Summary: Todos los días se veían en la habitación 505 del hotel Empire, hasta que ella dijo adiós y desapareció sin dejar rastro… desatando el infierno en Edward.

Siempre diré lo mismo: Meyer es la jodida ama de esto, no yo.


ROOM 505.

Prólogo.

Le extrañó encontrar la puerta entreabierta y la habitación en penumbras. Si no hubiera sido por la luz que entraba por el balcón, todo estaría en total oscuridad.

Ni siquiera tuvo que llamarla, pues la encontró sentada sobre el brazo del sillón, dándole la espalda. Bella lo miró sobre su hombro y le ofreció una sonrisa apenas existente.

Él ya estaba acostumbrado a su ánimo tranquilo más bien taciturno y melancólico.

Aseguró la puerta con la llave y caminó hacia ella. Reposó sobre el sillón y ella se dejó caer en su regazo.

―Hola ―murmuró Bella mordiéndose el labio.

―¿Por qué las luces están apagadas? ―inquirió, sin responder su saludo―. Tú le temes a la oscuridad.

―Ya no tanto ―musitó, poniendo la mano sobre la mejilla de él― ¿Quieres que encienda la lámpara?

Él negó, cerrando los ojos ante su caricia―. Como prefieras está bien.

Ella vibró con una pequeña risa―. ¿Siempre vas a hacer lo que yo quiera?

Él puso un falso gesto dubitativo y luego asintió―. En el noventa y nueve por ciento de los casos, sí.

Edward comenzó esa plática de siempre, esa platica que en los últimos meses se había vuelto la parte más importante de su vida. Y es que, si él no la veía al menos una vez, se sentía morir. Isabella lo interrogó como siempre, con sus ojos curiosos mientras abrazaba sus rodillas contra su pecho. Ella siempre hacía preguntas inteligentes que constantemente lo dejaban fuera de combate.

Él la amaba.

Y el amor claramente nos vuelve estúpidos y aletarga nuestros sentidos. Si no fuera así, entonces él se hubiera dado cuenta de todas las formas en las que Isabella le dijo adiós esa noche.

Ella echó sus muslos alrededor de sus caderas y comenzó a besarlo sin darle tiempo a respirar. Ella nunca hacía eso.

Ella lo tumbó sobre la cama, le bajó el pantalón y lo llevó hasta el fondo de su garganta. Ella jamás hacía eso.

Ella le obligó a ir hasta el fondo de su coño y gimió por el dolor. Ella en la vida hacía eso.

Ella era siempre dulce, siempre demasiado correcta como una dama; siempre tierna y cálida, como el sol.

Edward la sostuvo fuerte cuando acabó, tan fuerte que creyó posible fundirse en su carne.

Por la madrugada fue tiempo de irse.

Ella siempre se quedaba dormida antes que él y entonces él podía desaparecer deslizándose por la puerta. Esa noche, sin embargo, ella tenía los ojos tan abiertos como un búho.

―Que tengas buen día ―le dijo mientras lo veía ponerse el pantalón.

Él se sobresaltó―. No sabía que seguías despierta, Laduree*.

Ella retozó entre las sábanas y cruzó los brazos bajo la almohada. Edward quiso volver de inmediato ahí dentro, pero era imposible.

―Quería verte partir ―explicó sin ganas―. Siempre te vas sin despedirte.

Él le tomó el rostro―. No me gusta decirte adiós. Prefiero pensar que si no me despido, tú siempre estarás conmigo.

Ella suspiró―. Bueno, hoy es necesario ―le besó los labios con un roce simple, pero húmedo.

Cuando Edward abrió la puerta, se giró a verla una vez más. Ella le sonreía, dulce como siempre, pero esta vez mucho más radiante.

―Adiós. Te amo, ángel ―jadeó.

Él palideció ante esas palabras y no pudo hacer nada mejor que cerrar la puerta por fuera y largarse por el pasillo a zancadas.

En el ascensor, se dio cuenta de lo estúpido que había sido.

La amo, yo también la amo… y no se lo dije. Y él siempre se lo decía. De todos los días… precisamente hoy no pude. Quizás había sido porque de todos los días, Bella nunca le había dicho que lo amaba. Ella siempre se quedaba callada y sonreía… pero nunca decía las dos jodidas palabras.

El valet parking le entregó las llaves del auto. Ahí, el sacó su celular y marcó el de Bella.

―¿Sí?

―Yo también te amo, Laduree.

Pero ella colgó y él se quedó por siempre con el recuerdo del sonido de línea muerta en la cabeza.

Estaba jodido… y mucho.

Arriba, en la habitación, Bella recogió sus cosas, tomó un taxi y salió en el primer autobús con rumbo a cualquier lugar lejos de todos… lejos de él.

Bella se fue para siempre.


Muchas gracias por leer. Un comentario sería jodidamente genial.

S4TC.