Una historia forjada en el fuego
No soy dueño ni de Naruto ni de Fairy Tail, ambas obras pertenecen a Masashi Kishimoto y Hiro Mashima, solo el contenido Oc me pertenece.
Es un prólogo muy inusual y un tanto inentendible, pero es necesario, todas las dudas serán respondidas en el siguiente capítulo, este solamente es el prólogo, ni más ni menos.
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El Destino, una entidad sobrenatural a la que los seres humanos e incluso otras deidades con mayor conocimiento atribuyen la mayoría de los sucesos lo que ellos llaman Destino, a este se le define como la fuerza que actúa sobre los seres vivientes y los sucesos que estos enfrentan a lo largo de su vida, podríamos referirnos al destino como una sucesión inevitable de acontecimientos de la que nadie puede escapar.
Existen muchas ideas filosóficas que refutan o abalan la idea de que algo como destino exista, muchas personas creen firmemente que sus tienen un sendero creado por el destino y deben seguirlo sin rechistar, aceptar su destino, los más tercos en cambio son de la firme idea de que el destino no son más que supercherías, todo lo que ocurre en sus vidas no es más que producto de sus propias decisiones.
En honor a la verdad es algo de lo que tal vez jamás tendremos una respuesta clara ya que no importa si crees o no en estas cosas, al final de cuentas los que tienen la determinación y siguen luchando hasta el final logran lo que toda su vida se han propuesto, aquellos que creen en el Destino se aferran tanto a este que al final de cuentas terminan cumpliendo con este, los que no aceptan el supuesto destino con el que nacieron luchan contra viento y marea para cambiarlo muchas veces logrando su cometido.
¿Qué creo yo?, Es una combinación de factores, creo que el destino es algo así como una entidad que reparte las cartas y al final todo dependerá de cómo juegues con estas cartas otorgadas por el Destino, aunque hay casos donde por más que una persona tenga un destino fijado por sus cartas, a veces simplemente las cosas no salen como deberían.
En un universo retorcido totalmente distinto del que conocemos nuestro pequeño relato comienza con un protagonista, un pequeño de no más de 6 años, quien, desconocido para todos, incluso el mismo, tendrá un papel que pondrá de cabeza todo lo establecido por el destino.
— ¡Kuso Jiji! ¿Por qué tengo que ir a ese lugar?, Es aburrido, yo no necesito ir ahí, ya se leer y escribir que es todo lo que importa — grito el pequeño de voz claramente infantil con un tono de fastidio.
El ex-Sandaine Hokage, Hiruzen Sarutobi, es conocido por ser un hombre tranquilo y paciente, no se llega a tener el epíteto de Profesor por ser alguien impulsivo y carente de control emocional, sin embargo, incluso el pobre anciano tenía sus límites y este niño estaba por hacer que rebasase esos límites.
— Ya te lo dije miles de veces Naruto, independientemente al hecho de que no puedes pasar todo el día sin hacer nada las leyes de Konoha dictan claramente que todo ciudadano debe tener mínimo un año de estudios en la Escuela Civil de Konoha, si después de eso decides unirte a la Academia Ninja o seguir estudiando en la Escuela Civil es muy problema tuyo — gruño Hiruzen mientras le daba una mirada molesta al niño quien no se amedrento y le dedico su propia mirada al anterior Hokage.
El anciano se pasó la mano por el rostro en un extraño intento por calmarse, desde que se hizo director de tanto Academias Ninja y Civil luego de su retiro como Hokage había interactuado con varios niños, todos estos cuando le miraban mostraban cierto grado de respeto, ¿Por qué negarlo?, incluso cierto grado de temor por esta en presencia de uno de los Shinobi más letales del mundo, sin embargo este mocoso nunca le había mostrado ni respeto ni temor, lo trataba como si fuera cualquier persona, algo en cierta forma estimulante pero a su vez un tanto incómodo, ni siquiera los hijos de su sucesor a quienes llego a cuidar cuando eran bebes mostraban tanta informalidad como la que le dedicaba este chiquillo, ignorancia o agallas, jamás lo sabría y francamente no quería averiguarlo.
Le miro de forma seria y como ya era costumbre desde que lo conoció hace tan solo un mes no pudo evitar enarcar una ceja ante su inusual apariencia que para comenzar no era muy común en un lugar como la Nación Elemental, era alto, tan alto como podía ser un niño de seis años, podía decir casi con total seguridad que era el niño de su edad más alto dentro de Konoha, si seguía creciendo a ese ritmo no tenía duda de que superaría a su estudiante Jiraiya en termino de estatura, su piel era bastante pálida, tan pálida que dolorosamente le recordaba un poco a la de su estudiante traidor, Orochimaru, casi como si jamás hubiera sido bañada por los rayos del sol, una ironía tomando en cuenta el caso tan particular del niño, sus facciones son inusuales por decir lo menos, el ojo experto podía decir que el pequeño tenia rasgos faciales con rastros aristócratas pero también rasgos varoniles muy marcados, no eran muy notorios por la grasa de bebe pero cuando creciese no tenía duda de que sería algo popular entre las mujeres, sus ojos poseían una forma de reptil, color azul como el cielo con una pupila negra de inusual forma de medias lunas, su cabello fue un rasgo que hizo que su corazón diese un vuelco la primera vez que le vio ya que guardaba un gran parecido con los cabellos de Minato y Kushina, fueron las diferencias notorias las que descartaron cualquier teoría de conspiración que en aquel entonces comenzaba a formarse en su mente, el cabello de este niño era rubio intenso como el del Yondaime, tal vez incluso más intenso con tonos más claros, el tinte carmesí en las puntas igual de tonos más intenso que el cabello de Kushina le daban cierto toque intimidante, tanto como podía serlo un pequeño, su peinado era similar al de Minato pero con ciertas diferencias, el cabello del niño era mucho mas salvaje apuntando en todas direcciones prácticamente desafiando a la gravedad, además los mechones que enmarcan su cara apenas llegan hasta sus mejillas mientras que los de minato rebasan la zona de la mandíbula.
Su atuendo si bien no era tan común en las aldeas ninja tampoco era algo precisamente extraño, contrastaba con los casi reglamentarios kimonos y sandalias, pero fuera de eso era muy normal, una chaqueta roja de botones, un short de mezclilla café, botines para la nieve cafés y la cereza sobre el pastel era una inusual bufanda blanca aparentemente hecha de escamas.
En resumen, el niño era bastante inusual, era difícil creer que era un huérfano, pero esa era su realidad, no podía evitar reflexionar en como llego a esta situación, sucedió hace tan solo un mes, ese día había estado supliendo a Minato en la oficina ya que este había decidido tomarse la tarde libre para estar con su familia, en lo personal le resultaba molesto ya que el hombre acostumbraba pasar más tiempo consintiendo a sus hijos que en la oficina, era solo por los esfuerzos combinados de el mismo y los otros jefes de clan que el papeleo se estaba completando adecuadamente sin que el pueblo pague las consecuencias, incluso Danzo estaba poniendo de su parte a la hora de llenar los documentos, ese día un enviado del propio Daimyo se apersono en la oficina, no le dio muchas explicaciones, se limitó a entregarle una carta firmada por el mismo señor del fuego antes de dejarlo solo el niño, la carta se limitaba a decir que básicamente debía otorgarle al niño un apartamento y una cantidad mensual de dinero que el mismo Daimyo cubriría, luego de eso integrarlo en la Academia Ninja si es que el chico lo deseaba.
No hace falta decir que en aquel entonces se mostró incrédulo mientras dudas sin respuesta comenzaban a surgir en su mente, era por demás raro que el Daimyo se mostrase tan interesado por un niño de seis años presumiblemente un huérfano, para comenzar lo del apartamento era inusual, los niños sin padre tienen un pase directo al orfanato exceptuando los que tenían padres de clase pudiente, cosa que dudaba que fuera en este caso ya que si fuera así el Daimyo bajo ninguna circunstancia querría integrarlo en las filas ninja, la única explicación era que este niño fuera un joven talento que despertó el interés del Feudal, había querido sacarle de forma muy sutil información al pequeño pero esto solo había generado más preguntas aun ya que el niño que aquel día aprendió se llamaba Naruto para comenzar no sabía absolutamente nada de sí mismo, su nombre y edad, solo eso sabia de sí mismo, que lo habían encontrado en medio de un incendio forestal y que el tipo del sombrero divertido presumiblemente el Daimyo le dijo que viviría aquí.
Durante los primeros días no había dejado de observar al pequeño en búsqueda de alguna respuesta a sus preguntas, de carácter hiperactivo, volátil y terco, eran las mejores palabras con las que podía describir su personalidad mientras le observaba, pudo apreciar que era bastante sociable ya que en tan solo un día había hecho migas con los niños en el parque, volátil ya que se molestaba con cierta facilidad según pudo observar y sin duda muy terco ya que cuando una idea se metía en su cabeza era muy difícil sacarla de su mente, de ahí que se hubiese rendido en hacer que lo trate con respeto, no fue hasta días después donde pudo comprender un poco el interés que el Daimyo mostraba en este joven, el poder que poseía era todo menos normal, jamás había visto algo remotamente similar, era simplemente algo fuera de este mundo, difícil pensar que alguien de tan solo seis años tenía algo como eso a su disposición.
Había tratado de informarle a Minato sobre esto, pero para su pesar el hombre como era su costumbre seguía viviendo en su mundo de profecías como para prestar atención a otras cosas, al no ver muchas opciones decidió que lo más sabio era enviarle un mensaje al Daimyo con la esperanza de obtener algunas respuestas.
— ¡DESPIERTA VIEJO! — rugió el pequeño Naruto harto de ser ignorado por el anciano quien se había perdido en sus pensamientos.
— No me grites mocoso recuerda que alguna vez fui el Hokage así que tenme respeto — exclamo Hiruzen algo molesto por el grito mientras se limpiaba los oídos.
— Hokage mi culo un día de estos pateare tu trasero — gruño el pequeño señalando al anciano quien soltó un pesado suspiro sabiendo que no tenía caso discutir con el rubio.
— Solo ten listas tus cosas mañana, las clases empiezan a las siete de la mañana, iras quieras o no si es que no quieres perder tu dinero mensual — no pudo evitar sonreír al ver que el pequeño palidecía visiblemente al escuchar que perdería el dinero que usaba para comprar comida, una pequeña victoria en el haber del Sandaime.
— Maldito Viejo — mascullo algo molesto pero resignado, no había escapatoria de esto, era inevitable, tendría que ir al infierno llamado escuela.