Ranma 1/2 es una obra cuyos derechos pertenecen a Rumiko Takahashi. Este fanfiction está realizado sin ningún ánimo de lucro y con el mero objetivo de divertir y entretener.

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Capítulo 1: Cosas de chicas

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Era un día tedioso. El verano se había instalado de forma perezosa en las calles de Nerima y sus vecinos no podían hacer otra cosa que intentar pasar las horas de calor lo mejor posible.

Aquel año parecía especialmente insoportable, pegajoso y abrasador.

En una estrecha calle de la barriada había un pequeño establecimiento familiar, un restaurante chino que en aquellos momentos se encontraba tristemente vacío.

—Aaah, aburrida estar— suspiró Shampoo después de terminar de limpiar completamente las mesas. La hora de comer había pasado y hasta la cena no esperaban un solo comensal. Todo aquello se acentuaba con las vacaciones de verano, principales responsables de la quietud del lugar.

—Si tan aburrida estás podrías aprovechar y limpiar de nuevo toda la vajilla— propuso una mujer entrada en años subida sobre un curvo bastón.

—Bisabuela ser cruel, ¿por qué no hacerlo Mousse?— intentó escabullirse.

—Porque él ya está barriendo el patio y lavando los manteles.

La pequeña amazona rodó los ojos con fastidio, en aquellas tardes de caluroso verano lo único que le apetecía era tomar un helado y salir a pasear al parque, quizás en una romántica cita. Desde luego quedarse a limpiar el Neko Han Ten no entraba en su idea de diversión.

El sonido de la campana que coronaba la puerta resonó en el local, anunciando una visita inesperada. La amazona miró al recién llegado con curiosidad, presintiendo que su aburrimiento acababa de llegar a su fin.

—Oh, pero si es el vendedor ambulante, no te esperábamos hasta dentro de varias semanas— comentó la anciana mientras se aproximaba a grandes saltos sobre su bastón.

—Buenas tardes— respondió él de forma respetuosa, inclinando la cabeza. Se trataba de un hombre de unos 50 años con mofletes hinchados, de expresión amable y buenos modales.

Apenas unos minutos después el vendedor se encontraba con un montón de frascos, abalorios y extraños objetos completamente volcados sobre una de las mesas más grandes del restaurante, a su lado una interesada Shampoo lo observaba todo con mirada ardiente.

—...y esta es nuestra nueva gama de repelentes de insectos, tan solo con una rociada pueden hacer desaparecer los mosquitos durante tres días enteros — murmuraba el hombre, intentando vender sus nuevos productos, pero los expertos ojos de la china no estaban interesados en aquel tipo de menesteres.

—¿Y qué ser esto?— dijo alzando una diminuta cajita de latón con el dibujo de una rosa labrado en su tapa.

—Como siempre tiene usted muy buen ojo, señorita Shampoo. Eso lleva viajando conmigo durante muchos años, tristemente pesa sobre ella una terrible maldición lo cual la convierte en un objeto indeseable.

—¿Maldición?— preguntó mientras sus ojos se llenaban de brillos, deseosa de escuchar una buena historia que la transportara muy lejos de aquel aburrido día.

—Así es— asintió el comerciante. —Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años vivió una doncella noble cuyo padre, celoso por perderla ante cualquier hombre indigno de ella, la encerró en un monasterio, donde murió joven y soltera. Cuentan que su espíritu rencoroso se quedó prendido en el único objeto que poseía: una sombra de ojos.

—¡Terrible ser!— dijo Shampoo, cada vez más pendiente de sus palabras.

—Lo es, pues en la cajita quedaron encerrados todos sus sentimientos. El objeto pasó de mano en mano y de generación en generación, causando desastres en todo aquel que la poseía.

—¿Qué causar?¿qué ocurrir?

—Dicen que toda joven que la use será poseída por los sentimientos de la doncella noble. Lo mejor para ilustrarla es la trágica historia de amor que protagonizó, hace ya más de cien años.

Shampoo se acomodó en la silla, tensando la espalda, cada vez más pendiente de las palabras del vendedor ambulante, quien por supuesto siempre disfrutaba de contar una buena historia con público. Se aclaró la garganta, intentando crear expectación.

—¡Contar de una buena vez!

—¡Ya voy, ya voy! Hace cien años este maquillaje cayó en las manos de un hombre, quien al igual que el padre de la noble doncella, no podía tolerar que su hija terminara casada con un cualquiera. La muchacha estaba enamorada de un granjero vecino, y el padre, ansioso por romper su próximo compromiso le entregó la cajita como regalo de bodas esperando que la maldición hiciera que dejaran de amarse. Tal y como había planeado la joven se vio bajo su influjo y su enamorado la abandonó.

—¿Abandonar?

—Sí, en eso consiste la maldición: El alma de la doncella encerrada desea salir a divertirse con hombres, por lo que la mujer que use esta sombra de ojos verá alterado su comportamiento. Aquella chica se dedicó a visitar todas y cada una de las camas de los varones del pueblo, quedando tristemente embarazada sin saber siquiera de quién. Sin duda un trágico final para todos.

Shampoo miró unos segundos el objeto que se encontraba sobre la mesa, muy callada, mientras en su cabeza un malévolo plan comenzaba a tomar forma poco a poco.

—¿Eso hacer?

—Así es. Por supuesto nadie quiere tener cerca un objeto como este.

—¿Haber forma revertir maldición?

—No que yo sepa, aunque siempre puedo venderte un amuleto anti espíritus— dijo mientras rebuscaba en su gran mochila y sacaba una tira de tela con multitud de kanjis escritos a pincel — Esto cosido a cualquier prenda bastará para que los espíritus pasen de largo, es igualmente bueno para combatir enfermedades causadas por el bloqueo de los chakras y…

—Shampoo compra— le interrumpió ansiosa.

—¡Buena decisión! nunca se sabe cuando un espíritu puede echar mal de ojo.

—No, no, Shampoo compra todo. Amuleto y maquillaje.

—Señorita… ¿está usted segura?

Y en respuesta sólo recibió una fila de dientes blancos mostrándose ante él de forma pérfida.

El vendedor nunca tuvo tanto miedo de una sonrisa.

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—Me muero de hambreeee, ¿cuando estará lista la cena?— protestó el artista marcial impaciente, Kasumi estaba tardando más de lo normal y la mitad de la familia estaba hambrienta, esperando desperdigados por el salón.

—¿Será que necesita ayuda?— dijo Akane poniéndose en pie, estaba a punto de dirigirse hacia la cocina cuando Ranma atrapó su muñeca hábilmente.

—Mejor quédate aquí— intervino, y por un segundo el corazón de la adolescente dio un brinco en su pecho mientras por su cabeza corrían bochornosas ideas sobre las razones del chico para actuar de aquella manera.

Ya no era una cría, y de alguna manera albergaba una pequeñísima, ínfima, diminuta esperanza de que el idiota de su prometido mostrase algún tipo de interés en ella. Por supuesto hasta el momento sin señales de ello. Cero. Nada. Ni siquiera una mirada o una caricia accidental. Era desesperante.

Por eso miró con tanta muda expectación su muñeca atrapada en su mano, imaginando quizás que en su gesto hubiera intenciones ocultas.

El chico alzó sus ojos azules, sus cejas estaban ligeramente contraídas.

—No quiero sufrir indigestión.— terminó ganándose un soberano golpe en la cabeza.

Akane se sacudió las manos, resopló por la nariz y se fue hacia la cocina mientras sus pasos resonaban fuertes en toda la casa. Con la cabeza enterrada entre un tatami recién partido el chico de la trenza se sobó el chichón de la coronilla.

—Será bruta...

La airada muchacha entró en la cocina intentando contener su acuciante enfado, estaba claro que con ese bocazas insensible no iba a llegar a ninguna parte. Si ya era mucho esperar una palabra amable de su boca, no digamos siquiera un halago.

Podían pasar años, ¡décadas! Podía convertirse en roca y después reencarnarse en una cabra o una supermodelo, como fuera no le iba a prestar mucha más atención que ahora.

—Kasumi, ¿quieres que te ayude? —preguntó amablemente, viendo a su hermana más apurada de lo normal.

—Vaya Akane… la verdad es que no creo que haya mucho que podamos hacer. —dijo llevándose una mano a la mejilla, mirando preocupada. —No sé cómo ocurrió, pero se volatilizó la cena.

—Que se… ¿volatilizó? —preguntó arrugando las cejas, Kasumi asintió, preocupada.

—Así es, lo dejé todo listo antes de salir de casa y cuando regresé ya no quedaba nada. Los platos están vacíos, limpios y colocados en su lugar, y no hay nada que pueda preparar en este instante. No nos queda más remedio que encargar comida.

—Que extraño —recapacitó la chica cruzándose de brazos y caminando por la estancia, estaba tan limpia que nadie diría que hubiera sufrido un ataque ni nada parecido. Y un ladrón hambriento no se molestaría en limpiar los platos.

Fue entonces cuando reparó en un colorido folleto con un nombre bien conocido. Miró con detenimiento el papel antes de tomarlo entre sus manos y leerlo en voz alta.

—"Oferta especial cena familiar Neko Han Ten: venir a establecimiento, comer barato. No válido fines de semana."

—Vaya, que casualidad, ¿no te parece? —sonrió apacible Kasumi, pero Akane no era tan simple, conocía lo suficiente a Shampoo como para saber que había gato encerrado, y nunca mejor dicho.

—Es muy sospechoso. —apuntó desconfiada justo cuando su padre hacía acto de presencia en la cocina.

—Kasumi, ¿ocurre algo?— pregunto extrañado por la falta de comestibles sobre la mesa.

—Papá, creo que hoy tendremos que salir por comida china.

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—A veces salir y romper la rutina es agradable, ¿no crees, Saotome?

—¡Así es, Tendô! —apuntó Genma con una sonora carcajada mientras aspiraba el aire nocturno.

Nabiki caminaba tras ellos mirando su teléfono móvil, Kasumi y Nodoka charlaban amigables acerca de los incidentes en el barrio y al final de todo Ranma y Akane les seguían con cosas muy distintas en la cabeza.

—Es mejor así —dijo él de repente, interrumpiendo el silencio instalado entre ambos y sacando a Akane de sus cavilaciones.

—¿Eh? —preguntó ella sin entender.

—Es mejor que no cocines, mañana tenemos examen y no quiero que me suspendan por pasarme el día en la enfermería.

—¡Imbécil! —sus manos temblaron y se empuñaron, la ira la consumió hasta el punto de intentar golpearle de nuevo, pero en esta ocasión el muchacho estaba preparado.

Dio un hábil salto hacia atrás, esquivándola, y haciendo un mortal aterrizó perfectamente sobre sus pies casi dos metros detrás de su posición inicial. Subió sus manos a la altura de su nuca y cruzando las manos tras ella puso su mejor sonrisa de fanfarrón.

—Fallaste, marimacho —apuntó para desesperación de la joven.

—¿¡Pero a ti qué te pasa!? —protestó ella sintiendo que las ofensas habían comenzado a sobrepasar el límite de su, por otra parte, escasa paciencia. —¿Qué demonios tienes en contra de mi cocina?

—Que es VE-NE-NO-SA —contestó burlón, al parecer el paseo más que abrirle el apetito le estaba provocando algún tipo de deseo sadomasoquista, pues era más que evidente que su prometida iba a volver a golpearle, y con ganas.

—No te preocupes, ¡no volveré a cocinar para ti!

—¿Lo prometes?, es un alivio, a estas alturas ya deberías entender que no te pegan ese tipo de cosas.

—¿Ah?¿Qué cosas?

—Cosas de chicas. —la indignación de Akane parecía no encontrar fin. Ese estúpido no solo había insinuado que la cocina era "cosa de mujeres", si no que además había arrastrado por los suelos todos sus esfuerzos, ¿acaso se podía ser más grosero?

Siempre pasaba por alto sus faldas plisadas, sus lazos, sus zapatos con ligero tacón o el esfuerzo que dedicaba a dejar perfectos sus cabellos antes de salir de casa. Nunca se fijaba en esos pequeños gestos que para ella suponían una expresión más que evidente de que era una mujer.

Pero no, para el señor Ranma Saotome no había mejor manera de demostrar feminidad que a través de la provocación. Oh, eso se le daba de perlas.

Cuando se transformaba en chica no dudaba en usar vestidos ajustados, escotes prolongados, ropa interior escandalosa y barras de labios rojo brillante. Desde luego aunque le salieran pechos el muy idiota no tenía ni idea de que significaba ser una mujer. Ni una pizca.

Akane recompuso su orgullo y alzó la barbilla sacando a relucir su parte más madura, esa a la que podía recurrir en cualquier momento siempre y cuando el artista marcial no pulsase las teclas incorrectas.

Avanzó a paso rápido alcanzando a su hermana Kasumi y uniéndose a la conversación, dejando al chico muy atrás y secretamente decepcionado por no haber podido continuar con su discusión.

Ranma chascó la lengua y le dio una patada a una piedrecita que encontró en el camino.

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—¡Bienvenidos ser! —una muy alegre Shampoo salió a recibirles a la puerta.

El Neko Han Ten tenía bastantes mesas ocupadas, pero sospechosamente había una de gran tamaño perfectamente colocada y con un pequeño cartel en el que podía leerse "Reservado".

Pero esos pequeños detalles carecían de importancia, o al menos así lo consideraron los hambrientos miembros de ambas familias, quienes se dispusieron alrededor de la mesa circular con evidente buen humor.

Salir a cenar fuera siempre era agradable.

Durante la siguiente hora todo fueron sonrisas y platillos deliciosos, que circulaban ante ellos de forma tan fugaz como los hambrientos comensales tardaban en vaciarlos. Pareciera que ambos prometidos hubieran olvidado su discusión anterior, si no fuera por las miradas fulminantes que de vez en cuando se dirigían cuando alzaban los ojos de su comida.

En esa tensa calma discurría la velada, hasta que la hermosa amazona se acercó a ellos con una bandeja repleta de platos con fideos salteados. Sus otrora firmes pasos se vieron interrumpidos por un pequeño desliz.

Tropezó, todo sucedió a cámara lenta.

Shampoo se precipitó sobre la mesa intentando equilibrar la bandeja, pero sus intentos fueron vacuos. Los platos de tallarines volaron sobre los presentes, quienes se cubrieron con los brazos intentando paliar el impacto.

La salsa cayó espesa y caliente. El estrépito interrumpió toda la actividad del comedor y en un instante todo quedó en silencio.

—Aiyaaaaa, ¡terrible ser! —exclamó llevándose las manos a sus moños, afectada por la escena.

Casualmente todos los fideos habían ido a para sobre las cabezas de Ranma y Akane, dejando al resto de la familia razonablemente libres de manchas.

Ambos hicieron el mismo movimiento prácticamente a la vez, apartaron los fideos que goteaban sobre sus cabezas como si fueran una cortina de cabellos chorreantes.

—¿Pero qué ha sucedido aquí? — interrumpió Cologne alarmada por el escándalo.

—¡Bisabuela!

La anciana meneó la cabeza disgustada.

—Que lamentable accidente, últimamente Shampoo anda con la cabeza en las nubes. Por supuesto la cena corre por nuestra cuenta. ¡Vamos no te quedes ahí plantada, ayuda a nuestros clientes!

Y la camarera se alzó del suelo como empujada por un resorte, pidiendo disculpas constantemente. Volvió con sendas toallas blancas e invitó a sus dos víctimas a asearse en el lavabo.

En cuestión de minutos Ranma y Akane se encontraban retirándose salsa, restos de cebolla y pimientos del pelo con caras de fastidio en el baño familiar de los chinos. Haciéndose hueco en un mismo lavabo ambos peleaban por espacio en una callada lucha de empujones y malas caras.

—¿Ya quieres parar?— le increpó la chica frunciendo el entrecejo, intentando abrirse sitio para verse en el espejo.

—Para tú, ¿qué tanto importa que tengas fideos encima? No es como si alguien fuera a fijarse.

—Lo mismo digo.— le dio un nuevo empujón, pero esta vez el chico no se movió del sitio, cuando quería podía demostrar su fuerza, y en ese sentido era muy superior a ella.

La miró durante unos segundos que se hicieron eternos, su mano se posó en su fina mejilla, el nerviosismo se apoderó de Akane, sus rodillas comenzaron a temblar ansiosas antes de que Ranma retirara los restos de salsa de su rostro y se llevara un dedo a la boca, saboreándola.

—Que desperdicio de una buena comida.

La chica giró el rostro abruptamente, odiándose por ser tan obvia, intentando con toda su alma contener el sonrojo que parecía haberla invadido sin permiso.

—A mi no me gusta, es demasiado picante.— dijo abriendo el grifo y echándose agua sobre la cara, intentando con ello librarse de la vergüenza… y de la salsa.

—Ah, sí. Tu prefieres platillos de sabor dulce.

Que la conociera tan bien no era más que otro motivo de vergüenza. Alzó la vista al espejo solo para encontrarle haciendo otro tanto, mirándole directamente a los ojos a través del reflejo...

—¿Ranma terminado haber?— Shampoo entró en el pequeño aseo como un torbellino, sin llamar a la puerta ni pedir permiso. —Aiyaaa, ¡todo manchado estar!¡Shampoo lava ropa!— exclamó pasando completamente por alto la presencia de Akane, y que la pobre chica estaba incluso más sucia que el propio Ranma.

—¡No!¡Shampoo, para!— decía él forcejeando con las hábiles manos de la amazona, que comenzaron a desabrochar su camisa a toda velocidad.

Akane se aclaró la garganta, pero de nada sirvió. La escena iba tomando tintes caóticos mientras ella quedaba relegada al olvido, al parecer su presencia tenía la misma importancia que la de un palo de fregona.

—Me marcho, no quiero molestar.— apuntó abriéndose paso hasta la puerta, pero antes de salir abrió con fuerza el grifo del lavabo haciendo un simple movimiento de manos salpicó de agua fría a los dos acaramelados contendientes.

Los gritos no se hicieron esperar. Cerró la puerta a sus espaldas y resopló hastiada.

—Eso para que aprendas.

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Una hora después salieron del restaurante. La cena había resultado agotadora para algunos y satisfactoria para otros, sobre todo para los adultos que no habían tenido que abonar la cuenta. Akane miraba asqueada su blusa manchada, mientras que una desaliñada pelirroja boqueaba agotada y vistiendo tan solo una camiseta de tirantes.

—¡Listo estar!— exclamó la amazona, ya con su cuerpo humano recuperado y una sonrisa deslumbrante. Hasta la puerta también habían salido Mousse y Cologne para despedirlos.

Shampoo se acercó al chico de la trenza y le tendió su camisa china, limpia y seca. Desde luego habilidades como ama de casa no le faltaban. Ranma se apresuró a colocársela agradecido mientras ella le ayudaba, parecían una babosa estampa de recién casados.

Akane apretó los dientes.

—Volved, por favor. —dijo la anciana mientras que Mousse, agotado por todo el trabajo se esforzaba por no quedarse dormido en pie.

—Akane, tomar.— para su sorpresa la joven china se había acercado a ella alejándose voluntariamente de Ranma y le tendía una pequeña cajita.

—¿Eh?¿qué es esto?— preguntó mientras la camarera posaba sobre la palma de su mano un pequeño y decorado recipiente de latón con una rosa labrada en su tapa.

—No enfadar por comida. Promoción maquillaje especial Neko Han Ten para clientas, usar, ¿sí?

—¿Maquillaje?— repitió la menor de las Tendô, sorprendida. Shampoo no solía ser amable con ella, o al menos no sin motivos.

—Qué desperdicio de regalo, Akane no usa esas cosas.— intervino Ranma tras ella con su voz femenina.

Eso terminó de volar por los aires todas las sospechas o las reticencias que guardaba Akane acerca de las intenciones de Shampoo, sustituyéndolas de un plumazo por una ira sin fin. ¿Es que ese maldito idiota no iba a parar de ofenderla?

—Lo usaré— declaró retadora, dando a entender que su opinión daba igual, ella haría lo que quisiera.

Y dirigiéndole una airada mirada comenzó a caminar de regreso al dojo.

Ranma Saotome iba a tragarse sus palabras.

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¡Hola!

Mucho tiempo de ausencia por aquí, hasta me da miedo no recordar como se publicaba XD.

Esta es una historia pequeña de corte humorístico con algunas pinceladas de romance, nada farragoso ni dramático como lo que me suele gustar, jajaja.

Espero de corazón que la disfrutéis.

¡Saludos!

LUM