Capítulo 7: Segundo distanciamiento.

Él era tan distinto a todo lo que yo conocía, bueno en realidad no conozco a muchos jóvenes, pero era el ideal a todo lo que soñé, me hacía sentir protegida y segura alrededor suyo. En su compañía el tiempo pasaba de una manera a veces incomoda, ya que no sabía que aportar o decir, sin embargo, los silencios entre ambos no me eran tan incomodos como lo pensaba e imaginaba.

Hiro Yuuki lograba entre nosotros ese clima romántico que tanto anhelé y que me permití ahora que estaba cursando la universidad. Su apariencia arreglada y su forma de expresarse, junto con esa mirada que continuamente me dirigía. Sus hombros anchos, sus manos, con nerviosismo, tomaron de las mías para combatir el frio, durante este día. Esta cita que él me estaba llevando, permitiéndose una salida a mi lado Él sabia de mis gustos románticos así que me estuvo esperando a la salida de mis clases con una rosa que estaba perdiendo algunos pétalos, sus mejillas estaban aún más coloradas que el abrigo que yo estaba usando. Su vergüenza era tanta que una de mis compañeras paso y le felicito levantando un pulgar. Logrando que su rostro se volviera de un color aún más carmesí, pero que estaba a juego con el mío. Nuestro nerviosismo, nuestra timidez es lo que compartimos, por suerte, no nuestros miedos. Él era quién iba a enfrentarse contra las arañas, los insectos y hasta con los percebes sí mi vida estuviera en riesgo, lo digo porque, Hiro Yuukiya lo demostró la primera vez que nos cruzamos por el campus, nuestro encuentro fue predestinado, tal y como sucede en los cuentos de hadas: él un gallardo príncipe, yo una princesa en serios apuros… Sí, ese día me encontraba abrazada a mis rodillas mientras un feo y horrible sapo me observaba, antes me había arrinconado hacía un árbol. No tenía escapatoria, y así fue como él apareció y con valentía (así es como lo veía) logró asustarlo y así me vi salvada.

El joven que estaba frente a mí, no le tenía miedo a nada, según él porque se crío fuera de la ciudad, o, porque cuando era niño jugaba con cada insecto o animal que se le cruzara, quiso mentirme, pero no pudo, en realidad no era juego sino más una tortura para el pobre ser que usaba para entretenerse. Ahora, con la edad, Hiro Yuuki se lamentaba y hasta se horrorizaba por contarme su grado de salvajismo. Una parte de mí se escandalizó otra se imaginaba a un pequeño niño jugando con un bicho bolita, como si fuera una pelotita, me enternecía pensar en eso y hasta podría imaginar que lo hubiese conocido antes, que quizás con él lograría vencer mis miedos y no como...

Miré con sorpresa que el camarero esperaba impaciente que eligiera que iba a almorzar, ¿cuántos minutos habían pasado? Me pregunté a la vez que miré con un sonrojo que quemaba mis mejillas a Yuuki.

- Akiyama, ¿todavía no has decidido? –

Me pregunto a la vez que sonreía de manera forzosa, como sí ocultará un poco su vergüenza ante el mesero, sin esperar mi respuesta él ordeno por mí. No recuerdo que plato fue, ni siquiera recuerdo que había en el menú, sólo sé que sus ojos por unos segundos se nublaron como sí estuviese apagando una ira interna con tan solo una sonrisa amable. Un pequeño cambio que se gestó fue el que me hizo empezar a mirarlo con más nitidez, él siempre era correcto en todo momento, pero por primera vez, Yuuki hizo algo sin esperar mi respuesta. Por unos minutos, deje de darle prioridad a ese pensamiento, hasta ahora siempre todas mis amigas se tomaban con paciencia mi dilema a la hora de elegir lo que más se me antojaba. A veces hasta leía dos o tres veces que ingredientes tenía y señalaba el platillo con mi dedo, eso hacía que Ritsu sonriera y me dijera: "La reina no puede decidir, como vasallo es mi deber pedir uno de los platillos y compartirlo con ella". Luego, un chichón se formaba en su cabeza, porque no debía de humillarme al decirlo en voz alta. Es la segunda, miento, no sé cuántas veces, su nombre ha surgido dentro de mis pensamientos. Quizás, es porque estaba acostumbrada a ella, a su presencia, a sus chistes sin sentido, hasta a su mirada color miel.

Yuuki notó que yo había perdido interés así que tomó el atrevimiento de tomar mi mano por encima de la mesa, y con una sonrisa llena de afecto, la acarició con su pulgar. Logrando que me alejará de mis pensamientos y sólo me enfocará en él y tan sólo en él. Una sutil caricia que logró que me olvidará de todo lo que estaba pensando, hasta de las nimiedades como que él había encargado el mismo menú para ambos, y que la pasta no era una de mis favoritas, pero ahí estábamos los dos, con las mejillas enrojecidas como si nos reflejáramos mutuamente.

Al final, sólo pude elegir el postre…

Dicen que tiempo pasa cuando estas con la persona que te gusta, que quisieras que fuera eterno, que nunca acabará. Pero, con Yuuki sentí que el tiempo era el mismo de siempre, pasó como si fuese una clase aburrida y tranquila. Sí el planifico la cita de manera perfecta, y sin contratiempos ya estábamos caminando muy cerca del otro, él parecía hasta deseoso de tomar mi mano, varias veces noté el movimiento que hacía de limpiar el sudor con su pantalón, cómo sí intentará que fuera perfecto y para nada desagradable.

Ese acto me pareció tierno. Sus ojos buscaron a veces los míos y cuando no lo lograban hacía un mohín con sus labios. Hiro Yuuki era por sobre todas las cosas bastante expresivo, tan diferente a cómo yo lo era. La note que ella me había dado pegaba por como la trataba y el cómo era con los demás, mi timidez era uno de los contratiempos que debía de afrontar, no podía esperar toda la vida que la otra persona hiciera el primer pasó para llegar a mi lado. Me arme de valor y con gesto decidido intenté buscar su mano derecha, para así entrelazar nuestros dedos, como tanto había visto en las novelas. Sin embargo, no lo hice, no porque él no estaba predispuesto sino porque mi rango de visión notó en una de las tiendas de accesorios una tiara amarilla, muy parecida a la que Ritsu usaba.

Me frene de golpe, y sin preocuparme por mi acompañante entré a la tienda, el sonido de la campana sonó dos veces, una por mi y otra por Yuuki quién con vergüenza intentaba ocultarla mirando alrededor, haciéndose pasar por alguien interesado pero en realidad creo yo, que estaba esperando con paciencia que algún objeto me llamará la atención, para así comprármelo y sorprenderme. Tendría que haber continuado con la cita ideal, que imagine toda mi vida, pero ahí estaba la tiara amarilla que sólo se diferenciaba de la otra, por tener un amarillo no tan llamativo.

Sostuve el adorno con cuidado, con cautela y sin que la dueña me observará, probe la resistencia del plástico y también el tamaño, conocía a mi hiperactiva amiga, aunque últimamente algo le estaba ocurriendo, cómo sí estuviera en modo apagado y sólo reaccionaba sí uno le exigía las cosas de manera directa, a veces hasta casi tuve que repetir un simple pedido varias veces. Su seño ya no era el mismo, habrá madurado sin que yo lo hubiese notado, me pregunte y luego me respondí con media sonrisa, ella era siempre sería la misma Ritsu.

Sostuve la tiara amarilla, y como sí estuviera haciendo un hechizo, pensé en el anterior adorno, no entendía muy bien como esté desapareció de su lugar, o el porqué ella no recordaba que había pasado. Sólo sé que al otro día estuvo atándose el cabello con una cinta y parecía una calabaza… o una palmera mejor dicho.

Yuuki noto mi sonrisa y se acercó a mi, y asustándome me habló cerca del oído/

- Quieres que te la compré?- preguntó algo sorprendido porque seguro que no me imaginaba con ese tipo de color tan amarillo-

Negué con la cabeza de manera reiterativa.

- Ritsu- chan, mi amiga, necesita atar sus cabellos- me reí de manera infantil- ella siempre se queja que no puede tocar la batería-

Hiro Yuuki siguió mirándome de manera severa, cómo sí le hubiese molestado ese comentario… como si le hubiese molestado que yo estuviera pensando en Ritsu en vez mi misma. Pero, como había pasado antes, esa mirada desapareció de la faz de su rostro dejando una sonrisa aún más amable que de costumbre.

- Ya que estamos aquí- se aclaró la voz- porque no eliges algo para ti, será mi regalo… un pequeño recuerdo de esta cita.

Y como si fuese una orden, busque entre los exhibidores algo que me llamará la atención, al no encontrarlo en un principio y viendo que él también estaba ansioso de salir del local, ya que la dependienta nos observaba aún más impaciente que el mozo, deseosa de la compra para luego cerrar y seguro irse a su casa. Éramos sus últimos clientes, y, yo, sólo había pensado en comprar la tiara, y ahora me sentía culpable, podría haber desplazado esa compra unos días después y no ahora. Al final, Yuuki se acercó al mostrador y noto unos accesorios para el celular. Eligió dos parecidos y con media sonrisa, los compró. Nuevamente, sentí que debía de cambiar mi forma de ser, sí no quería molestarle por mis vacilaciones.

Recibí mi regalo, y con una sonrisa llena de felicidad, noté que desde ese día ambos íbamos a tener la misma correa para el celular, vi que era un pequeño y diminuto plato que parecía contener una pasta con su salsa, y hasta de manera detallada habían puesto unas albóndigas aún más diminutas que el plato blanco. Él esperaba mi agradecimiento por su gesto romántico, seguro que estaba pensando que ese pequeño objeto representaba nuestra salida. Mantuve mi sonrisa, e hice que bajara su rostro con un gesto de mi mano, me puse de puntitas de pie y bese su mejilla.

Ahora sentí que el cambió se gestó en mí, por primera vez, tomé la iniciativa…

Sentí como mis mejillas quemaban como sí el sol les hubiese dado durante todo el día.

Sentí el corazón latir con rapidez.

Sentí la adrenalina que tanto nombran los libros…

Y me vi por primera vez, gracias al reflejo de la vidriera que habíamos visitado, como una adulta y no como una niña. Me observe, y pude por un segundo ver lo que tanta, con perplejidad, sentía Yuuki al verme.

Su sonrisa se ensanchó aún más en su rostro y sin pedir permiso se abalanzó con alegría para regalarme un abrazo que hizo que muchas personas a nuestro alrededor sonrieran por nuestra expresión de cariño, hasta pude escuchar el cuchicheo de una pareja de ancianos decir que la juventud estaba perdida. Quise separarme, pero sería muy injusto para él, así que con un poco de humillación me escondí cerrando los ojos y apoyando mi frente en su hombro derecho, cosa que el interpreto como sí yo quisiera un abrazo aun más estrecho.

Pude sentir su corazón en mi oído…

¿Así es como se siente el amor?

Él se separó lentamente, como sí no quisiera perder la calidez obtenida, y con una mirada llena de vida, tomó la decisión de agarrar mi mano y arrastrarme junto a él, caminamos con el mismo ritmo y hasta parecíamos uno solo, y con un poco de tristeza al llegar a la puerta de nuestro complejo de departamentos para estudiantes, se despidió de mi mano y de mi presencia con un tierno saludo y una promesa que me iba a escribir a penas llegará a su cuarto, el cual compartía con un extraño y raro sujeto.

Ahora, mientras, yo caminaba a la puerta y él en dirección hacía su hogar, ambos nos dimos la vuelta al mismo tiempo, con esa pista supe que él estaba predestinado para estar a mi lado.

Entré al complejo de departamentos, subí las escaleras, aún con la sensación de que miles de mariposas revoloteaban en mi panza.

Felicidad esa era la palabra que describía el cómo me estaba sintiendo, y en cada paso me sentí en las nubes, ¿cómo sería besarlo?

Casi estaba llegando al piso que compartía con mi mejor amiga, busque en el bolso mis llaves, y mientras lo hacía mi sonrisa se fue borrando al escuchar desde afuera la risa característica de Ritsu.

Me sorprendió, hasta pegué mi oído sobre la madera, cómo sí necesitará cerciorarme que esa risa escandalosa se originaba en mi departamento. No entendí, el porqué me molesto, sí Ritsu siempre se reía… pero, ahora que lo pensaba, hace mucho que no escuchaba tanto sonido de ella.

Negué con la cabeza, seguro que era una idea superficial, quizás como no compartíamos las mismas clases, ya no podía estar tanto al pendiente de ella como antes. Seguro que, era eso y nada más, porque Ritsu era del tipo que siempre se reía de todo y más de mí así que era imposible que, ella, no se hubiese reído como siempre en mi presencia en estos días. Me despreocupe, aunque parte de mi ser, seguro que continuaba dándole vueltas a esa idea. Ahora quería y necesitaba solucionar una cuestión, con quién o de qué se estaba riendo.

Abrí la puerta con cuidado, sin hacer ningún tipo de ruido a la vez que sostenía la tiara envuelta en papel de regalo, un papel lleno de avioncitos y nubes que sólo a un niño le hubiese gustado. Quería verle su rostro cuando recibiera su regalo, necesitaba ver la misma sonrisa que ella me dio el día que yo le regale la tiara que parece que perdió y que casi la rete por ese descuido, sin embargo no lo hice porque recordé que ya tenía muchos años, y que seguro ella no deseaba decirme que se había roto por el desgaste de los años. Ella esconde ese tipo de cosas.

Al entrar, primero note que Ritsu estaba sentada en su silla, de su cuello le había atado una toalla que ocultaba casi la mitad de su cuerpo. Con una sonrisa que hasta ese momento pensé con arrogancia que sólo me la dirigía a mí, y que la estaba compartiendo con alguien más… Ese alguien sostenía unas tijeras y a escasos centímetros de su rostro, y con un gesto concentrado, corto con cuidado el largo del flequillo, lo suficiente como para que no le llegará a molestar a Ritsu.

Me sorprendí, al ver que Ritsu sonreía a Mugi, hice ruido cerrando la puerta con fuerza, para que ellas supieran que no estaban solas y que yo había llegado. El sonido hizo que Mugi diera un pequeño salto, el filo de la tijera resbalo sobre la mejilla, demasiado cerca de sus ojos color miel, de mi mejor amiga.

Ritsu en vez de decir algo, sólo llevo su mano hasta la tijera que ahora estaba sobre su regazo, luego con la otra mano tanteo la piel, por un segundo sentí la necesidad de correr a su lado, al ver que en su dedo índice tenía pequeños rastros de sangre. Intenté dar los pasos que me separaban de ella, para disculparme sinceramente por no haber golpeado antes, por haberlas asustado, por haber tenido esa reacción por algo que era insignificante.

¿Desde cuándo sentía que Ritsu me pertenecía?

Mis disculpas se vieron obsoletas cuando sentí como Mugi fue la primera en reaccionar, llevando sus manos suaves a los costados del rostro de Ritsu, note como sus ojos azules estudiaron la herida. Y con su voz de heredera y acostumbrada a dar órdenes se dirigió a mi:

- Mio- dijo sin el chan y parecía que tenía un tono despectivo, bueno me lo merecía- necesito que me traigas el botiquín de primeros auxilios-

Ritsu aún en estado de Shock me observaba, estudie su mirada ahora que ya no tenía sus ojos tapados por el largo flequillo, note ausencia de brillo, lo relacione quizás porque sin querer ella se había accidentado.

- Deja que me haga cargo- dije esmerándome para que saliera valiente mi proposición apartando lejos mis miedos y hasta me acerque a ellas dos-

Vi como ella negó con la cabeza, y con una sonrisa no del todo sincera primero me miró a mi para luego, refugiarse en los ojos de Mugi.

- Mio Chuan te desmayaras y terminaremos asistiéndote- bromeo, pero aunque sonreía parecía que no lo hacía con todo su rostro, parecía más un reproche que otra cosa- Mejor voy directamente al baño-

Apartó con cuidado a Mugi y aunque parecía que esta deseaba seguirla, Ritsu no se lo permitió encerrándose sola para cursarse así misma.

Mugi observo el regalo que había caído al piso cuando yo quise acercarme a ellas, vi las gotas de sangre en el piso, y por un instante estuve con deseos de irme del departamento. Pero, tenía que madurar y enfrentarme a mis temores, así que levanté del suelo el regalo, y cruce mis brazos atándome al lugar, mientras Mugi limpiaba tanto los cabellos como la sangre del suelo.

A veces su mirada color cielo se dirigía a la puerta del baño y creo que se frenaba así misma para no golpearla o entrar para ver el cómo estaba nuestra enérgica baterista.

No quería confesar, pero sentí que había interrumpido un momento entre ellas, cuando Ritsu salió del baño llevaba en la mejilla una bandita (curita), la cual tenía dibujos de gatitos… Recordé que ella, había comprado la caja por sí yo tuviera una lastimadura por el bajo, y que según ella las compró porque a mí me gustaban las cosas tiernas. Me reí porque en ella no se le veía bien, y eso que estaba acostumbrada a verla con las rodillas y codos lastimados. En ella quedaban mejor las comunes y no con dibujos. Me quise acercar a ella, pero alguien se interpuso entre ambas, Mugi con una sonrisa amable se colocó en la espalda de ella para desatar el nudo y así concluir con el corte de cabellos.

- Qué opinas, Mio- chan- preguntó la heredera a la vez que con sus dedos peinaban los cabellos rebeldes de Ritsu y de manera que me sorprendió ella se dejaba hacerlo- Ahora, sí podemos ver las bonitas orbes doradas-

Murmuró en vano ya que ambas lo oímos.

Ritsu suspiró y sin esperar disculpas se dirigió a la cocina, no sin antes responderle:

- No creo que me quede bien, pero como tú dijiste necesito despejar mi visión aunque ahora creo que me volverán a confundir con un chico-

Ninguna de las dos dijo nada, Mugi sonrió sin darle importancia, era como sí no le importará lo que los demás veían, sino más bien ahora parecía aún más concentrada en mirar a Ritsu, y eso me enojo un poco. Con rapidez me acerque a ella y extendí mi regalo, el cual en un principio ella no entendió, pero luego lo acepto sonriéndome no como antaño sino como si estuviera conteniéndose.

- Gracias- dijo y abrió el regalo de manera que el papel quedo destrozado-

Con ansias espere su reacción… pero esta llego no de la manera que yo lo imagine, no con esa sonrisa alegre, sino más bien parecía estar observando algo que le hiciera daño.

- Gracias…

Susurró otro agradecimiento, aunque este más apagado. Con cuidado coloco la tiara, como si se tratará de una obligación, casi estuve por preguntar el porque no parecía feliz. Mi gesto le debió de decir algo, ya que luego de terminar de acomodar el accesorio amarillo en su cabeza, en dónde siempre debía de estar aunque ahora los mechones al estar más cortos se hacían los difíciles para acomodar y amenazaban en levantarse.

Igual, ella la acomodo sin necesidad de un espejo, y con una sonrisa que se extendió en todo su rostro excepto en su mirada, me abrazo y ahora sí podía sentir que era mi Ritsu la misma de siempre y no esa chica que parecía que estaba pasando un mal momento por sus malas notas… y tampoco esa Ritsu que se reía en presencia de la rubia.

El abrazo concluyo, cuando me queje y amenace en golpearla. Ella me obedeció con rapidez esta vez. No sé por qué pero al contrarió del abrazo de yuuki sentí como el corazón de Ritsu se detuviera, como sí estuviera agonizando… igual eran imaginaciones mías, era imposible que nuestra baterista no tuviera un corazón enérgico y vivaz.

La visitante sin decir palabra alguna, observo con atención nuestro gesto amistoso. A veces me preguntó sí Mugi, soñaba despierta, deseando tener, aunque sea la mitad, la suerte que yo tengo, al tener una tan buena amiga como Ritsu.

Ahhhhhhh me costó, y juro que no sé que escribí…

Sobre el nombre del novio, me disculpo, ahora sí lo bautice (después cambió el nombre que use previamente y que no recuerdo en dónde esta)

Muchas gracias por leer… y espero que les guste esta actualización, juro que estuve sin saber como escribirlo, varios días veía el documento y no podía pasar de la primera frase.

Opiniones sobre el capítulo… son muy bienvenidas…

¿Qué les parece el novio?

¿Soy mala con Ritsu?

Entropía (algún día corregiré esta historia)