¡SORPRESA! Sí, tengo un último epílogo. Me ha costado mucho escribirlo (unos veinte intentos...) pero por fin puedo subirlo.

Una pequeña advertencia: no es un embarazo masculino. Los ángeles no tienen un género definido, por lo que pueden cambiar para tener hijos como en el caso de Kanda. Por fuera sigue teniendo el aspecto de siempre, pero sus órganos reproductores son femeninos, tenedlo en cuenta.

Espero que el resto del último epílogo de Almas Gemelas os guste y me dejéis unos últimos reviews de despedida oficial.

Y leed la nota al final. Quiero vuestros consejos ;)


Me acomodo mejor sobre la arena y acabo decidiendo ponerme las gafas de sol para proteger mis ojos (a pesar de que estoy debajo de la sombrilla el sol reflejado en el agua me molesta.)

Vigilo que Ashai no se ha alejado mucho y vuelvo a mi lectura.

-¿Ocupado?

Vuelvo a mirar hacia arriba para sonreír a mi marido, a mi querido demonio blanco. (No puedo evitar pasear mi mirada por su cuerpo atlético y musculoso cubierto solo por un bañador de color gris claro con dos líneas negras a cada lado. La cicatriz en su torso resalta más que nunca y sus brazos tatuados llaman mucho la atención. Su pelo blanco destaca en toda la playa y lleva otras gafas de sol para proteger sus ojos grises. Por supuesto nuestra alianza de bodas brilla en su mano izquierda tintada en negro.)

-Nunca para ti. ¿Cómo está nuestra pequeña Mina-chan?

El bebé de siete meses se remueve inquieto en su silla-cama y sus ojos azules tan parecidos a los míos parpadean hacia mí. Sonríe, balbucea y mueve sus manitas en puños. Zarai y yo sonreímos. Me siento cuando mi marido la coge con cuidado para recostarla contra su corazón.

-Hola, Minami. ¿Ya te has despertado de tu siesta? ¿Quieres ir al agua con papá y Ashai nii-chan?

Río cuando mi niña le coge un puñado de su pelo y tira con fuerza. Zarai hace una mueca de dolor.

-Por una vez me alegro de que le guste más tu pelo.

-Muy gracioso.

Se levanta con Mina y se dirige al agua. Ashai se acerca corriendo.

-¿Puedo cogerla, papi?

-Cuando seas mayor, Ashai. ¿Vienes con nosotros a la orilla?

Zarai se sienta en la orilla, donde las olas todavía llegan y deja a Minami en la arena. Sonrío cuando mi pequeña empieza a jugar con su hermano mayor.

(Eso trae a mi memoria uno de los momentos en los que he tenido más miedo en mi vida...)

Me despierta un agudo dolor en la espalda, como si algo quisiera salir. Al instante mi mente médica reacciona.

-Contracciones... Pero todavía queda un mes...

Me quedo quieto, calculando el tiempo entre ellas. Veinte minutos después siento otra, algo más intensa.

(Mierda, es real.)

-Zarai-él se gira en el otro lado de la cama hasta quedar frente a mí, todavía dormido. Le golpeo el pecho frustrado-. ¡Zarainur Walker, despierta de una vez!

Él despierta de golpe, como si nunca hubiera estado realmente dormido, y saca una daga de debajo de la almohada.

-¿Quién te ataca?

Le sujeto la muñeca con fuerza.

-Ya llega.

-¿Quién?-se frota los ojos de vuelta a un estado somnoliento. Entonces se da cuenta de algo-. Un momento, un momento. Queda un mes para el nacimiento de Minami.

-Parece que se ha adelantado. Acabo de sentir las dos primeras contracciones.

-Infierno...-se levanta del golpe, moviéndose de un lado a otro frenético-. Tenemos que llevarte enseguida al Paraíso. Avisaré a Hev y Al para que cuiden de Ashai. Mi madre también tiene que saberlo.

-Zarai, cálmate, todavía tenemos horas. Lo primero es que me ayudes a levantarme de aquí.

Le tiendo las manos y él me ayuda enseguida y con el mayor de los cuidados. Una vez estoy de pie me apoyo en su hombro para mantener el equilibrio. (Sus ojos grises brillan preocupados. Y a decir verdad yo también estoy empezando a preocuparme.)

-¿Y ahora?

-Coge un cambio de ropa y el neceser del baño. Yo voy a despertar a Ashai y le explicaré la situación.

Camino despacio hacia la puerta de la habitación. Respiro hondo antes de dirigirme a la habitación del final del pasillo. Abro la puerta y me siento en la cama, junto a mi hijo mayor. (Dormido se parece mucho a un pequeño angelito, aunque es un demonio.)

-Ashai... despierta, mi pequeño demonio.

-¿Papá?-se frota los ojos con sueño-. ¿Qué pasa?

-Escucha, tu hermanita...

Otra contracción me sorprende y no puedo evitar soltar una exclamación de dolor. Al instante Zarai está a mi lado con una bolsa de lona colgando del hombro.

-Ashai, voy a llevarte con los tíos, tu hermanita no quiere esperar más para conocerte.

-¿Va a nacer?-al instante se levanta-. ¿Por qué no puedo ir con vostros?

-Porque vas a aburrirte mucho. Y un hospital no es lugar para niños que no están enfermos. Cuando nazca podrás ir a verla.

Ashai hace una mueca, pero asiente.

-Bien.

Se abraza al cuello de Zarai y él me mira.

-Voy a llevarle. Vuelvo enseguida.

Asiento y veo cómo desaparece en un remolino de llamas blancas. Estoy un momento a solas hasta que vuelve a reaparecer entre más llamas. Me observa y se cruza la cinta de la bolsa por el pecho antes de cogerme en sus brazos.

Lanzo un grito de sorpresa. Las llamas nos envuelven y cuando desaparecen estamos en la base de la colina del Paraíso.

-¡RAFAEL!

Con ese grito se lanza a la carrera. Esquiva a toda velocidad a los ángeles que ocupan las calles y por fin llegamos al hospital. Gabriel nos espera en la puerta.

-¿Qué pasa? ¿El bebé?

-Va a nacer.

Sus ojos se abren con sorpresa, pero asiente y nos lleva a una de las salas de parto. Zarai me deja en la cama y me besa en la frente.

-¿A dónde vas?

-Tengo que avisar a mis padres. Ya sabes que mi madre me matará si no se lo digo. Volveré lo antes posible, no voy a dejarte solo en esto, lo prometo.

Vuelve a besarme, esta vez en los labios, y sale de la habitación. (No le gusta transportarse desde el interior del hospital, dice que el olor le desconcentra.)

Otra contracción mucho más dolorosa que las anteriores saca un grito de mi garganta. Rafael entra a toda velocidad.

-¿Hace cuándo que empezaste a sentir las contracciones?

-Menos de una hora.

(Su mirada de preocupación no me gusta para nada.)

-Menos de una hora y ya son tan fuertes... además el bebé es prematuro... Gabriel, llama a Tamir y Selim. Son los ángeles mejor preparados para esto.

En mi visión periférica veo a Gabriel salir de la habitación.

-Rafael, no me mientas. Sé que esto no va bien. También soy Sanador.

-Sí, Kanda. Me preocupa el estado del bebé y el tuyo. La última revisión fue bien, no sé que puede haber pasado. Tamir y Selim han estado estudiando para ayudar en las concepciones, embarazos y partos de los demonios y diablesas. Espero que sean de ayuda.

Cinco minutos después dos ángeles que conozco bien entran por la puerta. Consigo sonreirles. (Desde que ayudé con el ala de Selim hemos creado una buena amistad.)

-¿Qué pasa?

-Las contracciones han reducido el tiempo y aumentado en intensidad en menos de una hora. Me preocupa.

Selim se acerca a mi lado y empieza a palpar mi estómago abultado. Su mirada no muestra nada. Tamir me toma el pulso.

-Parece que no se ha girado del todo. Viene de lado. El masaje es nuestra primera opción, pero si está muy avanzado tendremos que hacer una cesárea. ¿Tú qué crees, Tamir?

-Las pulsaciones están aumentando poco a poco. Probaremos el masaje. Si las contracciones aumentan a tres cada media hora tendremos que operar.

(¿Operar? No, no, no, no, no, no no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no, no y no. Odio las operaciones. Me niego a ello.)

Me ayudan a cambiarme por algo más cómodo para el parto. Tamir y Selim presionan diferentes lugares de mi estómago, deteniéndose cuando va a empezar una contracción. Vuelven a empezar cuando termina.

Media hora pasa rápidamente con solo dos contracciones, pero mi único pensamiento está en mi compañero. (¿Dónde está? Me prometió que iba a estar aquí.)

-Vamos bien. Una media hora más y todo seguirá como debe ser.

Justo cuando Tamir dice esas palabras siento una contracción mucho más fuerte y dolorosa que todas las anteriores juntas. Lanzo un grito agónico.

-¡Rafael! ¡Prepara los instrumentos! ¡Si esperamos más podemos perderlos a ambos!

-Quietos.

(Una sola palabra dicha con una voz profunda y autoritaria detiene a los tres ángeles.) Miro hacia la puerta con algo de dificultad para ver a mi compañero de pie en ella. Está en su forma de demonio, con las orejas de lobo negras entre el pelo blanco y la cola también negra con la punta blanca casi rozando el suelo. Sus ojos grises brillan con seriedad.

En unos pasos silenciosos se posiciona a mi lado.

-Ayudadme con esto.

-¿Sabes realmente lo que haces?

-Cuando me fui antes recordé algo que me había contado mi madre. Mi padre se sentó detrás de ella durante el parto y juntos cantaron una canción para facilitar mi nacimiento. Les pedí que me la enseñaran.

Con la ayuda de Tamir y Selim se sienta detrás mía y me recuesto contra él con gratitud. Otra contracción fuerte me deja sin aliento. Sus manos suaves se deslizan hasta mi estómago y presionan ligeramente.

Su voz empieza una canción de cuna que conozco bien. (¿Por qué esta canción?)

Soshite bouya wa nemurini tsuite

Ikizuku haino nakano hono o hitozu, futatsuto

Ukabu fukurami itoshii yokogao

Daichi nitaruru ikusenno yume, yume

Ginno hitomi no yutagu yoruni

Umareochita kagayaku omae

Ikuo kuno toshitsukiga

Ikutu inoriwo tsuchihe kaeshitemo

Watashi wa inoritsuzukeru

Mou kakonnokotoni ai wo

Tsunaidateni kiss wo

Y entonces el chico cayó dormido.

Entre la luz y grises cenizas de dolor, uno, después dos.

Entre todos solo uno es su verdadero yo.

Miles de sueños, sueños que fluyen dentro de la tierra.

Esos ojos color plateado temblorosos entre sueños.

Creando algo irreal en su propio mundo ideal.

Inmerso en la ilusión no quiere despertar.

No importa cuantos miles de años, yo voy a proteger sus sueños.

Dios Morfeo, dale a ese niño tu amor.

Mientras le prodigo una bendición.

Dale una oportunidad de soñar.

(De algún modo el dolor ha desaparecido.) Cierro los ojos y respiro hondo. Antes de darme cuenta se escucha el llanto de un bebé. Vuelvo a abrir los ojos para fijarlos en los grises que tanto amo.

-Te quiero, mi ángel.

-Tanto como yo a ti, mi demonio.

-¡Papá!-parpadeó del recuerdo y sonrío a mi hijo mayor.

Está haciéndome señas para que vaya con ellos. Por supuesto me levanto y me dirijo hacia ellos. Mina ríe alegremente en cuanto me ve.

-Hola, princesita. ¿Me echabas de menos?

Me siento junto a Zarai y mi pequeña gatea hacia mí. Ashai se abraza a su padre.

(Por fin tengo la familia que siempre había deseado.)

-¿En qué piensas?

-En nosotros. Ha pasado mucho tiempo desde aquella noche en la Isla Negra.

-Todavía lo recuerdas, ¿eh? Nada más verte me enamoré de ti, lo sabes, ¿no?

Me inclino para recostarme contra él.

-A mí me costó mucho entender que lo que aceleraba mi corazón era el amor y no las ganas de pelear contra ti.

Su risa es contagiosa.

-¿De qué habláis?

Ambos miramos a Ashai. Sus ojos grises nos observan curiosos. No podemos evitar reír.

-¡Allen! ¡Kanda! ¡Ashai! ¡Minami!

Nos giramos hacia atrás para ver a la otra parte de nuestra familia dejar las cosas junto a nuestra sombrilla. Gabriel y Miguel, Rafael, Tamir y Selim, Hevlaska y Alma, Shina y Tarou junto a la pequeña Taeko.

Nos levantamos y nos dirigimos hacia ellos. Ashai salta a abrazar a Alma. (Siempre se han llevado muy bien.)

-Habéis llegado muy pronto.

-Ashai nos despertó temprano para llegar antes. Estaba muy emocionado.

Dejo a Mina en su silla y Shina pone la de Taeko junto a ella.

-Son tan lindas juntas, casi como hermanas.

(Y es cierto. Al fin y al cabo son tía y sobrina.)

-¿Cómo van las vacaciones?

-Bastante entretenidas. Mañana vamos a ir al parque de atracciones. Dicen que es muy divertido para los niños.

-Y los no tan niños.

-¡Hey!

Todos, menos Zarai, reímos.

-¿Y la orquesta?

-Tenemos un par de novatos que están empezando con fuerza. En un par de meses espero que puedan hacer un solo en el concierto sin desafinar.

Zarainur sonríe.

-¿Y tú, Kanda? ¿Cómo va el hospital?

-El mes pasado estuve trabajando en los laboratorios y creo que he encontrado una cura para el ébola. En cuanto regrese enviaré las investigaciones al Centro Médico para que comprueben los resultados.

-Eso es increíble. Podrías salvar muchas vidas.

Sonrío a Tarou. (Puede ser el rey demonio, pero no sabe de casi nada.)

-Soy el segundo mejor Sanador en el Paraíso y uno de los mejores médicos en el mundo humano. Si no quisiera salvar vidas no me habría convertido en lo que soy.

-Ahora que recuerdo... ¿No ibas a investigar en qué nivel la música ayuda a recuperarse después de una operación?

-Estamos en ello, pero hay que coordinar los horarios para poder llevar al hospital un pequeño grupo de la orquesta. Aunque ya tengo el libreto de las canciones que van a tocar.

Continuamos hablando de cosas casi sin importancia. Al final, Zarai, Rafael, Gabriel, Miguel, Tamir, Selim, Alma y Tarou se preparan a jugar un partido de fútbol en la orilla.

Forman dos equipos de cuatro (Zarai, Miguel, Tamir y Alma contra Rafael, Gabriel, Selim y Tarou.)

-¿Por quién apostáis?

Me giro hacia Hevlaska y Shina.

-Yo por Zarai, por supuesto.

-¿Han separado a las parejas o es cosa mía?

(Ahora que me fijo es cierto. Miguel contra Gabriel y Tamir contra Selim. ¿Tendrán algo pendiente?)

En poco tiempo los gritos se elevan y las risas resuenan por toda la playa, llamando la atención de un grupo de universitarias que están cerca.

(Puedo verlas observando a los ocho sin reparo, como si les quisieran para ellas.)

-¡Vas a pagarme por eso, Tamir!

Selim avanza y hace un regateo impresionante a su compañero, dejándole tirado en el suelo por la sorpresa y marcando. En la jugada siguiente Miguel les devuelve el punto. Gabriel sujeta la pelota con tranquilidad y mira directamente a su compañero arcángel.

-Ten mucho cuidado, Miguel. La habitación de invitados está preparada para ti.

Inmediatamente se lanza hacia delante, esquiva a todos y marca. Zarai no aguanta más y empieza a reír.

-¿Y tú de qué ríes?

-Por fin soy el único que no acaba desterrado de la habitación.

Miguel y Tamir se miran y se lanzan a por él a la vez. Los tres acaban en el suelo entre risas y golpes. (Son realmente como hermanos...)

-Perdonad... esto... ¿Podemos unirnos?

Rafael le pasa la pelota a Tarou.

-Claro, será entretenido.

Las cuatro chicas se unen a los equipos ya formados y continúan jugando. Más de una vez una de ellas ha intentado acercarse más de la cuenta a Zarai y cada vez que lo hace arqueo una ceja.

-Deberías vigilar a tu marido, Kanda. Esa chica me da mala espina.

-Estoy pensando en qué hacer.

-Simplemente ve allí y bésale delante de todos. Fácil. Y quizás si entráis en el ambiente adecuado...

(Para mi horror sé que estoy sonrojándome por sus palabras.)

-¡Hev!

Desvío la mirada absolutamente mortificado. La risa de Shina me enrojece todavía más.

-Oh, vamos, Kanda. Todos sabemos lo que hacéis en el dormitorio. Zarainur es un demonio al fin y al cabo.

-Además encontramos vuestros... juguetes. Nunca había pensado que te gustara eso.

Me sonrojo todavía más. (¿Qué han encontrado exactamente? ¿Los trajes o... lo otro?)

-¿Qué habéis hecho para sonrojarle?

Miro hacia arriba para ver a Zarai con los brazos cruzados y una sonrisa de suficiencia. (Maldito su oído de demonio...)

-No es de tu incumbencia.

-Me parecía que sí, pero si tú lo dices... ¿Vienes a darte un baño?

Me tiende ambas manos para ayudarme a levantarme. Yo acepto, desde luego. (No puedo resistirme a él.)

Tira de mí hasta el agua y empiezo a reisistirme por la temperatura.

-¡Está congelada!

-No está tan mal.

-Solo lo dices porque tú puedes regular tu temperatura corporal.

Zarai suspira y se agacha para levantarme sobre su hombro. Suelto un grito de sorpresa y no me resisto demasiado hasta que me lanza directamente al agua. Cuando vuelvo a la superficie Zarai ha desaparecido y miro a mi alrededor con ganas de gritarle.

Como no me sorprende emergiendo justo detrás mía. Desliza sus manos en mi cintura y deja caer un beso en mi hombro.

-Hola, mi ángel.

(Cuando habla con esa voz no puedo enfadarme con él.)

-Hola a ti, mi demonio.

Me giro para tenerle de frente. El pelo blanco se le pega a la frente y el agua gotea hacia sus hombros. No puedo resistirme a besarle. Un beso caliente y húmedo, no solo por el agua. Al separarnos estoy rodeando su cuello con mis brazos y él me sujeta por la cintura.

-¿Qué hay de esa chica?

-Sabes que es demasiado joven para mí. Además ya tengo la pareja perfecta justo delante mía y no pienso soltarla en mucho tiempo, quizás el resto de la eternidad.

Le sonrío.

-Si seguimos ese razonamiento yo también soy muy joven para ti. Te recuerdo que tienes... 1777 años y yo solo 153.

-Realmente tienes 777.

-Aun así son mil de diferencia.

-Para los inmortales no hay diferencia. Y podrían pasar diez mil años que yo seguiré amándote como el primer momento.

(Él es el romántico de este matrimonio. Siempre lo ha sido.)

Vuelvo a besarle hasta que...

-¡Papi! ¡Papá! ¡Mina-chan se ha despertado!

Dejo caer la cabeza en su hombro con un gruñido.

-Seguramente la han despertado.

-¿Quieres que vaya yo?

-No, anoche fuiste tú.

Nos separamos y él nada hacia la orilla para ir a consolar a nuestra pequeña princesa. Yo me quedo un rato más en el agua, flotando con las olas. (Por fin un momento de paz y tranquilidad sin amigos, suegros, hijos o marido. Aunque pensándolo bien prefiero estar en un... retiro junto a Zarainur.)

Un par de las chicas universitarias se acercan a mí.

-¿Qué tipo de relación tienes con el chico de pelo blanco?

Las miro un momento y luego vuelvo mis ojos al cielo.

-No es vuestro problema.

-En realidad sí. Verás... tenemos planeado llevarle con nosotras para divertirnos y tú estás en medio. Así que si puedes apartarte te lo agradeceríamos.

-¿De verdad que podéis competir contra mí? Bien, intentadlo y si salís ilesas podéis quedároslo. Es todo vuestro.

Hago un gesto hacia la playa. Ellas me miran con algo de sorpresa.

-¿Estás diciendo que no te importa que nos acostemos con él?

-Oh, para nada, solo llevamos casi veinte años casados y tenemos dos hijos, pero que eso no os impida nada.

Me pongo de pie y empiezo a caminar hacia la orilla, soltando mi pelo para volver a recogerlo. Cojo agradecido la toalla que me tiende Rafael.

-¿Qué querían esas dos?

-Nada importante, ya se les ha ido la idea de la cabeza.

Me acerco a Zarai, que tiene a Mina contra su corazón. Nuestra pequeña está medio dormida. Le indico que me la pase y la acuno entre mis brazos. Ella se remueve un poco para acomodarse mejor.

-Realmente sois buenos padres. ¿Quién lo diría?

-Cállate.

Todos nos sentamos para comer. Observo mi alrededor con atención.

Tamir y Selim se unieron hace cien años y actualmente son dos sanadores muy reconocidos que ayudan en todo lo posible a los demonios y diablesas. En el mundo mortal también son médicos, actualmente estudiando la genética.

Miguel y Gabriel viven en la India, ayudando en todo lo posible, tanto política como militarmente. Se casaron oficialmente hace un par de años y con mi entrenamiento médico puedo ver que esperan un hijo desde hace dos semanas, no las suficientes como para que nadie más que Rafael, Tamir, Selim y yo lo sepamos. (Y quizás Zarainur, Shina y Tarou con su olfato demoníaco.)

Rafael vive una vida de soltero en Nueva York y trabaja como modelo de una famosa revista de moda. Las parejas no le faltan, pero sí las ganas de formar una familia propia.

Alma y Hevlaska tienen su propia casa en Brasil, donde también tienen una escuela pública que dirigen ellos mismos.

Tarou y Shina son felices en los infiernos. Taeko es adorada por todos los demonios. Los tres vienen a visitarnos por sorpresa en los momentos más inoportunos. (Como aquella memorable vez cuando habíamos conseguido un momento a solas en la cocina con Minami dormida y Ashai entretenido en su cuarto. Ni qué decir tiene que no pude mirar a la cara a Tarou en mucho tiempo.)

Mis hijos. Mis pequeños Ashai y Minami. Mi pequeño demonio y mi pequeña ángel. La personificación del amor que siento por mi compañero.

Y por supuesto él. Mi músico. Mi demonio blanco. Mi compañero. Mi Bellius. Mi Zarainur. Mi Allen Walker. Mi todo.

(No puedo desear nada mejor.)


(Tengo la sensación de que esta escena la he visto en algún sitio... Mina casi colgando del brazo de Zarai delante de la Giralda y Ashai apartado sin querer salir de la foto...)

-Ashai, vamos, tienes que salir en la foto.

Se cruza de brazos.

-¿Por qué? No quiero, papá.

-Incluso tu padre está preparado.

Le miro de nuevo. (Es ridículo que un adulto no quiera salir en una foto.)

-Creo que él tampoco quiere salir.

Respiro hondo y busco mi mejor voz de padre.

-Muy bien, Ashai, me estoy cansando. Vas a ponerte junto a tu hermana o te dejaré en casa cuando vayamos a Macao.

-¡No! ¡Vale, me pondré en la foto!

Da unos pasos rápidos hasta ponerse al otro lado de su padre, que me lanza una mirada. Le sonrío.

-Sé controlarles mejor que tú.

Hago un par de fotos. (Es posible que sea mi única oportunidad.)

Minami se acerca a mí saltando con su vestido de flores y el pelo grisáceo en dos trenzas.

-Papi, tengo hambre.

Le sonrío y le tiendo la mano.

-Entonces vamos a comer. Creo recordar que hay un buen restaurante por aquí cerca.

Escucho el suspiro cansado de Ashai y le veo caminar junto a Zarai por delante.

-Mina-chan se parece cada vez más a papá.

-Son ángeles. No intentes comprenderles.

-Tú dejaste de intentarlo hace mucho, ¿no?

-En nuestras vidas como Yanin y Bellius. Y lo más irónico es que ellos nos entienden a nosotros los demonios.

Mi hijo mayor murmura algo en uno de los pocos idiomas que no sé y que no quiero aprender. Zarai le golpea el brazo inmediatamente.

-¿Qué he dicho?

-Sabes exactamente lo que has dicho. No quiero volver a oírte decir eso.

Se frota el lugar golpeado y ambos se detienen para esperarnos. Mina corre hacia su hermano y Zarai me coge la mano derecha para besar la marca de compañeros. No puedo evitar sonreirle con cariño.

Ashai y Minami caminan bastante por delante, la pequeña saltando y hablando super emocionada de cualquier cosa y el mayor mirando a otro lado, pero manteniendo una estrecha vijilancia sobre ella.

-¿Sabes? Esto es el Sueño del Destino de Minami.

(Era de eso de lo que me sonaba...)

-¡Papi! ¡Papá!

Miramos a la vez hacia Minami. Está haciéndonos señas frente a un restaurante. Me aseguro de tener el pelo bien recogido y entramos. Una camarera llega poco después de sentarnos.

-¿Qué quieren de beber?

-Dos cervezas sin y dos refrescos de naranja, por favor.

(Español es uno de los idiomas que se le dan mejor a Zarainur. Por eso mismo le dejo que sea él el que hable en todo lo posible..)

La chica lo apunta en una libreta y se aleja.

-Vamos, Mina, elige lo que quieras.

Le paso un menú a Minami. Ashai tiene el otro. Observo a Zarai.

-¿Qué haremos después?

-La última vez que estuve aquí en Sevilla fue en el siglo XV, con el descubrimiento de América. Quiero ver cómo ha cambiado todo esto. El Arenal, Triana, los alrededores de la catedral, el barrio de Santa Cruz, el Alcázar.

Le sonrío.

-¿Podemos ir luego a por un helado?

Ashai levanta la mirada hacia Mina con incredulidad.

-¿Nunca te cansas de los helados?

-Nop. Son lo mejor.

Zarai y yo compartimos una mirada. (Realmente nunca debimos haberle comprado aquel primer helado...)


Originalmente este segundo epílogo iba a ser mas largo, pero lo he consultado con unas amigas y he decidido hacer una segunda parte con estos personajes. (Allen, Kanda, Ashai y Minami por supuesto. Además estarán Shina, Tarou y la pequeña Taeko, Gabriel y Miguel con el hijo de ambos, Rafael y una pequeña posible sorpresa, Alma y Hevlasya y Tamir y Selim.)

Los conté esta mañana y la familia estará compuesta definitivamente por cinco mujeres y diez hombres, todos ellos inmortales. Me he quedado un poco alucinada. (Nunca pensé que serían tantos personajes en una sola familia, a ver si no se me olvida nadie...)

¿Os animáis a leerlo una vez lo tenga escrito del todo? Será mucho más corto de esto. No creo que vuelva a escribir algo tan largo, que ahora que lo pienso detenidamente es la única historia que he terminado... Como sea.

Me gustaría vuestra opinión sobre el tema, aunque tengo que reconocer que ya he empezado a escribirlo y no está quedando nada mal (aunque esté mal que yo lo diga.)

Por última vez adiós y espero leer vuestras revisiones en un futuro próximo.

Mis más sinceros agradecimientos por leer hasta aquí,

Naraya