Disclaimer:Todos los personajes pertenecen a Stephenie Meyer.

TU VENGANZA, MI PENITENCIA.

EPÍLOGO

En el preciso instante en el que Edward lanzó su birrete al aire, entre los asientos del auditorio de la universidad, Bella rompía aguas.

La pequeña Esme Cullen, nació cuatro horas después en el hospital Providence de Portland.

Su padre la recibió más nervioso de lo que esperaba siendo ya un padre experimentado.

Su madre y su hermano, se reían divertidos ante la inquietud de Edward mientras conducía desesperado por las calles de Portland.

Con rapidez Esme Cullen se convirtió en la nueva princesa de la casa y su madre, a partir de entonces, recibió el trato de una reina.

Acabada la universidad, Edward volvió a casa para quedarse y los cuatro comenzaron una nueva vida.

Tyler era el perfecto hermano mayor, siempre pendiente de Esme y sus necesidades.

Carlisle encontraba hasta las más ridículas excusas para visitar la casa de su hijo y pasarse horas junto a sus nietos.

Cuando Esme cumplió su primer mes de vida ya había envuelto a su padre alrededor de su meñique y le tenía a sus pies con solo moverse.

Gracias a una recomendación de su amigo Emmett, Edward fue contratado por una empresa maderera de la cual el bufete de Emmett era asesor legal.

Aunque no tenía un puesto de grandes responsabilidades, tenía mucha fe en el futuro y su trabajo en el departamento financiero, poco a poco iba siendo reconocido.

De alguna forma encontró el tiempo suficiente para pasarse un par de horas a la semana por Cullen's Cars and Trucks, aunque Garrett se había convertido en el encargado y responsable del taller y Edward confiaba en que tarde o temprano, acabarían vendiéndole el taller.

Esme acababa de cumplir cuatro años cuando los gemelos Colin y Brady llegaron a sus vidas.

Bella, madre de cuatro niños se vio obligada a dejar el colegio y dedicarse a su familia.

En ese tiempo, y no sin esfuerzo, Edward había hecho reformas en la casa agregando dos habitaciones para albergar a su ya numerosa familia.

En esos cuatro años, había ido poco a poco ganándose más responsabilidades en la empresa en la que trabajaba y para cuando llegó su cumpleaños número cuarenta, fue nombrado responsable financiero, teniendo que rendir cuentas solamente ante el director financiero que trabajaba en las oficinas principales en Portland.

Cada día, cuando Edward entraba a la casa, sus tres hijos menores se lanzaban sobre él.

Fingiendo que le derribaban, Edward se dejaba caer sobre la alfombra y los pequeños luchaban sobre él para llenarle de besos y arrumacos, mientras él simulaba querer quitárselos de encima.

Tyler, a sus catorce años, mostraba indiferencia, sin alejar la vista de sus libros, siempre repantigado sobre el sofá.

Cuando Edward se ponía en pie, aún con sus pequeños atacándolo, Tyler no podía evitar sonreír, cuando su padre le levantaba y lo ponía como escudo entre él y sus hermanos al grito de ¡Ayúdame, Ty!

Esa pequeña batalla se había convertido en un ritual diario, hasta que Bella, recostada en el marco de la puerta que comunicaba el salón con la cocina, acudía en su rescate.

—La cena está lista —decía con voz firme —Todos a lavarse las manos —ordenaba y todos corrían al baño.

Risueño y feliz, Edward se acercaba a su mujer y la rodeaba con sus brazos, para estrecharla contra él con una mirada depredadora que excitaba a su mujer como la más caliente de sus caricias.

—¿Cómo ha ido el día? —indagaba sonriendo seductor.

—Largo —reconocía ella —Con tres niños dando guerra…

—Todavía queda una batalla más antes de dormir —aseguraba él restregándola contra su cuerpo.

—¿Ah, sí? —ronroneaba ella respondiendo a su vaivén —¿Y cuándo tendrá lugar?

Edward bajaba sus labios sobre su cuello para mordisquearlo ante de susurrar en su oído.

—Cuando todos duerman, te meteré en nuestra cama y voy a chupar y lamer cada uno de tus enormes pechos, antes de mordisquear tu sexo y follarte hasta que debas morder tus labios para evitar gritar —prometía haciéndola carcajear.

—Eso si no te follo yo a ti antes, mientras colocas los platos en el lavaplatos —aseguraba ella dándole un mordisco para volver a la cocina y servir la cena para su familia.

Tyler acababa de cumplir dieciocho, cuando su abuelo materno murió en la muy lejana Australia.

Aunque Tyler apenas le había conocido, su madre abrió para él una cuenta con el dinero que aquel le había dejado en herencia, dispuesto para la universidad.

Y fue el día que Tyler se graduó del instituto que conmocionó a sus padres con una noticia que les impactó.

Sentados en el sofá del salón, Bella y Edward observaban a su hijo mayor que escondía su mirada en sus manos entrelazadas sobre el regazo.

—Me estás comenzando a preocupar, Ty. ¿Qué es lo que sucede, hijo?

Tyler inspiró profundamente antes de levantar la vista y clavarla en su padre.

Las palabras que tenía que decir sabía que harían temblar a su padre, hasta decepcionarle.

Pero él ya no podía retrasarlas más.

—No voy a ir a la universidad —dijo por fin y el grito de su padre le sobresaltó.

—¿¡Que tú qué!? —gritó Edward poniéndose en pie.

Bella tiró de él para obligarlo a volver a sentarse.

—Calma, Edward. Siéntate —pidió y su marido la observó dubitativo debatiéndose entre sentarse o volver a atemorizar a su hijo.

Cuando Edward ocupó nuevamente su lugar, Bella entrelazó su brazo con el de él antes de dirigirse a su hijo.

—Veamos, Tyler, explícanos por qué no vas a ir a la universidad. ¿Qué es lo que ha sucedido, cariño? Hace tres días estabas encantado con la idea…

Tyler miró a su madre sabiendo que tenía en ella una apoyo incondicional.

—Lamento decepcionaros, pero no podré ir a la universidad —explicó.

—¿Por qué no, cariño?

—Gianna tiene un retraso —explicó y Edward dio un respingo conmocionado.

—¿Qué coño estás diciendo, Tyler? —gruñó su padre iracundo.

—Lo que has oído. Gianna tiene un retraso. Ayer se ha hecho la prueba y está embarazada, así que vamos a casarnos —aseguró el joven y Edward sintió como su mundo caía nuevamente sobre él.

—Tú no vas a hacer nada de eso —rugió Edward —Primero vas a asegurarte de que sea tuyo… —intentó argumentar, pero su esposa le cortó al ver el rostro demudado de su hijo observando a su padre.

—¡Edward! —exclamó Bella sorprendida.

—¿Qué coño estás sugiriendo de mi novia? —bramó Tyler poniéndose en pie.

—He visto otras zorras hacerlo antes —dijo despectivo.

—Es de mi novia de quien estás hablando. Que a ti te engañaran cuando eras un jovencito no significa que conmigo vayan a hacerlo. No voy a ir a la universidad y es mi última palabra. Usaré el dinero que me dejó el abuelo para formar mi familia y no hay nada más que decir —gruñó el joven antes de dirigirse a la puerta de calle y abandonar la casa con un portazo.

—Tú no harás nada de eso —gritó su padre a la puerta cerrada —No lo permitiré.

Edward se dejó caer agotado contra el sofá. Bella sentía la furia de su marido emanando de su cuerpo, por lo que, prudentemente, decidió esperar que se calmara antes de hablar.

Edward escondió su rostro entre las manos apoyando sus codos en sus rodillas.

—¿Cómo puede estar haciéndome esto? —gimió —¿Es que no ha aprendido nada de mí? ¿No ha visto lo infeliz que he sido por dejarme engañar?

—Tal vez solo recuerde lo felices que hemos sido estos últimos catorce años…

—¡Por Dios, Bella! Pasé una década siendo un amargado furioso e iracundo, por culpa de su propia madre que me engañó como a un idiota.

—Gianna no es Victoria, Edward —explicó Bella —Gianna es su novia, no solo un ligue de una noche.

—Es una chiquilla. ¿Cómo puede pretender dedicarse a ser padre a los diecinueve? ¿No se da cuenta que se arruinará la vida?

—Ser padre es algo maravilloso, Edward. Tú lo sabes.

—No a los veinte y no cuando te impide cumplir todos tus sueños.

—Eso nunca podrás saberlo porque aquel pequeño nunca llegó a nacer. De haberlo hecho tú le hubieras amado tanto como amas a todos tus hijos y no te habrías sentido traicionado y amargado.

—No lo entiendes… ¡Es la universidad! No puede abandonar su sueño de ir a la universidad…

—¿Es ése su sueño, Edward, o es el tuyo?

—¿De qué hablas?

—Quizás deberíamos asegurarnos primero que es el deseo de Tyler ir a la universidad y no lo hace solo porque tú lo deseas para él.

—He trabajado toda mi vida para que mis hijos tuvieran las oportunidades que yo no pude tener —gimoteó.

—Y eso está bien, pero creo que primero deberíamos asegurarnos de qué es lo que él quiere y después ofrecerle nuestra ayuda y apoyo incondicionales.

—¿Y qué haremos?

—Si Tyler desea ir a la universidad, podremos ayudarle financiera y logísticamente para que no tenga que trabajar y pueda dedicarse a los estudios. Será duro y sacrificado, pero es parte de la vida adulta y ellos deberán comprenderlo. Si en realidad prefiere no ir a la universidad, le ayudaremos a buscar un buen trabajo que le permita mantener a su familia y criar a su hijo.

—No puedo hacer eso, Bella. No puedo consentir que deje todos sus planes abandonados…

—¿Podrías consentirle que dejase abandonado a su hijo y a la chica con la que ha hecho el amor y a la que, en un descuido, ha dejado embarazada?

Edward miró a su mujer pensativo y se levantó de su asiento, frustrado.

—Odio que siempre seas tan razonable.

—No, no lo haces. Amas que siempre te ayude a razonar —retrucó Bella y se dejó arrastrar por su marido hasta la habitación.

El pequeño Kevin Cullen nació nueve meses después para regocijo y adoración de su abuelo.

Su padre, Tyler, estudiaba publicidad en la universidad de Portland cuatro días a la semana y volvía a casa para pasar los otros tres.

Sus abuelos, Edward y Carlisle, habían reformado la casa de Carlisle convirtiéndola en dos pequeños apartamentos, donde Tyler y Gianna habían instalado su familia.

Gianna trabajaba por las mañanas en la tienda de deportes de los Newton, mientras estudiaba filología en la universidad a distancia.

Bella cuidaba de su nieto y sus hijos pequeños durante el día y por las noches, se sumergía con su marido en encuentros cargados de erotismo y placer.

Y era en esos momentos, cuando su mujer dormía desnuda y exhausta entre sus brazos que Edward hacía un alto en sus pensamientos y miraba hacia atrás, a todo lo que su vida había sido.

Y siempre le gustaba lo que veía.


Y ahora sí, el final.

Gracias por los reviews, por los alertas y favoritos, y siempre por leer.

Y gracias a todos por acompañarme una vez más.

Les espero en el grupo de Facebook, Las Sex Tensas de Kiki.

Y en mi perfil encuentran el link del tráiler que Maia Alcyone ha hecho para este fic.

Besitos y nos seguimos leyendo en algún que otro proyecto!

Tengo nuevos proyectos que espero ir subiendo en un par de semanas, aunque aún no tengo fecha exacta pero si tienen ganas de seguir leyendo mis devaneos, no me pierdan la pista aquí en FF o en FB.

Gracias y hasta la próxima!