Marinette se encontraba más que confundida: era la persona con la que había llevado a Tikki cuando había enfermado, no podía olvidarlo; pero en ese momento no le había parecido más que un excéntrico anciano.

Tikki seguía flotando a su lado, pero se mostraba ante el anciano con confianza, y hasta con alegría.

—Supongo que estarás confundida, Ladybug…—comenzó el anciano con serenidad y una ligera sonrisa en su rostro.—…pero debo admitir que me da gusto volver a verlas tan pronto… a las dos.

Tikki sonrió aún más y asintió.

—Yo…—Marinette era un manojo de nervios y curiosidad, ¿quién era realmente aquél extraño sanador?—Mi nombre es Marinette, entonces… quiero decir… yo…

—¡No te preocupes, Marinette! El Gran Guardián de los Miraculous es de total confianza.—aseguró su kwami con una sonrisa para calmarla. La chica, a pesar de su confusión, logró sonreír un poco y asintió en silencio antes de volver la vista hacia el anciano sentado frente a ella.

Por fin contestarían a sus dudas; después de tanto tiempo de vivir dos vidas diferentes podría darle algún sentido a todo el alboroto a su alrededor…

—Weiji, ven por favor; tenemos visita.—llamó el sanador, justo antes de que una pequeña criatura parecida a Tikki saliera de uno de los estantes del librero que tenía detrás el anciano, y se posara al lado de éste, serio.

—¡Weiji!—soltó Tikki antes de lanzarse al kwami de piel verduzca, que le correspondió también.—Ha pasado un tiempo sin vernos…

—En realidad yo pude verte cuando el Maestro te curó, ¿ya estás bien, no es así?

Esperaron a que los kwami terminaran de saludarse y regresaran al lado de los humanos.

—Puedes llamarme Fu, Marinette; y él es Weiji, cómo podrás suponer…—explicó el sanador sin dejar de mostrar su serena sonrisa.

—Entonces… él es…—Comenzó Marinette, aún tratando de asimilar la información y controlar su curiosidad.

—El kwami del miraculous de la tortuga: Weiji.—terminó el maestro Fu con un ligero asentimiento de cabeza.

—Vaya… todo este tiempo me pregunté si había y aparecerían más miraculous, hasta que hojeé este libro y…—la chica paró al recordar el porqué había venido, además de satisfacer su curiosidad y obtener sus tan merecidas respuestas.—Creo que esto le pertenece, maestro Fu.

Marinette le tendió entonces el libro, pero el anciano se limitó a arquear una ceja.

—¿Ya lo has hojeado lo suficiente, niña? La curiosidad y el ingenio son unas de las grandes virtudes de Ladybug, ¿no es así?—inquirió el sanador, y Marinette no pudo devolverle entonces la sonrisa.

—Pero yo… está cifrado: no entiendo nada.

El maestro Fu asintió en silencio antes de ponerse en pie, sentarse al lado de la chica, y pedirle con un gesto que le pasara el valioso libro.

—Es normal: es una escritura variante de un antiguo idioma del Oriente, creado específicamente para mantener en secreto, o lo más que se pudiera, esta información. Ya sabrás lo que pasa si cae en malas manos…

Marinette asintió, y observó atentamente mientras el maestro Fu hojeaba el libro, suavemente, como si pudiera desaparecer en cualquier momento y tuviera que usarlo con delicadeza. Se detuvo en una página que mostraba dibujos muy antiguos, que mostraban una lucha entre demonios y los héroes que usaban los miraculous para combatirlos.

—Verás… Hace mucho, mucho tiempo, existieron unas piedras mágicas que tenían un increíble poder… Eran conocidas como «piedras milagrosas»… A lo largo de la historia, estas joyas han sido utilizadas por los héroes, con el fin de salvar la humanidad: estaban los miraculous del zorro, de la tortuga, de la mariposa, el del gato, la catarina, y el de la abeja…—Marinette no podía despegar la vista de los dibujos; tratando de descifrar lo que el maestro Fu quería decirle con todo aquello: ¿Salvar la humanidad? ¡Imposible! ¿Por qué ella, Marinette, una chica torpe, tímida y sin gran cosa había sido elegida para ser la portadora del miraculous de la Catarina?

El sanador volteó la página, que ahora mostraba un dibujo de lo que parecía una antigua portadora del miraculous de la Catarina montada en un caballo, que se proponía a combatir a un dragón inmenso.

—No obstante, dos de ellos eran más fuertes que los otros…—continuó el anciano, a tiempo que arqueaba una ceja y sonreía al ver la expresión de la chica.—…los pendientes de la Catarina, que pueden crear cualquier cosa; y el anillo del gato negro, que pude destruirla…

—Increíble…—suspiró Marinette, ensimismada en sus pensamientos.—Espere… eso quiere decir que, Cat Noir y yo… ¿poseemos los miraculous más poderosos de todos?

—Según las leyendas, el que ejerce a la vez estos miraculous juntos, puede alcanzar la fuerza divina.—contó el maestro Fu a modo de respuesta.—¿eso te da una idea con todo lo que ha estado pasando, Ladybug?

El cerebro de Marinette luchaba entre lo que parecía real y lo fantástico: ¿A dónde pretendía llegar el maestro Fu con todo ello, acaso decirle que…?

—¡Papillon!—exclamó después de ir encajando las piezas.—desde el principio ha querido robarnos nuestros miraculous a Cat Noir y a mí… Él también es portador de un miraculous, ¿no es cierto?

El anciano sonrió, encantado con el razonamiento de la joven.

—Es verdad que también tiene un compañero kwami… aunque él no lo vea de esa manera.—explicó el guardián de los miraculous al tiempo que continuaba hojeando el libro con cariño y una triste expresión en su rostro.—el ser que se hace llamar Papillon es el portador del miraculous de la mariposa, aunque me temo que es un error el que él precisamente tenga ese poder… ya has visto todo lo que está dispuesto a hacer para hacerse con sus miraculous

—No lo entiendo… ¿para qué quiere él ese poder?—dudó la chica al tiempo que Tikki se sentaba sobre su hombro, también esperando una respuesta.

—Oh, niña… las ansias de poder siempre han sido uno de los grandes puntos débiles de la humanidad… esta no es la primera vez que una persona usa un miraculous para algo contrario a su naturaleza.—explicó el maestro Fu, negando tristemente con la cabeza.—verás, Marinette… el odio, la tristeza que se disfraza de odio, la desesperanza, el egoísmo y la ambición, son componentes compatibles para corromper el alma humana y querer destacar de malas maneras; dañando a otros, creyéndose superior a todo; queriendo dominar…

—Déjeme adivinar: ¿Cat Noir y yo debemos detenerlo para salvar la humanidad?—sospechó la chica, arqueando una ceja.

El guardián sonrió y asintió, complacido.

—Eso es: Ladybug y Cat Noir; los pendientes de la Catarina, y el anillo del gato negro; los miraculous de la creación, y de la destrucción…—soltó el anciano, cerrando suavemente el libro y poniéndose en pie. Marinette no tardó en imitarlo.

—Pero… ¿y si no somos capaces?—dudó ella, imaginándose frente a Papillon: el creador de todos sus infortunios.

—¿Acaso Ladybug ha sido incapaz alguna vez?

Marinette no pudo evitar sonreír, agradecida.

—¡Es verdad, Marinette! ¡Ladybug y Cat Noir podrán detener a Papillon y recuperar el miraculous de la mariposa!—aseguró Tikki frente a ella, decidida. La chica no pudo hacer más que sonreír y acercar a la kwami a su rostro, sintiéndose de repente muy afortunada.

—Debo advertirte, Ladybug, que el gran momento se acerca: la relación que tengan tú y Cat Noir será crucial para el resultado del combate decisivo. ¿Consideras que Ladybug y Cat Noir pueden salvar París, y al mundo entero?