CAPÍTULO 11

—Pasa —le dijo Tashigi a Nami. Ésta sonrió y se sentó frente a ella.

—¿Estás bien? —le preguntó la mujer.

Tashigi se encogió de hombros.— Supongo que sí. No todos los días descubres que tu ex marido es un ladrón.

Nami volvió a sonreír.

—Pero sabíamos que era un impresentable.

Tashigi soltó una carcajada.

—Sí, supongo que sí —asintió ella—. Me alegro de que descubriéramos quién era el responsable. Pero mi padre está realmente dolido.

—Smoker es un hombre fuerte. Lo superará —dijo Nami—. Me alegro de que Robin y Zoro no llegaran a descubrir que habíamos estado accediendo a los ficheros personales.

—Cierto. Lo que sí creo es que han descubierto algo más. Por lo que tengo entendido, han pasado bastante tiempo juntos fuera de la oficina. Me huele a romance.

Nami sonrió.

—Si eso acaba siendo verdad, me alegro por Zoro. Es un buen hombre y merece una buena mujer —de pronto, su sonrisa se desvaneció—. Y, hablando de emparejamientos, ¿qué quieres hacer con Trafalgar Law?

—Nada. Creo que ha llegado el momento de que dejemos todo esto. De algún modo, lo sucedido hoy me ha fortalecido. Si mi padre trata de encontrarme un marido, sencillamente me opondré. No estoy dispuesta a casarme hasta que no encuentre al hombre que me quiera como soy. Estoy segura de que mi padre también ha aprendido una lección con todo esto.


En el instante en que acabó la reunión, Zoro buscó a Robin. Había dicho que se marcharía directamente desde allí, pero en ningún momento había asumido que lo haría sin despedirse.

Regresó a su despacho y se dejó caer en su silla. El silencio lo golpeó como un martillo. La ausencia de Robin le dolía. Al parecer le había costado demasiado poco acostumbrarse a ella. Los últimos días habían sido realmente difíciles y él no había podido dejar de recordar, su pelea con ella una y otra vez. La verdad era que necesitaba pedirle una disculpa. Su acusación había sido injusta y fuera de lugar. La conocía demasiado bien como para haberse permitido la necedad de dudar de sus motivos y de sus acciones.

Se levantó de golpe, impelido por la necesidad de ir a verla antes de que fuera demasiado tarde.

Agarró su abrigo y salió a toda prisa.

—Rebecca, me tomo el resto del día libre. Estaré ilocalizable.

La secretaria lo miró atónita y asintió.

Zoro se dirigió hacia el ascensor y en cuestión de minutos estuvo en la calle. Esperaba que Robin no hubiera podido tomar un avión aún.

Llegó al hotel apresuradamente. Sentía una extraña urgencia de verla.

Recorrió el pasillo hasta su habitación a toda prisa y, finalmente, llamó a la puerta.

En el instante en que Robin abrió, él sintió que su corazón latía aliviado, como si acabara de recibir el necesario alimento del espíritu. Se había cambiado la ropa de trabajo, por una cómoda bata.

Ella no pudo disimular la sorpresa.

—Supongo que no vas a tomar el avión hoy —dijo él.

—No hay nada disponible hasta mañana. ¿Qué haces aquí, Zoro?

—¿Puedo pasar? Necesito aclarar algo antes de que te vayas.

Ella dudó pero, finalmente, abrió la puerta.

—Gracias —dijo él, dirigiéndose al sofá.

—¿Qué necesitas aclarar? —le preguntó sin darle mucho tiempo.

—¿A qué hora sale tu avión mañana?

—A mediodía. ¿Qué quieres, Zoro?

¿Qué quería? Al salir de la oficina había pensado que quería pedir disculpas pero, al parecer, una vez allí, se había dado cuenta de que deseaba algo muy distinto.

—¿Por qué no te sientas aquí, a mi lado?

Estaba preciosa, con el pelo despeinado y aquel aspecto casero.

Ella dudó un momento. Finalmente se aproximó al sofá y se sentó en el borde.

—Habla —lo instó ella.

—Te debo una disculpa —comenzó él. Se pasó la mano nerviosamente por el pelo. Una pequeña voz interior le susurraba: «Pide perdón y márchate».

Ella lo miró con curiosidad.

—¿Disculpa? ¿Por qué?

—Por acusarte injustamente de haber tratado de robarme el mérito. Te conozco demasiado bien y sé que jamás harías algo así. Soy un completo idiota.

—Sí, lo eres.

Él soltó una inesperada carcajada que llenó de felicidad su corazón. En ese instante, supo por qué realmente estaba allí y lo que quería.

—Robin, te amo —dijo inesperadamente. Ella parpadeó confusa y los ojos se le llenaron de lágrimas.

—No me hagas esto, Zoro. No podemos volver a pasar por lo mismo otra vez.

Se dio la vuelta para evitar que la viera llorando.

Él se levantó y le puso las manos sobre los hombros.

—Yo tampoco podría pasar por lo mismo una vez más. Ya fue suficientemente duro decirte adiós cinco años atrás.

Ella se apartó de él y se volvió a mirarlo.

—Entonces, ¿para qué has venido? Me marché de la reunión precisamente para no tener que pasar por esto —dijo ella con rabia.

—No lo entiendes —dijo él—. No he venido a decir adiós. He venido a decirte que te quiero, que no puedo vivir sin ti, que quiero que seas mi esposa.

Las palabras que salían de su boca lo sorprendieron a él mismo.

—Yo también te quiero, Zoro, y querría pasar el resto de mi vida contigo. Pero ambos sabemos que yo no soy el tipo de esposa que tú necesitas.

—Quizás mis necesidades han cambiando—dijo él.

—¿Qué quieres decir?

—He recapacitado mucho sobre lo que me dijiste en nuestra discusión y he llegado a la conclusión de que tienes razón: no puedo basar mi vida personal en la búsqueda de lo que no tuve durante la niñez. Tengo que seguir hacia delante, crecer y madurar. Hace cinco años fui un necio por dejarte —continuó él—. No fui capaz de darme cuenta de que tu inteligencia, tu capacidad y tu ética en el trabajo son parte de lo que amo de ti. Esta vez te quiero como eres. Quiero que seas mi esposa. Dime que te casarás conmigo.

Consumida por la emoción, ella se lanzó a sus brazos.

—Sí, sí, claro que quiero ser tu esposa.

Los labios de él encontraron los de ella. Un beso apasionado selló el compromiso, y la sensación de estar en brazos de la persona adecuada los llenó por dentro.

—Me marcharé a California si hace falta—dijo él.

Ella lo miró sorprendida.

—¿Harías eso por mí?

La profundidad de su amor era real.

—Haré cualquier cosa que me pidas.

Robin no se había sentido jamás tan querida. Sabía cuánto amaba su trabajo en Wintersoft y lo que esa renuncia significaba.

—No tienes que dejar nada, Zoro —dijo ella—. Yo trabajo desde casa y puedo trasladar mi centro de operaciones a cualquier lugar.

—¿Y tu madre?

—Mi madre está feliz y recuperada. Me echará de menos, pero puede vivir sin mí.

Robin miró aquellos hermosos ojos y se sintió llena de amor.

—Quiero casarme contigo, darte hijos y ser una gran esposa. Te aseguro que podré compaginar todo eso con mi trabajo.

Él la abrazó.

—Te quiero, Robin. Adoro tu capacidad, tu inteligencia y tu belleza. Sé que si hay alguien que puede darle el amor y el cuidado que necesita a un bebé mientras programa con la otra mano, ésa eres .

Un nuevo beso capturó los labios sugerentes de ella. Aquel hombre maravilloso, sexy y brillante sería su esposo. Era afortunada. Sin duda el futuro se vislumbraba hermoso, lleno de alegría y pasión.

FIN


Y AQUI ESTA EL FINAL QUE TANTO HE QUERIDO LLEGAR... ESPERO QUE HALLAN DISFRUTADO ENTERAMENTE LA HISTORIA... NOS VEREMOS MUY PRONTO... ASI QUE NO ME ESPEREN DESPIERTOS JAJAJAJA...

QUISIERA AGRADECER IGUALMENTE A TODOS LOS LECTORES, ANONIMUS Y PERSONAS DEL MUNDO POR DEDICAR PARTE DE SU TIEMPO A LA LECTURA DE ESTA HISTORIA... ME SIENTO ENTERAMENTE FELIZ DE TENER MUCHAS PERSONAS ALLI AFUERA QUIENES HAN PODIDO DEGUSTAR DE ESTA HISTORIA ADAPTADA... ;) :)

PD: EL 31 DE JULIO COMIENZA la saga de ZOU... espero que no se lo pierdan...

NOS VEMOS...

AH! CASI ME OLVIDO... REVIEWS?