¿Sabes? Yo siempre te he buscado.

Te he anhelado y amado.

En mis sueños y en mi realidad.

Buscándote entre un mar de gentío,

en una vana esperanza de encontrarte.

Soñando contigo una y otra vez,

vivía mi vida pensando en ti.

Pensando en tu sonrisa, en tu mirada y

en tu corazón.

Sé que no era la persona que esperabas ni imaginabas

pero lograré ser una persona que se pueda admirar,

una persona que tú puedas admirar…


CAPÍTULO: 7

CREE EN TI MISMA


—Hinata —apenas si escuché a Sasuke, aún sin salir de mi propio estupor— debes levantarte, te vas a enfermar si sigues así en el suelo.

—¡No me importa! —Grité con todo el dolor que sentía en ese momento— me quiero morir, me quiero morir —tapé mi rostro con mis manos intentando contener mis lágrimas pero éstas continuaban aun a pesar de mis vanos intentos de retenerlas. Ardían, ardían tanto como gotas de lava cayendo por mi rostro y dolían tanto que no me dejaban respirar.

Sasuke como pudo me levantó del suelo con gentileza y empezó a recoger todas las cosas que habían caído de mi mochila, entregándomela.

—También se cayó esto —dijo, después de un momento mostrándome aquel cuaderno rojo que había iniciado todo, haciendo que nuevas lágrimas volvieran a acudir a mis ojos.

Mi precioso libro, mi único amigo cuando me encontraba sola, el único confidente de mi amor no correspondido, el contenedor de mis más profundos sentimientos y mis ilusiones quebradas, la ingenua Hinata, la ilusa Hinata que escribía poemas de amor a Naruto, esperando que él pudiera quererme. La que pensaba en finales felices, la que pensaba que podía alcanzarlo.

—T-tíralo —respondí con la voz quebrada— sólo tíralo.

Y corrí y corrí sin detenerme ni mirar atrás.

Sólo quería olvidarlo todo.

Sólo quería dejarlo todo atrás.

Por Dios, sólo quería que dejara de doler.


Me desahogué en mi almohada y aunque Neji, Hanabi e incluso la propia Natsu intentaron saber lo que ocurría conmigo, yo sólo era un mar de lágrimas.

Sólo quería estar sola, necesitaba estarlo.

Cada día después de lo acontecido en la azotea fue cada vez peor en la escuela y en mi vida entera. Shion se encargó de esparcir el rumor de que había salido tanto con Naruto como con Sasuke en una retorcida manera de volverme popular y dejándome como la chica que había separado a los mejores amigos; las fanáticas de Sasuke intentaban realizarme bromas pesadas cada vez que me encontraba sola en los baños y pasillos de la escuela y lo hubieran logrado sin la oportuna intervención de Sasuke. ¡Como habían cambiado las cosas en tan poco tiempo! De ser la chica invisible para todo el mundo pase a ser la más odiada por el sector femenino, Sakura no hablaba conmigo después de que se enteró de los rumores, Naruto-kun no quería verme y faltaba a todas las clases que compartíamos juntos. El único que estaba conmigo era Sasuke, que incluso estaba peor que yo con todo este asunto.

—Creo que deberías hablar con Sakura y aclararlo todo —sugerí.

Sasuke me lanzó una mirada miserable.

—¿Crees que no lo he intentado? —dijo, pasando sus dedos en sus cabellos, en un gesto frustrado. Tanto a él como a mí, la situación nos superaba—. Pero, ella no quiere escucharme.

—¿Y si yo hablará con ella?

—No creo que eso sea una buena idea.

Sentados en las gradas en clase de educación física y apartados de todos como parias, lo miré. Sasuke tenía la camisa arrugada, el pantalón sucio y su cabello siempre prolijamente peinado se encontraba desordenado y peinado en diferentes direcciones. Pero, ¿qué podía decir de mi misma? Ese día ni siquiera me había peinado y el uniforme que llevaba puesto era del día anterior, apenas probé bocado en toda aquella semana y ya sentía que había bajado algunas tallas sin proponerlo. Ambos parecíamos como si uno auto nos hubiera pasado encima, repetidas veces.

—Somos un desastre.

—Lo sé.

Ambos lanzamos un suspiro resignado.

No sé qué era más deprimente: saber que lo habíamos arruinado todo sin siquiera haber iniciado nada apropiadamente con nuestros mutuos intereses amorosos o que ambos estábamos compartiendo el mismo estado de depresión y miseria.

—Somos tan patéticos —dijo Sasuke y yo no pude evitar darle la razón. Estábamos sentados, allí en ese rincón, apartados de todos, como fantasmas y lamiendo nuestras heridas y suspirando con melancolía. Sólo nos faltaba la nube negra sobre nuestras cabezas y que nos orinará un perro, así de patéticos nos veíamos—. Creo que tú deberías hablar con Naruto —opinó Sasuke después de un breve silencio.

—Sabes que él no quiere ni verme —contesté, con un nudo en la garganta. Aún me era doloroso pensar en él sin recordar sus duras palabras. Cuando cerraba los ojos e intentaba dormir sin éxito, lo recordaba, recordaba sus ojos azules fríos como el acero mirándome de aquella manera tan distinta de la calidez que Naruto siempre emanaba de su interior.

No soportaba recordarlo.

—Creo que te equivocas —replicó Sasuke y señaló al otro extremo del patio, donde los demás compañeros de clase estaban reunidos y entre ellos se destacaban los rubios cabellos de Naruto, quien nos observaba en nuestra dirección. Él apartó la mirada rápidamente cuando me di cuenta que nos observaba con el ceño fruncido. Bajé los ojos con pena y me quedé contemplando mis manos—. Sé que el dobe fue un tonto por hablar de aquella manera y seguro se arrepentirá muy pronto el muy estúpido, pero en su defensa debo decir que Naruto siempre ha sido demasiado emocional para razonar cuando sus emociones están al límite.

—Eso no le daba derecho a herirme con sus palabras —murmuré, apretando mis manos en mis rodillas. Le amaba, pero sus palabras habían sido tan duras. Había sido juzgada con dureza sin tener la oportunidad de defenderme, pero sobre todo me dolía pensar que Naruto le había creído a Shion tan fácilmente sin tener más pruebas que sus palabras. Pero, tampoco deseaba que lo insultará en mi presencia, por muy herida estaba por él. Todo era tan contradictorio—. A-a propósito Sasuke sobre mi cuaderno.

—Lo tiré como dijiste.

—Sí —sentí un nudo en la garganta que me impidió hablar por un momento—. Sí, gracias.

—¡Uchiha! —Interrumpió Gai–sensei nuestra conversación, llamándolo en ese instante.

—Debes irte —dije, evitando que él notará mi renovada tristeza. Él asintió y acudió al llamado del sensei sin notar como nuevas lágrimas acudían a mis ojos.

Después de la discusión con Naruto, fui incapaz de escribir nada sin derramar lágrimas en las hojas de papel y aunque lo intenté todo aquella semana, mi habilidad para escribir se esfumó como si esta nunca hubiera existido. La inspiración de escribir se había ido así como Naruto lo había hecho de mi vida.

Y, ahora el libro lleno de mis poesías, estaba perdido. Perdido como yo lo estaba en ese momento.

Enjuagué mis lágrimas pero éstas volvían a acudir sin remedio, corrí hacia los baños de mujeres para que nadie más notará mi estado. Escribir era lo único que yo tenía, era lo único que me hacía sentir especial y hasta ello lo había perdido. Me metí a un cubículo y deje que las lágrimas bañarán mi rostro, en un intento de desahogarme. ¿Qué era yo sin la poesía, sin mi talento para la escritura, en que me convertía cuando lo único que me había caracterizado desde muy joven estaba perdido? Estuve mucho rato allí, hasta que escuché el timbre de la escuela daba por terminada la clase de educación física; entonces corrí hasta mi casillero, sacando mi mochila y sin importarme nada, corrí fuera de la escuela, directo a casa.

No me importaba si me suspendían, yo sólo deseaba dejar de sentir esa opresión en el pecho cuando todos me miraban juzgándome e insultándome en la escuela. Estaba cansada, cansada de pedir disculpas por un malentendido que yo no había ocasionado.

—¡Hinata-sama! —exclamó Natsu con evidente sorpresa al verme interrumpir en la casa muchas horas antes de la hora acostumbrada—. Pero, ¿qué le ha pasado? —preguntó, observando la ropa que llevaba puesta en esos instantes.

—Nada, yo sólo…—intenté decir, pero la puerta del despacho de mi padre se abrió en esos momentos, silenciándome—. B-buenas tardes, padre.

Él miró mi apariencia desalineada con evidente desaprobación.

—¿Por qué vienes vestida así de la escuela? —Preguntó mi padre con evidente desdén—. Esa no es la forma en la que te he criado, Hinata. Como una Hyuga siempre debes mostrar tu lado más pulcro, muestra un poco de amor propio.

No sé si fue su helada mirada, su voz llena de menosprecio, las palabras tan duras que me dirigió o tal vez fue aquel reproche injusto que recibía de su parte tan parecido al de Naruto, que me hizo defenderme como nunca antes había intentado hacerlo.

—No estoy vestida de una forma descuidada, padre —respondí, sintiendo que mis manos temblaban— es mi uniforme de la escuela y no soy descuidada, sólo tuve una pésima semana. Por supuesto, lo notarías si estuvieras en esta casa.

—Háblame con respeto, jovencita. Soy tu padre después de todo —respondió mi padre, mirándome encolerizado.

—El respeto no se exige se gana con el tiempo, padre —contesté, sintiéndome fuerte contra él. Más valiente contra aquel hombre que había hecho que mi vida estuviera llena de tantas inseguridades y miedos. Alcé la barbilla dispuesta a no intimidarme por su presencia.

—¡Eres una insolente!

—No lo soy, padre —respondí. Por primera vez en mi vida haría que mi padre me escuchará aunque él no quisiera hacerlo—. Te he tenido miedo todo el tiempo y he callado todos mis pensamientos buscando tu aceptación, padre. He intentado ser perfecta, que me quieras y que me ames por ser una buena hija —inspiré fuerte, mirándole. Diciéndole lo que siempre había reprimido de decirle— pero no puedo obligarte a que me ames, porque no lo haces, pero si puedo pedirte un poco de respeto.

Me dirigí escaleras arriba, sintiendo que una poderosa sensación crecía en mi pecho: era la confianza.


—Sakura —la Haruno alzó la vista sorprendida de mi llegada—. Necesito hablar contigo.

—¿Sobre qué? —preguntó con los brazos cruzados. Estaba a la defensiva. Era evidente que conocía los rumores regados de que Shion tan alegremente propagó por la escuela.

Inspiré hondo.

—Entre Sasuke y yo no existe nada —informé, tratando de leer su reacción ante mis palabras.

Fue instantánea, su ceño dejo de fruncirse y por un segundo me vio confundida y luego volvió a retomar su gesto anterior.

—Bueno, aquello no me interesa.

Por segunda vez, volví a suspirar.

—Creo que aquello es mentira —afirmé, sonriéndole— sino te importará no te hubieras quedado a escucharme.

Ambas estábamos en un pasillo de la escuela. Abordé a Sakura cuando estaba en su casillero sacando algunas cosas para su siguiente clase y aunque tenía lista todas sus cosas en la mochila, continuaba a mi lado escuchándome, pese a que anteriormente reiteró repetidas veces el deseo de no hablarme.

—Hinata.

—Sé que no debería meterme en esto y que verdaderamente no conozco lo que verdaderamente sucedió entre tú y Sasuke. Pero, él realmente desea hablar contigo. ¿Por qué no le das esa oportunidad? —Sakura no dijo nada, pero parecía pensarlo—. Así al menos, podrás continuar hacia adelante sin dudas —afirmé.

—¿Tú crees? —Preguntó ella y yo asentí en respuesta—. Bueno, puede ser, —respondió dudosa— que después, tal vez algún día que no me encuentre tan ocupada.

—¿Por qué no ahora?

—¿Ahora? —Sus ojos verdes me miraron sorprendidos, contuve una sonrisa—. No, para nada, es muy pronto.

—Claro que no —afirmé, de nuevo y tomándola de una mano la arrastré por los pasadizos de la escuela.

—Pero…pero, ahora tenemos clases —intentó convencerme Sakura. Me encogí de hombros y continué arrastrándola hasta la azotea, donde sin saberlo, Sasuke nos esperaba. Abrí la puerta que nos dirigía a la azotea y sin perder tiempo metí a Sakura sin detenerme.

—Hyuga —saludó Sasuke con un asentimiento de cabeza al verme llegar, pero enmudeció cuando a la pelirrosa a mi lado. Las mejillas de Sakura se colorearon al verlo y Sasuke tragó saliva, nervioso.

Una ligera sonrisa se dibujó en mi rostro al ver al serio, hosco e imperturbable Sasuke Uchiha fulminándome con la mirada y volteando a ver nervioso a Sakura.

—Ya que ustedes tienen mucho de qué hablar los dejaré solos. Aprovechen su tiempo —me despedí con una pequeña reverencia y miré al pelinegro. «No lo arruines», dije sin emitir sonidos y él asintió entendiéndome.

Bajé tranquilamente las escaleras.


El rumor de que Sasuke Uchiha salía con Sakura Haruno se extendió en la escuela con una rapidez alarmante, al día siguiente.

—¡Felicidades! —dije al verlos llegar juntos, no estaban tomados de la mano, pero se les veía felices y sonrientes a ambos.

—Gracias —respondió Sakura. Sasuke sonrió satisfecho.

—Y, Sasuke, ¿le recitaste tu poema? —Pregunté. Sasuke se sonrojó, Sakura rió.

—¡Hyuga! —Exclamó, totalmente indignado.

—¿Qué? Sólo quería saber si mis esfuerzos no fueron en vano.

Sakura rió más fuerte esta vez.

—Sí, pero no lo digas tan alto. Tengo una reputación que mantener.

—¿Cuál? La de amargado, hosco y sin sentimientos.

—Cla… ¡oye!

Sakura rió por tercera vez y tomó del brazo al pelinegro que me lanzaba una fea mirada. Inmediatamente Sasuke se calmó.

—Te han domado, Sasuke —dije, con burla.

Llegué a casa tranquila y satisfecha con lo que sucedió con Sakura y Sasuke. Mientras cenaba con Neji, Hanabi y Natsu; mi padre llegó a casa. No tuve la oportunidad de volver a hablar con él, luego de aquella discusión; así que me sentía expectante y algo temerosa. Se sentó en la mesa y aunque no habló en ningún momento, el hecho de sólo sentarse a comer con nosotros ya era desconcertante.

—Hinata —me llamó cuando finalicé mi cena y pensaba en irme a mi habitación a descansar un poco y terminar algunas tareas que tenía pendiente.

—¿Sí, padre?

—Me gustaría hablar contigo en mi despacho —Neji y Hanabi intercambiaron una mirada de sorpresa, sentados uno a cada lado mío.

—Por supuesto, padre —respondí, sabiendo que no necesitaba ahora ningún otro problema en mi vida. Me levanté de mi puesto y le seguí hasta su despacho.

Nunca antes ingresé a aquel lugar y no podía negar que me sentía llena de curiosidad por hacerlo. La oficina de mi padre era elegante y sobria, pintada de colores grises, negros y con mueblería sin ser excesivamente excéntrica, sino más tradicional: justo el tipo de lugar que describía la personalidad de mi padre y hombre de negocios. Tomé asiento y esperé que él lo hiciera.

Cuestión que él no hizo, sino que se quedó recargado en su sobrio escritorio y se quedó mirándome.

—Te pareces mucho a tu madre —dijo, descolocándome por un momento.

—¿Q-qué? —le miré sin entenderle. ¿A que venía aquello?

Él suspiró y sacándose una fotografía de la chaqueta, él me la extendió.

Por inercia la tomé y la observé: en la fotografía se podía apreciar a mi madre sentaba en un caballete con la ropa manchada de pintura y con su bonito y largo cabello negro azulado tan parecido al mío que recordaba perfectamente en mi niñez, en aquella escena era corto hasta los hombros y con una enorme sonrisa en el rostro, abrazando a un muchacho. Ambos parecían jóvenes casi de mi misma edad o incluso algo más jóvenes.

Miré a mi padre sin entender.

—Tu madre estaba enamorada de ese joven cuando tenía tu edad —reveló mi padre para mi total sorpresa—. La familia de ella no estaba satisfecha con aquella relación así que la comprometieron conmigo.

Alcé la vista, alterada.

—¿Qué? —volví los ojos a la fotografía y luego a mi padre. Siempre percibí cierto distanciamiento entre mis padres siendo pequeña pero le atribuí a los negocios de mi padre que le exigían viajar al extranjero cientos de veces. Jamás creí que mi madre no había amado a mi padre—. ¿Tú lo sabias?

—¿El qué? El que la obligarán a casar conmigo. El que la separan de aquel joven. Sí, lo supe, pero no le di importancia al asunto.

—¿Por qué? Acaso, ¿no te importaba que ella no te quisiera?

—No.

—¿Por qué no? —le pregunté totalmente incrédula.

—Porque yo si la quería y con eso me bastaba.

Me levanté de mi asiento y me tomé la cabeza con una mano mientras la otra aún sostenía la fotografía.

—¿Por qué me estas contando esto? —volví a preguntar sintiéndome mareada. Nunca hubiera creído que mis padres, aquellas dos personas que siempre aparecían sonrientes en las fotografías familiares nunca se hubieran querido, que mi padre pese a su dureza y su sobriedad, hubiera amado a mi madre pese a que ella no tenía ningún sentimiento para él.

—Dijiste que estabas cansada de no entender porque me comportaba de una manera tan dura contigo.

—¿Es una especie de castigo por parecerme a mi madre? —él negó— entonces, ¿por qué tu frialdad conmigo?

Él volvió a suspirar.

—Tu madre amaba la pintura tanto como aquel joven. Cuando decidieron casarla conmigo toda su alegría, todo su amor y entusiasmo desapareció; vivir con ella era doloroso, no me odiaba pero tampoco me quería, era como estar viviendo con un fantasma, apenas se dejaba ver o sentir. Pensé que yo sería feliz al tenerla a mi lado pero eso sólo hizo apagarla lentamente, no quería verla de aquella manera pero me negaba a dejarla a ir —mi padre se dejó caer en su asiento— todo hubiera seguido de aquella manera hasta que se enteró que estaba embarazada. Entonces su alegría y entusiasmo volvió —lo vi esbozar una pequeña sonrisa sincera que nunca antes le había visto hacer— estaba tan feliz por tu llegada, que se encargó de decorar tu habitación, compró tu ropa. Hanabi y tú fueron los únicos motivos por los cuales se sintió agradecida de casarme con ella.

Tuve unas intensas de correr y escapar a mi habitación para no escucharle más, pero al observar el rostro siempre serio de mi padre, ahora totalmente pálido y demacrado cruzado con una infinita tristeza, comprendí que él deseaba desahogarse. Él deseaba ser escuchado de la misma manera que yo tanto he deseado serlo, por él y por todos, así que me quedé. Me quedé a escucharle, por él, por aquel hombre que conocía tan poco y a quien había llamado padre desde dieciséis años.

—Luego, cuando llegó Hanabi, ella enfermó y su enfermedad la debilitó —Hinata asintió, recordándola. La manera tan frágil y débil que tomó su madre en su niñez, acostada en aquella cama de hospital, mientras la vida se le extinguía en cada respiro—. Toda su alegría, su energía había desaparecido y creía que nunca la volvería a ver hasta que empezaste a crecer Hinata, —mi padre me miró y dibujó una sonrisa triste en su rostro— desde que llegamos aquí, parecías más feliz, más alegre, más ella y tuve miedo. Miedo que tú también me alejarás de tu lado.

Vi que sus hombros temblaban y que aquel duro y fuerte hombre al que yo amaba y temía en partes iguales, se derrumbó frente a mí, sin que pudiera hacer nada por evitarlo. Como una persona sensible no podía ser indiferente ante él y terminé llorando y abrazándole fuertemente. Él pareció tensarse un segundo pero al final terminó correspondiéndome.

—Lo siento, papá —y en verdad lo sentía. Por él, por mamá, por lo que ambos habían sufrido en ese matrimonio que carecía de amor, pero también por no haber intentado acercarme a él e intentar comprenderle.

Sentada allí, escuchando hablar a mi padre me di cuenta que no lo conocía, que no sabía sobre su pasado, sobre sus vivencias, sobre lo que él había sufrido siendo más joven, sólo podía escucharlo y tratar de entenderlo y con ello tratar de entenderme a mí misma.

Acostada en mi cama esa misma noche, reflexioné sobre lo acontecido: mi padre, aquel hombre que juzgaba como un hombre duro se había abierto ante mí contándome sus penurias. Pidiéndome una nueva oportunidad para que nos conozcamos, para quererlos, para apoyarnos como el padre e hija que éramos.

La relación con mi padre empezó a cambiar en pequeños pasos no es que nos volviéramos confidentes y mejores amigos de la noche a la mañana, pero se notaba en mi padre el interés y el ahínco por ser más cercanos; fueron cambios sutiles y que hicieron que nuestros problemas como padre e hija empezaran a menguar lentamente.

Pero, una mañana trascurrida una semana de la conversación con mi padre, sucedió algo que me sobresaltado de sobremanera cuando me creía tranquila.

—Hinata-sama —me llamó Neji desde un extremo de la mesa donde desayunábamos todas las mañanas—. Sabemos que estás un tanto deprimida…—miró a Natsu y a Hanabi— y le compramos algo para animarla —puso un pequeño paquete envuelto en papel de regalo.

—Neji-niisan, no creo que…—empecé a decir.

—¡Vamos, Hinata, tómalo! —interrumpió Hanabi, un tanto impaciente—. Nos hemos esforzado un montón en encontrarlo especialmente para ti.

Observé la mirada ansiosa que me lanzaba Hanabi, la maternal de Natsu y la seria aunque cariñosa de Neji y no pude resistirme.

—Está bien, —tomé el pequeño paquete rectangular y lo rasgué con ayuda de Hanabi y ante mis ojos apareció el último tomo de Menma— es…es Menma.

—¡Sorpresa! —gritaron los tres y yo sólo sentí que las lágrimas acudían a mis ojos. Fue por este manga que empezó todo, fue la primera vez que Naruto-kun y yo hablamos por primera vez. Que lo empecé a conocer y amar; no como una ilusión sino algo más real, más tangible, más alcanzable.

Corrí escaleras arriba y no salí de allí hasta que las lágrimas pararon.

¿A quién pretendía engañar? Aún a pesar que la relación con mi padre mejoró, el recuerdo de Naruto seguía entristeciéndome. Me encontraba tan deprimida que le pedí a Natsu que llamará a la escuela y les avisará que faltaría ese día. Recostada en mi cama con las sábanas cubriéndome, pensé en él. No le había visto en todo ese tiempo y aunque el asunto con mi padre, eclipsó cualquier otro evento en mi mente, pude entender que simplemente había estado evitando pensar en él. Me destapé y caminé hasta mi mesita de noche, busqué entre mis cosas sacando hojas sueltas, libros y algunos cuadernos, lo hallé: el manga de Menma, acaricié la portada y sonreí con tristeza, pensando en todo lo ocurrido.

Mientras lo observaba, reflexioné sobre toda la relación que formamos Naruto y yo. Desde un inicio él y yo no iniciamos nuestra amistad de una manera muy tradicional, por así decirlo. Recuerdo perfectamente que nos encontramos en aquel parque a medianoche después de mi fallido intento de conseguir aquel manga que adoraba, luego le conté sobre mi madre y él me regaló el manga, luego en el campo de fútbol él me enseñó a jugar aquel deporte pese a lo mala que era un principio para invitarme a comer ramen, después compartiendo su tiempo y contándome algunas anécdotas con su familia. Para finalmente seguirme al club de jardinería hasta besarme debajo de las gradas del campo de fútbol.

Y, pude entender el patrón: Naruto siempre fue el primero en mostrar interés en mí, en dar el primer paso para conocernos. Siempre dio su tiempo, su energía y corazón en que yo le prestará atención, sin darme cuenta. Mientras yo me ahogaba en mi inseguridad y buscaba las palabras perfectas para confesarle mis sentimientos por él. Él lo demostraba con sus acciones tan diametralmente opuestos como siempre.

Naruto no era perfecto, ahora me daba cuenta, él también era inseguro y celoso.

Pero yo tampoco lo era: el temor a su rechazo y no poder estar a su altura me refrenaba a mirarlo a los ojos y decirle cuánto le quería. De la misma manera que estuve viviendo todos esos años la relación con mi padre: era mi escudo, mi mecanismo de defensa para protegerme del dolor. No dejaba que nadie se me acercará demasiado para evitar que me dañaran y prefería pensar, vivir y amar a la distancia, porque era más fácil, más sencillo que no doliera.

Pero finalmente me había arriesgado a que alguien me viera, que Naruto me viera y sí era doloroso, pero en el dolor también se podía lograr la comprensión y la madurez de enfrentar los problemas que tenemos en la vida.

Claro que escribía poemas declarando mi amor por él, soñaba y suspiraba por él, todo el tiempo. Me proclamaba su eterna enamorada, pero nunca lo había demostrado verdaderamente ante él y ese fue mi peor error.

Me senté en mi escritorio, tomé mi teléfono celular y marqué un número.

—Sasuke, —dije, cuando escuché la voz de mi amigo, contestándome—necesito que me hagas un favor.

Lo escuché un momento, repetí mi petición y me despedí.

Apilé un par de hojas blancas en mi escritorio y con un bolígrafo a mano, intenté escribir.


Me sentía nerviosa.

Apreté la hoja que tenía en las manos, arrugándola un poco más. La alisé en mi rodilla y volví a leer las palabras que escribí en ella.

Volver a escribir fue doloroso y afiebrante como si me hubiera roto el brazo, éste fue curado y ahora debía pasar por rehabilitación para volver a usarlo, recordarle a mis dedos como moverse en la hoja, volver a conectar los nervios de mis dedos con el resto de mi cuerpo y que obedezcan órdenes. Durante toda la semana me forcé a escribir: las primeras horas fueron un suplicio, mirando la hoja en blanco sin saber cómo iniciar; después fueron garabatos y palabras tachadas mayormente que le dieron pase a frases inconexas y sinsentido, pero finalmente pude lograrlo, finalmente el viernes pude escribir.

No era poesía.

Ni relatos de amor llenos de fantasía.

Era una disculpa, hecha de mis propias palabras, sin lírica, sin la base de un soneto o belleza.

Eran palabras escritas con una franca e intempestiva verdad, pero no por ello menos real.

Repasé las palabras una vez más, decidida a decir cada una de ellas, sin vacilación. Los pasos apresurados de alguien corriendo, me hicieron alzar la vista por un momento y enrojecer, al siguiente.

—Naruto-kun —me levanté de la banca del parque donde lo esperaba, algo ansiosa; pero cuando lo vi más de cerca, me asombré mucho— ¿Qué te paso?

—¿Eh? —Se frotó la mejilla derecha donde una gran mancha morada se extendía en su rostro—. Un regalo de parte de Sasuke.

Me mordí el labio, preocupada.

—Sabía que pedirle a Sasuke que le hablará sería mala idea —murmuré, recordando el favor que le pedí a Sasuke por teléfono: el que hablará con Naruto, diciéndole que yo me encontraría en el parque, esperándole—. ¿Te duele? —pregunté, preocupada.

—Ayer sí, hoy no.

Le miré y él me devolvió la mirada.

—¿Podríamos sentarnos? —le pedí, sintiendo que las rodillas no podrían sostenerme si continuaba contemplándolo.

Asintió y nos sentamos en la misma banca pero dejando una gran distancia entre ambos. Traté de recordar las palabras que tenía escrito en la hoja pero me sentía terriblemente nerviosa; apreté las manos un par de veces para infundirme de valor.

—Naruto.

—Hinata.

Ambos dijimos nuestros nombres a la vez y nos miramos apenados.

—¿Podría hablar primero? —solicité, sabiendo que el poco valor reunido en mi interior podría desaparecer en cualquier momento.

Naruto asintió.

Tomé un poco de aire y repasé las palabras escritas en el papel en mi mente, tratando de organizarla adecuadamente. Cerré los ojos y lo deje ir:

—No soy buena relacionándome con las personas, —empecé a decir— los únicos dos amigos que tengo en la escuela son Shino y Kiba y sólo somos amigos porque ninguno de los tres tiene un grupo en la clase de ciencias. Tampoco soy buena expresando abiertamente mis sentimientos por nadie en general —tomé aire, una vez— ni por ti, en específico—. Lo vi ruborizarse y me alegré porque mis mejillas estaban iguales—. Me encanta escribir y escribiendo es la única manera en que puedo expresarme con mayor libertad y dejar sentir mis emociones y mis sueños. ¿Recuerdas que me preguntaste para quien era el poema que leía en clase? —lo miré directo a sus hermosos ojos azules y lo confesé: —era para ti, yo…lo escribí pensando en ti.

Aparté la mirada y me concentré en mis temblorosas manos apoyadas en mis rodillas.

—Escribir para mí era mi don, mi esencia y lo que yo era en ese entonces. No necesitaba que me prestarás atención si yo podía vivir escribiendo sobre ti, verte cada mañana era mi más gran regalo y mi alegría constante. No quería nada más, me daba miedo anhelar algo más sin sentir que cada deseo podía estrellarse con la realidad, ¿entiendes? Yo quería el amor pero no sus complicaciones, yo sólo quería soñar con el amor más no vivir sus riesgos, temía tanto al dolor que, querer a la distancia era más fácil y sencillo para mí. Pero tú me has enseñado que el amor debe demostrarse, por el cual debe lucharse y arriesgarse es por eso que yo…—volví a tomar aire y lo dije: —me gustas, Naruto Uzumaki— finalmente, lo dije—. Desde hace mucho tiempo quise decírtelo pero el miedo al rechazo siempre fue más fuerte. Nunca he querido lastimarte ni jugar con tus sentimientos, sólo que mi inseguridad siempre me refrenaba a decírtelo.

Volví a alzar los ojos para mirarle y hacerle notar que no era una mentira lo que le decía, cuando noté lo cerca que estaba de mí.

Chillé y me eché para atrás, dejando una gran distancia entre nosotros, mi corazón latía desbocado en mi pecho y mis mejillas habían adquirido un nuevo nivel de sonrojo.

—L—lo siento —se rascó el cabello, nervioso. Me volvió a mirar y con decisión acortó lentamente la distancia que teníamos en la banca—. Sasuke me pegó en la cara cuando me negué a venir —confesó Naruto, asombrándome— yo le pegué también, para estar parejos. Me dijo que dejará de ser un idiota cobarde y que hablará contigo para arreglar las cosas. Me volví a negar pese a que quería verte —Naruto se quitó la mochila que cargaba en esos momentos y la dejó en el suelo— Sasuke volvió a pegarme y me gritó diciendo que no podría creer con tanta facilidad en las palabras de Shion sabiendo lo mentirosa que era. Me dijo que debía al menos darte el beneficio de la duda y que entre ustedes no había nada.

—¿Entonces, por eso viniste?

Él negó.

—¿No?

—No —abrió su mochila y de su interior sacó un cuaderno que yo conocía muy bien—. Me enseñó esto —mi precioso cuaderno lleno de poesías dirigidas a él y al que yo creía irremediablemente perdido. Lo tomé con manos temblorosas y abrí la tapa. Lo creía perdido así como yo me encontraba, pero había aprendido a reponerme sin tenerlo a mi lado.

—¿Lo leíste? —pregunté, regresando mi mirada a Naruto.

Él asintió avergonzado.

—Entonces, sabías que me gustabas —me sentí decepcionada—. Sólo viniste para confirmarlo. No estabas interesado en arreglar las cosas.

—¿Qué? ¡No! Sólo quería saber si yo podía crear tales sentimientos en ti, si yo el patético Naruto, el gamberro de la clase, el segundo en todo, podía en verdad gustarte a ti, Hinata.

—Tú nunca has sido patético, Naruto —negué rápidamente— siempre has sido tan brillante, tan radiante que resaltabas entre los demás —me volvió a ver con una sonrisa tan brillante que aparté la mirada.

Bien, debía controlarme para no hacer el ridículo.

—¿Lo ves? —me dijo entre complacido y avergonzado—. Tú eres una de las pocas personas que puedo decirlo, pero cuando vives al lado de Sasuke todo el tiempo, te acostumbras a que ningún halago te llegué a ti, necesariamente.

Alcé la mirada.

—Las personas sólo están interesadas en acercarse a mí, para llegar a Sasuke y créeme eso no es nada bonito de sentir, ttebayo. Así que cuando Shion lo insinuó, pues…

—Pero, ¡no es cierto! —Exclamé, molesta por su insinuación y por la forma que hablaba de sí mismo con tan poca consideración—. Tú me gustaste antes de siquiera conocer a Sasuke o a alguien más en la escuela, tú me salvaste de ese tipo, ¿recuerdas? Tu valor y tu bondad hicieron que me fijara en ti y me enamorará perdidamente de ti —apenas estas palabras escaparon de mis labios me di cuenta del peso que tenían y me ruboricé.

Sentí los brazos de Naruto rodeándome y el color de mis mejillas aumentó considerablemente.

—No creo que esa haya sido la primera vez que nos vimos —susurró Naruto, acomodándome un mechón de cabello con inusitado interés— al menos, no fue la primera vez que yo te vi —confesó, sorprendiéndome—. Recuerdo la primera vez que te vi, tú no me viste pero yo sí. Recuerdas aquella lluvia de junio que te recibió en tu arribo a la ciudad. Yo había salido a hacer unas compras gracias a que mi madre se le olvidó los ingredientes de la cena y amenazó con no darme de cenar sino la obedecía. Así que allí estaba yo empapándome, cargando una bolsa de compras y con las zapatillas y la ropa chorreándome mientras regresaba a casa hasta que me detuve en una plaza y te vi, —la voz de Naruto suave y baja, se llenó de emoción haciendo que sintiera escalofríos por todo el cuerpo cuando sus dedos acariciaron mi mejilla— estabas bailando. Estaba lloviendo torrencialmente y tú bailabas, ttebayo —y entonces, recordé.

Sólo unas horas antes arribamos a la ciudad desde Tokio, me sentía aburrida y decepcionada que mi padre nos había enviado a Hanabi, a Neji y a mí primero antes de liquidar cualquier negocio en la capital. Estaba tan enfadada al pensar en lo que mi padre hacía para aumentar el dinero en sus empresas antes que sus hijas y sobrino; Hanabi estuvo triste todo el camino ya que dejó grandes amigas en la ciudad ante las súplicas que ella le dijo a mi padre para no mudarnos, de nuevo.

Recuerdo que detuve el auto y saqué a mi hermana a rastras y la hice correr siguiéndome por todo el lugar, no conocía nada y ello en vez de asustarme, me llenaba de extraña seguridad, no podías hacer el ridículo si nadie te conocía para señalártelo, compré un gran helado para Hanabi, la arrastré a tiendas de ropa, de video juegos e incluso de una enorme pizzería hasta que empezó a llover.

—Debemos regresar a casa —dijo Hanabi, mientras nos refugiábamos a la sombra de un edificio que evitaría que nos enfermáramos por la torrencial lluvia.

—¿Por qué? —Dije, sonriendo y sacando una mano bajó la lluvia y viendo como las gotas de agua, salpicaban mis manos—. ¡Vamos! —intenté que Hanabi me siguiera, pero ella negó y se aferró a la estructura.

Negué y alcé los brazos a la lluvia riendo.

—¡Vamos, Hanabi —intenté animarla.

—¡Estás loca, Hinata! Vas a enfermarte si sigues en la lluvia.

Reí y alcé mis brazos, imitando algunos pasos de vals con un compañero imaginario.

La lluvia caía, me mojaba la ropa, pero por primera vez a mí no me importaba, porque escuchaba a Hanabi reír. Mi cuerpo giraba dando vueltas por aquel parque vacío, sin preocupaciones.

Recuerdo que falté a clases por una semana por el fuerte resfriado que conseguí aquel día.

—¿Me viste? —pregunté, algo sorprendida. No creía que me hubiera visto de aquella manera y nunca haberlo mencionado.

Lo miré y rió avergonzado.

—Sí, por eso la primera vez que te vi en la escuela, me sorprendí muchísimo al verte y no sabía cómo abordar el tema —recordé las primeras veces que nos veíamos a la distancia. La mirada curiosa de Naruto en las clases.

—Eso explica bastante —murmuré, quedadamente.

—¿Eh? ¿Dijiste algo, ttebayo?

Negué rápidamente.

—No, no.

Al parecer no era la única que miraba a la distancia y temía acercarse, reí por la ironía de todo el asunto.

¡Ambos éramos tan tontos!

Naruto me acompañó a casa y se detuvo en la puerta de la entrada.

—Toma, no te olvides esto —dijo Naruto entregándome mi cuaderno lleno de poesías.

Asentí y lo tomé, con una sonrisa.

—Gracias —Naruto me devolvió la sonrisa y miró para ambos lados, con una mirada determinada.

—¿Qué haces Naruto? —pregunté sin entender. Él sonrió zorrunamente y me tomó de los hombros para mi sorpresa, lo siguiente en lo que pude pensar fue en el beso que me dio tan inesperado como anhelante.

Le devolví el beso, poniendo todo mi empeño en seguirle. El beso sólo duró un par de segundos pero para mí fueron una eternidad.

—Hasta mañana —se despidió Naruto.

—Hasta mañana —susurré, soñadoramente.

—Lee la última página —susurró Naruto acercándose a mi rostro y depositó un suave beso en mi mejilla.

Lo vi alejarse mientras recuperaba el aliento apoyada en la puerta de la entrada de mi casa.

Esa noche, después de cenar y casi a punto de dormir, recordé lo que me dijo Naruto y cogí mi cuaderno de poesías de mi mesita de noche, busqué la última página y un gran sonrojo inundó mi rostro mientras leía lo que él había escrito.

.

No estoy pensando en ti porque deba hacerlo, estoy pensando en ti porque quiero hacerlo.

No estoy pensando en ti porque me obliguen a hacerlo, estoy pensando en ti porque necesito hacerlo.

Quiero pensar en ti todo el tiempo, a cada instante, a cada momento.

Quiero pensar en ti, en tu sonrisa, en tu mirada, en tus labios, en el olor de tu cabello, en el brillo perlado de tus ojos, tus únicos y especiales ojos.

Quiero perderme en sueños, sueños donde estemos solos tú y yo, sonriendo.

Quiero cerrar los ojos y verte en mis sueños y pensamientos, quiero mirar cada cosa y recordarte en todas ellas.

Quiero tomar tu mano y no soltarla nunca, aunque tiemble, aunque tenga miedo; porque sé que contigo a mi lado todo será más seguro.

Seguro, único y verdadero.

.

P.D. Sasuke es muy bueno enseñando poesía, ttebayo, ¿quién lo diría?

Me reí y me sonrojé a partes iguales, pensando en el primer poema que Naruto me dedicaba, tan lleno de amor, cariño que siempre anhelé en mi vida.

Las cosas entre él y yo mejorarían con el tiempo.

Sólo debía ser paciente.

Y, tenerle confianza y que él la tuviera conmigo.

Era un largo camino que ambos debíamos de recorrer, pero estaba dispuesta hacerlo si era Naruto el que estuviera a mi lado.

Algunos años después, mi recompensa sería infinitamente mayor a lo que yo esperaba…

—¡Hinata! —El portazo de la puerta de la casa, me sobresaltó saliendo de mis recuerdos—. ¡Ya estoy en casa! ¿Hinata? —Vi asomar la rubia cabellera de Naruto por el marco de la puerta y me sonrió con ternura— Hinata, ¿qué estás haciendo allí sentada? —preguntó al verme sentada en el suelo de nuestra nueva habitación y rodeada de cajas llenas de álbumes de fotos y cuaderno viejos que tenía de la escuela, específicamente de aquel libro rojo que él conocía tan bien en mis manos.

—Sólo viajaba un poco por mis recuerdos —respondí con una sonrisa, que él imitó con creces, sentándose a mi lado.

—¿Sabes que te amo, verdad? —dijo Naruto, apoyando su cabeza en mi hombro y mirándome con aquellos incomparables ojos azules. Reí quedadamente y me sonrojé de sobremanera ante su presencia. A pesar del tiempo que llevábamos juntos como novios y los dos años de casados, los ojos azules de Naruto todavía hacían temblar mis rodillas y vibrar de emoción mi corazón cuando me observaban de aquella manera.

—Lo sé —respondí con un pequeño susurro tan bajo, tan íntimo, como un pequeño secreto entre nosotros—. Sabes que yo también te amo, ¿verdad?

Sus ojos azules resplandecieron brillantemente con mis palabras y riendo quedadamente, Naruto besó mi nariz con ternura.

—Lo sé —dijo, acariciando mi vientre apenas abultado donde un pequeño bebé crecía en mi interior. Un bebé tanto suyo como mío y por el cual esperábamos con ansias su arribo en nuestras vidas— lo sé, mi querida esposa —continuó en un tono dulce y romántico acercándose para besarme.

—Tonto —dije, sonrojada. Le empujé a un lado ante su total desconcierto.

—¿Qué te pasa, Hinata? —preguntó, mirándome como me levantaba de su lado y me dirigía hacia la puerta.

—¡La única romántica de la relación soy yo! —exclamé, azorada, cruzándome de brazos. Claro, mi imagen no era para nada intimidante con mi cara roja y avergonzada y con aquella pancita de cuatro meses y con un vestido decorado con imágenes de ositos panda.

Se quedó mirándome y entonces una ancha sonrisa apareció en su rostro, mirándome.

—¿Así que no puedo ser romántico?

—No, esa es mi zona. Elige otra para ti —contesté de forma infantil.

—Entonces, puedo ser el monstruo de las cosquillas — dijo sonriendo con una sonrisa traviesa y persiguiéndome por toda la habitación.

—No, Naruto-kun. Espera.

Nuestras risas inundaron la habitación, la cocina, la sala y toda nuestra casa, haciendo notoria nuestra felicidad. Desde que nos habíamos casado, siempre teníamos esa chispa que llevábamos siendo adolescentes, bromeando y riendo, pero sobre todo demostrando cuánto nos queríamos.

Naruto me acorraló contra una pared y mis ojos se perdieron ante la intensidad de su mirada.

—Ya no es divertido —dijo y yo asentí de acuerdo con sus palabras. Una energía distinta se sentía en el ambiente mientras nos mirábamos. Sus dedos me acariciaron y sentí como si lava caliente me inundaba por completo.

Naruto rió y tomándome de la mano me guió de vuelta a la habitación.

Yo sólo pude seguirle.

¿Saben? Siempre me gustó escribir.

Pequeñas rimas, frases alentadoras y citas para levantarme el ánimo, pero lo que en verdad me encantaba era escribir poemas. Poemas de superación, de la amistad, del amor.

Pero, cuando lo conocí, supe que ya no volvería a escribir acerca de nada más que no fuera él. De sus cabellos rubios, de sus ojos azules, de su sonrisa brillante.

De Naruto Uzumaki.

Y eso me metió en muchos problemas en la escuela. Porque por mucho tiempo temí poder expresarme libremente y mostrar quien era yo realmente al resto del mundo.

Tenía tanto miedo de mostrarme quien era, que ello me hizo hundirme y caer en una espiral de depresión y perdí mi propia identidad y lo que quería realmente. Hasta que encontré la fuerza suficiente para rebelarme ante lo que todo el mundo quería de mí y eligiendo por mí misma lo que yo quería para mi vida.

Así que dejé de llorar y lamentarme por todo y empecé a vivir por lo que yo quería y por quien yo quería a mi lado; después de todo, la vida no es fácil de vivirla, pero ¿Quién ha dicho que las cosas deben ser fáciles? Las cosas más hermosas son aquellas por las cuales luchamos con todo nuestro corazón hasta el final y sin importar los obstáculos que puedan atravesarse en nuestro camino.

Porque al fin de cuentas yo soy lo que yo quiero ser: alguien divertida y jovial, alguien amorosa y romántica, pesimista y con un humor extraño.

A fin de cuentas uno no puede olvidar quien es y yo nunca lo he olvidado: yo soy la chica de las poesías, la extraña, la que sueña con imposibles y esta ha sido mi historia.

¿Qué esperas para escribir tu propia historia?

Adelante.

Cree en ti misma.


NOTAS

Sólo quiero agradecer a todo el mundo por seguir esta historia, ya sea desde sus inicios o en mitad de camino. También a quien lo lea ahora ya finalizado. Como siempre lo he dicho cada historia que escribo son un pedacito de mi misma y todas tienen un lugar especial en mi corazón. Lo escribo con cariño y siempre intento escribir algo distinto, pero interesante y lleno de sentimientos, y, ¿por qué no? Que sea divertido y entretenido. La poesía, por otro lado, ha sido mi vida desde los quince y que gracias a ella ingresé a la literatura y que empecé a escribir, ayudándome a entender varias cosas de mi propia vida. Escribir se volvió una parte de mí y todo ello ha sido gracias a la poesía.

Así que gracias, gracias por seguir este fic, por sus comentarios, por los fav, follows o por sólo tomarse el tiempo de leerlo.

¡Muchísimas gracias!

Nos leemos en otra historia NH, que aún tengo un montón por publicar.

Con gran satisfacción puede decir: STATUS COMPLETE.

¡Por fin!