Disclaimer: The legend of Zelda es propiedad de Nintendo. No lucro con esta historia.

Advertencia: Este capítulo contiene lemmon bastante maduro. Si no le gusta, no lo lea.

Aclaraciones previas: Esta es la segunda parte de un fanfic que pretendía ser oneshot pero era bastante largo, fue subido con la intención de conmemorar los 30 años de la saga y el lanzamiento de Twilight Princess HD. Es el último tramo, y doy gracias a todos quienes lo leyeron y me dieron sus comentarios, con especial cariño saludo a Godess Artemiss, a quien le ha encantado este fic y es una de las personas por las cuales sigo escribiendo a pesar de tener escaso tiempo a mi haber. Este episodio va a ti con mucho cariño.

Mi otro fanfic "Recuerdos de papel" sigue en curso, solo que debido al escaso tiempo no he podido escribir mucho. Espero que lo entiendan y sean pacientes. También tengo en mente otro fanfic más maduro y un poco más oscuro, del que tendrán noticias en unos cuántos capítulos más.

Disfruten la lectura!

Almas del Ocaso: Capítulo II.

Se removió inquieto entre las sábanas, al parecer su cuerpo no estaba adecuado a ese tipo de tela ni mucho menos a la comodidad del colchón que le daba abrigo, eran ambas cosas demasiado blandas y suaves para lo que él siempre había tenido en su humilde casa de su pequeño pueblo natal. Giró sobre su cuerpo tratando de buscar comodidad y se topó con la figura desnuda de otra persona en el otro lado de la cama, inundando instantáneamente su mente de los recuerdos de la noche anterior. Sin querer abrir los ojos, temeroso de que aquel exquisito momento se esfumara como si se tratase de un sueño al despertar, deslizó la yema de sus dedos por la curvatura de la espalda de la chica que compartía su lecho, posó la mano en su cintura y la atrajo con delicadeza hacia su cuerpo, sintiendo el reconfortante calor del cuerpo femenino haciendo contacto con su piel. Ella se removió un poco, pegando más su anatomía a la de él, haciéndolo sentir aquella suavidad que la caracterizaba. Aprovechando la postura, Link hundió su nariz en el hueco tras la oreja de la princesa, inhalando su aroma primaveral tan especial y sublime, reactivando todos sus sentidos dormidos por el sopor de la noche.

La chica intuyó las intenciones del hyliano cuando este comenzó a tocar sus senos, jugueteando con el pezón como si se tratase de un accesorio lúdico, causando en ella un cosquilleo más que agradable. Instintivamente la princesa echó hacia atrás sus caderas, notando con la piel de sus glúteos la pétrea erección de su compañero, quien parecía estar maravillado al sentir la parte trasera de la dama haciendo contacto con su hombría.

-Aún es temprano... - susurró la dama con un murmullo perezoso.

El rubio ceniza pareció no escucharla, pues del hueco en su cuello dio un salto hacia el lóbulo de la oreja de la joven, lamiéndolo delicadamente primero, succionándolo placenteramente después. La muchacha soltó un gemido no sólo ante el contacto de la tibia boca de su amante contra la sensible piel de su oreja, también al sentir el torso tonificado de él en su espalda dándole calidez, y por qué no, su virilidad punzante urgiéndola, demostrándole el grado de excitación que lo poseía.

Sin poder contener su creciente ansiedad, la noble giró sobre su eje y aprisionó la boca de Link entre la suya, lamiendo sus labios con premura, adentrándose en su boca y saboreando cada recoveco posible. El chico correspondió el beso a tiempo que pegaba más a la chica a su cuerpo y la tomaba por las nalgas para subirla sobre él con todas las sucias intenciones que tenía en mente, pero lo que él no imaginaba es que la chica deseaba dar un paso más.

Sin que el guerrero se lo esperara, la princesa descendió por su cuerpo hasta tener frente a ella aquel enorme miembro que le había propinado tanto placer la noche anterior. Con una curiosidad perversa lo tomó entre sus manos y comenzó a estimular al joven con movimientos constantes, quien no pudo reprimir sus gemidos al sentir a la mujer de sus sueños brindarle placer de aquella manera. Pero para su sorpresa la chica no se detuvo allí, pues sin pudor alguno empezó a darle placer con su lengua y luego con su propia boca.

Asombrado, pero lo suficientemente excitado como para no poder emitir una sola palabra, el hyliano cerró los ojos rindiéndose ante la osada maniobra de la aristócrata, sintiendo el interior de la boca de la chica recorrer su hombría con algo de torpeza, pero con una exquisitez que jamás había sentido. Ciertamente ella era inexperta y le había costado cruzar la barrera del pudor, pero una vez realizado el primer movimiento y comprobada la eficacia de brindarle placer con la lengua, no podía ni quería parar de hacerlo. De la boca del paladín salían unos gemidos roncos que la llenaban de orgullo, que la hacían esforzarse aún más en su labor.

Sin querer explotar dentro de la boca de su amada la frenó por los hombros e hizo que se incorporara, sentándola nuevamente a horcajadas sobre su cuerpo. Ella lo besó nuevamente mientras Link le acariciaba los senos y acomodaba su erección entre las piernas de la chica. Ella estaba tan húmeda y expectante que la primera estocada fue sublime, sintió como cada centímetro de su ser era llenado por él, comenzó a moverse sobre el cuerpo de Link, quien con furia y una pasión desenfrenada la asía sobre las caderas y movía su cuerpo para darle mayor rapidez a aquella danza. Ambos sentían como sus cuerpos se fundían a una velocidad frenética, y sin poder contener los gemidos se daban placer haciendo que, nuevamente, la cama delatara su acto amatorio azotándose contra el muro contrario y agitándose de tal forma que era imposible que las mucamas luego no tuviesen una idea de lo que pasó en los aposentos de la futura regente. La princesa arqueó la espalda en repetidas ocasiones mientras el nombre de su amante se escapaba entre sus labios, llegando al orgasmo una, dos, tres veces... ya ni siquiera tenía la capacidad de contar, su mente estaba en las nubes y su cuerpo solo sentía aquel placentero ardor proveniente de su bajo vientre.

-Zelda... - Escuchó la voz de Link. Ella bajó su mirada sin parar de mover sus caderas con frenesí sobre el cuerpo de él. La frente del guerrero estaba perlada de sudor, y su rostro tenía una expresión que la noche anterior había memorizado, aquella cara que solo ponía cuando el placer lo sobrepasaba. Su torso subía y bajaba rápidamente, mientras comenzaba a elevar las caderas para sentirse aún más dentro de ella.

Sin poder aguantar más, el joven apretó los turgentes muslos de la chica al tiempo que llegaba al clímax, derramándose dentro de ella, sintiendo los espasmos que el cuerpo de la princesa también experimentaba.

-Te amo, te amo, te amo... - Dijo mientras agarraba el rostro de la chica y la llenaba de besos, ella rió alegremente, la nariz del chico le hacía cosquillas.

Se recostó sobre el pecho de Link sintiendo como de a poco la respiración de ambos empezaba a normalizarse. Se estaba haciendo peligrosamente adicta a esa sensación, sentirse en los brazos de él, desnuda y vulnerable pero increíblemente protegida y poderosa. En esos momentos creía que podía lograrlo todo, incluso ser una mejor monarca para el reino. Adormilado, el rubio acariciaba con las yemas de sus dígitos la piel desnuda de su hombro derecho.

-Será mejor que me levante ya - Su cuerpo estaba cansado y ninguno de los dos había dormido lo suficiente. Ahora creía que las noches no eran para dormir, pero tenía muchas responsabilidades que cumplir.

-No me abandones - El hyliano la agarró por la cintura, negándose a dejar ir la calidez del cuerpo de la noble.

-Hoy será un día largo y tendremos que dar muchas explicaciones - Zelda le dio un casto beso en los labios mientras se liberaba del agarre del muchacho - Tengo que tomar un baño, estoy hecha un desastre.

Link abrió un ojo para observar como la princesa se levantaba de la cama y caminaba hacia el cuarto de baño, sin poder contener esa sensación de orgullo al sentirse amado por aquella hermosa mujer. La aristócrata cubrió su desnudez con una bata de seda semitransparente que se ceñía al cuerpo y no dejaba nada a la imaginación, Link creía que jamás se cansaría de ver aquella imagen.

...-...

Lo primero que hizo luego de dejar corriendo el agua caliente del grifo en la bañera, fue mirar su reflejo en el espejo de cuerpo completo que tenía en el baño. Se sentía distinta, más mujer, sensual, como si el hecho de haber intimado por primera vez hubiese cambiado su aspecto. Notó algunos cardenales en sus caderas y muslos, nada del otro mundo, seguramente la espalda de Link tendría la marca de sus uñas por varios días.

Sonrió al pensar en él y cómo todo el panorama había cambiado en tan poco tiempo. Se habían enamorado en tiempo récord, como si una extraña fuerza magnética los uniese sin poder impedirlo, y luego de que creía todo perdido y el matrimonio con algún noble estaba a la vuelta de la esquina, los sentimientos de ambos habían brotado como una gardenia en primavera, no pudiendo ocultar más el torbellino de emociones que surgía al encontrarse el uno tan cerca del otro.

El vapor del baño comenzó a empañar su reflejo. Se quitó la bata y trenzó su cabello en un abultado moño sobre su cabeza pues había decidido no lavarlo aquella mañana, y con cuidado comenzó a sumergir su cuerpo en la enorme bañera, lanzó un gemido ante el contacto con el agua caliente. Permaneció varios minutos sumergida, con los ojos cerrados, pensando principalmente en cómo enfrentar al consejo. Era cierto que el status de Link se veía favorecido por el hecho de que era el héroe del reino entero, pero dentro de los miembros del consejo existía una facción bastante conservadora y tradicionalista, que prefería mantener vigentes los intereses de la elite, y es bien sabido que la elite se mantiene y reproduce gracias a los lazos matrimoniales nacidos de dicho interés.

Tan sumida estaba en sus problemas que sólo percibió a Link cuando éste se lanzó a la bañera, salpicando al piso -y a ella misma- de abundante agua. A penas pudo reaccionar cuando el chico ya la estaba besando, ella rió entre besos y besos, abrazándose a él.

-No tenemos tiempo para nada más que un baño, te lo advierto - Le digo mientras seguía pegada a sus labios, disfrutando de la sensación que le otorgaba el estar junto a su amante.

-¿Ni siquiera algo rápido?

Ella le pegó un manotazo juguetón en el hombro. Link rió con ganas.

-Es importante que hable con el consejo, no sé tú, pero yo no quiero seguir dilatando más este asunto...

Link se puso serio un instante, perdiendo el semblante de aquella sonrisa. Zelda pareció notarlo y un escalofrío le recorrió la espalda.

-¿No te estarás... arrepintiendo, verdad? - Preguntó, con temor en los ojos opalinos.

El rubio sacudió la cabeza e inmediatamente abrazó a la princesa, hundiendo su nariz en el cabello de la chica.

-Jamás podría arrepentirme, eres lo mejor que me ha pasado en la vida. Solo recordé que debo poner al tanto a mis amigos, después de todo no viajaré con ellos a Ordon.

A la cabeza de Zelda le vino instantáneamente la imagen de Ilia, se sentía mal por como lo tomaría la chica.

-Una razón más para acabar luego con el baño. Venga, vamos.

Bañarse juntos era una experiencia igual o más íntima al de haber tenido relaciones carnales. Ella se deleitó pasando una esponja por el cuerpo del guerrero, analizando detalladamente sus músculos y cicatrices, observando todo aquello que había sido suyo aquella noche. Link también podría perderse irremediablemente en el cuerpo de aquella increíble mujer, su espalda era un terso camino que jamás se cansaría en recorrer, y la sentía tan pequeña y frágil entre sus brazos que no permitiría que alguien jamás le hiciese daño.

Después de unos minutos ambos salieron del cuarto de baño para vestirse en la habitación, ataviados con toallas para cubrir su desnudez del frío.

-Necesitas una toalla adicional para tu cabello - Dijo la princesa al observar como escurría el pelo del hyliano - Vengo enseguida.

Zelda se dirigió al baño en su búsqueda mientras el joven secaba su cuerpo. Estaba inspeccionando el mueble cuando sintió el grito de una mujer en la habitación.

-Oh por todas las Diosas - Corrió hacia su habitación, viendo a Link cubriendo sus partes nobles mientras del umbral de la puerta una sirvienta horrorizada exclamaba ayuda por parte de los guardias.

-¡Elisa! - dijo la princesa tratando de callar a la histérica mucama - ¡Elisa por favor cálmate, no quiero que vengan los guardias!

La sirvienta cerró la boca, analizando por primera vez el panorama. Había un hombre desnudo en la habitación de la princesa, el héroe del reino, la cama estaba revuelta y ambos estaban mojados, evidentemente habían salido recién de la bañera.

-Elisa escúchame bien - La princesa tomó a la sirvienta de los hombros - Ni una sola palabra de esto.

La mucama asintió, pálida como la cera. De lejos se escuchó el sonido de las armaduras de los guardias corriendo por el pasillo, Zelda maldijo en voz baja y volvió a llamar la atención de la mujer.

-Elisa, sal y diles cualquier cosa, no pueden entrar a mi habitación.

Ella asintió, aún callada mientras salía a través del umbral. Zelda cerró la puerta pesadamente, quedándose allí para escuchar lo que la mucama le decía a los guardias. "Creí ver un ratón en la habitación", exclamó la pobre Elisa con la voz temblorosa, la princesa suspiró aliviada. Se dirigió hacia Link quien aún se encontraba petrificado tapando con la toalla la parte baja de su cuerpo, la noble no pudo evitar echar una risita.

-Será mejor que te vistas rápido, estoy segura que los rumores se van a empezar a extender como la pólvora, y tú tienes que dar explicaciones también.

Link comenzó a vestirse con su usual ropa de héroe mientras la chica se ataviaba en un elegante vestido de seda color carmesí, un tono que le favorecía enormemente. Ambos estaban listos cuando se dirigieron al balcón, Link estaba listo para trepar cuando le robó un apasionado beso a su dama quien no dudó en corresponder.

-Te amo - le susurró ella entre los labios.

-Recuérdame deshacerme de ese vestido cuando nos volvamos a ver.

Ella rió mientras le daba un último beso. Sería definitivamente un día muy largo.


Su primera parada fue el restaurante de la ciudadela, ya que Telma abría más tarde, aprovechando de desayunar algo rápido pues no ingería alimento desde ya bastantes horas. Rápidamente el hyliano notó la diferencia de ser un simple muchacho de campo de visita en la capital a ser el héroe de todo el reino, la gente volteaba a mirarlo todo el tiempo, o bien se acercaban a él, o bien lo vitoreaban desde lejos. Ser una figura pública de tal envergadura lo estaba poniendo nervioso, simplemente no se acostumbraba a llamar la atención.

-Ahora eres toda una celebridad - La voz de Ilia lo hizo atragantarse con el sorbo de leche que se había llevado recién a los labios.

-¿Cómo supiste que estaba acá? - Preguntó el Hyliano.

-Oliendo las feromonas, tienes un séquito de admiradoras fuera del restaurante.

Link rodó los ojos. La atención femenina de ese tipo le era mucho más incómoda que cualquier otra atención.

-Yo debería estar molesta contigo - Ilia fingió un puchero y se pegó al brazo de Link - Ayer te fuiste sin más de la tasca de Telma, ya deberíamos estar juntos en Ordon...

-Lo siento, debo disculparme también con Rusl y con tu padre, pero me surgió algo de último minuto.

-¡No importa! - La chica parecía inusualmente feliz, pues la sonrisa que se formó en su rostro era casi de oreja a oreja - De todas formas partiremos hoy en la tarde, mi padre insistió en querer escuchar el anuncio de la princesa.

Link tragó saliva, debía hablar con todos cuanto antes.

-¿Dónde se están hospedando? - Preguntó Link.

-Ay, qué mas dá... ¿Por qué no pasamos el día juntos? Siento que hace milenos no compartimos tú y yo. Ven, acompáñame a hacer unas compras.

Link se vio obligado a complacer a Ilia al menos un rato, dejó unas cuantas rupias en la mesa pagando el alimento más la propina y ambos salieron del restaurante. Ilia se pegó a su brazo más exageradamente que de costumbre, ganándose las miradas de odio de unas cuantas mujeres que circundaban la ciudadela. Caminaron hacia una tienda de orfebrería, donde se exponían maravillosos ejemplares de joyas invaluables.

-Ojalá algún día mi prometido me regalase algo de esto - suspiró la joven.

-Esperame acá - Una idea llegó a la mente del hyliano, mentalmente le agradeció a Ilia que la hubiese llevado hasta allí. Entró a la tienda haciendo sonar una campanilla, inmediatamente apareció el dependiente quien se maravilló al ver entrar al mismísimo héroe del reino.

-Buenos días - habló Link.

-Buenos días gran héroe, a qué debo el honor de tenerlo por mi tienda.

-Pues, deseo comprar un anillo, aunque soy un poco malo escogiendo este tipo de cosas.

-¿Con qué motivo?

-Compromiso.

-Muy bien... - El dependiente lo llevó a un muestrario donde lujosas y brillantes piezas se lucían a través del cristal - Estas son las joyas de mejor calidad en todo el reino, no verá como ellas ni siquiera más allá de las fronteras.

Link examinó todos los anillos, pero sintió que no estaba conforme con ninguno. Eran todos demasiado ostentosos o con formas extravagantes, y estaba seguro de que la princesa tenía un gusto mucho más sencillo independiente de su posición y su casta, el dependiente pareció notarlo, porque se frotó las manos con nerviosismo.

-Tengo una pieza más, pero dudo que sea de su fino gusto pues es más sencilla, aunque muy hermosa y delicada. Perteneció según dicen a una monarca de hace cientos de años.

-Permítame verlo, por favor.

El dependiente caminó hacia la parte trasera de su tienda y al cabo de unos segundos trajo consigo una cajita pequeña de terciopelo rojo. Link la tomó entre sus manos y al abrirlo se encontró con un hermoso anillo trenzado de plata, con una simple gema que cambiaba entre tonalidades rojas, azules y verdes dependiendo del ángulo. Era sencillo, pero majestuoso, imponía un aura de elegancia muy superior a todos aquellos que se encontraban expuestos en la mampara.

-Es perfecto. Lo llevo.

El dependiente se frotaba las manos con ansias y no era para menos, pues le cobró una exuberante suma de dinero que jamás habría podido pagar como granjero de Ordon, pero sus bolsillos estaban llenos de rupias gracias al viaje que había realizado meses atrás. Salió de la tienda dando las gracias y se encontró de frente con Ilia, quien lo miraba con perspicacia.

-¿Qué tanto hacías allá dentro?

-Es un secreto.

Ilia se sonrojó. Siguieron caminando unas cuantas calles más, recorriendo tiendas y siendo detenidos constantemente por la gente que parecía volverse loca con su sola presencia. Ya estaban bordeando el medio día cuando, sentados en un banco cerca de la fuente de la plaza principal, se encontraron con Bono y Rusl que venían saliendo de la herrería.

-Por todas las Diosas muchacho me tenías preocupado - exclamó Bono - Desapareciste así sin más.

-Traté de decirles que estabas bien, pero aún así ambos se preocuparon bastante - dijo Rusl haciendo referencia a Bono e Ilia.

-¡Bueno! Esta tarde partimos a Ordon, supongo que ya ningún asunto te ata a esta ciudad - exclamó alegremente el alcalde.

Link suspiró apesadumbrado.

-Hay algo que debo decirles a todos ustedes, y ojalá también estén allí los chicos de la resistencia. Vamos a la tasca de Telma, les explicaré.


-¡Eso es inconcebible! - Un fúrico hombrecillo calvo y barrigón demostraba su ira en una mesa llena de nobles y burgueses. Varias caras parecían estar de acuerdo con el ofuscado -¡Un escándalo de proporciones gigantescas!

Zelda, tratando de parecer imperturbable, posó sus manos delicadamente sobre la mesa de roble negro mientras suspiraba y pensaba a toda máquina.

-¡Nunca en la historia de Hyrule se ha visto algo semejante, el consejo no lo permitirá jamás!

-Sir Idkiss, con todo el debido respeto que merece su persona y su abolengo, debo recordarle que está frente a la futura monarca del reino, debe bajar su tono de voz - Señaló Auru, quien con una cara de sorpresa se atrevía a defender a la joven princesa.

-¿No lo entiende, maestro Auru? - Replicó el noble con una vena latiente en su sien - ¡Esta mujer llevará a la nobleza a un escándalo sin precedentes!

Un murmullo general se hizo presente en la sala del consejo, varios nobles cuchicheaban visiblemente ofendidos ante el anuncio de la aristócrata. Auru se levantó, furioso con las palabras del conde.

-Exijo que retire sus palabras, sir Idkiss. Ninguna ofensa hacia la princesa es bien recibida en este palacio.

-Nuestra intención no es ofender, maestro Auru - Esta vez, otro noble intervino. Era un hombre de mediana edad de cabello negro y ojos castaños, bastante fornido - La princesa ha agraviado profundamente a muchos miembros de este consejo que consideran indispensable la pureza de sangre en el trono.

-¡Jamás permitiremos que ocurra tal atrocidad...!

-Sir Idkiss - La princesa, serena y calmada, se levantó de su asiento en toda su estatura y miró con ojos gélidos al hombre descontrolado que le gritaba desde el otro extremo de la mesa - Debo recordarle que el consejo es sólo un apoyo para el sistema real y bajo ninguna circunstancia se inmiscuye en forma directa en las decisiones que la monarquía toma. Mi elección es irrevocable.

Un murmullo general se escuchó en la habitación. Evidentemente el descontento era para la mayoría, y pocos serian los potentados que diesen su aprobación a lo que ella estaba planteando. El noble llamado Idkiss tomó asiento nuevamente mientras sus nudillos blancos denotaban la ira que experimentaba en estos momentos.

-A pesar de su edad siempre la creímos una futura monarca sabia y entregada a su reino - dijo el aludido, mordazmente - No creíamos que entregaría el reino a un campesino inexperto y sin pizca de educación. Su padre estaría decepcionado, más aún sabiendo que se revuelca con él como una prostituta barata.

Rápidamente Auru se levantó para ir en contra de osaba agraviar de tal forma a su majestad, pero la joven le puso una mano en el hombro para que guardara la compostura. En una actitud que él jamás había visto en la aristócrata, digna y serena, se dirigió ante el consejo con una sabiduría mayor que la de sus predecesores.

-Mientras yo moría en las fauces del rey del mal ¿Dónde estaba usted, sir Idkiss?, por lo que sé huyó el primer día a Labrynna - se giró hacia el noble corpulento - ¿Y usted sir Robert?, se refugió en los lindes del norte con toda su familia. Ningún honorable miembro de este consejo se dejó ver desde que el reino estaba amenazado hasta que ese campesino al cual maltratan y ofenden salvó cada uno de sus miserables y avaros pellejos. Link es mucho más noble que cualquiera que ostente un título en esta habitación, y mucho más hombre que todos quienes desaparecieron cuando su reino más los necesitó. Él, sin ser un gran conocedor del mundo y no tener ninguna obligación dejó la tranquilidad de su pueblo para luchar porque estas tierras no se hundieran en las tinieblas... ¿Y aún así osan decir que cualquiera de sus hijos, quienes huyeron como ratas con ustedes y sus familias, son aún más merecedores del honor de llevar la corona de la tierra bendecida por las diosas?

-¡Eso no quita que no tenga la capacidad de dirigir un reino! - Esta vez una dama alzó la voz. Era muy bella, de cabello color trigo y ojos celestes - No tiene educación, ni abolengo, ni clase, y me atrevo a decir que no sabe absolutamente nada de política y economía. Sus sentimientos no cuentan en este juego, majestad. El reino no es un juguete con el cuál usted puede hacer lo que se le dé la gana.

-En eso estoy de acuerdo Lady Dana. Es por ello que quien manejará el reino seré yo, mientras el héroe del crepúsculo será simplemente el consorte real.

Lady Dana palideció y Zelda sabía a qué se debía precisamente. Si bien Hyrule había avanzado en muchos aspectos, la sociedad seguía siendo absolutamente machista, y jamás una reina se había hecho cargo de los asuntos de gobernabilidad, más bien las consortes eran las encargadas de las banalidades y de la procreación de la monarquía.

-...No puede estar destruyendo todas las tradiciones por un simple capricho.

-Lo diré una vez más y no lo volveré a repetir - Sin alzar la voz, Zelda se impuso ante aquellos quienes la observaban con furia, estupefacción e incredulidad - Sir Link es el hombre elegido para ser mi esposo, sus habilidades en batalla y su compromiso con el reino son prueba suficiente de su valía. El consejo jamás se ha inmiscuido en las decisiones de la realeza, por lo que esta reunión solo cumple como anuncio de lo que ya está absolutamente decidido.


Desde lo más profundo de su ser, Link sabía que el explicar su reciente relación y futuro enlace con la princesa dejaría a todos perplejos. Cuando relató los recientes acontecimientos a sus amigos y compañeros el silencio fue sepulcral, todos lo miraron atónitos expectantes de que admitiera una broma... pero aquello nunca llegó. El primero en felicitarlo fue Rusl, quien saliendo de su estupefacción inicial caminó hacia él y le dio un fuerte abrazo.

-El matrimonio es cosa difícil - Admitió Rusl - Pero no hay nada en este mundo como encontrar el amor. Felicidades muchacho.

Luego todos se fueron acercando, aún impactados con la noticia, pero notoriamente felices por la unión del héroe del crepúsculo y la princesa de la luz. Muchos brazos lo acogieron con familiaridad, sintiéndose protegido y respaldado con aquella gente que conformaba lo que él creía su única familia, y más feliz estaba aún por integrar a la mujer que amaba a ese círculo. La última en acercarse fue Telma, quien tenía una mirada reticente en su rostro, pero de igual forma lo felicitó. Cuando todos se instalaron para celebrar las buenas nuevas, la misma tabernera lo atrajo hacia una esquina para charlar en privado.

-No me malinterpretes chico, estoy feliz por ti y por su majestad - La cara de Telma no reflejaba precisamente felicidad, pero se oía sincera - Pero creo que a no todos les cayó muy bien la noticia.

Link lo supo. Mientras lo felicitaban vio como Ilia abandonaba corriendo la tasca.

-Creo que, al menos por la amistad que se profesan hace años, le debes una explicación a esa muchacha.

Link asintió, agradeciendo a Telma y a los presentes salió del bar buscando a la chica. Recorrió todo el mercado, la plaza principal e incluso los jardines aledaños al palacio, pero no encontró ni rastro de ella. Suspiró, sabía que sería difícil encararlo con Ilia, pues no era un idiota y estaba al tanto de los sentimientos de la chica... pero ella debería ver la realidad tarde o temprano, una realidad que con o sin la princesa presente en su vida, ella no era más que una buena amiga.

Pasó un buen rato sentado en un banco a un costado de la gran fuente, observando a la gente que iba y venía en el paseo principal, preguntándose a sí mismo si un chico de campo como él estaba apto para ser rey y regirlos a todos ellos. Temía fallarle a su pueblo, pero también temía fallarle a Zelda, que ella en algún punto de su vida se diese cuenta que el desposarse con alguien con nulos conocimientos en el arte de gobernar era perjudicial para todos. Ya estaba cayendo la noche cuando sintió pasos cerca de él, y al levantar la vista vio al maestro Auru, quien lo observaba desde toda su estatura con un gesto indescifrable. Sin decir nada, el antiguo tutor de la princesa tomó asiento junto al héroe y no dijo nada por un buen rato, mientras a ambos los invadía el sonido del agua tras ellos.

-No fue tarea fácil darle el anuncio al consejo - Dijo el maestro, tan de repente que Link se sobresaltó - Muchos nobles están descontentos y amenazan con retirar su apoyo a la monarquía.

Link era un chico humilde de campo, absolutamente ignorante en cuanto a los asuntos de la corte, pero tenía claro que algo así no podía ser una buena noticia. Se preguntaba realmente si Zelda estaba siendo consciente de que aquella decisión podía no ser la más favorable de todas.

-¿Usted cree que lo mejor es que esta unión no se lleve a cabo? - Preguntó Link, y la sola declaración le presionó el pecho dolorosamente.

Auru lo miró por un instante en silencio, parecía estar escogiendo sus palabras.

-Tal vez para que el reino siga con las mismas tradiciones y perpetuando las mismas formas, sí, sería inconveniente su matrimonio - respondió. Link bajó la mirada con tristeza - Pero yo sé que la princesa es distinta, ella desde lo más profundo de su ser quiere la máxima prosperidad para su reino, y para que algunas cosas cambien es necesario que ella tome las riendas de su vida sin importar lo que dicten las costumbres. Tu eres igual que ella en ese sentido, y quien más que el héroe que nos salvó a todos de un destino nefasto para construir unos nuevos cimientos para que Hyrule se desarrolle de la mejor manera. Si ustedes se aman, el reino se beneficiará de su relación, no pongo duda en ello.

Link agradeció las palabras del maestro, pues era lo que más necesitaba en un momento donde la incertidumbre de hacer lo correcto le perturbaba. Sería tal cuál Auru había predicho, y trabajaría arduamente para ser un monarca del que todo el reino estaría orgulloso.


Debido a la rapidez del compromiso y a los molestos rumores que proliferaban como hongos en humedad, los preparativos para la boda real se aceleraron con una velocidad inusitada, nunca antes vista en enlace previo. Luego del anuncio que molestó a los nobles pero que sopresiva y gratamente llenó de alegría al bajo pueblo, fecharon la boda para dentro de dos meses en los últimos días del verano, planificando también una celebración abierta para que todos quienes acudiesen a la ciudadela disfrutasen del júbilo que causaba la unión y la coronación de la monarca como regente del pueblo. Si bien era muy extraño que quien rigiese fuera la reina y no el rey, los vasallos lo tomaron con aceptación, siendo el papel del defensor de Hyrule en la guerra contra Ganondorf un aliciente para que todos miraran con buenos ojos aquella unión, además de la actitud de la futura monarca la cual siempre ponía por delante el bienestar de su pueblo frente a cualquier adversidad.

Link, después de mucho meditar la situación en la que se encontraba, decidió volver a Ordon para colocar todos sus asuntos en orden y mudarse finalmente a lo que hasta el final de sus días sería su hogar, además así aprovecharía de invitar a todo Ordon a su boda, siendo que sus vecinos era todo lo que él conocía como una familia. Al principio todos estaban escépticos respecto al enlace de Link, aquel joven humilde y campesino que trabajaba con sus propias manos para la prosperidad de un pueblo precario y alejado de la gran vida de la ciudadela no era lo que se imaginaban precisamente para una refinada y elegante princesa, pero con el pasar de los días vieron en sus ojos el gran amor y devoción que profesaba no sólo hacia ella, también a la idea de ser partícipe de un mejor futuro para el mismo pueblo de Ordon.

Link siempre recordaría esas largas charlas hasta el alba con Rusl, quien le aconsejaba sobre la vida en matrimonio y sobre cómo ser un buen hombre de familia. Tampoco olvidaría aquellos últimos días con los niños, jugueteando por el lago, por el campo y por el bosque, exprimiendo de él todas las habilidades que había aprendido en su travesía, contando increíbles historias de su periplo. Pero también recordaría la triste mirada de su amiga Ilia, que si bien había estado reacia a hablarle durante semanas, terminó por acudir a él con sus ojos acuosos y llenos de melancolía, deseándole la mayor de las suertes en su nueva vida. Así, el héroe del Crepúsculo pasó las últimas seis semanas en su pueblo, volviendo la noche de la víspera de su boda al palacio. Con tanto ajetreo, los novios no se habían visto en el arribo de Link ni en el transcurso de la noche, además Zelda no quería seguir avivando los rumores, ciertos en realidad, de que tenía relaciones pre-nupciales con su futuro esposo.

La luna dejó paso a una mañana brillante y despejada, la brisa agradable peinaba los campos y el verde del páramo parecía estar más colorido aquel día. Pareciera que las Diosas mostraban su bendición hermoseando el paisaje y favoreciendo la temperatura en comparación a los últimos calurosos días.

Cuando despertó, Zelda tenía la sensación de no haber dormido nada en toda la noche. No se sentía particularmente cansada, pero los nervios de aquel día llegaron instantáneamente para instalarse en la boca de su estómago, hoy vería a Link luego de seis largas semanas padeciendo su ausencia, y además se convertiría finalmente en su esposa, ganando también la potestad de regir Hyrule con prosperidad y sabiduría. Se levantó de la cama rápidamente colocándose una bata y entrando al cuarto de baño para asearse, luego del baño se vistió con un vestido sencillo y se dirigió al comedor a desayunar.

Cuando abrió las puertas del comedor se llevó una gran decepción, pues deseaba encontrar a Link y verlo antes de que todo el castillo fuese un caos, pero en aquella larga mesa no había más que unos cuantos alimentos para que desayunara. Desanimada, se sentó en su puesto habitual y comenzó a comer sin muchas ganas, resignada a que no vería al guerrero hasta el mismo momento de las nupcias.


Definitivamente le llevaría un largo tiempo acostumbrarse a las costumbres del palacio. Estaba tan cansado que durmió sin saber nada del mundo, hasta que una sirvienta casi lo lanzó cama abajo tratando de despertarlo.

-Lo siento mucho joven Link... - dijo la muchacha, incómoda por la semi desnudez del joven y por tener que despertarlo casi tumbándolo de su lecho - Es hora de que se levante si no quiere llegar tarde a su propia boda.

Alertado por lo que dijo la mucama el guerrero se levantó tan rápido que la chica se asustó. Al ver la hora supo que quedaba bastante para el horario previsto de la ceremonia, por lo que miró confundido a la sirvienta.

-¿No crees que faltan varias horas para ello? - Preguntó, con unas ganas increíbles de volver a la cama.

-Es necesario que el consorte real sepa que las obligaciones que tienen requieren al menos una mañana completa - Una voz masculina resonó por la habitación. El maestro Auru acababa de hacer aparición en los aposentos del futuro rey - Buenos días majestad.

-Auru... sabes que no debes llamarme así.

-El protocolo debe respetarse en ciertas ocasiones, más en el mismísimo día en que se convertirá en el hombre más poderoso del reino, literalmente. Es imperante que se asee, lo esperaré en el despacho real en diez minutos.

Estando nuevamente solo en sus aposentos, Link suspiró luego de ser perturbado en su sueño, sin embargo una creciente ansiedad comenzó a apoderarse de él, no sólo por la boda, también tenía unas increíbles ganas de ver a su prometida, después de todo llevaba semanas sin abrazarla ni sentir su aroma. Se aseó y vistió lo más rápido que pudo y acudió al llamado de Auru en el despacho. El rubio cenizo creía que le esperaba una charla sobre sus labores en el reino, pero no dimensionaba que Auru se tomaba muy en serio su tarea de instruirlo sobre el manejo de todo lo relacionado con ser el nuevo rey de Hyrule. Link nunca había sido muy fanático de los libros ni mucho menos de estudiarlos -o leerlos- y el hecho de tener que apoyar a Zelda en las labores reales suponía una serie de tareas a las que no estaba acostumbrado. Auru pareció notar en el semblante del joven héroe aquella preocupación característica en una persona que no tiene idea de qué hacer a continuación.

-Sé que parece abrumadora la cantidad de cosas que hay por hacer...

-Ya lo creo - Interrumpió Link con un suspiro de incredulidad.

-Pero es la reina quien tendrá la situación más difícil. Usted como consorte debe velar porque ella no decaiga ante tal responsabilidad.

"Consorte", claro. La palabra lo decía todo. Era extraño pensar en sí mismo como algo más que un chico de campo cosechando calabazas u ordeñando a las cabras, pero por ella sería capaz de convertirse en cualquier cosa y hacerlo bien, o al menos daría su vida intentándolo.

-Es un poco extraño que el papel de consorte lo tenga un varón, de hecho es algo sin precedentes - Continuó Auru - Históricamente ha estado en la labor de las consortes reales el cuidado y la crianza de los vástagos.

-¿Vás... tagos? - La cara de Link era una mezcla de interrogación y pánico.

-Hijos.

-Hijos... - repitió el héroe.

Auru rió de manera divertida. Era cómico que recién ahora el chico estuviese dimensionando el significado de casarse con la heredera al trono, y más aún la responsabilidad que aquello conllevaba.

-Necesito hablar con Zelda - dijo Link tan repentinamente que Auru se sorprendió.

-La princesa debe estar en sus aposentos preparándose para la ceremonia...

-Da igual. Es urgente.

Se levantó como si tuviese un resorte en el trasero y dejó al maestro - que seguramente lo regañaría después - con la boca abierta. Lo cierto es que el tema de los hijos lo había inquietado un poco, pero la verdadera razón es que deseaba verla desesperadamente. Atravesó toda el ala oeste del castillo tropezando con sirvientes ajetreados y guardias en cada rincón, hasta llegar a la gran puerta de roble que servía como entrada a la habitación de la futura regente. Tocó varias veces, y casi se dispone a abrir la puerta sin que le atendieran hasta que una mucama a penas se asomó por la puerta semi abierta.

-¿Si? - preguntó, con una vocecilla tímida.

-Necesito hablar con la princesa - Empujó la puerta, pero la mucama, con una fuerza increíble, se negó a dejarlo pasar.

-Es de mala suerte que el novio vea a su prometida antes de la ceremonia de nupcias...

-Oh, por todas las Diosas - farfulló molesto.

-¿Qué sucede? - Se escuchó al interior de la habitación. La voz de Zelda era como un bálsamo para sus oídos.

Aprovechando la distracción de la mucama, empujó la puerta con fuerza abriéndola de par en par. Unas cuantas sirvientas ayudaban a la princesa con los últimos detalles de su vestido mientras otras retocaban su peinado. Decir que estaba hermosa era un insulto a lo que realmente presenciaban sus ojos. Aquel vestido blanco como la nieve se le ceñía al cuerpo con exquisitez, ajustado en la cintura y con un corte precioso que acentuaba sus anchas caderas. Las mangas de encaje blanco caían gráciles, dándole un aire divino. Su cabello se arremolinaba como una cascada brillante por el escote de su espalda, mientras el visillo de las cortinas tras ella creaban una ilusión óptica, como si alas salieran de su espalda... era como un ángel, luminosa, cándida y mágica, iluminaba toda la estancia con su sola presencia. La perfecta "O" que formaban sus labios rosas demostraban la sorpresa que sentía al verlo allí tan súbitamente, y estuvo bastante tiempo sumida en sus pensamientos antes de que se aclarara la garganta e indicara a las mucamas que se retirasen para poder hablar con su prometido.

Cuando la última mucama cerró la puerta de roble tras sí, Link cerró con llave y corrió hacia su dama, robándole un apasionado beso y agarrándola fuertemente por la cintura. La boca de ella estaba dulce como el néctar, su lengua caliente revelaba cuánto ella también lo había extrañado, haciendo el beso más urgente, húmedo y pasional. Con toda la fuerza de voluntad que le quedaba, la princesa separó sus labios de los del héroe tomando aire, y alejándose unos cuantos centímetros para no caer en la tentación.

-Necesitaba verte...- suspiró él. El aire tibio le hizo cosquillas en sus labios aún húmedos.

-Deberías estar preparándote para la ceremonia - dijo ella, tratando de obviar la creciente excitación que sentía entre sus piernas.

-Soy hombre, eso puedo hacerlo en cinco minutos.

-Link...

Pero cualquier súplica era inútil. Su cuerpo le pedía a gritos más cercanía, más besos e intimidad. Leyendo los sentidos de la chica, el guerrero la levantó con un poco de dificultad mientras la besaba ardientemente, demostrando ferozmente cuánto le había hecho falta. Sin poder encontrar una posición cómoda por el vestido de Zelda, la tomó delicadamente con cuidado de no estropear la elaborada falda y la estampó suavemente contra la pared, abriendo sus piernas y colocándose entre ellas, teniendo espacio suficiente como para que el vestido no estorbara. En esa posición ella pudo sentir en su intimidad la dureza de la virilidad de quien se convertiría en su marido en unas cuantas horas, suspiró trabajosamente sobre el oído de Link quien se estremeció al contacto con el hálito tibio de su dama.

-No tienes idea de cuánto te extrañé - Dijo él mientras llenaba de besos el cuello de la chica, quien por las sensaciones arqueaba deliciosamente su espalda.

-Lo sé - suspiró ella - Yo también lo sufrí.

Sin más dilación el chico con una habilidad maestra desató su pantalón para consumar la unión, pero cuando estaban a punto de hacerlo un estruendoso golpe en la puerta les llamó la atención. Les tomó unos cuantos segundos notar que alguien estaba llamando, hace ya varios minutos...

-¿Si? - Preguntó la princesa, tratando de ocultar el temblor de su voz que evidenciaba su excitación.

-Ha llegado la comitiva de Ordon - Anunció una voz masculina tras la puerta, seguramente un guardia - El maestro Auru insiste en que el consorte real les dé la bienvenida.

Zelda miró a Link con una mezcla entre fastidio y diversión, pero Link estaba ya un poco cabreado.

-Hey, tendremos todo el tiempo del mundo para terminar lo que acabamos - susurró ella, frotando la punta de su nariz con la mejilla del chico.

Resignado, el rubio bajó a la princesa con delicadeza y la ayudó a acomodar su vestido. Antes de girar sobre sus talones, la tomó de la cintura y le robó un beso largo y tranquilo. De su túnica sacó una pequeña cajita de terciopelo, de la cual extrajo el anillo que había comprado hace unas semanas, y lo engarzó en el dedo anular de la princesa. Maravillada, la chica no supo que decir, miraba la joya como si esta tuviese un efecto hipnótico.

-Disfruta tus últimas horas de soltería - le dijo antes de guiñarle un ojo y marcharse de la habitación.

Ella rió divertida.


Ya estaba ataviado con su elegante atuendo nupcial: Una hermosa armadura de plata perteneciente a la realeza, menos incómoda de lo que aparentaba. Link insistió en llevar puesto el sayo del héroe bajo la armadura, pues a fin de cuentas representaba no tan solo sus hazañas, también su origen que era algo que no debía olvidarse ni pasarse por alto. A pesar de todo, la armadura combinaba perfecto con los ropajes legendarios, los cuales le daban un aire salvaje e indómito, sería un nuevo miembro de la realeza, pero también había sido un habitante común y corriente del reino.

Se había reunido con la gente de su pueblo quienes lo habían saludado calurosamente y también traían regalos y ofrendas (algo muy típico en las bodas del pueblo) en donde destacaban las enormes y aromáticas calabazas de su tierra. Los sirvientes estupefactos ante tales impropios regalos para la realeza, se llevaron las pesadas cestas sin hacer ningún comentario - o al menos no frente a Link.

Pasaron los minutos y estaban todos reunidos dentro del templo. Nobles y plebeyos convivían a pesar de los primeros, el pueblo de la ciudadela se arremolinaba fuera con la esperanza de presenciar parte de la ceremonia, o poder saludar a los monarcas.

Las enormes campanas tañeron cuando el carruaje de la princesa arribó. Si bien el ya la había visto en su habitación, nunca podría dejar de sorprenderse ante la belleza magnánima que su amada poseía, y más que eso, la humildad y sencillez que emanaba por cada poro de su cuerpo. Es verdad que era noble y de alta cuna, pero tenía un amor y una devoción por su pueblo que la hacían estar muy por encima de cualquier aristócrata que pululara por allí. Era elegante y grácil, pero increíblemente compasiva y gentil. Probablemente era el rasgo que más amaba en ella. A pasos lentos y armoniosos se dirigió al altar en donde él la esperaba con las manos sudorosas, sin poder frenar el nerviosismo que invadía su cuerpo. Al llegar a los peldaños anteriores al altar, Link tomó su mano con delicadeza, sintiendo el anillo que él mismo le había dado un par de horas antes. La princesa le sonrió, con aquel gesto luminoso que lo enamoraba a cada segundo.

Ambos siguieron las instrucciones del sacerdote, quien prosiguió a dar un largo discurso sobre la importancia de la virtud y un montón de cosas a las que dejó de ponerles atención luego de la media hora de sermón, hasta en la cara de Zelda se reflejaba levemente el hastío que sentía por lo largo de la cátedra y por la voz soporífera del anciano. Luego del interminable monólogo, ambos se arrodillaron para recibir la bendición de las Diosas, que era una serie de rezos dedicadas a las tres deidades de la trifuerza, quienes mediante el sagrado vínculo llenaban de gracia el enlace real. Al ponerse de pie nuevamente, ambos tuvieron que pronunciar unos votos que se habían aprendido semanas antes, Link lo memorizó en su viaje a Ordon, y agradeció mentalmente a Ilia por ayudarlo en tal proeza.

-Mediante el poder que me otorgan las Diosas, los declaro enlazados por el sagrado vínculo del matrimonio.

Acto seguido sellaron la unión con un beso casto que el pueblo celebró con vítores y júbilo. Link se retiró del altar, dejando sola a la princesa quien se arrodilló frente al sacerdote, el cual con un florete ornamental envistió el hombro derecho de la dama.

-La sangre real corre por sus venas. La bendición de las Diosas adorna su mano, siendo portadora de una sabiduría dotada por la mismísima Nayru. Está en mis manos y en los anhelos de todos los seres que habitan la tierra de Hyrule, que hoy nos rija una nueva reina.

El sacerdote colocó sobre los hombros de la ahora monarca una capa pesada, le entregó un cetro de cristal con un enorme diamante en la punta, y una corona de oro blanco adornando su cabeza. La mujer se dio la vuelta y observó desde lo alto del altar a su pueblo, quienes la vitoreaban alegres de tener a una regente tan entregada y devota hacia ellos.

-Sé que hoy se rompen algunas tradiciones - Dijo, una vez la algarabía cesó un poco - Sé que no es costumbre que una mujer tome las decisiones políticas, ni mucho menos que el consorte real sea alguien de origen humilde. Hemos roto milenios de costumbres, pero creo firmemente que está a nuestro alcance mejorar y hacer prosperar este reino. Está en mi alma y mi linaje el amor por mi pueblo, a quien jamás abandonaré ante las adversidades, pero este momento de júbilo jamás habría sido posible si el héroe acá presente no nos hubiese librado de la peor amenaza sufrida en siglos. Con su valía, el ahora rey de Hyrule nos defendió de todos los males que acecharon el reino. Sacrificó su vida sin pedir nada a cambio. Y es hoy que, como reina, le doy mi mayor y más sincera apología.

Con gracia, la monarca se inclinó en dirección a Link. Acto seguido, todos en el templo se inclinaron ante él, incluso los nobles a regañadientes y el sacerdote sorprendido. Jamás se había sentido tan reconocido, y una mezcla de orgullo y emoción le invadió la boca del estómago.

...-...

Las celebración fue en grande. Toda la ciudadela disfrutaba al compás de la comida, la bebida y la música cortesía de la corona, incluso el festejo se oía desde sus aposentos en el palacio cuando ya llevaban una hora de haberse retirado.

Al entrar, la reina se liberó de aquel corsé que la estaba torturando, y se quedó solo con su ropa interior y la misma bata traslúcida que había utilizado meses antes. Por su parte Link se quitó la armadura, dejándola en un maniquí que habían dispuesto en los nuevos aposentos reales. Se desprendió del sayo y secundó a su esposa solo dejando su ropa interior. Ambos se metieron bajo las mantas con la intención de compartir un momento juntos, sentir la piel del otro, acariciarse luego de un día ajetreado.

-Estoy agotada... - Exhaló ella. Link le acomodó un mechón rebelde tras la oreja.

-Bailaste con casi todo el reino, me sorprende que puedas mantenerte aún en pie.

Ella rió divertida. Prácticamente le había faltado bailar solo con el sumo sacerdote.

-Tú no te quedaste atrás. Todas deseaban bailar contigo.

-Ya lo sabes, soy irresistible.

Ella le pegó un suave manotazo en el hombro.

-¡Oye! Es verdad, soy el mejor partido de Hyrule.

-Si tu lo dices - ella rodó los ojos. Ambos rieron y se besaron un rato, disfrutando de la quietud que les brindaba el estar solos al fin.

-De solo pensar en todo lo que tenemos que hacer mañana... Será otro día largo. Además tú debes iniciar tus clases con Auru.

Link ya iba a reclamar cuando el nombre del maestro salió a colación.

-Lo olvidaba... Auru mencionó algo sobre los vástagos.

-¿Vástagos?

-Sí, sobre que debíamos hacer bebés o algo así.

La risa de Zelda sonó por toda la habitación.

-¿Qué es tan gracioso?

-Es que suena como si fuese un deber real o algo así, como un decreto - dijo ella. Aunque no estaba muy lejos de ser así.

-Bueno, de todas formas tendremos que tener hijos algún día - dijo él.

Zelda se quedó callada un momento y observó el perfil de su esposo, dejándolo continuar.

-Es extraño el pensar en tener hijos. Ya sabes, siempre fui un huérfano más o menos solitario, nunca me planteé el casarme o dejar descendencia en este mundo, todo ha sido un poco repentino.

-¿No lo deseas?

-¿Tener hijos? ¡Claro que sí! - rectificó él, como si Zelda hubiese entendido mal lo que el trataba de decir - Nada me haría más feliz que ser padre junto a la mujer de mi vida, y es un hecho de que debemos darle un heredero al reino. Aunque creo que debemos esperar un poco más... aclimatarme a las responsabilidades del castillo, de mi cargo... y toda esta ajetreada vida de nobles.

Zelda suspiró y se removió incómoda bajo las sábanas, tratando de buscar una posición adecuada. Miró atentamente el techo de la cama con dosel, como si los hilos de plata bordados en la tela fuesen lo más interesante del mundo. Luego de lo que pareció una eternidad, ella volvió a hablar.

-Creo que es un poco tarde para eso...

-¿Cómo...?

Con suavidad, la reina tomó la mano de su esposo y la colocó en su vientre. Link estaba tan sorprendido que le costó reaccionar, siquiera vocalizar, durante varios minutos.

-Son las consecuencias de tener relaciones prenupciales - Ella se encogió de hombros, divertida - Así que tendrás que aprender deprisa todas aquellas obligaciones que te aquejan. Pues en unos meses más, tendrás otra responsabilidad.

Link la abrazó tan fuerte que ella creyó que se desarmaría. La alegría lo invadió como un virus, devorando todo rastro de inseguridad con respecto al ser padre o al ser consorte. Se dedicó el resto de la noche a hacer conjeturas sobre el sexo del bebé, sobre los posibles nombres, demostrando una emoción que cautivó el corazón de la reina. Al cabo de una hora, exhaustos, ambos se rindieron al sueño con los cuerpos entrelazados, con las almas entrelazadas.

Les deparaba un futuro lleno de trabajo duro y de aprendizaje. Pero al fin y al cabo, un futuro juntos.

FIN.