Advertencias: Los personajes de Magi no me pertenecen. Para despistados es un school-AU sólo con Kougyoku y Judal. Son dos capítulos e intentaré actualizar como muy tarde el domingo de la semana que viene. Ante todo pido perdón porque hace mucho tiempo que no escribía nada y sigo sin beta.

Notas: Lo primero, quiero presentarme porque no negaré que tengo miedo, y la sensación de haber entrado aquí como un elefante en una cacharrería, hola. Es mi primera aproximación al mundo de Magi y para no estropearlo más de lo debido creo que estos dos personajes son más que suficientes para hacer el intento. Aún estoy aprendiendo cómo son y cómo no son, así que cualquier apunte es mucho más que bienvenido. Espero que no haya sido una desconsideración por mi parte intentar esto y que al menos llegue este two-shot a buen puerto. Gracias por la oportunidad y espero que no os defraude.


Entre la espada y la pared


1. Tocado

No era una alumna modelo porque quisiera, sino porque estaba obligada. Ella tan solo quería tener una vida normal, hacer amigos, crear bonitos recuerdos y que al mirar atrás no se arrepintiera de nada. Y sin embargo, allí estaba replanteándose todo, recordándose como un mantra venenoso que debía ser perfecta: correcta, cortés, amable, agradable, decidida y todo ello sin caer en la nadería o mostrar debilidad. No podía dejar que se aprovecharan de ella, pero al mismo tiempo debía ofrecer una mano a quién se lo pidiera. Sí, debía hacerlo.

Y por ello estaba metida en esa situación ahora.

De nuevo suspiró dejando caer la frente sobre el frío espejo del baño. Entonces, ¿por qué no pudo haberse desentendido de aquello sin más? Era obvio que se estaba aprovechando de su forma de ser, de la situación y de todo lo que estuviera a su alcance para conseguir lo que quería. Incluso había llegado al punto de estar usándola. Sabía que no era idiota, él conocía demasiado bien todos sus puntos débiles y atacó sin más; porque sabía que no podía negarse si la acorralaba de aquella manera; además, fue directo al grano, sin lugar a dudas, ella era la mejor baza para lograr su objetivo. Una incomprensible queja escapó de sus labios, recordar ahora lo que sucedió dos semanas atrás no tenía sentido porque él siempre había sido así y siempre lo sería, sin tener en cuenta las consecuencias que sus acciones tenían para los demás. Ese era su problema, jamás pensaba en las consecuencias.

—Maldito Judal —masculló en un suspiro—. Si no me lo hubiera pedido en mitad del descanso, en mitad de la cafetería, delante de todos, haciendo ojos de cordero degollado, con el profesor de guardia cerca y montando una escena de las suyas… ¿A quién quiero engañar pensando? Soy tonta.

Y eso era lo peor.

Cerró los ojos, girando hacia los lados la cabeza. Tonta, porque estaba segura que aunque él no hubiera sido tan rastrero buscando y calculando las condiciones propicias al milímetro para evitar que se negara, ella también hubiera aceptado. Sin lugar a dudas, es más, hubiera aceptado con mucho más entusiasmo y hasta le hubiera alegrado saber la confianza que él depositaba en ella. Porque, al fin y al cabo, para algo están los amigos.

Una leve sonrisa se dibujó en sus labios, precisamente por eso de que se conocían demasiado bien, sabía que Judal nunca usaría el camino sencillo y adecuado si ello conllevaba una mínima posibilidad de fallar o, mejor aún, si podía matar dos pájaros de un tiro consiguiendo lo que quería y además hacerla sufrir delante de todo el mundo. También era consciente de que podía haber jugado una carta honrosa para ella y dolorosa para él: podía haberle dicho que se lo pidiera a alguien más, a algún alumno de su mismo curso, a alguien del club, al mismo profesor; pero hasta eso había calculado el maldito con unas lágrimas de cocodrilo en público y un par de palabras bonitas en privado.

—La confianza da asco —abrió los ojos observando su propia debilidad—, y tú tenías que haberlo mandado con onii-sama en cuanto tuviste la oportunidad.

Una corta carcajada escapó de sus labios mientras se incorporaba. Su hermano mayor era su único punto débil conocido, o quizá le temía. O le respetaba. O algo similar que implicaba comportarse apropiadamente por una vez sin necesidad de regañarle ni molestar a los que lo rodeaban. Hubiera sido divertido haberle acorralado por un instante para ver cómo salía de ese embrollo.

Si tan sólo…

Negó con la cabeza, no tenía sentido pensar en ello. Era una pérdida de tiempo. Judal era así y no tenía remedio. Es más, admitía que había veces que hasta le gustaba aquella faceta de su personalidad: divertida, traviesa, que lo mismo la enfadaba que le sacaba una sonrisa, tan directo y a veces certero. Tan refrescante y diferente de las estrictas normal que acostumbraban en su familia.

Abrió el grifo y empapó el pañuelo de tela que tenía en la mano. Con ojo crítico recorrió la nueva marca en su piel en la base del cuello y resolvió que solo era un arañazo. Escurrió el pañuelo y lo posó suavemente sobre su cuello, sobre la línea rojiza, limpia, precisa y que hubiera sido peligroso si no hubiera llevado las protecciones. Sus facciones se contrajeron por el cambio de temperatura; al menos, esperaba salir viva de aquello.

—¡Ey! —Su voz vino acompañada de unos golpes recios contra la puerta del aseo—. Deja de contarte las arrugas y sal de una vez, estoy harto de esperar y el tiempo pasa.

Un nuevo suspiro escapó sin darse cuenta.

—Recuerda, Kougyoku —masculló mirándose al espejo—, todo esto es para evitar un mal mayor.

Asintió a su reflejo, mentalizándose para el nuevo asalto; cogió los guantes, la careta, el florete y una buena bocanada de aire antes de abrir la puerta para enfrentarlo.

Allí estaba el problema que quemaba su paciencia, quejándose mientras movía sin mirar su arma, la mano libre en la cintura sujetando su careta y el peto medio desabrochado. No esperaba una disculpa, ni una palabra de preocupación por su parte; sabía que no repararía en sus acciones, no, tan sólo la empujaba por la espalda apremiándola a seguir con aquella clase extra.

¿Qué había hecho para merecerse aquel castigo divino? ¿Por qué tenía que ser precisamente esgrima? Bueno, pensándolo bien, era mejor maldecir la buena suerte de Judal. Sí, para él era todo un regalo del cielo que el examen final de la única asignatura que nunca se le había dado bien fuera esgrima: porque a diferencia de él, a ella sí se le daba bien y tenía dos buenas razones para ayudarle, era su amigo y la predisposición para hacer lo que fuera con tal de que no repitiera curso. Porque si suspendía ese examen, significaba coincidir durante todo un año en la misma clase, aguantándose el uno al otro, todos los días, a todas horas y Kougyoku no pensaba cavar su propia tumba. Tan sólo de recordar qué se estaba jugando, le entró un escalofrío Así que ahí estaban, a menos de dos días de la fecha señalada intentando hacer que aprendiera unos requisitos mínimos de florete para evitar que la pesadilla se hiciera realidad.

—Está bien—

—¿Cómo que está bien? —la cortó bruscamente girándose hacia ella—. Te di y no me contaste el toque. Recuerda que tengo que aprobar, aprobar.

Kougyoku estaba acostumbrada a sus rabietas, y por lo que parecía aquello iba a ser el comienzo de una más; quizá tenía razón no tenía el cuerpo para aguantarla, lo mejor era apresurarse a ponerse los guantes y volver a la práctica. No, se mordió el labio, ojalá pudiera ser así de sencillo, aquello no solo era práctica, también tenía que meter en su dura cabeza un mínimo de aspectos técnicos que se negó a estudiar durante los primeros días.

—Porque la estocada—empezó a aleccionar olvidando cuántas veces más se lo había repetido— no fue con la punta, sino por el filo, y casi fuera de la zona de puntuación, ahora ciérrate el peto y deja—

—Ya deja de quejarte y dime cómo aprobar, vieja.

—¡Es lo que intento! —masculló más alto de lo que estaba acostumbrada, lo estaba consiguiendo, hoy acabaría con su paciencia, y lo peor es que sabía que si le seguía el juego no llegaba a ningún sitio, así que forzó una sonrisa y continuó—. Es lo que llevo intentando hacer desde hace dos semanas, Ju-chan. Ahora, vístete, ponte en guardia y deja de poner el brazo por medio o te suspenderán automáticamente.

Kougyoku bajó su careta y adoptó la posición de partida esperando que él hiciera lo mismo.

—¿Algún consejo indispensable más, oh honorable anciana? —perfiló con veneno entrecerrando los ojos, imitándola, no le quedaba otra.

Judal estaba más que seguro que ella se había estado aprovechando de la situación dándole tantas órdenes y quejas sobre su comportamiento como pudiera; y odiaba no poder hacer nada por evitarlo sin así fastidiar su plan, pero debía pensar en la recompensa. Sí, todo fuera por el bien del plan.

El primer asalto después de enfadarla era siempre igual y como todas las veces anteriores, sólo podía adivinar que había dado los dos pasos necesarios para acortar la distancia entre ambos, con un gesto rápido y preciso tiró limpiamente a su corazón y sintió ese golpe en su honor. Porque era incapaz de seguir sus pasos con la vista, porque era incapaz de reaccionar siquiera a defenderse. No por nada había ido a pedirle ayuda a la mejor.

—Mueve los pies —susurró, también era increíble como su personalidad cambiaba una vez se concentraba en su juego preferido—. Otra vez.

La pequeña y tímida niña que conocía tan bien; de pronto se volvía segura, y decidida en todos sus gestos, ese orgullo que solía tener escondido en una cajita salía y relucía brillante y altivo, tanto que le daba ansias de aplastarlo.

Y nunca admitiría que era lo que más le gustaba de jugar con ella.

En este segundo asalto, al menos, ya sí le dejaría atacar. Tras el saludo, no esperó que se lo dijera dos veces, y estiró el brazo armado apuntando a su hombro, obligándola a romper. Ese era el patrón de apertura que le enseñó la primera semana, ahora debía impedir que iniciara un contraataque, prefirió tirar de nuevo golpeando el brazo no armado. Ella repelió el florete con precisión, una nueva embestida que también esquivó, una tercera que ni siquiera llegó a rozarla, y con su maldita gracia natural volvió a la posición de guardia antes de colocar los pies perfectamente y marchar hacia delante alineando brazo y pierna preparando el ataque decisivo.

Era ahora o nunca.

—Sigo sin entenderlo —bajó el florete quedándose de brazos cruzados—. Si soy más fuerte que tú y logro darte más veces, ¿por qué no gano?

El leve gemido que siguió al golpe contra el suelo sucedió tan rápido como esperaba. También era sencillo descentrarla cuando se esforzaba demasiado en algo. Kougyoku le maldijo antes de quitarse la careta, y tenderle la mano para que la ayuda a levantarse; Judal primero la observó, en gesto cuidado elevó las cejas e interpretó una duda perfecta antes de hablar en su tono resuelto habitual.

—¿No puedes sola?

—Gracias, Ju-chan. —Suspiró y se incorporó, lo había hecho a propósito, lo sabía, pero no podía dejarse caer en su juego; así que tomo aire y buscó responder a la primera pregunta—. No todos los toques puntúan, ya te lo he explicado. No es cuestión de dar o no, sino saber dónde dar y cómo dar; es decir, de técnica.

—Sí, sí, vieja, técnica, siempre le echas la culpa a la técnica, ¿no estarás engañándome?

—Ya, ya, pobre Ju-chan engañado por la vieja y malvada Kougyoku.

—Exacto —respondió firme.

—Déjate de tonterías y no perdamos más tiempo, ¿para qué te voy a engañar? ¿Acaso no fuiste a clase? ¿No me has escuchado en estas semanas?

—Bueno, supongo que es cierto —hizo un ademán con la manos y cerró los ojos—. Alguien como tú nunca mentiría, ni por su propio bien.

—Espera, ¿qué has querido decir con eso? —sabía que no debía interesarse, lo sabía perfectamente, lo mejor era dejarlo pasar, su paciencia se lo agradecería.

—Nada, nada, que, total, sería extraño hasta para ti, no va con tu imagen. Eres la mejor, todos lo dicen, ¿no? Te creeré por eso.

—Judal —apretó los puños—, no sé qué intentas, pero déjalo. Vamos a seguir, queda poco tiempo para el examen y tienes que aprobarlo.

—Sí, no podemos dejar que digan que no has sido capaz de enseñarme nada, ¿verdad?

—Te equivocas… —apenas un susurro escapó de entre sus labios pálidos, no podía creer lo que estaba escuchando.

—¿Crees que me equivoco? —dio un paso hacia la chica, cerrando sus ojos sobre los de ella—. ¿Por qué tendría que equivocarme? Qué más te da si suspendo o no, estas aquí porque tienes que mantener tu increíble y maravilloso papel de alumna perfecta que todo lo hace bien, que siempre aprueba, que siempre sonríe y que —

—¡Para! —La exclamación resonó en el gimnasio como un trueno—. Nada de eso es verdad. Deja de decirlo. Te ayudo porque yo quiero hacerlo, porque tú eres mi amigo.

—¿Amigo? ¿De verdad sigues creyendo que somos amigos?

Y se acabó.

Ni siquiera era consciente de en qué momento exacto las lágrimas habían empezado a brotar con fuerza de sus ojos, tan solo sentía el frío que dejaban en sus mejillas. El mismo frío que afilado la envolvía erizando su piel. Aquello sí había sido la gota que colmó el vaso.

No, no podía aceptarlo sin más.

Se negaba a pensar que aquel era el Judal que conocía. Sí, no era la primera vez que le decía aquello, pero nunca había llegado al extremo de ese día. Algo más debía pasar.

—Mentira —susurró, quería forzar una sonrisa, quería limpiarse las lágrimas, gritarle y decirle que volviera a ponerse en guardia, quería que aquello fuera mentira.

—Déjalo. Ya he perdido dos semanas aguantándote.

Tras hablar con su tono más frío, chascó la lengua y la observó palidecer de golpe antes de que su llanto fuera a más. Entones vino el primero de los dos peores golpes que jamás recordaba recibir, el leve empujón que le dio cuando rompió a correr de vuelta al aseo que hizo que su hombro se congelara; y el segundo, una última frase que sintió como miles de agujas clavándose en su cuerpo. Porque, a pesar de que todo iba según su plan, nunca esperó escuchar esa frase de sus labios, con su voz entrecortada por las lágrimas, nunca imaginó que sus estocadas pudieran hacer tanto daño.

—Para mí, sí eras mi amigo.


N/A: Prometo que el otro capítulo será más alegre. Si os apetece, no os olvidéis que podéis comentar, poner en favoritos/alert y todas esas cosas que me hacen sonrojar y que agradeceré hasta la eternidad.

También acepto amenazas, pero sólo si están recubiertas de chocolate :3

¡Muchísimas gracias por leer!

PL.