Bienvenidos a Antología Futurista. Esta es una colección de oneshots y drabbles de mis fics futuristas de los niños del epílogo de 2027. A lo largo de mi tiempo como escritora de fics, he escrito muchas historias de estos personajes y, aunque esas historias no progresaron, considero importante publicar loq ue pude rescatar.

En esta tercera entrega les comparto un fic viejito que iba a ser un proyecto más grande, pero que no fluyó. Es sobre la hija de Koushiro Izumi, Osen Izumi, y su relación con el Señor Tento, el digimon de su papá.


Escrito en el 2014 / Publicado en el 2020

3. El Señor Tento y La Curiosa Niña Pelirroja

Por ChieroCurissu

La pelirroja miró sin pestañear al digimon de su padre. A veces hacía eso. Se quedaba observando las cosas sin parpadear para poderlo entender todo muy bien. Le gustaba la forma de catarina de Tentomon y las alas que se ocultaban dentro de la caperuza roja del insecto.

Y los ojos, ¡a la pequeña le fascinaban los ojos del digimon!... no importaba cuánto los analizara, nunca podía saber con exactitud lo que expresaban esos enormes orbes verdes. Los ojos de Tentomon eran todavía más complicados que los de papá.

—Señor Tento —le dijo después de suspirar y deslizarse en la silla giratoria que había en la oficina de Koushiro Izumi —. Eres muy diferente a papi.

El digimon voló hacia ella y le dio un zumo de naranja con la medicina del resfriado.

—Por supuesto que sí, Koushiro-han es un humano y yo soy un digimon —sermoneó Tentomon, como si su respuesta hubiera sido de lo más acertada.

La niña de seis años le sonrió levemente, se tomó la pastilla con resignación, no obstante, su mentecilla parecía ir mucho más lejos.

No había que crecer mucho para comprender que su papi y su digimon eran de especies distintas; en realidad, ella se refería a otro tipo de diferencias...

A papá le gustaba programar en silencio frente a la computadora, a Tentomon –en cambio- le gustaba conversar sin pausas cuando su padre estaba trabajando.

Al Señor Tento le gustaba contarle historias todo el tiempo, pero la pequeña rara vez tenía el gusto de que su padre le inventara un cuento con aquella voz pausada que sonaba tan extraña, como cuando una cascaba chocaba contra las rocas.

Y a pesar de que su papá y el digimon insecto eran diferentes en casi todos los aspectos, los dos se llevaban muy bien y tenían en común que la cuidaban como si fuera un tesoro.

—Señor Tento, ¿puedo jugar con la computadora de papi? —preguntó la nena después de terminar sus reflexiones.

—¡Uy, claro que no! —negó Tentomon —. Izzy está programando algo muy importante.

—Pero papá no está —pretextó con dulzura —… y me aburro mucho esperándolo.

—O-chan, el Centro de Investigación Tierra-Digimundo sólo es divertido para los adultos que trabajan aquí —se quejó Tento, dando una manzana a la niña, quien hizo un puchero al sospechar que la obligarían a comer.

—Sí, sé que papá es un científico importante que está en una junta importante… —la pequeña volvió a girar la silla. La manzana rodó en el escritorio.

Aunque el señor Tento era un digimon muy animado y juguetón en su casa, en el trabajo de su papá era estricto cuando éste no estaba. No la dejaba tocar nada muy luminoso, ni le permitía usar las cosas de su padre porque podía descomponerlas.

O-chan no lo culpaba por ser así, ya que ella podía ser pesada si estaba en su fase curiosa… cuando pasaba las mañanas en el trabajo de papá era porque estaba lo suficientemente enferma como para no ir a la escuela, pero no tan grave como para estar internada en el hospital de tío Jou.

Esa fase de curiosa la dominaba a menudo, o así lo percibía en sus cortos años alargados.

Osen Izumi, más conocida como O-chan, era chiquitita como un duende y tosigosa como un anciano. Su padre se habían impuesto a llevarla al trabajo cuando se ponía enferma.

Tentomon le contaba que cuando ella era bebé, pasaba todo el tiempo alrededor de las nuevas tecnologías del centro de investigación colgada de la espalda de su padre como una pequeña koala.

Ahora ya no era tan divertido estar en el laboratorio de informática sin poder tocar nada. Seguía siendo pequeña, pero como duende que era, se había hecho traviesa.

No de esos niños traviesos que hacían ruido y eran torpes, como Taik Yagami o Kyo Motomiya. Sino de esas niñas traviesas y ocurrentes que en un segundo podían cambiar el curso del destino pulsando un botón prohibido.

Eso seguramente debía saberlo el Señor Tento, o eso se le figuraba a O-chan, porque cuando su padre salía a junta y el digimon quedaba a cargo, la vigilaba como a una ex convicta.

—Vamos, sé buena niña y cómete la manzana, ¡esta jugosa! —pidió Tentomon —. Izzy se preocupará si no comes tu merienda.

—Al rato, no tengo hambre— pretextó la pelirroja, con la faz algo pálida de tanto girar en esa enorme silla de cuero negro.

—¡Te pusiste blanca como un Bakemon!, deja de girar esa silla, te vas a marear —regañó el digimon.

Aunque eran diferentes, papá y el señor Tento la sobreprotegían de forma parecida.

—¿Luzco como un Bakemon?, quiero verme al espejo —dijo O-chan, parándose en la silla y asomándose en el monitor de Koushiro. Vio su reflejo en la pantalla negra pero terminó decepcionada por no parecer un fantasma digital; luego resbaló ligeramente y desbloqueó la computadora de su padre tras tocar, accidentalmente, el mouse.

Le gustó el brillo que adquirió la pantalla al deslizarse el cursor. El laboratorio se llenó de colores, como la aurora boreal que describían los libros del señor Takaishi. Poco después apareció un recuadro en la pantalla, donde se pedía un password para seguir avanzando.

—Por eso te dije que no le movieras a la computadora —. Tentomon se histerizó, pero respiró más tranquilo cuando pidieron una contraseña que seguramente la niña no sabría.

—Qué bonitos colores se ven en el fondo de pantalla de la compu de papi, ¿verdad Señor Tento?

—¡Sí, pero es hora de comer manzana y jugar a las muñecas!, deja la computadora de Koushiro-han, ya te dije que está trabajando en algo muy, pero muy...

—Ya sé, muy importante —complementó la pequeña Izumi, aunque la mirada oscura que había heredado de su papá ya estaba absorta en la petición de contraseña.

Tentomon la jaloneó con dulzura del vestido.

—¡Podemos jugar a la hora del té!... o ya sé, ¡te contaré una historia sobre tu papá de cuando era niño!

O-chan lo ignoró.

—¡Me convertiré en Kabuterimon e iremos a dar un paseo junto con Motimon!, ¿no te gustaría? —la pelirroja miró hacia el otro extremo de la habitación, donde su querido digimon dormía entre las decenas de peluches y muñecas que le regalaban los colegas de su padre cuando pasaba tiempo en el centro de investigación.

—No podemos volar porque tengo resfriado— atinó a decir —Pero tengo una idea más súper...

Y a pesar de que los ojos de Tentomon eran difíciles de traducir. Los orbes verdes –aparentemente inexpresivos- se llenaron de terror, cuando la pequeña pelirroja movió las manitas con agilidad y, en breves segundos, descifró el elaborado sistema de seguridad de su padre, tumbándole la contraseña.

La computadora luminosa de Koushiro Izumi tenía dos ventanas abiertas. Osen volvió a girarse en la silla y soltó una risita de satisfacción.

—¡Señor Moti, deduje la clave de la computadora de papi! —le gritó a Motimon, su digimon le sonrió a lo lejos y volvió a dormirse después de festejar a su elegida.

—¡Uy, ¿cómo hiciste eso?! —se escandalizó Tentomon. —¡Por eso da miedo que seas tan inteligente como Izzy! ¡Deberías jugar a las muñecas!

—Las muñecas no tienen secretos, papá sí —contrarrestó la niña, absorta en una de las ventanas que mostraba la pantalla, la cual brillaba en todos los colores que O-chan conocía y le faltaban de conocer.

Una voz, que provenía de la computadora, le dijo: El Digimundo tiene incluso más secretos que Koushiro Izumi.

Osen sonrió mientras una niebla colorida la envolvía y las pantallas de Centro de Investigación desplegaban, sin ton ni son, una infinidad de códigos binarios.

Tentomon la abrazó y trató de despegarla del asiento, pero ya era tarde, porque un segundo después, tanto él, como la pequeña niña pelirroja habían desaparecido y se encaminaban, pensaba él, a la primera aventura de la pequeña en el Mundo Digital.

Uy… —pudo quejarse el Señor Tento, mientras hacía la travesía —. Koushiro-han nos va a regañar.


Muchas gracias por leer.