Anexo II: La cena

Acomodó la mesa una vez más, aún indeciso. No terminaba de convencerlo la disposición de las servilletas. Se rascó la barbilla mientras componía un gesto de descontento. Cambió todas las servilletas de lugar, dio un par de pasos hacia atrás y asintió. Así estaba mejor.

Miró la hora en el reloj de pared, suspiró, estiró las mangas de su camisa y se encaminó a la cocina.

Hermione revisaba la comida que se cocinaba en el horno. Un par de cacerolas humeaban sobre los fogones y un cuenco con ensalada descansaba en la mesa.

—¿Todo bien?— preguntó Severus, viéndola cerrar la puerta del horno con una sonrisa.

—Sí— dijo ella—. El pollo está casi listo.— El hombre asintió con la cabeza y miró en derredor—. ¿Estás bien?— quiso saber Hermione, se aproximó a él y le acarició el brazo.

—Sí— respondió Severus en un murmullo.

En realidad no estaba tan tranquilo como le hubiese gustado. Temía la reacción de sus suegros ante el anuncio que les harían, pese a que Hermione le había dicho hasta el cansancio que se alegrarían y que no tenía que preocuparse tanto. No podía evitarlo. Severus sabía que no les caía del todo bien, y era normal; Hermione era hija única, él había sido su profesor, tenía bastantes años más... y ahora un bebé en camino.

Tragó saliva.

Había sido un accidente, pero él estaba rebosante de felicidad desde que lo supo.

—Todo saldrá bien, ya verás— lo calmó la mujer, poniéndose de puntillas y dejando un cariñoso beso en su mejilla. Snape trató de sonreír en respuesta.

—Lo sé— aseguró. Le rodeó los hombros con un brazo y besó su frente. Se miraron a los ojos un momento, antes de que él volviera a hablar:—. Empezaré a llevar las cosas al comedor.— Hermione movió la cabeza afirmativamente y giró sobre sus talones, mientras que Severus cogía la ensalada.

Luego de unos minutos, el pollo, las salsas, el puré de patatas y la ensalada estaban dispuestos en perfecto orden en la mesa del comedor. El mantel era blanco, estirado pulcramente, y las servilletas doradas dobladas con precisión. Cuatro copas de cristal, cuatro platos con detalles dorados y cuatro pares de cubiertos esperaban a sus comensales. Dos velas culminaban la decoración.

El timbre sonó de pronto. Severus se puso tenso y Hermione lo tomó de la mano. Se dirigieron una mirada rápida, ella le sonrió y fue a abrir la puerta. Snape decidió que era apropiado acompañarla y recibir juntos a sus invitados. La alcanzó antes de que abriera y colocó una mano en su hombro, tanto para darle apoyo como para sentirse más seguro él mismo.

—¡Hola!— saludó Hermione alegremente. Sus padres le sonrieron con afecto. El señor Granger llevaba en su mano una botella de vino, que Severus observó receloso—. Pasen.

—Buenas noches— dijo el mago, extendiendo su mano. La madre de Hermione se la estrechó de forma cordial, mientras que su padre fue algo más frío y distante. Severus estaba conforme, era mejor eso que una mirada de desprecio (como la que recibió el día que lo conoció).

—¿Cómo han estado?— preguntó Hermione, mientras todos caminaban hacia el interior de la casa.

—Bien, hija— contestó la otra mujer—. ¿Y ustedes?

Severus se quedó algo rezagado, cerró la puerta y respiró profundamente. Después, ya armado de valor, dio media vuelta y se dirigió al comedor, donde sus suegros tomaban asiento.

—¿Se les ofrece algo de beber?— inquirió Severus.

—John trajo un vino— dijo la señora Granger, con una sonrisa amable. Snape pidió permiso para tomar la botella y el señor Granger se la dio sin dejar de mirarlo a los ojos. Le agradeció con un movimiento de cabeza y sacó un descorchador. Podía hacerlo perfectamente usando su varita, pero prefirió demostrar sus aptitudes al estilo muggle; quizás así lograría sorprender a su suegro.

—¿Qué tal el trabajo?— habló Hermione para distender el ambiente, al tiempo que se sentaba de cara a sus padres.

—Muy atareado— contestó John—, pero bien. ¿Recuerdas a Doris, la anestesista?— Hermione asintió—. Bueno, resulta que quedó embarazada del idiota de su novio.— Severus casi dejó caer la botella, pero por suerte nadie lo notó.

—¡No!— habló la joven, tratando de que no se notara lo nerviosa que se había puesto de repente—. ¿Volvió con él?

—Tal parece que fue un accidente— continuó el señor Granger, quien dirigía constantes miradas a Severus, como si temiera por la integridad de su valioso vino—, pero, según ella, fue planeado.

Snape apenas y podía concentrarse. Le sudaban las manos. Giraba el corcho una y otra vez, rogando estar haciéndolo bien y no quedar como un imbécil frente a todos. Se esforzó para que sus manos no temblaran, y luego de unos intentos, logró sacar el corcho, que produjo un sonido hueco. Sólo entonces el señor Granger dejó de mirarlo y pareció relajarse.

—En fin— continuó John, al tiempo que se estiraba un poco en el asiento—, dentro de poco se tomará su prenatal, así que estamos buscando a alguien que la reemplace.

—Como sea, está muy entusiasmada— terció la señora Granger—. ¿Y tú, Hermione?— La aludida miró a su madre con los ojos muy abiertos, sin comprender muy bien qué era lo que realmente le estaba preguntando. Severus la miró con atención, sentía como si su corazón se hubiera detenido. ¿Sería tan cierto aquello del instinto maternal? Pero no era eso:—. ¿Cómo va tu trabajo?— Hermione parpadeó y se quedó con la boca abierta un momento.

—Ah... Bien, bien. Creo que dentro de poco me aumentarán el sueldo— concluyó la frase con una sonrisa, para que pasara inadvertido su instante de turbación.

Por otro lado, Snape servía el vino en las copas con un cuidado extremo, todavía de pie.

—Cuánto me alegro, hija— manifestó la mujer—. Ya me estaba preocupando... Trabajas demasiado.— Hermione sonrió para restarle importancia—. ¿Tú cómo estás, Severus?— continuó preguntando cuando el mago le ofreció una copa de vino.

—Bien, gracias— contestó él, sentándose junto a Hermione. Se obligó a continuar la conversación:—. Hace poco me hicieron jefe de departamento.— El señor Granger alzó las cejas.

—¿Ah, sí?— cuestionó John—. ¿Y qué es lo que tienes que hacer?— Severus no advirtió malicia en la pregunta, así que se sintió un poco más afianzado al responder:

—Me encargo del inventario y las finanzas.— El padre de Hermione hizo una mueca con los labios mientras movía la cabeza de arriba abajo.

—Qué bien.

Se produjo un silencio corto. Severus le sostenía la mirada a su suegro, mientras que las dos mujeres los observaban. Hermione inspiró y dijo:

—Mamá, ¿quieres ensalada?

—Sí, claro— respondió con vehemencia.

La comida se sucedía con normalidad, platicaban y de vez en cuando reían (Snape sonreía). Hermione no había tocado su copa de vino, pero sus padres no parecieron percatarse.

Habían acordado dar la noticia cuando acabaran de comer, de esa forma ya habrían entrado en más confianza. Severus se mostraba mucho más conversador y entusiasmado que las anteriores oportunidades en las que se habían visto. Antes no había sido totalmente antipático, pero no demostró demasiado interés en agradarles. Ahora, sin embargo, era imperativo.

—¿Quieres más puré, papá?— preguntó Hermione.

—No, gracias, mi niña, estoy satisfecho— dijo él—, pero te aceptaría un café.

—Yo lo traigo— se ofreció Severus al momento—. ¿Usted quiere uno?— se dirigió a su suegra. Los trataba formalmente por educación, pero lo cierto era que estaba más cerca de tener su edad que la edad de Hermione. Era raro.

—Un té estaría bien, si no es mucha molestia.— Severus asintió y miró a Hermione.

—También un té.

El mago se levantó, aliviado de tener algo que hacer, hizo desaparecer los restos de la cena con un movimiento de varita y se perdió tras la puerta de la cocina. En ese instante, John se inclinó hacia adelante y susurró:

—¿Qué le pasa?— Hermione frunció el ceño y el hombre señaló con la cabeza en dirección a la cocina—. Está como... extraño.

—¿Por qué lo dices?— preguntó la joven, consciente de lo que su padre insinuaba.

—Vamos, Hermione— masculló John, sonriendo ligeramente—. Las otras veces casi no hablaba y ahora... ¿Le hiciste algún hechizo?— La señora Granger le dio un suave codazo.

—John.

—¿Qué?— se quejó él—. Por favor, Jean, no me digas que no lo notaste.— Jean se encogió de hombros, parecía indecisa.

—Sí, bueno... Sólo es amable, no tiene nada de malo— El señor Granger la miró y alzó una ceja.

—Papá— habló Hermione, todavía en murmullos—, se está esforzando.— John frunció los labios, como si no estuviera completamente convencido, y volvió a su posición.

Severus regresó a los pocos minutos, cargaba una bandeja con cuatro tazas en ella. Le entregó una a cada uno, dispuso un azucarero en el centro y una jarra de leche caliente. El señor Granger lo miraba con detenimiento, pero el mago no se dio por enterado, estaba demasiado ocupado en que todo saliera bien. Realmente quería ganarse a sus suegros. Debía hacerlo.

—Gracias, querido— dijo la señora Granger.

Hermione la miró, sorprendida. Sabía que a sus padres no les había caído en gracia enterarse de su relación con Severus. Cuando estudiaba, les había hablado de él, de lo estricto que era y de sus peculiares métodos de enseñanza, de modo que ya se habían hecho una idea de cómo era el profesor. Fue toda una sorpresa que estuviera emparejada con él. Una sorpresa no demasiado grata.

Ciertamente, su madre trataba de ser comprensiva, mucho más que su padre, claro. Él no estaba tan reacio como en un principio, pero era evidente la desconfianza que Snape le producía. Después de todo, el pocionista era un hombre mayor, reservado, el señor Granger todavía no tenía claras cuáles eran las intenciones que tenía con su hija, y no se lo iba a poner tan fácil.

Severus estaba distraído agregando azúcar a su café mientras los demás hablaban. Toda la noche había buscado el momento y la forma idóneos para abordar el tema, pero no los encontraba. Estaba seguro que a Hermione le sucedía lo mismo, ya que estaba notoriamente tensa y sus sonrisas eran forzadas. Alzó la cabeza, intentando seguir el hilo de la conversación: era algo sobre alguien a quien él no conocía. No prestaba real atención, hasta que la mano de Hermione encontró la suya bajo la mesa y la apretó. Supo entonces que había llegado la hora. Se miraron un segundo.

—... y bueno, le dije que sacara los desperdicios de su perro de nuestro jardín o llamaría a la policía, y se puso como loco— rió el señor Granger, ajeno al intercambio de miradas que ocurría frente a él. En cambio, la señora Granger ya había intuido que algo pasaba, pues los observaba intrigada.

—Papá— llamó Hermione, aún sosteniendo la mano de Severus—. Mamá— dijo luego. John seguía riéndose de su propia anécdota, por lo que la joven esperó un poco, antes de continuar:—. Hay una razón por la que los invitamos hoy.— La sonrisa del hombre se borró paulatinamente de sus labios—. Queríamos que fueran los primeros en saberlo.— Miró a Snape, nerviosa.

El señor y la señora Granger esperaban en silencio, casi conteniendo la respiración. Severus no supo si Hermione no hablaba porque los nervios se lo impedían o porque esperaba que él lo hiciera, pero ya no podía más con eso. Enderezó su espalda, miró a sus suegros y, sin pensarlo demasiado, soltó la frase:

—Estamos esperando un bebé.— Sintió como si su voz no le perteneciera, o como si la escena se estuviese produciendo muy lejos. Nadie dijo nada. Hizo contacto visual con su suegro y vio cómo su rostro adquiría un tono pálido. Tenía que decir algo rápido. Buscó los ojos de Hermione, ella le sonrió, inquieta. Estrechó el agarre de su mano y la subió a la mesa—. Yo quiero mucho a su hija— habló fuerte y claro—. Les prometo que la voy a cuidar... a ella y a nuestro hijo.— La miró de nuevo y le sonrió escuetamente—. No permitiré que nada malo les pase. Ellos son mi única prioridad. Pueden confiar en mí.

De un momento a otro, la madre de Hermione se tapó el rostro con ambas manos y se largó a llorar. Severus tuvo miedo de que no fuera un llanto de felicidad. Sin embargo, supo que sus temores eran infundados en cuanto la mujer se descubrió la cara y vio la enorme sonrisa en sus labios. Después se puso de pie, rodeó la mesa y le dio un fuerte abrazo a Hermione, que se lo devolvió con idéntica emoción. El señor Granger tenía la boca abierta y miraba a su hija, como impactado.

—Ay, hija mía— farfullaba Jean, estrujando a Hermione entre sus brazos. Se separaron, ambas con lágrimas en los ojos, y la mujer mayor volvió a hablar:—. Los felicito.— Ahora miró a Severus, sonriéndole como nunca antes lo había hecho.

Luego, sin que nadie lo esperara, se acercó a Severus y le dio un abrazo, un abrazo apretado y cariñoso. El profesor titubeó un instante, antes de devolver el gesto. Fue corto. La madre de Hermione se separó a los pocos segundos, aún con lágrimas en los ojos, y miró a Severus con incuestionable afecto. Hermione los miraba sin poder creérselo.

—Hija— murmuró al fin el señor Granger, al tiempo que se levantaba y caminaba hacia ella—. ¡Por Dios, Hermione!—exclamó después y la estrechó con fuerza entre sus brazos, besándole el cabello. Tomaron distancia, él le acariciaba el rostro, embelesado, no dejaba de sonreír—. Es una hermosa noticia .—Snape respiró con alivio al oírlo.

—Gracias, papá— manifestó Hermione, con las mejillas sonrojadas y ojos de felicidad. John apartó la vista de su hija para posarla sobre su yerno.

—Y, Severus..., felicidades— dijo, alargando su mano en dirección al otro hombre, quien se la estrechó con fuerza.

—Gracias— respondió Severus simplemente.

—¿Cuánto tienes de embarazo, hija?—preguntó entonces la señora Granger, tomando las manos de Hermione entre las suyas.

—Casi cuatro semanas- contestó Hermione—.-Tengo fecha para diciembre, aproximadamente.- Su madre se mordió el labio inferior.

—¡Ay, qué emoción!— exclamó—. ¿Te has sentido bien?- quiso saber después.

—Pues..., he tenido algunas molestias, pero nada fuera de lo normal— explicó la joven, encogiéndose de hombros—. Lo típico.

—¡Propongo un brindis!—espetó John, y luego se apresuró a agregar:—. Bueno, para los que podemos beber.- Hermione rió y asintió con la cabeza—. ¿Tienes algo fuerte, Severus? Lo necesito— expresó, sonriendo y palmeando el hombro del pocionista.

—¿Un whisky?—propuso Severus.

—¡Sí! Un whisky me vendría de maravilla.

Snape hizo un amague de sonrisa y fue a la cocina. Volvió poco después, con una botella de whisky escocés en una mano y un vaso de zumo de naranja para Hermione en otra. Ambos sabían que una copa no le haría daño, pero preferían evitar cualquier complicación, al menos de momento.

Sirvió tres vasos de whisky con hielo (sorprendentemente, la señora Granger, quien no solía beber alcohol tan fuerte, aceptó) y le pasó el de zumo a Hermione. Estaban los cuatro de pie alrededor de la mesa.

—¡Salud por el nuevo integrante de la familia!—expresó el señor Granger con ímpetu—. ¡Que nazca sano, crezca feliz y rodeado de amor!—Los vasos tintinearon al encontrarse.

—Nunca le faltará nada—añadió Jean—. Estaremos siempre para él... o ella.

—Tengo el fuerte presentimiento de que será un niño—rió Hermione.

—Yo pensaba lo mismo cuando estaba embarazada de ti, hija—replicó la señora Granger, divertida.

—¿De verdad?—inquirió ella y su madre movió la cabeza afirmativamente.

—Con tu madre estábamos seguros de que tendríamos un varón- intervino John—, pero no. Tuvimos una niña hermosa... ¡y bruja!—Hasta Snape rió con el comentario.

—Y ahora tendrán un nieto mago—dijo Hermione. Era consciente de que había una pequeña posibilidad de que su bebé naciera sin capacidades mágicas, sin embargo, podía percibir la magia gestándose en su vientre. Era un sentimiento inexplicable, nada racional, pero estaba convencida.

—Hay que empezar a preparar todo para recibirlo, cariño, el tiempo pasa volando—pronunció Jean—. No se darán cuenta cuando ya pasen estos nueve meses.

Severus tragó saliva. No podía negar lo nervioso que lo ponía imaginarse recibiendo a su futuro hijo. Disimuló su inquietud componiendo una expresión relajada y feliz (que, por cierto, era verdadera), mientras Hermione y su madre se sumían en una conversación acerca de los cuidados que debía tener durante su embarazo, entre otras cosas.

—Severus- lo llamó John con gravedad en un murmullo—, ¿podemos salir un momento? Me muero por un cigarro.—Severus alzó las cejas ante eso: no tenía la menor idea que su suegro fumaba. No obstante, accedió, se disculparon con las mujeres y salieron al jardín trasero.

La noche era fresca, un poco fría, las plantas y flores que bordeaban el jardín se meneaban con el viento. El canto de los grillos se ahogaba ocasionalmente por el ruido de algún que otro automóvil que pasaba en la lejanía.

John se estiró, sacó una pequeña cajetilla del bolsillo de su pantalón y cogió un cigarro envuelto en papel marrón, le ofreció uno a Severus, pero éste negó con una mano, después accionó un encendedor y le dio una profunda calada, como si estuviera mezclada con un suspiro. Todo lo realizó sin dejar de contemplar el jardín, mientras que Severus lo miraba, esperando que hablara.

Pasado un minuto, el señor Granger volvió a suspirar y se sentó en una de las sillas que había allí, dejó el vaso encima de la pequeña mesa circular en la que Severus y Hermione solían pasar las tardes, cruzó una pierna sobre la otra y, con un movimiento de sus ojos, invitó a Snape a que lo acompañara.

El profesor se sentó frente a su suegro, sosteniendo su vaso con firmeza.

—Reitero mis felicitaciones—habló John.

—Gracias— volvió a agradecer Severus, esbozando una media sonrisa. El padre de Hermione se quedó callado un momento, luego inspiró hondamente y dijo:

—Ahora..., creo que sería bueno que habláramos de frente, hombre a hombre—sentenció, se miraron a los ojos.

—Sí—soltó Snape de forma escueta. John sonrió.

—Seré franco contigo, Severus—comenzó, mientras se enderezaba—. Cuando te conocí, tuve deseos de matarte.— La frase fue soltada con tal seriedad que Severus no estuvo seguro si debía tomárselo con humor o no—. No lograba entender cómo Hermione estaba emparejada con un hombre como tú. Habías sido su profesor, se llevan casi veinte años de diferencia... Para mí, no era posible que tus intenciones con ella fueran honorables. Me pareciste un sujeto sin moral, sin ética. Un pervertido, sin ofender.—Pero Severus se ofendió, aunque prefirió dejarlo terminar y no decir nada—. Lamento haber pensado eso de ti. Mis más sinceras disculpas.—La mirada de John era de verdadero arrepentimiento, por lo que Snape aceptó sus disculpas con una ligera inclinación de cabeza.

—No hay problema— dijo el profesor. Era natural que su suegro se hubiese sentido de esa forma, la mayoría de las personas solía llevarse una mala primera impresión cuando lo conocía.

—En realidad, tengo que agradecerte— declaró John. Severus frunció apenas el ceño en curiosidad—. Por hacerla feliz—continuó, ahora sonriendo más ampliamente—. Hermione siempre habla de ti, y cuando lo hace, puedo ver la forma en la que sus ojos brillan, en lo feliz que es, y eso para mí es lo más importante, ¿sabes? Que mi hija sea feliz.— Se quedaron mirando. Severus sintió de pronto cómo el calor se expandía por su pecho al escuchar las palabras del hombre. Para él también era lo más importante—. Gracias por eso... y por no haber sido el cretino que yo creí.

—Hago un esfuerzo para no serlo— bromeó Snape, y John lanzó una corta carcajada.

—Bueno, se agradece— repitió, aún riendo.

—John—dijo Severus, ahora hablando en serio, dejando de lado las formalidades—, te prometo que voy a cuidar de ella. No tengo ninguna mala intención, solamente quiero... protegerla— habló con cuidado. Le era complicado exponer sus sentimientos de esa manera, pero debía hacerlo si quería que su suegro confiara realmente en él.

—Lo sé— manifestó John, mientras bebía un poco de whisky—. Se nota que eres buena persona... Creo que era yo el que no quería verlo.— Rió distraídamente—. Cuando tengas a tu hijo, lo entenderás.— Severus alzó las cejas con la vista puesta en el suelo—. Y hablando de eso... , ¿qué planean hacer con esta casa? Quiero decir, ¿piensan cambiarse a una más grande o remodelar esta?

Snape entreabrió los labios, pensativo.

—La verdad es que aún no lo hemos decidido—expresó—. A Hermione le gusta mucho aquí, supongo que haremos construir una nueva habitación.—John asintió lentamente, mientras fumaba y miraba las paredes exteriores de la casa—. Con magia es mucho más fácil—agregó Severus, al notar el gesto evaluador del otro hombre.

—Me imagino que sí.—Se miraron a los ojos. El señor Granger lucía alegre—. Qué suerte la de ustedes.—Severus se permitió sonreír con más calma.

Hubo un rato de silencio. Un silencio contemplativo y tranquilo, para nada tenso. Oían las voces animadas de Hermione y su madre provenir desde el interior, algunos perros ladrando y música lejana. El señor Granger se estaba acabando su cigarro, por lo que Severus se prestó a ofrecerle un pequeño platillo que había quedado olvidado allí en la tarde para que pudiera apagarlo. John le agradeció el gesto con una sonrisa.

—Nunca pensé que iba a decir esto—habló John de pronto, y Severus lo observó con atención—, pero estoy muy contento de que Hermione esté contigo. En serio.—El profesor Snape no supo qué decir a continuación, y le alivió que su suegro siguiera hablando:—. Mi hija siempre ha sido muy madura y, pensándolo bien, es difícil imaginarla con un muchacho de su edad. Me atrevería a decir que te la mereces—dijo con franqueza. Después, sin embargo, se inclinó hacia adelante y miró a Snape, muy serio—. Pero como llegue a sufrir por tu culpa...— Severus rió levemente.

—Lo sé, descuida.

El señor Granger se frotó las piernas y se puso de pie, seguido de Severus.

—Bien... Será mejor que entremos, antes de que nos echen de menos.—Dicho eso, los dos hombres regresaron al interior del hogar.

Poco tiempo después, el señor y la señora Granger, entre nuevas felicitaciones y abrazos, se marcharon, dejando tras ellos una estela de buen humor.

Severus insistió en que él ordenaría y limpiaría todo para que Hermione pudiera ir a descansar. Ella se quejó un tanto, pero acabó cediendo, ya que sí estaba bastante cansada. No tenía idea hasta qué punto su embarazo, por muy reciente que fuese, diezmaba sus energías.

Una vez que el profesor Snape acabó con el aseo en el comedor y la cocina, subió a la habitación y encontró a Hermione acostada, despierta y mirando el techo con semblante abstraído. Fue al baño a cepillarse los dientes y se puso pijama. Ella corrió los cobertores para recibirlo a su lado y se acomodó en su pecho cuando él se acostó.

Permanecierom un rato así, sin hablar, abrazados. El hombre acariciaba su cabello lentamente, mientras que ella reposaba con comodidad sobre él.

—Fue muy lindo lo que dijiste en la cena— dijo entonces Hermione. Severus ahogó un bufido.

—Tuve que hacerlo, porque tú te quedaste muda.— Hermione soltó una risita.

—Los nervios me bloquearon.

—Sí, me di cuenta— convino Snape—. Pero está bien... De alguna forma tenía que convencerlos de que no soy un viejo pervertido.

—Oye... No creen eso—repuso Hermione, dándole un suave golpe en el pecho y levantando la cabeza para mirarlo.

—Eso no fue lo que tu padre me dijo hace rato.— La joven abrió mucho los ojos.

—¿Qué?—preguntó, perpleja, apoyándose en un codo—. ¿Te dijo eso? Estás bromeando, ¿verdad?—Severus la miró y negó con la cabeza.

—Era exactamente lo que pensaba de mí.—Hermione exhaló con indignación.

—Voy a matarlo.

—No será necesario—terció Severus, al tiempo que la tomaba por la nuca para que volviera a acostarse—. Después me dijo que estaba feliz de que estuviéramos juntos.

—Ah... bueno... qué lindo.—Snape tuvo que resistirse a reír. Los cambios de humor de Hermione estaban haciéndose cada vez más fuertes y notorios, y más le valía comenzar a acostumbrarse a ellos.

—Sí... Salió mejor de lo que esperaba.

—Te lo dije—manifestó Hermione con suficiencia.

—Sabelotodo—resopló Severus.

—Gruñón.—Él aguantó una sonrisa y la tomó de la mejilla, mientras se acostaba de lado.

—Mandona.

—Antipático.

—Hermosa—susurró a un centímetro de sus labios, antes de darle un beso profundo. Ella sonrió y lo abrazó por el cuello. Se besaron otra vez, deshaciendo el poco espacio que había entre sus cuerpos.

—Mi hombre perfecto.—Lo besó una vez más, pero él retrocedió.

—Mentirosa.

—Tonto.—Se sonrieron.

Severus apagó las luces con su varita y la arrojó al suelo. Un instante después, los cubrió a ambos con las mantas, dispuesto a celebrar lo que había sido una cena exitosa.


Porque el público lo pidió (y porque ya no me aguantaba), he aquí otro anexo de esta historia de la cual no me puedo desprender.

Tengo pensadas algunas otras cosas, pero como ya saben... sólo el tiempo dirá cuándo será la próxima actualización.

De momento, espero que disfruten este capítulo. Disculpen cualquier dedazo y mi poca originalidad con los nombres de los padres de Hermione; la verdad es que no quería romperme la cabeza ideando nombres nuevos, así que les di los que más comúnmente se encuentran en los fanfics jiji

Gracias por estar siempre, mi corazón las/os ama.

¡Besos!

Vrunetti.