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Prisioneros de la Mafia

Por Ladygon

Aquí algo que quedaba pendiente y que debía tomar su tiempo dentro de la historia. Merecía un epílogo, así que lo disfruten.

Epílogo: Sorpresas de la vida.

Sam venía a visitarlos con su nueva pareja. Hacía un año que salió de la universidad, con honores, y de inmediato, comenzó a trabajar en un buffet de abogados prestigioso, el cual llevaba varios clientes importantes. Dean y Castiel no lo veían muy seguido, pero siempre estaban en contacto. La vida del trabajador era absorbente, pero la idea era compatibilizar los tiempos con la familia. Así que de vez en cuando se visitaban y hacían un almuerzo o cena, donde todos se juntaban y disfrutaban la tarde.

Era el turno de ellos de invitar. Por eso Dean y Castiel tenían una mesa grande, arreglada para el evento. Además, se juntaba el hecho de que estrenaban casa nueva. Una más grande, donde se mudaron hace poco, cerca del mar.

Tenían una familia que criar.

—¿Papi, viene tío Sam?

—Sí, hijo.

—Eso es fabulosho.

—Sí, hijo, fabuloso.

Esa interacción de su amor con su retoño le encantaba ver a Dean. Era su máximo orgullo, porque la idea de adoptar a Jack no vino de él sino de su amor. Él estaba un poco renuente a criar un niño. Ya había criado uno, Sam, y aunque no resultó tan mal, la responsabilidad que conllevaba fue demasiada. Dudaba poder hacerlo, otra vez. Se sacrificaba mucho por el camino y el solo quería disfruta, con su amor, el tiempo que le dieran en esta vida. Sin embargo, todo estaba resultando bien, Castiel lo quería tanto, quería tanto tener un hijo, que él no se lo pudo negar. Cuando finalmente accedió, sintió terror de su decisión, pero luego vio que las cosas se hacían normales. Ahí se relajó y comenzó a disfrutar de su paternidad, orgulloso de poder tener una familia sin traumas.

Los dos habían sacrificado su niñez y adolescencia. Ahora, no querían que ese pequeño sufriera lo que sufrieron ellos. No quería más prisioneros de ningún tipo y daba gracias al Cielo de estar lejos de los ángeles o de los hermanos de Castiel. No era que no les agradara, sino que eran un constante peligro y por eso entre más lejos, mejor.

Con esos pensamientos en la mente, fue a abrir la puerta para recibir a su hermano. Por un momento quedo paralizado con lo que vio.

—¿Qué tal Dean?

Esa sonrisa ladina al lado su hermano, quien estaba un tanto nervioso, llamó su atención. Arqueó la ceja al tipo.

—Hola Nissan —intervino Sam.

—Sammy, bienvenido. No creí que te encontraras con Gabriel.

—No me encontré con él.

—Hola Gabe —saluda Castiel, quien se aparece por atrás de Dean.

—Tíooo —chilla Jack mientras se lanza a los brazos de Gabriel.

—Hola enano ¿Cómo estás? —pregunta Gabriel.

Lo levanta, como lanzándose al aire y atrapándolo en su caída. El niño rio divertido. Tenía tres años y se veía pequeño para su edad.

Unos comentarios de saludos y entraron a la casa. Gabriel le dio escondido una paleta de dulce al chico, quien sonrió con complicidad. El doctor le guiñó un ojo.

—¿Y la chica a qué hora viene? —preguntó Dean.

—¿Cuál chica? —preguntó Gabriel.

—La novia de Sam.

—Sam no tiene novia.

—¿Cómo qué no?

—No, Nissan, no tengo.

—Pero…

—Creo que lo que quieren decir, es que Sam no tiene novia, sino novio, amor —dijo Castiel con tranquilidad.

—¿Cuál novio?

Castiel se quedó callado y Dean pasó la mirada por todos, ya que el ambiente estaba extraño y él no entendía nada. La revelación fue como un latigazo. Abrió los ojos con terror y sorpresa.

—¡No! —gritó a todo pulmón— ¡Eso no sucederá!

—Dean —dijo Castiel.

—¡Te vas ahora mismo de mi casa! —le chilló a Gabriel.

—Dean —volvió a repetir Castiel.

—Nissan —suplicó Sam.

—¿Papá?

Esa vocecita pequeña fue como si le dieran un electroshock. Quedó mirando a Jack, sin saber qué decir. Balbuceó un poco y luego lo salvó Castiel, dándole un beso en los labios. Invitó a todos a la sala donde había bocadillos y después, dejaron que Dean se recuperara del golpe. Eso tomó bastante tiempo. Mientras tanto, los comensales no le dieron mucha importancia, al hecho de que Dean no lo estaba pasando muy bien con la nueva revelación.

—¿En serio? —dijo Dean, interrumpiendo la conversación.

Ya iban por el postre y Jack jugaba con el helado, haciendo figuritas.

—¿En serio, qué Dean? —preguntó Gabriel.

—¿En serio ustedes dos son novios?

—¡Ah, eso! Sí, lo somos desde hace un año.

—¡Un año!

—No, eso no es cierto, Nissan. Hace solo un mes que formalizamos.

—Es cierto, pero estamos juntos hace un año.

Dean seguía con cara trágica.

—Esto es una pesadilla.

—Niisan.

—No seas tan exagerado ¿Cómo yo no me quejé cuando te volviste el novio de Cassie? —dijo Gabriel.

—¡Eso es totalmente diferente! —chilló Dean.

—¿Cuál es la diferencia? Él es mi hermanito pequeño, quien nunca tuvo una novia o novio y de la noche a la mañana, ¡zas!, te tiene a ti. Eso fue muy sorpresivo ¿Sabes?

—¿Qué tonterías estás diciendo?

Dean estaba harto de tanta estupidez. No quería a su hermanito con el pesado de Gabriel. Es cierto que no era un ángel, pero era hermano de los ángeles y siempre andaba mintiendo, el muy hijo de perra.

—Mira tú maldito…

—¡Dean! El niño debe tomar su siesta —interrumpió Castiel.

Dean tuvo que morderse la lengua para no lanzar el improperio delante del niño.

Eso tomó un buen tiempo. Digamos unos meses, para recién comprender que su hermanito pequeño, andaba de novio con el hermano embustero de Castiel. A esta altura, Dean no sabía a quién culpar. Si a su hermano por el pésimo gusto para elegir pareja, a Charlie por quitarle la novia Jessica a Sam, si a Jessica por ser una lesbiana encubierta, o a Gabriel por ser un asalta cunas, ya que el tipo le llevaba diez años de diferencia a Sam. El problema es que, a esta altura Sam, era un mayor de edad muy, pero muy alto, y no podía hacer nada para denunciar a Gabriel por corruptor de menores. Una pena, porque lo único que quería, era meterlo preso por lo que hizo. Al menos ese era el plan, pero no pudo. Tampoco pudo probar, que su relación comenzó cuando Sam era menor de edad. Al parecer Gabriel, o no era tan tonto, o no fue tan degenerado y esperó el tiempo suficiente para que Sam estuviera maduro y hacer de las suyas. Refunfuñando, tuvo que aceptar que eran parejas y que se querían. Sin embargo, esperaba que Sam cambiara pronto de idea.

Mientras tanto, trataría de aguantarlo, porque su hijo era otro feliz con la idea de sus tíos novios. Así que no tenía mucho que hacer al respecto, ya que el amor del niño por sus tíos era casi estúpido por culpa de los sobornos de dulces de Gabriel. No había otra explicación salvo por los dulces y eso de tener que aguantar a Gabriel, solo por los dulces, no le parecía buena forma de vivir.

—Ya Dean, no te preocupes tanto, Gabe es bueno para Sam. Ellos trabajan juntos en el hospital.

—Eso no es cierto. Sam trabaja en el bufete de abogados. El Hospital, solo es un cliente más de ellos.

—Está bien, no es lo mismo, pero parecido.

—Tampoco es parecido.

Castiel rodaba los ojos y seguía con lo que estuviera haciendo. Dean sabía que se estaba poniendo pesado, así que iba donde él lo rodeaba de la cintura y lo abrazaba con cariño.

—Sé que soy un odioso, pero te amo.

—Yo también te amo, Dean.

Volvían las caricias de la noche pasada. Acababan de levantarse, pero volvieron a la cama armados con la pasión renovada. Las ropas volaron por el aire para volver a estar desnudos. Las caricias calentaron la piel de inmediato. Dean fue manejado como arcilla, así de derretido estaba, además siempre que se ponía pesado le tocaba recibir a un Castiel bastante enérgico, quien le golpeaba el culo como dando un castigo delicioso. A Dean le encantaba y sonrió travieso al descubrir que a veces se comportaba de esa forma, solo para que su amor lo poseyera de esa forma. Después todo se volvía apasionado y dulce con caricias lánguidas llenas de un amor profundo.

Un golpecito suave a la puerta.

—¿Papis?

Los dos descansando abrazados se quedaron mirando. Castiel sonrió y movió la cabeza con un gesto sexy.

—Te toca —le dijo.

Dean sonrió divertido y se levantó de la cama, dando un beso en la nariz a su querido. Castiel enredó su cuerpo en las sábanas para recuperar las fuerzas por tener un marido tan enérgico. Sabía que le traerían el desayuno en la cama, así que no valía la pena levantarse.

Por su lado Dean, se puso su capa de levantarse y abría la puerta para recibir a su niño en sus brazos. Puso su dedo índice en sus labios y Jack sonrió travieso, imitando el gesto de su papá.

—Papi es dormilón —susurró el pequeño en el oído de Dean.

—Ajá, vamos a prepararle el desayuno.

—Shi.

El niño rio y la casa recibió el sonido de su risa en sus paredes. Así comenzaba su día, sabiendo que al final, todo estaría muy bien, pese a las sorpresas que les dé la vida.

Fin Epílogo.-

Aquí el final, final. Me alegra que a muchos les haya gustado esta historia y la recibieran con cariño. Fue una gran aventura para mí. Nos vemos en el próximo fic y muchos cariños.