—Sé que lo hice antes, pero lo volveré hacer, ¡Ten el móvil cerca!—la riñó Alya en broma cuando entraron a su habitación, y Marinette se limitó a sonreír con la mano en la nuca: justo Tikki acababa de quitar la última foto de Adrien de las paredes de su habitación, antes de que sus amigos entraran.

—¡Perdón, perdón!

Alya, Adrien y Nino habían ido a visitarla después de la escuela, y cuando entraron, Tikki se escondió detrás de unos libros en una estantería. Como estaba acostada en su cama y con la cobija tapándola, no podían ver bien qué era exactamente lo que se había lastimado, pero Marinette pensó que así sería mejor.

Alya alzó una ceja con una sonrisa por la reacción previsible de su amiga, pero terminó por sentarse al borde de la cama y acariciarle la cabeza.

—No te preocupes—sonrió la chica, y Marinette suspiró—. Aunque es muy curioso que también tú te hayas lastimado al mismo tiempo que Ladybug; ya confirmé y parece que tiene una luxación en el tobillo derecho.

Marinette paró de respirar, demasiado nerviosa, y Tikki maldijo por lo bajo con preocupación.

—¿Ah… ah, sí?—salió de los labios de la heroína, justo cuando Adrien ladeaba un poco la cabeza con curiosidad—¡Qué coincidencia!

Mucha, pensó Adrien.

—¿Cómo fue que te lastimaste?—dudó el chico, y Marinette volteó a verlo.

—Ah… yo… estaba paseando, por la harina, digo…—la heroína se maldijo, pero a cada segundo estaba más nerviosa, y su amiga se dio cuenta de eso.

—¿Cómo?—Nino también había caído en el juego de Alya, y la curiosidad le había picado.

Adrien arqueó una ceja, sumamente curioso; ¿había posibilidad de que su compañera de clases fuera también su amada ladybug?

—¿Qué tobillo te lastimaste?—le preguntó, pero Marinette estaba dispuesta a distraer la conversación y así salvar su secreto.

—¡Hey, hasta parece interrogatorio de policía!—intentó bromear, pero Tikki también se estaba poniendo cada vez más ansiosa, así que sin pensarlo mucho, se deslizó detrás de los libros hasta llegar al puñado de fotografías de Adrien que acababa de quitar de las paredes.

—Lo siento, Marinette…—susurró la kwami para sí antes de empujarlas hasta que cayeron al suelo. Adrien se acercó para recogerlas, hasta que vio lo que eran, y Marinette estuvo a punto de desmayarse.

—Esto… yo…—no tenía idea de qué decir, pero el que se hubiera puesto tan roja como una fresa bien madura no le ayudó mucho.

Alya terminó por apiadarse de su amiga, y se acercó al chico para arrebatarle las fotos.

—¿No les has contado sobre tu extraño hábito de tomar fotos de tus amigos?—preguntó la chica, guiñándole un ojo a su amiga, y Marinette suspiró dentro de sí.

—No, yo…—balbuceó—no se los había dicho, perdón.

—¿Tienes la costumbre de tomar muchas fotos de las personas?—dudó Nino, y la chica asintió varias veces con la cabeza, entre muerta de la vergüenza y aliviada.

—Son muy buenas fotos…—Adrien volteó a verla, y ella sonrió como pudo. ¿Se lo tragarían? Pero no: Adrien sabía que ella no había tomado esas fotos, o por lo menos no todas, pues él mismo había posado para varias de ellas ante fotógrafos profesionales, y comenzó a sospechar.

—¡Por cierto!—cortó Alya, volviendo a sentarse en la cama con su amiga—Hoy fue a buscarme un tal Devin a la escuela, dijo que era el chico que había sido akumatizado hace poco…

Marinette se sorprendió, pero como Adrien ya lo había visto, esperó a que la chica continuara hablando.

—¿Y qué quería?—dudó la heroína, y su amiga sacó su móvil para buscar algo.

—Al parecer me ha pedido una cooperación para el blog, mira—y le mostró un comentario en su blog, de un tal Yodra12, en que la felicitaba por su trabajo y le pedía una colaboración—. Quiere grabar un video para evitar que otros sean akumatizados, ¿no es genial?

—Sí…—murmuró Marinette, no sabiendo muy bien cómo conseguirían eso.

Adrien miraba a la chica en cama de reojo; ahora varias interrogantes bailaban en su mente, ¿sería posible que ella fuera la heroína? Tenía el mismo peinado que ella, aunque… su personalidad era muy distinta, como… como cuando él cambiaba a Cat Noir. Y también estaba la posibilidad de que su compañera sintiera algo más por él que simple amistad.

Y mientras el chico se devanaba los sesos, las sospechas de Alya seguían latentes.

Cuando una alarma sonó, se sobresaltaron, hasta que Adrien sacó su móvil y la apagó.

—Perdonen, ya tengo que irme—se disculpó, volviendo a guardar el aparato—. Clase de esgrima. Bueno… espero que te recuperes pronto, Marinette, nos vemos.

—Eh… sí, gracias.—le respondió, diciéndole adiós con la mano mientras salía de la habitación.

—La agenda de ese chico siempre está muy ocupada, ¿no?—comentó Alya, y Nino asintió con un suspiro.

Se quedaron unos minutos más, y por suerte Alya no volvió a tocar el tema de Ladybug, así que se despidieron poco después, y salieron a la calle.

—¡Por fin!—Tikki voló hasta estar frente a su compañera, quien suspiró lentamente.

—Ahora Adrien pensará que soy rara…—se lamentó la chica, ocultando su rostro entre sus rodillas.

—¡No te preocupes, Marinette! En realidad creo que ya saben que eres un poco rara…

—¿Eh?

—¡Pero eso no es malo!—intentó arreglarlo la kwami, arrepentida. Sin embargo, no alcanzó a intentar animar más a su amiga, pues escucharon una explosión cerca, y la chica se levantó como pudo para ver a través de la ventana.

Un humo le impedía ver más allá de un par de bloques de edificios, pero fue lo suficiente para ver a Adrien correr hasta doblar un edificio y ocultarse de su mirada.

—¡Oh, vamos!—se lamentó la chica, suspirando.

—¡Pero estás lastimada!—se preocupó Tikki, aunque sabía que Ladybug tenía que proteger a todos.

—Ya, pero supongo que eso es parte de la vida de un héroe…—y así, Marinette abrió la ventana—¡Tikki, transfórmame!

Abajo, Adrien no perdió tiempo en transformarse en Cat Noir, se subió a un edificio y buscó el origen de la explosión.

—¡Cat Noir, Ladybug, vengan!—llamó una voz que le sonaba haber escuchado hace poco. Cuando se despejó un poco el humo, logró distinguir la figura de Yoyo Maître arriba de otro edificio, con dos personas inconscientes atrapadas en sus yoyos.

Nino y Alya.

Había varias personas heridas, y todos intentaban escapar del edificio destruido.

—¿Cómo es posible?—dudó el chico, confundido.

—¡Cat!—lo llamó la voz de Ladybug, y el héroe volteó de inmediato—¿Qué sucede?

—¡My lady!—el muchacho se acercó con preocupación—¡Todavía no te recuperas de la herida!

Sin embargo, la heroína no respondió, sino que fijó su mirada en Yoyo Maître, quien retenía a sus amigos. Fue un segundo, pero le pareció ver otra figura al lado del akumatizado.

—¡Escuchen, Ladybug y Cat Noir!—vociferó—¡Hoy a la media noche los veré en la torre Eiffel, si quieren recuperar a estos de aquí! Y si no vienen solos, no se molesten en ir, que no volverán a saber de ellos, ¡y pronto toda Francia y el mundo sufrirán!

Ladybug se adelantó y usó su yoyo para balancearse y dirigirse a Yoyo Maître, seguida de Cat Noir, pero una nueva explosión la hizo vacilar y cerrar los ojos, y soltó el yoyo para rodar por el suelo y evitar lastimarse más o estamparse en algún lado.

Cat aterrizó a su lado, y la ayudó a ponerse en pie; aunque estaba intentando no apoyarlo mucho, comenzaba a dolerle otra vez el tobillo.

Se escuchó la carcajada de Yoyo Maître, pero no lo vieron por ninguna parte; aún después de que los bomberos y la policía llegara, ellos siguieron buscando, pero sin éxito.

—¿Cómo puede ser que Yoyo Maître esté otra vez?—dudó Ladybug, confundida—me aseguré de quitarle el akuma y purificarlo.

—Es verdad; sobre todo porque vi a Devin esta mañana, y se veía normal…—murmuró el héroe, y la chica arqueó una ceja, interrogante.

—¿Lo viste?—dudó, y el chico reaccionó.

—Sí; lo vi caminando—aseguró, pero bajó la mirada—. ¿Ahora qué hacemos? Me preocupan esos chicos…

Se refería a Nino y Alya, y Ladybug suspiró: no podía estarle pasando esto a ella, ¿por qué?

—Supongo que no habrá otra alternativa más que hacer lo que Yoyo Maître dice—sospechó ella, muy a su pesar, pues no encontraba otra solución… aunque todavía había cabos sueltos: Alya le había dicho que Devin había hablado con ella para intentar detener las akumatizaciones, ¿entonces por qué él había sido akumatizado de nuevo? Eso no había pasado desde el caso de Corazón de Piedra…

—Mientras, ayudemos con los heridos…—propuso el chico, y ella asintió con la cabeza: algo le decía que por más que buscaran, por ahora no encontraría a sus amigos.

Así, los héroes de París quitaron escombros, y ayudaron a los oficiales a rescatar personas, algunas envueltas en sangre o varias heridas, aunque se consternaron cuando encontraron los cuerpos de cinco de ellos.

No, parecía que Papillón ya no estaba jugando.

La ira bullía en las venas de ambos, pero Cat Noir intentó despejar la mente.

—Tal parece que Papillón va en serio.—murmuró él cuando se alejaron al techo de un edificio alto, como si leyera su mente.

—Muy en serio—asintió ella con el ceño fruncido y sin despegar la mirada de los tejados de la ciudad francesa—. Lo mejor será estar juntos hasta entonces; vayamos con el maestro Fu, tal vez pueda ayudarnos.

El chico asintió en silencio, y mientras una ligera brisa les acariciaba el cabello, en uno de esos tantos tejados de París, sonreía de oreja a oreja el mismísimo Papillón.

En unas horas.

Era el momento de reclamar los miraculous de una vez por todas.