Quiero dedicar este primer capítulo a Sora, por dos razones: Por su cumpleaños ¡Feliz cumpleaños! Y porque fue ella a quien le conté esta idea y me ayudo a darle un poco de forma. Has sido una chica muy buena onda, Sora.

Antes que nada quiero explicarles que este fic avanzara de forma lenta por que se manejan diferentes tipos de diegsis, es decir universos espaciotemporales construidos por la mediación narrativa. A esto se llama metodiegesis, que es cuando dentro de la historia principal hay más historias y dentro de esas historias hay más. No es necesario que comprendan esto pero me parece importante mencionarlo para que sepan porque se desarrollara de forma lenta.

Disclaimer: ©"Shingeki no Kyojin/進撃の巨人" y sus personajes pertenecen a Hajime Isayama, esta obra es realizada sin fines de lucro, únicamente recreativos. Por MagiAllie a la plataforma de Fanfiction. Cualquier modificación o re-subida a un sitio diferente sin autorización será reportada en support de google. Todos los derechos reservados.


ARABIAN NIGHTS

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CAPÍTULO 1

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¡AQUELLO QUE QUIERA ALAH!

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HISTORIA DEL REY RIVAILLE Y COMO PERDIO SU REINO

Se cuenta, que hace mucho tiempo hubo un rey entre los reyes de Sassam, en las islas de la India y de la China. Era dueño de ejércitos y señor de auxiliares de servidores y de un sequito muy numeroso. Su piel era blanca, lo que lo hacía tan único entre los suyos, su cabello era más negro que Shabdiz, sus ojos eran grises como la luna en el eclipse. Su poder era incomparable. Reinaba con sabiduría y justicia, haciendo que su reino floreciera y se desarrollara como ningún otro reino. Y las cosas no dejaron de seria si, hasta que el rey sintió deseos de caminar pos los pasillos de su gran palacio.

Su nombre era Levi, y el día que decidió salir de su enclaustro matutino para pasear fue el día en que su vida cambio para siempre. A pesar de su poder era una persona simple, no cargaba llena de oro y joyerías, no era raro para los sirvientes verlo entre la gente como uno más. Aunque claro que el rey no se dejaba de nada y de nadie, esto era lo que lo hacía tan diferente a los demás reyes.

En ese momento paseando fue cuando sus ojos se posaron entre los guardias de seguridad que caminaban por el pasillo principal del palacio, traían con fuerza a alguien por los brazos, que se resistía enormemente a seguirles el ritmo. Levi pareció sorprendido al ver esta acción a pesar de que era un dato que se mostraba a cada instante en ese palacio, donde los criminales iban a la cárcel y a la horca común, entonces porque le pareció tan extravagante.

La persona que traían no era cualquier persona, pues se notaba por sus vestimentas que no era alguien digno de pisar el palacio, que si había entrado era porque se había colado, seguramente era un ladrón; lo habían atrapado con las manos en la masa y ahora lo sacaban del reino a empujones para llevarlo a la cárcel y después a la horca. Pero, como pudo un simple hombre colarse en el palacio sin más. Levi no lo sabía, entonces se percató que el muchacho era tan 'impuro' que lo habían cubierto de pies a cabeza con mantas de algodón. Es una persona que no merece ser vista, pensó Levi. Aunque eso no importo porque ya se encontraba caminando en dirección a los guardias.

–Oigan ustedes – mosto Levi levantando la palma de la mano y haciendo que los dos guardias se detuvieran antes de cruzar la entrada del palacio – Deténganse ahí mismo.

Los guardias se miraron entre ellos con inseguridad, con miedo de haber hecho algo muy malo, y mientras más se acercaba el rey más cubrían al chico que traían con ellos, porque si el sultán lo veía tendría que hacer oración en la mezquita tres veces más de lo normal. Ellos no podían permitir que su rey viera algo tan impuro.

–Por favor mi señor, manténgase apartado. No debe de ver a esta clase de gente a la cara… esta basura no va a bajar los ojos ante usted.

La explicación era lógica, pero a Levi no le importo, realmente si era tan bravo como para ser un ladrón que roba al palacio, no hay motivo de temer para evitar mirarle a los ojos. Era algo que los ciudadanos tenían y estaban obligado a hacer, no atreverse a mirar al sultán a la cara, de hacerlo se condenaban. Pero, si este muchacho decían que no le importaba. Algo interesante debía tener.

– ¿Quién es esa persona que abren con tanto esmero?

–Es un vil ladrón, se atrevió a robar de su palacio majestad – le explico el soldado – lo llevamos a la cárcel y a que le den la muerte.

Levi dejo de acercarse para mirar a la persona, de la cual no podía ver nada, porque estaba todo cubierto por mantas, nunca un suceso tan común le parecía tan inesperado. ¿Cómo había atrevidose a robar en el palacio? Era una misión suicida, debía de estar sumamente desesperado para hacer algo así. Estaba hincado, tomado de las manos, con los guardias a su lado que temblaban de ignorancia al verse impotentes frente a las órdenes de su sultán.

– ¿ES verdad que tan poca vergüenza tiene? – Le pregunto Levi a los soldados, ambos asintieron – Entonces si le descubro de la cara me mirara a los ojos fijamente ¿verdad? Aunque eso está simplemente prohibido.

Los guardias tragaron saliva, no podían permitírselo. No podían. Pero, si el rey lo ordenaba realmente poca cosa era la que podían hacer. Por no decir que obviamente no podrían interferir, en un vano intento decidieron sermonar al rey.

–No lo haga majestad, su pura alma se va a manchar.

Levi quiso reírse, ¿pura alma? Realmente existía algo así en este mundo tan barbárico, no pudo decir nada porque respetaba sus propias costumbres, aunque no estuviera de acuerdo con todas las reglas que se imponían en aquel se reinó. Así que no se detuvo y tomo un poco de la frazada con la que estaba cubierto el individuo, este tembló al sentir el tacto en su cabeza y la tela deslizarse.

La cabeza se mantuvo abajo por unos segundos torpes y temblorosos, Levi alzo una ceja mirando a la persona, realmente no era nada impresionante y por no decir que el joven ni siquiera lo estaba mirando a los ojos. Así que realmente no era tan bravo como le habían advertido, como sus acciones denotaban.

– ¿No vas a mirarme? Te metiste a robar a mi propio palacio, asumo que sabes que mereces la muerte ¿Verdad? – la pregunta era obsoleta, no había razón para ser contestada. Menos ahora que el sultán se había decepcionado de la bravura del ladrón.

– ¿Quiere que lo mire? – la voz del joven resonó en los oídos del sultán, alertándole como la campana de la mezquita por la mañana, era una voz melodiosa y extrañamente atrapante.

–Si.

Entonces el pelo castaño que Levi miraba se movió lentamente, alzando su cabeza, dejando a la vista su piel morena, sus cejas pobladas como dos animalitos del bosque, sus ojos. Unas gemas de color esmeralda, tal y como su nombre persa lo indicaba, cristalinas. Levi jamás había visto unos ojos así, tan peligrosos. Era como si aparecieran justo en este momento y le produjeran deprimirse, sentiste frágil, propenso a cometer errores. Los ojos de un diablo que no conoce sus objetivos.

Sin duda sus ojos eran impactantes, tenían la transparencia pura de sirio, que brillaba a lo lejos en el cielo nocturno. Era un rostro adulto con unos ojos de bebe recién nacido, poseían una agudeza semejante a los instintos de un animal. A la fuente de donde brota la inteligencia más pura de un ser humano.

Y traía un velo. Levi trago saliva, estaba usando un velo que cubría la mitad de su rostro, uno de color rosa transparente, atado por suaves monedas de oro detrás de la cabeza. Restos de cuentas cubrían su cuello, como si le hubieran arrancado un collar de piedras preciosas, mientras que su cuerpo estaba adornado por un hermoso traje de gasa rosa, vaporosa. Estaba vestido como una concubina. Se había infiltrado como una mujer, como una de su harem y había robado lo que había podido.

Y lo habían encontrado. Era definitivamente impuro.

– ¿Se está contaminando de mirarme? – le pregunto el muchacho.

Levi trago saliva, era tan envolvente, con un aura tan frágil y sedosa, a pesar de que no podía ver la mitad de su rostro, era increíble cómo le hacía sentir, tan vulnerable. Definitivamente no se sentía contaminado, tenía muchos pensamientos de otro tipo. Muchísimo.

–Por favor, mi señor. Este ladrón debe de ir a la horca ¿No es así? – los guardias interfirieron en el choque de miradas que se había producido. Levi levanto el rostro de los ojos del muchacho y le volvieron a poner la manta encima.

Tan impuro.

No supo lo que paso por su mente para tomar aquella decisión tan precipitada, pero se trataba de su propio palacio el lugar donde podía hacer lo que le placiera y nadie se le iba a imponer, nadie iba a mirarlo mal. Él podía tomar la decisión que mejor le pareciera, nadie iba a decirle nada. El decidía si ese muchacho era decapitado esta misma noche o si el joven…

–Llévenlo al calabozo del palacio – ordeno Levi, los guardias se sorprendieron, pero también el joven se sorprendió, levanto la cabeza y miro al sultán una vez más, aun con su cabeza cubierta – llamen a Petra.

El muchacho que apenas podía salir de su impacto intento no mirar al hombre, porque era un ladrón, porque era una persona impura, un vil súbdito, no podía mirarlo, no debía de mirarlo. Pero es que era tan imponente e impactante que difícilmente se le podía apartar la mirada, y después de escuchar sus palabras…

Todo lo que se rumoraba de él era cierto; que tenía la piel blanca, que tenía los ojos grises, que era maravilloso en todo sentido, que su cabello era más negro que la noche más oscura del universo, que sus ojos ocultaban miles de cosas. Que tenía el perfil más bello del universo, que vestía como un rey decente y que su color favorito era el morado, verlo te hacia querer llorar, te hacia querer morir. Todo el mundo merecía verlo, tenía que verlo.

Su mirada era despreocupada. Él era suave como la seda, frío como el aire. Te vuelve loco y te hace perder la razón, era como rezar. Él había visto cosas así antes, en su mejor amigo y en el chico que vivía en la calle de a lado, oh, el sentía que quería… vencerlo.

–Una mujer ira a verte más tarde – le dijo el sultán – has todo lo que te diga.

El sultán se dio la vuelta y lo dejo ahí con los guardias, que seguían tan confundidos como en un principio, lo cual solo resulto más morboso para el resto de las personas que transitaban por el hermoso palacio del rey. Que después de presenciar como habían sacado al ladrón a empujones del lugar, lo volvían a meter esta vez rumbo al calabozo del mismo palacio.

–Que lo cuelguen mañana – Pensó Levi en voz alta – Ya mañana me deshago de él.

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¡EN EL NOMBRE DE ALAH EL CLEMENTE, EL MISERIORDIOSO!

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El calabozo era un lugar impuro, casi tanto como lo era él. Al ser un ladrón, uno tan descarado capaz de vestirse de concubina para entrar al palacio a robar en un acto de desesperación. Pero al menos había tenido la buena fortuna de cruzarse con el sultán de este lugar y algo dentro de él había decidido traerlo aquí. Por alguna extraña razón. Pero aun así, se sentía sucio. No estaba desnudo pero estar vestido así era casi como si lo estuviera, y seguía vestido de mujer.

Hacia un calor de los mil demonios, algo que no era del todo desagradable, pero la pasaría mejor si tuviera un poco de agua o si hubiera comido en horas. Además de que llevaba casi todo el día esperando por la mujer que el sultán le había dicho y el sol se había metido hace casi una hora, no había rastro alguno.

–Levántate – ordeno una voz femenina de la que él no se había percatado, había entrado con un sigilo extremo. Tenía las facciones suaves y la ropa holgada digna de una sirvienta de alto nivel, pero no era una concubina. Eso podía notarlo por que las diferencias entre su ropa y la de ella eran bastantes. – sal ahora mismo, acompáñame.

Sus palabras eran frías y carentes de emociones, sin embargo no parecía una mala persona, él quiso preguntarle muchas cosas pero primero acato las ordenes, levantándose del frio suelo y saliendo del calabozo donde había sido enclaustrado, siguiendo a la menuda mujer. No pudo más que carraspear.

– ¿A dónde me lleva? – le pregunto en un hilo de voz.

La mujer le mira y suavizo el rostro, suspiro y se dispuso a dar una larga explicación.

–''Dejare que pase su última noche de vida como todo un rey, mañana será decapitado'' - las palabras eran simples, sin intenciones ocultas – Eso fue lo que dijo mi señor, ahora yo voy a bañarte y vestirte, después cenaras y finalmente te llevare a su habitación.

Eren sintió que todo el piso se le movía, que su mundo de ilusiones se caía. Era verdad, su sentencia aún estaba dada, solo había sido pospuesta por un poco más de tiempo, en lo que el sultán le daba lo que sería su última noche de libertad.

–Supongo que no puedo negarme a este trato – murmuro perdido. La joven se negó.

–Soy la aya del sultán – se presentó – Me llamo Petra.

Él quiso decirle que mucho gusto, que gracias por sacarlo del calabozo, pero no dijo nada, después de todo mañana estaría muerto y los muertos no necesitan formalidades ni necesitan conocer gente nueva un día antes de morir, era algo vano y sin sentido ¿para qué hacerlo? La joven pareció comprender y decidió callar y seguir caminando por el palacio iluminado por suaves luces de aceite y velas.

–Tomar un baño te hará sentir mucho mejor – siguió intentando Petra – hará que tu cuerpo te relaje.

Pero mañana mi cuerpo se pudrirá.

–La comida del palacio es deliciosa, es la mejor en todos los reinos que existen.

Eso tenía mucho de cierto, él no había tenido tiempo suficiente para probar la deliciosa comida del palacio, solo había entrado como pudo y había salido con los brazos llenos de joyas y collares, pero no fue lo suficientemente rápido. Si tan solo hubiera corrido en vez de andar a zancadas, si tan solo…

–Por favor quítate esta ropa – le pidió Petra extendiendo una cesta de mimbre en la que él se quitó el velo y lo deposito dejando el resto de su rostro al descubierto, así como la vaporosa ropa de gasa, quedándose completamente desnudo frente a la chica, que se cubrió los ojos un poco avergonzada. Pero él no se sentía avergonzado, después de todo era como si ya fuera un muerto y caminara en silencio y lentitud hasta su tumba.

El baño estaba lleno de un olor exquisito a flores y una bañera tan grande como una pequeña laguna, repleta de agua y burbujas. También rodeada de unas estructuras semicirculares que proveían de agua todo el lugar, muchas lociones y cosas parecidas a las que él no les tomo suficiente importancia. Cuando se metió el agua lo abrazo, era agua caliente… el jamás había sentido agua caliente en su corta vida de ladrón de tercera.

Eso iba a cambiar cuando hubiese robado en el palacio, pero no le salió. Fue capturado, vaya que se sentía estúpido.

– ¿te importa si te lavo? – pregunto Petra vaciando diferentes lociones y hierbas en el agua, cosas que olían muy bien, el negó con la cabeza sin moverse y dejo que las manos de la muchacha tocaran su cabello y su cuerpo untando varios menjurjes que olían bien y ponían su piel suave y reluciente.

Estaban puliendo cada parte de su cuerpo, dejándola lisa e impecable. Después de todo, había pasado demasiado tiempo siendo pobre y sucio, ahora era impuro, pero al menos estaría limpio, algo que solo había hecho una vez en su vida, la vez que decidió entrar al palacio. Una concubina jamás estaba sucia. Él tenía que haberse bañado para entrar, pero como dijo su plan no había funcionado.

– ¿te gustaría comer aquí mismo? – Él se dio la vuelta mojando a la joven ¿De verdad algo así era posible?

– ¿Puedo hacer eso? – contesto sorprendido, la chica solo sonrió y salió por la puerta en forma de arco.

Él se quedó quieto y comenzó a remojarse en el agua de la bañera, ya estaba completamente limpio, ahora solo iba a enjuagarse. El agua olía tan bien que le sorprendía, se llevó su propio brazo a la nariz y el mismo apestaba a perfume, tan bien sabía bien. Era realmente extraño que la gente rica como el sultán oliera a flores y esta clase de cosas, algo dentro de él sospecho.

–He traído todo lo que puedas comer.

El miro la gran charola de plata y piedras preciosas; adentro había toneladas de comida, o al menos había bastante, fruta, carne cosas deliciosas que en su vida había visto o había probado, cosas que se relataban en las leyendas, como esa cosa amarilla… o esa cosa que parecía un pavo asado. Cosas que el jamás en su vida podría probar. Pero ahora las tenía aquí enfrente.

–Resulta penoso que tenga que conoceros en este penoso momento de mi vida – dijo el dirigiéndose a la comida y llevando un poco de todo a la boca.

–No coma demasiado, estar adentro del baño puede resultar contraproducente.

No hizo mucho caso, pero lo que ingirió fue tan rápido y repentino para su estómago que se sorprendió por la ingesta terminara completamente satisfecho, algo que le sorprendió, pero eso usualmente pasaba ¿No es así? Comes demasiado rápido, o estas nervioso porque el día de mañana vana decapitarte y tú estomago simplemente ya no quiere comer.

– ¿Estas satisfecho?

–Eso parece.

La joven retiro la charola y la dejo en uno de los muebles de mármol que decoraban el baño, después ayudo al joven a salir del agua y le extendió una toalla de seda para que se quitara todo el exceso de agua que lo cubría. El joven la tomo y la froto por todo su cuerpo, después la dejo envuelta alrededor de su cintura cuando Petra se le acerco de nuevo con otra cesta y ropa.

–Yo le ayudare a vestirse – le comento mientras el agua sucia de la bañera se filtraba al desagüe.

Él se encogió de hombros y se quedó parado en el húmedo piso del baño, después dejo que la muchacha se le acercara con la ropa, que era de un color azul cielo casi blanco, de nuevo de gasa y seda, ropa increíblemente adornada de joyas y belleza extravagante. Se sorprendió

– ¿Qué clase de ropa es esta? – pregunto dejando que Petra le pusiera el pantaloncillo vaporoso y sintiendo los collares de oro alrededor de su cintura, los brazaletes dorados y el top cubriendo la parte superior de su pecho.

–Es ropa de mujer, obviamente – contesto sin tomarle importancia. Él se estremeció

¿De nuevo? ¿Por qué? Los reyes no usaban ropa de mujer. ¿Por qué el sí?

–Soy hombre.

–Me lo ha ordenado el rey.

Se removió incomodo al sentir de nuevo un velo cubriéndole la cara y un velo en la parte de atrás de su cabeza, de gasa blanca que adornaba su cabello con suaves cadenas de oro. Un collar del mismo material con una gran piedra roja preciosa. Era ropa lujosa, ropa de muchísimo dinero, de la seda más suave y el algodón más hermoso. Una pequeña piedra roja adornaba su velo y se sentía como toda una princesa.

– ¿Por qué? – pregunto poniéndose los zapatos azules abiertos y dejando sus pies al aire mientras sesentava envuelto en un chal de gasa blanca.

Petra se encogió de hombros.

–Ha pedido que lo envié con el ahora.

El recordó que fue una de esas que le dijo la joven en un principio, que le comento que al terminar el ritual de limpieza tendría que ir a sus aposentos, vestido de esa forma. Las cosas comenzaban a tomar matices que quizá en un principio había considerado muy remotos, ahora se le acercaban atropellando sus ideas. Igual seguía sin tener opciones.

–Que mal se siente no poder decir que no.

Petra sonrió y asintió, tomo al joven castaño de la mano temblorosa y le pidió que la siguiera, el palacio seguía sumido en una calma increíble y en la oscuridad de la noche, con solo las velas y la luna alumbrando. Daba un aspecto tétrico pero igual el la siguió sin rezongar. Dentro de su cabeza comenzó a formular un plan para escapar, después de todo solo estaba con esta chica. No había nade más aquí… tal vez pudiera lograrlo

–No vayas a intentar escapar – le comento – si lo haces, esta vez el sultán jamás te dejara ir, te buscara hasta encontrarte y te ira mucho más mal.

Trago saliva, era tan duro no tener escapatoria alguna. Ahora mismo maldecía a Jean por haberlo convencido a robar en el palacio, a Armin por conseguirle ropa de concubina, los maldecía a todos aun cuando había entrado con mentalidad de 'quizá muera'.

–La última habitación del pasillo – le dijo Petra – ve ahí.

Se quedó quieto a lado de la mujer, admito su ropa, su piel, limpio perfumado. Listo para ver al sultán. Quería llorar, se sentía extraño y estúpido, pero muy nervioso y expectante. La mujer movió los ojos 'apresúrate' en ese momento quiso recordar cómo se veía el sultán, lo que le hizo sentir la primera vez que le vio, ese sentimiento de 'quiero vencerte' pero era complicado. Tan complicado…

Dio pasos inseguros y tambaleantes, comparándose con él, el daba pasos seguros y como si nada le importara. Era un dios. Bueno, no, pero al menos era el sultán y todos aquí lo admiraban, el rey entre reyes. Abrió la puerta de la habitación jalando la aldaba de oro y la puerta de madera y oro cedió dándole el paso.

Una gigantesca habitación lujosa, de paredes de mármol y cosas de oro por todos lados, hermosas alfombras persas cubriendo el suelo y cojines acolchados por cualquier lado donde se le mirara toda la pared de atrás que daba hacia un balcón, que ilumina al reino a las espaldas. Las luces estaban encendidas, las velas del palacio. El sultán estaba acostado sobre los cojines en el piso. Mirándole

–Me llamo – murmuro mirándole sin mirar, no olvidaba que solo la gente buena podía ver al gobernante a los ojos.

–Te llame – contesto libido – acércate…

Se tambaleo como una hoja hasta las alfombras persas y se sentó a su lado, por puro instinto de supervivencia se quedó frente a él con las rodillas contra lo suave y las manos sobre sus piernas, su velo cubría parte de su espalda pero los ojos del sultán le daban escalofríos.

– ¿Aquí está bien? – el hombre se veía seguro y asintió. No paraba de mandar un aura de suficiencia que estaba haciendo que el otro quisiera morir. Aunque literalmente, iba a morir.

– ¿Y bien?... ¿Qué sabes hacer?

La preguntaba estaba cargada de todas las intenciones ocultas que pudieran existir en todos los cielos y los infiernos, no había ningunas palabras más llenas de intención, cosas que lo hicieron temblar. Lo hicieron ponerse nervioso y rebuscar en su cerebro algo, un plan, una salida lo que sea. Lo que fuese.

– ¿Qué… que se hacer?

El sultán levanto una ceja confundido y molesto.

– ¿Qué sabes hacer? No creerías que venias aquí a no hacer nada ¿verdad? – la mano del sultán se recargo en la alfombra y le impulso a acercarse con la espalda recta. El reacciono.

–Se contar historias – soltó de pronto.

– ¿Contar historias? – Pregunto deteniendo su acercamiento y alzando las cejas como dos arcos, sonrió con burla – Sabes, contar historias… ¿No te gustaría pasar la última noche de tu vida haciendo cosas… más interesantes?

Las palabras le produjeron un respingo, era verdad, los hechos estaban ahí, esta era la última noche de su vida, no había razón para hacer algo en específico o para no hacerlo, porque mañana lo iban a decapitar, lo iban a matar como a todos los ladrones. Solo que él tenía la dicha de prolongar un poco más su martirio. Y podía prolongarlo…

Podía prolongarlo.

–Soy muy bueno.

–He oído cuenta cuentos de todo el mundo – contesto el rey inclinándose de nuevo en la almohada y mirándolo con desosiego – no puedes ser mejor.

–Realmente bueno.

Trago saliva. El rey ladeo la cabeza un poco, miro mejor al castaño, esas preciosas ropas, esa boca que se movía cuando hablaba, era una linda boca y su voz no estaba nada mal. Además parecía nervioso, una historia no podía tardar mucho. Y podía escucharlo un rato, es más… sonaba como un reto, él decía que era bueno. Que lo demostrara.

–Cuéntame uno.

Se quedó quieto, sintió las palabras recorrer su cuerpo y su mente. Sus neuronas conectándose una con la otra, haciendo un clic inhumano que jamás pensaron hacer. Quedándose quieto y suspirando suavemente, buscando entre sus recuerdos, la historia perfecta… la historia con la cual tenía que comenzar esta aventura que se le acaba de ocurrir. La aventura de la prolongación de su sentencia, al menos por esta noche.

Solo por esta noche.

Suspiro.

–Esta es la historia de un Rey, muy, muy poderoso… que perdió su reino por un gran amor…

–Qué tontería. – se burló el sultán con desagrado.

El joven castaño lo mira con el ceño fruncido. Levanto una ceja y volvió a suspirar.

–Eso dice ahora… eso decía el rey.

Volvió a cerrar los ojos y encareció su garganta para proseguir con la historia que había comenzado a relatar, antes de que el sultán lo interrumpiera unos segundos antes. Se quedó quieto, abrió la boca y comenzó a narrar, como nunca antes en su vida lo había hecho.

"Era el rey mas poderoso, con el reino más hermoso y perfecto que pudo existir en la tierra que Alah creo, era el rey más justo y más bueno, sus súbditos lo seguían a cualquier lugar porque no había ningún rey mejor, no existía un rey con mas seguidores, con mejor ejército. Era el rey que siempre triunfaba, su nombre era Rivaille''

–Que nombre más tonto – se burló el sultán con una sonrisa, pero el joven no le hizo caso y siguió contando

"Nadie en un universo podría decir que había mejor rey que él, no existía, no había registros de su existencia… pero este rey, como cualquier imperfecto humano, tenía defectos. Muchos defectos o al menos pocos defectos que eran muy malos, porque por culpa de esos terribles defectos el rey iba a sufrir muchas peripecias. Eso le había dicho el oráculo, aunque él no quería creer tan horrible afirmación.

Eran buenos tiempos para su reino, cualquier mal presagio era símbolo de debilidad y eso no podía existir para el rey Rivaille, así que se dedicó a escuchar presagios mucho tiempo, la mayoría hablaban de su buena fortuna, por eso… se sorprendió cuando llego un hombre al pueblo, era un hombre viejo como la mayoría. Que fue a buscarle a las puertas de su palacio.

– ¿Qué desea usted? – le pregunto el rey sobre su gran trono

El anciano miro al rey con impotencia y le sonrió con una sonrisa desdentada.

–Dicen que es usted el rey más poderoso de todos los continentes, ¿Es verdad eso?

–Es verdad – le contesto el rey Rivaille sin atisbo de dudas.

–Entonces me gustaría hacerle a usted una predicción sobre su futuro y su reino – El reo alzo una ceja, escuchaba predicciones todo el tiempo, no se sintió ofendido pero necesitaba escuchar cualquier presagio funesto que se le presentara

–Adelante, pero no importa lo que diga. Mi reino jamás caerá.

El anciano sonrió de nuevo y levanto la mano para tocar la frente del tan hermoso rey, el rey más poderoso de todos los lugares, la toco y embadurno en su frente una pequeña cruz que al rey le hizo estremecerse, la dejo ahí por tres segundos y después, la separo.

– ¿Y bien? – pregunto el rey.

El anciano esta vez no sonrió.

–Solo se lo alertare una vez, y pude colgarme más tarde, puede hacer lo que guste, pero una vez que he dado una predicción esta jamás va a cambiar – el rey se asombró y se levantó del trono – Usted va a perder su reino.

–Eso es imposible – le corto el rey – Mi reino jamás caerá.

–Lo perderá por un amor y un deseo tan fuerte que jamás en su vida podrá detener, aunque desee con todas sus fuerzas hacerlo, no podrá hacerlo, porque el destino está marcado y usted va a perderlo todo.

–Jamás me enamorare de nadie – ordeno el rey sin medir sus palabras – Yo se lo prometo a usted.

El anciano negó con la cabeza

–El destino no va a cambiar, usted perderá su reino, y perder su gran amor.

Tan rápido como dijo esto, el anciano desapareció sin dejar rastro alguno. El rey desesperado lo busco por todos lados, pero jamás encontró pista alguna de su existencia. Hundido en desesperación y poca esperanza tomo medidas drásticas para proteger su hermoso reino de cualquier presagio funesto que lo amenazara.

–Quiero que todas las mujeres del reino sean asesinadas – ordeno – Quiero que cualquier mujer dentro de mi reino termine muerta e incinerada, no voy a perder mi reino solo por una sucia mujer.

Los hombres que seguían sus órdenes no pudieron negarse e iniciaron su búsqueda por todo el reino asesinando a todas las mujeres del lugar, provocando dolor y desesperanza en el reino, despoblándolo completamente de la dualidad de los reinos, dejando a niños sin sus madres y a esposos sin sus mujeres, pero sin detenerse hasta que en el reino no quedo ni un sola mujer y la entrada de cualquiera de estas estaba completamente prohibida.

El rey se sentía dichoso, había eliminado el presagio funesto de raíz, no había razón para que el perdiera su reino ahora. Además de que la limpieza de mujeres había tomado tiempo y los años habían pasado, incluso la mujer más escondida dentro del reino había sido eliminada, él ahora se sentía tranquilo y se sentía a gusto con su reino. No podía perderlo.

–Quisiera dar un paseo – dijo mirando su precioso reino bañado en sangre de mujeres inocentes - – Saldré en una semana, cuando las cosas se hayan calmado.

Y aunque las cosas en el reino continuaron de forma taciturna el rey decidió salir de su palacio, escoltado de todos sus soldados y paseando de un lado a otro con todos los que le seguían. De pronto se encontraba desesperado, estar atorado en una ciudad tan triste le ponía de un humor terrible, así que se escapó. Se escapó de sus cuidadores para dar su propio paso en su caballo favorito.

Al principio no supo a donde dirigirse pero después lo tuvo bastante claro, tenía que ir a la frontera del reino, la frontera con el reino enemigo, donde había un gran y hermoso lago perfecto para relajarse. Ahí fue.

Había una gran muralla que dividía su reino de los otros reinos y se quedó ahí un buen rato, sobre la muralla mirando el lago y lo perfecto de su reino, que era inderrumbable. Porque él era el rey Rivaille, el mejor rey del mundo.

Pero entonces le vio, sus ojos no le engañaban, era una doncella…''

-¿No las habían matado a todas? – le pregunto el sultán al joven, pero el joven lo ignoro nuevamente y siguió narrando su relato, viendo como el rey quedaba absorbido por la magnífica historia.

''Pero no solo era una doncella, era sin duda la más preciosa que podía existir en todos los reinos, no estaba muerta ni era un fantasma, era una doncella de hermoso cabello café y ojos dorados que se inclinaba sobre el agua del lago con una gran garrafa de agua.

–Pues claro, la han escondido, por eso no la han matado – pues la muchacha traía encima ropa de hombre muy neutral, estaba vestida de chico, aun con su cabello desordenado y medio largo que le caía por el cuello y la frente, la falda pantalón y lo tosco de su cara.

Aun así era preciosa, como un cisne, un cisne hermoso. El rey Rivaille no pudo dejar de mirarle, este fue el hecho fatal que pudo cometer el rey, darse cuenta de que no existía una doncella más hermosa que esa, una doncella que el más pudiera desear, una doncella que no estuviera muerta como todas las otras. Esta estaba viva y estaba ahí abajo.

–Doncella – la llamo el rey, esta volteo sus ojos dorados hasta el rey y se espantó cuando le miro bajando de la muralla que lo único que pudo hacer fue echar a correr como un alma frágil - ¡no corras!

–Perdóneme mi rey – pidió la doncella levantándose medio la falda, entonces el rey se dio cuenta de que no se trataba de una falda sino de un largo mandil, era una joven pobretona o al menos una sirvienta que tenía que cuidar su ropa de abajo.

–No te vayas – le pidió el rey Rivaille tomándola del brazo y evitando que s e vaya, ya la estaba admirando cuando la doncella se jaloneaba para que la soltara, pero el rey era mucho más fuerte y no se lo permitió - ¿Cómo es que no te han asesinado?

– ¿Cómo dice? – le pregunto con confusión, pero ahora eso al rey era lo que menos le importaba, pues ya la tenía en brazos, parecía que la doncella se lo creía en broma pues intentaba zafarse todavía.

–Bueno eso no importa – le explico el rey y sin darse mucho a desear se lo soltó todo –Eres la doncella más hermosa que exista en el reino, la única en la que mis ojos se han posado, ven al palacio a vivir conmigo.

–Es que no soy una doncella.

¿Qué esta criatura tan frágil no era una doncella? El destino le jugaba una mala broma, pues si la joven no era doncella solo significaba que no era virgen y que tenía un dueño. Que se le habían adelantado al rey más poderoso de todo el universo.

– ¿Quién es tu dueño? Iré yo mismo a combatirlo para que me de tu mano.

La doncella se zafo de las manos del rey mientras que este desenfundaba su espada y se ponía en guardia para batir en combate a quien sea que fuera el dueño de esta persona que al ya adoraba.

–No tengo dueño – aclaro – Pero tampoco puedo irme con usted.

El rey guardo la espada, entonces si era doncella.

– ¿Si eres doncella? – pregunto el rey

–Por favor, alteza, deje de bromear conmigo… - la doncella se movió al cabello medio largo, era una doncella demasiado preciosa – sabe bien porque estoy con vida, y porque no puedo irme con usted, y porque no soy una doncella. Ahora déjeme ir por favor.

Se le escapo como agua por entre los dedos como agua sagrada. El rey entonces no supo si ir tras ella que corría subiendo la colina a la casa señorial de a un lado de la muralla era la mejor opción, pero tomo su caballo y regreso a su palacio con la mente llena de preocupaciones, manos a llamar a su consejero, Erwin.

–Hay una doncella…

–No existe doncella con vida en este reino, majestad

–Existe, la he visto. Vive en la casa señorial de los guardianes de la muralla. La quiero tener anhelo tenerla

–Pero, majestad… la maldición – intento el consejero en vano

–La maldición no tiene valor alguno, yo quiero a esa doncella, vamos por ella.

–Majestad no podremos llegar por la doncella solo sin nada más, sus padres deben haberla ocultado demasiado bien, así nunca le encontraremos. Le propongo ir en una misión diplomática y ahí encontrarla, después traérnosla.

El rey acepto la oferta y preparo una visita diplomática a la casa, junto con todo su sequito. Se dirijo a la gran casa señorial en donde la doncella vivía y se reunió con su padre en una comida exquisita. El hombre estaba viejo y acabado, muy triste por el asesinato de su esposa pero aun así acepto ver al rey y tratarlo como se merece. En plena comida el rey dejo a su consejero al mando y salió de la casa buscando a la doncella.

Cuando la vio de nuevo su corazón se detuvo, algo había cambiado en ella, llevaba su cabello ya más corto y le pareció que era para guardar sus apariencias, pero realmente no era eso. Estaba en la cocina de nuevo con ropas de hombre y el gran mandil que hacia las de falda.

–Aquí estas – dijo el rey cerrando la cocina

–Sabía que vendría – le contesto la doncella – pero le juro que no puedo irme con usted, entiéndame, no soy una doncella… y mi padre…

–Tu padre se sentirá afortunado cuando sepa que te quiero como mi esposa – le interrumpió el rey acerándose a ella y tomándole de la barbilla – te daré lo mejor del mundo, no te faltara nada. Acepta quedarte conmigo.

–No puedo, mi padre jamás lo permitirá… me ha vendido – explico la doncella – aunque no soy una doncella… me ha vendido a un hombre que vendrá por mi mañana mismo.

–De eso nada – Rivaille se molestó – ahora mismo te vienes conmigo.

–No puedo, comprenda – suspiro – mire… ¿Lo ve? Tengo un cinturón de castidad.

El rey se quedó mirando el candado que salía del pantalón y sintió odio y frustración, pero más confusión al darse cuenta que el cinturón que portaba no era uno típico, era uno muy elaborado y además era para un hombre.

–No soy una doncella – volvió a recalcarle

–Es por eso que no te mataron, porque eres un hombre…

El rey sintió muchos deseos de besarle pero se contuvo para primero decir lo que tenía en mente, estas palabras tan fuertes que cambiarían toda su vida. Para siempre.

–No importa, aun así yo te quiero a ti y quiero que te vengas conmigo, yo te quito el cinturón. Pero quédate conmigo, así tenga que vérmelas con tu padre.

El joven negó con la cabeza y se cubrió la boca.

– ¿Te vienes conmigo?

La puerta de la cocina se abrió de par en par justo cuando el rey ya estaba depositando el primer beso en los labios del joven que estaba prometido a otra persona, la puerta se abrió reverendo al padre del joven con los ojos llenos de furia.

–Es usted el peor rey que he visto en el mundo. Eren, aléjate de él inmediatamente – el muchacho se apartó con miedo – este joven se ira con una familia que lo quiera en verdad, con un hombre que lo ha querido desde que nació y yo me vengare de usted por matar a mi esposa.

–No puede amenazarme – dijo el rey sacando su espada

–Es tarde para eso – contesto el padre y muchos guardias del reino enemigo invadieron la cocina logrando apresar al rey y tomar al joven como si se tratara de un costal que grito y pataleo – Recuerde que soy yo, la persona encargada de cuidar las puertas de la muralla. Usted ha perdido su reino y ha perdido a mi hijo, ahora prepárese para sufrir las consecuencias de sus actos.

Los enemigos lo aprensaron y la lucha del país comenzó con fuerza, dejando un terrible resultado mientras el rey Rivaille solo podía mirar cómo se llevaban a él joven contra su voluntad al reino enemigo. Mientras su propio reino se sumía en llamas y desesperación y terminaba en cenizas mientras el luchaba contra todos los que podía, pero finalmente no logro vencerles y lo sacaron en destierro de su propio reino del que no quedo nada. Nada de la antigua gloria.

El rey Rivaille había perdido su reino.

Había perdido su gran amor, del cual aún no lograba desprender sus pensamientos y así todo moribundo y en desgracia logro salir huyendo hacia el este. Muy lejos del reino donde su amado estaba contra su voluntad. Sintiéndose abatido y estúpido, porque al final su oráculo se había cumplido.

Fue entonces entre su exilio que deseo más que nunca estar muerto, porque un rey como el que había perdido su reino no merecía estar con vida. Desafortunadamente las personas como el no morían tan fácilmente, y lo supo cuando se encontró con aquel ermitaño, que le ayudaría con la historia más asombrosa que hubiera escuchado antes…''

-¿Y luego? – Pregunto el sultán - ¿Qué paso después?

El joven castaño se miró las manos y sintió las lágrimas derramarse por su rostro, cayendo sobre la piel de sus manos y sus puños apretados por la desesperación, por sentir los rayos de sol darle directamente del horizonte en la cara.

–Ya amaneció – le contesto el muchacho al sultán y se mordió el labio con impotencia.

–No… - murmuro el sultán Levi sorprendido mirando por encima de su hombre y viendo efectivamente los rayos del sol – Tardaste toda la noche en contarme el cuento…

–Ahora iré a la horca – lloro el joven levantándose.

El sultán también se levantó y lo tomo por los hombros evitando que se fuera, con la mirada llena de ojeras y con sus labios resecos.

–Debo saber que paso… - exigió a susurros y alzo la mirada para encontrarse con los ojos esmeraldas del joven ladrón.

–Ya habrá otro cuentista que le diga el final – le sonrió entre lágrimas el jovenzuelo, y las manos del sultán cayeron mientras aceptaba que la condena al final había llegado.

–No… no puedes – suplico el sultán – Tengo que saber el final. Te daré un día más, y mañana cumplirás tu sentencia.

El joven de ojos verdes los abrió como platos, tenía un día más de vida, un día más… algo que nadie en el mundo lograba conseguir, se limpió las lágrimas de los ojos mientras miraba al sultán con asombro, el sultán de cabello negro se mordió los labios y bajo las manos, las personas entraron al cuarto.

–Sirvientes – ordeno – denle una habitación, este joven tiene un día más antes de cumplir su condena. Ahora estoy muy ocupado para seguir escuchando, pero en la noche continuaremos ¿De acuerdo?

El sultán salió de la habitación seguido por un sequito de sirvientes y el castaño se quedó ahí, pasmado, con los ojos tristes y una sonrisa en su rostro, podía vivir un día más. Había logrado alargar su sentencia, había logrado prolongarla. Lo había logrado.

–El sultán no me ha preguntado mi nombre – musito el joven cayendo de rodillas con una sonrisa en el rostro.


N/A: Continuara, que les parece? Les ha gustado? Busco que en este fic se acepten colaboraciones, aceptare todas las propuestas de cuentos que me manden y ya sabré yo como acomodarlas dentro del fic. Por si no se dieron cuenta esto es un tipo las mil y una noches.

Se aceptan colaboraciones y reviews! Eso me ayudaría mucho!