Disclaimer: La historia no nos pertenece, los personajes son de S. Meyer y la trama de musegirl, sólo nos adjudicamos la traducción.


Quarterback Rush

By: musegirl

Traducción: Rosie Rodríguez

Beta: Flor Carrizo


Capítulo 1

Amarré mi largo y oscuro cabello en un moño desordenado mientras esperaba el autobús bajo el húmedo calor de Texas. El agosto tardío en el estado siempre era brutal, pero había decidido ir a la universidad ahí. Miré hacia la colina, impaciente porque el autobús de West Campus Loop apareciera. Mi primer día de clases había terminado y estaba ansiosa por llegar a casa y sentir el aire acondicionado otra vez. Por lo general, hubiera caminado a través del campus, pero la temperatura a treinta y nueve grados centígrados junto con el setenta por ciento de la humedad era demasiado.

Mi teléfono vibró y miré para ver que mi mejor amiga y compañera de habitación, Alice, estaba llamando.

—Hola, Alice —contesté

¡Bells! ¿Vendrás pronto a casa? —Se escuchó su voz chillona a través del móvil.

—Estoy esperando el autobús. ¿Por qué?

Perfecto, ¡quiero ir de compras!

Gruñí en el teléfono.

—No, Alice. No voy a ir de compras contigo. No soy masoquista.

Pero, Bella, necesito ir y necesitamos encontrar tu atuendo para el sábado —gimoteó.

De repente me preocupé, nunca era bueno si la Pixie quería vestirme para algo que no recordaba haber planeado.

—¿Atuendo? ¿Qué atuendo? ¿Qué hay el sábado?

¡Para el primer juego de fútbol, tonta! —Ella rió.

Bufé.

—Otra vez no, Alice. No voy a ir a ningún estúpido juego de fútbol. Como si me interesara. —Ella empezó a protestar, pero la interrumpí—. Es en serio, Alice. No tengo ningún interés en ir a un estadio lleno de gritos, estudiantes borrachos, con la temperatura a treinta y nueve grados centígrados, para ver a un grupo de chicos tirarse unos a otros sobre una pelota. No tiene sentido. Y es aburrido. Sé que todos en esta universidad piensan que es el juego más genial del mundo, pero para mí no lo es.

Pero, Bella… —empezó Alice y la interrumpí de nuevo.

—El autobús ya viene, necesito irme. Te veré cuando llegue a casa. —Le colgué y coloqué mi teléfono en mi mochila mientras el autobús se detenía frente a mí. Por el rabillo del ojo, observé a un chico sonriéndome. Mirándolo, mi respiración se quedó atascada en mi garganta. Demonios, era guapo. Muy, muy guapo. Del tipo mojador de bragas. Jodidamente sensual. Una especie de cabello de recién follado en tonos cafés, rojizos y bronces, con los ojos verdes más hermosos que haya visto, como el césped recién cortado. Una nariz perfectamente derecha y una barbilla que era el sueño de un escultor. Y sus perfectos y, por supuesto, besables labios que formaban aquella sonrisa de lado que hacía a mis partes íntimas despertarse.

Arqueó una ceja acompañando a su sonrisa de lado y, rápidamente, bajé la mirada, sonrojándome. Mierda, había sido pillada mirándolo. Mordí mi labio, inmediatamente lamentando haber amarrado mi cabello porque no podía esconderme detrás de él. Subí al autobús delante de él y caminé hacia la parte de atrás. El autobús estaba a penas lleno, así que tomé un asiento vacío en la esquina. Mirando por la ventana, alcé mi mano y solté mi cabello, pasando mis dedos por él. Miré entre las hebras y vi a sonrisa-de-lado-sensual-y-cabello-de-sexo hablando con alguien antes de avanzar hacia donde yo estaba. Rápidamente alejé mi mirada, evitando ser pillada mirándolo de nuevo. Escuché a alguien tomar asiento ruidosamente en la fila delante de mí y giré mi cabeza. Sonrisa-de-lado-y-cabello-de-sexo estaba desparramado a lo largo de los asientos de la fila, sonriéndome otra vez. Me puse a la defensiva.

—¿Qué?

Él se rió audiblemente y un escalofrío recorrió mi espalda. Su sonrisa se agrandó, preguntando:

—Así que, ¿vas al juego el sábado? —Oh, querido Dios en el cielo, ¡esa voz!, esa voz profunda y suave de terciopelo. Sólo con esa frase tuvo a mi estómago, además de otras partes, temblando. ¿Qué estaba mal conmigo? Nunca había reaccionado así ante un chico antes. Prácticamente estaba restregándome contra él como un gato en celo.

Mentalmente me abofeteé, sacando a mi fiel amigo, el sarcasmo.

—Oh, sí. No pienso en otra cosa. —Rodé mis ojos—. No me digas que también me darás una charla sobre las maravillas del fútbol. Ya tuve suficiente de eso con mi padre. Piensa que no soy americana.

Sonrisa-de-lado-y-cabello-de-sexo se rió de nuevo y sonrió, sacudiendo su cabeza.

—No lo hubiera pensado. —Ladeó su cabeza—. Eres una chica interesante. No te gusta el fútbol, así que supongo que no eres una de esas chicas poco femeninas; pero tampoco te gusta ir de compras, así que no eres una princesa. No puedo descubrir qué tipo de chica eres.

Mordí mi labio, tratando de controlar el rubor. ¿Estaba tratando de entenderme? ¿Ese hermoso Dios del sexo me había notado? Era tan sencilla como te podrías imaginar. Cabello marrón, ojos marrones, con ese estilo de la chica de al lado. No exactamente el estilo de chica que tipos como él tumbarían la puerta para ver. Miré hacia arriba, odiando tener que arruinar la conversación tan rápido, pero temiendo que sería mejor terminarla antes de que fuera muy tarde para controlar mis fantasías.

—Soy el tipo de chica nerd. Ya sabes, el tipo de ratón de biblioteca, siempre leyendo o estudiando. Tranquila. Aburrida. Así que, ¿siempre escuchas las conversaciones ajenas? —Intenté alejar su atención de mí.

Se vio un poco avergonzado por un momento, pero luego se recuperó con una pequeña sonrisa.

—No, no siempre. Sólo escucho las conversaciones de las chicas que son muy hermosas como para ignorarlas. —Sentí mi rubor desde mi cabeza hasta la punta de mis dedos y rápidamente bajé mi cabeza para esconderme detrás de mi cabello. Escuché su risa otra vez—. Lo siento, no quise avergonzarte.

Miré hacia afuera, agradecida de que el autobús estuviera llegando a mi parada. Me levanté rápidamente, casi cayéndome, pero sosteniéndome del respaldo de mi asiento. Me sonrojé otra vez, segura de que él no había obviado mi casi grácil caída.

—Bueno, esta es mi parada —balbuceé y bajé tan rápido como me atrevía del autobús.

—Qué afortunado, también es la mía —dijo esa suave voz de terciopelo detrás de mí, me di la vuelta, deteniéndome en la acera.

Nerviosa de caminar con algún chico que en realidad no conocía y que no estaba completamente segura de que quería que supiera donde vivía, me detuve.

—¿Cuál es tu camino?

Señaló con su cabeza hacia la dirección opuesta de mi casa.

—Por allí. —Se acercó un poco más a mí y, de repente, estaba consciente de cuan alto y bastante musculoso era. No era súper musculoso, gracias a Dios, pero definitivamente se ejercitaba. Podía decir por la manera en como su camisa lucía, que tenía un fuerte y tonificado cuerpo debajo de ella. Mi pulso se aceleró y no sabía si era por miedo o por deseo. Tal vez un poco de ambos.

—Yo por ese. —Me volteé y señalé detrás de mí.

—Qué mal —murmuró—. Bueno, fue un gusto conocerte… —Sacó su mano con una sonrisa de medio lado.

—Bella. Soy Bella. También fue un gusto conocerte… —respondí y llevé mi mano a la de él.

—Edward —dijo cuando nuestras manos se tocaron. Una descarga eléctrica me recorrió ante su toque y dejé escapar un pequeño jadeo, mirando hacia sus ojos.

Él me estaba mirando fijamente, todavía sosteniendo mi mano. Me preguntaba si también lo había sentido. Luego sonrió, de verdad, con una brillante sonrisa torcida que literalmente me dejó sin aliento. Suavemente acarició el dorso de mi mano con su pulgar antes de soltarme. De repente se inclinó, sus labios cerca de mi oreja.

—Sólo para que sepas, me encantan las chicas del tipo ratón de biblioteca y tranquilas. Te veo por allí, Bella. —Se alejó, sonriendo de nuevo y se giró para irse.

Me quedé allí, mirando por donde se había ido hasta que miró sobre su hombro, pillándome observándolo de nuevo.


El miércoles me encontré de nuevo esperando el autobús. Aunque odiaba admitirlo, si era honesta, esperaba que Edward estuviera de nuevo allí. Había intentado no pensar en él el martes, pero, por supuesto, fue en todo lo que pensé ese día. Estaba sacando mi iPod al ver que Edward no se iba a presentar, cuando sentí a alguien detrás de mí.

—Hola, bonita.

Luché contra el escalofrío que su voz envió a través de mí y sentí el no invitado deseo de inclinarme contra él. Era una sensación atemorizante y me forcé a mí misma para alejarme y enfrentarlo.

—Hola.

Me sonrió, la misma sonrisa torcida y una vez más me dejó sin aliento. Y excitada.

—¿Cómo está yendo tu semana?

Lo miré por un rato más, antes de pestañear y responder:

—Bien. Todavía bien, aunque estoy muy segura de que pasaré todo el semestre leyendo o en la biblioteca. ¿Qué tal la tuya?

—No tan mal. Seguro estaré ocupado. ¿Por qué pasarás todo tu tiempo leyendo o en la biblioteca? —preguntó Edward mientras subía al autobús. Noté a las personas mirando mientras caminábamos hacia atrás e imaginaba que era debido a que todo el mundo estaba intentando entender qué estaba haciendo aquel precioso Adonis con alguien tan simple como yo. Ignoré las miradas, emocionada por hablar con él de nuevo. Esa vez él se sentó a mi lado en vez de en uno de los asientos del frente.

—Soy estudiante de literatura, así que siempre hay mucha lectura y escritura que hacer. ¿Qué estudias tú?

—Biología. No tanta escritura, sino más bien trabajo de laboratorio para mantenerme ocupado. ¿En qué año estás?

—Estoy en primer año, ¿y tú? —Estaba casi segura de que estaba en primer año o en último. Me inclinaba por estudiante de último año dado su tamaño y por la épica confianza que desplegaba.

—En el primer año también. En realidad estoy tomando mi primera clase de literatura este semestre. Componente de escritura y todo eso. Mi profesora dice que nos lo está dejando fácil dejándonos leer primero Orgullo y Perjuicio. Se supone que sea fácil o algo así. Estoy bastante seguro de que ha sido llevado a película, ¿no es así?

Me reí.

—Déjame adivinar, ¿literatura inglesa? —Él asintió—. Hay un par de películas sobre Orgullo y Perjuicio, de hecho. Son bastante buenas, pero te recomendaría que leyeras el libro. Algo siempre es dejado fuera de la interpretación visual. Aunque hay una miniserie de ocho horas en BBC, esa es bastante exacta, pero dudo que cualquier chico se siente a verla sin tener que ser apuntando con un arma. Me encanta Austen, ella era una gran escritora. Prefiero Sensatez y Sentimientos, y Persuasión como mis favoritos, pero amo al señor Darcy. Él es el protagonista en Orgullo y Perjuicio. —Miré a Edward, quien me estaba mirando con una expresión divertida—. ¿Qué? —pregunté, dándome cuenta de que estaba balbuceando nerviosamente.

—Nada, es sólo que estabas tan animada hablando sobre esos libros. —Me ofreció su sonrisa y me sonrojé.

—Te dije que era una nerd —murmuré y él rió.

—Fue lindo. Y tal vez necesite un tutor en esto. Soy bueno en ciencias, pero en Literatura puede que sea un reto. —Movió sus cejas y sacudí mi cabeza ante su provocación. Bajamos del autobús y, una vez más, nos quedamos uno frente al otro.

—Así que, te veo por allí —dije, nerviosa bajo su escrutinio.

Él asintió.

—Definitivamente. Ten una buena tarde, Bella.

No pude controlar la pequeña sonrisa que cruzó mi rostro cuando dijo mi nombre. Amaba como sonaba cuando él lo decía con su asombrosa voz.

—Adiós, Edward. —Sus labios se partieron en una brillante y torcida sonrisa que hizo que mi corazón se acelerase, mordí mi labio inferior. Esa vez estaba decidida a no ser pillada mirándolo, así que me giré, caminando a casa.


El jueves salí con Alice y mi otra mejor amiga, Rosalie. Habíamos optado por ir al centro a una de las áreas populares de clubes en la Sexta Calle. Estábamos visitando uno de mis bares favoritos, The Library. Ya que era el primer jueves del año estaba bastante lleno, pero fuimos capaces de conseguir una pequeña mesa. Alice y yo nos sentamos mientras Rosalie buscaba la primera ronda de tragos. Caminó hacia el bar, a la vez que se ganaba miradas. Rose era hermosa y ella lo sabía. Una bomba rubia con oscuros ojos azules y curvas magníficas. Agregando su característico labial rojo acentuando sus gruesos labios, ella era una comedora de hombres que se deleitaba con eso.

Le guiñó el ojo a un grupo de hombres mientras pasaba y ellos la siguieron como ratas. Ella se rió mientras ponía nuestras bebidas en la mesa, corriéndolos. Alice agarró su Cosmo y me tendió mi Vodka Barrena mientras Rosalie cogía su Martini. Brindamos por el nuevo inicio de clases y las dos inmediatamente me miraron.

—Bella —canturreó Alice —. Es mi misión este año hacerte tener sexo.

La miré con ojos grandes. Tal vez podría ser una pequeña criatura, pero sabía que cuando se proponía algo, no se daba por vencida. Su apariencia exterior, con cabello corto y puntiagudo, ojos verdes gatunos y una engañosa sonrisa inocente, hacía que todo el mundo subestimara a la bestia furiosa escondida en lo profundo.

—Alice, no necesito que me consigas a alguien para tener sexo.

—Oh, ¿en serio? —interrumpió Rosalie—. ¿Así que algo sí pasó en el verano de lo cual no sabemos? Por favor, dime que no dejaste que ese perro de Jake se metiera en tus pantalones mientras estuviste en casa —fingió estremecerse haciendo una mueca.

Rodé mis ojos.

—No, no dejé que Jake se metiera en mis pantalones. Sólo estoy diciendo que no necesito ayuda para tener sexo. —Sabía que estaba siendo críptica y no me podía importar menos.

Alice me miró.

—Conociste a alguien —aventuró —. ¡Conociste a alguien y no nos dijiste!

Perra perceptiva.

—No, no, no. No conocí a nadie —tartamudeé, sonrojándome, evadiendo la mirada de ambas.

—Oh. Dios. Mío. ¡Claro que sí! Conociste a alguien. ¿Quién es? ¿Cómo se conocieron? Mejor aún, ¿cuándo lo conoceremos? —Las preguntas rápidas de Alice comenzaron, tanto ella como Rosalie esperando ansiosamente.

—N-no. No hay, no he… Es decir… Está este chico del autobús… pero él no… nosotros no. Yo… mierda. Cállense. Ambas, cállense. Estamos cambiando de tema. Ahora —balbuceé, sonrojándome furiosamente, tomándome mi bebida.

Ambas me miraron, asombradas. Luego las dos comenzaron a sonreír como dementes.

—Oh, ¡definitivamente te gusta este chico! —me provocó Rosalie—. No te librarás de esta. ¡Dinos todo!

Miré hacia mi inexistente reloj y salté.

—Wow, ¡miren la hora! Tengo una clase mañana temprano, así que en verdad necesito irme a casa. Las veo luego, chicas. Alice trata de no despertarme cuando llegues. —Abandoné el bar, sin estar preparada todavía para compartir nada sobre Edward. Porque, en realidad, no había nada que decir. Sí, era hermoso y pensaba en él sin parar desde que nos habíamos conocido hacía unos días atrás. Y sí, él había coqueteado conmigo en el autobús, dos veces. Pero eso era todo, tenía que mantener mis expectativas reales, con toda honestidad, no estaba sucediendo nada entre nosotros.

Escuché a Alice y Rosalie gritándome mientras me iba pero no me detuve. Bajé la acera, lista para parar a un taxi y choqué contra alguien. Contra alguien muy fuerte.

Me hubiera caído si los fuertes brazos con asombrosos reflejos no me hubieran atrapado.

—Wow, cuidado —dijo una voz de terciopelo sorprendida cerca de mi oreja.

Jadeé y miré hacia arriba.

—¿Edward?

Él apartó el cabello de mi rostro.

—¿Bella? —Su rostro cambió a la vez que me sonreía—. Esto es una sorpresa. No pensé que vendrías a la Sexta Calle, siendo, como tú misma te proclamaste, una rata de biblioteca.

Me sonrojé, agradecida de que estuviera lo suficiente oscuro así él no podría verlo.

—Oh. Mmm, algunas amigas me hicieron salir para celebrar el comienzo del año. Iba a coger un taxi e ir a casa. —Todavía no me había soltado y me encontré a mí misma atemorizada del momento en que lo hiciera. Me sentía cómoda y segura dentro de sus brazos acogedores.

Sus cejas se unieron.

—¿Tomando un taxi tú sola? ¿Te abandonaron tus amigas?

Sonreí suavemente.

—No, tengo una clase mañana temprano. Estaré bien.

Él sacudió su cabeza.

—No dejaré que tomes un taxi sola. —Abrí mi boca para protestar, pero no me dejó—. De todas maneras ya me iba a casa, vivimos lo suficientemente cerca, podemos compartir un taxi. Mi madre nunca me perdonaría si te dejo ir sola.

—Edward… —Suspiré un poco exasperada.

Él alzó una mano hacia mi mejilla, suavemente pasando sus dedos.

—Por favor, Bella —susurró. Asentí débilmente, rogando porque mis rodillas no se doblaran. Puede que haya medio gemido. Gah, ¿cómo se suponía que pensara una chica cuando él decía cosas como esas? Todo lo que podía hacer era rezar por no lanzarme encima de él en el taxi, porque el cielo sabía que mis bragas estaban completamente mojadas llegados a ese punto. Contuve mi respiración y sentí mi corazón latir más rápido, rogando en mi mente para que me besara. Justo cuando su rostro tomó una expresión decidida y sus ojos se alternaron entre mis ojos y mis labios, mi teléfono sonó, asustándonos a ambos.

—Jodidamente mataré a quien sea que esté llamándome —murmuré bajo mi aliento mientras Edward me soltaba, busqué a tientas mi teléfono. Respondí, presionado el botón del altavoz sin querer.

¡Isabella Marie Swan! ¿Está el chico del autobús allá afuera contigo? ¿Nos cambiaste por él? Aunque, por lo que podemos decir, está guapo.—La voz de Alice salió fuerte y clara para nosotros oírla.

—Mierda —siseé mientras que frenéticamente presionaba los botones para quitar el altavoz—. ¡Joder, joder, joder! —Abandoné la idea y simplemente colgué la llamada, colocando mi móvil devuelta en mi bolsillo. Luego me volteé, sin mirar a Edward, parando un taxi. Me deslicé dentro del asiento trasero, dándole al conductor mi dirección sin querer ver si Edward me seguiría. Lo sentí subirse, sentarse a mi lado y escuché su suave risa mientras tercamente me negaba a mirar en su dirección.

—Así que, ¿le contaste a tus amigas sobre mí? —preguntó con tono presumido.

Me volteé para mirar por la venta así él no tendría la oportunidad de mirar el ridículo sonrojo que estaba teniendo. Estaba algo asustada de que, de hecho, brillara en la oscuridad. Podía sentir el calor salir de mi rostro.

—Nop, ni idea de lo que estás hablando. —Recé por que el conductor fuera más rápido y me sacara de mi miseria. Definitivamente no iba a tomar el autobús al día siguiente.

Él se rió.

—Debo estar perdiéndome del más asombroso de los sonrojos de todos los tiempos. Qué mal, es tan típico de ti.

Gruñí quedamente mientras sentía mi rostro calentarse otra vez. Enterré mi rostro en mis manos, tratando de reprimir la mortificación. Amaba y odiaba que notara cuan seguido me sonrojaba.

—Oye, sólo estaba jugando. No quise avergonzarte tanto —dijo Edward en una voz más seria, apartando una de mis manos de mi rostro. Mantuvo mi mano en las suyas mientras volteaba mi rostro hacia él. Me sonrió—. Pero sí le dijiste a tus amigas sobre mí… —Bastardo presumido. Entrecerré mis ojos hacia él e intenté alejar mi mano, pero él la sostuvo—. Así que, Isabella Marie Swan, finalmente voy a ver dónde vives.

Genial, definitivamente él debió haber oído todo lo que Alice había gritado, incluyendo mi nombre completo. Simplemente asentí y sonreí, con mi propia razón para ser presumida.

—Sip, pero si piensas que de alguna manera vas a lograr ser invitado a entrar hablándome bonito estás muy equivocado.

Él arqueó una ceja en mi dirección y deseé que la oscuridad no escondiera su expresión.

—Eso suena como un reto.

Me reí.

—No podría dejarte entrar, incluso si quisiera. —Edward inclinó su cabeza hacia un lado e intuí su confusión—. Verás cuando lleguemos —le dije—. Así que, Edward, ya que sabes mi segundo nombre y mi apellido, ¿cuáles son los tuyos?

Él sopesó mi pregunta por un momento.

—Te diré si aceptas ir al juego de fútbol el sábado.

Sacudí mi cabeza, sonriéndole.

—No estoy tan interesada en tu apellido como para someterme a esa tortura. Además, dudo que pueda conseguir un boleto a estas alturas, incluso si quisiera.

—¿Irías si tuvieras boleto?

—Probablemente no. ¿Por qué estás tan interesado en que vaya al juego?

Él se encogió de hombros.

—Creo que te divertirás más de lo que piensas.

El taxi aparcó en mi casa y busqué dinero, pero Edward capturó mi otra mano, sacudiendo su cabeza en mi dirección. Luego miró hacia donde vivía.

—¿En un casa de hermandad? ¿Estás en una hermandad? Debo admitir que no me esperaba esto. En verdad eres una chica misteriosa.

—Te dije que no te podría dejar entrar incluso si quisiese. Reglas de la casa. No chicos pasadas las diez de la noche los días de semana y las once de la noche los fines de semana. Lo siento, semental. Además, no soy tu típica chica de hermandad, de todas formas. —Le brindé una malvada sonrisa.

Él me brindó esa matadora sonrisa torcida y sentí el goteo de humedad entre mis muslos volverse un río. Necesitaba salir de ese taxi y rápidamente, antes de que me lanzara encima de él.

—Definitivamente no eres típica, Isabella —murmuró tranquilamente, soltando mis manos, deslizando sus dedos a lo largo de ellas mientras lo hacía.

Me estremecí y sus ojos de repente ardieron. Él se inclinó cerca de mi oreja y me quedé perfectamente quieta, con miedo de arruinar el momento.

—Dulces sueños, Bella —susurró Edward, deslizando sus labios contra mi oreja. Gemí, de nuevo. Volteé mi cara un poco a la suya.

—Buenas noches, Edward —respondí, lamiendo mis labios mientras lo miraba antes de subir mis ojos a los suyos. Entrelazamos nuestras miradas por un largo momento hasta que tuve que mirar hacia otro lado o arriesgarme a una combustión espontánea. Busqué a tientas la puerta e inestablemente caminé hacia la puerta principal. Marqué el código de seguridad y apreté abrir, mirando sobre mi hombro una última vez para ver al taxi todavía esperando allí. Alcé mi mano, despidiéndome con un movimiento, y entré. Una vez cerrada la puerta, escuché el taxi irse y sonreí ante el hecho de que él había esperado hasta que estuviera segura dentro antes de irse.


Al siguiente día prácticamente estaba vibrando con anticipación de ver a Edward en la parada del autobús de nuevo, sólo para decepcionarme. No se apareció. Estaba molesta conmigo misma por sentirme de esa manera. No era como si tuviera un real reclamo sobre él o su tiempo. Me prometí refrenar mis fantasías y mantener bajas mis expectativas, no necesitaba estar suspirando por un chico que obviamente estaba jugando conmigo y probablemente tenía miles de chicas a su disposición.

Entré a la casa de la hermandad quejándome conmigo misma y planeando ir a mi habitación y enfurruñarme, cuando una de las chicas me detuvo.

—¡Hola, Bella! Esto llegó para ti —dijo Charlotte, sosteniendo un sobre con mi nombre escrito en él en una caligrafía pulcra. Fruncí el ceño y se lo quité. Lo abrí y saqué dos boletos. Frunciendo aún más mi ceño, los examiné. Eran boletos de fútbol para el juego de mañana. ¿Qué demonios? Miré dentro del sobre para ver si había una nota, pero no había nada más.

De repente, un chillido penetrante se escuchó. Me encogí, alejándome, mirando a Alice justo detrás de mí.

—¡Oh Dios mío! ¡Bella! ¿Cómo conseguiste esos? ¿Te das cuenta de lo fantástico que son esos asientos? ¡Me llevarás contigo y no, no dejarás perder esos asientos! —Empezó a saltar alrededor emocionada. La miré, luego a los boletos en mi mano. ¿Quién me envió eso? Tenía una idea, pero rápidamente la deseché. No quería hacerme ilusiones de nuevo cuando no sabía si era de quien yo creía. Suspiré y dejé que Alice me arrastrara hacia nuestra habitación para comenzar a excavar en nuestros guardarropas para conseguir el atuendo perfecto.


Nota traductoras:

¡Hola! Empezamos con una nueva traducción, esta la actualizaremos cada dos semanas por el momento. Esperamos que la disfruten y se diviertan con ella.