Go Ciego

Por Aishuu

Capitulo 1

Touya Akira lesionado en atropello
por Amano Ichirou

TOKYO – un atropello ha lesionado gravemente a una de las más prominentes estrellas del mundo del Go.

El día sábado 19 de agosto, Touya Akira 7-dan fue golpeado por un vehículo mientras cruzaba la calle Hitsumori aproximadamente a las 5:45 p.m. El vehículo, un Honda Civic blanco, dejo la escena del crimen sin prestar ayuda.

Touya, de diecisiete años fue trasladado al Hospital Tokio Memorial en una ambulancia. Permanece en condición crítica. Su familia no estaba disponible para hacer comentarios, pero el Instituto de Go de Tokio emitió un comunicado de prensa.

"Esperamos que Touya Akira 7-dan se recupere con rapidez de este horrible accidente. Él es un miembro muy valioso de la comunidad del Go y un joven muy respetable. Nuestros pensamientos están con él y con sus padres, Touya Kouyo-sama, ex poseedor del título de Meijin y su esposa Akiko," dijo Takemoto Kiyosumi, actual presidente del Instituto.

Investigación sobre el incidente está en curso. El conductor del vehículo fue descrito como un hombre de aproximadamente treinta años. Aquellos con información deben contactar al Departamento de Policía Metropolitana de Tokio al 555-5555.

La última cosa que recordaba era el cambio de luz del semáforo y cruzar la calle. Alguien había gritado una advertencia, pero fue demasiado tarde. Recordó el choque de impacto, pero no dolor. Luego oscuridad y había estado oscuro desde entonces.

Podía decir que sus padres no tenían idea de cómo lidiar con él. Estaba bien, ya que no estaba seguro de poder hacer frente a sí mismo - ¿cómo alguien esperaba que manejara estar ciego?

Después que el dolor de cabeza inicial subsidio, Akira fue capaz de pensar, aunque no quería. Junto con la oscuridad aterradora que le rodeaba, no podía evitar pensar que significaba la pérdida de su vista. No podía jugar Go, no si no podía ver el goban.

Su doctor había explicado su lesión. "Cuando fuiste alcanzado por el auto, golpeaste tu cabeza contra el pavimento con tanta fuerza para causar daño a tu lóbulo occipital. Mientras que tus ojos no están lastimados, tu cerebro no puede procesar las señales, lo que ha causado tu ceguera."

"¿Hay cura?" pregunto.

Una larga pausa antes de la respuesta. "No. Lo siento."

"Ya veo," dijo con voz monótona. Fue sólo su formación lo que le ayudó a mantener la compostura.

"¿Que se puede hacer?" oyó preguntar a su padre. Su padre, siempre a cargo, exigía que le entregaran soluciones.

"La cirugía está descartada ya que no sabemos lo suficiente sobre el cerebro para meternos con él," dijo el doctor. Akira pensó que sonaba bastante joven, y un poco cauteloso. "Lo único que podemos hacer es ayudarlo a vivir con esto. Hay muchos individuos ciegos que aprenden a vivir vidas productivas y son miembros valiosos de la sociedad."

"No puedes jugar Go si no puedes ver," Akira dijo secamente.

"Hay otro pasatiempos que la gente ciega puede disfrutar. A muchos les gusta la música," dijo el doctor. "Si aprende Braille, puede leer e incluso utilizar una computadora."

Akira no podía creer lo insensible que estaba siendo el hombre. Abrió su boca para reclamar, para explicar que no podía imaginar una vida sin Go, pero su padre le gano.

"Mi hijo," y las palabras de propiedad se destacaron en gran medida, "no es un aficionado. Es un jugador de Go profesional – es su carrera," termino su padre. "A estado jugando toda su vida."

"Lo siento," murmuro el doctor, disculpándose otra vez. "Pero es mejor si intenta buscar una profesión diferente. Vamos a tener un terapeuta trabajando con él para que le ayude a aprender lo que necesita saber."

Akira quería arrojarle algo al hombre idiota, demandar como se sentiría él si de repente perdiera su razón para existir. "Ya veo," dijo, casi ahogándose al oírse hablar. Tanto del lenguaje era sobre la vista "O supongo que no veo," corrigió.

Se encontró reasegurando a su madre y a su padre que estaría bien. Les dijo que comprendía lo que había sucedido y que se las arreglaría. Podía decir por sus voces que ellos querían creerle.

Akira espero hasta estar seguro de estar solo, luego agacho al cabeza y se permitió llorar.

El mundo se volvió aterrador y desconocido y se sentía a la deriva. Sin su Go, no sabía lo que le deparaba el futuro. Si le preguntaran, Akira se habría definido a sí mismo como un jugador de Go y ahora ya no tenía eso.

Tenía visitantes, demasiados para el gusto de Akira. Todo lo que quería era que lo dejaran solo, pero eso no iba a pasar. En vez de eso, usaba la oportunidad para escuchar sus voces, aprender a diferenciar lo que decían a través del tono. Amargamente reconoció que tendría que aprender con rapidez.

Había vacilación en la forma en que muchos de ellos se dirigían a él. Parecían estar pensando con cuidado antes de hablar y tratándolo con precaución. Ninguno mencionaba el Go.

Algunos eran mejores que otros. Ogata era uno de los peores, a menudo cambiando de tema a mitad de la conversación. Él hablaba sobre sus peces, la mujer que lo había dejado y unas vacaciones planeadas a Hawaii. Sin embargo, era artificial y después de oír por quinta vez sobre el hotel en que Ogata planeaba quedarse Akira mintió y dijo que le dolía la cabeza y necesitaba descansar.

Hizo que Akira se diera cuenta lo mucho que el Go era parte de su vida; sin él, no tenía nada de que hablar. Ichikawa se volvió su visitante favorita, porque a diferencia de la mayoría de sus conocidos, ella tenía una vida fuera del Go. Pasaba el tiempo alegremente balbuceando sobre su prometido y sobre sus planes para su nuevo apartamento. Hablaba sobre sus amigas, compartiendo copuchas y como marchaba su equipo favorito de baseball.

Ella fue la primera que le trajo libros grabados y le prestó su reproductor de CD. Nunca había sido muy bueno para leer antes - Go tomaba demasiado tiempo para eso – pero encontró las grabaciones un alivio. Al ponerse los audífonos podía escapar del mundo. Desarrollo un gusto por los misterios y los dramas policiales. Sus padres, aliviados de que hubiera algo que pudieran hacer por él, le traían varias grabaciones por día.

Las terminó todas con rapidez, dejándose relajar en la historia y olvidar su situación. Las grabaciones ayudaban a que las noches largas pasaran más rápido. Nunca había sido bueno para quedarse dormido y su condición estaba empeorando el problema. Ya no podía distinguir el día de la noche, excepto por las visitas regulares de su madre.

No sabía cómo se suponía que debía estar reaccionando ante esto. A veces estaba tan deprimido que con alegría habría apuntado un arma a su cabeza y una vez se enojo tanto que lanzo a Ashiwara fuera de la habitación gritándole con todas sus fuerzas al hombre. En realidad lo sedaron después de eso.

Le tomo tiempo a Akira suprimir sus cambios de humor. Le dijeron que era natural, que estaba de duelo y que tenía derecho a sentirse así. Para Akira, que siempre se había enorgullecido de su control, era vergonzoso. Se determino a encontrar su centro de nuevo y a no caer en el torbellino de emociones que lo asaltaban.

Para cuando había pasado la tercera semana, se resigno al hecho de que quien lo había atropellado nunca seria atrapado. Estaba enojado por esto, porque si al menos atrapaban al bastardo, Akira podría comenzar a sanar en serio.

Tendría a alguien a quien culpar por robarle su futuro, en vez del nebuloso concept de "un accidente." Pasaría el resto de su vida enojado con el hombre que le había hecho esto, preguntándose si cada persona nueva que conocía era el bastardo que lo había lastimado.

Akira se sobresaltaba con los sonidos, que de repente parecían haberse intensificado. Sus sentidos del sabor y del olor también parecían haber aumentado – o quizás antes nunca les había prestado demasiada atención. Alguien le había dicho que los humanos confiaban en su vista para el sesenta por ciento de su percepción. Sus otros sentidos también habían empezado a mejorar, pero jamás compensarían lo que había perdido.

Comenzó a crear una rutina, poniendo la alarma del reloj para que sonara a las ocho a.m. y a las ocho p.m. Comenzó a obtener un mejor agarre sobre lo que estaba pasando a su alrededor; su madre llegaba a las diez a.m. sin falta y se quedaba hasta el almuerzo. El terapeuta llegaba a las dos p.m. y trabajaba con él por una hora. Su padre y Ogata alternaban días visitándolo, llegando como a las cuatro p.m. la cena era a las seis p.m., y comenzaba a escuchar un programa de jazz a las siete p.m. Había interrupciones ocasionales de otros visitantes o las enfermeras que lo chequeaban, pero gradualmente comenzó a sentirse más centrado.

Casi un mes después del accidente, la rutina cambio con la llegada de otro visitante. La persona llego después de la terapia, así que tenía que ser cerca del fin de las horas de visita.

"¿Oye, Touya?" alguien dijo desde la puerta. La voz de Shindou era ligeramente rasposa, pero agradable de oír. Había una cualidad en ella que la hacía más real para Akira que la de alguien más. Shindou había venido una vez antes, mientras Akira todavía estaba aturdido por el dolor y los analgésicos. No recordaba muy bien esa visita.

Un inoportuno viaje a Corea para visitar el instituto de Go allí había mantenido alejado a Shindou. Akira no estaba seguro de si estar feliz por eso o no; hablar con su antiguo rival solo le recordaría lo que no podía tener, pero Shindou probablemente no lo trataría como si fuera frágil. Akira quería sentirse de nuevo como una persona, no como un lisiado.

Akira guio su cabeza hacia la puerta, suponiendo que allí se encontraba Shindou. "Hola, Shindou," le dijo. "¿Tuviste un buen viaje?"

"No en realidad," Shindou dijo en voz baja. "Me habría gustado estar aquí contigo."

"Te dije que fueras, ¿no es si?" Akira pregunto con vacilación. Vagamente recordaba eso, tratando de convencer a su rival de que estaba bien, que solo sería una molestia si se quedaba.

"Solo fui porque no me querías aquí," respondió Shindou sonando infeliz.

"No quería," admitió. No podía mentirle a Shindou. Al comienzo, había esperado recuperarse, que solo era un revés temporal. Ahora recién estaba aceptando su nueva realidad. "No quería que me vieras débil."

"¿No se te ocurrió que necesitaba verte? Touya – pudiste haber muerto," dijo Shindou. Su voz era aun más ronca de lo habitual y tembló ligeramente en la última palabra.

Akira no había pensado en lo que Shindou quería. Lo único que sabía era que estaba sintiendo mucho dolor y no quería que Shindou viera eso. No había sabido que Shindou reaccionarían con tanta fuerza a su discapacidad; eran rivales, no mejores amigos. O lo habían sido hasta que Akira había perdido su habilidad para jugar.

Odiaba pensar en quien sería el nuevo rival de Shindou. Posiblemente Ochi, ya que el chico estaba lleno de amor feroz por el juego. O quizás sería Yashiro, con su brillantez y osadía que se comparaba con la de Shindou. Intentaba no sentirse celoso, aunque era una tarea imposible. No quería ser reemplazado.

"Lo siento," dijo, sabiendo que le debía una disculpa a Shindou.

"Solo... no me dejes afuera otra vez," respondió Shindou, sus zapatos rechinando levemente mientras se movía de un lado al otro. "Por favor."

"Shindou," Akira sintió que se le apretaba la garganta y sintió que un cambio de tema sería una buena idea. "¿Podrías venir para acá? Me están enseñando como... manejar mi condición," le dijo. "Me gustaría intentar algo."

"Claro," dijo Shindou y se acerco a la cama, sus pies resonando contra el piso de linóleum. Akira podía oír la respiración de Shindou pero aun estaba fuera de su alcance.

"Siéntate en la cama. Tengo que poder tocar tu cara," dijo.

"Um, claro," respondió Shindou la cama crujió cuando él se sentó sobre ella. Akira pudo sentir la calidez de su presencia y por un segundo estuvo tentado de colapsar contra Shindou. El impulse paso rápido.

Su terapista había intentado enseñarle a utilizar su sentido del tacto. "Puedes dejar que tus dedos sean tus ojos," le había dicho ella. "Una buena manera de recordar rostros es trazándolos con tus dedos. Mucha gente te dejara hacerlo si les preguntas."

El concepto era demasiado íntimo y no podía soportar la idea de hacerlo, ni siquiera cuando su madre se había ofrecido a ser su sujeto de prueba. Aunque ahora, quería tocar a Shindou. No podía desenredar el pantanal de emociones que lo asalto ante ese pensamiento y decidió ignorar la causa.

"Voy a tocar tu cara. Es... es una manera de aprender sobre la gente," dijo Akira.

"Claro," accedió Shindou menos dudoso ahora que comprendía lo que quería Akira.

Shindou estaba inmóvil mientras los dedos de Akira trazaban lentamente su rostro. Su piel era lisa y suave al tacto y Akira movió sus manos lentamente para memorizar los rasgos que siempre eran tan animados. Había un rastro de pelo bajo la barbilla, y Akira descubrió una cicatriz cerca de la línea del cabello de Shindou. Shindou fue paciente, quedándose más quieto de lo que Akira le habría creído capaz.

Las ligeras imperfecciones en la piel de Shindou eran cosas a las que Akira probablemente no le habría prestado atención cuando tenía su vista, pero ahora las apreciaba porque Shindou era real, no una fantasía imaginaria. Comenzó a ganar confianza e hizo otra demanda.

"Cierra los ojos," ordeno Akira y movió sus dedos hacia los parpados de Shindou. Los recordaba de un vivo verde, un color que estaba grabado en su mente. Se sorprendió de sentir humedad en las pestañas y se dio cuenta que era por lagrimas.

"¿Shindou?" susurro Akira.

"Lo siento," respondió Shindou levantando sus manos para limpiarse los ojos. Sus manos se tocaron, pero ninguno se aparto. "Solo estoy... feliz de que estés bien."

Akira se preguntó que definiría Shindou como "no bien." No pudo resistir resoplar, y se alejo dejando sus manos caer sobre su regazo. "Gracias," le dijo.

"¿Terminaste?"

"Si."

El silencio colgaba incomodo entre ellos hasta que Shindou lo rompió. "Te traje un suvenir. Toma esto," dijo Shindou y algo fue presionado contra las manos de Akira.

Después de un momento Akira lo identifico como anteojos. Intentó mantener la calma, sabiendo que Shindou no haría una broma sobre su ceguera. "¿Qué es esto?" pregunto como si nada.

"Lentes de sol. Mucha gente ciega los usa," dijo Shindou. "Um, no es por ser malo o algo así, pero es un poco espeluznante intentar mantener una conversación con alguien que no te está mirando."

Shindou estaba siendo su normal ser sin tacto, pero Akira lo aprecio. Todos caminaban como pisando huevos a su alrededor, inseguro de cómo tratar su repentina discapacidad. Shindou, al menos era honesto. Habría sido fácil ofenderse por la forma de ser de Shindou, pero Akira decidió aceptar el regalo por el espíritu con que había sido dado.

"No son rosados con brillantes, ¿no es así?" pregunto Akira intentado mostrar sentido del humor.

"No, son Raybans. Lucen geniales, y son muy, muy caros, así que no esperes que te de un regalo de cumpleaños," respondió Shindou.

Akira no lo habría esperado. Nunca antes habían intercambiado regalos. "Gracias," le dijo, antes de ponérselos. "¿Cómo se ven?"

Escucho reír a Shindou. "¡Geniales! ¡En realidad no luces como un idiota en ellos!"

Era una especie de elogio extraño, típico de Shindou y Akira se encontró riendo por primera vez desde el accidente.

Después de un mes, los terapeutas lo encontraron lo suficientemente bien para ir a casa. Aun tendría que seguir trabajando con un especialista que le enseñaría Braille y otros métodos para aprender a vivir con su ceguera. Puso la determinación que había fomentado como jugador de Go a trabajar, el enfoque único bloqueaba todas las demás emoticones y consideraciones. Su terapista recalco que estaba progresando rápido.

Le dieron un largo bastón blanco, enseñándole como usarlo para caminar en ambientes desconocidos. Tenía que moverlo frente a él, aprendiendo a distinguir si había alguna obstrucción en su camino. Lo odiaba, porque sabía que lo marcaba como discapacitado. Él no era del tipo que se quejaba, pero se estaba poniendo rápidamente fluido con improperios a utilizar mientras juraba en voz baja.

Su terapista también había notado su molestia. "Siempre está la posibilidad de un perro guía. Puedes anotarte en una lista de espera para uno," le sugirió ella. "Claro que tendrás que aprender a trabajar con el animal."

"Lo considerare," respondió, sabiendo que era muy probable que accediera. Nunca le habían gustado mucho los perros; prefería los gatos. Pero la idea de independencia que un perro le ofrecía era atractiva.

Estaba frustrado por lo difícil que era moverse. Su habitación estaba en el segundo piso de la casa de sus padres y subir y bajar las escaleras fue de repente un desafío. Su madre sugirió convertir la habitación de Go, donde su padre sostenía las sesiones con sus estudiantes, en un dormitorio para Akira. De inmediato rechazo la sugerencia, diciendo que estaría más cómodo en su habitación de siempre.

"Además tengo que aprender a ajustarme. El mundo no va a cambiar por mí," dijo con frialdad.

Le tomo un tiempo reaprender su propia casa. Sus padres eran gente ordenada por naturaleza, cosa que le ayudo a aprender el camino en ese lugar. Las cosas se mantenían en espacios específicos y podía memorizar donde estaba cada cosa. A veces se había confiado demasiado, solo para encontrar obstáculos que su madre había puesto de manera deliberada.

"Ellos me dijeron que lo hiciera," ella respondió concisamente cuando le pregunto porque había una silla de la cocina en medio de la sala. La había golpeado con fuerza, lastimando sus canillas y perdiendo el equilibrio cosa que lo hizo terminar en el piso. "Es necesario reconocer tu discapacidad, y entender la incapacidad bajo la que estás operando. No puedes ponerte descuidado."

Solo se contuvo de lanzarle una palabrota mordiéndose la mejilla por dentro hasta que sangro. El sabor a sangre lleno su boca, pero se negó a dejar que eso sacudiera su compostura. Era una cosa frustrarse consigo mismo; pero no le gritaría a aquellos que solo estaban intentando ayudarlo, sin importar lo exasperante que fueran sus acciones. Estaban experimentando un proceso de aprendizaje, al igual que él.

Una semana después de haber regresado a la casa, estaba sentado en su habitación escuchando un nuevo libro grabado. Era bastante bueno, pero no particularmente fascinante, por eso se alegro de oír que su madre lo llamaba.

"¡Akira-san, tienes una visita!" su madre sonaba entusiasmada. "Lo enviare arriba."

Tocaron educadamente a la puerta pero esta se abrió momentos después sin que Akira indicara que estaba listo. Podía oler la colonia de la persona, un perfume barato que hizo que le picara la nariz. Odiaba que lo tomaran por sorpresa, pero sin ver no podía identificar a una persona hasta que hablara. Se estaba poniendo bueno en reconocer voces. "¿Quien está ahí?" demando.

"Supongo que ese vinculo de rivalidad que tenemos no es tan profundo como pensaba," bromeo Shindou. "Supuse que me conocerías por instinto."

"¿Cómo podría reconocerte? Estabas callado," respondió Akira diciendo la verdad.

"¿Estás insinuando que soy bullicioso?" Shindou tomo la acusación como un insulto, en vez de una queja. Akira torció sus labios y sintió que el enojo se evaporaba.

"Shindou, tu eres el único profesional en la historia en ser expulsado del torneo de los jóvenes Meijin."

"¡Tenia doce!"

"Estoy hablando de año pasado," Akira respondió seco.

"¡No fui expulsado! Solo me pidieron que me marchara."

"¿Y la diferencia es?"

"Ogata no estaba cerniéndose sobre mí," admitió Shindou irrumpiendo en una risa. "Okay, así que soy un poco excitable. No es un crimen."

"No, eres tu siendo tu," dijo Akira. "¿Querías algo?"

"Esperaba que estuvieras dispuesto a jugar," dijo Shindou. "Jugare en la tercera ronda de las primarias para Meijin la próxima semana y me serviría la práctica."

Akira hizo una mueca. De seguro Shindou no tenía la intención de burlarse de él; Shindou nunca había sido de los más inteligentes y quizás no comprendía lo que significaba su ceguera. "Shindou, no sé si lo has notado, pero estoy ciego."

"¿Y?" Shindou sonaba verdaderamente confundido.

Quizás Shindou no se había dado cuenta de que ya no podrían ser rivales. Quizás Shindou había bloqueado voluntariamente ese reconocimiento de su mente. Sería mejor romper esa barrera ahora y no dejar que Shindou operara bajo suposiciones erróneas.

"Shindou, no puedo ver el tablero. Mis días de jugar Go han terminado," dijo Akira. Y se prometió a si mismo que no lloraría. No quería que Shindou lo recordara como un debilucho.

Oyó la fuerte inspiración de Shindou pero no hubo respuesta inmediata. Él probablemente estaba pensando en una forma educada de disculparse, pensó Akira. O tal vez él iba a decir algo alentador, sobre como Akira se pondría mejor. Incluso era posible que llorara otra vez, al darse cuenta que ya no serian rivales. Akira se preparo, no queriendo ofrecerle confort a otra persona. Sus padres eran más que suficiente.

"Touya, eres patético," dijo Shindou después de un largo silencio.

"¿Que dijiste?" pregunto Akira. No podía haber oído bien.

"¡Eres patética! ¡Has renunciado completamente al Go por un retroceso!" grito Shindou.

Akira sintió que toda la sangre se le iba a la cabeza y su corazón comenzó a latir con fuerza. Se puso de pie, su rostro hacia donde sabía Shindou se encontraba de pie, sus manos apretadas a sus costados. Si hubiera podido ver a Shindou, lo habría agarrado a puñetazos. La rabia que había estado hirviendo lentamente bajo la piel de Akira desde el accidente finalmente había encontrado un objetivo.

"¡Solo cállate la boca, Shindou!" grito. "¡No tienes idea de cómo es! ¡No tienes idea de lo que he perdido!"

"Tengo una idea," respondió Shindou y su voz era peligrosamente plana. Cuando se enojaba de verdad, Shindou no subía el tono. Se ponía cortante, su actitud bulliciosa habitual se templaba en furia fría. Akira solo había visto a Shindou tan enojado una vez, cuando Ko Yeong Ha había insultado a Shusaku. "No eres el único en haber recibido una mala mano, pero pudo ser peor. Aun tienes tu mente y aun puedes tener tu Go."

"¡Shindou, estoy ciego! ¡No puedo jugar!" grito Akira sintiendo deseos de llorar, pegar o algo, o solo gritar para que la gente comprendiera lo mucho que le dolía. Su vida había sido el Go y ahora había terminado. Shindou era un bastardo por atormentarlo así.

"¡Sai tampoco podía poner sus propias piedras, y eso no lo detuvo! ¡Solo encontramos una manera de superar ese problema!" Shindou espeto. "¿Nunca has jugado sin un tablero? Yo juego así todo el tiempo con Waya cuando viajamos. Es difícil, pero aun es Go."

Alguna vez, el descuidado comentario de Shindou sobre Sai habría despertado interés en Akira. Ahora solo le recalcaba que Akira ya no era parte de ese mundo, porque aunque encontrara a Sai, ya no podrían jugar.

"Shindou – solo vete," dijo Akira forzando las palabras a que salieran. Hablo sin emoción, sus gritos lo habían drenado de toda reacción.

"Sólo piénsalo," dijo Shindou y ahora estaba más calmado también. "Si dejas que esto te haga renunciar al Go, entonces no creo que hubieras sido mi rival en primer lugar."

Akira escucho los sonidos de pasos, la puerta abriéndose y cerrándose, y supo que estaba solo una vez más. Lo que Shindou había dicho ardía en su mente. Él había estado sintiendo lástima de sí mismo, escondiéndose detrás de sus modales.

Akira nunca había compartido su encuentro con los miembros del equipo de Go de Kaiou. Recordó a los tres jugadores intentando abrumarlo, el orgullo de sus habilidades en juego. Habría perdido el juego de no ser porque Hidaka-senpai había aparecido. Jugar a nivel profesional usando ese método sería casi imposible. Un profesional no tenía espacio para errar, y prefería dejar el Go completamente que jugar de manera indigna.

Pero Shindou creía en él. Shindou aun lo quería como su rival.

Pudo escuchar ruidos de pasos mientras alguien subía por las escaleras. Por un segundo, se pregunto si Shindou había regresado, pero los pasos eran demasiado ligeros. Alguien toco a su puerta y él le dijo que pasara.

"¿Akira-san?" era su madre. "Oí gritos." Ella estaba preocupada y apostaría a que estaba retorciendo sus manos, de la manera en que ella siempre hacia cuando estaba agitada.

"Solo Shindou y yo teniendo nuestros desacuerdos habituales," le dijo, forzando una sonrisa en su cara por ella. "Está bien," dijo.

Allí estaba el suave sonido de las pantuflas en movimiento mientras se acercaba. "Me asegurare que no te vuelva a molestar."

"Madre – está bien," dijo. Luego se le ocurrió una idea. "¿Puedes traerme mi celular? Necesito disculparme."

"Volveré enseguida," prometió ella. Momentos después regreso y le entrego el teléfono. Él había estado aprendiendo a marcar el teléfono a través del tacto y con cuidado escogió los dígitos – de memoria – para el celular de Shindou. Presionándolo contra su oído, espero que Shindou respondiera.

"Hola," dijo Shindou y sonaba menos animado que de costumbre. Sintiéndose culpable Akira se dijo que su discusión había afectado a su rival.

"Cuéntame sobre Sai," demando Akira, sin saludar.

Hubo una pausa antes que Shindou respondiera. "Te contare sobre Sai la próxima vez que me ganes en un juego oficial." Luego colgó.

Akira escucho el clic de desconexión y en vez de enojarse, sintió que su espíritu comenzaba a levantarse. Shindou no habría dicho eso si no creyera que Akira podía hacerlo. Shindou no era de aquellos que atormentaban a las personas con cosas imposibles.

Apago su teléfono y lo puso en la mesita de noche, por suerte sin fallar. De repente frunció el ceño.

"¿Akira-san?"

"Está bien, madre," dije. "Shindou solo dijo algo que me hizo pensar. Puedes volver a lo que estabas haciendo."

Apenas estuvo solo otra vez, comenzó a pensar. Era capaz de memorizar el tablero y siempre podía dirigir a sus oponentes para que pusieran las piedras. Lo había hecho en Kaiou – ¿por qué no podía por lo menos intentarlo? Lo único que le quedaba perder era su orgullo.

La idea era ridícula, lo sabía. Era estúpido pensar que tenía opción de jugar contra otros profesionales con una desventaja tan profunda.

Pero Touya Akira nunca se echaba atrás de un desafío. Espero hasta la noche para acorralar a su padre en el salón de Go. Akira entro, tomo dos pasó hasta haber pasado el umbral de la puerta, y reunió su coraje.

"¿Padre? ¿Jugarías una partida conmigo?" pregunto Akira. Las palabras fueron difíciles de sacar e intento no temblar. Si su padre declinaba, tendría pruebas de que la sugerencia de Shindou era ridícula. Touya Kouyo no era un hombre que regalaba simpatía; le respondería a Akira de manera honesta, sin importar lo dolorosa que fuera la verdad.

La habitación estuvo en silencio por un rato y Akira tuvo que conscientemente obligar a sus hombros para que no se hundieran derrotados.

Al fin su padre hablo. "Akira, no hay nadie con quien desearía jugar mas."

Akira casi se quedo con la boca abierta por la emoción apenas contenida en la voz de Touyo Kouyo. Akira pensó que su padre estaba llorando, pero eso estaba bien, ya que hizo las lágrimas en el rostro de Akira menos sobresalientes.