¡Buenos días! ¡Patatapandicornio reportandose con un nuevo fanfic!
Esta nueva historia tiene una dedicatoria por una ocasión especial: ¡Feliz cumpleaños, Ola-Chan!
Y, aunque me entere anoche de que hoy era tu cumpleaños, traté de hacer un primer capítulo lo suficientemente decente como para poder publicarlo y no sea una vergüenza xD
También, gracias a las personas que me ayudaron a definir la idea y comenzar a escribir. Especialmente, a Anudora.
Voy a tratar (Dije tratar) de actualizarlo cada poco tiempo, aunque no va a ser un fanfic demasiado largo. Todo depende hasta donde me de el cuero (Solo se me ocurre a mi publicar un nuevo fanfic cuando estoy por comenzar el colegio)
¿Advertencias? por ahora, solo un poco de ooc.
Bajó del tren, cargando su fiel mochila en la espalda y llevando consigo una maleta. Estaba cansado, aunque emocionado.
Era su primera vez en Francia.
El país del amor, la libertad, la diversidad… le daba buena espina, sin duda. Y, aunque hubiera vivido toda su vida en Alemania, un país limítrofe, no había cruzado nunca esa frontera. Quizás lo sentía demasiado cercano, quizás en su interior había algo que lo llamaba a los lugares exóticos e inaccesibles que había en el planeta.
Respiro hondo, el aire definitivamente tenía algo especial. Miró su entorno, casi sacado de un cuadro.
Apenas salía de la estación, el puente que cruzaba el Canal du Midi se abría ante sus ojos, iluminado por las tenues luces anaranjadas del atardecer. Acaricio suavemente la antigua baranda de hierro, caminando por los adoquines. Unos patos graznaron, a la vez que una moto pasaba a su lado.
Si, definitivamente, Carcassonne había sido una gran opción como primer paraje en Francia. Un pequeño pueblo en la campiña, con una ciudad medieval y un encanto de villa quizás demasiado atrayente. Había un pequeño restaurant, con gente charlando mientras tomaba vino. Eran solo las 7 de la noche, pero el desfase horario le tenía agotado. Su avión había arrivado en Lyon, recién venido desde África. Fueron casi día y medio de viaje entre los transbordos, sumado a eso el estrés de los aeropuertos.
Pero que podía decir, la serenidad que lo recibía era contagiosa. Los faroles se encendieron, creando reflejos en las aguas calmas del canal, siendo interrumpidas por un bote. Suspiró, ya quería encontrar un hotel para morir encima de una cama.
Una cama económica, cabe aclarar.
Tenía los centavos contados, no había sido fácil encontrar una casa de cambio que aceptara el Birr Etiopé, y la que encontró solo le cambió algunos pares de Euros. Le alcanzaba para una noche de hotel y una cena mínimamente decente.
Para su buena suerte, apenas al cruzar el puente, en una esquina, había un hotel. Pudo leer el cartel, Les lumières. Esperaba que hubiera lugar, le convendría hospedarse cerca de un restaurant. Ojeo el menú al paso, no era demasiado caro, aunque no sabía si le alcanzaría. Todo dependía del precio de la habitación.
Así, Eren Yaeger, cargado de sus cosas de África, curzó la puerta. Su apariencia la verdad no causaba muy buena impresión. Cabello sudado y enredado por las fatídicas horas de viaje, apestaba a sudor y suciedad, su ropa estaba sin lavar desde hace días, ya que en Etiopía la corriente de agua no era muy constante, y tuvo la desgracia de no poder lavarse antes de viajar.
Así que, el bajito recepcionista no pudo evitar levantar sus cejas con curiosidad cuando vio a una especie de vagabundo entrar por las puertas del hotel.
—Bonne nuit, Monsieur. Qu'est-ce que je poux vous aider? — Habló con un tono suave. Notó inmediatamente como el extranjero se le quedó mirando fijo por unos segundos, para luego carraspear y hablarle en inglés.
—Buenas noches ¿Tienen habitaciones disponibles para una persona? —Casi jadeó, no solo por el cansancio que le estaba matando, sino por la impresión que le dio aquel francés.
Demonios, si hubiera sabido que la gente en Francia era tan malditamente bella hubiera venido hace tiempo.
—Si Monsieur, tenemos disponibles algunas habitaciones, aunque he de chequear si quedan individuales— respondió en un perfecto inglés, con su acento marcado. El moreno solo pudo pensar en lo lindo que se escuchaba ese acento francés mientras hablaba en otro idioma—Lo lamento, pero solo nos queda disponible una habitación de cama doble plaza. Debido al Festival de Carcassonne el pueblo está casi repleto. Tiene suerte de que los anteriores huéspedes hayan desalojado hace algunas horas— subió su mirada, compadeciéndose del horror que invadía al alemán. Este solo podía sentir la desesperación comenzando a surgir por cada uno de sus huesos ¿Solo había disponible una habitación doble? Eso costaría demasiado, ni siquiera renunciando a su cena conseguiría costearla, más si el lugar parecía algo formal y sofisticado. Pero… no había lugar en el resto del pueblo, y a decir verdad…
No querría dejar de ver la linda cara de ese recepcionista otra vez.
—¿Cuánto sería el costo? —Evitó tartamudear, pero el solo la pregunta le aterraba. Contaba con unos contados cuarenta euros, que debía de restringir para alcanzar a extraer dinero de su cuenta al día siguiente.
—Serán sesenta y siete Euros, Monsieur.
—Verdammt…—maldijo por lo bajo, sacando su billetera. Para ello dejó su celular y su libreta de viaje en la mesada, dejando notar al pelinegro los múltiples tatuajes que llevaba en su antebrazo—Dudo que acepten Birres etíopies ¿Verdad? —Sonrió, pero como sospechaba, su billetera no reproducía dinero, y seguía con sus pobres 40 euros.
—¿Birres etíopes? —preguntó, extrañado. No era algo de lo que hubiera escuchado hablar— ¿Es algún tipo de moneda?
—Si, de Etiopía— se rascó la cabeza, incómodo. Como necesitaba una buena ducha, y un peine fino para quitarse los posibles piojos que portaba. Ah, que riesgo, podría pasar a esa linda cabellera ébano alguno de esos asquerosos parásitos— Lo lamento, pero no he podido cambiar más de cuarenta Euros—mostró el dinero que portaba— Aunque, mañana pienso ir a un banco a buscar fondos, podría pagar el resto de la habitación.
El pelinegro no le prestó atención, suficientemente desconcertado quedó con el hecho de que el tipo, sucio, roñoso y piojoso como estaba, venía directamente desde la mismísima África. Se despejó y analizó rápidamente lo que el hombre había dicho, encontrándose y enfocando un par de impactantes, porque no decirlo, ojos verdes.
—Si señor, le cobraré lo que pueda ofrecer ahora y mañana podrá abonar lo restante— Iba a tomar el dinero que le ofrecía, pero nuevamente, el castaño habló incómodo.
—Si es posible, desearía quedarme con unos diez Euros en el bolsillo para poder cenar…— El de ojos grises asintió, tomando treinta euros. Los puso en la caja y procedió con el chequeo.
—Su identificación, por favor— El moreno dio lo solicitado, mirando abstraído como esos rápidos dedos blancos tecleaban en la computadora del lugar sus datos. Se encontró nuevamente con ese par de ojos grises— ¿Eren Yaeger, verdad?
Y, por el amor a todo lo bueno, y a dios si había uno. Podría quedarse escuchando una eternidad salir su nombre de esa fina boca, con ese hermoso acento, elegante y seductor por naturaleza.
—Es un ciudadano Alemán proveniente de Berlín, tiene veinticinco años— confirmó, y no pudo evitar sorprenderse ¿Ese tipo tenía su misma edad?
—Si…—asintió, casi idiotizado—Aunque no lo creas, debajo de esta capa de mugre, tengo veinticinco— parecía que le leyó la mente. El pelinegro se levantó del banquito donde estaba, saliendo detrás del escritorio para tomar una llave (La única que se veía) del llavero del lugar.
Y, no, el Alemán no pudo evitar notar lo tiernamente bajito que era, ni como su fenomenal trasero estaba envuelto en un par de jeans ajustados de color negro. Quizás porque Francia era uno de los países más liberales era que ese jovencito era tan ilegalmente sensual. O tal vez solo era su mente pervertida frita por tantas horas de viaje y riesgos que había corrido en la salvaje Etiopía.
—Sígame por favor, señor Yaeger, le mostraré su habitación—Y aunque no era una obligación, Levi sintió un poco de pena por al pobre tipo, parecía ser un muerto en vida. Trató de tomar la maleta, puesto que en una mano ya tenía la pesada mochila de sesenta litros, pero Eren no le dejó.
No, no dejaría que esas lindas manitos blancas cargaran con sus sucios bolsos.
Se llevó la mochila al hombro, y se pasó la mano libre por el rostro. Estaba cansado, sintió la pinchazón de su barba creciendo y la mugre correrse con el sudor. Por suerte esa era una noche fresca, por lo menos no sufriría demasiado.
En el ascensor estuvieron en silencio, no hubo palabra alguna incluso cuando se abrieron las puertas, dejando ver un lindo y vistoso pasillo, con varios adornos. El moreno se percató de lo limpio y sobrio del lugar, sonriendo de alivio al llegar a su habitación, la 37. El pequeño recepcionista abrió la puerta y le dejó pasar, para luego proseguir a indicarle las cosas del lugar.
—Tiene disponible agua caliente y wifi las veinticuatro horas. El desayuno está incluido en la tarifa y comienza a las ocho de la mañana— Eren se sentó pesadamente en la cama King size que se le ofrecía. Esos 67 euros habían valido cada centavo, la habitación era espectacular. Lanzo un sonoro suspiro de alivio y satisfacción al hundirse entre el mullido acolchado, deleitándose con la casi nula risita que escapó del de piel blanca.
—No sabes lo que es sentir un colchón decente luego de estar en bolsas de dormir en el suelo, amenazado por serpientes, insectos y depredadores por diez días— comentó, regocijándose.
—Disfrute su estadía en el hotel, señor Yaeger— y con esa frase, abandonó la habitación.
-x-
Se bañó en la tina por un rato, disfrutando plenamente de quitarse toda la suciedad. Luego de pasar su cabeza por la ducha, el agua salió amarronada por la cantidad de tierra que había acumulado. Sus musculos tensos se relajaron con los inciensos que había puesto. Se los había comprado a una extraña anciana en una de las tantas ferias, ella decía que le ayudarían a atraer la buena suerte, pero por ahora, el relajante aroma le estaba sentando de maravilla.
Prosiguió a lavar sus dientes, hace días que no lo hacía. Se afeitó y cortó el cabello precariamente. Realmente, estaba hecho un vagabundo cuando llegó.
Que mala impresión que le habría dado al recepcionista…
Sonrió tontamente y se lavó el rostro para enjuagar los restos de crema de afeitar. Fijó su vista en su antebrazo, mirando la zona donde debería de estar Francia.
Él tenía el planisferio en esa zona, con los países que había visitado contorneados. Alemania estaba de color rojo. Unos nativos se habían ofrecido a hacer el contorno de Etiopía, en base a un dibujo que les prestó. Y, aunque el método salvaje no fue de lo más agradable, el dolor valió la pena por el resultado. No porque fuera espectacular, sino porque fue hecho debido a su amistad con aquellas especiales personas. Dentro del contorno habían hecho distintos puntos y líneas típicas de su arte y cultura.
Sonrió, contando nuevamente los países contorneados. Había visitado 9 en total, algunos tan grandes y extensos que fue más de una vez a distintas zonas, como Brasil, la tierra natal de su madre. Incluidas en sus aventuras estaba Australia, India, México, Tailandia, Madagascar, Argentina, Galápagos y República Checa.
Luego buscaría algún estudio para hacerse este país.
Salió de su habitación, ya cambiado y fresco. Llevaba puesta una musculosa bastante ajustada color verde militar, y unos pantalones balí negros que siempre eran su salvación en cuanto a la comodidad. Llegó al lobby, donde seguía el mismo pelinegro. Este parecía distraído con su celular. Quizás preguntarle a él donde comer sería una buena opción.
—Oye…— llamó, sin saber su nombre. El contrario levantó la vista, sorprendiéndose. Dijo algo rápidamente en francés, hablando con un tono bastante severo— Lo siento, pero no hablo francés…— musitó. Ya habían hablado en inglés.
—Señor, le pido por favor que antes de entrar a los recintos del lugar, se registre en la administración. No están permitidas las visitas a estas horas de la noche a menos que se venga acompañado con un huésped, que debe informarlo previamente a la recepción.
—¿Perdona? —sonrió. Ah, ya entendía. No lo había reconocido— Pero si yo llegué hace una hora ¿No me recuerdas? ¿El tipo que venía de Etiopía? — miro divertido la expresión de sorpresa que se formó en el rostro del otro— Te dije que debajo de toda esa capa de mugre tenía veinticinco— se acercó al mesón, apoyando sus codos.
Definitivamente, ese pequeño francesito le atraía.
Y bueno, hasta acá llegamos... por ahora (?)
Esta es una idea que tenía rondando en la mente, y cuando Ola eligió esta idea para que se la regalara, me alegré, porque creo que va a ser algo interesante de escribir. Además, Carcassonne es un lugar en el que estuve, así que espero poder plasmar todas las impresiones que me dio a mi. Es realmente un lugar hermoso y muy especial. El hotel que administra la familia de Levi es ficticio, de todas maneras (Aunque creo que eso sería obvio)
Este primer capítulo es algo así como un prólogo, una introducción. Espero poder hacer los siguientes más extensos, y también, buscar alguna manera de actualizar regularmente.
Con respecto a los personajes, a medida que avance la historia voy a develar más sobre sus personalidades, pero por ahora, Eren es un nómade que viaja por todo el mundo, con tatuajes y piercings. Lo siento, pero tenía que tentarlos de alguna manera para que sigan leyendo ¿Y que mejor manera de tentar a un lector que con un Eren sensual? Solamente un Levi sensual.
Y si señores, este fanfic también lo tendrá.
De nuevo, ¡Feliz cumpleaños, Jhovanna! Nunca me voy a olvidar que fuiste de las primeras personas con las que hablé en este cruel e inhumano fandom (?) ni que me subiste los ánimos con un review cuando recién era una pionera en estas cosas, ¡Me alegra mucho haberte conocido! Y prometo algún día escribirte más Bertholt x Levi.
Dejen review o mueran.
Patatapandicornio!