Después de todo

Rukia y Shuuhei tienen una historia inconclusa. Cuando Ichigo vuelve al mundo de los vivos luego de la Guerra Sangrienta de los 1000 años es el momento de hacer un recuento y cerrar viejas heridas. A veces lo mejor que puede hacerse es tener una sincera conversación. Para los que querían una continuación... los tomatazos al botón review al final de la página xD

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Volvía a él. Había pasado ya un tiempo que la última batalla había tenido lugar. En el cuartel de la novena división, en su cuarto. Tomaba una taza de té, o más bien la contemplaba en silencio. El teniente aguardaba que fuera ella quien alzara la voz.

-Nunca dijiste nada… -murmuró ella volteando hacia él, su mirada se alejaba del té. –Ni siquiera cuando te dije que necesitaba espacio… que no podía continuar con lo nuestro mientras él estuviera presente.

-Nada de lo que dijera te iba a retener a mi lado, Rukia –respondió siendo totalmente sincero, él era así.

Rukia lo miró un instante. ¿Cuánto daño le había ocasionado a su camarada durante ese tiempo?

-Te debo una disculpa, Shuuhei –dijo con voz firme.

-No tienes por qué, si hubieras continuado con ello hubiera sido un error… -bebió de su té –Siempre supe que tu afecto no me pertenecía. Era algo prestado…

-No –negó ella firmemente –Estás equivocado, yo te quería…

Él bufó, no era su intención ser grosero, pero aquello le causó algo de molestia.

-Me querías… pero no fue suficiente –la miró con reproche –Quizás si él nunca hubiera regresado…

-Quizás –afirmó ella dejando de lado su té para prestarle total atención al moreno –Quizás si Ichigo jamás hubiera regresado nada de lo nuestro hubiese cambiado. Debes entender que…

-Te entiendo, Rukia, no creas que no –le dijo sinceramente –Si yo hubiera estado años enamorado de una chica y de pronto ella se marchara… y llegara otra chica prometiéndome la luna hubiera tomado la misma decisión que tú: darle una oportunidad. Y tal vez cuando mi gran amor hubiese regresado también hubiera dejado a aquella chica… es sumar dos más dos.

-Los números nunca han sido lo mío –repuso –Simplemente actué como sentí que correspondía, te lo debía… ser sincera.

-Nunca te lo he recriminado –respondió firme –Hiciste lo que debías. –miró por la ventana, la noche y sus estrellas –Y supongo que yo también tuve algo de culpa.

-¿Tú? ¿Por qué?

Shuuhei guardó silencio un momento. Ella lo repasó con la vista, le seguía pareciendo tan atractivo como en un comienzo. Recordaba aquellos encuentros, las risas, la complicidad, el cariño… la pasión. Había algo en él que la hacía perder el control, algo que la ponía inmensamente nerviosa, que la hacía perder la templanza.

-Siento que te forcé a tomar una decisión cuando no estabas lista.

-No hiciste nada de eso –repuso ella –La decisión la tomé por mi libre voluntad.

El moreno volvió a guardar silencio. La contempló intentando no confundir su sentir. Era tan menuda, tan frágil, pero sabía que era más fuerte que muchos de los tenientes e incluso algunos capitanes. Había hecho frente a enemigos peligrosos, a sus propios demonios… pero… Parecía que había una parte de ella que no quería ceder, no quería perder, aferrándose a la esperanza que todo diera un giro a su favor. Él era mayor, él lograba descifrarla. Sin embargo…

-¿A qué has venido, Rukia?

Ella se sorprendió con la pregunta. No era que fuera una pregunta fuera de lugar, de hecho era la más precisa. ¿A qué había acudido donde él? Hace meses que no se frecuentaban, no después del regreso de Ichigo, no después de la gran batalla. De hecho durante ese tiempo ni siquiera pensó en él, en su seguridad, en si estaba bien… solo pensaba en Ichigo.

-Supongo que necesitaba alguien que me escuchara

-Y supongo que siempre he sido bueno en ello –dijo Shuuhei, ella asintió. –Te escucho…

Rukia bajó la vista a sus manos entrelazadas sobre su regazo.

-Quise ser sincera con él y confesarle todo… pero no pude –murmuró avergonzada por su falta de convicción, y por estar diciéndoselo a él. –De pronto comprendí que no había nada que lo atara a este mundo y que su vida estaba del otro lado del senkaimon… Le gusta su poder, pero para proteger a quienes quiere, no para estar aquí… y yo… yo no voy a dejar la Sociedad de Almas. -Shuuhei asintió. –Finalmente creo que comprendí lo que antes no quise ver, que él tiene todos sus afectos en el mundo de los vivos y que no pertenece a este lugar… por mucho que yo quisiera.

-Me disculparás por lo que te voy a decir, Rukia –dijo mirándola a los ojos –Pero si realmente quisiera estaría aquí. Si realmente tuviera algo a qué aferrarse… no se hubiera marchado.

Ella bajó la vista, le había dado directo al corazón sin anestesia.

-Lo sé, no soy idiota, Shuuhei. –se volvió hacia él –No soy suficiente…

-No es eso –la confortó –No eres tú, a veces las relaciones son así… unilaterales. –ella asintió suavemente con una triste sonrisa en sus labios –Vales mucho y sé que no soy el más objetivo para decirlo, pero debes tenerte un poco más de estima. Que Ichigo no sepa ver que detrás de tu lealtad y amistad hay un sentimiento mucho más profundo no es su culpa y tampoco la tuya… simplemente no debía ser. No te tortures.

-No lo hago –dijo serena –Ya no… ha pasado bastante ya. Estoy en paz con ello… aunque por ratos me vuelve ese desagradable sentimiento…

-¿De no ser suficientemente buena?

-Exacto –afirmó volvía a su te, tomó la taza entre sus manos.

-Rukia… -suspiró el moreno dejando a un lado su taza, se acercó a ella –Eres tan buena como puedes, insisto, no tiene absolutamente nada que ver contigo. Ichigo tiene otras cosas en mente, tal vez otros gustos… al menos agradece que su afecto por ti permanecerá intacto. Eres un amiga, quizás su mejor amiga… qué mejor que eso, ¿ah?

Ella lo miró y suspiró.

-¿Y por qué solo eso?

-No estoy en su mente –dejó caer –Pero si me preguntas a mí es un imbécil por no poder verlo… Que eres la mejor mujer que jamás podrá tener. Pero simplemente no eres lo que él necesita. –hizo una pausa al ver que ella quería interrumpirlo, sin embargo no lo hizo –Te necesita, pero no de la manera que tú quieres.

-Entonces no soy suficiente…

-¡Otra vez con lo mismo! –exclamó cansado –¡Sácate eso de la cabeza! No es eso…

-¿Entonces qué es?

-¡Cómo voy a saberlo! ¡Si tanto quieres saberlo, pues anda y pregúntaselo de una vez! Aunque creo que no sacarás nada con ello… Sea cual sea la respuesta terminarás comiéndote el coco y tendré que escucharte una vez más, tú y tus conjeturas totalmente desquiciadas.

-¡Si tanto te molesta escucharlas me voy! –se puso de pie.

-No me molesta escucharte, me molesta que un niñato te tenga así… tú no eres así.

-¡Y tú qué sabes!

-Te conozco, Rukia… -le dijo pacífico, ella lo miró acusadora –Tú estás por sobre estas cosas… ¡por Dios, si lo tenías superado!

-¡Tú estabas a mi lado! ¡Así era mucho más fácil! –él se puso de pie para enfrentarla, la discusión se volvía más acalorada -¡Tú me hacías sentir que podía contra ello! Contra mis demonios, contra esta sensación de vacío, de no valer nada…

-Sigo estando a tu lado, ¿no es así? Te estoy escuchando… te estoy apoyando… ¡Intento que entres en razón por Dios! ¡Pero a veces eres tan imposible! ¿Qué saco yo con decirte todo lo que vales si la única opinión que vas a tomar en cuenta es la de ese niño? Puedo enumerarte todas tus virtudes y nada de eso cambiará la imagen que hoy tienes de ti.

Rukia desvió la mirada, se cruzó de brazos. Él acortó las distancias y la estrechó en un abrazo, uno sincero, de esos que contienen, de esos que no esperan ser correspondidos. Pero ella lo rodeó con sus brazos muy para la sorpresa del teniente.

-Dímelas… -murmuró apoyando la cabeza en el pecho de su compañero –Mis virtudes… Dime qué te gusta de mí.

Él sonrió.

-Pues… comencemos con lo básico, eres muy guapa –ella soltó una risita –Tienes carácter, eres valiente, tienes una gran fortaleza física y emocional… Me gustan tus dibujos, me parecen muy tiernos. Me gusta tu voz aunque cantes terrible –ella suspiró –Digamos que tampoco soy un rockstar –confesó –Me gusta la calma que mantienes ante las situaciones más complejas, la cara que pones en las reuniones, esa cara seria y templada… Me gusta verte reír y sonreír, me gustan tus bromas, eres muy ingeniosa… bueno y otras cosas…

Ella soltó ligeramente el abrazo para verlo a los ojos.

-¿Qué otras cosas?

-Me gusta como besas, me gustan tus suspiros, me gusta como dices mi nombre a mi oído, me gustan tus sonrojos… como me mirabas…

Ella se alejó completamente y negó con la cabeza.

-No hagas esto, Shuuhei –dijo suavemente.

-Tú me pediste que lo hiciera.

-Fue un error.

Frente a frente, ella no se movía de su sitio aunque una voz en su cabeza le decía que era el momento de abandonar la habitación de Shuuhei, que todo había sido dicho. Ella había buscado su apoyo, pero con ello solo había logrado remover el pasado e incordiarlo. No era justo para él, era egoísta e inmaduro.

-Solo quiero que sepas… -dijo finalmente la chica –Que lo nuestro fue real, que te quise y mucho… y sí, no fue lo suficiente como para sobreponerme a lo que siento por Ichigo. Quise ser fuerte por nosotros, de verdad. Pero no pude y lo lamento.

-Vuelvo a decirte que no tienes que pedir disculpas, pero ya que insistes –suspiró –Te perdono.

-Gracias…

Rukia se dirigía a la salida cuando se vio detenida por una mano en su muñeca, se volteó.

-También quiero que sepas que lo detesto con todo mi ser –le dijo con voz firme –Porque pudo tener lo que yo quiero y no lo valoró, porque no supo ver lo que tenía enfrente… porque te apartó de mí y sin saberlo nos hizo daño a los dos. –hizo una pausa –Yo también te quise… te quiero y tampoco es suficiente…

-Shuuhei…

-Pero aquí estoy, sin cuestionarme si soy suficientemente bueno para ti. Simplemente entendiendo que no soy lo que necesitas ni lo que quieres. Que no es mi culpa ni tampoco la tuya, que simplemente es así.

Rukia cayó en que Shuuhei pasaba exactamente por lo mismo que ella. Nunca lo había pensado de esa manera e, inconscientemente, fue donde él a descargarse refregándole en la cara, una vez más, que no lo quería como él a ella. Era una estúpida, una maldita egoísta. Y se sintió miserable…

-Nunca quise hacerte daño…–su voz fue casi un susurro, la garganta apretada, los ojos humedecidos, la mirada al suelo.

-Lo sé y por eso nunca te culpé. Insisto, hiciste lo que debías… -la tomó por la barbilla suavemente y la obligó a mirarlo –No cualquier chica tiene el coraje para hacerlo, para ser correcta y honesta. Punto para ti. –bromeó.

Ella lo miró a los ojos. ¿Qué mierda estaba haciendo? ¿Por qué estaba ahí rechazando todo lo que él le entregaba? ¿Qué mierda le pasaba? Tenía frente a ella a un hombre estupendo, divertido, cariñoso, honesto, leal… y ella lo rechazaba porque… porque… ¿por qué? ¡Simplemente porque una vez más estaba tan concentrada en su obsesión por Kurosaki que no podía ver nada más que eso! A ese muchacho pelinaranja… y todo lo que él significaba.

-¿Qué pasa? –preguntó el moreno al verla con la mirada perdida en él.

-Perdimos tanto tiempo –suspiró bajando la vista –Si hubiese sabido que solo tenía 17 meses jamás te hubiera dedicado tan pocos.

Él sonrió.

-Coincido –le dijo subiendo sus manos a las mejillas de la morena, un gesto afectuoso sin segundas intenciones –Debí besarte ese día que te encontré en el Senkaimon pensando en si lo cruzabas o no.

-Sí, quizás debiste hacerlo –respondió sincera. –Y te hubiera golpeado muy fuerte en las pelotas –sonrió pensativa.

Shuuhei soltó suavemente el rostro de la morena, ella parpadeó pesadamente.

-Es hora de marcharme. –le dio la espalda –Buenas noches.

-Rukia… -la llamó, ella no se volteó pero no abandonó la habitación –No he cambiado de opinión y si tú…

-No sería justo, Shuuhei.

-No me importa si lo es o no –ella se volteó finalmente –No se trata de justicia, ni de orgullo… en estos casos nada de eso vale. –acortó las distancias y la tomó suavemente por los brazos, ella desvió la mirada –Mírame… -ella apenas alzó la vista. -¿Acaso ya te olvidaste de todo?

-No –murmuró. –Y por lo mismo… –se apartó –dejaremos esto hasta acá.

Le dio la espalda, abrió la puerta y salió de la habitación.

Autocontrol, eso lo había aprendido de él. Apoyó la espalda en la puerta y soltó un suspiro. ¡Claro que no olvidaba nada! Maldito, Shuuhei, sí que sabía apretar los botones correctos. La hacía dudar de su decisión de mantenerlo lejos, de enclaustrarse a vivir su duelo. Él y su discurso políticamente correcto, sus palabras llenas de empatía y madurez… ¡una mierda! Y luego va y le dice que si ha olvidado… ¡más mierda! Hay cosas que no se olvidan. Se sonrió de lado, algo había cambiado en el semblante antes acongojado de la morena, se pasó una mano por el cabello. Soltó un suspiro. Estúpido Hisagi.

Tocó a la puerta y volvió a abrir. El teniente la quedó mirando sorprendido.

-No sé por qué, pero sueles hacerme cambiar de opinión –le dijo la chica entrando en la habitación.

-Es porque tengo la maravillosa habilidad de ser muy convincente –respondió con malicia.

Ella le respondió con una sonrisa… una sonrisa nada inocente.

-No quiero romanticismos –se acercó a él –Ni palabras cursis –le advirtió –Vamos a hacerlo duro.

-Tus deseos son órdenes, Kuchiki-sama. –y luego le decía a él pervertido…

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Maldita enfermedad, de todas las que pudiese haber pensado era la última que esperaba. Había sido una larga batalla que ya había dado por perdida, él y toda su familia. En el hospital, con cuantas vías pudiese tener, una mascarilla de oxígeno sobre la boca y la nariz. Las fuerzas no le daban ni siquiera para hablar, apenas si podía mantenerse despierto… los medicamentos para el dolor tenían ese efecto.

Perversa muerte, como si quisiera vengarse de él por haberla burlado tantas veces.

Orihime lo miraba desde su sillón, en un rincón de la habitación. Su cabello anaranjado, lo mantenía a costa de constantes visitas al salón de belleza. Tejía algo para alguno de sus nietos, no podía distinguir si era un chaleco o algo por el estilo. Solo sabía que afuera era invierno, la nieve… el frío… volvía a pensar en ella. Habían pasado tantos años desde la última vez que la vio, y últimamente la soñaba. Supuso que era la antesala a la muerte, soñar con una shinigami que hace más de medio siglo no pertenecía a su vida… era una señal.

Sus hijos habían estado con él esa mañana. Su hija había estado especialmente emocional, odiaba verla así… Su hijo estoico, era su fiel reflejo. Protegía y confortaba a su hermana, era lo que él hubiese esperado de su primogénito.

La máquina que llevaba el conteo de sus pulsaciones comenzó a sonar, él no lo notó, estaba muy lejos de allí. Una de las enfermeras acudió al lugar, Orihime lo sostenía de la mano, hablaba algo que no alcanzaba a diferenciar. Él miró hacia la ventana. Más claro que nunca una silueta vestida de negro saltaba al interior y se acercaba a él. Acomodaba un guante en su mano, ese guante con la calavera negra.

Se retiró la mascarilla con la última fuerza que tenía

-Rukia… -murmuró con una sonrisa.

Lo último que supo fue el golpe que le dio en la frente. Orihime contempló la escena junto al cuerpo de su esposo, le sonrió ampliamente a la morena que ahora arrastraba al pelinaranja, sí como si tuviese nuevamente veinte años, fuera del hospital, tal y como en los viejos tiempos. No dijo nada, tampoco la shinigami… Un acuerdo tácito. Ambas sabían el porqué.

-Hasta pronto… Ichigo –murmuró la pelinaranja dejando escapar finalmente las lágrimas.

La enfermera apagó la máquina luego de unos minutos.

-Lo lamento, señora –le dijo suavemente a la anciana. –Debería llamar a su familia… el doctor viene dentro de pronto a firmar los papeles…

Orihime asintió. Sabía que no lo había perdido, que la muerte no es el fin, solo una transición. Pronto se encontrarían otra vez.

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Con que así era la muerte, nada muy diferente a lo que había vivido durante bastante tiempo, años atrás. Rukia lo guió hasta la Sociedad de Almas en silencio, él tampoco tenía mucho que decir… No esperaba que fuera ella quien realizara su funeral, menos que lo hiciera como ahora. Esperaba que fuera tal y como para el resto, pero supuso que para un shinigami sustituto las cosas eran diferentes. Casi sintió que careció de total pompa. Se estiraba aún sin creer que su alma se hubiese preservado como cuando dejó de cumplir sus funciones de Shinigami… tal y como Rukia permanecía congelado en el tiempo.

-Bienvenido a la Sociedad de Almas, Ichigo –le dijo ella cuando aparecieron fuera del Seireitei. Se miraron un segundo, ella le sonrió. –Mucho tiempo, ¿no?

Bastante tiempo… Había dejado de verla cuando acababa de cumplir 25 años. Había decidido dejar sus funciones de shinigami sustituto para pasar a llevar una vida humana lo más normal dentro de lo posible, lo que incluía comenzar un empleo fijo y casarse con Orihime, quien había sido su novia por cerca de 5 años.

-60 años… una vida.

-No me digas que me extrañabas –bromeó ella con un golpe suave en su espalda.

-A decir verdad, sí.

Rukia no volteó a verlo, simplemente mantenía la vista al frente.

-Yo también te he extrañado, Ichigo.

Recorrían las calles del Seireitei mientras el pelinaranja disfrutaba el sentirse nuevamente joven. No le dolía la espalda, ni el cuello, su ritmo de caminata era ágil, casi deseó encontrarse con Kenpachi para comenzar una buena batalla… eso si no había perdido el training. Podía ver que todo estaba tal cual como antes de la guerra de los mil años.

-¿Has pensado que harás ahora? –preguntó de pronto la morena.

-Creo que es el momento de integrarme al Gotei 13 de manera definitiva –reflexionó –Valga decir que lo extrañé los últimos años.

-Me imagino –respondió Rukia –Como te puedes dar cuenta acá no ha cambiado mucho…

-¿Bromeas? Han reconstruido todo –miraba asombrado.

-Ha pasado mucho tiempo, Ichigo –resaltó la morena. –Si no lo hubiéramos hecho seríamos unos vagos. ¿Te molestaría acompañarme al cuartel? Debo ir por unas cosas. –Ichigo la miró con algo de reticencia –No te preocupes, ya es tarde, deben estar todos en las barracas cenando. Cuando quieras puedes pasar a ponerte al día con los chicos –miró con una sonrisa –Estarán muy contentos de verte.

Ichigo le devolvió la sonrisa. Era extraño estar ahí después de tanto, de tantas cosas vividas… Le parecía estar viviendo en un extraño sueño del cual despertaría para ir a cenar con su esposa, sus hijos y sus nietos. Otra plácida tarde con sus hermanas recordando las brutalidades de su padre. Hablando de él…

-¿Mi padre?

-En misión, eligió un excelente momento para ausentarse. Él debió ser quien fuera por ti, pero en su ausencia el Capitán Shunsui decidió que yo era la indicada. –dobló junto a una muralla para seguir el camino hacia la división 13. –A un shinigami no se le retira del mundo de los vivos como a cualquier mortal, se le espera. –volvió a doblar –Como ya te diste cuenta… -él asintió –La división 12 te seguía atentamente. Por la mañana se me dio la orden de cruzar el senkaimon.

Subieron las escaleras hasta la vieja oficina de Rukia, había cosas que no cambiaba. La morena abrió la puerta, ordenó un par de papeles y tomó su haori para calzárselo, lo estiró con las manos. Ichigo se la quedó mirando. Ella bajó la vista a la capa blanca.

-Oh… -dijo ella mirando a su antiguo compañero de batallas –Supongo que no lo sabías, claro –su voz denotaba cierto nerviosismo –Ahora soy la capitana Kuchiki, por cierto. Supongo que no había nadie que pudiese tomar el lugar del capitán Ukitake… -recordó con tristeza –Trato de honrarlo.

Ichigo puso una mano sobre el hombro de su amiga.

-Estoy seguro que eras la más idónea para el cargo –dijo sinceramente.

Ella le sonrió con un ligero sonrojo. Se volvió hacia el escritorio, tomó una carpeta con el logo de la división 5, seguramente algunos informes o de inteligencia. Salieron de la oficina. Realmente no había nadie, quizás un par de shinigamis rasos que se cuadraron cuando la capitana pasó junto a ellos saliendo del cuartel.

-Puedes quedarte en mi casa si quieres antes que arregles todo con el comandante Shunsui –le ofreció –O puedo facilitarte alguna habitación en el cuartel… si así lo prefieres –no quería ser insistente.

-¿Te quieres deshacer tan pronto de mí? –preguntó con fingido tono dolido.

Ella soltó una risa y lo golpeó un par de veces en la espalda amistosamente, iniciaron camino hacia la casa. Volvían por sus pasos alejándose de las dependencias del Gotei. Las enormes mansiones se dibujaban a la distancia, se preguntaba cómo estaría ese estirado de Byakuya Kuchiki y qué cara pondría al verlo entrar a su casa. ¡Sería de lujo! El tiempo parecía haber retrocedido, miró a su amiga, ella sí se veía algo mayor… si él representaba unos veinte y pocos años, ella unos incipientes treinta. Después de todo los shinigami sí envejecían.

Rukia dobló en una esquina, las enormes mansiones era dejadas atrás e ingresaban en un barrio acomodado, pero de casas de menor tamaño. El muchacho se detuvo en medio del camino.

-No vamos a tu casa.

Rukia se dio cuenta de su error, no le había informado nada. Solo habían hablado de él, de cómo había seguido la Sociedad de Almas.

-Ya no vivo con Nii-sama –le dijo con la vista al frente sin detener la marcha, él la siguió.

-¿Y eso por qué? –preguntó y luego se dio cuenta de su error. ¡Estúpido él!

El tiempo había pasado, claramente si Rukia hubiese querido libertad se hubiese ido a los dormitorios del cuartel. La miró atentamente mientras seguían caminando por las calles del sector. Las casas eran al puro estilo del Seireitei, el tiempo parecía congelado aún en la época Edo. De pronto se detuvieron frente a un portón y altas cercas de madera, del otro lado podía distinguir unos árboles de cerezo.

-Nii-sama insistió, no necesitábamos algo tan… grande –claro que no era ni un cuarto de la mansión Kuchiki.

-¿Necesitábamos? –la pregunta salió de manera inconsciente.

Rukia guardó silencio nuevamente al tiempo que abría la puerta e ingresaban al jardín, muy bien cuidado, un pequeño estanque a la derecha, un claro con árboles junto a la cerca, la entrada a la casa a algunos metros.

-Llegamos –anunció la mujer al entrar en la casa, se descalzó. Se quitó el haori, dejó la carpeta sobre una mesita. –Traje a Ichigo conmigo.

-Lo supuse –se escuchó una voz grave, pudo ver que la morena se sonreía. -Estamos en el comedor

El muchacho miró hacia donde había provenido la voz. Con que efectivamente había un hombre en su vida, esa no era la voz de Byakuya, la hubiese reconocido enseguida. ¿Desde cuándo ella tenía alguien en su vida? ¿Por qué no le dijo nada antes?... Bueno, él acababa de morir, no era el momento de charlar de lo linda que había sido su vida.

Se descalzó y siguió a Rukia por un pasillo. Era una casa no demasiado grande, aun cuando su fachada era imponente. Todo estaba muy pulcro y ordenado, supuso que aun fuera de la mansión Kuchiki, Rukia debía contar con el apoyo de Byakuya y varios sirvientes. De otra manera una mujer que trabajaba todo el día no hubiese podido tener todo en esas condiciones.

-Supongo que tienes hambre, el apartarse del cuerpo da un hambre horrible luego de un rato –dijo, Ichigo lo sabía, lo había experimentado tantas veces antes.

Se detuvieron frente a una puerta entreabierta, Rukia ingresó primero, él la siguió. Pudo ver un hombre moreno que le daba la espalda a la puerta y un par de niños estaban sentados a la mesa quienes voltearon a mirar a los recién llegados. El tipo también se dio vuelta y se puso de pie.

-¡Mentira que sigues con este sujeto! –exclamó Ichigo indicando a Hisagi con el dedo.

-También es un gusto verte, Kurosaki –el moreno le sonrió malicioso –Por favor toma asiento y compartamos la cena.

-Pudiste decirme, ¿no? –se volteó hacia Rukia, ella sonreía a modo de disculpa.

-Supongo que quise ahorrarme todas tus recriminaciones sobre mis decisiones durante el camino –respondió ella tranquilamente, casual.

Rukia le indicó que tomaran asiento, ella se dio cuenta que había un plato extra, Shuuhei siempre supo que traería a Ichigo con ella. Se sorprendía cómo parecía leerle la mente, serían los años. Pero mientras la morena salía de sus pensamientos, su amigo observaba la escena. Los muchachitos lo miraban intrigados.

-¿No van a saludar? –preguntó el padre a los niños.

Ambos se levantaron pitando dejando sus platos a medio comer, hicieron una venia.

-Buenas noches, Kurosaki-san.

Ichigo asintió con la cabeza, los muchachos volvieron a sentarse. Rukia servía arroz y unas verduras hervidas en los platos, dejaba uno frente a su amigo. Pero el pelinaranja aún estaba digiriendo aquello. Ahí en la cabecera de la mesa estaba Shuuhei Hisagi, el teniente de la quinta división… ¡Por eso Rukia llevaba esa carpeta! Seguramente se le había quedado a ese sujeto cuando la iba a ver a la oficina y… ¡maldito Hisagi! Junto a ese sujeto a mano derecha un muchacho que representaba unos 10 años hablaba algo con la boca llena, su padre lo corregía. Eran dos gotas de agua. Al otro lado el otro niño de unos 6 años jugaba con sus verduras alzándolas con los palillos y dejándolas caer sobre el arroz nuevamente. Ése se parecía más a Rukia, pero solo un poco más… ¡por Dios sí tenía los genes fuertes ese idiota!

-¿Te encuentras bien? –le preguntó Rukia, el moreno miró a Kurosaki.

-Sí, sí… no es nada –asintió. Ella le sonrió dulce, él se llevó la comida a la boca con algo de avidez al menos eso le estabilizaba el estómago, supuso que entre la salida de su cuerpo y el impacto de ver a su amiga formando una familia con Hisagi le habían provocado una descompensación -La comida está excelente. ¿Te trajiste a Beniki? –preguntó por el antiguo cocinero de la mansión.

-No –respondió ella mirando a su esposo –Shuuhei cocina, yo soy un desastre. Quemo hasta el agua –se autobromeó, el moreno se volteó por un instante y le hizo un gesto de suficiencia a Kurosaki.

Ichigo asintió al tiempo que el moreno se volvía nuevamente hacia sus hijos, no era que lo ignorara, simplemente no quería interrumpir la charla de aquellos amigos que no se veían hace tanto tiempo.

-Cariño –alzó la voz la mujer y el moreno la miró –Traje la carpeta, la dejé en el recibidor –indicó antes que lo olvidara.

-Gracias –le sonrió –Con que entonces ya te enteraste Kurosaki –se dirigió al invitado –Que tu amiga ahora es capitana.

-Era obvio… se estaba perdiendo su talento –la alabó, ella se sonrojó nuevamente –Por cierto, ¿no es muy horrible que tu mujer tenga mayor rango que tú en el Gotei, Hisagi? –dejó caer con malicia.

-Soy capitán ahora, Kurosaki –le aclaró –Cómo te quedó el ojo, ¿ah?

¿Qué? ¿Hisagi un capitán del Gotei 13? ¡Un tipo que le temía a su shikai y ni hablar de su bankai! ¿Cómo había ocurrido aquello? Bueno, supuso que en 60 años podían pasar muchas cosas, algunas tan insólitas como esa.

-Supongo que ya no le temes a tu zanpakuto entonces, sensiblón –lo retó. –¿Qué tal si lo probamos más tarde?

-No gasto mi tiempo ni mi energía en luchas triviales –dejó caer –Y sólo mis amigos tienen derecho a gastarme bromas… -le advirtió.

Ichigo gruñó por lo bajo.

-¿Y si llevamos la cena en paz? –preguntó la mujer mirando a su esposo severamente y luego a su amigo –Luego pueden ir a derrochar testosterona al jardín pero sin dañar mis plantas, trabajo me ha costado tener un jardín que Nii-sama pueda apreciar digno de su buen gusto.

El pelinaranja miró a Hisagi.

-¿Lo tienes que aguantar acá?

-Usualmente Byakuya viene a visitarnos. Tutorea a nuestros hijos… a veces viene personalmente a dejarlos, otras manda a Nanami –dijo como si fuese lo más normal del mundo –Ya sabes, el mayordomo.

-Sí, sí sé de quién hablas –recordó, hizo una pausa –¿Lo llamaste Byakuya? ¿No debería ser Capitán Kuchiki para ti?

-Somos cuñados, ¿cómo quieres que le diga? ¿Byakuya-sama o algo así? Por favor, somos camaradas en el Gotei y somos familia. De hecho él mismo me dijo que dejara las formalidades de lado.

-Pero Rukia lo llama Nii-sama, ¿no?

-Shuuhei y Byakuya se llevan de maravillas –dijo Rukia interrumpiendo la conversación, el moreno asintió en silencio. –De hecho son bastante amigos.

-¡Esto ha de ser una broma! –exclamó el pelinaranja. –¿Amigos?... ¡Y ahora tú también lo llamas por su nombre!

-No, usualmente le digo Bya-nii, pero no voy a decirle así frente a todo el mundo –aclaró. –Es algo familiar.

60 años, claro que no habían pasado en vano. Se daba cuenta de todo lo que había sucedido del otro lado del senkaimon. Su amiga había construido una firme relación con su hermano, se había enamorado y casado con un camarada, hacía sido madre… Para él Rukia era una imagen permanente, congelada en el tiempo, hubiese sido que esperaba verla con su apariencia adolescente, llevando la misma vida que hace 60 años… viviendo con Byakuya, dedicándose a su trabajo… siendo la misma de siempre.

Terminada la cena ambos niños se pusieron de pie junto con su padre, hicieron una pequeña venia al invitado despidiéndose y luego besaron a su madre uno por cada mejilla. Le quedaba el papel, debía admitirlo. Ella nunca había tenido una familia de verdad y supuso que Hisagi tampoco, por un instante se alegró de la escena de la que estaba siendo parte. Ella era feliz.

-Un gusto verte Kurosaki –le dijo el moreno antes de salir del comedor –Sinceramente. Siéntete en casa –miró a Rukia –Llevaré a los chicos a la feria.

-No lleguen muy tarde, cariño –pidió.

-Antes de las 11 –respondió devolviéndose para besarla brevemente. –Pásatela bien. –se retiró de la estancia.

Ambos amigos se quedaban solos.

-Veo que finalmente decidiste vivir una vida aparte de tus funciones… -reflexionó Ichigo –Me es algo difícil todavía digerirlo, nunca te vi en algo así… de esposa, de madre… y de los hijos de Hisagi –había algo de molestia en su voz.

-Tú también hiciste tu vida, Ichigo –ella le sonría amistosa –No tiene nada de raro.

El pelinaranja guardó silencio mirando la estancia. Claro que no tenía nada de raro… Él se había casado terminando la universidad, había tenido dos hijos con Orihime quienes ahora tenían más de cincuenta años. Tenía 3 nietos a los que amaba con su vida y había disfrutado hasta el último momento de su vida. ¿Qué tenía de raro entonces que Rukia hubiese formando una familia?

-Vamos al jardín –le dijo la mujer –Podemos tomar el té fuera, la brisa de primavera siempre me ha gustado.

-Lo recuerdo…

Ya afuera Ichigo seguía con la vista al frente, repasaba todo el jardín. Realmente era un lugar muy bonito, se notaba que Rukia se esmeraba en tenerlo perfecto excepto un rincón que era un desastre. Supuso que era donde jugaban los niños, él mismo también lo hizo en su jardín. La miraba en silencio, había pasado tanto tiempo… pero recordaba cada instante que había vivido junto a ella. Quizás fue su juventud o su incapacidad para leer sus propios sentimientos que jamás se dio cuenta lo que había sentido por Rukia en su momento. En los últimos años, cuando los viejos se ponen reflexivos había pensado mucho en esos tiempos, en los instantes compartidos…

-Alguna vez pensaste en… -dijo de pronto y ella se volteó a verlo –En nosotros… -la miró a los ojos –¿En nosotros así? –ella volvió al frente –Lo pensé mucho los últimos años… Amo a Orihime profundamente, pero… quizás si…

-Lo hice, muchas veces –respondió sin mirarlo y con total honestidad. –Durante mucho tiempo. Pero sin saber cómo me fui enamorando de Shuuhei, entonces dejé de pensarlo contigo, sino que lo hice con él.

-¿Por eso dejaste de visitarme?

Ella asintió.

-No era por mí, no era para que me liberara de mis funciones con tranquilidad…

-Fue por él –lo miró tranquila. –Te quise inmensamente, Ichigo. Y tal vez fue mi incapacidad de abrir mi corazón, mis sentimientos a alguien más que a mí misma. Era temerosa y extremadamente cautelosa por entonces… Cuando Shuuhei ingresó en mi vida todo aquello se volvió mucho más sencillo. Y un día me vi libre de cualquier coraza, simplemente era yo sin miedos… él y yo.

-Comprendo.

Recordó de pronto una muy antigua conversación que había tenido con esposo, entonces su… amigo… o algo así. Durante una discusión él la había retado a retornar al mundo de los vivos y confesar a Kurosaki lo que realmente le pasaba para liberarse del fantasma… y ahí estaba después de tantos años, ya no había fantasma hace tanto… era curioso. Pensó, en ese entonces, que nunca podría superarlo… La vida daba tantas vueltas.

-Hay algo que siempre quise hacer y no hice –confesó el pelinaranja.

Ella le sonrió. Él se acercó a ella y capturó sus labios en un beso. Ella le correspondió, enredó los dedos en su cabello, él la rodeó con un brazo mientras con el otro la sujetaba suavemente por el rostro. Lo había ansiado durante tanto en esos tiempos pasados, había soñado con ello como una chiquilla enamorada. Pero ahora se sentía extraño, forzado y poco natural. No, ella no quería aquello. Rukia fue apaciguando el contacto, retiró sus manos del cabello de Ichigo. Él se vio obligado a soltarla.

-Debimos hacer esto hace mucho tiempo –le dijo con voz agravada.

-No –sentenció la morena –Todo está perfecto tal y como está –llevó una mano a la mejilla del pelinaranja de manera maternal –Supongo que nos lo debíamos, por los viejos tiempos –le sonrió –Pero amo a Shuuhei, tanto como no te imaginas, sigo tan o más enamorada que hace más de medio siglo. Amo a mis hijos profundamente. Y, tal vez, hubiera sido igual contigo… quizás. Pero tomamos diferentes caminos. Era lo lógico, como debía ser. –bajó su mano.

Ichigo suspiró, apoyó los codos en las rodillas, sus manos colgaron entre sus piernas.

-Te rompí el corazón, ¿no?

Ella lo miró serena y asintió.

-Supongo que me lo merezco…

-¿El qué?

-Que ames a otro, y que sea ese idiota de Hisagi –Rukia rió suavemente –Cómo me patea las pelotas ese tipo, casi tanto como tu hermano… ya veo porqué se llevan tan bien. ¿Cómo te pudiste enamorar de un tipo así? –bufó molesto –Es pedante, arrogante, suficiente, increíblemente molesto…

Rukia rió sonoramente esta vez.

-Es divertido como tenemos visiones completamente diferentes de la misma persona… pero es respetable tu opinión –soltó un suspiro –No voy a defender la imagen que tengo de mi esposo, no cuando serían palabras al viento. Además –lo miró risueña –El piensa exactamente lo mismo de ti…

Habían pasado el resto de la noche hablando de todo y de nada. Mañana sería un largo día, Ichigo debería presentarse en el Gotei 13 ante el Comandante Shunsui para solicitar su ingreso. Ello no presentaría problemas, pero luego tendría que recibir la bienvenida de muchos y eso sería agobiante. Seguramente Renji insistiría en llevarlo de copas con los muchachos –esos muchachos incluía al odioso de Hisagi-, el capitán Kenpachi intentaría batirse a duelo con él, se le designaría una división y un puesto… luego a iniciar su vida en la Sociedad de Almas después de años fuera… Demasiado intenso.

Cercano a la medianoche Rukia ingresaba en el dormitorio, Ichigo se había marchado al Gotei rechazando el ofrecimiento de su amiga de quedarse en su casa. No era lo correcto luego de todas las palabras compartidas, necesitaba pensar lejos de ella.

-¿Cómo estuvo todo? –preguntó el moreno al ver ingresar a su esposa.

-Bien –respondió desanudando el obi y dejándolo sobre una banqueta a los pies de la cama. –Está tratando de acomodarse al tiempo fuera –se quitó el uniforme y fue a dar al mismo lugar. Se sentó a los pies de la cama hacia él –Creo que fue demasiada información para él -fue desenrollando las vendas que utilizaba para mantener ajustado su pecho, las dejó sobre la misma banca. Se puso de pie y caminó hasta su lado de la cama y sacó el pijama debajo la almohada, se lo calzó y se introdujo entre las tapas, se sentó pensativa. –Se marchó al cuartel.

Shuuhei se incorporó dejando de lado el periódico.

-¿Y eso por qué?

Rukia suspiró pesadamente.

-La juventud pasa la cuenta a veces muchos años después, e Ichigo era un mocoso cuando vivió todo… No lo entendí entonces, pero claramente quien viene haciendo conciencia ahora es él. Los años pesan y la nostalgia también.

-Siempre supe que era algo lento –bromeó, pero supo leer muy bien las palabras de su mujer -¿Qué le dijiste tú?

-Que estoy completamente enamorada de ti y que lo que sucedió había sido lo correcto. Espero que lo entienda.

-Ya no es un chiquillo, Rukia. Lo entiende perfectamente, te lo aseguro. –hizo una pausa –Pero me parece positivo que hayan tenido esa charla. Era necesario cerrarlo… aunque nunca pensé que Ichigo cayera en ello finalmente. Como no lo hizo en su momento… si bien siempre sospeché que estaba enamorado de ti.

Rukia lo miró frunciendo el ceño.

-¿Lo supusiste y nunca me lo dijiste? –sacó veloz su almohada de la espalda y lo golpeó en la cabeza –¿Me veías lloriquear por él y te lo callaste? –lo golpeó en el estómago, el pobre se cubría con los brazos como podía. –¡Jugaste muy sucio, Hisagi! –dejó nuevamente la almohada tras ella, se cruzó de brazos y bufó.

-Yo te dije que fueras y le preguntaras –le recordó, ella lo miró de reojo –Está bien, me callé información que pudo ser cierta, pero nunca lo sabremos. Mi división no traspasa información dudosa, capitana Kuchiki, no puedo hacerme cargo de ello. –le bromeó, ella volteó hacia el otro lado con otro bufido –Ya, muñequita… no te pongas así –le rogó con cara de cachorro –Fui un muy muy mal esposo –le dijo acercándose a ella buscando su mirada. –Muñeca… bonita… cariño… -ella lo miró finalmente.

No estaba enfadada, sabía que aquello nada hubiera cambiado las cosas. Ella jamás hubiera tenido el valor de decirle algo así al pelinaranja. La vida tomó el curso correcto después de todo. La morena guardó silencio, suspiró pesadamente, bajó la vista a sus manos ahora sobre su regazo.

-Me besó –confesó.

Shuuhei se hizo hacia atrás volviendo a su lugar. La observó en silencio, parecía complicada, avergonzada.

-Ya, era esperable. Ha tenido suficiente tiempo para pensar en el pasado. –dijo sin darle importancia.

Ella lo miró de reojo con la cabeza gacha.

-Y le correspondí.

Él la observó un minuto en silencio. Eso no se lo esperaba. Pero ante todo Shuuhei Hisagi era conocido por su autocontrol, su calma y templanza. Apretó la mandíbula, gesto que no fue detectado por su esposa. Sabía que había sido algo sin importancia, pero era un hombre ante todo y otro le había ido a picotear a su mujer… SU mujer.

-Se lo debían después de todo. –dijo finalmente, ella asintió.

-¿No estás enfadado?

¿Lo estaba? Miró a Rukia toda complicada casi parecía que se largaba a llorar de la vergüenza y el arrepentimiento. En su rostro leyó que no había significado absolutamente, que incluso deseó no haberlo hecho por mucho que era un deseo frustrado de su juventud. No podía enojarse con ella.

-Claro que no –la atrajo hacia él rodeándola con un brazo, ella se apoyó en su pecho –Si hubiera significado algo para ti no estarías aquí, ni menos me lo hubieras dicho. –ella alzó la mirada –Supongo que ya has cerrado completamente esa historia.

-Estaba cerrada mucho antes de esto ya… Solo espero que él pueda cerrarla en algún momento.

-La hará, pero como te dije hace muchos años atrás, él jamás te olvidará.

-¿Y eso por qué?

-Porque yo no lo haría… jamás.

Ella le sonrió. Se apegó más a él y enterró la nariz en su cuello. Inspiró y espiró profundamente, se apegó más. Otra vez inspiró y espiró ahora más rápido, luego otra vez y cada vez más corto, lo olisqueaba como un cachorro haciéndole cosquillas. Pasó una pierna sobre las de su esposo y se sentó ahorcadas sobre su regazo y lo miró a los ojos, él le sonreía divertido con sus ocurrencias.

-Vamos a hacerlo –propuso, él se rio por lo bajo, era tan directa a veces –Romántico y bien cursi, ¿puede ser? –el moreno la miró interrogante –Ya sabes… cuando me dices que soy preciosa, que me amas, que eres tan afortunado y todas esas cosas que haces que son tan melosas –agregó tan entusiasmada como si se tratara del conejo chappy.

-Tus deseos son órdenes, Kuchiki-sama… -hizo una pausa –¿Debo entender entonces que hoy no habrá jalones de pelo ni nalgadas? Si te gustan tanto –agregó con picardía.

-Nada de eso… hoy lo haremos en tu estilo.

-Perfecto por mí.

Ella se sonrió anhelante, él apagó la luz.

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Lo siento! Sé, como buena Ichirukista que muchos querían verlos juntos al final... pero me enamoré de este crack-pairing, lo siento! Creo que los volveré a utilizar jeje. Espero que esta segunda parte y final les haya divertido. Sus aportes al botón review acá abajo. Siempre se agradecen.
PD: sé que algunos esperarían lemmon, lamentablemente se me da horrible, así que solo hints por estos lados.