DISCLAIMER: El mundo de Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a J.K. Rowling. —Secuela de "10 razones para odiarla".


RAZÓN No 1 TAN VULNERABLE Y HUMANO COMO CUALQUIERA

Hermione permanecía sentada con los dedos de las manos entrelazados en su regazo, tan apretados que los nudillos ya le dolían. Su mirada estaba perdida en las figuras serpentinas que adornaban el suelo, mientras su mente viajaba a la velocidad de la luz entre pensamientos que le estaban causando dolor de cabeza.

El aire se había vuelto denso en un segundo y le estaba costando muchísimo respirar. Las pruebas que la vida estaba empezando a ponerle, de entrada ya eran duras y terminaban por rebasar incluso sus capacidades. No podía creer lo que había escuchado y aun cuando estaba segura de que tarde o temprano sucedería, era demasiado difícil tener que asimilarlo tan pronto.

Draco, de pie frente a ella, permanecía en silencio y con sus ojos fijos en la coronilla de la chica, que sobre el sillón, no dejaba que él viera su rostro compungido. Ninguno había dicho nada luego de comunicada la noticia y el silencio estaba amenazando con partirlo en dos, haciendo que él se sintiera aún más miserable, si es que eso era posible.

Todavía rondaban en su mente las palabras que le había dicho Lucius, cuando airoso y rebosante de orgullo, en la soledad de su habitación, le informó que había llegado la hora. Su padre era un fiel seguidor de la oscuridad, que se jactaba de tener la gallardía de entregar a Voldemort a su único hijo, no solo como prueba de su lealtad, sino también como garantía de que continuaría con su legado, de la misma manera que él lo había hecho en su momento y mientras Lucius Malfoy sonreía con suficiencia ante ello, Draco en su interior no podía sentir más que repulsión y una fuerte opresión en el pecho.

Nunca pidió esto y aunque de niño pensó que pertenecer a una prestigiosa familia de sangre pura, era un privilegio que no todo el mundo tenía la oportunidad de darse, ahora renegaba de aquello con todas sus fuerzas, pues el destino que le esperaba no era tan prometedor como se imaginó alguna vez y todo el orgullo y la arrogancia con que una vez portó el anillo Malfoy, se habían quedado refundidos en algún rincón en lo profundo de su corazón.

Jamás entendió las razones que llevaron a su padre y al resto de seguidores de la oscuridad a tomar tan en serio las ideas de un loco racista, que era tan incoherente en sus premisas como lo era su misma sangre. Draco aun trataba de encontrarle explicación al hecho de que tantas familias de sangre pura estuvieran al servicio de un mestizo que mataba por la pureza, cuando en realidad él mismo no era puro.

Sin embargo, ahora no cuestionaba nada de eso, pues tenía cosas más importantes en que pensar.

Recibiría la marca tenebrosa y cual si fuera poco, ya tenía una misión asignada.

Era peor de lo que se pudo haber imaginado y las gotas de sudor que bajaban por su espalda, se encargaban de recordarle el esfuerzo que le costaba digerir todo aquello, pero sobre todo la impotencia que le producía el saberse sin la posibilidad de escapar de su horrible destino. No obstante, él no era el único martillándose la cabeza para encontrar una solución y aunque Hermione siempre interponía la lógica por sobre todo lo demás y por consiguiente, lograba por la misma vía obtener alguna respuesta satisfactoria, se había quedado nula, sopesando todo lo que estaba por venir.


Habían pasado solo semanas desde que Sirius perdiera la vida en la pelea librada entre el Ejército de Dumbledore y algunos mortífagos en el Ministerio y Harry estaba devastado. Hermione que era su mejor amiga, se mantenía fuerte para él y había evitado a toda costa darle cualquier otra preocupación, sobre todo teniendo en cuenta que días antes del suceso fatídico, les comunicó tanto a él como a Ron, que ella y Draco estaban empezando una relación.

No se lo habían tomado para nada bien al principio e incluso Ron dejó de dirigirle la palabra durante algunos días y cuando ella le señaló que su reacción además de infantil era hipócrita —pues estaba saliendo con Astoria Greengrass— él se escudó diciendo que eran cosas totalmente distintas, aun incluso si el mismo Harry estaba empezado a acercarse un poco más a Pansy Parkinson.

Sin embargo, ahora mismo la cabeza de todos estaba en cualquier lugar y lo que menos deseaba ella era darle más problemas a ninguno, especialmente a Harry, que había terminado por perder a la única familia que le quedaba.

Por otra parte, su relación con Draco tampoco era oficial ante todo el mundo, pues aunque en el baile de navidad, las sonrisas cómplices y las miradas coquetas iban y venían, —luego de su beso bajo el muérdago— ante los ojos del resto de Hogwarts, ellos ahora solo tenían un trato más cordial. Ninguno de los dos deseaba que aquello llegara a oídos de Lucius Malfoy y mucho menos de Voldemort.

No obstante, Hermione no tenía secretos con sus amigos y se había sentido bastante mal al principio por no poder contarles. De las chicas solamente Luna era conocedora y no precisamente porque ella hubiera tenido el valor de comunicárselo, sino más bien porque la rubia era demasiado observadora para dejar de notar lo evidente, además si a alguien tenía que agradecerle era a ella, pues fue quien le diera un pequeño empujón en el momento preciso.

Con Harry y Ron era diferente.

En alguna ocasión Ron había parecido ligeramente interesado en ella y eso era algo que en realidad no había esperado, sin embargo, al parecer el chico ahora tenía sus ojos puestos en otro horizonte y eso era algo que en el fondo la aliviaba. Ya no tendría que lidiar con la decepción amorosa de su otro mejor amigo. Eso ya era una suerte, teniendo en cuenta lo dramático que podía llegar a ser Ronald Weasley.

Harry por su parte siempre fue el hermano que nunca tuvo y como todo hermano, era algo sobreprotector, sin contar por supuesto con que Draco había sido su némesis desde el principio y siempre se encargó de dejarlo mal parado, aunque en realidad aquello era mutuo. La verdad, era difícil imaginárselos a ambos en la misma mesa y compartiendo como amigos por tener algo en común y mucho más si aquello era ella. Pero Hermione jamás lo planeó y aun así había pasado, logrando de alguna milagrosa forma que Harry tratara de tomárselo de la mejor manera, igual que Ron —luego de algunas rabietas por supuesto.

No obstante, el camino para ello fue un poco largo e incluyó una ardua constatación de que no hubiera bebido amortentia o no estuviera bajo la influencia de un imperio —lo cual le pareció ridículo aunque nunca lo dijo— para terminar al final con una postura bastante madura de ambos que le expresaron que confiaban en su buen juicio.

Eso era bastante bueno, después de todo, ni siquiera ella podía creer que hubiera terminado siendo la novia de Draco, teniendo en cuenta el trato llevado por ambos en el pasado.

Y ahora estaban allí.

Ella sobre el mullido sillón que les había ofrecido la Sala de Menesteres y él de pie frente a ella.

Ambos sumidos en un incómodo silencio.

Muy en el fondo deseaba que lo que había escuchado fuera tan solo una broma de mal gusto que Draco quería jugarle o que fuera algo que se pareciera a las cámaras escondidas de los programas de la televisión muggle, donde te pillaban in fraganti y te hacían quedar en ridículo frente a todo el mundo; muy en lo profundo tenía la absurda esperanza de que alguien saliera de algún sitio y se lo confirmara, no obstante, ella sabía que él pocas veces hacía uso de su buen humor y con algo como eso, ni siquiera los gemelos Weasley podrían bromear.

Lo había dicho.

Iba a convertirse en un mortífago y lo peor, Dumbledore era su primera misión.

No sabía si estaba más aterrada por él o por ella y por primera vez en su vida, no tenía idea de qué camino debían tomar.

Estaba pensando que podían contarle a Dumbledore lo que estaba sucediendo pues de seguro él tendría una alternativa para manejar el asunto, pero al parecer Lord Voldemort era demasiado astuto y persuasivo, además de que se valía de métodos poco ortodoxos para hacer que sus súbditos cumplieran sus mandatos, lo que dejaba claro que escapar de él no era una opción.

Draco era un experto en oclumancia y podía tratar de evitar que Voldemort se internara en su mente y se hiciera conocedor de sus intenciones, pero una cosa era ser bueno en ello y otra muy distinta, enfrentarte con alguien que está a un nivel mucho más elevado que tú.

Por otra parte, el padre de Draco era prácticamente uno de los lugartenientes del señor oscuro, lo cual lo convertía a él en una especie de rehén de dicho legado. Para nadie era un secreto que la familia Malfoy siempre había estado del lado de la oscuridad y aun cuando el heredero del apellido estuviera en contra de continuar con aquello, el mismo Severus Snape —uno de los espías de la orden— le había dicho que esto era casi un suicidio y que por su bien y el de los que amaba, debía asumir la responsabilidad.

Pero ¿Matar a Dumbledore?

El precio por salvar a quienes le importaban —incluyéndose— era demasiado alto y ninguno de los dos estaba de acuerdo en tener que pagarlo. Por difícil que fuera enfrentar al mal, ambos lo preferían en vez de mancillar sus almas con crímenes atroces que en definitiva no abandonarían la mente de Draco jamás, ni tampoco la de Hermione.

El camino que les esperaba era duro, eso le había dicho él la noche del baile y con todo y lo que sabía que estaba por venir, su decisión había sido quedarse a su lado y enfrentarlo juntos, pero aquello parecía demasiado lejano y ahora que estaba próximo a suceder, ambos se lamentaban por no haber tenido demasiado tiempo para disfrutar de una felicidad que parecía efímera pero que de cualquier manera les llenaba el corazón. Bien había dicho Dumbledore que se acercaban tiempos difíciles y aunque eran conscientes de que ello, que se hiciera realidad era diferente.

El peligro que había sido inminente, ahora era real.

Y aún era demasiado pronto.

—No has dicho una palabra —la voz de Draco obligó a Hermione a levantar su rostro para ver que se encontraba en la misma posición desde hacía casi una hora.

—Estoy tratando de asimilarlo —hizo el intento de que su voz sonara tranquila, aunque tenía un nudo en la garganta.

Draco fijó sus ojos en los de ella y le permitió ver en su interior. Estaba asustado y no solo porque lo que tanto había temido se estaba haciendo realidad, sino también por el peligro que aquello implicaba para ella. Tal vez hubiera sido mejor que jamás se juntaran, pero era egoísta y ahora que la tenía, lo último que deseaba era perderla.

—Esto te sobrepasa —agregó él, tratando de contener la tormenta que se desataba en su interior.

—Es algo difícil.

—¿Difícil? —la frustración se extendió por todo su cuerpo, enviando señales eléctricas hasta sus dedos— ¡Es un suicidio! Si quien-tu-sabes-quien se entera de que estás conmigo, te torturará o… —no pudo terminar de decirlo pues el horror que lo invadió, secó totalmente su garganta.

—No te atormentes con eso. —dijo tratando de infundirle la tranquilidad que ella no lograba poseer en el momento.

—¿Qué no me atormente? ¿Acaso crees que no estamos en peligro de morir? —elevó la voz, sintiendo como el nudo en su garganta lo ahogaba— Hermione, en unos días tendré que convertirme en un mortífago y eso significara que tendré que torturar personas y en el peor de los casos…

Draco no pudo terminar la frase.

No podía ni siquiera pensar la posibilidad de tener que matar a alguien. Era inconcebible imaginar sus manos manchadas de sangre, pues aunque en el pasado siempre fue un bastardo que se burló de muchísimas personas, —incluida su novia— quitarle la vida a alguien era algo que no podía imaginar ni en sus peores pesadillas.

Hermione advirtió lo que el rubio estaba sintiendo y apresuradamente se levantó de su lugar para tomar el rostro de facciones afiladas y pálidas entre sus manos. Sus piernas que estaban entumidas por haber mantenido la misma posición por tanto tiempo se lo agradecieron y su corazón, tan afligido por el sufrimiento de su novio, empezó a bombear con más intensidad.

—Shhhh, —lo miró a los ojos con ternura— eso no va a suceder.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó mostrándose derrotado, con una expresión en el rostro que hubiera inspirado compasión en cualquier otra persona, pero en ella, la mujer que lo amaba, solo era un mensaje de alerta sobre lo mucho que él la necesitaba.

—Lo evitaremos —contestó ella tratando de convencerse más a sí misma.

—Tengo miedo —dijo con pesadumbre y mostrándose más vulnerable y humano de lo que jamás lo había hecho. Atrás había quedado la arrogancia y el desdén con el que siempre había tratado a quienes consideraba inferiores y ahora, solo quedaba espacio para la autocompasión.

Draco muy pocas veces confesaba sus sentimientos abiertamente, pero con ella sentía que era lo correcto, a su lado incluso sentía que podía volar. Sabía que su corazón estaba a salvo en la morada cálida y dulce que ella tenía para ofrecerle y por ello, no sentía ninguna vergüenza en que ella lo viera tan expuesto como ahora se encontraba.

—También yo, pero como te dije una vez —su aliento rozó suavemente el rostro del rubio que aspiró la calidez tratando de atraparla en su interior— estamos juntos en esto, y lo estaremos siempre.

El rubio apoyó su cabeza sobre el hombro de la chica, aspirando el aroma a jazmín que tanto amaba, mientras ella lo abrazó fuertemente, transmitiéndole su apoyo y brindándole la paz interior que solo ella podía ayudarle a conseguir.

—¿Cómo saldré de esta Hermione? —volvió sus ojos una vez más hacia el rostro de la castaña que acariciaba sus mejillas con delicadeza.

—No lo sé —declaró con un suspiro— pero encontraremos la manera.


Harry estaba sentado sobre uno de los sillones de la sala común de Gryffindor con la mirada fija en el crepitar de las llamas de la chimenea, cuando Hermione llegó al lugar con una pesadumbre difícil de disimular.

El elegido levantó su rostro y se encontró con la expresión cansada de la chica que se abrió un lugar a su lado.

—¿Cómo estás? —Hermione apoyó su cabeza en el hombro de Harry.

—Bien, supongo —la mirada casi inexpresiva del chico seguía en el mismo punto aun cuando su respiración delataba el nudo en su garganta.

—Necesito que hablemos —Hermione mantenía su cabeza en el mismo sitio y fijando su mirada en el mismo punto en que Harry lo hacía.

Había decidido tratar de no darle molestias, pero esto era algo que les competía a todos y aunque la mayormente afectada fuera ella, Harry nunca le negaría la ayuda que ahora necesitaba, después de todo, la batalla contra la oscuridad recién se estaba gestando y todos estaban inmersos en ella, aunque sus roles fueran por demás distintos.

Harry dirigió una mirada escueta a su amiga que acababa de levantar su rostro y al ver la urgencia en sus ojos se alertó. —Te escucho.

—Hay algo que necesito contarte —la castaña observó detenidamente el lugar y aunque estaban solos dudó que fuera el adecuado para ello— pero no aquí.

—¿Pasa algo malo?

—Ni te imaginas.


Luego de que encontraran a Ron, los tres decidieron ir hasta la Sala de Menesteres, donde horas antes ella y Draco habían estado hablando acerca de aquello que ahora la estaba consumiendo. Ron permanecía de pie junto a la chimenea que había en el lugar, mientras Harry veía por una ventana las sombras danzarinas que se proyectaban fuera.

Hermione por su parte estaba sentada en uno de los sillones del lugar, viendo la expresión de cada uno de sus amigos y preguntándose si era buena idea contarles. Odiaba ocultarles cualquier cosa y la experiencia le había dicho que aquello no traía nada bueno, no obstante, estaba el otro asunto: El hecho de que ambos chicos toleraran a Malfoy, no quería decir que estuvieran dispuestos a ayudarle.

—¿Y bien? —Harry se giró hacia su amiga, dándole la espalda a la ventana.

—Es Draco —dijo sin perder el tiempo.

—¡Lo sabía! —agregó Ron con mirada acusadora— ¿Qué te hizo ese bastardo? ¿Ya te diste cuenta de que no te merece? Mínimo te engañó con alguna chica de otra casa.

—¿Podrías callarte por una vez en tu vida? —Ron detuvo su diatriba al instante, al ver la expresión enojada de Hermione.

—¿Qué sucede con Malfoy? —preguntó Harry cansadamente y la castaña razonó si era una buena idea contarles sobre ello.

—Ha sido llamado.

—¿A dónde? —preguntó Ron evidentemente fastidiado con el giro que había dado la conversación y sin entender una palabra de aquello, sin embargo, por la mirada que Harry le envió a su amiga, ella pudo deducir que él si lo había captado.

—¿Cuándo?

—En unos días.

—¿Se puede saber de qué diablos están hablando? —Ron estaba molesto por ser el único perdido en la conversación.

—Malfoy recibirá la marca tenebrosa —afirmó Harry.

—¡Lo sabía! —continuó Ron con ímpetu— El maldito no puede negar lo que es.

—¡Ronald por favor! —Hermione estaba bastante ofuscada y a ese punto, lo observaba con una mirada asesina— ¿Podrías por un momento tomar las cosas en serio? —sus mejillas se tornaron rojas y acaloradas por la ira— ¿Acaso no sabes el predicamento en que se encuentra?

—¿Y que ha pensado hacer al respecto? —Harry era el mediador en la conversación.

Hermione suspiro cansada —No sabemos qué hacer.

—¿Sabemos? —agregó Ron con evidente fastidio— ¿Desde cuándo estas incluida en los planes de Malfoy?

—Desde que soy SU novia —espetó la castaña con firmeza.

—Pero eso no quiere decir que…

—¿Podrías dejarla en paz por un segundo? —La voz de Harry ya no sonaba cansada. Al parecer Ron también había conseguido sacarlo de casillas a él— Hace unos días le dijiste a Hermione que estabas de acuerdo con lo que decidiera respecto de su relación con Malfoy y ahora pareces un idiota celoso que quiere aprovecharse de la situación para poner las cosas a su favor.

—¡Yo no he dicho nada como eso! —Ron estaba ofuscado.

—No necesitas decirlo —lo encaró Harry— tus actos hablan por sí mismos.

—Pero yo…

—¿Podrían callarse los dos? —la castaña elevó la voz, haciendo que ambos chicos se detuvieran en seco— Hay cosas importantes en juego y si he decidido contarles todo esto, es porque necesito que me ayuden.

Ambos chicos guardaron silencio mientras se detuvieron a pensar en la angustia que de seguro estaba pasando Hermione en ese momento.

—Tienes razón Hermione, —apuntó Harry— hay que centrarnos en lo importante.

—Lo lamento Herms —dijo Ron sinceramente, sintiéndose un poco culpable por su infantil actitud.

—No hay problema chicos —agregó condescendientemente— pero de veras necesito que me ayuden a pensar en que es lo que podemos hacer al respecto.


Hedwig se posó sobre la ventana de la habitación de Draco, llevando amarrada a una de sus patas, una nota que Hermione le enviaba.

Ella y sus amigos habían llegado a una conclusión sobre lo que era mejor para poder afrontar la situación en la que se encontraban, pues aunque Malfoy no fuera del total agrado de ninguno de los chicos, Hermione era una persona a la que amaban y nada estaba por delante de velar por su felicidad. Esto había sido un determinante en la decisión que habían tomado entre los tres.

El rubio que estaba recostado sobre su cama, se fijó en la lechuza blanca que podía divisarse por entre las cortinas verde esmeralda de su habitación, que estaban entreabiertas, dejando pasar la luz que provenía del exterior. El ave que al parecer esperaba por él al otro lado del cristal se le hizo tan familiar que de un salto estuvo cerca de ella.

La conocía bien.

Era la lechuza de Harry Potter, lo cual le hizo pensar que de seguro el mensaje era de parte de Hermione y no se equivocaba, pues al tomar el pequeño trozo de pergamino pudo reconocer en él, la perfecta caligrafía de la castaña.

Necesito hablar contigo urgentemente. Por favor búscame en la Sala de Menesteres al finalizar la ronda de prefectos de esta noche.

H.

Luego de despedir al ave, volvió a tomar su posición en la cama, mientras su mente empezaba a vagar con la vista fija en la nota.

Su vida había cambiado enormemente y por lo que podía ver, seguiría cambiando. Desde que había decidido arriesgarse a confesarle sus sentimientos más profundos a Hermione, se sentía liberado, pero sobre todo, feliz.

Aun podía recordar la época en la cual solo podía conformarse con añorarla a través de sus tesoros personales y sólo la veía de lejos o le hablaba para llenarla de improperios u ofensas. Cuanto había cambiado aquella circunstancia desde entonces y ahora que la tenía a su lado, estaba completamente seguro de que aquel primer beso en la enfermería y aquella declaración bajo la nieve en Hogsmeade habían sido la mejor decisión que pudo haber tomado alguna vez.

Pero estaba lo demás.

Amaba a Hermione, pero sabía que no era justo arrastrarla con él hasta el abismo en que estaba a punto de caer. Era peligroso para él, pero para ella, era un acto suicida, sabiendo que era uno de los principales objetivos de la ira de Voldemort y no solo por ser una hija de muggles, sino también por saberse la mejor amiga del enemigo público número uno de la oscuridad.

¿Qué debía hacer?

La respuesta era evidente y aunque en el fondo le dolía muchísimo tomar aquella decisión, estaba seguro de que era lo mejor. Hermione tal vez lo odiaría, pero sería la única forma de preservarla con vida, y tal vez, si él también resultaba vivo después de aquello, pudieran volver a intentarlo, pues aunque le costara reconocerlo, tenía fe en que Harry Potter fuera capaz de vencer a Voldemort.

Porque el Draco Malfoy que todos habían conocido ahora era un hombre diferente.

Y todo gracias a ella.


Hermione se dirigía con prisa a la Sala de Menesteres donde de seguro Draco ya la esperaba.

Segundos después, frente a la pared donde se revelaría la entrada, sintió como su corazón se aceleraba mucho más. Ella y sus amigos habían tomado una determinación y juntos habían buscado la ayuda necesaria para tratar en enfrentar la situación. Para su suerte, aquellas personas a las que recurrieron estuvieron de acuerdo en ayudarles y entre todos idearon un plan que aunque era arriesgado, significaba una oportunidad valiosa.

Solo esperaba que Draco también estuviera de acuerdo.

Al ingresar al lugar lo encontró sentado frente a la chimenea que les había brindado el lugar. Una pequeña salita como las que se utilizaban para tomar el té completaba la estancia, mientras un Draco sumido en sus pensamientos, recién se percataba de su presencia.

—¿Te hice esperar demasiado? —la castaña se aproximó al rubio y tomó asiento a su lado, mientras él le dirigió una mirada cálida.

—No te preocupes, el tiempo demás me sirvió para pensar.

—¿En qué pensaste? —dijo ella acariciando su hombro con suavidad, para luego apoyar su cabeza sobre él.

—En nosotros —volteó a verla y en sus ojos se podía ver la tristeza que le producía lo que estaba por decir— y por eso he tomado una decisión.

—¿Y cuál es esa? —la chica advirtió la expresión del rubio, levantando su rostro y viendo sus ojos fijamente, aunque al principio él trato de rehuir su mirada.

—Creo que sabes tan bien como yo que es lo que debemos hacer.

Ella no lo dejó continuar.

—Sé que dirás que es mejor separarnos —la mirada de Hermione se endureció un poco— pero debes saber que no estoy dispuesta a aceptarlo.

La determinación de la castaña no pasó desapercibida para Draco, aunque ya se la esperaba. Debía aceptar que aquello lo hacía sentirse feliz al ver el amor que ella le profesaba, pero en el fondo también era consciente de que aquello era algo contraproducente.

—No pienso alejarme de ti —continuó la chica antes de besarlo fugazmente— te amo Draco —dijo acariciando su pálida mejilla— y haberlo aceptado es una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida y aunque es arriesgado me mantengo firme en que quiero luchar a tu lado.

El corazón del rubio latió más fuerte y aunque se había quedado sin palabras, lo que estaba sintiendo en su interior hablaba por sí solo.

La amaba y amaba la tenacidad e incluso la terquedad de aquella mujer que había conseguido cambiar por completo su mundo.

¿Debía dejarla ir?

La respuesta de su corazón era un no rotundo, mientras la de su razón le indicaba que era lo correcto.

Ella continuó:

—No es como si alejándome de ti dejara de correr peligro —sonrió con ironía— soy la mejor amiga de Harry Potter y sabes lo que eso significa.

—¡Y ese es el problema! —replicó el rubio con renovado ímpetu— no quiero que quien-tu-sabes me utilice para llegar a ti —la miró con tristeza— no me podría perdonar que algo te pasara por mi culpa.

Hermione se apresuró a tomar su rostro entre sus manos —Y eso no sucederá.

—¿Por qué estás tan segura?

La castaña se enderezó en su lugar, dejando el contacto con el rubio, y con voz y mirada firme anunció:

—Porque tengo un plan.


¡Hola!

Estoy dando inicio oficialmente a la secuela de "10 razones para odiarla". Les dije que esta historia tenía mucho por contar aun y aunque he tardado un poco en decidir el ritmo que tendrá, al fin he logrado tener listo el primer capítulo. Espero tenerlos por aquí.

Gizz

¡Travesura realizada!