Disclaimer: Todo le pertenece a Nintendo.

Advertencia: Este fanfic contiene Lemmon.

Aclaraciones previas: Este Fanfic corresponde a un especial de los 30 años de TloZ que estuve elaborando pero no pude terminar a tiempo. Originalmente era un oneshot bastante largo, pero decidí dividirlo en dos partes (la cual la segunda aún no está escrita), porque he tenido poco tiempo para poder escribir. Aclaro aquí y ahora que lo venía preparando hace algún tiempo paralelamente a mi fic recuerdos de papel, el cuál no he dejado de lado, y tiene mayor prioridad. Está orientado en el mundo de Twilight Princess (por el lanzamiento de TP HD).

Las cursivas son recuerdos.

Almas del Ocaso: Capitulo I.

El sol golpeaba inclemente en aquel día carente de nubes, haciendo que la arena se calentara aún más, sintiendo el calor abrasante bajo las suelas de sus botas. El escaso viento que circulaba por el árido clima era sofocado por aquellas oleadas de arenilla que escocían los ojos y la nariz, haciendo dificultosa la respiración y la vista.

Llevaban varios minutos caminando a través de la estructura del patíbulo del desierto a paso lento y quedo, tratando de asimilar lo que había ocurrido hace solo un instante atrás. Midna se había marchado y esta vez con la dolorosa premisa de no verlos jamás, puesto que con una mortífera lágrima había destruido el espejo del crepúsculo que conectaba ambos mundos y siendo el único enlace existente, creando la abismal distancia que no podrían acortar nunca más. El caballero de la luz siempre había sido un hombre silencioso e introvertido, pero a raíz de la pérdida de su gran amiga y compañera, lo estaba siendo aún más. No había pronunciado palabra desde que ella desapareció a través del portal que la llevaría a su mundo, sólo había seguido sus pasos silentemente, como una sombra autómata y desprovista de emociones, tenía la cabeza gacha perdida en la arena, arrastraba los pies como una marioneta carente de vida, desgarbado, ido.

Al salir de la estructura transitaron unos cuantos metros hacia el carromato real que los había transportado desde el castillo de Hyrule hasta el desierto gerudo. Zelda giró sobre sus propios pasos buscando preocupada con su mirada cristalina aquellos orbes despojados de su brillo natural al sentir la permanente ausencia de la princesa del crepúsculo. Link no se inmutaba en lo absoluto, y temblaba como una hoja azotada por un vendaval.

-¿Link? - La princesa le habló suave como quien trata con un niño herido. Al no recibir ni siquiera un indicio, levantó su mano enguantada para tocar el rostro del muchacho y grande fue su sorpresa al percibir el enorme calor que le transmitió el tacto con el joven aún con su extremidad cubierta por la tela, evidenciando un estado febril avanzado que rayaba en el delirio - Por las Diosas...

Haciendo acopio de su limitada fuerza física, la doncella pasó uno de los brazos del guerrero a través de sus hombros para ayudarlo a llegar al carromato y con el otro agarró fuertemente su cintura, el chofer quien no era más que un guardia de palacio corrió a socorrer a su dama y al muchacho al notar que se acercaban con mucha dificultad, mientras el caballero parecía desvanecerse como la misma arena entre los dedos. Una vez dentro del transporte ambos ayudaron al joven a tenderse sobre uno de los asientos laterales del carruaje, la princesa dio la orden de ir a toda velocidad hacia la ciudadela para atender a Link, mientras ella haría lo que pudiese camino al castillo. El calor en el desierto era cada vez más insoportable y eso era precisamente lo peor para una fiebre tan alta. Con sumo cuidado y dejando de lado todo rastro de decoro, la muchacha comenzó a desvestir al héroe quien simulaba ser un manipulable muñeco de trapo, cada músculo de su anatomía hervía a una temperatura preocupante, haciéndolo jadear y quejarse mientras su frente y todo su cuerpo se perlaban de sudor. Tratando de respetar al máximo la intimidad del paladín, Zelda decidió dejarlo solo con los pantalones de algodón que solía llevar bajo su sayo, su tórax subía y bajaba a un ritmo irregular y dificultoso, mientras el muchacho murmuraba cosas sin sentido entre delirios y sueños febriles.

Recordando de golpe que guardaba una cantimplora bajo el otro asiento lateral, la princesa buscó temblorosa el objeto, rasgó parte de la tela de su vestido y la humedeció para posteriormente poner la compresa fría en la frente del guerrero, afortunadamente el agua conservaba algo de su frescor y podría aliviar al joven al menos momentáneamente. Con sumo cuidado incorporó la cabeza del héroe entre su brazo izquierdo y vertió despacio algo de líquido en su boca, y si bien en un principio derramó la mayor parte, al final pudo dar un par de tragos antes de girar su cabeza en un espasmo muscular. Puso las manos en el pecho de Link al tiempo que percibía una magia muy poderosa y sumamente oscura arremolinándose en su interior, que lo estaba dominando poco a poco y causando todos aquellos signos, como una maldición que bullía a través de sus venas, consumiéndolo como una vela sometida a una gran llama.

-Por favor, aguanta... - la princesa de la luz se arrodilló como pudo en el suelo del carruaje, cruzando sus manos en una plegaria muda hacia las deidades. Sus ojos se llenaron de lágrimas al imaginar un fatídico destino para quien había entregado tanto de su vida al servicio del reino, y de ella misma. Él merecía vivir lo suficiente como para cumplir sus sueños y disfrutar de lo que la victoria le trajese.

-Farore no abandones a tu protegido... - murmuró la chica con voz quebrada - Din dale fuerzas para enfrentar su estado, Nayru permíteme ayudarle...

Entre oraciones hacia las diosas y un arduo trabajo para impedir que la temperatura del caballero siguiese subiendo, cambiando compresas cada diez minutos y tratando de mantenerlo hidratado en lo posible, el agua de la cantimplora terminó por agotarse cuando faltaban pocas millas para salir del desierto. Desesperada, la princesa trató de invocar magia elemental, una rama en la que era absolutamente novata e inexperta. Tras varios intentos la princesa se rindió, pues era muy difícil invocar agua o hielo sin tener el entrenamiento previo adecuado. Cambiando de idea, puso nuevamente las manos sobre el pecho de Link, quien seguía jadeando con dificultad en medio de sueños confusos y murmullos ininteligibles. Invocando su magia sagrada, la princesa comenzó a inspeccionar aquella extraña presencia que perturbaba al guerrero desde lo más profundo de su ser.

En su mente vio tortuosas imágenes de aguerridas batallas, sangre amiga y enemiga, la forma de lobo del guerrero que parecía luchar con un instinto salvaje y primitivo. Vio a una muchacha rubia de cabello corto sonriéndole, a Midna despidiéndose con un profundo manto de tristeza, a Ganondorf usurpando el trono que le pertenecía... pero lo que más parecía remover la conciencia del héroe era el recuerdo de él peleando contra la imagen de la princesa, poseída por el rey del mal cual títere despojado de emociones. Atemorizada ante su propia imagen manipulada por las fuerzas del rey gerudo, la princesa quitó rápidamente las manos del pecho de Link y comenzó a sudar frío. La lucha interna que parecía tener el héroe eran más bien los resquicios de oscuridad que penetraban su alma y lo dejaban a merced de la incertidumbre, al igual que los horribles recuerdos acumulados en su travesía.

Tragando grueso, la princesa se acercó nuevamente al guerrero, tocando su ardiente mejilla y apartando un mechón húmedo de su frente.

-Así como tú me salvaste... No permitiré que nada te suceda.

...


...

Antes de abrir los ojos pudo sentir un peculiar aroma a duraznos recorrer su sentido del olfato, era un olor familiar que le daba una agradable sensación de cosquilleo en la boca del estómago, y a la vez era tan ajeno a él que lo hacía sentir como un extraño ante tal sublime emoción. Lo había olfateado por primera vez al conocer a la princesa de Hyrule luego de escapar en su forma de lobo gracias a Midna, pero cuando más había impregnado su alma y sus sentidos había sido cuando la misma soberana del reino compartió su montura y se unió a él en la batalla contra Ganondorf, a campo abierto, mostrando su increíble habilidad con el arco. El viento que soplaba a través de las hebras de cabello de la princesa mientras galopaba llenaban su alma y su corazón, alentando su coraje inherente en su marca de la trifuerza, queriendo proteger a su pueblo, a sus amigos, al reino... y a ella.

Se removió incómodo entre las sábanas ante aquella emoción que parecía expandirse de tal forma que no le cabía en el pecho. Fue ahí cuando notó que estaba en un mullido colchón, bajo las telas más suaves que había sentido jamás. Abrió sus ojos para encontrarse en una habitación que nunca había visto, abrumadoramente elegante y espaciosa, probablemente perteneciente a un integrante de familia de noble cuna. Se incorporó tratando de ver mejor a su alrededor y un paño húmedo cayó desde su cabeza hacia su regazo, confundido tocó su frente notando que padecía una leve fiebre.

Una silueta se removió a través de los doseles de la cama haciendo que de forma instintiva el caballero llevase una mano hasta su inexistente espada maestra. Preocupado miró hacia todos lados buscando con ansiedad tan importante reliquia.

-No te muevas demasiado, no debes aprovecharte de tu momentánea mejoría - Conocía la voz que le habló a través de los cortinajes. Su corazón dio un vuelco dentro de su pecho.

-¿Alteza? - dijo, en apenas un susurro audible. La muchacha removió la capa de tela que los separaba, mostrando su noble figura ante él. Estaba sentada en un mullido sillón con un libro entre sus manos, ataviada con un vestido elegante pero sumamente sencillo. Era extraño verla sin ningún tipo de ornamentación ni joya que recalcara su estatus social, pero de igual forma el aire noble y grácil de la soberana persistía sin todas aquellas ostentosas decoraciones - ¿Qué...?

La aristócrata puso un dedo en los labios del muchacho, sorprendiéndolo por completo. No era la primera vez que una mujer se le acercaba de esa forma, pero por algún extraño motivo su corazón parecía palpitar a toda prisa ante aquel sencillo e inocente tacto, causando que sus venas trasladaran más sangre y sus mejillas se encendieran vistosamente. Preocupada, la monarca posó la misma mano en la frente del guerrero, notando para su alivio que la fiebre parecía haber cedido al fin.

-No debes exaltarte, es imperioso de que mejores prontamente - dijo ella, retirando su mano de la frente del muchacho.

-¿Qué sucedió? - Los recuerdos en la cabeza del joven eran confusos. Lo último que recordaba con claridad era a Midna cruzando aquel portal que la llevaría a su mundo separándolos para siempre. Un peso incómodo se instaló en lo más profundo de su ser al caer en cuenta de que no vería más a su amiga y compañera.

Zelda lo miró fijamente, comprendiendo el dolor del guerrero de la luz. Ella había tenido tiempo para asimilar la partida de la princesa del crepúsculo, pero Link recién caía en cuenta de lo sucedido, y su relación con la twili era muchísimo más estrecha. Un punzante dolor aquejó su corazón, pero decidió ignorarlo y ponerse a hablar.

-Luego de lo que pasó en el patíbulo del desierto caíste gravemente enfermo y tuve que traerte hasta acá. Tu fiebre no había mejorado hasta ahora que decidiste despertar, con el paso de los días tus delirios eran más preocupantes y tus alzas de fiebre mayores, al parecer fuiste presa de una maldición y esto coincidió con el peso de todos los sucesos que viviste en tu travesía por salvar el reino...

-Momento... - interrumpió Link, impactado con las palabras de la princesa - ¿Días?

-Llevas así dos semanas - relató la chica. Link se pasó la mano por el flequillo, apartando los mechones húmedos en señal de preocupación - Creí que no mejorarías. Ya estaba empezando a preocuparme.

Rápidamente el joven trató de salir de la cama, más cuando intentaba ponerse de pie las pocas fuerzas lo abandonaron y cayó de rodillas ante la chica, quien rápidamente se puso a su altura para intentar auxiliarlo.

-Estás débil... a duras penas he podido alimentarte e hidratarte...

-¿Tanto tiempo he dormido?...

-No dormiste todo el tiempo, es normal que no lo recuerdes por la magia que usé en ti y todo lo que te agotaste. Tuviste muchos ratos de lucidez en los que juntos luchamos con la maldición... compartimos algunas palabras, y hemos...

-Un momento... ¿Usted me ha alimentado y cuidado de mí?... Alteza, no soy digno de que la princesa de Hyrule en persona tenga estos tratos conmigo...

Zelda acunó las manos de Link entre las suyas, sin dejar de mirar los orbes de zafiro del paladín. Estaba ojeroso, pálido y un poco más delgado, pero seguía conservando su ceño testarudo y su atractivo semblante.

-No podía dejar que murieras, no si estaba en mis manos evitarlo.

-Podría haberme enviado a Ordon o llenarme de médicos y sirvientes...

-En Ordon no habrían podido ayudarte, y cualquier persona ajena a la causa no habría entendido la importancia de mantenerte con vida. Yo... el reino aún te necesita.

Link cerró los ojos, sintiendo por primera vez el cansancio que lo invadía, porque a pesar de haber dormido dos semanas entre pesadillas y delirios, su mente era la que estaba agotada. De ahora en adelante deseaba volver a Ordon y vivir su vida tranquilamente, al menos un tiempo. Podía sentir la aterciopelada piel de la noble sobre sus manos desnudas, donde ella trataba de transmitir lo que no podía vocalizar. Con todas sus fuerzas se levantó y le ofreció su mano a la muchacha para que pudiese ponerse de pie, ella rechazó su gesto y se incorporó por sí misma para que el héroe no siguiese gastando sus energías.

-Quédate una semana más hasta que estés recuperado - insistió la monarca.

-Alteza, no quiero ser más una molestia e importunar a su majestad con algo tan nimio, yo ya estoy en perfectas condiciones.

-Es importante que lo hagas, no puedes cabalgar tantos días en tan mal estado...

-Mi pueblo y mi gente me esperan, alteza.

El dolor la invadió como si una fría daga atravesara su corazón, y es que había estado esperando el momento en que Link tuviese que retornar a Ordon para hacer su vida, reunirse con su gente, y con aquella chica que se había presentado desesperada por saber su estado de salud. Probablemente era más que una amiga, el gran motivo por el que quería regresar tan imperativamente a su pueblo natal, una chica bonita y de buenos sentimientos que estuvo a todo momento pendiente de cada reacción del rubio. Aquella situación hacía que su corazón latiese con dolor y pesar, pues de alguna manera que ella sería imposible de describir, se había enamorado perdidamente del guerrero. Desde la primera vez que lo vio aún en aquella forma de lobo pudo sentir una conexión especial, como si lo conociese de toda la vida, como si a pesar de tener vidas tan distintas tenían mucho en común. Al estar junto a él las dos últimas semanas había aprendido sus gestos al soñar, y al ayudarlo a combatir la maldición y entrar en sus sueños... y en aquellos momentos en que él disfrutaba de un poco de lucidez había conocido más de aquel campesino huérfano que tenía mucho que perder y poco que ganar en tan cruentas batallas, su risa y su sentido del humor, su torpeza bien intencionada y aquellos ojos que brillaban con fuerza cuando algo le apasionaba. Su determinación y coraje la habían cautivado, pero debía ser fuerte y consciente de que no era más que una utopía, él tenía a alguien que lo esperara con su vida libre y lejos de toda responsabilidad de dirigir al reino... y ella debía volver a la realidad del castillo y contraer prontamente matrimonio con algún noble para su coronación.

Aunque esperaba poder pasar un poco más de tiempo para poder aprender y convivir con el ahora consciente guerrero, y tal vez vivir el idilio de sentirse por primera y última vez atraída por alguien, estaba completamente al tanto de que el chico debía marcharse y continuar con su vida. Dejando salir un suspiro de resignación, la aristócrata retomó su postura elegante y caminó hacia la puerta. Antes de salir por el umbral, se giró para observar al héroe quien aún seguía sentado en la cama.

-Estamos a una hora de galope hacia el castillo, en un refugio familiar. Acá pudimos centrarnos en tu recuperación lejos de miradas curiosas y mis responsabilidades cotidianas. Tómate el tiempo que desees para partir, héroe. Epona está bien cuidada en el establo, y todos tus enceres personales en aquel ropero - señaló un gran mueble barnizado y elegante a un costado de la habitación - Algunos de tus amigos te esperan en la ciudadela. Adiós joven héroe - Zelda le dedicó una pequeña reverencia, y cruzó la puerta sin decir nada más.

Al cerrar la puerta tras de sí una silenciosa lágrima recorrió la mejilla de la chica, dejando un húmedo surco a su paso. Sin poder contenerse, liberó todas aquellas salinas gotas que clamaban por salir desde hace ya varios minutos. El pecho le dolía tanto que deseaba desaparecer, pero su reino esperaba a su soberana y debía ser fuerte para afrontar con entereza lo que estaba en su destino. Caminó recto hacia la habitación contigua que servía como baño y se enjuagó la cara con abundante agua, sus ojos estaban hinchados ante el espejo, pero nada podía hacer para cambiar su aspecto. Respiró hondo varias veces antes de incorporarse en toda su altura y dirigirse a sus aposentos.

Una vez allí, retiró delicadamente aquel sencillo vestido. Había estado utilizando atuendos sencillos ya que se encontraba lejos de la mirada de los nobles y cortesanos, encontrando el alivio de vivir dos semanas sin el peso de aquellas joyas y de la corona. Del armario sacó un grueso y elegante vestido azul con bordados de hilo de plata y se vistió, atando firmemente el corsé que atravesaba su torso. Se calzó sus botas de piel de ciervo, y se dirigió al tocador, cepilló su cabello y lo peinó como de costumbre, poniendo lazos color plata en sus mechones frontales, y una tiara con zafiros y diamantes sobre su frente. Miró nuevamente a la chica en el espejo, la soberana de Hyrule, que tendría que recoger los pedazos de su corazón y armarlo otra vez para poder dirigir a su reino con sabiduría.

Una vez lista bajó a la primera planta de la casa, deteniéndose en las sillas del comedor, donde habían pasado varios momentos cuando el héroe estaba lúcido. Hablaron de todo tipo de temas, dejando a un lado el protocolo y llamándose por sus nombres, riendo de nimiedades, observando el cielo nocturno a través del ventanal que daba a la terraza, compartiendo un beso silencioso que él jamás recordaría. Sacudiendo su cabeza, la monarca siguió su rumbo y salió de la casa hasta llegar a los establos, Epona levantó su cabeza expectante ante la posible presencia de su amo, pero bajó sus orejas apenada de que solo se tratase de la chica que estaba con él. La princesa pasó una mano por el hueso nasal de la regia potranca, dando una última caricia de despedida.

-Yo hice lo que pude. Ahora tú debes cuidarlo - le dijo, con la voz entrecortada - Epona resolló suavemente ante la agradable caricia de la dama.

Con habilidad, la princesa ensilló a su caballo, un regio y enorme garañón blanco. Ajustó las últimas correas y se montó a él, saliendo de los establos, y comenzando a cabalgar a toda velocidad hacia el castillo.


Debía reconocer que sí había estaba cansado, se tomó un poco más de cinco horas para salir de aquella casa luego de comer abundantemente, dormir una siesta, recuperar sus pertenencias y comprobar que todo estuviese en orden con su fiel yegua.

Llevaba cerca de una hora cabalgando cuando cruzó las puertas de la ciudadela. Las luces del anochecer manchaban el cielo de tonalidades cálidas, dando un aura mística a la ahora pacífica pradera de Hyrule, y lo único que quebraba de alguna forma aquel silencioso paisaje era el sonido de las cigarras y grillos que marcaban la presencia del verano. La restauración de la paz había traído prosperidad y júbilo al reino y al parecer tanto las razas como los pueblos más recónditos del país se estaban uniendo en lazos de hermandad sin precedentes, todo esto había desencadenado en un enriquecimiento de las relaciones comerciales, y la ciudadela que rodeaba el castillo se teñía de los más pintorescos personajes de todas partes de Hyrule, y más allá.

Como era habitual los tenderos estaban cerrando ya sus negocios para retornar a sus hogares y descansar, pero la tasca de Telma aún no cerraba, más aún teniendo unos visitantes que habían venido desde tan lejos a charlar con viejos amigos. Shad, Ashei, Auru, Rusl Bono e Ilia, conversaban animadamente mientras compartían unos tragos. La última estaba notoriamente acongojada, pues la salud del héroe de la luz era un completo secreto gracias a la princesa del reino, quien se lo había llevado a algún lugar desconocido, lejos de lo que la misma Ilia consideraba que era lo mejor para la pronta recuperación del guerrero: sus amigos.

-Hija cambia esa cara - dijo el Alcalde de Ordon, dando unas suaves palmaditas en la espalda de su hija - ya verás como Link se recuperará pronto y volverá al pueblo con nosotros.

-Eso es cierto - añadió Rusl - Link siempre ha tenido una fortaleza sin igual, y como todos sabemos fue capaz de derrotar al mismísimo mal encarnado. Es imposible que cualquier enfermedad lo detenga...

-Esa mujer debió dejarlo con nosotros... - Ilia tenía mucho dolor. Sentía que en sus manos el rubio podía sanar mejor.

-Insensata, hablas de la princesa del reino - dijo Auru, algo molesto - La princesa pasó con él los momentos antes de su enfermedad, no habría hecho lo que hizo si no lo considerase absolutamente necesario.

-Eso es cierto - dijo Ashei, apoyando a Auru - Tal vez lo que aquejaba a Link era más que una simple enfermedad. En este reino no hay nadie mejor en el manejo de la magia de la luz que la misma princesa.

-Aún así. Ella debió informarnos sobre el estado en que...

Abruptamente la puerta de la tasca se abrió, sobresaltando a todos los presentes quienes tomaron guardia ante aquel extraño sujeto. Un hombre encapuchado los observaba atentamente desde la puerta, sin decir palabra alguna.

-Señor, este bar está cerrado - Anunció Telma a tiempo de que empuñaba fuertemente una botella de vidrio vacía.

-¿Le niegas un trago a un viejo amigo? - Todos se sorprendieron, al tiempo de que el mismo Link se bajaba la capucha y les brindaba una enorme sonrisa. Ilia salió disparada y se colgó del cuello del héroe, quien le correspondió el abrazo alzándola por el aire unos cuantos segundos. Todos corrieron a segundar a la rubia, abrazando al héroe y estrechando sus manos con alegría y fraternidad. El ambiente pareció encenderse como la pólvora, pues al momento de finalizar los saludos los tragos a cuenta de Telma comenzaron a correr por la barra con absoluta rapidez.

-¡Por Link!, ¡Por la victoria! - Brindaron todos chocando sus jarros rebosantes de bebidas.

-Es una locura que hayamos tenido que esperar tanto para celebrar la victoria - Shad tomó un trago de su bebida.

-Todos hemos estado bastante ocupados reestableciendo la paz - Ashei se encogió de hombros, tratando de restarle importancia al asunto - Además no podíamos celebrar sin la presencia del principal responsable de que podamos respirar tranquilos otra vez.

-Cuéntanos Link - lo interrogó Rusl con sumo interés - ¿Por qué estuviste tanto tiempo alejado? ¿Tan grave era tu condición?

Todos callaron, sumamente atentos a lo que el guerrero tenía que decir. Era cierto que la curiosidad los carcomía, puesto que las dos semanas que había estado fuera se habían hecho eternas.

-La verdad no estoy muy al tanto de lo que verdaderamente sucedió - Link se rascó la nuca luego de quitarse su gorro verde que desde ahora lo caracterizaba - La princesa me dijo que dormí dos semanas con algunos episodios de lucidez que no recuerdo, ella mencionó que una maldición se apoderó de mí.

Ilia se tapó la boca espantada, mientras resonó un murmullo de asombro general.

-¿Y no recuerdas nada? - preguntó Auru.

-No, sólo cuando desperté hasta ahora. Su alteza no me dijo demasiado, volvió rápidamente al castillo.

-Supongo que es lógico, después de todo ella dejó de lado sus obligaciones por cuidar de ti - afirmó Shad.

-¿Qué?, ¿Estuvo todo el tiempo alejada del el castillo?

-No le vimos ni un pelo - Asintió Auru - Los nobles y cortesanos, más el concejo real están fúricos con su majestad. Han salido toda clase de rumores escandalosos, pero es bueno saber que retornó al palacio para acallar a toda esa manada de chismosos.

-Decían que se había fugado contigo - le susurró Bono. Ilia frunció el ceño ante el comentario de su padre - Aunque si fuera yo no lo habría dudado ni un segundo.

"¿Huirías conmigo?"

Ilia le dio un manotazo en el hombro a su padre, quien soltó una sonora carcajada. Algo en las palabras del alcalde de Ordon removieron su conciencia, un fuerte dolor de cabeza lo inundó al tratar de recordar algo.

-¿Estás bien? - Ilia notó su repentino cambio, poniéndole una mano en el pecho.

-Sí, he sufrido de jaquecas desde que desperté... pero supongo que es por haber dormido tanto.

-Nosotros partiremos hacia Ordon en una hora - dijo Bono a tiempo que se levantaba - El herrero de la ciudadela está haciendo todo lo posible por tener a tiempo las herraduras nuevas para los caballos. Si lo deseas partiremos todos juntos hacia el pueblo.

Link asintió dando su afirmación, tratando de ignorar aquel punzante dolor que lo aquejaba.

Mientras Bono fue a hablar con el herrero todos siguieron charlando despreocupadamente y celebrando todo lo que había estado en pausa hasta el momento. Ajeno a la conversación, el héroe miraba por la ventana, perdido en sus propios pensamientos. Ilia se acercó a él discretamente, pasando una mano frente a sus ojos para atraer su atención. Al ver los ojos de su amiga no pudo más que dedicarle una suave sonrisa.

Había algo que no lo dejaba tranquilo, como si ignorase algún episodio reciente de su vida. Las manos le sudaban como si su cuerpo tratase de advertirle que estaba olvidando algo importante.

-Lo bueno es que ahora los buitres de la corona disminuirán - dijo Ashei, mientras todos hacían ruidos afirmativos.

-¿Por qué? - Preguntó Ilia curiosa.

-Los nobles acechaban constantemente el castillo, porque la princesa no puede coronarse como soberana antes de contraer matrimonio - aseguró Auru mientras tomaba un gran sorbo de cerveza - La princesa antes de marcharse tuvo que ceder ante la presión de la nobleza, y dijo que anunciaría a quien había elegido como prometido en el momento de su regreso.

-¡Una boda real, qué hermoso! - Exclamó Ilia emocionada.

"Ojalá no tuviese que pasar mi vida con alguien que no eres tú..."

Link se levantó súbitamente ante el incremento del dolor en sus sienes. Todos se sobresaltaron viendo al guerrero, quien disimuló su dolor, y se excusó alegando que necesitaba un poco de aire fresco. Salió de la tasca y se sentó en una caja de madera a unos cuantos pasos, sintiendo como el dolor de su cabeza no superaba al que se había apoderado de su corazón. Un nuevo sentimiento comenzó a brotar como la espuma, el ver a la princesa desposada con un noble déspota le causaba náuseas y arcadas.

No, el problema no era el noble. Aunque fuese el hombre más generoso y amable del reino tendría la misma asquerosa sensación. No deseaba verla con nadie.

Con nadie más que con él.

Pero, ¿Qué podría hacer un simple aldeano como él para que la princesa no se casara y cumpliese con su labor ante el reino? Era imposible, Zelda se reiría de él y jamás consideraría a un campesino como algo más que un vasallo. Ese pensamiento penetró dolorosamente en su corazón, y la punzada de su cabeza palpitó, con sus recuerdos enclaustrados.

-¿Link? - La voz de Rusl resonó entre el intenso dolor que estaba padeciendo. Preocupado, el hombre se paró frente a él sosteniéndole los hombros. Link alzó sus ojos y miró a quien había sido como un padre para él, mostrando todo el dolor y la confusión que reflejaban sus orbes.

-No sé qué sucede, pero hay algo que te inquieta enormemente, te conozco...

-Yo... no puedo.

-Lo que tengas hacer, solo hazlo. A veces no alcanza el tiempo en la vida para arrepentirnos de las decisiones que no tomamos. Ve, yo hablaré con los demás.

Agradecido y sin decir nada, el rubio se levantó rápidamente al tiempo que corría como si se le fuese la vida en ello.


Había terminado de colocarse un delicado camisón de seda violeta para dormir, bastante delgado y corto pues era una calurosa noche de verano. Se sentó sobre el espejo del tocador de roble negro que le había regalado su padre al cumplir quince años, el último cumpleaños que pasaría con ella hacía ya tres primaveras. Dio un largo suspiro ante su reflejo, estaba algo pálida y ojerosa y con los ojos marcados por una profunda tristeza, mañana debería ser capaz de anunciar su compromiso con el duque Ignattus, el menos prepotente y altivo de todos los nobles que conocía, aunque de hecho no era un mal tipo, era generoso y muy caritativo con su propio pueblo... pero no era él. Ni el hombre más virtuoso podría superarlo jamás.

Volviendo a suspirar comenzó a desarmar las trenzas que había hecho con sus mechones laterales, agarró un cepillo y desenredó su larga melena castaña. Al finalizar hizo una trenza con la totalidad de su cabello, colocando el grueso del cabello sobre su hombro. Se levantó al tiempo de que bajaba la intensidad de la lámpara de aceite pues nunca la apagaba por completo, una costumbre que tenía desde muy pequeña. Estaba arropándose cuando sintió un sonido inusual del balcón, su corazón comenzó a latir rápidamente puesto que al ser verano ella solía dejar el ventanal abierto, y por lo tanto completamente descuidada ante una invasión por el balcón.

Tratando de que sus pasos fueran lo más silentes posibles, Zelda caminó de puntillas hacia el arco que reposaba a un costado de la mesa de noche, con cuidado lo tensó, dirigiéndose temerosa al balcón para dispararle a quien fuese que osara irrumpir en sus aposentos a aquellas horas. Nerviosa apuntó hacia todas direcciones, buscando algo inusual en el ambiente o algún movimiento que le diese una pista sobre la localización de algún intruso, pero no vio nada más que las cortinas y las copas de los árboles del jardín moverse al compás de la brisa nocturna. Estaba por regresar a su cama cuando sintió una mano que tapaba completamente su boca, pero antes de que pudiese tratar de zafarse un olor a bosque y hierba recién cortada le inundó el olfato. Cerró los ojos al momento que el compás de sus latidos aumentaba aún más. ¿Cómo era posible que él se encontrara allí?

-Lo siento alteza, debí hacerlo para que no gritase - dijo el guerrero en un susurro.

Ella se giró al tiempo de que veía la silueta a contraluz del héroe, bañado por la luz de la luna. Sin saber que decir, Zelda dejó a un lado el arco que había estado a punto de utilizar tan solo unos segundos atrás.

-Yo... parto hoy para Ordon... - Dijo él. Ella asintió con un brillo triste en la mirada.

-No era necesario que viniérais a despediros - dijo ella adaptando nuevamente su postura aristocrática, tratando de sonar impersonal - Espero que os vaya maravillosamente en vuestra nueva vida.

-Alteza... - Link no pudo continuar pues ella había abandonado el balcón y se dirigía hacia el interior de sus aposentos. En un arrebato de nulo protocolo, el rubio agarró por la muñeca a la princesa, quien se sorprendió enormemente ante el acto del muchacho, mirándolo con asombro.

-Link...

-Tengo todo en Ordon. Allí nací, allí crecí, allí tengo a todos quienes han significado algo para mí en el transcurso de mi vida - El héroe no solía ser bueno con las palabras, pero no podía desperdiciar aquella oportunidad - Soy capaz de abandonar todo aquello que he tenido siempre por quedarme acá en el castillo...

Zelda aún no salía de su asombro. No podía permitir que el joven se quedase en el castillo, puesto que jamás podría vivir su nueva vida matrimonial con él tan cerca.

-Es muy amable de vuestra parte ofreceros como caballero... pero me temo que es imposible. Debéis retornar a Ordon.

-No puedo irme... no si dejo acá lo que más le ha dado sentido a mi vida.

Confundida, la princesa se volteó para encontrarse con el semblante del héroe como un libro abierto. Cada gesto de su rostro denotaba la humildad del ofrecimiento, su postura sumisión, y sus ojos... una entrega completa y absoluta hacia ella. Podía jurar que el muchacho escuchaba el latido de su corazón, el cuál retumbaba a mil por hora dentro de su pecho.

-No tengo nada que ofreceros, alteza... No tengo riquezas, tierra, ni abolengo. Pero mi espada y mi persona entera siempre os pertenecerán, hasta el final de los días.

Zelda acortó el espacio que había entre ellos dando un par de pasos hacia el frente. Sin poder evitarlo, rozó la punta de la nariz del hyliano con la suya, sintiendo como si millones de mariposas revolotearan libres por su estómago. El aliento a hierbabuena del joven la noqueó, perdiendo cada gota de raciocinio.

-Si te quedas... no puedo responder ante mis acciones - susurró ella, calentando con su tibio aliento los labios del joven a un palmo de distancia.

-No quiero que respondas... solo deseo que lo hagas - murmuró él.

Sin mayor obstáculo la princesa acortó la distancia que había entre sus bocas, apoderándose de los labios del joven los cuales no se hicieron de rogar ante la caricia de la dama. Link tomó a la princesa por la cintura y la atrajo hacia sí, profundizando aquel beso, explorando con su lengua cada recoveco de la boca de ella. Las caricias del húmedo músculo contra el otro los hacía delirar, como si hubiesen estado esperando aquel beso durante siglos. Ambos se separaron para tomar un poco de aire, pero la princesa no desaprovechó la oportunidad y comenzó a bajar por el cuello de hyliano a base de lamidas y pequeños mordiscos.

-Alteza...

-Llámame Zelda.

Sin mayor contención el guerrero tomó a la chica por las piernas y las colocó en su cintura, entrando a los aposentos de la futura regente del reino. La lanzó con delicadeza en la cama, al tiempo que trepaba sobre ella hambriento de sus besos y caricias. Un gemido particularmente fuerte de la dama llamó al último vestigio de cordura que quedaba en su cabeza.

-Zelda... no creo poder contenerme después de este punto. Soy un caballero y debo respetarte.

Ante toda respuesta, la muchacha se giró utilizando la fuerza de sus piernas, dejando al héroe bajo su cuerpo, sentada a horcajadas sobre las caderas del elegido por las diosas. Sin previo aviso comenzó a mover su pelvis contra la del chico, sintiendo como la hombría del joven comenzaba a despertar bajo su sexo.

-No quiero que te contengas, y tampoco quiero que seas un caballero que me respete. Lo único que deseo esta noche es que seamos un hombre y una mujer, sin nombres ni títulos nobiliarios.

Extinguiendo aquella última voz de razón, Link comenzó a acariciar las largas y níveas piernas de la dama quien no cesaba de moverse por sobre su creciente erección, alzó ansiosamente sus manos por debajo del camisón de la chica, tocando toda porción de piel hasta llegar a sus pechos. Los turgentes senos de la princesa se movían al compás del incesante vaivén que hacía la chica, haciendo rozar sus pezones con los pulgares del héroe, causando ruidos de satisfacción por parte de ella. Sin poder aguantarse levantó de un simple jalón todo el camisón de Zelda, descubriendo por completo su cuerpo desnudo. El paladín se maravilló unos segundos ante la perfección del cuerpo de la dama, observar su desnudez era como calificar una obra de arte, el éxtasis absoluto materializado en una mujer, la acarició de abajo hacia arriba tratando de memorizar cada centímetro de la piel de su doncella. A trajo la cabeza de la chica y la besó con fervor y ansias, somatizando toda la expectación que le causaba tenerla sobre él, a pocos minutos de hacerla suya. Repentinamente ella detuvo sus movimientos con un infantil gesto de reproche.

-Estoy en desventaja - dijo entre sus labios. O algo así, porque fue un murmullo ahogado por un gemido.

La chica empezó por desabrochar la parte superior de la túnica del joven, alzándola por sobre su cabeza al igual que la cota de mayas y la camisa de algodón que llevaba bajo ella. Al ver que la tarea de arrancarse los pantalones con la princesa sobre él era complicada en aquella posición, el rubio se giró nuevamente dejando a la princesa boca arriba sobre la cama, pudiendo apreciar con mayor claridad la parte más íntima de su compañera. En un arrebato, Link comenzó a acercar su rostro al sexo de su compañera, deleitándose con su forma, con su hermosa proporción, por lo húmeda que estaba expectante ante la lujuria.

-Link qué... ahhh...

Con maestría el héroe comenzó a acariciar con su lengua la intimidad de su compañera, deleitándose con el agridulce sabor que emanaba de aquella zona. Los gemidos de la muchacha eran un aliciente para seguir y aumentar la velocidad de su húmeda caricia, concentrándose completamente en aquel botón rosa que causaba aún más placer en ella al juzgar por aquellos gritos de éxtasis. Zelda arqueaba su espalda a tiempo que agarraba fuertemente las sábanas, tratando de anclarse al mundo pues las sensaciones que experimentaba eran mayores a cualquier otra que hubiese imaginado. Su mente comenzaba a viajar muy lejos, al momento de que sentía todo el calor concentrarse en su vientre y un cosquilleo emanar de aquel lugar que el héroe lamía con tanto afán, para de un momento a otro, explotar en una sensación completamente nueva, que recorrió con una energía sublime cada nervio de su cuerpo.

Satisfecho por haber causado el clímax en la princesa, el héroe sintió la insoportable presión en sus pantalones, optando por liberar su hombría ante tal magnitud.

-Por las Diosas... - suspiró la princesa sin poder recuperarse aún de su reciente orgasmo, mientras miraba con deleite la enorme virilidad de su compañero.

El joven terminó de liberarse de sus prendas hasta quedar absolutamente desnudo, y se posicionó entre las piernas de la castaña, quien lo observaba con ojos brillantes y labios húmedos. Antes de si quiera moverse, el muchacho se inclinó, capturando los labios de la princesa entre los suyos en un beso tierno y a la vez sensual, haciendo que la princesa probase su propio sabor.

-Te amo, y no necesito nada más para ser feliz - dijo él. A tiempo que una lágrima de felicidad era liberada en el rostro de aquella mujer desnuda ante su cuerpo. A toda respuesta ella sonrió y cerró los ojos, esperando lo que sería inevitable.

Entendiendo el mudo permiso de la aristócrata, Link posó su miembro ante la húmeda cavidad de la chica y con un suave movimiento de caderas entró en ella con suavidad. Al toparse con aquella barrera, decidió embestir de una sola vez, causando un grito particularmente alto.

-Lo siento, lo siento... - El joven llenó de besos la cara de la princesa y no se movió ni un ápice hasta que ella fue capaz y abrió sus ojos en señal de que continuara.

Lentamente el hyliano comenzó a moverse dentro de ella, acomodando las piernas de la chica alrededor de su propia cintura. El cambio en el rostro de la noble fue el pase para poder ir un poco más rápido.

A medida de que las embestidas de Link fueron aumentando de intensidad, Zelda comenzó a sentirse en el paraíso... podía sentir la virilidad del héroe entrar y salir de ella con exquisitez, llenándola por completo de una sensación nueva que le recorría todo el cuerpo. Link se deleitaba con las curvas de la chica mientras le hacía el amor, olvidando por completo todo lo que estaba a su alrededor.

Los gemidos se entremezclaban en la habitación, al tiempo que el enorme catre de la cama golpeaba contra el muro contrario. Link tratando de sentir más el placer del sexo de la princesa, levantó las piernas de ella que antes se encontraban en su cintura y las subió hasta sus hombros, haciendo las embestidas más profundas y sintiendo más la piel de la chica, besando sus piernas, agarrándose fuertemente de sus caderas. Al aumentar el ritmo y la profundidad la mujer se sentía en el mismísimo cielo, terminando por arrancar las sábanas del colchón al no poder aguantar los espasmos que emanaban de su intimidad. Una gota de sudor resbaló desde la cien hasta la barbilla del guerrero, quien no cesaba en sus estoques, causando aún más placer en ambos.

El orgasmo para ella llegó brutal, lujurioso, estremeciendo cada una de sus terminaciones nerviosas, haciéndola gemir con un delirio absoluto. Al ver así a la mujer que despertaba sus más bajas pasiones, el héroe no pudo seguir conteniéndose y derramó todo su ser en un increíble estallido de éxtasis.

Sin saber que decir exactamente, el paladín sonrió tímidamente ante la expresión de completo gozo en el rostro de la regente.

-Siento haber sido tan salvaje... supongo que aún no puedo controlar esto de haber sido un animal.

Ella negó con la cabeza, tomando la virilidad del héroe entre sus manos.

-Eres un ingenuo si crees que esto termina aquí.

...

Link después se preguntaría por qué los guardias del castillo no echaron la puerta abajo al oír a la soberana del reino gritar desbocada desde sus aposentos, incluso estaba seguro de que lo mejor sería despedir a aquella guardia tan incompetente. Se entregaron el uno al otro hasta que el alba comenzó a acariciar el cielo matutino, con el canto de las aves llegaron a su último orgasmo, y se tendieron exhaustos sobre el desarmado lecho. Zelda se acomodó entre sus brazos, desnuda, sintiendo la tibieza de la piel del guerrero... y allí supo con mayor certeza de que jamás podría vivir alejada de él, aunque tratara de enmascarar sus sentimientos al contraer matrimonio con otro hombre. Link por su parte estaba dispuesto a enfrentarse a todo aquello que se opusiera a una unión tan descabellada entre una noble y un plebeyo, pues luego de todo lo vivido era imposible reiniciar su vida común y tranquila en Ordon, era imposible vivir lejos de ella.

Casi lo estaba venciendo el sueño cuando una pregunta llegó a su mente.

-Zelda... ¿Qué pasó durante estas dos últimas semanas?

Ella se reacomodó entre los brazos del héroe, para poder mirarlo a los ojos.

-Nos enamoramos como un par de idiotas - respondió ella, con una sonrisa - En una de esas noches en que tu delirio se esfumó, me atreví a besarte y a confesarte todo lo que sentía por tí... pues sabía que gracias a la maldición luego no recordarías nada. Sin embargo, no conté con que recordarías un poco, y sintieses lo mismo que yo...

-Me enteré que te casas...

Zelda rió y le pegó un manotazo en el hombro desnudo. Él se contagió con su risa.

-No tengo ningún anillo de compromiso para ti - bromeó ella. Pero el rubio la miró bastante serio.

-¿No traerá problemas el que un campesino como yo...?

-Eres el héroe del reino entero, nadie tiene derecho a cuestionar tu valía. Y pobre de quien lo haga, sigo siendo la regente de Hyrule.

Link besó la cabeza de la princesa, siendo vencido por el sueño. Ella miró el alba a través de las traslúcidas cortinas del balcón antes de ser completamente consumida por el cansancio. Mañana sería un día muy diferente al que había planeado.


Espero que les haya gustado. A penas tenga tiempo entre mi oro fanfic (que como dije, es mi prioridad) subiré el capítulo restante para finalizar la historia. Sé que está cortado abruptamente, pero no tuve tiempo de acabarlo y no quería dejar pasar la oportunidad del aniversario de TloZ. Pido disculpas por lo escueto del lemmon (que muchos esperaban), pero preferí dejarlos expectantes para el que se avecina en la otra historia. Besos, no olviden sus comentarios.