Harry Potter y sus secuaces pertenecen a J.K. Rowling. Moi solo escribe por diversión :D

Título: ¡Sí, su majestad!

Personajes: Draco Malfoy/Harry Potter.

Capítulos: 5/5

Advertencias: AU (Universo alterno)/Slash/Lime. Esta breve historia narra a Harry y Draco encontrándo en otro mundo muy distinto al planteado por J.K., relaciones homosexuales, tonterías, y muchas otras cosas raras que podrían crearte un profundo trauma si no estás acostumbrado a este tipo de lectura. Así que si entraste aquí por un fatídico error… ¡Huye lo más pronto posible! Dicho está. Sobre advertencia no hay engaño.


¡Sí, su majestad!

Por:

PukitChan

Capítulo V

Un paso hacia destino

Aquel día, las actividades en el palacio comenzaron mucho antes del amanecer. No era necesario prestar demasiada atención para darse cuenta de que no existía habitación en la que no escuchara el movimiento de la servidumbre al andar de un lado hacia otro. Los murmullos, las risitas y el interminable sonido de las pisadas parecían crear una errática melodía que alguien había olvidado dejar de tocar.

Mientras las últimas estrellas se desvanecían bajo un cielo color púrpura, Harry se dio cuenta de que por primera vez estaba pensado en Draco como el futuro príncipe de ese lugar. La noche anterior había llegado una carta de la reina, anunciando la feliz hora de su regreso y su deseo de conocer si, finalmente, Blaise había sentado cabeza. Se suponía que esa tarde, si todo marchaba bien, no solo celebrarían a la reina: tenían que estar preparados para el anuncio de quien sería, a partir de ese momento, el nuevo príncipe del reino.

La sola idea de que eso sucediera llenó a Harry de un humor horrible. No era justo que alguien como Draco llegara simplemente a arrebatarle las cosas que amaba. ¿Qué derecho tenía ese rubio para apoderarse de lo que él, con tanto sufrimiento, había construido? Era… inmoral.

—Harry… ¡Harry! ¿Qué es lo que sucede? ¡Te he estado llamando desde hace cinco minutos!

El aludido volteó hacia las escaleras que Ron, en ese momento, bajaba con un andar torpe que en la presencia de la reina le hubiera valido un regaño. Ella solía decir que la apariencia de la familia real iniciaba en cada uno de los sirvientes del castillo. El pelirrojo, por supuesto, no lo hacía a propósito; tan solo era la forma de andar de alguien que no le prestaba atención a detalles como esos.

—Disculpa —murmuró Harry cuando Ron llegó a su lado—, tengo muchas cosas en la mente, eso es todo. ¿Sucede algo?

Ron abrió su boca, pero no dijo nada. Su rostro pecoso se distorsionó en una mueca confusa, como la de alguien que estaba ante una elección difícil. Al final, se rascó la mejilla y asintió.

—Me envía Hermione. Quiere saber si recibirás a la reina a las afueras del bosque.

—Ese continúa siendo mi plan —aseveró Harry, mirando hacia los jardines, donde unas jovencitas estaban podando un matorral, aunque por la manera en la que lo hacían, él dudaba que terminara bien—. Además, el príncipe quiere estar a solas con el señor Malfoy antes del anuncio de hoy. Es una buena manera de deshacerse de su guardia personal, ¿no crees?

—No me agrada ese sujeto —exclamó Ron, arrugando su nariz. Parecía que había estado esperando durante mucho tiempo el poder decir esas palabras libremente. Harry lo miró de soslayo mientras levantaba sus cejas, preguntándose por qué le molestaba aquella opinión, sobre todo cuando, instantes atrás, estaba diciéndose a sí mismo exactamente eso; que Draco no era precisamente una persona agradable. Aun así, Harry no pudo evitar preguntar:

—¿Por qué?

—Es demasiado… arrogante. Ernie dice que aunque sería conveniente para el reino una relación mercantil propiciada por su unión, no se imagina a alguien como Malfoy dirigiendo al pueblo. Para mí solo es otro niño caprichoso. ¿O acaso a ti sí te agrada?

Por un instante, la sangre de Harry se heló. Se sintió completamente expuesto ante esa despistada mirada azul. Sabía que Ron lo había preguntado solo para obtener su apoyo, pero él no se sentía capaz de verlo y afirmarle que Malfoy le era indiferente.

—¿Ocurrió algo? —Optó por preguntar, a falta de una expresión que pusiera en orden sus sentimientos. Aun así, la evasiva pregunta de Harry pareció ser acertada, porque Ron se sonrojó y desvió la mirada hacia algún punto impreciso del palacio.

—Hermione y Malfoy discutieron —explicó, demasiado rápido y bajo. Potter esbozó una pequeña sonrisa, preguntándose si acaso Ron sentía celos por eso: todos sabían que detrás de las frecuentes riñas entre Ron y Hermione, solo se ocultaba una inevitable atracción que ya comenzaba a tomar forma. Sin embargo, antes de que pudiera mofarse de Ron por ello, una duda (quizá mucho más lógica y razonable) se formó en su mente con tal velocidad, que se sintió un verdadero estúpido por no haberla pensarlo antes.

—¿Por qué ellos discutieron?

—No lo sé —admitió enfurruñado—, aunque las mucamas sí, puedes preguntarle a ellas. Las he visto cuchichear y soltar risitas tontas desde que desperté. Lo más probable es que sea por el príncipe, ¿no crees?

Las coherentes palabras del pelirrojo ayudaron a regular la respiración de Harry. Por supuesto. ¿Por qué otra razón discutirían Hermione y Draco? Él no tenía por qué sentirse tan afectado por cada pequeño rumor que corría entorno a Malfoy.

—El príncipe…

—¿Hmm?

—Nada —musitó, negando con la cabeza mientras giraba y caminaba en dirección hacia el palacio—. Dile a Hermione que no se preocupe, ¿bien? Me encargaré de despertar a Blaise para que cumpla con sus obligaciones.

Si Ron pretendía alargar esa conversación, Harry no se lo permitió. Logró escabullirse antes de que el pelirrojo pudiera añadir algo más, y prefirió concentrarse en subir las escaleras y atravesar los grandes salones. En ningún momento se detuvo pues no era necesario: conocía a la perfección el palacio, así como también el camino hacia la habitación del príncipe. Cuando Harry por fin llegó, los primeros rayos del sol ya habían comenzado a traspasar los altos ventanales y poco a poco los pasillos estaban llenándose de la cálida luz diurna. Blaise, sin duda alguna, se enfadaría por tener que levantarse tan temprano, pero no protestaría mucho. Después de todo, hasta él sabía que era un día importante.

—¿Blaise? —preguntó Harry, tocando la enorme puerta de madera. Se detuvo unos instantes esperando por una respuesta que nunca llegó, deduciendo así que el príncipe aún dormía. Finalmente, y tras una extraña vacilación que no había sentido hasta ese momento, Potter abrió la puerta y entró.

En ese preciso instante algo –Harry no sabía qué– se apretujó dentro de él hasta desmoronarse.

Blaise no solo estaba despierto… también estaba acompañado. Draco Malfoy se encontraba allí, dentro de la habitación del príncipe, y para desgracia de Harry, fue su posición la que monopolizó su atención: ambos estaban de pie, muy cerca el uno del otro. De hecho, estaban tan cerca que las manos de Blaise parecían estar acomodando las ropas del rubio, quien también veía a Harry, aunque sus ojos parecían furiosos por una razón. Su llegada debió haber interrumpido algo, aunque si juzgaba el desorden que había en la cama, quizá era precisamente lo contrario. Sea como fuere, Harry tardó en reaccionar, y para cuando lo hizo, la imagen ya había quedado grabada a fuego en su mente.

—¡Lo siento mucho, Alteza! —balbuceó rápidamente Harry, sonrojándose al cerrar los ojos. No quería ver eso, no quería saber nada de eso. Sintió las miradas de ambos vigilando cada uno de sus movimientos mientras giraba para salir, pero sus pies se transformaron en plomo cuando escuchó a Blaise, con esa voz firme y ronca, pronunciar:

—Harry, detente.

Él respiró hondamente, tratando de ser lo más silencioso posible, aunque sin duda alguna el movimiento de sus hombros debió delatarlo. Solo cuando estuvo seguro de que podría mirarlo sin reprocharle algo en lo que no tenía derecho, pudo voltear.

—Dígame.

Harry apretó sus puños, intentando con todas sus fuerzas no observar a Draco, pero por la posición en la que estaba parado, era difícil lograrlo. Blaise levantó su ceja, sin decir nada, al menos no respecto a la evidente incomodidad de su guardia.

—Cierra bien la puerta y vigila afuera hasta que Draco salga. No quiero que nadie vuelva a interrumpirnos.

—Como usted ordene, Alteza. —Sorprendido, Harry se dio cuenta de que sus palabras estaban cargadas de rabia. Aun así, consiguió dejar de temblar y cerrar la puerta, apoyándose en esta al salir. No tenía deseos de escuchar las actividades del príncipe y de Draco, pero tampoco tenía la fuerza suficiente para desobedecer una orden directa. Y por primera vez en su vida, Harry comprendió cuán débil era ante Blaise, no porque lo odiara o amara, sino porque se sentía atado a él.

Suspiró pesadamente y miró hacia la ventana, recordando de pronto su idea de dejar el reino. En realidad, y pese al cálido trato de la familia real, no eran parientes suyos. Harry ni siquiera pertenecía a ese lugar de grandes árboles y terrenos planos y abiertos. Su reino, el país en el que alguna vez había sido el príncipe, era distinto: casi siempre había neblina y era húmedo. Estaba rodeado por montañas y la lluvia solía recordarle aquellas tardes nubladas. Era un lugar más bien nostálgico.

«¿Por qué sigo aquí?» se preguntó con una oleada de pánico recorriendo cada célula de su cuerpo. Cuando era niño, a Harry ni siquiera le gustaba estar allí. De hecho, se podría decir que la costumbre fue la que terminó cultivando el cariño que Potter sentía hacia ese enorme palacio. El paso de los años había enterrado los recuerdos de su pasado, pero Harry no se dio el lujo de olvidarlos por completo: sabía que traicionaría todo lo que sus padres le habían enseñado si fingía que nada había ocurrido. Además, la reina nunca se lo hubiera permitido. Ella era el tipo de personas que creían que nada debía dejarse atrás.

«—Algún día, Harry —había dicho en una noche en la que estaban conversando juntos, poco después de la muerte del rey—, entenderás que olvidar no soluciona las cosas, porque en realidad nadie es capaz de desaparecer el pasado, sin importar cuánto lo intentemos».

—Potter.

Por inercia, Harry sujetó la empuñadura de su espada. Cuando estaba sumergido en sus pensamientos y era interrumpido de ese modo, su cuerpo solía actuar por su propia cuenta. Afortunadamente, logró detener el reflejo de desenfundar su espada cuando vio que era Theodore Nott quien se acercaba por el pasillo. Se preguntó qué hacía por esa parte del palacio, aunque pronto comprendió que debía estar buscando a Draco.

—Buenos días, señor Nott —saludó Harry, con la sonrisa más falsa que encontró, pero que Theo, al no conocerlo, no podría notarlo—. ¿Puedo ayudarlo en algo?

Theo pareció dudarlo. Sin duda, no confiaba con facilidad en alguien, aunque Harry no podía culparlo por eso. Él sabía lo importante que era mantener vigilada a una persona cuando se trataba del bienestar de alguien irremplazable.

—Estoy buscando a Draco —dijo, desviando su atención hacia la espada. Harry lo notó, pues de inmediato bajó su mano, intentando que su postura se relajara.

—Está con el príncipe, dentro de su alcoba —explicó, tragándose sus emociones de tal forma que le fue imposible notar la manera en la que Theo entrecerraba sus ojos al escucharlo—. Lamento informarle que mis órdenes me exigen impedir cualquier tipo de interrupción.

Al verlo separar sus labios, Harry se preparó para recibir una protesta, pero el hombre lo sorprendió al preguntar:

—¿Quién te dio esa orden?

—¿Disculpe?

—Alguno de ellos te debió dar esa orden. ¿Quién fue?

El moreno no entendía el propósito de aquella pregunta tan extraña. ¿Qué importaba quién le había ordenado eso? Bastaba con que él cumpliera con ella, ¿no? Pero al ver que Theodore en verdad esperaba por su respuesta, Harry arrastró su pie sobre el elegante suelo, sintiéndose fastidiado.

—El príncipe.

—Por supuesto —exclamó Nott, con la expresión de alguien que estaba cansado de detener las estupideces cometidas por otras personas. Y si Harry no estuviera tan dolido por lo había pasado, quizás aquello lo hubiera hecho sonreír—. Al parecer, ambos tienen el mismo gusto.

Antes de que consiguiera comprender las encriptadas palabras de Theo, la puerta detrás de Harry se abrió. Él dio unos pasos hacia adelante, asustado, pero pronto recuperó su postura cuando Draco salió. El rubio tenía el cuerpo tenso y su malhumor era tan evidente, que Harry miró hacia dentro de la habitación, preguntándose qué había pasado, además de lo que era natural. Cuando él entró, no parecía haber problemas, pero ahora…

—Te fuiste —exclamó Theo, cortando el hilo del pensamiento de Harry. Al parecer estaba enojado—. Eres un estúpido, Draco.

El rubio no respondió. Entornó los ojos, pero miró a Harry otra vez, quien resistió valientemente aquel desafío, intentando demostrar, sobre todo a sí mismo, que sin importar cuán herido se sintiera en ese momento, él encontraría una manera de superarlo. ¿Quién se creía Draco Malfoy? Maldita sea, él era Harry Potter, el niño huérfano que logró permanecer con vida, aunque todas sus posibilidades se habían reducido. No dejaría que algo, que se asemejaba mucho a un corazón roto, lo derrotara.

—Andando —ordenó Draco, rompiendo el contacto visual y pasando a un lado de Theo, a quien no le quedó otro remedio más que seguirlo para regañarlo en un lugar más privado—. Tenemos muchas cosas qué hacer.

—Precisamente —puntualizó Theo, sabiendo que Harry seguiría sus pasos hasta verlos desaparecer por el pasillo—. Y aun así, tú decidiste ir con el príncipe.

Draco no respondió, pero aunque lo hubiera hecho, Potter no lo habría escuchado. Habían avanzado lo suficiente para hacer de la conversación algo privado. Aun así, Harry creyó ver que el rubio le lanzaba un último vistazo antes de que el príncipe abriera las puertas de su habitación y se recarga en el marco de la puerta. Aunque no tenía dibujada su habitual sonrisa, la pose despreocupada de su cuerpo atormentó a Potter, quien no podía creer que un día normal pudiera transformase en algo tan espantoso. El único consuelo que le quedaba era que pronto tendría que salir del castillo en busca de la reina, y así podría liberarse, al menos durante unas horas, de esa opresión que retumbaba en su pecho.

—Eres muy bueno juzgando a las personas, Harry —dijo Blaise, con la facilidad que solo una persona confiada podría tener. Lo miraba, aunque sus manos estaban acomodando la bonita túnica que se cambiaría poco antes de la llegada de su madre.

—No entiendo a qué se refiere, Alteza —comentó, sabiendo que la frialdad de sus palabras no pasaría desapercibida para el otro.

Así fue.

Blaise sujetó el brazo de Harry y lo atrajo hacia su cuerpo, abrazándolo e impidiéndole alejarse, porque aunque no protestara por el contacto, nunca antes había tenido un abrazo tan incómodo y poco deseado como ese. Desde que era niño y había llegado a ese palacio, se suponía que Harry era suyo; una persona incondicional que sin importar cómo lo tratara o cuánto jugara con otros, estaría siempre para él.

Sin embargo

Blaise se agachó, hundiendo su nariz en el cuello de Harry, aspirando su familiar aroma. Por alguna razón que el príncipe nunca había podido explicarse, Potter siempre olía a madera; era un aroma agradable y dulce. En ocasiones se preguntaba si se trataba de un olor común en el reino en el que Harry habría muerto, si su familia no le hubiera dado refugio años atrás. Harry, por supuesto, no contestaría jamás eso, pero algo dentro de Blaise se sacudía al pensar cuántos años habían pasado sin que se preocupara por algo más que sí mismo.

—¿Alteza?

—Tenías razón —aceptó, rozando con sus labios la piel de Harry. ¿Por qué no podía dejar impregnado su olor y así demostrarle a cualquiera que osara acercarse que Harry le pertenecía y que nadie más podía tocarlo?—. Draco algún día será un gran rey.

Si Harry aún mantenía escondida alguna esperanza, esta desapareció ante esas palabras. Era como si Blaise estuviera confirmándole que Draco ya había aceptado su propuesta y por eso se había acercado a su lecho. En realidad, si lo pensaba con detenimiento, Harry no tenía nada de qué sorprenderse. Desde que había llegado al reino, Malfoy pareció ser al que habían estado esperando durante todo ese tiempo; sería el que lograría que el distante corazón del príncipe aceptara a alguien que no podría amar, pero con el que podría estar por el resto de su vida.

—Felicidades, Alteza —dijo Harry, bajando su mirada—. Es una persona muy afortunada.

Lo era, en verdad lo era.


Theo entrecerró sus ojos, observando la cuidadosa manera con la que Draco sujetaba su taza de té, evitando su mirada. Dos días antes, luego de una conversación extensa y cansada que por alguna razón había terminado en Potter, el rubio finalmente consiguió obtener la información que tanto había querido conocer, a pesar de cuánto lo negara: saber quién era Harry Potter.

Había accedido a contárselo, creyendo que de esa manera podría detener la absurda obsesión que Draco sentía. Si lograba convencerlo de que Potter era solo una persona con pasado, pero sin ningún futuro, quizá bastaría. No obstante, Theo pronto descubrió que ya era demasiado tarde para un plan como ese: Draco había dejado de escucharlo días atrás.

—Granger habló conmigo —dijo Theo. Draco bajó su taza y apretó sus labios, preparándose para defenderse—. Según ella, querías saber cuál fue el reino al que perteneció Potter. Lo curioso es que estoy seguro de habértelo dicho antes.

—¿Estás enojado porque no confié en tus palabras, Theo? —cuestionó, ladeando una sonrisa que ocultó la rabia que aún palpitaba en su pecho y que estaba dispuesta a salir en pequeñas dosis de cruel sarcasmo—. Eres la niñera favorita de mi padre, no tienes que preocuparte por quedar en la calle.

—Draco —pronunció, con el mismo fastidio de un padre cansado de suplicarle a su hijo que por una maldita vez en su vida ordenara su habitación—, ¿por qué querías confirmarlo?

—No quería hacerlo —respondió, sabiendo que Theo no dejaría el tema hasta que tuviera las respuestas que creyera verdaderas—, solo quería ver su reacción. —Al notar que el otro continuaba en silencio, esperando por una explicación más detallada, Draco entornó los ojos sin poder creer que Theo no hubiera comprendido su objetivo—. ¿Acaso Potter nunca ha abandonado este reino? ¿Jamás tuvo deseos de vengar lo que alguna vez fue suyo?

—Buscar la época donde Potter fue rebelde no te beneficiará en nada.

—¿De verdad? —preguntó Draco, más para sí mismo que para Theo.

—Has notado que Potter es preciado por el príncipe. Ser enemigo de alguien que tiene tantos privilegios solo te causará problemas si tú…

—En realidad —interrumpió—, pienso que precisamente por eso, Blaise preferiría que Potter y yo fuésemos enemigos.

El silencio que prosiguió a esa oración se tornó extraño. Los movimientos de Draco, sutiles pero inquietos, eran los de alguien que sabía perfectamente en qué problema estaba metido pero no le importaba, porque lo que le carcomía por dentro era la inexplicable razón que lo había orillado a llegar hasta ese punto.

—¿Por qué fuiste a la habitación del príncipe? ¿Potter está involucrado en esto?

Draco dejó de mirar su reflejo distorsionado en el té. Sus labios estaban resecos y algo en su expresión gritaba que no quería otro interrogatorio, pero aun así respondió:

—No fui yo quien se acercó. Fue él quien vino por mí.

Theo se sobresaltó por la respuesta. No le impresionaba que el príncipe estuviera interesado físicamente en Draco; después de todo, muchos antes de él ya lo habían estado. Lo que le sorprendía era que el rubio hubiese aceptado tan fácilmente. A pesar de todo, Draco siempre había sido una persona muy delicada para escoger a una pareja, y quizá por eso muchos decían que tenía una apariencia de idiota inalcanzable.

—Supongo que eso cierra el paso a cualquier duda —sentenció, asumiendo con naturalidad algo que en realidad Draco nunca terminó de confirmarle, pero que tampoco negó—. Si hoy se realiza el anuncio oficial, tendremos que partir lo más pronto posible a casa, para arreglar esto con tus padres. Supongo que se hará una invitación oficial a los Malfoy para sellar el pacto.

—¿Theo?

—¿Sí?

—¿Crees que Blaise esté enamorado de Potter, a pesar de que dicen que no sabe amar?

La sinceridad de aquella pregunta impactó a Theo durante más segundos de los que parecían lógicos. Hurgó en la mirada de Draco intentando encontrar el por qué a esa pregunta, y qué en ella lo inquietaba, pero al no hallar nada más que una insondable motivación, resopló pesadamente y comentó:

—Es difícil saberlo. No los he visto interactuar demasiado, pero la forma en la que otros tratan a Potter es bastante peculiar. Aunque se acerquen a él, nadie lo toca. Un palmada, un saludo, un inocente golpe en su brazo. Es como si pudieran convivir con él, pero nadie tuviera derecho a tocarlo… nadie más que el príncipe. Si alguien intentara arrebatárselo, él… —Sacudió la cabeza de un lado a otro. Ese reino poseía el suficiente poder para sostener una guerra, y tal vez esa fuera la causa de que Harry siguiera con vida. Aquel que había matado a la familia Potter, sin duda debía saber que el príncipe heredero estaba refugiado en aquel lugar, pero todos a la redonda sabían que alzarse contra los Zabini era una tarea suicida—. Si en verdad lo que siente el príncipe es amor, entonces creo que nadie le ha enseñado cómo manejarlo. Pero si lo suyo se trata de posesión, pienso que es todavía más peligroso… porque amar es algo que se aprende con el paso del tiempo, pero el insano deseo de poseer a alguien difícilmente comprende los límites de la cordura y la razón.

—¿Estás diciéndome que el amor es lógico? —preguntó sorprendido. Había pasado mucho tiempo de su vida al lado de Theo, pero nunca habían conversado de esos temas, así que no sabía qué esperar de él.

—¿No te parece que es así? —cuestionó, con una sonrisa aflorando en sus labios—. Cuando miras hacia atrás, el amor, sin importar si fue correspondido o no, parece ser lo único de lo que jamás podrás arrepentirte.

Draco no dijo nada, pero desvió su mirada hacia el cielo de aquella brillante mañana. Era uno de esos días perfectos en los que nada podría salir mal. Y aun así, no podía dejar de preguntarse si en verdad él no se arrepentiría de la decisión que había tomado, luego de su charla con el príncipe.

«—Harry Potter es mío —había susurrado Blaise sobre sus labios mientras cerraba las manos en torno a su ropa para mantenerlo cerca; tan cerca que podía oler su embriagante aroma y ver el miedo destellando en sus ojos pálidos—. Tú te volverás mi esposo y serás dueño de todo lo que hay en este reino… menos de él. No vuelvas a mirarlo ni a tocarlo. No te atrevas a intentar alejarlo de mi lado».


Al bajar de su caballo, Harry miró hacia el espeso follaje de los altos árboles, intentando descifrar cuánto tiempo faltaba antes de que el carruaje y la guardia personal de la reina hicieran su aparición. En verdad esperaba que no tardaran demasiado, porque si estaba allí sin hacer nada, su mente comenzaría a trabajar y no deseaba eso. Estaba cansado de pensar y de fantasear con cientos de escenarios donde él se volvía lo suficientemente fuerte para liberarse de lo que significaba Blaise en su vida, mientras sujetaba a Draco y lo instaba a escapar con él.

—Es ridículo —musitó, sonriendo con tristeza mientras miraba los límites de un reino que nunca había abandonado. ¿Qué habría más allá de ese bosque? De pronto, Harry se volvió a sentir un adolescente deseoso de explorar el mundo, de volver al lugar que lo había visto nacer. Deseó saber por qué razón sus padres murieron para salvarlo, la verdadera razón que originó aquella famosa y fatídica guerra civil—. Solo hace falta un paso fuera de aquí…

Pero Harry no llegó a hacerlo. A la distancia, avanzando por el camino principal, un extraño borrón adquirió forma a medida que avanzaba: cuatro caballos con sus respectivos jinetes rodeaban un soberbio carruaje negro que, en una de sus esquinas, ondeaba con gracia la bandera del reino.

La reina había regresado.

Potter se apresuró a reunir su atención dispersa y sujetó las riendas del caballo para colocarlo junto a él, a un lado del camino. Un nerviosismo que siempre asociaba con la reina comenzó a recorrerlo, y no se detuvo ni siquiera cuando los guardias lo descubrieron e inclinaron la cabeza al detener el carruaje. Al mirar la puertita y extender su brazo para abrirla, Harry se permitió unos segundos para morder su labio con fuerza, buscando controlar el acelerado latido de su corazón. Cuando por fin se animó a abrirla, fue un dulce aroma el que lo saludó al inclinarse en una reverencia.

—Bienvenida de vuelta, Su Majestad. Esperábamos su regreso con ansias.

—Hola, Harry.

El aludido enderezó su cuerpo y miró a la reina. Sentada dentro del carruaje, estaba una bellísima mujer de piel morena y cabello oscuro ondulado que enmarcaba grácilmente las facciones perfectas de su rostro. Sus labios gruesos sonreían y sus ojos, más fríos pero igual de pálidos que los de su hijo, lo miraban con atención. Entre una de sus manos enguantas, un abanico cerrado se movía de un lado otro, en una rítmica danza que solía poner a cualquier hombre a sus pies. Harry estiró su brazo y la reina acentuó su sonrisa cuando su delicada mano fue besada. Luego, tras un instante de calma, animó a Harry a subir al carruaje y sentarse enfrente de ella.

—Llévanos al palacio —ordenó la reina con esa voz suya que no dejaba espacio para las dudas mientras recorría la cortina roja para ver a sus guardias—. No olviden el caballo de Harry.

—Sí, Su Majestad.

Harry ni siquiera protestó. En cambio, se dedicó a sostener la intimidadora mirada de la reina, preguntándose si alguien era capaz de ver durante un minuto entero su precioso y seductor rostro sin terminar sonrojado. Él no era capaz, pero la reina nunca se lo había reprochado. Siempre soltaba esa risita suya tan dulce, como diciendo: «No tienes por qué avergonzarte».

—¿El hijo del señor Malfoy llegó, Harry? En el consejo de Versalles me encontré a su padre. Por supuesto, se mostró bastante interesado en la propuesta que nuestro reino le ofreció a su hijo. Era mucho más viable que otras.

—Está aquí, Majestad. El príncipe creyó conveniente que su regreso sería el momento ideal para que el señor Malfoy anunciara su decisión. —Con su abanico, ella dio unos ligeros golpecitos en su mejilla, meditando las palabras de Harry.

—Significa que su decisión está asegurada y nos beneficia. Blaise jamás haría algo así por alguien que no le interesara.

—¿Eso está bien, Majestad? —preguntó Harry sin poder contenerse. De inmediato, comprendiendo cuán inadecuadas eran sus palabras, cerró sus puños y agachó su cabeza, pero la reina no pareció ofendida. Contrario a eso, se tomó unos segundos para mirarlo con curiosidad antes de formular una respuesta.

—Draco Malfoy fue criado en una noble familia que ha ofrecido importantes y maravillosos consortes. Si hay alguna familia digna de la corona de cualquier reino, son ellos. Los Malfoy son astutos y saben cómo manejar un reinado. Además, los matrimonios concretados nunca han sido un problema para ellos. Saben vivir por encima del amor… y para alguien como Blaise, eso es lo mejor.

—Por supuesto, discúlpeme —dijo lo más rápido que pudo, agachando su rostro y suplicando que pronto llegaran al palacio, sin notar que la reina entrecerraba sus ojos por su actitud. Después de todo, ella había estado con él desde que era un niño y lo conocía tan bien como a su hijo.

—¿Ocurrió algo, Harry? —preguntó con suavidad. Potter apretó sus labios y negó con la cabeza, sintiéndose sonrojado y esperando de verdad que ese picor que sentía en sus ojos no fueran lágrimas.

—Todo está bien, Majestad. Me alegra mucho que el príncipe haya encontrado a alguien que lo podrá hacer feliz. Juntos harán un reino maravilloso que la enorgullecerá.

Hubo silencio. Entonces, queriendo comprender qué pasaba, la reina sujetó la barbilla de Harry y la alzó. El muchacho que miró se parecía bastante al niño que había llegado a su reino, pequeño, asustado y desesperado porque alguien le dijera que algún día ese dolor en su pecho menguaría y entonces él podría seguir adelante.

—¿Qué opinas de Draco Malfoy, Harry?

Sorprendido por la pregunta, Potter suspiró, pero no se detuvo a pensar en sus palabras. Ya se había contenido demasiado tiempo.

—Creo que es una persona apta para el reino —dijo, primero respondiendo como el guardia, pero eventualmente dejando que sus emociones fluyeran—. Su personalidad y la del príncipe se equilibran, así que Blaise no tendrá que fingir nada. Draco es arrogante y difícil, además de que se exaspera con facilidad, pero también comprende lo que otros parecen desear. No se limita a seguir, sabe cuándo debe alzar la voz y está dispuesto a sacrificarse… y yo… es una buena persona.

La reina sabía que estaban a punto de llegar al palacio, por lo que asintió y murmuró con una voz que casi podría ser tomada como triste, unas palabras que Harry nunca olvidaría.

—Siento mucho que tuvieras que ser sometido a la insensibilidad de mi hijo todo este tiempo.

Instantes después llegaron a la entrada del palacio, donde la reina fue recibida con una rebosante algarabía. Digna, como solo ella sabía ser, miró a todos y asintió a cada cumplido, mostrando su satisfacción al apreciar que ninguna labor había sido descuidada en su ausencia. Sus consejeros, así como algunos miembros de la corte, la recibieron mucho antes de que subiera las escaleras principales. Harry siempre había admirado su capacidad de permanecer estoica y distante, pero al mismo tiempo logrando complacer a un pueblo que la admiraba y respetaba. Su hijo tenía muchas de las habilidades naturales de la reina, pero su juventud lo hacía más explosivo emocionalmente.

O tal vez era que, en realidad, Blaise había heredado de su padre más cosas de las que se podían ver a simple vista.

—Madre, bienvenida. —En lo alto de la escalinata, el príncipe recibió a su madre con los brazos abiertos y una de sus sonrisas más esplendorosas. Ella lo estrechó y tocó su rostro con cuidado, como si estuviera analizando cada uno de los detalles que cambiaron en su hijo durante su ausencia, y algo debió encontrar porque sonrió de lado (esa sonrisa que te decía que lo sabía todo, pero lo divulgaría hasta el momento preciso) y dijo:

—Es increíble la manera en la que todo cambia cuando la persona precisa abre tus ojos.

Blaise permaneció en silencio, pasmado, pero a la reina no le importó. Continuó paseando su mirada hasta que detectó, unos metros más allá, la presencia de Draco Malfoy y Theodore Nott, quienes de inmediato mostraron su respeto al hacer una reverencia. Antes de acercarse, la reina giró su rostro para ver a Harry, como si quisiera comprobar algo; como si estuviera disfrutando más que nunca su llegada.

—Señor Malfoy, señor Nott —saludó la reina con un ademán, que de inmediato fue correspondido por Draco—. Su padre, Lucius, no dejó de hablarme de sus virtudes. Espero que sus maravillosas palabras no sean en vano. Sentir vergüenza y decepción de un hijo no es algo agradable.

Draco resistió el impulso de levantar su ceja. La reina no tenía ni media hora de haber llegado y ya estaba calibrándolo. Por fin entendía por qué todos hablan de ella como si se tratara de alguien muy especial: porque lo era. La razón de que el reino prosperara con tanta fortaleza, sin duda alguna, se debía a ella.

—Le prometo estar a la altura —afirmó. La reina simplemente le devolvió la mirada, para luego anunciar que descansaría en su alcoba hasta la hora del almuerzo.

—Harry, por favor, acompáñame —pidió ella, sujetándose de su brazo cuando el aludido se puso a su altura—. Estaré esperando ansiosa su decisión, señor Malfoy.

Harry intentó con todas sus fuerzas no girar su rostro para mirar las expresiones de Draco y Blaise. En cambio, se concentró en el silencio que los rodeaba a cada paso que daban, preguntándose por qué la reina había preferido que fuera él quien lo acompañara y no Blaise. Aun así, no dijo nada, ni siquiera cuando ella lo invitó a pasar a su habitación, acompañando por sus dos mucamas personales. Una se dedicó a prepararle un baño mientras la otra la ayudaba a cambiarse mientras Harry, respetando en todo momento la privacidad de la reina, aguardó pacientemente. Ella salió vestida con una túnica preciosa que solo aumentaba su belleza y lo miró con el cariño que se le tiene a las personas con las que se ha convivido demasiado tiempo.

—Sabes, Harry —dijo ella, sentándose frente a un tocador, dejando caer su cabello para cepillarlo con suavidad, pero observando sus movimientos a través del reflejo del espejo—, cuando conocí a mi esposo, ya había pasado por una interminable serie de desórdenes con muchos hombres. El amor siempre ha sido algo extraño y distante para mí, así que durante todo este tiempo creí que para Blaise era igual. Su padre siempre me dijo que estaba equivocada; que Blaise solo tenía el corazón distante, pero era capaz de amar. En verdad lo deseé con todas mis fuerzas… aún lo sigo deseando, porque la soledad de no amar a nadie es difícil de sostener.

—Majestad…

—Pero para Charles fue aún más difícil —continuó, mirando el retrato del rey fallecido hacia tanto tiempo atrás—. Amar a alguien que nunca podría amarte… —Ella sonrió y giró su rostro para poder ver bien a Harry—. Solo quiero que recuerdes, sin importar lo que suceda, la promesa que te hiciste.

—¿La… promesa?

Ella sonrió con dulzura.

—Nunca más permitir que alguien te arrebate a quien amas.

Harry fue expulsado de la habitación de la reina pocos minutos después. Confundido por sus palabras, anduvo un rato en silencio hasta que decidió caminar hacia la torre en la que siempre veía las estrellas. Era ridículo, se dijo, a esas horas del día era absurdo estar allí. Aun así, siguió avanzando y realmente esperaba refugiarse allí por el resto de su vida sino fuera porque Draco apareció en su camino. Ridículamente, y a pesar de ser consciente de que había sido visto, giró, intentando desaparecer de su lado lo más pronto posible. No estaba seguro de cuál sería su reacción si veía al rubio a pocos centímetros de distancia; no sabía si lo golpearía, lloraría o simplemente lo miraría como un imbécil hasta que desapareciera.

—¡Potter!

Pero Draco, al parecer, tenía la intención de complicarle la vida.

—¡Maldita sea, Potter, detente!

No lo hizo. De hecho, apresuró sus pasos, pero fue inútil: de alguna manera, Draco logró alcanzarlo y sujetarlo por el brazo, para luego recargarlo en la pared hasta acorralarlo. Harry sabía que eso no era normal y que debía hacer algo, pero su mente dejó de funcionar desde el momento en el que esos furiosos ojos grises lo miraron, culpándolo de todos los males creados por el ser humano. ¿Acaso Harry quería dejarse atrapar, a pesar de todo? Por supuesto. Era mucho más fuerte que el rubio; de hecho, bastaría un empujón y golpe ligero en su abdomen para alejarlo de su lado, pero…

—¿Podría soltarme, señor Malfoy? —dijo, demasiado cansado para eso: para luchar, para enojarse, para simplemente dejarse llevar. Su corazón, claro, no dejaba de acelerarse cada vez que esos ojos grises lo examinaban, pero lo cierto era que Draco pronto se convertiría en la pareja del príncipe y eso nada lo evitaría. Y tal vez Harry nunca había sentido eso con otra persona, ni siquiera con Blaise, pero no era tan idiota. Definitivamente entendía cuando esperaba por una causa perdida.

—¿No huirás? —preguntó Draco, todavía muy cerca de él. Harry negó con la cabeza, y algo en sus hombros caídos y en su expresión cansada debieron convencer al rubio, pues lentamente lo soltó, liberando sus manos. Dio un paso hacia atrás, permitiendo que Harry recuperara su espacio personal y solo hasta ese momento notó que si hubiera querido, Potter habría podido golpearlo con la empuñadura de su espada.

Pero no lo hizo.

Porque deseaba ser detenido.

—¿Puedo ayudarle en algo, señor? —preguntó Harry.

Durante un instante, la parte de Draco que era temerosa, pensó en mandarlo todo a la mierda. Pensó en esa vida llena de poder y placer que Blaise podía ofrecerle y cuán fácil sería quedarse a su lado; sería una vida placentera, pero que no tendría constelaciones, ni noches de brillantes estrellas ni preciosos ojos verdes. Tal vez tendría bajo su mando a quien quisiera, pero no habría sonrisas torpes, ni sonrojos ridículos, ni chistes malos, ni contactos que harían hervir su sangre. Si Draco elegía a Blaise, Harry se alejaría para siempre.

—Te odio tanto, Potter. No puedo estar cerca de Blaise, porque lo único que hago es pensar en ti.

Entonces lo besó.

Durante un largo instante, Harry se quedó congelado sin saber qué hacer. Draco había sujetado su barbilla, inclinándose hacia él. Aunque era obvio lo que quería, Potter no pudo comprenderlo hasta que sintió los fríos labios posarse en su boca ligeramente abierta, robándole el aliento. Lo sintió temblar, como si tocarlo fuera lo más estúpido y arriesgado que hubiera hecho en su vida, pero no se arrepentía, porque lo besaba con fiereza y desesperación. Cuando por fin pudo corresponderle, Harry ya lo había rodeado con sus brazos, atrayéndolo hacia él. Y al separar sus labios para recibirlo, entendió que el rubio estaba tan asustado y dolido como él, porque lo único que había hecho durante todos esos días había sido desear ese apasionado beso, sin importar si su destino (el ambos) estuviera atado a Blaise.

Estremeciéndose, Harry se dejó llevar. Se aferró a ese beso como alguna vez se había aferrado a la vida, y dio todo de sí para no tener que arrepentirse de nada. Sabía que tras ese momento, no podría ser capaz de ver a Draco y a Blaise a la cara, así que lo aprovecharía antes de que tuviera que marcharse. Por eso lamió, gimió y acarició todo cuando estuvo a su alcance, grabando cada detalle de su cuerpo que Draco le ofreció. Y sí, tal vez se trataba de un beso inadecuado, con la persona equivocada, pero malditos fuesen todos en ese palacio, lo disfrutaría. Sabía que algún día necesitaría ese recuerdo como un consuelo en sus noches estrelladas.

Quizá por eso, cuando por fin se separó, agitado, sonrojado y con los labios hinchados, Harry no pudo hacer nada más que recargar su frente en el pecho de Draco, intentando recuperar el aliento al murmurar:

—Yo también te odio.

Un distante jadeo ahogado interrumpió la nueva réplica de Draco. Por instinto, Harry intentó empujar al otro para separarlo, pero sus fuerzas mermaron cuando descubrió que a pocos metros de distancia, Blaise estaba de pie, mirándolos fijamente. Permanecía quieto, con los hombros caídos y una expresión dolida reflejada en sus ojos, que el príncipe no parecía haber comprendido. Harry abrió la boca para balbucear algo, pero Blaise no se inmutó ante ello. En cambio, se limitó a tallarse los ojos para luego mirar sus manos con expresión confundida. Potter sintió que el alma se caía a sus pies cuando el príncipe miró hacia el techo, como si estuviera buscando algo. Luego, volvió a pasarse las manos por el rostro mojado y por fin entendió que estaba llorando; que aquello que estaba empapando sus mejillas y nublaba su visión eran lágrimas ocasionadas por algo que Harry había roto en su interior. Una pena tan dolorosa que parecía querer matarlo.

—Alteza… —Incrédulo, Harry miró a la persona, que nunca antes había visto llorar, desmoronarse frente a sus ojos. Sus labios temblaron y estuvo a punto de correr a su lado cuando el brazo de Draco lo detuvo. Al buscar una explicación, el rubio se limitó a señalar con la mirada, más allá de Blaise, y fue cuando Harry descubrió que la reina se acercaba hacia su hijo. Cuando sus pasos se detuvieron detrás de él, la reina simplemente levantó sus brazos: con el izquierdo, rodeó el cuerpo del príncipe para atraerlo hacia ella, mientras que su mano izquierda se encargaba de cubrirle los ojos, permitiéndole continuar llorando, pero impidiéndole ver a Harry.

—Madre —sollozó el príncipe, y por la forma en la que su voz intentaba conservar su dignidad, parecía furioso—, Harry es mío. Dijo que se quedaría conmigo.

—Ya basta, Blaise, es suficiente —ordenó la reina con una inesperada compasión bañando cada una de sus palabras—. Harry no te pertenece.

—¡No es de él!

Ella sonrió, trémula.

—Tienes razón, tampoco le pertenece a Draco. Es una decisión de Harry, y él no te ha escogido a ti.

—¡Siempre lo ha hecho! ¡Siempre he sido yo!

—Hasta hoy. —La reina miró a Harry, y a su expresión angustiada y culpable, y suspiró—: Blaise, ¿sabes qué es eso que sientes? Eso, hijo mío, es un corazón roto a causa de un amor no correspondido. Ahora puedes comprender a todas personas que heriste. Es insoportable, ¿no? Pero seguirá rompiéndose aún más si te aferras a Harry.

»Si te pertenece, si haces todo lo posible por quedártelo… solo se harán infelices el uno al otro. Y no quieres que Harry vuelva a llorar por ti, ¿verdad? Nunca te ha gustado que Harry llore. Odias verlo infeliz, porque todo este tiempo lo has amado, aunque tal vez nunca lo hayas comprendido. Sabes, si el amor no es expresado correctamente, puede perderse. Y eso es lo que te ha pasado; perdiste a Harry por tu egoísmo.

La reina permaneció en silencio durante un momento que pareció volverse eterno. Al final, cuando por fin pudo hallar las palabras necesarias para sacarlos de esa extraña situación, su voz sonó firme y clara.

—Harry, ve a tu habitación. El almuerzo empezará dentro de poco, así que me gustaría escuchar una decisión de tu padre. Además, claro, de la del señor Malfoy.

Potter no protestó. Soltándose de Draco y sin atreverse a mirar a nadie, corrió hacia su habitación, donde se refugió intentando comprender qué había ocurrido. Pasó cerca de una hora antes de que pudiera tranquilizarse y sentarse, porque era imposible negar que quería a Draco, que ese beso había removido emociones que había creído muertas, pero que al mismo tiempo había lastimado a la persona que más lo había ayudado a sobrevivir. Sin embargo, la reina había dicho que esperaba una decisión de su parte, y ahora por fin entendía a qué se refería: Harry podía seguir allí y escoger a Blaise, independientemente de la decisión de Draco. También podía escoger a Draco, inclusive si no sabía qué significaba Harry para él. Pero existía una tercera opción y él…

—Señor Potter, el almuerzo estará listo en veinte minutos.

Y como esas palabras fueran el detonante principal, Harry tomó una decisión.


El almuerzo se llenó de una risible formalidad. Cuando Harry entró al salón principal, Blaise estaba sentado a un lado de su madre, aún con los ojos hinchados, pero sin prestarle atención a nada. No sonreía, y todo en su lenguaje corporal gritaba que prefería estar en cualquier lado menos allí. Por su parte, la reina intercambiaba palabras con uno de sus consejeros, el padre de Ernie, en una conversación que parecía ser demasiado interesante. Harry vio a Draco y a Theo sumergidos en una guerra de miradas mientras Astoria, al verlo llegar, sonrió con ternura; indudablemente, lo que había ocurrido en el pasillo, ya había sido esparcido en forma de rumores entre todos los invitados de esa mesa.

Al sentarse entre Hermione y Astoria, Harry descubrió que Blaise evitaba todo tipo de contacto con él, lo cual le hizo desear desesperadamente que todo concluyera. Sin embargo, el almuerzo transcurrió tan lento, que estuvo a punto de soltar una risa histérica ante aquel ridículo espectáculo. Nunca había sentido tanta tensión como en ese momento.

—Harry —Fue la reina quien tomó la palabra, después de que los platos se retiraron. Ella deslizó su dedo alrededor de la copa que estaba frente a ella y murmuró—: ¿Tienes algo que decirnos?

Él asintió con decisión y miró a Blaise, aunque este nunca lo observó. Ya era demasiado tarde para arrepentirse. Ahora solo quedaba continuar hacia adelante.

—Ustedes han sido mi familia y estoy muy agradecido. Nunca podré compensar todo lo que han hecho y han arriesgado por mí. Sin embargo, ha llegado el momento en el que tengo que buscar el camino por mi propia cuenta. —Silencio. Una profunda respiración. Luego—: Regreso al lugar donde murieron mis padres. Necesito respuestas. Si es posible, partiré hoy mismo.

El príncipe por fin lo miró. En sus ojos, Harry no halló nada más que tristeza, decepción, resentimiento y un leve rastro de sorpresa a causa de su noticia, así que terminó preguntándose si algún día volvería a ver su sonrisa.

—Sabía que llegaría este momento —dijo la reina, entrelazando sus manos—. Por supuesto, nosotros respetamos tu decisión y la apoyamos. Aunque estaremos esperando por tu regreso.

—Gracias —musitó.

—¿Señor Malfoy? ¿Qué me dice usted? ¿Ha pensado en la propuesta de mi hijo?

Debajo de la mesa, Harry apretó sus puños. Si Draco aceptaba, no se creía tan fuerte para regresar a ese palacio y verlo junto a Blaise. Pero si lo rechazaba, ¿qué haría él?

—Lo he pensado, y estoy muy agradecido por tan grandiosa propuesta. Pero, Majestad, he decidido rechazarla.

Harry perdió el aliento, intentando no girar su rostro hacia Draco. Intentando no emocionarse porque debía respetar el dolor que eso le ocasionaba a otros.

—¿Puedo preguntar por qué?

—El príncipe Blaise y yo tenemos demasiadas cosas en común y sería inadecuado estar juntos.

—Sabe lo que eso significa, señor Malfoy. ¿Verdad?

Draco entrecerró sus ojos.

—Lo sé.

No hubo palabras que explicaran ese último diálogo, pero cuando Harry quiso averiguarlo, Blaise se incorporó, asintió en dirección a Draco y se marchó del salón. Aunque Astoria y Hermione intentaron detenerlo, Harry lo siguió solo para encontrarse con la puerta cerrada de su habitación. Tocó varias veces y llamó el nombre de Blaise muchas otras, pero el príncipe nunca respondió. Tras media hora, Harry terminó murmurando las palabras que hubiera querido decirle de frente y no a una inmensa puerta de madera.

—Lo siento.

—Tranquilo. Él no te odia —contestó una voz. Astoria, a mitad del pasillo, se veía tan guapa que Harry deseó haberse enamorado de ella. Al menos, las cosas hubieran sido más fáciles—. Ahora mismo está muy dolido, y tal vez no recuerde lo mucho que te quiere, pero te aseguro que jamás te odiaría.

—La reina dice que le rompí el corazón.

—¿Y eso es malo? —preguntó ella con la ceja levantada, en una expresión que le recordaba muchísimo a Draco.

—¿No lo es? —respondió a cambio. Astoria rio y negó con la cabeza.

—No es malo. Solo duele mucho.

—No quería lastimarlo.

—Tampoco él a ti y aun así lo hizo.

—¿Intentas animarme?

—Claro que no, mereces sufrir también —dijo, riéndose—. Pero quiero agradecerte. Ahora Blaise sabe que en realidad sí puede amar a las personas, aunque tiene que aprender cómo hacerlo.

—No quería que lo averiguara así.

—¿Y de qué otra forma hubiera podido hacerlo? No reconoció el amor cuando estuvo frente a él.

—Eres horrible.

Somos horribles, Harry.


Esa noche, Harry enlistó su caballo. Hermione le había ayudado a preparar su viaje, indicándole en qué lugares podría detenerse y descansar, así como también con qué personas sería capaz de encontrar ayuda. Por supuesto, no sería fácil, y nada garantizaba que regresara con vida, pero él necesitaba hacerlo. No podía seguir escondiéndose de su pasado.

—Te vas.

La burlona voz detuvo sus movimientos, pero aceleró sus latidos. En la entrada del establo, un joven hombre rubio, de mirada arrogante y sonrisa sarcástica, parecía estar decidiendo qué hacer. Harry pensó que tal vez sería una buena idea arrojarse a sus brazos, pero la desechó ante lo cursi que le parecía. Además, no quería que eso fuera una despedida.

—Lo lamento.

—¿Por qué?

Harry ajustó la rienda de caballo y suspiró. Giró y caminó hacia Draco, deteniéndose a poca distancia para apreciar lo guapo que era y la manera en la que nada en él sugería que estuviera al alcance de cualquiera. Sin embargo, Draco lo había buscado, estaba allí y parecía querer besarlo, así que eso tenía que significar algo, ¿no?

—Es lo único que puedo decir en este momento —respondió al fin—. Siento mucho si de alguna manera arruiné tu compromiso con el príncipe.

—Fue mi elección, Potter, no te creas tan especial. Blaise Zabini es un dolor de cabeza mimado… no podría estar nunca con alguien como él.

—¿Quizá porque tú eres igual? —dijo riéndose. Maravillándose de que con Draco, pudiera reír inclusive en un momento como ese.

—No nos compares. Él y yo no tenemos punto de comparación… y por eso me escogiste.

Harry entornó sus ojos.

—Claro.

Draco caminó hacia el caballo y deslizó su mano con cuidado. Intentó recordar la primera vez que había visto a Harry y a esos ojos verdes que de alguna manera habían conseguido meterse bajo su piel. En verdad era un estúpido. ¿Acaso se habían enamorado a primera vista?

—Potter…

—¿Sí?

—Theo y yo partiremos mañana; regresamos a casa, más al norte. Allí... podrás encontrar un refugio si algún día llegaras a necesitarlo. —Draco, sin mirarlo, sintió cómo Harry se acercaba a él y lo rodeaba en un desesperado abrazo. Inclinó su cabeza y buscó sus labios hasta que pronto se encontraron en otro beso apasionado, que les decía que sin importar cuán doloroso fuera todo a partir de ese momento, habían hecho lo correcto.

—Te quiero.

Harry logró mover a Draco para conseguir que sus rostros se encontraran. Y solo cuando acarició sus mejillas, besó cada parte de su cara y se inclinó prometiéndole que algún día regresaría a su lado porque le amaba con locura, fue cuando consiguió liberar la carga que tenía en su corazón y llenarse de fuerzas para partir.

Algún día…

Algún día Harry y Draco se encontrarían nuevamente.

Algún día el corazón de Blaise sanaría y descubriría que el amor podía ser maravilloso.

Algún día Harry vengaría la muerte de su familia.

Algún día… llegaría el ansiado felices para siempre.

Pero mientras tanto, Harry empuñaría su espada y correría en busca de su destino.


Epílogo

Algún tiempo después…

Harry, tembloroso, se apoyó en la puerta de la cabaña. Lo había conseguido. Por fin había llegado. Sin embargo, era peligroso y no estaba seguro de que fuera correcto encontrarse en ese momento con Draco. Quizá por eso, cuando abrió la puerta y encontró un sobre sellado, sus ojos se nublaron por lágrimas al leer la escueta misiva de Theo.

«Draco aceptó. Está con él, con Riddle… el hombre que mató a tu familia».


Había una vez, en un reino muy, muy lejano, un solitario y atractivo príncipe que tenía el corazón roto. Todos en el reino buscaron la manera de hacer sonreír una vez más a su amado príncipe, sin poder conseguirlo. Algunos decían que nadie podría lograrlo, porque el verdadero amor no puede ser remplazado.

Por aquellos tiempos, una terrible persecución estalló; buscaban matar a un hombre que había jurado vengar a su familia asesinada. Al enterarse de eso, el príncipe deseó intervenir para salvar la vida de aquel hombre, aunque nadie comprendiera sus razones. Lo deseó con tanta fuerza que un día finalmente encontró el modo de hacerlo.

El hombre, que era el sobreviviente de un reino sin nombre, le suplicó al príncipe su ayuda: deseaba reunirse con su amado una última vez.

El príncipe aceptó ayudarlo, sin saber que de esa manera, su corazón se iría sanado… sin saber que por comenzar ese camino, su corazón sería arrebatado por la única persona capaz de hacerlo sonreír con sinceridad.

Porque sería su decisión de volver amar a alguien, la que lograría que el hombre de ojos verdes y su pareja se encontraran una vez más… para así poderse amar por toda la eternidad.

Había una vez, por favor, no te dejes engañar, un príncipe solitario que creyó que nunca sería capaz de amar, hasta que un hombre le rompió el corazón.

Pero un corazón roto no es algo malo. Si alguien puede romperte el corazón, significa que eres capaz de sentir, porque no hay nada más triste en este mundo que un corazón incapaz de emocionarse.

Un corazón roto, afirma el príncipe más querido, tal vez podría enseñarte a amar de verdad.

FIN


Autora, en su búnker, al habla:

Lo sé. ME ODIAN en este momento. Me odian como nunca antes por dejar este final abierto. JAJAJA. ¡Lo siento! Pero aunque pensé muchísimas veces en este final, y traté de llegar a un buen puerto con él, simplemente no pude dejar de hacerlo de esta manera. Creo que esta historia podría darla como el final de un principio y adoré escribirla. Ya saben que estoy abierta a cualquier maldición, pero no olviden que estamos en la última época del año y deben darme buenos deseos xDDD. Y bueno, ya saben que os quiero.

Hablando en serio, y pese al horrendo final que les he traído, quiero agradecerles. Esta es una historia que planteé por mis tres años en el fandom, y en serio es maravilloso saber que tantas personas están, continúan, y llegan aquí, apoyándome en cada locura. Esta historia ha tenido tantísimo ánimo, que hasta me dan ganas de ponerme a llorar de la emoción. Ustedes son maravillosos, siempre lo han sido, y quiero ofrecerles mi más sincero agradecimiento por todo el tiempo que se han dando conmigo. TTwTT Son tan dulces. ¡Estamos casi a los 100 reviews en solo cinco capítulos! O.O ¡Ustedes son extraordinarios! ¡GRACIAS!

Guest; largo y con un final traumatizante, jajajajajaja xD. ¡Saludos!

Sinder; ¡Gracias! Aquí el último capítulo, jejeje. ¡Gracias!

Musshi; jajajaajajaja, aunque no lo creas, Blaise también puede ser una buena persona. Más o menos. XD ¡Aquí estamos! El mes pasado fue algo lento para la inspiración, pero las energías se han renovado. ¡Abrazos!

Lizbethshawol; ese Blaise espantó a muchos, pero en realidad, si lo pensamos un poco, se trata de una persona que no sabía exactamente cómo amar, así que no sabría qué hacer cuando alguien a quien quería de pronto se alejaba de su lado. Sobre Draco y Harry y el lemon… en realidad, debo decir que esta historia nunca pensé que contuviera lemon, jajajajajaja xD. ¡Perdón! De hecho, en las advertencias no está lemon, sino "lime" y se debía a las escenas de Blaise más que de otra cosa. Pero estoy tratando de escribir un lemon decente para una historia que espero disfrutes pronto. ¡Muchas gracias por todo, cielo!

¡Muchas gracias a I'm Dreams of a Violet Rose, LangStarku, sinideas, Kuroneko1490, DarkPotterMalfoy, Izlandi, coptesita, Acantha-27, Sayukira, Paulinafujoshi, The darkness princess, xonyaa11, Lizbethshawol, StrawberryBlack, chiquita05, nacel, FanFiker-FanFinal, Ying Fa Malfoy de Potter, Sinder, Deardeay, dragon de mala fe, Guest por sus reviews en el capítulo pasado!

Gracias una vez más por todo. Ya saben que espero ansiosa desear volvérmelos a encontrar. Me gustaría decirles que hay más para esta historia, pero por ahora este diciembre lo saturé de mucho fanfiction y empezaré a entrar en pánico porque se acercan las fechas límites. ¿Después de esto? Tampoco puedo asegurarles nada. Estoy trabajando en un longfic Drarry que, si todo sale bien, comenzaré a publicar el año próximo. :3

¡MUCHAS GRACIAS POR TODO EL ÁNIMO Y EL APOYO! ¡HEMOS CONCLUIDO OTRO PROYECTO! ¡Y SI DECIDEN ACOMPAÑARME EN OTROS, ESPERO QUE TERMINEMOS JUNTOS MUCHOS MÁS! ¡HASTA ENTONCES...!

¡TRAVESURA REALIZADA!