Hola, ¿se acuerdan de mí?

Siendo honesta no tengo como justificar mi falta de creatividad y vacío mental por el cual pasé en este AÑO.

Sí, AÑO. En realidad, ha pasado más de un año, nunca me imaginé que podría tomarme taaaaaaaanto tiempo continuar la historia, pero mientras más me esforzaba por escribir; menos ganas tenía.

Las palabras eran escritas y borradas una y otra vez. Cambié la historia tantas veces que ya ni sé cuál fue mi intención en primera instancia.

Sin embargo, aquí está la continuación, e intentando no cometer los errores del pasado, tengo un draft de cómo va a continuar y terminar la historia.

Si se animan a leer, muchas gracias. Si no se animan porque seguro ya olvidaron todo lo anterior, lo siento mucho.

Si se animan a dejarme un review – así sea diciendo que me odian- lo agradezco desde lo más profundo de mi corazón.

Saludos!

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- ¿Están listos para la entrevista? – preguntó la rubia con una gran sonrisa en su rostro.

- Dame unos minutos más, por favor. Ronald no se siente bien del todo.

La mujer mayor hizo una mueca y salió de la habitación.

- ¿Cuál es el problema, Ronny? – preguntó la joven acariciando el rostro del hombre pelirrojo.

- No estoy seguro de esto, Mary. – contestó él, acercando su rostro más a la mano de la rubia.

- Pensé que querías vengarte de Hermione y el mortífago ese, Ronny. Hice todo esto para que te puedas vengar de ella y su mortífago.

- ¿Cómo puede preferir a Malfoy? ¡Es un maldito asesino y ella lo prefiere!

- Hermione nunca te ha valorado, Ronny. Siempre te ha tratado como a su juguete, ¿acaso no lo ves?

- Sí, es cierto.

- Tienes que demostrarle que ya no eres su juguete. Demuéstrale a ella y su mortífago que eres mejor que ellos.

- Es una perra, acostándose con un mortífago.

- Sí es una perra, y quieres vengarte, ¿verdad? – La rubia besó la quijada de Ronald y fue depositando pequeños besos por su rostro hasta que finalmente llegó a sus labios. El beso se intensificó rápidamente hasta que la bruja lo terminó abruptamente. - Quieres vengarte de esa perra, ¿verdad? – repitió ella.

- Sí, quiero vengarme de la perra. – contestó él ausente, sus ojos azules increíblemente dilatados.

- Perfecto, cariño. – la bruja sonrió y acarició el cabello del pelirrojo. – ¡Rita, Ronald está listo para las preguntas!

La bruja mayor ingresó nuevamente a la sala, su pluma encantada flotando a su costado.

- ¿Estamos listos? – preguntó la reportera.

- Por supuesto. - contestó el pelirrojo con una sonrisa malévola. Ronald se sentó en el sillón y Marietta se sentó sobre su regazo.

- Empecemos, entonces.

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No existían los puntos medios con Draco Malfoy y Hermione Granger, en un instante estaban discutiendo como enemigos y al siguiente estaban besándose sin poder separarse.

Las manos del rubio estaban sosteniendo el rostro de la castaña y esta había entrelazados sus brazos alrededor del cuello de él.

-Dime que esto está mal, Granger. – susurró él mientras la besaba.

- Esta mal. – respondió ella también en un susurro. Draco le soltó el rostro y deslizó sus manos por la espalda de ella, la apretó hacia su cuerpo. – Muy mal, demasiado mal. - la última palabra salió en un suspiro.

- Dime que me detenga. – Ella no respondió.

Draco aprovechó la concesión para profundizar aún más el beso, Hermione gimió.

- Dime que me detenga. – Repitió él, pero ella siguió besándolo, acariciando su cabello platinado con sus dedos.

- Por favor, Granger, detenme. – Insistió una vez más.

Hermione se separó de sus labios. Lo miró a los ojos en silencio por un segundo y cuando él pensó que diría esas terribles palabras, ella solo atinó a volver a besarlo.

Cuando sus labios por fin se separaron Draco se sentía extasiado, esta bruja estaba retorciendo su mundo y él no se atrevería a quejarse.

- ¿Continuamos practicando? – pregunto ella casualmente.

- Claro. – contestó Draco, contento de volver a tenerla en sus brazos.

La pareja estuvo bailando canción tras canción hasta que llegó la medianoche y el reloj del salón resonó por toda la casa.

- Mañana debemos trabajar. – le recordó él.

- Lo sé. – contestó Hermione con pesar. – Será mejor que regresemos, ¿no?

Draco asintió.

Al llegar a la habitación de Draco, la tensión en el ambiente fue palpable.

Hermione miró a su alrededor, intentado absorber tanta información como le fuera posible. - ¿A dónde lleva cada puerta? – preguntó sin poder contener su curiosidad.

- Una al servicio, la otra a mi habitación y la última a la habitación que ocupaba Astoria. – contestó él sin darle mucha importancia.

- ¿No dormían en la misma habitación desde el inicio?

- Siempre hemos dormido en habitaciones separadas, costumbres de sangre pura, pero cuando empezó a odiarme se mudó a la otra ala de la mansión con el apoyo de mi madre.

- Es tan extraño. – comentó ella. – Ronald y yo vivíamos juntos y ni siquiera estábamos comprometidos aún.

- ¡Que abominación! – exclamó el rubio con fingida indignación.

Hermione sonrió. – Es mucho más divertido a nuestra manera.

- No lo dudo.

- ¿Acabas de darme la razón? ¿Estas enfermo?

- Cállate, Granger. Malogras el momento. – dijo Draco con el rostro ligeramente sonrojado.

- ¿El momento? – preguntó ella con una sonrisa pícara. - ¿Qué momento?

Draco sonrió. Sin que Hermione pudiera hacer algo al respecto, él la arrinconó en uno de los sillones, forzándola a sentarse. El rubio acercó su rostro peligrosamente al de la castaña, su aliento rozó los rosados labios de ella y Hermione cerró los ojos.

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Nada.

La gryffindor abrió los ojos confundida, Draco sonreía de lado y– Bésame. – le reclamó ella. Draco alzó una ceja y la castaña se sonrojó profundamente. – Dije eso en voz alta, ¿verdad?

Él no le contestó, simplemente la besó.

Al separarse Hermione gruño bajo.

- Deja de seducirme, Granger. – le dijo burlón.

Hermione se sonrojó aún más. – ¡Yo no te estoy seduciendo!

- Si eso alivia tu consciencia. – Draco se sentó a su lado. – Fuera de bromas, necesitamos hablar. Mi madre ha mandado a los primeros investigadores a Australia; sin embargo, necesitan hacer algunas pruebas con tu varita para poder seguir la magia con mayor eficacia.

- Hice el hechizo hace mucho tiempo, ¿crees que todavía haya rastro de mi magia?

- Por supuesto, es uno de los métodos que usan los aurores para descubrir a magos que infligen crímenes mágicos en contra de muggles.

- ¿Por qué específicamente contra muggles?

- Si un mago realiza un hechizo, así este sea poderoso, en mitad del Callejón Diagon sería demasiado complicado seguir ese rastro, pues hay demasiados rastros de magia alrededor, todos de diferentes fuentes; sin embargo, en un área muggle, los rastros mágicos suelen ser mínimos, lo cual facilita el aislamiento del rastro de quién causo el perjurio.

Hermione lo observó asombrada, el rubio al notar su mirada se sonrojó ligeramente.

- ¿Por qué nunca escuché de esto?

- Son métodos bastante avanzados incluso para los aurores, encontrar a algún investigador que sea capaz de realizar este tipo de magia es complicado.

- Y costoso. – afirmó la gryffindor sin dudarlo. - ¿Qué tan costoso?

- No pienses en eso, Granger. – contestó él intentando minimizar el tema.

- ¿Qué tan costoso? – repitió ella.

- Bastante costoso para ti. Insignificante para mi madre, así que deja de preocuparte por tonterías. – le respondió él algo ofuscado.

- ¡Les devolveré el dinero! – le aseguró ella.

- Olvídalo.

- Por Merlín, Malfoy, estoy diciendo que les devolveré el dinero y así lo haré.

- Como quieras. – Draco frunció el ceño, bruja endemoniadamente terca. – Estarán aquí mañana temprano, será mejor que descanses de una vez.

La castaña comprendió rápidamente la indirecta, vete.

- Nos vemos mañana, Malfoy. – le dijo antes de cerrar la puerta y caminar hacia su habitación.

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- Hermione Granger, es un verdadero placer conocerla. Mi nombre es Apollon Macmillan y seré quien lleve su caso junto a unos cuantos subordinados. – dijo un mago anciano, ofreciendo su mano hacia ella.

La castaña sonrió y tomó la mano, a la cual le dio un ligero apretón. – Encantada.

- Narcissa, me ha explicado brevemente su situación y creo que antes que nada debemos aclarar dos puntos. – si bien el rostro del mago era apacible, el tono de su voz denotaba problemas.

- Por supuesto, empiece, por favor.

- Sentémonos primero, ¿le parece? – el anciano hizo una seña hacia los sillones en el centro del estudio. Se sentaron frente a frente y Hermione notó que dos tazas de té y algunas galletas estaban dispuestas en un azafate. El mago cogió su taza y la instó a hacer lo mismo. Hermione bebió un sorbo y luego miró fijamente al hombre, esperando que empiece a hablar. – Primero que nada, señorita Granger. Permítame comentarle, aunque estoy seguro que usted ya lo sabe, que el uso indebido de magia contra muggles es un delito, además dicho delito es imprescriptible, por lo cual si esto se hace público usted será juzgada por el Wizengamot, de encontrársela culpable enfrentará una pena de entre 1 a 10 años en la prisión de Azkaban, ¿era usted consciente de esto cuando decidió borrar la memoria de sus padres, señorita Granger?

Hermione apretó los labios. Sus manos empezaron a temblar ligeramente y sintió su garganta seca. Volvió a sorber un poco del té. – Yo era consciente de eso; sin embargo, pensé que era la única manera de proteger a mis padres de Voldemort.

Curiosamente la expresión del hombre no cambio al escuchar el nombre del mago tenebroso. – Comprendo su situación, no soy quien para juzgarla. No obstante, debemos asegurarnos que esta información no podrá llegar a manos del Wizengamot o de alguna persona que quiera dañarla; por ende, necesito que me informe si usted piensa que alguien que conozca la situación podría convertirse en un problema.

Hermione se sintió ligeramente intimidada al escuchar cómo había pronunciado el mago la última palabra. – Solo los miembros de la Orden y del Ejército de Dumblendore conocen de la situación, y todos ellos son de mi entera confianza, señor Macmillan.

El hombre sonrió poco convencido. – Si en algún momento usted desconfía de alguien, por favor comuníquemelo. Vale mucho más prevenir que curar.

- Por supuesto.

- El segundo punto que quería mencionarle es sobre expectativas.

- ¿Expectativas?

- Permítame asegurarle, señorita Granger, que soy excelente en mi trabajo, incluso he ayudado a la oficina de aurores en ocasiones. Sin embargo, no importa que tan bueno sea yo o mi equipo, es posible que en el camino nos encontremos con ciertas trabas. Lo que yo puedo asegurarle es que usted conocerá con exactitud que les ha pasado a sus padres en estos años, pero no le puedo asegurar que sus padres volverán a verla como su hija o en el peor de los casos que sus padres no hayan sido atacados por mortífagos durante la época del terror. ¿Comprende?

La castaña sintió las lágrimas abultarse en sus ojos. Nuevamente bebió un poco de té antes de hablar. – Comprendo. Muchas gracias por su sinceridad, señor Macmillan.

- Siempre, señorita Granger. – contestó el hombre sonriendo, esta vez honestamente. – Ahora bien, ¿podría prestarme su varita por unos minutos?

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Luego del curioso procedimiento al cual Apollon Macmillan había sometido a su varita, este se había retirado rápidamente prometiéndole comunicarse con ella tan pronto como obtenga algún resultado.

Al entrar al comedor Hermione vio a Narcissa Malfoy con el rostro pálido y sus delicadas manos temblaban ligeramente.

- ¿Se encuentra bien, Narcissa? – preguntó Hermione preocupada al ver el estado de la mujer. Al notar su presencia, Narcissa se recompuso inmediatamente.

- Por supuesto, querida. – mintió.

- ¿Malfoy ya se fue a trabajar? – preguntó al notarlo ausente y no queriendo presionar a la bruja rubia.

El ceño de la mujer se frunció por un instante. – Draco debió partir muy temprano a solucionar un asunto.

- ¿Qué asunto? – preguntó la castaña, presionando un poco la situación.

- Temas desagradables que no deben ser discutidos durante el desayuno. – contestó la rubia mayor. - Y mucho menos con Scorpius cerca.

Hermione volteó para ver a Scorpius llegar de la mano de Pinky. El niño se acercó a su regazo y extendió los brazos en clara señal para que lo cargue.

- Buenos días, querido. – Saludó Narcissa con una gran sonrisa, pero Hermione pensó que la bruja no se veía realmente feliz.

- Buenos días, abuela. Buenos días, Mione. – saludó Scorpius increíblemente contento.

- Parece que alguien durmió excelente. – comentó Hermione sonriéndole al niño que estaba cómodamente sentado en su regazo.

Scorpius le dirigió una sonrisa traviesa y asintió enérgicamente. - ¿Dónde está papá?

- Tuvo que irse a trabajar temprano, querido. – respondió Narcissa con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.

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Cuando Draco llegó a su oficina, se dejó caer casi inmediatamente en su sillón, se sentía 15 años más viejo y abatido. Mierda, mascullaba por lo bajo una y otra vez.

Harry Potter, gracias a Merlín, no estaba en la oficina. Draco no se sentía particularmente con ganas de ser sometido a un interrogatorio.

Con desgano se dispuso a trabajar en los reportes que llenaban su escritorio.

No había pasado ni una hora de trabajo, cuando una serie de murmullos femeninos se escucharon afuera de su oficina y Draco frunció el ceño. Decidió ignorarlo y siguió trabajando. Estaba en medio de un reporte cuando la puerta se abrió de un porrazo, alertándolo y causando una mancha en su impoluto reporte. Draco gruñó. Al alzar la cara, una sonriente Parvati Patil lo observaba.

- ¿Puedo ayudarte con algo? – preguntó él con los dientes apretados.

- No sé cómo puedes tener un hijo tan adorable, cuando eres un completo amargado, Malfoy.

- No soy un… - empezó él. – Espera, ¿cómo conoces a mi hijo? – En un abrir y cerrar de ojos, Draco estaba parado frente a Parvati con una expresión amenazadora.

La morena abrió mucho los ojos, obviamente sorprendida por la velocidad del también auror.

- Tu madre lo dejó aquí con su elfina. Creo que venían a verte, pero ya conoces a las chicas, lo han visto y no pudieron evitar jugar con él. Es realmente adorable y tan despierto. Aunque es idéntico físicamente, su personalidad es agradable, a diferencia de la tuya…

Draco ignoró las palabras de Parvati y salió disparado para ver a su hijo.

El pequeño rubio estaba riendo rodeado por unas 3 aurores. Draco frunció aún más el ceño.

- ¿Qué hacen aquí, Pinky? – preguntó el rubio, obviamente enojado.

La elfina abrió mucho los ojos, sorprendida por la reacción de su amo al verlo.

- Estábamos haciendo las compras en callejón Diagon, amo. Hasta que una lechuza apareció de la nada, ama Narcissa leyó la carta y abrió mucho los ojos y prácticamente nos arrastró al Ministerio de Magia. Emergencia, dijo ella. Quédense con amo Draco, dijo ella. – explicó la elfina a gran velocidad.

- ¡Papi! – exclamó Scorpius al percatarse al fin de la presencia de su padre.

El niño se deshizo de su séquito de admiradoras y corrió a los brazos de su padre. Este lo alzó y le dio un sonoro beso en la mejilla.

Algunas de las mujeres suspiraron, evidentemente sorprendidas por la escena.

Draco las observó fastidiado.

- ¿No tienen papeleo del cual encargarse? – les dijo, dándosela vuelta con su hijo en brazos hacia su oficina. – Sígueme Pinky.

La elfina miró enojada hacia las brujas. - Ama Narcissa dice que el corazón del amo Draco pertenecerá a la ama Hermione, así que aléjense, brujas. – gruñó ella en voz baja para luego correr detrás de su amo.

- Woah. – exclamó Scorpius al darse cuenta que la oficina de su padre estaba llena de objetos extraños. - ¿Qué es esto? – preguntó el pequeño señalando unas pelotas plateadas.

- Por favor no toques nada, Scorps. – el niño frunció el ceño.

- ¿Por qué no? – preguntó acercando su dedo a una de las pelotas.

Draco bufó, con un movimiento de varita, el pequeño estaba sobre su regazo, lejos de los objetos peligrosos de su oficina.

- Creo que sería buena idea que regresen a la Mansión, Pinky.

- ¡NO! – gritó el niño. – Abuela me dará juguetes hoy.

- ¿Juguetes?

- Sí, hoy, después de que coma mis verdes. – aseguró el niño totalmente decidido.

- Ya veo. – contestó Draco. – Entonces debes portarte bien, ¿lo entiendes?

Scorpius asintió enérgicamente.

- Trae alguno de sus juegos Pinky y por favor cuídalo hasta que regrese mi madre. Yo necesito trabajar.

La elfina asintió y con un 'pop' desapareció, segundos después estaba de vuelta con 3 muñecos. El niño sonrió y cogió su peluche favorito.

Draco limpió mágicamente su reporte y siguió escribiendo. Sin embargo, su mente estaba en otro lado, ¿Cuál era el problema que había ocasionado que su madre salga precipitada y deje a su nieto? ¿Estaba relacionado a los Greengrass? ¿A los padres de Granger? ¿Otro problema que se añadía ya a su larga lista?

Maldita sea, pensó él, prácticamente no había dormido por la carta que recibió, había tanto que hacer y esperar a que el otro diera el primer golpe no era precisamente el estilo de Draco.

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"Astoria fue encerrada en un hospital mental muggle, mis padres van a por Scorpius." decía la nota que había recibido a las 3 de la mañana. Daphne, había demostrado ser una amiga fiel y una buena persona, antes que nada. ¿Qué le había sucedido a Astoria? Draco no tenía ni idea, pero tampoco había perdido el tiempo concentrándose en ese detalle, inmediatamente había mandado una lechuza a su abogado, y posteriormente vestido. Luego cogió un puñado de polvos flu y al salir de la chimenea un somnoliento Theodore Nott lo esperaba, su elfo apareció y colocó dos tazas de café encima del escritorio y desapareció inmediatamente.

- Tranquilízate un poco, Malfoy.

- ¿Cómo mierda esperas que me tranquilice? ¿Leíste la nota? ¡Esos viejos cuervos vienen a por mi hijo! Ella renunció a sus derechos, Nott, ellos no pueden hacer nada, ¿verdad? ¡¿VERDAD?!

- Pues, ellos podrían aducir que tú te aprovechaste de su estado mental y la forzaste a firmar.

- ¡Eso es falso!

- Necesito que te relajes un poco, tenemos que esperar que ellos tomen un curso de acción para nosotros poder responder. No importa lo que intenten, Malfoy, te aseguro que encontraremos una solución.

- Más te vale.

- No soy el mejor abogado del mundo mágico por las puras.

- Y el mejor pagado. – dijo Draco mirándolo intensamente.

- Y tu amigo. – le recordó Nott, intentando demostrar que estaba comprometido en el problema. - Estoy pensando en unos posibles escenarios, discutámoslos y me dices que respuesta hipotética te parece mejor. Cuando ellos den el primer golpe, nosotros les daremos el último.

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Hermione se asombró al ver una lechuza en su ventana con una nota en su pata. Inmediatamente buscó en sus cajones algún bocado para dárselo y sonrió al encontrar las galletas que le había dado Pinky antes de venir al Ministerio.

Cautelosamente se lo ofreció y la lechuza la aceptó de buena gana, extendió la pata en la que se encontraba la nota y Hermione la tomó, observándola con curiosidad.

"Estimada Hermione, lamentablemente tuve que dejar mis actividades matutinas con mi nieto para atender una emergencia, agradecería enormemente que lo acompañes junto con su elfina a almorzar cuando sea la hora. Me imagino que ahora mismo deben encontrarse en la oficina de mi hijo; sin embargo, no puedo afirmar que Draco se encuentre ahí.

Te agradezco de antemano por tu tiempo y diligencia,

Cariños, Narcissa Malfoy."

Hermione volvió a leer la nota, frunció el ceño y luego revisó el reloj de pulsera que llevaba. Mediodía.

Con un movimiento de varita, organizó los pergaminos en los que había estado trabajando y se levantó dispuesta a recoger al pequeño Scorpius y a Pinky, ¿estaría Draco con ellos?

- Saldré a almorzar. – anunció a su secretaria, la cual se le quedó mirando asombrada. Sí, Hermione Granger tenía fama de adicta al trabajo.

Al dirigirse al ascensor empezó a realizar una lista mental de los restaurantes donde podría llevar a Scorpius, incluso se le ocurrió llevarlo a un restaurante muggle con juegos para niños, pero no le agradaba mucho la idea de alimentarlo con comida chatarra.

Cuando llegó al piso de los aurores, Hermione saludó a algunos conocidos y caminó a la oficina de Draco Malfoy, cuando estaba a algunos pasos la puerta se abrió y la castaña observó a Draco con el pequeño Scorpius cargado, evidentemente saliendo a almorzar.

- Granger. – la saludó Draco admirado de verla ahí.

- Tu madre me envió una nota, no estaba segura que estabas aquí y me pidió que lleve a Scorpius a almorzar, pero ya que sí estas aquí…

- Podemos almorzar los tres. – anunció Scorpius radiante.

- Por supuesto, estas invitada a acompañarnos. – secundó Draco.

Hermione sonrió encantada. – Perfecto, ¿y Pinky?

- Rommy la llamó "urgentemente" y tuvo que regresar a la mansión.

La gryffindor frunció el ceño, finalmente comprendiendo las intenciones reales de Narcissa Malfoy.

- Toda una slytherin. – masculló.

El trío salió del piso de los aurores con dirección a los ascensores, sin percatarse de toda la conmoción que habían causado en los observadores.