Crush

Autores: Javiwiwi Masen y Michelle Dobwart

Película: Crush: obsesión mortal.

Género: Misterio y Angustia

Rated: M

Summary: #FFTH #HalloweenMovies. Un popular mariscal de campo, es el foco de atención de todas las chicas del instituto. Pero, cuando la inocente obsesión de una fan se convierte en algo más, descubrirá que puede convertirse en peligrosa y mortal.

Disclaimer: Los personajes mencionandos a lo largo de la siguiente historia son de la autoría de S. Meyer.

...

CAPITULO 2: Solamente... Eres mi Crush.

La mujer castaña observaba con malicia y asco reflejado en su rostro, observando desde las sombras a la rubia que aún sollozaba. Un lado de ella se alegraba que por fin su Edward, se había alejado por completo de esa, aunque no sirvió de mucho pues seguramente una vez la rubia le explicara todo, ya no valdría.

Soltó un suspiro, lo mejor era acabar esto de una vez por todas.

Observo como la rubia limpiaba sus lágrimas y se adentraba a la casa, con sigilo la siguió y vio como subía las escaleras, hasta meterse en una habitación y cerrarla tras de sí, pero no le había puesto el pestillo.

Permaneció quieta en su sitio hasta que paso media hora y con lentitud abrió la puerta dando un vistazo, viendo a la rubia tirada en la cama con los ojos cerrados. Se concentró en su respiración y callo en cuenta que estaba dormida, pues era pausada y tranquila.

Suspiro y camino hacia ella, tomando en el proceso un cojín de los de la cama. Sus converse, afortunadamente no hacían ningún ruido, así que con sigilo se acercó a la chica y con fuerza presionó el cojín contra su rostro.

A los segundos las manos de la rubia se levantaron tocando las manos de ella, a la vez que enterraba fuertemente sus uñas. Con coraje la asfixio más, hasta que el cuerpo de la joven se movía como un gusano. Minutos después dejo de hacerlo, pero aun así, la castaña permaneció un momento más presionando hasta que se alejó y checo el pecho.

No había latido.

Tanya Denali, estaba muerta.

Ya no era más un estorbo para la castaña.

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Isabella, suspiro viéndose en el espejo y fantaseando de nuevo con ser besada por Edward. Era lo que más deseaba, sin embargo ella solamente lo veía como una ilusión.

Hoy era miércoles, luego de que la muerte de Tanya, hiciera un caos el lunes por el mediodía, no había tenido clases el día de ayer. Todos los jóvenes se encontraba consternados y todos habían asistido a su funeral menos Isabella, pues ella no era hipócrita y no tenía nada que hacer allí.

Acomodo un poco su cabello castaño, para después ponerse una diadema sencilla que ella misma había hecho y bajo a desayunar con su madre. Tras el desayuno salió rumbo a la escuela y de nuevo, escucho pasos tras ella y con un la ira recorriendo sus venas, pero sin detenerse, decidió encarar a Jacob.

—Ya te había dicho que dejaras de seguirme.

El rio. —Lo dejare de hacer, cuando tú dejes de seguir a Edward.

— ¡Yo no lo sigo! —Se detuvo y volteo a mirarlo enojada.

Él se posiciono a su lado y con simpatía le pregunto—: ¿Alguna vez has hecho una locura, Bella?

—No. —Respondió casi inaudible.

— ¿De verdad?

Ella rodo sus castaños ojos. —Sí, de verdad.

Enojada, regreso a su camino ignorando a Jacob que iba con una sonrisa al lado de ella.

El recorrido no duro mucho y cuando menos se dio cuenta ya estaba entrando al instituto y rápidamente se alejó de Jacob, yendo hacia su casillero. Comenzó a acomodar sus libros y sacando otros. El casillero de Edward, quedaba frente al de ella así que disimuladamente le dio una mirada, pero fue un error pues cuando ella lo miro él también volteo y tenía una carta con un listón rojo.

El pasillo estaba vacío y él se acercó rápidamente hacia ella con el rostro distorsionado por la furia.

— ¡Eres una enferma! —Bramó y ella abrió sus ojos asustada.

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Edward, estaba enfurecido. El listón que estaba en la carta ya lo había visto y si no le fallaba la memoria lo había visto en la cabeza de Isabella. De hecho, la diadema que portaba hoy era del mismo listón.

— ¿Po-por que di-dices eso? —La voz de ella era temerosa.

Edward, negó con su cabeza. —Qué ya sé que tú eres la que manda las cartas o dime ¿acaso éste listón no es tuyo?

Ella miro bien el listón y luego a él, antes de negar con la cabeza. ¡Qué cínica! Edward, estaba seguro que ella era la enferma. Ya la había visto verlo en los entrenamientos, en los partidos y además en las fiestas. ¡Y él que había culpado a la pobre de Tanya!

—No es mío.

Bufó el cobrizo. — ¡Deja de mentir! Sé que es tuyo al igual que todas esas enfermas cartas donde sabes todo de mí.

Las lágrimas bañaron los ojos de la castaña y cuando trato de huir de él, rápidamente él la tomó del antebrazo, no dejándola ir. Sintió como ella se estremeció ante el tacto.

—Quiero que te alejes de mí. —Le susurro.

—Yo... Yo no te acoso. —Le dijo con firmeza y se zafo de su agarre—. T-te estoy diciendo la verdad.

Edward, entrecerró sus ojos. —Pues no te creo.

—Entonces no lo hagas, pero te digo la verdad. —Ella comenzó a caminar, pero antes se giró hacia el—. Tu... M-me gustabas, pero no al extremo de convertirme en una psicópata.

El cobrizo se quedó de pie frente al casillero de ella como un tonto y dio un puñetazo a la pared de al lado, molesto porque gracias a su furia todo se le había ido de las manos. Primero con Tanya y ahora con Isabella.

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Las castaña se limpió las lágrimas y se dirigió al baño, cerrando tras de ella y checando que no hubiera nadie allí. Sentía como si le hubieran arrancado algo del pecho. Jamás pensó en ver esa faceta de Edward.

Golpeo con su puño la pared, provocando que un fuerte dolor atravesara su mano, pero eso no la detuvo y volvió a golpear, haciendo que de sus nudillos brotara sangre.

—No te quiero odiar. —Susurro para sí misma, observando su mano.

Tomo un suspiro tranquilizándose y abrió la llave, metiendo su mano allí, sintiendo ardor, más necesitaba limpiarse para salir de allí. Mandaría al carajo las clases, no tenía ni una pizca de humor de estar en un salón de clases escuchando a los maestros y platicas estúpidas de sus compañeros, además de que hoy le tocaba dos horas de trigonometría. No soportaría ver a Edward, ni mucho menos escuchar a la profesora Carmen.

Alargo la manga de su blusa negra y salió del baño, dándose cuenta que no había ningún alma allí. Aprovecho eso y salió corriendo hacia su casa. No detuvo su caminata por ningún motivo, importándole poco si había o no autos.

Abrió la puerta de su casa y afortunadamente al parecer su madre no estaba. Subió de dos en dos escalones, hasta llegar a su habitación y comenzar a lanzar las cosas que estaban a su vista. Se dejó caer en la cama y cerro sus ojos.

«Si quieres acabar con esto, es mejor que desde la raíz.»

Recordó las palabras que muchas veces había escuchado, tanto de su madre como de su jefa y profesores.

Se levantó de un salto y camino hacia la pared azul claro de su habitación, antes de comenzar a arrancar las fotografías, una a una. Después comenzó a romper varias de las cartas que le había hecho, para finalmente sacar ropa y echarla en la bolsa negra.

Abrió su laptop y pensaba en irse directamente a su blog para publicar una nueva entrada, pero en Facebook le apareció una publicación de Edward, donde daba su pésame por la muerte de Tanya. Antes de darle like, como siempre lo hacía, entro al perfil de él y con decisión, posiciono en "eliminar de mis amigos" y se adentró a su blog.

No se iba a arrepentir, Edward, la había lastimado.

Nueva entrada:

"El odio nace de querer demasiado a alguien"

Lo publicó y cerró su laptop, para tomar rápidamente la bolsa negra donde estaban las fotografías, cartas y ropa, antes de bajar de nuevo para salir rumbo al bosque. Iba a quemar todas las cosas que le recordará a su —ahora considerado —, amor hacia Edward.

Llego a un lugar libre de plantas y espacioso, antes de tomar pequeños troncos y con manos temblorosas, encender el primer fósforo y dejarlo caer. Prendió cuatro más y por fin hizo una buena fogata.

Abrí la bolsa y tomo la primera foto que le tomó a Edward, dónde salía mirando hacia la nada. Sin pensarlo dos veces, dejó caer la foto en la fogata. Así lo hizo con cada foto y después lo hizo con su ropa, hasta que acabo y tomo su móvil, poniéndose los audífonos escuchando a Ed Serán, en Give me love.

Tomo aire y comenzó a trotar, bajo por una rampita de tierra del bosque que usaba cuando iba por la bicicleta y son fijarse, chocó contra un pecho. Hubiera caído si no fuera porque ella tomo por la cintura, rápidamente levanto la mirada, encontrándose con una verde.

Era Edward.

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Tomo aire bruscamente al ver esos ojos castaños que lo miraban con temor, pero a la vez fríamente, además de que el rostro de la chica había pasado de sorprendido a carente de expresión.

Estaba arrepentido de lo que le había dicho en el pasillo, pero nadie le quitaba de la cabeza que ella era la acosadora. Aunque era consciente de que tampoco debió de haberla tratado como lo hizo. Había hecho lo mismo con Tanya y la pobre había amanecido muerta.

—Isa...

Ella se alejó de él rápidamente y comenzó a caminar lejos de él como si él fuera un monstruo y le dolió un poco, aunque bien merecido se lo tenía.

—No fue mi intención tratarte como lo hice, simplemente que... El listón y las miradas...

Ella se detuvo y lo volteo a ver. —N-no soy una acosadora, Edward.

—Yo lo pensé, aún lo pienso, además de por la forma en que vistes... —Dejo en el aire su frase y la frente de ella se arrugó.

—Que vista como emo o sea antisocial, no significa que sea una enferma. —Negó con su cabeza y el cobrizo suspiro.

—Lo siento, de verdad.

Ella miro su reloj y después a él. —Bien. Debo... Debo irme a trabajar.

— ¿Te molestaría si te acompaño? Digo, como una disculpa. —Paso la mano por su cabello y ella negó.

El camino fue rápido y a la vez lento, el cobrizo se dio cuenta que en realidad ella era inofensiva por la manera inocente en que lo miraba y miraba a su alrededor, además de que era sumamente tímida. Había sido un idiota con ella, así como lo fue con Tanya. Le dolía el pecho al acordarse de la rubia.

De soslayo vio como ella miraba hacia un punto en específico con el ceño fruncido, así que dirigió su mirada hacia allí, encontrando al chico moreno: Jacob, viéndola fijamente desde allí. Ya lo había visto varias veces observándola a ella o tras ella.

— ¿Él te sigue? —Le preguntó en un jadeo al atar cabos.

Ella lo miro brevemente antes de bajar su mirada. —S-sí, lo hace.

— ¿Por qué no le dices algo?

—Ya lo hice, pero no entiende. —Hizo una mueca.

El guardo silencio comprendiendo que ella no lo podría acosar porque ella también era acosada y sabia como se sentía. Supo entonces que lo que ella sentía por él era atracción y simplemente lo observaba por curiosidad o simplemente por gusto. Pero ella no era quién lo seguía a todos lados.

—A-aquí es. Gracias, Edward. —Se despidió de él y abrió la puerta.

—De nada y... Podría venir por ti, si quieres claro. —Le dijo antes de que ella entrara.

La castaña lo miro sin poder creerlo y suspiró. —Salgo a las... A las siete; te esperaré.

Sonrió y asintió, antes de dar vuelta y caminar de regreso a su casa. Mientras iba por el camino, puso alguna canción de Bruno Mars y suspiro viendo los arboles moverse.

De la nada, sintió un golpe en la cabeza que lo hizo caer al suelo, lastimándose la rodilla haciéndolo gruñir. De nuevo sintió otro golpe en la cabeza que lo llevo a la oscuridad.

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Nunca quiso hacerle daño, nunca.

Suspiro e hizo que su mano derecha, Riley, lo cargara y lo subiera al auto, antes de dirigirse a su casa y encerrarlo en el sotano. Por fin lo tenía solo para ella, era solo de ella.

Haberlo visto con la mocosa de Swan, había alterado cada molécula de su cuerpo y no pudo resistirlo más y llamó a Riley, para después tomar lo que ella consideraba suyo.

Edward, le recordaba a su amor imposible. Al cual ella había tenido que matar... Si no era de ella, no era de nadie. Eleazar, había recibido su merecido. Eleazar, no merecía vivir, en cambio Edward, si se portaba bien iba a continuar con vida.

—Acuéstalo allí. —Le señalo la pequeña cama.

El chico lo hizo, antes de subir las escaleras saliendo de ese lugar. La castaña lo observó y le encarno una ceja.

— ¿Qué te pasa?

El pelirrojo negó con su cabeza. —Nada, ¿Necesitarás que vuelva?

—Sí, ven a eso de las seis y media, necesitaré que traigas lápices y hojas de dibujo. —le sonrió.

El chico asintió y salió de la casa, mientras la mujer cerraba bien su casa y salía, tenía trabajo que hacer.

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Isabella, suspiro mirando como su jefa entraba ajetreadamente y la miraba con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

— ¿Pasa algo, Ángela?

Esta negó con su cabeza. —Nada, cariño. Hoy saldré temprano, si necesitas algo solo llama o vas a mi casa, sabes dónde vivo ¿Verdad?

—Si. —Sonrió.

Ángela, continuo con sus labores y la joven se dedicó a observar los nuevos títulos de libros que llegarían en un par de semanas. Eran nuevos y por la sinopsis, interesantes también.

El tiempo comenzó a pasar y cuando menos se dio cuenta ya eran las seis y Ángela, se estaba despidiendo de Bella con rapidez. Raro, pero no le presto importancia, ella solo esperaba que la hora pasara y Edward, llegara. Se encontraba por primera vez desde que su padre murió... Entusiasmada.

Para fortuna de ella el tiempo paso rápidamente y cuando menos se dio cuenta ya eran las siete, pero tenía un problema con unos datos de unos libros que habían llegado. Los códigos no estaba coincidiendo y Ángela, no atendía ni su teléfono de casa, ni su celular.

Cerró la tienda y salió inmediatamente, esperando a Edward, en la banqueta. No se encontró a Edward en la salida, pero si a Jacob, que no tenía una expresión de felicidad en su rostro.

Ella lo ignoro, volteando su rostro hacia el lado contrario de donde estaba él.

—Con eso de que Edward, vendrá por ti, ya no me quieres ni hablar, ¿no? —dijo sarcástico y ella suspiro.

—Jacob, nunca te he hablado. En verdad, yo no sé qué es lo que quieres. —Hablo con lentitud y a la vez timidez—. Hasta Edward, se dio cuenta que me persigues.

El moreno no se inmuto y le sonrió. —Justo como tú lo haces con él.

— ¡Tú sabes que no lo persigo!

Él se rindió y le dijo. — ¿Al menos me consideras tu… amigo?

—Te comenzare a considerar mi amigo, si dejas de perseguirme. Me siento insegura cuando lo haces. —ella le brindo una pequeña, pero sincera sonrisa.

—Te prometo que dejare de hacerlo.

Bella suspiro y miro discretamente su celular viendo que eran las siete con cinco minutos, miro a Jacob, con la esperanza de que le entendiera que quería que se fuera.

El moreno levanto sus manos. —Bien, me voy. Adiós, amiga.

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Edward, abrió los ojos con la sensación de ser tocado en su rostro, pero no había nadie a su alrededor. Trato de moverse pero su rodilla no se lo permitía, recordó lo que le paso y rápidamente miro a su alrededor encontrándose en un lugar oscuro y en las paredes eran visible los ladrillos.

El lugar era pequeño y Edward, sintió que se asfixiaba, pero permaneció quieto viendo a todos lados. Rebusco en sus bolsillos, pero no encontró nada, al parecer sacaron su móvil. Estaba secuestrado.

Pasó alrededor de una hora, cuando escucho ruido y pasos, se puso tenso y cerró los ojos haciéndose el dormido. Podrán llamarlo cobarde, pero aún no se quería enfrentar a quién sea que estuviera allí.

Escucho un suspiro y de pronto un cuerpo contra él, no se quiso poner tenso, pero lo hizo y escucho una risa femenina seguida de un beso en sus labios. Rápidamente abrió sus ojos y aventó a la mujer.

— ¿Usted? —Jadeó una vez vio a la castaña frente a él—. ¿Usted, maestra Carmen?

Ella rio femeninamente. — ¿Qué te digo? Eres fascinante.

El cobrizo aún no lo asimilaba, si profesora de trigonometría era la psicópata. Él, acusando a Isabella, siendo que ella no era. ¡Que tonto!

— ¡Es una maldita enferma!

El rostro de ella se tensó y rápidamente se acercó a él y le dio una bofetada.

— ¡No lo soy! —Gritó—. Personas como tú y Eleazar, solamente nacieron para volverme loca.

El permaneció en silencio, observando a la que era su profesora, sin poderse creer lo malditamente loca que estaba en realidad. Ella sabía ocultar muy bien su faceta de loca a una de maestra responsable. Justo ahora entendía completamente por qué ella siempre estaba al pendiente de todo lo que hacía.

El pulso del cobrizo comenzó a acelerarse y comenzó a removerse tratando de levantarse, pero Carmen lo detuvo poniendo sus manos en su pecho.

—Tú no te iras a ningún lado —gruño y lo tomo de la rodilla presionándosela con fuerza haciéndolo caer de nuevo.

El timbre de la casa sonó hasta el sótano y Carmen, sin decir una palabra más, subió con rapidez dejando a Edward sumido en dolor.

Tomo aire y trato de calmar el dolor que sentía y arriesgándose a lastimarse o que la loca lo lastimara se lanzó al suelo sosteniéndose con un pie y ambas de sus manos. Comenzó a arrastrarse hacia donde se veían las escaleras, teniendo dificultades. Los escalones eran largos y anchos, cualquier error y terminaría con un fuerte dolor de nuevo.

Llevaba dos escalones ya, justo cuando se escuchó la puerta abrirse nuevamente y vio a Carmen bajar.

Gruño de coraje e impotencia, mientras ella se hincaba frente a él con un cuchillo con sangre, cosa que lo aterro.

—Shit, tranquilo cariño, esto no es para ti. —Puso el cuchillo en un escalón y saco un cuaderno grande y un lápiz, dándoselos a Edward—. Esto si es para ti.

Con poca fuerza, aventó el lápiz hacia el suelo. —No lo haré, maldita enferma.

Con calma, Carmen, volvió a tomar el lápiz y el cuaderno, poniéndolo en el regazo de él.

—Quiero que me dibujes como lo hiciste con Isabella. —murmuro con voz melosa, causando asco en el chico.

—No estaba dibujando a Isabella. —Mintió.

Ella rio risueña. —Yo lo vi y quiero que me dibujes como lo hiciste con ella.

—No lo haré.

—Si lo haces, te dejare ir. Claro está si prometes no decirle a nadie. —Sonrió.

El cobrizo aventó de nuevo el cuaderno, quedándose con el lápiz. —No te creo.

—Te juro que lo haré, solamente me tienes que dibujar como lo hiciste con ella… con Isabella. —se agacho para darle de nuevo el cuaderno y justo allí, él la tomó por el cabello jalándoselo fuertemente haciéndola chillar.

Con fuerza apretó su rodilla haciéndolo gritar y causando que lagrimas se formaran en los ojos de él. La rodilla le punzaba y estaba seguro que se la había lesionado con gravedad.

— ¡Dibújame! —Grito—. Y saldrás.

El tomo aire. —Sabes que me buscaran tarde o temprano, ¿Verdad?

—Sí, pero no en mi sótano. —Rio y él sollozó tomando su rodilla.

— ¿Si te dibujo me dejarás ir de verdad?

Ella asintió y él con coraje se dedicó a dibujarla con el odio más profundo que sentía hacia ella por hacerle esto. No sabía cómo lo hacía, pero su mano no se detenía para nada y solamente la observaba de vez en cuando y continuaba con su trabajo de manera rápida.

Lo termino y se lo lanzo sin mirarlo. —Aquí lo tienes, ahora déjame ir.

Ella miro el dibujo con esperanza y después lo miro a él, mientras se ponía de pie con el dibujo entre sus manos, después. Arranco la hoja del dibujo y lo rompió en pedazos, volviendo a poner el cuaderno en su regazo.

—Vuélvelo a hacer. —Le sonrió—. Hazlo con amor.

Gruño frustrado y apretó entre su mano el lápiz, antes de que sin pensarlo clavarlo en la pierna de la castaña que soltó un alarido de dolor. Él le golpeo las piernas con la que tenía sana, haciéndola caer al suelo quedando inconsciente y comenzó a arrastrarse hacia las escaleras.

Tenía que huir cuanto antes de esa maldita loca, antes de que lo matara.

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Suspiro decepcionada y comenzó a caminar hacia la casa de Ángela, tal vez aparte de querer verla para hablar de trabajo también necesitaba hablar con ella como amiga.

Camino por veinte minutos hasta que dio vuelta a la calle de ella, llego a su casa pero todo estaba apagado… Ángela no estaba. Se giro para regresar a su casa, cuando miro la casa frente a la de su jefa se veía la cabeza de un hombre fuera del pequeño porche.

«La curiosidad mata al gato, Bella»

Sin importarle lo que su mente le decía cruzo la calle para verificar al hombre. ¡Susto que se llevó, cuando vio al hombre sangrando! Su primer instinto era gritar, pero se contuvo al escuchar quejidos del otro lado de la puerta.

Con el corazón martillándole con fuerza en el pecho, miro a través de la puerta viendo un cuerpo arrastrarse.

Abrió sin hacer ruido la puerta y casi se muere cuando ve que es Edward quién se arrastra.

— ¿Pero qué te paso? —Jadeo hincándose sobre sus rodillas frente a él.

—Ti-tienes que llamar a… a la policía. —Susurraba entrecortadamente, mientras tomaba aire.

La castaña observaba su rostro con desesperación pues no sabia que hacer, hasta que escucho ruido y al levantar la mirada se encontró con la de la maestra Carmen.

¡Ella había hecho todo esto!

— ¡Vete, Isabella! ¡Corre y llama a la policía! —Gritaba Edward, desde el suelo mientras ella se levantaba poniéndose tensa ante la sonrisa escalofriante de la mujer.

—Fue fácil matar a Tanya, tu serás pan comido. —Susurro antes de irse contra Isabella.

La tomo del cabello tirándola contra el suelo, antes de comenzar a estrellar su rostro contra un mueble, mientras se escuchaban los gritos de Edward y todo para la castaña se volvió negro.

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— ¡Déjala, maldición! —Gritaba el cobrizo tratando de levantarse.

Vio como una sobra pasaba y jalaba el pelo de la mujer encima de Isabella, sacándola de ella y tumbándola al suelo. Edward, aprovecho y pateo el rostro de Carmen, tan fuerte que rodo por el costado golpeándose contra la pared quedando aún consciente y poniéndose de pie para atacar.

Sin importarle el dolor que le causaría lo siguiente, la golpeo justo en las piernas haciéndola perder el equilibrio tumbándola por las escaleras del sótano y después cerró la puerta dejándola allí.

— ¿Swan, está bien? —Pregunto en un susurro controlando el dolor de su rodilla.

Escucho un suspiro antes de escuchar la voz de Jacob. —Creo que lo estará.

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Dos semanas después…

La castaña camino por el caminito que la llevaba hacia el jardín trasero que la llevaba hacia el columpio donde se escuchaba la música.

Sonrió al verlo y con rapidez se acercó. —Hola, ¿Ya te encuentras mejor?

— ¡No comiences, Bella! —Se quejó—. Suficiente tengo con mi padre y mi hermana.

Ella rio. —Lo siento.

Tomo asiento junto a él, mientras Edward, le daba una mirada y ponía su brazo a su alrededor mientras con su mano libre ponía la guitarra a un lado.

— ¿Te gustaría ir conmigo al entrenamiento? —Le pregunto en un susurro.

—Tú no puedes entrenar.

El rio. —Cuando me recupere.

—Me encantaría.

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La castaña llevaba su pelo suelto y desordenado mientras los guardias la llevaban a su cita con el doctor Laurent Smith. La sentaron frente a él y el doctor puso una sonrisa.

— ¿Cómo debo llamarte hoy, Isabella o Carmen?

Ella soltó una risa. —Hoy soy Carmen, en un par de años… seré Isabella. Él me querra.

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¡Hey, hola!De nuevo escribí, pero esta vez es una... como adaptación y quiero aclarar que hay muchos cambios a los de la película, así que bastante de aquí es mío y de Michelle, que me ayudo.

Si les gusto les pidó me ayuden con algún review, es necesario para ganar. Muchas gracias y nos leemos en algunas de mis otras historias.

Saludos :)