¡Hola! Mi primer fic "largo" de digimon nwn.


Datos del fic:

Título: Cómo sobrevivir a un embarazo si tu marido es Taichi.

Pareja: Taiora.

Capítulos: 15.

Estatus: Incompleto. Capítulos fijos.

Ranking: M.

Mundo:

Adventure. Sin final de 02.

Tipo de fic:

One-shots, drables o viñetas que quizás no tengan relación entre sí misma, pero que estarán basadas en el embarazo primerizo de la pareja.

Advertencias: OOC, IC, humor del malo, dosis de amor y cariñitos, niños y embarazos.

Dedicado: Se lo dedico no solo a mi amiga del alma y compañera del shippeo Taiora, Jackilyn, si no que al grupo de face Grupo Taiora Latino, que pese a no ser latina me han recibido con los brazos abiertos.

Disclaimer: Digimon y sus personajes no me pertenece, la historia sí. Cualquier coincidencia con la vida real o tener exactamente las mismas palabras que otro fic es pura casualidad. De ocurrir esto último, por favor, avisadme.


ºComo sobrevivir a un embarazo si tu marido es Taichi

Cuando levantarte a orinar es peligroso.

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Era su primer hijo. Quizás eso influyera. Pero nunca nadie había visto a Tai de ese modo como en esos instantes. Radiante de felicidad, canturreando cada vez que llegaba a casa, trayendo regalos bajo el brazo que iban hacia un niño que todavía no había nacido.

Eso sería lo normal, disfrutar de su felicidad, de la esperanza de que iba a ser padre. Y ella sonreía cada vez que lo veía entrar en el dormitorio que sería para su primer hijo y dejar el juguete y sonreír satisfecho. También disfrutaba verle en chándal, montando los muebles con sumo cariño y pintando.

Mientras silbaba y salía para beber algo fresco, le dejaba un tierno beso en la frente y le daba una suave caricia en el vientre, antes de volver al trabajo.

Ambos habían elegido todo, no es que solo Tai estuviera trabajando. Ella misma había escogido el color de la habitación, se encargaba de la ropa, tanto para vestirle como para arroparlo por las noches, los enseres necesarios para su alimentación y aseo… Todo lo que una madre debía de hacer para la llegada de su hijo.

Pero a medida que su barriga fue creciendo, Tai fue cambiando de un modo rápido y que a veces la sacaba de quicio.

Y es que el chico empezó a tener ciertos ataques de miedo.

No le quitaba la vista de encima y siempre la regañaba cuando veía algo peligroso y que ella no echaba cuenta, pues no veía peligro alguno, él aparecía para retirarla.

Como cuando se asomaba para ver por la noche las estrellas. Tai había reforzado los tornillos de la barandilla por seguridad.

Sora cada vez tenía menos paciencia. No es que no agradeciera, ni le amara menos, es que simplemente entre que sus hormonas empezaban a estar más revueltas todavía, que el feto empezaba a empujar zonas para encajarse y que las posibilidades de saltar eran mayores, le crispaba los nervios.

Ese día no hacía más que ir al baño y beber en cuantía. Tai había ido a trabajar y no fue testigo de los motivos de por qué iba tanto al servicio. Cuando su marido llegó, la vio salir de él y con una sonrisa de esas suyas, además de un oso de peluche bajo el brazo, azul y con el nombre de su hijo grabado en una etiqueta.

Le dio un beso en la mejilla y tras saludarla, se dirigió a la habitación para dejar el nuevo juguete.

Las horas pasaron con más idas al servicio y finalmente, a la hora de acostarse. Preparó una botellita de agua en la mesita de noche, junto a la novela que estaba enganchada y se permitía leer una hoja antes de irse a dormir, más que nada, para quitarse el mono un poco de la lectura.

Tai se acostaba tras un beso de buenas noches y una pequeña charla acerca de su trabajo. Solía quedarse dormido enseguida, a veces, incluso mientras hablaba. Le divertía cuando pasaba eso y tenía que arroparlo para que no pescara un resfriado. Sin embargo, esos días parecía tener el sueño muy ligero y se despertaba con tan solo pasar una página.

Ese momento fue, sin embargo, cuando se levantó para ir al cuarto de baño. La primera vez no dijo nada. La segunda vez fingió que dormía y la tercera vez entró, abriendo la puerta y apoyándose en el quicio, de brazos cruzados.

—¡Tai! — replicó avergonzada.

—Estás viniendo mucho al baño, ¿no?

Sora abrió la boca para gritarle, pero estaba demasiado avergonzada como para decir algo coherente, así que agarró el peine y se lo tiró, junto al jabón y hasta el papel del baño.

—¡Fuera! — logró decir—. Ah… devuélveme el papel.

Tai se lo devolvió casi con miedo. Dejó la puerta encajada y habló.

—Haces mucho…

—¡Tai! — reprendió limpiándose nerviosa—. No lo digas.

—Pi…

—¡Taichi! — exclamó abriendo la puerta y viéndolo casi perder el equilibrio—. Estoy bebiendo mucha agua por sed, claro que tendré que ir a hacer pipí.

Tai la miró y la señaló.

—Tú lo has dicho, no yo— objetó.

Sora enrojeció y se volvió para lavarse las manos y secárselas. Luego intentó estrangular a su marido, pero este estaba tan preocupado con que se hiciera daño que le puso cojines a diestro y siniestro y terminó casi poniéndole una moqueta de cojines de la cama al baño para que no se cayera.

—Tai, a veces exageras.

Pero él le dedicó una de aquellas sonrisas que le recordaban por qué le amaba con tanta fuerza. Ahora solo tenía que hacerle entender que levantarse a hacer tus cosas por beber, no era malo.


¡Nos vemos con el próximo!