Como solían decir: Otro día, otra moneda

Te levantaste de tu desorganizada cama, y con el movimiento perturbaste el sueño de tus dos gatos "pan" y "ramen" quienes solo se estiraron en su mismo lugar y sin más volvieron a dormir.

Miraste el reloj, un "3:04" te decía, era hora de que levantaras tu flojo trasero y tomaras una ducha y tus cosas para ir a trabajar.

Por más que bostezas el cansancio no abandonaba tu cuerpo, y un apagado dolor en tu culo te recordaba que Osomatsu se había pasado de la cuenta ayer. Pero ya nada importaba.

Como pudiste te bañaste y lograste ponerte una sudadera morada y pantalones holgados que ya tenían su segunda puesta, pero qué más daba, de todas formas Choromatsu te obligaba a tomar un segundo baño en el burdel.

Al salir a la sala tu hermanito Todomatsu te saludo desde el sillón, con Jyushimatsu en sus piernas jugueteando con sus extremidades mientras veían una caricatura en la televisión.

- Todo bien en la escuela? -

- Si, ahh Jyushimatsu y yo te preparamos algo para que comieras en tu trabajo-

- Siii - el pequeño niño se levantó de un brinco y corrió a la cocina. Con sus dos manitas envueltas en su largo suéter te tendio un bento envuelto en un pañuelo amarillo.

- Muchas gracias - Le diste un besito en su frente y desacomodaste su pelo.

Ya te dirigias a la salida cuando Todomatsu te pregunto:

-Volverás tarde hoy también? -

- No lo sé, pero cuida de Jyushi y llena el plato de comida de los gatos porvafor -

- Pff ok… - El adolescente te regreso una mirada algo molesta, pero que podías hacer? si literalmente vendías tu culo para mantenerlos a todos.

Caminaste con el sol bajando lentamente para anteceder la noche, las calles estaban llenas de gente que salia de sus trabajos u escuelas, amas de casa que iban a conseguir comida para preparar la cena.

Bajando las calles se percibió el cambio al llegar al distrito de los bares, los moteles, las tiendas de adultos, todo se volvía más oscuro, con letras luminosas para llamar como moscas a los clientes.

Ahora solo caminaban hombres de negocios y una que otra chica con su traje de escuela buscando regalos y favores de los hombres mayores.

Pff que más daban sus vidas, no tenías una pizca de interés, tu vida ya era una mierda aunque no tan mierda como hacia dos unos años.

Llegaste a la fachada del burdel, un edificio grande con una decoración en tonos verdes y legras en cursiva de neón rojo con verde.

" The Lake Goddess" rezaba el anuncio en letras neón.

Como siempre, la entrada para los "empleados" era por atrás, una pequeña escalerita con una puerta negra y un guardia distraído en su móvil que apenas levanto la cabeza para saludarte te dejo pasar.

Ya adentrándote a los vestidores podías ver a las demás chicas del burdel ir y venir, unas acomodándose la lencería, otras maquillándose frente a los espejos.

El bar burdel tenía algunos días temáticos de conejitas (que fueron sugerencia de osomatsu) y algunos otros eran libres, en los que las chicas que trabajaban ahí podían lucir lencería o cualquier atuendo que quisieran mientras no estuvieran completamente desnudas ( y vaya que algunas abusaban de esa regla yendo en trajes que solo tapaban lo más necesario del cuerpo )

Claro que el bar estaba infringiendo muchas leyes, y si no fuera por los contactos de Osomatsu lo hubieran cerrado hace mucho. El bar solo era bar por la fachada y burdel dentro de este, "como las personas" pensabas. Por fuera aparentando ser un sitio más, y dentro escondiendo toda la mierda y suciedades que se hacían ahí.

Ya estabas por llegar a tu vestidor cuando una chica de pelo castaño en falda corta y blusa abierta azoto la puerta de su vestidor en forma más dramática de lo necesaria, a su paso casi te da un golpe con su hombro.

- Ya te dije que no quiero ver a ese hijo de puta. Estoy enojada con Atsushi y no lo quiero ver.

- Pero habías quedado en que apoyarías a Ichimatsu hoy -

Salio una enojada Choromi del vestidor de Todomi, a tratar de apaciguarla.

- Pues me importa un pepino, no pienso verle la cara al idiota de Atsushi hoy.

- Pensé era tu novio

- Si lo era hasta que no quiso revisara su celular para ver si tenía fotos de otra. AAAhhh!

Todomi se fue de una manera un tanto ridícula amanerando de más el enojo… Llegaste a pensar que quizas ni siquiera estaba tan enojada con su novio y solo quería zafarse del show que supuestamente Osomatsu les ofrecia a los nuevos aliados.

Choromi camino hacia a ti, ya sabias lo que iba a decir sin necesidad que te lo dijera pero era inevitable.

- Parece que serás tu solo esta vez Ichimatsu, puedes manejar a los dos?

- Queda de otra?

- No lo creo, todas las demás chicas le tienen miedo a los aliados de Osomatsu, tu sabes aveces Osomatsu aveces no tiene buen juicio y deja pasar al primer tarado que le ofrece la mano a ayudarle.

- Estas diciendo tu también eres una de esos tarados?

- Oyee! - Choromi jalo de tu oreja. - Te quieres pasar de listo? no creas no supe un cliente te cito fuera del burdel, estas evitando pagarme comisiones otra vez.

- Ya ya, tu sabes el señor tanaka es así de insistente -

- Y tu eres un alma caritativa que no puede negarle nada, ajaa -

Choromi chasqueo los dedos

- Ve a tu vestidor, los amigos de Osomatsu llegan en media hora -

Choromi se fue siguiendo los pasos a Todomi, esperabas que le pusiera algún castigo o amonestación por zafarse de su compromiso de ayudarte.

A la puerta 04 estaba tu vestidor, como era parte del bar en si no era propiamente tuyo el vestidor pero te hiciste a sentones (literales) un lugar ahí, así que, al menos tenías el consuelo de poder decorar a tu antojo la pequeña habitación: "color morado por doquier, y una que otra prenda de negro, maquillaje en forma y temas de gatitos, tu set de brochas con manitas de gato en el mango de las brochas" eran tu orgullo y les juraste a choromi y las prostitutas que si llegaba a desaparecer una brocha de gatito quemarías el lugar. Así que nadie entraba a tu vestidor...excepto Osomatsu y Choromi.

Sea como sea lo primero es darse una ducha rápida… y llevar el enema porque en el mundo del sexo anal todo lo que entra debe salir (por desgracia). Era por esto que envidiabas a las demás chicas del burdel, ellas no tenían que meterse un enema todos los días para poder trabajar, aunque siendo hombre sabias que era lo que les gustaba y no les gustaba a tus clientes y les ganabas con amplia ventaja, para su envidia.

Después de una rápida ducha y limpieza, llegaba el momento de decidir qué ponerse, para esta ocasión te daba un poco igual el que trajeras puesto, así que decidiste por un corset con brassier, medias y ligeros. Clásico, y por lo regular a todos les gustaba.

Ya estabas acomodándote una peluca negra para complementar el atuendo cuando oíste la puerta de tu vestidor abrirse.

Choromi había entrado, quizás para regañarte por lo que del señor tanaka? siempre era tan difícil de leer con su cara en neutro.

Siempre ese gesto, con los ojos medio abiertos y la boca en una especie de v invertida como en un puchero, siempre desde que la conociste.

Hace 5 años, tu vida era normal, se podría decir, vivías con tu madre y medio hermanos.

Tu madre te había tenido joven, "producto de amar un hombre que luego la abandono", más sin embargo, tu madre nunca perdía su sonrisa, siempre tan cálida y tan sincera, era sin duda la persona más dulce y bondadosa que hubieras conocido, y quizas siempre la gente se quiso aprovechar de eso.

Cuando tenías unos 10 años tu madre conoció otro hombre. Nunca te agrado del todo, pero si tu madre lo amaba, no podías hacer más simplemente no querías dejar que ella dejara de sonreír.

Primero vino Todomatsu y luego Jysuhimatsu, y podía decirse eran una familia. Tu madre, tu padrastro, tu y tus hermanitos. Si era todo normal, pero poco después de que tu madre tuviera a Jyshimatsu, su salud empezó a empeorar, siempre enferma, los estudios por encontrar que había mal comenzaron. Y un día el resultado llego: cancer de estomago.

Ni siquiera eso pudo con la sonrisa de tu madre, ella les decía que todo estaría bien, y quizás se podría recuperar. Pero los gastos comenzaron, cuentas del hospital y medicinas se iban acumulando y el bastardo de tu padrastro, no pudo más. Un día sin más no volvió.

De nuevo habían dejado a tu madre. Y aquel día sí que la viste llorar.

De ahí todo fue yéndose en un lento espiral de desgracia tras desgracia.

Tu eras tan solo un adolescente, apenas habías terminado la preparatoria y ni siquiera pudiste conseguir un trabajo decente con tu nula experiencia. El hospital solo les proveía los servicios médicos más básicos pero una enfermedad de tal magnitud… simplemente no se podía hacer mucho.

Un día, tu madre en su cama te dijo: "cuida de tus hermanos, perdón no poder estar más tiempo con ustedes".

Aquella vez, una parte de ti murió junto con ella. La persona que más amabas se había ido.

Pero debías ser fuerte, sacar de quien sabe donde esa fuerza mental para lograr sacar adelante a tus hermanos.

Cosa más que imposible cuando apenas lograron pagar con los muy pocos ahorros de tu madre su servicio funeral y cremación. Cumpliste la mayoría de edad y ya te estaban llegando los avisos de desalojo del departamento donde vivían, ni siquiera eso te había podido dejar tu madre.

Llegaste a pensar en pedir ayuda del gobierno, pero eso significaba que Todomatsu y Jyushimatsu pasarían a estar a cuidado en una casa de servicio social, y estarías rompiendo la promesa de cuidar a tus hermanos.

Así que buscaste como pudiste trabajo, fuiste a las oficinas, a los almacenes, incluso al puerto si es que algún pescador te daba algo de trabajo. Lo mejor que pudiste conseguir fue trabajo en el turno nocturno en un 7 Eleven. Aunque solo fue una solución temporal.

Trabajabas toda la noche y aún así no te alcanzaba para cubrir los gastos de renta, comida, y escuela de tus dos hermanos.

El dinero se iba tan pronto como llegaba para comprar algo de comida. Arroz, sopa instantánea, pasta, y agua. Era lo que comían todos los días.

Admirabas a tus hermanitos, ni Todomatsu ni Jyushimatsu se quejaron todo ese tiempo de lo poco que podías darles, los veías aceptar con una sonrisa el tazón de comida que se dividían entre los tres.

Una taza de arroz

solo eso quedaba, miraste y rebuscaste en la alacena. Solo había sobras y condimentos pero nada que pudiera considerarse comida.

Nada que más pudieras darles de comer a tus hermanos.

Con eso en mente fuiste a trabajar aquella vez a la tienda de conveniencia de 24 horas, poniéndote el uniforme pensaste que ultima opción podías hacer para lograr algo más de dinero.

Y mientras te abotonabas la camisa, fue cuando la viste. Aquella mujer, en vestido azul pegado, peluca en corte bob de color verde, bajándose de un lujoso carro. La habías visto ya unas 3 veces ir a la tienda y comprar una cajetilla de cigarros, y un te Arizona.

Cada que esos tacones rojos resonaban en los azulejos de la tienda, todos voltearon su mirada hacia ella.

- Choromi, la dueña del burdel a unas calles.

- Ehh?

volteaste a ver a tu compañero de trabajo.

- No es mujer, es un hombre, pero vaya que hace babear hasta al tipo más hetero.

Te quedaste embobado, como pensando si aquella diosa salida de un lago, tendría la llave mágica para salir de tu deplorable situación. La desesperación, y el hambre movieron tus pies, y titubeante te acercaste a ella. No sabias ni que preguntar pero tu boca se movió por ti sola.

- Disculpe, podría darme trabajo en su … burdel? - Oíste a tu compañero de trabajo toser conteniendo la risa, pero que más daba lo que ese idiota pensara.

Choromi parpadeo como desconcertada de la pregunta.

- Quieres trabajar para mi? - Dijo la pregunta como ofendida, te vio de arriba a abajo, y sentiste sus ojos verdes escudriñandote a cada centímetro, por fuera y por dentro.

Se sintió horrible, esos segundos duraron siglos dentro de ti.

La viste mover sus ojos como manteniendo un dialogo interno, y por ultimo, negó con la cabeza, como incrédula ella misma por lo que iba a decir.

- Súbete al carro, si tanto quieres trabajar tienes que darlo todo.

La viste pasar a la caja y aventar un billete por su te. Tu compañero te vio boca abierto, no solo ibas a ir al burdel si no que prácticamente estabas pidiendo tu renuncia al ir tras aquel trasvesti. Pero qué importaba.

Habias aventado una moneda al aire, y en esa moneda habías apostado la única taza de arroz que tenías.

Choromi camino muy rápido, y te sorprendiste de los pasos tan rápidos y seguros que daba, te costo alcanzarla con tus roidos zapatos.

Ella se subió a los asientos traseros y mantuvo la puerta abierta para que entraras. Te sentiste como manchando los asientos de ese lujoso carro, con tu mediocridad, pero Choromi estaba muy absorta pensando, no te diriga la mirada y eso te reconfortaba… de cierta forma.

Cerraste la puerta y el conductor puso en marcha el carro, no duro nada el trayecto cuando llego a puertas del bar, en aquel entonces toda la fachada era verde.

Choromi se bajo y comenzó a caminar, todos le abrían paso a la dueña del lugar, la seguiste y todos te veian como el bicho raro. Así que te pegabas lo más posible sin que fuera molesto a Choromi. La seguiste por lo que era el pasillo al que ahora estabas tan acostumbrado a ver, y al final, en una puerta verde, estaba su despacho.

Se paro en abrupto frente a la puerta, la viste rebuscar en su bolso y sacar un par de llaves con un borreguito de llavero.

Cuando abrió la puerta extendió la mano, ofreciendote pasar.

"OK, aquí esta idea parecía mejor antes de esto" el corazón te latía a mil por hora, la ansiedad te tomaba por los hombros susurrándote todo iría mal, pero por fortuna aún estaba esa vocecita, que te repetía que debías hacer el intento, por tus hermanos.

- Pasa, ponte comodo - Choromi camino hasta llegar a un escritorio, con algunos papeles encima. Echaste un vistazo a la oficina, paredes verdes, fotos de Choromi con otras personas, algunos cuadros enmarcados. En el centro de todos, un cuadro, de un lago, con una figura androgina vestida con una toga y hojas de laurel sobre su cabeza.

-Le dicen la diosa del lago, ¿no es hermosa?

-Si..

-Algunos buscan al pájaro azul, el final del arcoiris, a su felicidad, pero no todos merecen la felicidad, la diosa del lago te puede conceder lo que tu puedes alcanzar, no más. Parece caprichosa, pero la felicidad que llega fácil como el aire, fácil se va. - Ahora Choromi se paraba de su escritorio y caminaba hacia a ti- Ahora dime, tu, ¿qué quieres alcanzar?

- Yo…

- Debes creer soy la peor, preguntándole cosas tan difíciles a un chiquillo como tu, veo que apenas haz cumplido 18 años. Pero cuando aún cuando caminaste con las piernas temblando como ciervo recién nacido, pude ver la decisión en tus ojos.

La de peluca verde ahora se acercaba a ti, tomandote del mentón.

-Dime que es lo que te movió.

Pasaste saliva, el cuarto parecía un poco más pequeño y solo frente a ti, aquella mujer, gobernando el lugar y tus pensamientos. Pero por segunda vez en la noche tu boca se movía por si misma.

- Mis hermanos, ellos son los que me motivan.

-Cuéntame más - Choromi se movió al escritorio, sentándose encima de este.

-Mi madre, murió, no tenemos a nadie más quien recurrir, y no quiero me separen de mis hermanitos.

-Conmovedor. Me recuerdas a mi cuando tenia tu edad.

Choromi hizo un gesto con su mano, indicándome que me acercara, así lo hice, y comenzó a acomodar y tocar la camisa del uniforme, ya había olvidado la traía puesta.

- Bueno, vayamos al punto. Tu viniste hacia a mi preguntándome por trabajo, y yo solo puedo ofrecerte trabajo de.

- Prostituto.

- Prostituto suena muy vulgar pero como desees llamarle, y si, eso será exactamente lo que desempeñaras aquí. Pero para eso, tendrás que mostrarme que ofreces. Solo quiero aclararte que ya han venido hacia a mi chicos ofreciendo sus servicios de gigolo, aquí no ofrecemos eso, aquí los clientes son hombres, así que.

- Si, si tenía eso en mente.

- ¿Has tenido relaciones sexuales?

Tonto yo me ruborice de inmediato, cada vez sentía más arrepentimiento de haber venido pero ya estaba aquí.

- Soy virgen.

- Ahhh~ entonces no te importará darme tu primera vez? porque debo ver que ofreces y como te desempeñas.

Aspire hondo, tomando todas y cada una de las partes de mi que estaban decididas a eso, ya, debía sacudirme los nervios, no sabia como, pero de alguna manera debía.

- Soy una basura, me importa poco con quien pierda la virginidad pero, viendo que la perderé con alguien tan despampanante como Choromi, creo no esta tan mal.

La de vestido azul levanto una ceja, tomando nota mental del cumplido.

Comencé a quitarme la playera del 7eleven, después los pantalones y por ultimo los zapatos y ropa interior, me parece me los quite sin ceremonia ni gracia, pero parecía Choromi lo que realmente quería ver era mi cuerpo.

Me pare derecho, me daba pena viera mi cuerpo escualiducho de no haber comido bien en meses. Pero Choromi comenzó a inspeccionarme, de arriba a abajo.

- Nada mal, para tu suerte tienes un cuerpo muy andrógino, a los hombres les gusta eso. Pezones pequeños y lindos como los de una chica, mmm quizás debas hacer ejercicio en el futuro pero nada que no se pueda arreglar, viviras de tu cuerpo así que debes mantenerte en forma.

"Pufff odio hacer ejercicio" Pensé para mis adentros.

No me di cuenta cuando Choromi me dio la vuelta y comenzó a amasarme el trasero, quiero jurar hasta me salieron orejas de gato de la sorpresa.

- Definitivamente tienes un delicioso culo para ser chico, tenía miedo viendo estabas tan flacucho pero tu trasero te salvo, literalmente.

-Ahora -

Choromi empujo con su mano mi espalda, a modo que me inclinara sobre el escritorio y … expusiera todo. Me sentía uno de esos caballos o perros de exhibición a los que revisan a fondo antes de comprarlos.

Quizás eso era.

Oí sus tacones dar unos pasos y sacar algo de unos estantes, para cuando volvió y se puso junto a mi trasero, fue muy tarde y la maldita no me aviso que iba a verter lubricante sobre mi culo.

El frió del liquido me hizo dar un patético gemido de queja, pero Choromi estaba muy distraída poniéndose unos guantes de plástico. La podía oir mover el látex en sus manos, para después con una mano abrir entre mis nalgas y con la otra… bueno.

- AHHHHH!

-lo siento lo siento, no voy a poner un dedo adentro sin guantes. Para tu suerte no traigo mis uñas postizas.

- No tenía en mente hoy tendría cita con el proctólogo.

- Ja! es bueno algo de humor, sobre todo cuando alguien te mete un dedo en el culo.

Si tuviera nietos, les diría que eso dolío como mil demonios, pero supongo nunca tendré decendencia así que quizas le cuente eso a los hijos de Jyushi o Todomatsu.

Choromi introducia y removía sus dedos, lo hacia con delicadeza pero todo era incomodo para mi pequeño e inexperto culo.

- Vamos vamos, yo sé que te duele, relajate eso ayudará.

La de peluca verde comenzó a dar castos besitos en mis hombros, su respiración en mi cuello daba cosquillas y si que ayudo a olvidar el dolor, después sentí su lengua rozar mi nuca, a la par que seguía másajeando en mi interior. Con maestria se removio el guante de su mano derecha, para masturbarme, mis manos temblaban, dios estaba a merced de una trasvesti, me sentía como gelatina, totalmente a merced de sus manos, ni siquiera me di cuenta cuando añadio otro dedo en mi interior, yo estaba que apenas podía contenerme.

- Voy a hablar por mi misma pero estoy disfrutando bastante esto, y parece tu también.

Ya sin una pizca de orgullo propio le respondí con un gemido.

- Lo estas haciendo de maravilla pero necesitamos la ultima prueba.

Añadiendo un tercer dedo, Choromi continuo pero nunca añadiendo velocidad, si no haciendo todo lenta y delicadamente, probando mis puntos, estudiando mis reacciones. Después yo aprendería, que si hubiera reaccionado de otra forma ella se hubiera detenido, dado algunos cientos de yenes por la molestia y decirme con toda claridad yo no estaba hecho para ese trabajo.

Cuando Choromi estuvo contenta preparando mi ano, se quito el guante de su mano izquierda, la ví tirarlo a un bote de basura junto al otro guante desecho, a partir de ahí, solo pude oir a Choromi removerse las ropas, y después sentir una calidez entre mis nalgas, trague saliva. Iba a morir.

Me abrazo desde atras, y me susuro en la oreja:

- Tienes suerte, no soy tan dotado, pero si suelo usar mi pene, muchos tienen la concepción de que por ser trasvesti siempre juego a ser el pasivo. Realmente soy flexible, es aburrido jugar de un solo lado. Y ahora tu dime ¿quieres seguir?

- Si.

Me dio un beso casi maternal en mi mejilla.

- Buen chico.

Y sentí el pene de Choromi entrar.

Me detuve en el escritorio, no quería pensar era doloroso porque sabía en ese punto me pondría nervioso y en verdad me dolería, así que trate de concentrarme en la sensación neutral de como el miembro iba resbalandose adentro poco a poco, sentí una de las manos de Choromi juguetear con mi pezón izquierdo y con la otra tomar mi cintura.

Voy a admitirlo pero, me excito mucho que un trasvestí se cogiera a una basura como a mi. Lo más rico de todo fue cuando por primera en la noche Choromi exhalo un gemido, cuando ya estaba rozando el fondo de mi interior. Cuando estuvo completamente adentro me tomo con ambas manos de mi cintura y comenzando a moverse lenta y ritmicamente, todo en ella era medido, como controlando su naturaleza salvaje.

Poco a poco iba sintiendo esa cálido placer volviéndose más y más ponderante, Choromi trabajo con sus expertas manos para no lastimarme en mi primera vez, aún así la estrechez de mi ano recibía con gusto el falo del trasvesti, haciendo sonidos de lo más obcenos con los dos en su oficina. Con ella al control Choromi subió la intensidad de las embestidas, probando una vez más mis limites, sacando sofocados gemidos de mi novata condición.

Y fue ahí que comprendí, que. Todo esto, no solo lo hice, por mis hermanos o por tener hambre.

Lo hice por mi, porque no solo tenía hambre, si no quería sentirme amado, aunque fuera de una manera torcida y burda. Una pobre imitación de lo que jugaban los adultos, mi corazón quería un bocado de afecto.

Desde aquel día Choromi y yo forjamos un vinculo, yo sería su herramienta, su muñeca, su títere, ella haría lo que quisiera de mi, y yo podía tomar, ese afecto y llenarme hasta convencerme de que alguien me quería.

Con Choromi embistiendome sin abandono, soltando su animal interior, ese del cual siempre cuidaba nadie, ni siquiera yo pudiera verlo de frente, ya podía sentir yo estaba cerca del clímax. Con unos movimientos más, me vine manchando el escritorio de Choromi, mientras que esta llego a su orgasmo colmando lo más que pudo mi interior.

Cuando la de vestido azul termino, sentí sus manos abandonar mis caderas, y me rendí, caí de rodillas sosteniéndome aún del escritorio, mis piernas estaban temblorosas, sin fuerzas, y podía sentir el cálido fluido salir manchando también el piso. Cuando tuve tiempo de verme al espejo descubrí también tenía las marcas del labial de Choromi adornando mi espalda, sendos caminos marcando mi entrada a aquel mundo.

Choromi se puso a mi lado, la vi, con el labial corrido, la peluca desajustada, y su vestido mostrando la copa falsa con la que rellenaba su brassier.

Se puso en cuclillas, mirándome de nuevo a los ojos, no encontró ninguna duda en mi, y la ví dar una efimera sonrisa.

Habia encontrado a su nueva muñeca.