Nada me pertenece

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Aprendiendo a Amar

Prólogo

Con el vigésimo cumpleaños del actual Kazekage, el consejo de Suna se vio en la premisa de arreglar un matrimonio para el mismo.

La razón que hacía de esa tarea prioridad número uno, era la necesidad de un sucesor. Sí querían a alguien que estuviese listo en las próximas dos décadas, necesitarían que ese alguien fuese engendrado con prontitud.

Sí bien, Temari ya había contraído nupcias y era más probable que de los tres hermanos Sabaku* fuese la primera en procrear. Sin embargo, un hijo suyo sería nacido de un clan de Konoha y el consejo no podía permitir la vergüenza que traería a su Aldea el tener que nombrar a un extranjero como Kage.

Kankuro era el mayor, pero también era mujeriego por excelencia. Ninguna de las familias nobles del país del Viento aceptaría casar a ninguna de sus refinadas hijas a él.

Convertirse en la esposa del Kazekage y madre del futuro sucesor... ese era otro asunto. Un honor el cual muchas se disputarían sin pensarlo. Y así fue decidido: Gaara, el Godaime Kazekage, tendría esposa para el final del año y, con suerte, también un heredero en camino.

Los ancianos estuvieron por comenzar la búsqueda de la mujer ideal, cuando Ebizo los hizo caer en cuenta de algo que no habían considerado en absoluto: Gaara nunca había estado con una mujer.

El silencio se hizo incómodo en la habitación a la mención de aquel asunto. Discutir la vida sexual (o falta de ella) de su líder, era bastante embarazoso. Sí se tratase de cualquier otra persona, aquel detalle no sería un inconveniente. Hasta el más inexperto de los hombres sabría cómo comportarse en el ámbito íntimo. El instinto de reproducción era algo inscrito en la genética humana y que había asegurado su supervivencia y evolución, venía tan natural como respirar o sentir hambre.

Pero tratándose de Gaara, la situación era completamente distinta y ellos lo sabían. El ex jinchuriki no había tenido una infancia normal, gracias a Shukaku, y no había aprendido a establecer relaciones afectivas con nadie. Fue también por causa del demonio, que su adolescencia se vio afectada. Esa época en la que las hormonas salen a flote, se vio interrumpida por los propios deseos de Shukaku. Como consecuencia, Gaara nunca tuvo un despertar sexual apropiado.

Era obvio que el Kazekage sabía que algo faltaba en su vida, pero no tenía la menor idea de que ese algo era contacto humano. No del fraternal que ahora tenía con sus hermanos; tampoco del de amistad, como el que compartía con Naruto. Lo que a Gaara le hacía falta era el calor del sexo opuesto. Los ancianos se encargarían de que ese vacío se llenara. Pero, ¿cómo?

El consejo se encontró con el predicamento de cómo enseñarle a un hombre adulto los conceptos básicos de un encuentro sexual. Era increíblemente bochornoso, pero sí querían un heredero, aquel problema debía ser solucionado.

Su primera opción fue pedir ayuda a Kankuro. ¿Quién mejor que su hermano mayor para guiar a Gaara por aquel turbulento desierto? No contaron con que éste se rehusaría rotundamente.

El experto de las marionetas contó que él ya había sido torturado lo suficiente un par de años atrás cuando Gaara lo abordó con preguntas de por qué en las mañanas despertaba en "cierto estado", y él como buen hermano le había tenido que explicar la razón y el como aliviarse. No señor, él se oponía con vehemencia a tener que verse involucrado una vez más en la educación sexual de su hermanito.

El segundo intento del consejo fue usar doncellas. Habían reunido un grupo de las más hermosas jóvenes del país: altas, bajas, delgadas, voluptuosas, morenas y níveas.

En fin, de todos los tamaños, formas y colores. Las mujeres lo visitaban discretamente por las noches, una a la vez, e incluso un día intentaron mandar a dos. Pero el resultado siempre era el mismo. Las mujeres salían de la habitación con una negativa: lo único que habían logrado sacar del Kazekage era silencio y miradas esquivas.

En dos meses, ni el menor progreso se había conseguido. Los miembros del consejo, preocupados porque su meta de fin de año ya no se podía seguir aplazando, recurrieron a su último recurso. Tendrían que morderse las lenguas, tragarse el orgullo y pedir ayuda a su más grande aliado: Konoha.

Era conocimiento general que la Aldea la Hoja contaba con una división de kunoichis especializadas en seducción. La práctica nunca había sido ni siquiera considerada en Suna, y había estado inactiva por muchos años en Konoha hasta que Tsunade la reinstituyó.

Por más que estuvieran en desacuerdo con aquel tipo de misiones, en ese momento era de crucial necesidad para ellos. Pondrían sus creencias de lado y contratarían a una de aquellas kunoichis. Pero no podía ser cualquiera, era imperativo que Konoha mandase a su mejor femme-fatale. La paga no sería problema. Todo con tal de que Gaara aprendiese a como amar.

Konoha no decepcionó.

-xo-

Para Ino Yamanaka no fue sorpresa la asignación de aquella misión. No había kunoichi más digna que ella que pudiese enseñarle al Kazekage el arte de complacer a una mujer.

Había rodado los ojos al leer la carta enviada por el consejo de Suna. Sus palabras habían sido tan… formales. Claro que no podían enviar algo que dijese 'Nuestro Kazekage es un veinteañero virgen que no tiene idea como tocar a una mujer'. Pero creía que habían exagerado con su petición de 'una kunoichi que fuese capaz de enseñarle a Gaara a amar'.

Estaba segura de que en aquel contexto el verbo 'amar' era un eufemismo para 'follar', pero de igual manera le había molestado la selección de palabras. Ella podía enseñarle todo lo que necesitaba para llevar a una mujer al paraíso en menos de un mes, pero ni en cien años podría demostrarle lo que era amar a otra persona.

Mucho menos al ella ser escéptica del concepto amor. Lo creía posible en el entorno familiar: un padre o una madre pueden amar incondicionalmente a sus hijos, y viceversa. No había sacrificio que fuese demasiado inmenso cuando se trata de proteger a alguien que es sangre de tu sangre, y ella entendía eso. Sin embargo, dudaba mucho del amor que un hombre o una mujer pudiese profesar a su 'otra mitad'.

La mayoría de las veces existían motivos ulteriores para la formación de una relación: miedo a estar solos, necesidad de elogios y apoyo, estabilidad económica, satisfacer las urges sexuales… esas y miles razones más eran las que unían a un hombre y una mujer. En el caso de sus propios padres, Inoichi había asegurado protección a su madre, y ella en cambio le había dado a Ino para continuar con la tradición del Ino-Shika-Cho. En el caso de Kazekage, estar con una mujer traería prosperidad financiera a Suna, como también un heredero. Con cada matrimonio, sí era analizado, se podía llegar a la raíz del por qué se había dado. Y la respuesta jamás sería por amor.

Sakura le decía que se había vuelto cínica, pero Sakura nunca había sido enviada en una misión de seducción. Sakura nunca había tenido que lidiar con hombres que engañaban a sus esposas, u hombres que preferían a menores de edad, ni tampoco con hombres que abusaban físicamente de las mismas mujeres a las que meses atrás le habían jurado amor eterno. Sakura, Hinata, Tenten, Temari, y todas ellas vivían en un mundo de fantasías, eternamente enamoradas de una ilusión que jamás se haría realidad.

No las culpaba, Ino había sido como ellas. Esperanzada y soñadora, segura de que algún día el hombre perfecto llegaría y su vida se solucionaría mágicamente, todo iba a saber más dulce junto a su otra mitad. Pero a los diecisiete, cuando fue encargada en su primera misión de seducción, se llevó la amarga sorpresa de que el amor no era más que un espejismo que pertenecía a cuentos de hadas y tarjetas del día del amor.

No, Ino no era cínica, ella simplemente era realista. ¿Por qué una persona amaría incondicionalmente a un perfecto extraño? Y es que cualquier persona con la que no te criaste es un extraño, puedes pasar años al lado de alguien y nunca conocerlo por completo. Iba en contra del instinto de supervivencia el querer poner a un desconocido sobre tus necesidades.

Es por eso que el amor no era abstracto, no era un conjunto de sentimientos, no era una idea… el amor era inexistente. Lo único que interesa a los hombres de una mujer es lo que está entre sus piernas. Disfrazaban ese deseo con palabras lindas, gestos heroicos, y paciencia. Y las mujeres caían como tontas ante estas atenciones. El ciclo se repetía una y otra vez con cada nueva generación.

Después de empacar su ropa, bajó al estudio de su padre para tomar prestados varios libros de botánica. Suna había dejado claro que nadie, ni siquiera el Kazekage, podía enterarse de su misión, así que la excusa para su estadía en Suna era la de que ella como medininja y experta en plantas ayudaría a aquella Aldea a utilizar sus recursos botánicos a la máxima potencia en aplicaciones médicas.

En teoría, sería pan comido. Pero el hecho de que su blanco era una figura tan importante como el Kazekage la inquietaba un tanto. Ino había sido asignada en el pasado a hombres de poder, pero Gaara siempre le había causado algo de temor. Racionalmente, sabía que el joven Kazekage había cambiado (gracias a Naruto), pero eso no la tranquilizaba mucho.

Cerró su maleta, echando a un rincón de su mente aquellas preocupaciones. Ella era una profesional, y la paga era un excelente incentivo. Sus recelos personales no debían interferir.

-xo-

El Kazekage la miró con rabia el momento en el que ella se reportó en su oficina. A Ino se le erizó la piel. Esos ojos turquesa no escondían nada. En los últimos años, ella nunca había visto su semblante así. El hombre siempre optaba una postura neutral: ni feliz, ni triste o molesto… siempre inexpresivo.

—¿Sucede algo malo, Kazekage? — interrogó con algo de nerviosismo. No llevaba ni treinta minutos en Suna y ya había molestado al blanco de su misión.

—Su presencia no es requerida aquí, puede descansar esta noche, pero en la mañana la quiero camino a Konoha — la formalidad de su tono no podía esconder su enojo.

—¿Disculpe? El personal del hospital necesi…

—El hospital no necesita nada. Lo sé yo, lo sabe usted — la interrumpió bruscamente. — Al igual que ambos sabemos la verdadera razón por la que está aquí.

Ino no dejó que su desconcierto se mostrase. El consejo había asegurado del secretísimo de su misión, y quizás el Kazekage hablaba de otra cosa.

—¿Y eso sería? — preguntó plantándose firme.

—Enseñarme lo que es estar con una mujer — no podía creer que el hombre acabase de admitir eso con su cara impasible, como sí no sintiese ni un rastro de vergüenza por su inexperiencia.

—No soy idiota, señorita Yamanaka — continuó él. —Sí el momento se diese, sabría como actuar.

—¿Usted cree? — recompuso su actitud, y se acercó al hombre, sentándose en el escritorio sin importarle los papeles debajo suyo. Colocó su dedo índice seductivamente en el pecho masculino — Cualquier animal puede insertar un cilindro en un agujero, pero dígame Kazekage, —abrió sus piernas para acentuar sus palabras — sí usted fuese a tomarme ahora mismo, ¿puede decir con seguridad que me haría alcanzar el orgasmo?

Gaara abrió los ojos ante el poco decoro con que la mujer le hablaba. Involuntariamente se dejó apreciar el cuerpo femenino delante suyo, e Ino sonrió porque ella llevaba la delantera.

—¿Acaso no quiere complacer a su futura esposa? O es tan iluso y piensa que una de esas niñas mimadas va a consentir ser utilizada tan solo como una máquina reproductiva. Sí bien el interés del consejo es asegurar un sucesor, pero ellos también velan por su felicidad. Imagínese lo feliz que puede ser sí su esposa también lo es. — enredó sus dedos en los mechones pelirrojos sobre la nuca del Kazekage.

Le sorprendió cuando él abruptamente la apartó y se puso de pie.

—No quiero una esposa, por eso sus servicios no son necesitados aquí.

—¿Por qué no? — la curiosidad se había ganado lo mejor de ella. Ino estaba consciente de que Gaara había rechazado a varias doncellas antes de su llegada, y ahora decía que no quería una esposa. ¿Pretendía morir virgen? ¿Qué tipo de hombre repudiaba la compañía femenina? ¿Sería gay?

—Sí me caso, no quiero que sea arreglado. Quiero que sea… por amor — normalmente Ino reiría en la cara de cualquiera que dijese algo así, pero que el Kazekage hubiese compartido ese deseo con ella la había dejado anonadada. Ese hombre tan serio, tan inexpresivo, tan desconectado emocionalmente, ¿quería ser amado?

—El amor no existe — el comentario escapó de su boca, y pareció llamar la atención del hombre.

—¿Qué la hace decir eso? — el curioso ahora era él. Toda su vida había estado en constante búsqueda de aquel sentimiento, y no iba a permitir que esa atrevida rubia pusiera eso en duda sin explicación alguna.

—Puede alcanzar la felicidad y plenitud con alguien a su lado, pero no necesariamente sería por amor. Somos seres egoístas, y jamás seríamos capaces de entregarnos cien por ciento a otra persona. —la convicción en el tono de la Yamanaka causó gran impresión en él.

—Usted de verdad cree eso — fue una afirmación, no una pregunta. ¿Qué tipo de experiencias había vivido esa mujer para volverse tan cínica ante el asunto? — ¿Por qué aceptó esta misión sí no cree en el amor?

Ante eso Ino rió.

—Mi meta era enseñarle a como hacerle el amor a una mujer, a como hacerla sentir amada. Esos sentimientos, al ser falsos, son fáciles de fingir.

—No tiene sentido lo que dice, ¿cómo le puede hacer el amor a alguien sin sentirse comprometido a esa persona?

—Ya le expliqué, fingiendo.

— O sea, ¿no hay una diferencia entre el sexo casual y hacer el amor? – A Ino esa batalla semántica le estaba comenzando a fastidiar. Era la misma conversación que tenía con cualquier 'defensor del amor'. Solo que nunca se esperó que el Kazekage fuese uno de ellos.

—Supongo que sí no necesita más de mí, me retiraré — bajó del escritorio y alisó su falda. La voz penetrante de Gaara la detuvo cuando se encaminó a la puerta.

—De hecho, señorita Yamanaka, me gustaría reconsiderar mi posición. — Ino encaró una ceja, ¿por qué de repente quería que se quedase?

La rubia había despertado un interés en él. Gaara quería descubrir que sucesos habían moldeado su actitud, ¿de verdad ella había renunciado al amor? También había plantado en él la semilla de la duda, ¿y sí tenía razón? Quizás el motivo por el cuál él no había encontrado el amor era porque no existía. Planeaba descubrir la verdad en el tiempo que ella estuviese ahí.

—A sus órdenes, Kazekage — indicó con una pequeña reverencia. Podía no tener idea de lo que pasaba por la mente del hombre, pero al menos no había viajado por gusto, y todavía le pagarían.

—Gaara — corrigió él. Sí ella iba vivir un mes bajo su mismo techo, tendría que acostumbrarse a llamarlo por su nombre.

—Ok, Gaara — Ino que captó la indirecta, contestó con un deje de insolencia. Con paso seguro, y bamboleando exageradamente las caderas se dispuso a salir de la oficina por segunda vez.

—Ino — la llamó él desde su escritorio, donde ya había retomado el papeleo que ella interrumpió con su llegada. La voz grave del Kazekage era extremadamente sensual, y escuchar su nombre pronunciado por él hizo que una corriente fría recorriese su columna. —Ni una palabra al consejo.

—Soy una tumba — aseguró con coquetería antes de salir.

Iba a ser un mes interesante.


Hola, aquí yo adentrándome en las aguas del gaaino (alguno de estos días dejare de shippear a Ino con todo el mundo, y me dedicaré a una pareja en especifico… pero no hoy!).

Quería que fuese comedia, pero luego se me puso muy serio en algunas partes, así que no sé como etiquetarlo…pero pienso que la mayoría de los capítulos serán así, y con algo de fluff y corazoncitos de vez en mes.

También tengo otro GaaIno en proceso, un OS que mi amiga Mitsuki me animó a publicar… por ahí lo verán, quizás.

*Sí, ya sé que Sabaku no es el apellido, pero para razones de simplicidad lo utilizaré así.

Reviews son siempre apreciados.

Un beso,

Alessa