Capítulo 2

"¿Vienes a mi casa a estudiar álgebra, Helga?" le preguntó Phoebe a Helga después de clases. La oriental llevaba en sus manos un montón de pesados libros apilados, mientras intentaba mantener el paso de Helga. Pero Helga no le prestaba atención. Parecía estar en otro planeta.

"¿Helga, me estás escuchando?" preguntó Phoebe, quien se había plantado justo en frente de Helga, interrumpiendo su paso. La rubia parecía haberse despertado de un largo sueño, como si estuviese estado en un estado hipnótico. "Si, si, Phoebs, claro que te estoy escuchando..." le respondió sin darle importancia al asunto.

"¿Entonces vienes?"

"¿Que si voy adonde?" respondió Helga, desorientada.

"Ves que no me estás escuchando, Helga" la regañó Phoebe.

"Ay, si, mucha cosa. No, no te estoy escuchando ¿Y qué? Tengo otras cosas más importantes en que pensar" respondió, mientras caminaba con pisada firme hasta la puerta de salida de la escuela. Phoebe salió detrás de ella.

"¿Qué puede ser más importante que el examen de álgebra? Recuerda que no te ha ido nada bien, Helga" le dijo la oriental una vez la hubiese alcanzado.

"¿Álgebra? Pff, ¡A quien le importa álgebra! Cuando crezca no haré nada que tenga alguna relación con las matemáticas"

"Pero Helga, a tus padres no les gustará que repruebes" le dijo Phoebe, en un intento de hacerla entrar en razón.

"Como si a mis padres les importara lo que suceda conmigo. A ellos solo les interesa 'Olga' " respondió Helga de mal humor, haciendo gran énfasis en el nombre de su molesta hermana mayor.

Phoebe suspiró. "Y dime, Helga ¿Qué es eso tan importante que tienes que hacer?"

Helga se volteó hacia su amiga, sobresaltada. "¿Qué? ¿Ahora me estás interrogando o qué?"

"¿Es sobre 'Mantecado'?" preguntó Phoebe en voz baja.

"¿Cómo supiste?" respondió Helga con un hilo de voz.

"Es cosa de sacar cálculos"

"Bueno, como sea. Tengo que llegar rápido a casa porque tengo asuntos pendientes...con mantecado" respondió Helga, mirando hacia el techo

"Entiendo" respondió Phoebe.

"¿Estás satisfecha ahora?"

"Si, Helga"

"Bien" dijo la rubia, mientras abría la puerta de salida de la escuela, y caminaba junto a su amiga hasta la calle. "Porque no quiero ser molestada ¿Entendido?"

"Entendido" respondió Phoebe mansamente.


Helga estaba muy ansiosa por llegar a su casa. Y por su puesto, no es a causa de la compañía de su familia, quienes a penas le prestan atención, sino para estar a solas. A solas ella, y su santuario de Arnold. Se le habían ocurrido un par de versos inspirados en suaves cabellos de ángel de Arnold y debía escribirlos antes que se le esfumaran de la cabeza.

Helga abrió la puerta de su casa con brusquedad, y dio un vistazo rápido a la cocina, en la cual solo se encontraba su apática madre sentada en la mesa, tomándose un café. La ignoró y se abalanzó hacia la escalera camino a su habitación. Pero Miriam se dio cuenta de la llegada de Helga -seguramente por las enormes, y sonoras pisadas que retumbaban en la escalera-.

"Espera, Helga ¿No vas a comer algo?" preguntó su madre con voz apagada.

Helga bajó un par de peldaños de la escalera, y se apoyó de la baranda de ésta, en dirección a la cocina.

"¿Acaso hay algo para comer, Miriam?" le preguntó con la voz cargada de ironía.

"Emm, no... pero podemos mandar a pedir algo" respondió su madre, indecisa.

"OK, pide una pizza" dijo ella, y subió a su habitación. Cerró la puerta de su cuarto con llave para asegurarse que nadie pudiese entrar e interrumpirla. DEspués corrió hacia su armario, y allí estaba: su templo. Arnold en todas partes.

"Oh, Arnold, ¡Que maravilloso regalo me ha dado la vida!" exclamó mientras se hincaba en el piso de su armario y se encontraba frente a frente a la estatua de Arnold que había construido "Tú y yo, hombro a hombro, escribiendo las más hermosas e inspiradoras historias de amor. ¡Oh, mi vida! Tú inspiras mis más hermosos versos..." decía en voz alta mientras escribía en su cuaderno.

"¿HELGA?" alguien la llamaba desde la puerta. ¡Dios! Que no la pueden dejar en paz aunque sea un segundo.

"¡Vete de aquí, Miriam!"

"Soy Arnold" dijeron del otro lado de la puerta.

Helga se sobresaltó. "¡¿Arnold?!"

Se imaginó todo lo que podría haber pensado si había llegado a escuchar todo lo que había dicho con horror. Se levantó de golpe de donde se encontraba inclinada escribiendo, pero en eso se golpeó con una caja, cuyo golpe la hizo caerse, y enredarse con la enorme cantidad de telas y adornos estrafalarios con que estaba adornado su armario.

"¿Pasa algo, Helga?" preguntó el muchacho con voz preocupado.

"¡Claro que no pasa nada, cabeza de balón!" le gritó agresivamente aún tirada en el suelo, enredada entre sus cosas. "¿Qué rayos haces aquí?"

"Venía a hacer el trabajo de literatura, Helga. ¿Me dejas pasar?"

Helga al fin había podido liberarse de sus amarras y se paró. Caminó hasta la puerta de entrada, pero no la abrió. "¿Acaso no te dije que lo haría sola, Arnoldo? ¿Eres sordo o qué?" le respondió desde su lado de la puerta.

"Se lo que me dijiste, Helga. Pero creo que sería mucho mejor superar nuestras diferencias y trabajar juntos ¿Qué dices, Helga?"

"Sácate la mugre de las orejas, cabeza de balón. Ya te dije: ¡No quiero trabajar contigo! Ahora vete, que estoy ocupada"

Helga lo escuchó suspirar, derrotado. "Está bien, Helga. Haz lo que quieras, pero aún sigue en pie lo que te dije" respondió y se fue. Helga puso su oreja pegada a la puerta para escucharlo. Sintió sus gráciles pisadas bajando por las escaleras. Después la rubia caminó dando zancadas hacia la ventana para observarlo salir de su casa. "Oh, mi pobre ángel. Él solo quiere ser amable conmigo, y yo lo alejo con mis crueles palabras. ¿Por qué lo hago? ¿Por qué soy tan cobarde? El día que te declaré mi amor nunca tuve que retractarme. ¡Oh, mi amor! Debí ser fiel a mi corazón, a mis sentimientos. ¡Pero puedo cambiar! ¡Eso es! ¡Esta es mi oportunidad! Lo llamaré y le diré que si quiero trabajar con él..."

Pero fue interrumpida por alguien que estaba tocando la puerta.

"Helga, ya llegó la pizza para que coman tú y tu amigo ...¿Cómo es que se llama?"

"Arnold ya se fue, Miriam" respondió con brusquedad.

"¿Entonces con quien hablabas?"

"Con mi amigo imaginario, madre"

"Ah, OK. Ambos bajen a comer pizza" respondió Miriam despistadamente.

"Si, Miriam"

Mmm ¡Pizza! Helga corrió por las escaleras y tomó la caja entera de pizza y la llevó a su habitación. "No puedo llamar a Arnold con el estómago vacío" pensó.


Helga se dejo caer en la cama de su cuarto, y tomó el telefono que se encontraba a un lado de su cama, y le marcó a casa de Arnold.

"Emm, hola" dijo Helga un tanto nerviosa "¿Está Arnold?" preguntó ella, enrollando un dedo a través de los cables del teléfono.

"Una muchacha llama a Arnold" escuchó comentar al abuelo de Arnold. Seguro el estúpido anciano no estaba solo.

"Debe ser su novia. ¡Se la tenía muy escondido ese pequeño, eh! Pregúntale como se llama" escuchó que otra persona le respondía.

"Claro, ya lo llamo" respondió el abuelo a Helga. "Y dime ¿Qué le digo cuando pregunte quien es la que lo llama?"

"Dígale que lo llama Helga" dijo ella, perdiendo la paciencia rápidamente.

"Se llama Helga" dijo al anciano a la otra persona.

"¿Helga?" exclamó Arnold. "¿Me está llamando Helga?" preguntó el rubio confundido.

"Así que esa Helga es tu novia, muchacho ¿Por qué no nos habías contado? No debes ser tímido con nosotros. Recuerda que somos como tu familia" le dijo Oscar con una media sonrisa.

"Helga no es mi novia" dijo él, mientras cogía el teléfono. "¿Hola, Helga?"

"Si, si, soy yo. Pero no te hagas ilusiones conmigo o algo así. Te llamaba por esa basura del trabajo de literatura. Mira escucha, lo he estado pensando y creo que tienes razón, cabeza de balón. Es mejor que lo hagamos juntos y terminemos con todo esto de una vez"

"Eso es grandioso, Helga. ¿Cuando nos juntamos?"

"Emm, mañana esta bien. Pero ojo, cabeza de balón, esto no lo estoy haciendo por ti, sino porque estas son las reglas ¿OK? Así que nada de andar diciendo que yo quería hacer el trabajo contigo o algo así ¿Entendido?"

"Si, Helga"

"Ehh, bueno...Entonces...nos vemos mañana...después de la escuela"

"Si, si. Creo que está bien" respondió Arnold.

"Entonces... adios" dijo ella y colgó. "¡Siiii! ¡Lo hice! ¡Voy a trabajar con Arnold!" gritó mientras bailaba con su muñeca. "Mañana será un día maravilloso"