa Katrina, y un hombre de unos treinta años que ambos reconocieron como el marido de Darcy. Se apartaron ligeramente del sillón al verles y entonces Katrina se llevó las manos a la boca ahogando un grito de alegría.

Sentada en el sillón sosteniendo el foco de aquella intensa luz estaba Darcy, sonriendo de oreja a oreja, y aquella luz que iluminaba todo el salón como si hubiera mil bombillas encendidas no provenía de otra cosa que de un bebé. Una niña diminuta de unos dos meses, bastante despierta, que miraba a su alrededor con unos enormes ojazos en busca de aquello que había provocado el movimiento de sus familiares.

A Katrina no le hacía falta girarse para saber que aunque sorprendido como ella, Erik también estaba sonriendo. Aquello era increíble. Toda la niña brillaba. Era como si su piel y su cabello, incluso sus ojos, fueran translúcidos y dejasen pasar una intensa luz dorada que bañaba toda la instancia. Era como una pequeña, adorable y extremadamente brillante luciérnaga.

Su hermana mayor se acercó a hacerle un par de carantoñas y la pequeña agarró un mechón de su cabello corto y tiró con fuerza, provocando un quejido en la adolescente. Darcy las separó suavemente y nadie pareció sorprenderse cuando el mechón que había tocado el bebé siguió brillando.

-Kat –dijo Linda, sonriendo llena de orgullo- Te presento a mis nietas, Maria y Elizabeth Hill.


1996

Berlín.

La niña se revolvió con todas sus fuerzas, escupiendo insultos a aquel americano asqueroso. Era culpa suya, por otra parte. Wolfgang se lo había dicho muchas veces; si no se logra distraer al objetivo, da igual que lograse quitarle la cartera porque la atraparían. Y más a ella, una mocosilla de diez años. Pero era buena, muy buena, la mejor. Se había confiado y había fallado, y a consecuencia de ello aquel tipo la había inmovilizado y había recuperado su cartera, su reloj y una chapa en forma de águila. Sin embargo, no la soltaba, y la niña siguió asestando zarpazos y mordiscos a diestro y siniestro, luchando con todas sus fuerzas por liberarse. El americano no dio muestras de inmutarse, sino que en un movimiento increíblemente rápido le esposó una muñeca y enganchó el otro extremo de la esposa a una señal de tráfico.

Ahí fue cuando Jolene empezó a asustarse.

Le observó en silencio, apartándose el cabello rubio de la cara. Aquel no era un turista normal. ¿Desde cuando los turistas americanos llevan un parche en el ojo y una gabardina negra? El hombre frente a ella se limpió un arañazo de la cara, y pareció sorprenderse al ver la sangre que manchaba su dedo. Soltó una carcajada que resonó en la noche, y Jolene se maldijo mil y una veces por ser tan torpe

-Sé quién eres –dijo, y entonces fue cuando sí que tuvo miedo. Al ver su mirada, el hombre suspiró- No voy por ahí haciendo daño a niñas de diez años, tranquila. Sé quién es, o era, tu madre.

Su madre. Hacía años que no sabía nada de Violet von Strucker, o Violet Shaw o Violet Schmidt o como demonios se llamase. Hacía años que les había abandonado a ella y a su hermano. Por ella podía estar pudriéndose en el infierno junto con su padre. Loco nazi megalómano de mierda. Ella y Wolfgang se las apañaban bien en las calles, no necesitaban la ayuda de nadie, y mucho menos de uno de los amigos de su madre.

-Soy Nick Fury, y tengo una propuesta para ti.

-¿Nick Fury, von SHIELD?

Fury sonrió.

-Sí, de SHIELD. Veo que tu madre no os dejó tan desinformados como pensaba.

Jolene frunció el ceño.

-Decía que SHIELD era el enemigo –murmuró, aún en alemán. Podía defenderse en inglés, pero simplemente no le daba la gana. Aunque si realmente aquel hombre era enemigo de su madre…. Fury se encogió de hombros.

-Quién es el enemigo depende del punto de vista, ¿no crees?

La niña alzó la mirada hacia el único ojo de aquel hombre. Sabía que se estaba sorprendiendo al ver sus ojos dorados. Siempre pasaba. El viento empezó a hacerse más fuerte y empezaron a caer algunas gotitas del cielo. Fury la miró de reojo, pero la liberó de las esposas.

-No me muerdas –le advirtió. Jolene sintió unas repentinas ganas de sonreír.

-Yo no muerdo a los enemigos de mi madre. Ven conmigo.

Wolfgang iba a querer conocer a aquel hombre. Estaba segura, su hermano siempre estaba con lo de que merecían algo mejor, que eran capaces de hacer algo grande, etcétera, etcétera. En realidad la mitad de las veces no era un hermano, sino más bien un entrenador. Él era demasiado mayor como para pasar desapercibido al mismo nivel que Jolene cuando robaban las carteras, así que en la práctica se había convertido en algo así como su adiestrador. No era que la niña le tuviese un cariño desmesurado, pero confiaba en él, y le era leal. Era la única familia que le quedaba, después de todo.

Empezó a llover en toda regla. Echó a andar a buen paso hacia el suburbio en el que vivían, y pocos segundos después dio un respingo cuando notó algo sobre sus hombros. Miró de reojo y alzó las cejas al ver a Fury poniéndole la gabardina por encima.


2001

Lago Enol, Covadonga, España.

Los gritos habían cesado tras los disparos. Ridley observó distraídamente su mano, salpicada de sangre. Al igual que la pistola, las paredes, incluso su ropa. Aquello no era como en las películas. En las películas se hacía un único disparo, ¡PUM! Y ya estaba. Un poco de sangre cayendo del orificio de entrada, como mucho.

Y en cambio, las paredes estaban llenas de salpicaduras.

Ridley sabía que acababa de cometer el mayor error de su corta vida de quince años. Y le daba igual. Una vez vio que aquel animal había matado a su madre, ya todo le dio igual. Bueno, no. Todo menos Lena. No iba a permitir que se acercase a su hermana gemela. Y había actuado en consecuencia de aquel razonamiento.

El animal en realidad tenía otro nombre, pero no se dignó a pensar en él. Había dejado de ser su padre desde el momento en el que le puso la mano encima a su madre. Normalmente los mayores daños eran un ojo morado, un moratón, un hueso roto como mucho. Pero en aquella ocasión se había ensañado con ella. A ellas jamás les había hecho nada, ni siquiera una bofetada, pero no era tan tonta como para darle la oportunidad. Prefería atajar los problemas de raíz. Léase atacar al animal con un zapato.

Sí, con un zapato. Era lo único que había tenido a mano. Pero el afilado tacón encajaba perfectamente con la cuenca del ojo del animal. Seguidamente, mientras gritaba como un loco y amenazaba con despellejarlas vivas, sacó la pistola de la mesita de noche y le disparó hasta vaciar el cargador.

Había sido necesario, estaba segura de ello. Se sentó unos instantes en el alféizar de la ventana y durante un milisegundo le pareció ver algo al otro lado. Un hombre vestido de negro y con un brazo metálico. No le hizo el menor caso a aquel extraño espejismo.

No sintió el más mínimo remordimiento mientras se limpiaba las manos en el fregadero, antes de pasar por encima del cadáver del pasillo e ir en busca de su hermana. No tuvo que esforzarse demasiado. La encontró donde siempre se escondía cuando el animal pegaba a su madre; debajo de la cama.

-Lena –susurró. Un par de ojos castaños aterrados le devolvieron la mirada desde las sombras que reinaban debajo de la cama- Lena, ya está. No volverá. Hice que se fuera.

-¿De verdad? ¿Para siempre?

A Ridley se le escapó una sonrisa de la más pura alegría y le tendió la mano a su hermana, quien se aferró a ella como si le fuese la vida en ello.

-Para siempre.

Horas después llegaron un montón de hombres de negro, y entre ellos un americano llamado Phil Coulson, de algo llamado "Sistema Homologado de Inteligencia, Espionaje, Logística, y Defensa". Ridley no reaccionó y Lena no dejó de gimotear. Descubrieron que su padre había sido un alto dirigente de la agencia en la sección española de la agencia, lo cual hizo que frunciese el ceño. Si había pertenecido a aquel grupo, cuya insignia parecía ser una especie de águila, ¿por qué en una ocasión había visto una carpeta con algo parecido a un pulpo con una calavera?

Se encogió de hombros mientras Phil Coulson les comunicaba que el animal había dejado algún arreglo para que ambas ingresasen en las academias del "Sistema Homologado de Inteligencia, Espionaje, Logística, y Defensa".


2004

Mansión Xavier. Salem Center, Westchester, Nueva York.

Charles bajó rápidamente al recibidor ante la llamada telepática de Orya. Eran cerca de las dos de la mañana y la verdad, no entendía qué había estado haciendo Orya por la planta baja a esas horas. ¿Organizar una fiesta sorpresa para el cumpleaños de algún alumno, tal vez? Aunque en tal caso hubiera pedido ayuda a Kat o a alguien, ¿no? Pero en cambio, percibía a Katrina con toda claridad, dormida en su cuarto junto con Erik.

Cualquier posible confusión al respecto desapareció de su mente cuando vio a Nick Fury y a una mujer pelirroja en su puerta. Detrás de ellos, el viento otoñal movía las hojas de los árboles y los arbustos, dándole a todo un toque ligeramente irreal. Tan irreal como que el director de SHIELD apareciese de madrugada en su casa.

-Fury –saludó, dándole la mano. Orya le miró de reojo.

-¿Qué hace aquí? –le preguntó mentalmente.

-Ni idea.

-La mujer tiene mis ojos. ¡Charles, esa chica tiene mis malditos ojos! ¡Se parece a mí, se parece a mi prima Olga!

Charles miró a la mujer pelirroja, una chica de apenas unos veinte años. Frunció el ceño al reconocer en ella algo de Orya. Esos ojos verdes, ese rostro.

-Necesito vuestra ayuda –fue la única contestación de Fury. Antes de que Charles pudiese abrir la boca para preguntar que exactamente para qué necesitaba su ayuda, Fury se apartó ligeramente e hizo adelantarse a alguien que había estado escondido detrás de él. Era una muchacha, casi una adolescente, más o menos de la edad de Bobby y los demás. Iba completamente tapada con botas, pantalones largos, guantes cubriéndole las manos y la capucha de una sudadera ocultándole el rostro. Lo único que Charles atisbó fueron unos ojos dorados llenos de pánico, de miedo. Fury puso una mano sobre el hombro de la muchacha, apretándolo levemente, como dándole ánimos, y entonces la chica se quitó la capucha.

Charles alzó las cejas, sorprendido, cuando vio el cabello de la muchacha.

-Señor y señora Xavier, les presento a Jolene von Strucker. Es la nieta de Sebastian Shaw.

-¿Cómo te llamas? –interrumpió Orya, dirigiéndose a la pelirroja. Esta miró a Fury durante un milisegundo antes de contestar.

-Natasha Romanoff.

-Romanoff, ¿como en Romanova?

Natasha frunció el ceño.

-Sí.

-¿Te suenan los nombres de Olga Karpova y de Alian Romanov?

A esas alturas, parecía que los ojos verdes de Natasha iban a salírsele de las órbitas.

La mirada de Fury pasó de Jolene, quien miraba a las otras dos mujeres con curiosidad, a Natasha y a Orya. Soltó una carcajada.

-Bien, creo que esta va a ser una noche interesante.


La prima Olga Nikoláyevna Romanova, aquella que había salvado la vida de Orya en 1942 al meterla en un búnker, tenía un hermano pequeño llamado Alian Nikoláievich Romanov.

Olga se casó años después con un hombre apellidado Karpov, y de la unión nació Tamara Karpova, quien acabaría trabajando codo con codo con el mismísimo Howard Stark. Tamara dio a luz en 1974 a unos mellizos, a los que se les dio el nombre de Dominika y Alexi Shostakov para evitar que fueran asociados con su padre. Tamara volvió a Rusia con los niños y Orya les perdió la pista. Años después, Tony Stark volvió de Afganistán trayendo consigo a una compañera de cautiverio llamada Dominika Shostakov.

En cambio, Alian se casó con una mujer de la que Orya no supo jamás ni tan siquiera el nombre. Lo que sí averiguó cuando visitó a aquel primo suyo en la cama de hospital de Stalingrado –o Volvogrado, como la llamaban desde 1961- fue que había una niña. Una niña pelirroja con los ojos verdes de la familia Ivanov y llamada Natalia "Natasha" Alianovna Romanov. La niña se convirtió en mujer y acabó en SHIELD. Durante una misión en la que se hizo pasar por la asistente de Stark, conoció a Alexi y a Dominika Shostakov y todos se dieron cuenta del innegable parecido físico entre ambas.

Después de la muerte de Alexi, Dominika e Ivan Vanko, Tony recibió los resultados de la prueba de ADN que relacionaba a Orya Xavier, amiga de la familia que fue su canguro durante los setenta, Natasha Romanoff, aquella agente de SHIELD que habían metido en su casa, Tamara Karpova, amiga y colaboradora de su padre de la que hacía años que no se sabía nada, Ivan Vanko, aquel tipo que había aparecido determinado a matarle, Dominika Shostakov, la mujer que le había enseñado a vivir de nuevo después de Afganistán, y su hermano mellizo Alexi, quien había hecho buenas migas con Natasha. No le costó demasiado reconstruir la historia.