El comienzo de semana siempre era duro para todos. Tanto grandes como pequeños, sin excepción. Después de todo, pasado un deseable descanso, ¿Quién estaría bien para regresar a la rutina?

Sin duda cierta joven lo estaba, mientras marchaba a paso animado hacia su establecimiento educacional en compañía de su prima, quien tampoco estaba tan mal parada.

― ¡Por fin es lunes! ―Sonrió la mayor, balanceándose de un lado a otro. Su mechón de pelo parado parecía cobrar vida, formando un corazón de la emoción.

―Lo que significa…. ―Le siguió su prima, entrelazando su mano con la ajena y sonriendo de igual forma.

― ¡Cinco días más para ver a Adrien y a Félix! ―Dijo cada respectiva chica, con un extraño brillo en los ojos.

Al darse cuenta que estaban en un lugar público sus rostros formaron un poema, bastante rojo. Sin duda agradecían no estar tan cerca de la Escuela, puesto que no conocían a nadie allí.

Siguieron entonces avanzando, disimuladamente.

―Pero, dime Bridge, ¿Qué tanto es lo que le ves a Félix? ―Preguntó Marinette, alzando su ceja derecha. Aquella era una pregunta a la cual nunca le encontrará respuesta, o eso suponía.

―Es como si yo te preguntara qué es lo que ves a Adrien, Mari ―Le sonrió Bridgette, adelantándose un tanto, y caminando en reversa, con tal de ver a su prima. ―Es simplemente inexplicable. ―Con sigilo dio media vuelta y siguió con su caminata animada.

Marinette sonrió de medio lado, después de todo, entendía lo que decía su casi hermana. Mientras estuviese feliz, sería lo que importara.

Al verse perdida por unos momentos en sus pensamientos, había sido dejada atrás.

― ¡Vuelve acá, rufián! ―Exclamó la joven, riendo un tanto.

―Atrápame si puedes ~ ―Contestó un tanto infantil Bridgette, quién si de buenas a primeras no había tenido la intención de empezar una carrera, ahora mismo sí la efectuaba.

Así, entre risas, el dúo de chicas, confundibles como hermanas, se apresuraron a llegar a la jornada escolar.

Por primera vez no iban tarde, cumpliendo con todo debidamente.

Tal fue la sorpresa de que las jóvenes llegaran a hora la clase, que incluso la mayoría les aplaudió, tirando una que otra broma.

― ¡Vaya milagro!

―Oh Dios, tengan cuidado, va a temblar ~

Aunque siempre estaba la aguafiestas.

―No es para tanto, o sea.

Chloé… ―Fue un pensamiento a la vez de ambas Dupain-Cheng. Mas, como solían hacerlo, la ignoraron.

Los ojos de cada chica se posaron en sus amores imposibles. Los Agreste. Sólo que una sí actuaba.

― ¡Félix! ―Llamó Bridgette, yendo bastante feliz hasta el asiento del nombrado. Aquel tan sólo le dedicó una mirada, algo fastidiado, como solía tratarle.

― ¿Sí? ―Ni él, de buenas a primeras quería empezar la semana de mala manera. Pero es que esa chica se lo ponía bastante difícil.

―Me preguntaba si tu… Pues no lo sé… ―Comenzó a balancearse con sus piernas, haciendo mover sus coletas de un lado a otro. ― ¿Te apetecería ir al parque de diversiones conmigo? ―Preguntó, enarcando ambas cejas con un leve rubor en sus mejillas.

La clase sabía lo que vendría.

Ella sabía lo que vendría.

Marinette y Lila se prepararon para lo que vendría.

―No. ―La seca respuesta del chico, mientras dejaba caer sus párpados, y echándose para atrás en la silla, se cruzaba de brazos.

El mechón de cabello sobresaliente de Bridgette cayó en picada, revelando su desánimo con una respuesta como esa. ―Pero, pero, ¿Por qué? ―Preguntó, aguándose sus ojos.

― ¿Para qué querría ir yo a un lugar como ese? Tan… Abierto, teniendo tantas cosas que hacer. ―Volvió a negar, esta vez girando con levedad su cabeza de izquierda a derecha.

―Pero-

―Vaya que hay personas que no entienden una negación, ¿Eh? ―Preguntó Chloé a Sabrina, riendo un tanto. ―No saben cuándo rendirse.

La mirada de Bridgette recayó furiosa en la rubia, pasando luego con pesar a Félix. Sollozó un tanto, y siguió de largo hasta su puesto, siendo parada en ello por Marinette.

―Bridge, ¿Estás bien? ―Preguntó, enarcando una de sus cejas, y posando sus manos en los hombros ajenos. La mayor se apresuró en sonreír.

―No te preocupes, ya me lo esperaba. ―Secó aquellas lágrimas de desilusión y se entregó al abrazo que Marinette ahora le proporcionaba, como consuelo fraternal.

Siempre ocurría así. Por más que Bridgette se esforzara, Félix siempre le rechazaba… En cierta parte se sentía pena. La mayoría no entendía cómo Bridgette había caído en amor con una persona como él…

Eran tan distintos los hermanos Agreste. La viva representación de lo opuesto…

―Ya está bien. ―Dijo Bridgette, para posteriormente separarse y sonreír levemente. ―La clase ya va a comenzar, ve a sentarte.

―Uhm… Está bien… ―Aceptó a regañadientes Marinette, para acariciar la mejilla de su prima. ―No te desanimes, eh. Eres una chica genial.

Ante una afirmativa, ambas jóvenes se fueron a sentar a sus respectivos asientos. Marinette con Alya, quien había visto toda la escena con el pesar de su alma, y Bridgette con Lila, quien con cada día que pasaba, odiaba más a cada Agreste.

Apenas Bridgette se sentó en el último banco, junto a la castaña, se desparramó en su mesa, sacando el boleto para el Parque de diversiones de su bolsillo, y examinándolo.

Pronto nuevas lágrimas quisieron salir, sintiendo una mano en su hombro.

―Bridge, vamos, no te sientas tan mal… ―Dijo Lila, para entonces dirigir su mirada al mayor de los Agreste. ―Félix no vale la pena. ―Sentenció.

―Ese es el problema, Lila… ―Susurró Bridgette dejando liberar sólo un par de lágrimas. Entonces imitó a su amiga, observando al rubio. Una débil sonrisa se formó en sus labios, con un sonroso apareciendo en sus mejillas. ―Para mí, sí vale la pena.

El corazón de Lila se estrujó, permitiéndose el seguir uno de sus impulsos. Abrazó con todas sus fuerzas a la azabache.

Después de todo, luego del incidente con Ladybug, ella había sido la primera en tratarle con normalidad, y hasta sonreírle. Si no hubiese sido por ella, probablemente seguiría sin hablar con la mayor parte de la clase. Le apestaba no poder hacer nada respecto a la situación amorosa en la que se encontraba, al menos como una compensación por todas las risas que habían compartido hasta el momento.

―Oh, Bridgette… Eres un ángel… ―Le susurró, pegando su mejilla a la ajena. Dicho acto logró sacarle una carcajada a la nombrada, quién pronto volvió a tener su optimista actitud.

― ¡Vamos Lila, no seas exagerada! ―Rio. Por la puerta iba entrando la profesora. ―Vamos, vamos, para, ya es hora de comenzar la clase. ―Anunció. Pronto la cálida atmósfera que siempre se sentía allá atrás, gracias a Bridgette volvió a aparecer.

Con la cálida calma de que el episodio de la mañana ya había acabado, la clase comenzó, estando todos dispuestos a dar el máximo aquel día.

Aunque de buenas a primeras, nunca era tan animoso el comenzar un día lunes con Álgebra… Siempre solían haber dudas por aquí, y por allá. Además de algún bostezo.

Fue toda una victoria poder sobrevivir a una hora como esa, siendo no la materia favorita de muchos… Pero la habían resistido, era lo que contaba.

Luego de que aquella hora pasara, había un breve descanso.

El desayuno, obviamente, teniendo tiempo de al menos consumir una colación. Generalmente se salía de la sala para encontrarse con amigos, pero sintiéndose la mayoría a gusto en la sala, no solían salir muchos…

Claro, a excepción del mayor de los Agreste. Siempre se retiraba, por alguna razón, a biblioteca en los descansos.

Los jóvenes vieron cómo el rubio salía por la puerta seguido muy de cerca por Bridgette, que como todo el mundo sabía, no se rendiría sólo por un rechazo.

Marinette suspiró al ver a su prima salir de la sala, en persecución de aquel joven, tan antipático, poco atento a su criterio.

―No entiendo aún qué le ve. ―Escuchó a su lado, dando un pequeño sobresalto en su asiento. De manera inmediata vio a su lado.

―Lila… ―Susurró, sonriendo un tanto y enarcando ambas cejas. Era sumamente vergonzoso sentir miedo por algo tan vano como eso. Aunque no era el tema allí. Se hizo para atrás en la banca, y apoyándose en el respaldo, se cruzó de brazos, inflando ambas mejillas y asintiendo. ―Yo tampoco… ¡Cómo es que sucedió esto…!

―Más encima con un Agreste. ―Rodó los ojos Lila, observando también de reojo a Adrien. ―Están hecho para romper corazones, al parecer. ―Rio entre dientes, elevando ambas cejas.

― ¡Hey, no englobes las cosas! ―Defendió Marinette, captando la atención del grupo a su alrededor. Pronto quedó completamente roja, y nerviosa, perdiendo la compostura. ―Digo, e-estamos… Estamos hablando de un caso en particular… Ya sabes… ―Mientras más hablaba más se encogía en su asiento, pero estando Adrien mirándole, no era de extrañar.

Lila elevó ambas cejas de la sorpresa, y captando todo el contexto allí, rio a carcajadas, quedando con una sonrisa ladeada en sus labios.

―Realmente están hechos para romper corazones. ―Sentenció, y haciendo un ademán, se retiró hasta su asiento, sin sorprenderse del todo de lo que había descubierto. ―Así que a ambas les gusta un Agreste, ¿Eh…? ―Resonó en la mente de Lila, sentándose y balanceándose un tanto.

No le importaba del todo Marinette, pero Bridgette…

Le entró el coraje al ver cómo entraba derrotada su amiga, a los minutos después.

Ya vas a ver que no siempre la tendrás a tus pies, Félix… ―La castaña fruncía el entrecejo. ―Y te vas a arrepentir… ―Susurró en voz alta.

Pronto llegó Bridgette a su lado, y le abrazó, consolándola y diciéndole, como siempre, que olvidara a un patán con un complejo por el trabajo como él de una vez por todas.

El grupito de adelante veía dicha escena a lo lejos, sin intervenir mucho. Mas, tanto Marinette como Adrien se mostraban preocupados.

― ¿Será realmente bueno que se haya hecho tan amiga de Lila…? ―Susurraba Marinette, un tanto contrariada. Si bien la nombrada le ayudaba mucho a su prima, seguía teniendo cierta aversión por ella.

― ¡Qué dices! ―Escuchó a su lado. La joven de azabache cabellera de inmediato vio a su amiga, un tanto sorprendida. ―Es, en serio, bueno, ¿Sabes? No podíamos estar siempre con ella… Y se sentaba sola hasta que llegó Lila… ―Le recordó Alya, un tanto afligida.

―Pero…

―Todas necesitamos una amiga, Marinette. ―La morena posó su mano en el hombro ajeno, y le sonrió. ― Ya sea para que nos apoyen o ayuden, o viceversa, de eso se trata la amistad, ¿No? ―Preguntó la joven, encogiéndose de hombros, y haciendo una seña disimulada apuntando a Adrien.

―Alya… ―Susurró Marinette, para luego simplemente abalanzarse donde su amiga, y abrazarla. ― ¡Es cierto! ―Pegó su mejilla a la ajena, aun no estando del todo segura respecto a Lila.

―Además, Lila se ve como una buena chica, a pesar de su mal debut por acá. ―Agregó Nino, girándose un tanto.

―No lo sé, tal vez… ―Adrien titubeó. Por una vez no sabía cómo tratar con ese tipo de temas, estando en confianza.

―Oh, vamos amigo, que ya no le gustes no significa que sea una mala chica ―Bromeó Nino, pegándole levemente en el hombro.

―No es eso. ―Soltó una discreta risa el joven.

― ¿Entonces? ―Preguntó Alya, despegándose a Marinette de encima.

―Eh… Una… ¿Corazonada? ―Sonrió nervioso. Ni de broma podía soltar lo de Volpina y su Lady.

―En todo caso por qué tu hermano trata tan mal a Bridgette. Si es una chica genial… ―Susurró Marinette, sosteniendo con sus manos sus mejillas. Lamentaba de todo corazón que su prima no pudiese haberse enamorado de alguien tan amable como la persona que a ella le gustaba.

―Bueno, siempre ha sido cortante para tratar con los demás, pero… ―Adrien frunció un tanto el entrecejo. Félix tenía una especie de rechazo mayor por Bridgette, y aún no entendía por qué. ―Supongo que le preguntaré. ―Se encogió de hombros.

― ¿En verdad lo harías? ―Preguntó Marinette, levantándose de su asiento con mucha ilusión. Pronto recayó en su conducta, y enrojeció, volviendo a sentarse. ―Digo… ¿En serio? ―Rio un tanto de forma nerviosa.

El grupo le acompañó en la risa, tan sólo por lo divertido del hecho. Pasó desapercibida la entrada de Félix, como así mismo, la afirmación de Adrien.

En todo el resto del día, a pesar de su insistencia, Bridgette se vio rechazada. Se preguntaba por qué, un tanto deprimida, y sentada a un lado de sus amistades mientras almorzaba.

La hora de Almuerzo; la última hora del día en el que podía insistir con sus propuestas. Después de todo, luego Félix se iba a quién sabe dónde y tenía nula oportunidad de seguirle.

―Deberías superarlo, Bridge. ―Aconsejaba Alya, quién si bien ayudaba a Marinette con Adrien, era distinto, él sí era un verdadero caballero, y no trataba como cualquier cosa a su amiga.

―Es fácil decirlo… Pero hacerlo… ―Suspiraba la mayor de las Dupain-Cheng, llevándose un bocado de comida a la boca.

― ¡Vamos Bridge, yo te ayudo a hacerlo ~! ―Se le pegó Lila, tal cual Marinette se había lanzado con anterioridad a Alya.

―Oh, vamos, chicas~ ―Un leve sonroso aparecía en las mejillas de Bridgette. Ya comenzaba a tener nuevamente su normal temple.

Y mientras Marinette tan sólo veía la escena en busca de alguna falla en el comportamiento de Lila, la huida de Adrien pasó desapercibida. El que Nino estuviese en el baño ayudó bastante, de igual forma.

Bridgette podía haberse rendido ya con lo de la cita, pero Adrien necesitaba preguntarle a su hermano por qué trataba de esa manera a la chica. Se lo había dicho a Marinette, y era un hombre de palabra.

O así se consideraba—

Tal como pensaba, aun siendo hora de comer, Félix se hallaba en la biblioteca, leyendo. Gracias a Dios Plagg estaba con él, o todo el recinto sería un desastre, con libros tirados por aquí y por allá.

―Hey, Félix. ―Trató de no hablar tan alto, mientras caminaba a paso lento en dirección a la mesa donde estaba su hermano. La bibliotecaria a ratos podía ser un tanto pesada. Aunque nunca tanto como Félix, que ni porque fuese su hermano, había despegado la vista de sus libros.

Terminó por sentarse frente a él, y quedársele viendo, con la cabeza reposada en una de sus manos.

Luego de un par de minutos en esa posición, por fin el mayor mostró algún interés en escuchar lo que su hermano ansiaba decirle.

― ¿Qué? ―Preguntó, un tanto antipático, elevando casi la nada su vista de la lectura.

― ¿Por qué eres así? ―Respondió con otra pregunta, mostrando una leve sonrisa.

―La biblioteca es para leer—

―No me refiero a eso. ―Negó Adrien, tomando ya una compostura más dura, mientras se echaba hacia atrás en la silla, y se cruzaba de brazos.

― ¿Entonces? ―Si se trataba de preguntas sin respuesta, realmente no le llamaban la atención al rubio, así que fue negándole importancia al asunto.

―Por qué… ¿Por qué eres tan malo con Bridgette? ―Se decidió a cuestionar, un tanto temeroso por la reacción que podía tener su hermano.

Mas, aquella no fue otra que sorpresa, dejando de lado el libro, y abriendo de sobremanera sus ojos.

―Es… La primera vez que te metes en un tema como este. ―Hizo la observación Félix, cerrando el libro, y entrelazando los dedos de sus manos. ― ¿Acaso fue ella…?

―Félix, es de conocimiento, no de sólo la clase, sino de toda la escuela que la rechazas constantemente. ―Se elevó de la silla Adrien, posando con decisión sus manos sobre la mesa. ―Es lo único que te pregunto, ¿Por qué res tan duro con ella? ―Insistió, enarcando ambas cejas, a la espera de una respuesta.

Era sumamente exasperante tan sólo recibir una mirada, que no podía interpretar, como respuesta por un par de minutos.

Mismos minutos donde la campana anunció el final del receso del almuerzo, y la entrada a la última hora de clases.

Félix se elevó con elegancia de su asiento, y tomando su libro y pertenencias partió rumbo a la sala. Adrien le siguió de cerca, aguantándose el gritarle en la misma Biblioteca.

Pero el rubio mayor no se pudo salvar de la curiosidad de su hermano menor estando una vez fuera.

― ¿¡No me vas a responder!? ―Preguntó, cayendo un tanto en la desesperación por la terquedad ajena.

―Me exaspera. ―Soltó seco Félix, deteniendo todo movimiento, sin darle la cara a Adrien. ―Me desespera el hecho de que no entienda cuándo rendirse…

― ¿No es eso lo que hace una chica que va en serio?

―No necesito a una chica que vaya en serio.

―Pero por-

―Ya tengo a alguien a quien amo.

El pasillo donde se encontraban quedó en silencio por un par de segundos, quedando Adrien desconcertado, y Félix impresionado por haber soltado eso. Pronto tapó sus labios con su diestra, y comenzó a caminar de nuevo, esta vez a paso apresurado.

― ¡Hey, no te escapes! ―Alcanzó a reaccionar Adrien, corriendo hacia él, y tomándole del brazo. Cuando recibió la dura mirada ajena, fue cuando le soltó con algo de vergüenza y desvió la mirada. ―Lamento eso, pero… ―Pero no sabía que él gustaba de alguien. Como hermano, le hubiese gustado una muestra de confianza sabiendo un detalle como aquel. ― ¿Quién es?

El rubio hizo un ademán de seguir, y tan sólo ignorarle.

―Eso no es de tu incumbencia.

Aquel fue el decreto final que ni con insistencia el menor de los Agreste puedo erradicar. Simplemente el tema quedaría como archivado sin derecho a tocarlo nuevamente.

Aunque si lo pensaba, él tampoco le había revelado a su hermano que gustaba de una chica, nada más por el hecho de que en realidad, no tenía ni idea de su identidad. Suspiró, siendo esa una de sus razones para no insistir más.

Una vez llegado a la sala poco antes que la profesora a cargo de la hora, observó cómo todos -los involucrados en el tema- se hallaban en sus respectivos asientos.

Ante la curiosidad a cien de una ilusionada Marinette, tuvo que desviar la mirada, tan sólo sentándose en su asiento. Se encogió de hombros, sin ánimos de dar resultados.

―Félix Agreste es la segunda persona más terca que he conocido en mi vida… ―Aseguró. Ni de joda le diría que Félix ya tenía enamorada, no quería hacer sentir mal a Bridgette, o algo por el estilo… Pero también estaba el hecho, de que, si no lo sabía, seguiría insistiendo, y se repetirían los hechos por quién sabe cuánto tiempo.

Decidieron dejarlo pasar, concentrándose en la clase de Literatura. Siendo la última, dejarían para el día siguiente la búsqueda de opciones y respuestas para el comportamiento del mayor de los Agreste y la mayor de las Dupain-Cheng.

―Bien clase, saquen su libro y ábranlo en la página 93.

Por primera vez después de clase, Félix Agreste no se fue de inmediato a quién sabe dónde. Siguió en la escuela, dirigiéndose a otro lugar en el interior de esta.

Luego de revisar de forma completa e impecable su bolso y el interior de aquel, llegó a la conclusión de que, por arte de magia, su celular debía estar en su casillero.

Aunque si pensaba detenidamente, conociendo a Plagg… La magia, no era tan lejana como otros podrían pensar.

Soltando un suspiro, tomó su bolso y caminó en dirección a la sala de los casilleros. Fue un completo milagro que pasara desapercibido para Bridgette el hecho de que simplemente no había desaparecido y ya, aunque a su criterio, era más una bendición.

Fue con una tranquilidad indescriptible caminando por el pasillo, que debiese estar desierto ante las ansías de todos por volver a sus hogares. Por eso mismo, no se esperaba escuchar eso.

Dos voces, femeninas.

Cualquier otro hubiese simplemente pasado en dirección a su casillero, pero hubo algo que le dijo a él que no lo hiciera.

¿Instinto? Probablemente.

Cada que se acercaba más a la entrada a la sala, se escuchaba más fuerte, y más, y más. Sólo por curiosidad, trató de observar. La puerta se encontraba entreabierta, por tanto, pudo ver sólo un poco.

Su impulso ganó, e hizo lo posible por escuchar qué decían las voces.

―No te preocupes, ella está conmigo. ―Escuchó más nítidamente la voz. Le parecía conocida, más no la reconocía.

Se perdió un par de diálogos al quedarse inmerso en lo que se suponía, había escuchado. Pero entonces lo vio. Detrás de la tercera hilera de casilleros, salió un ser tan pequeño como Plagg.

Cubrió sus labios para no soltar algún grito, o sonido indecente. El Kwami era de color rojo, con manchas rojas. Un brillo extraño se apoderó de sus ojos, y poco a poco comenzó a expandirse una sonrisa por sus labios.

― ¿Podrá ser…? ―Pensó, llenándose de ilusión luego de un día tan pesado como el que Bridgette le había hecho pasar.

No le dieron tiempo para más. Escuchó pasos, y lo último que vio fue aquel comunicador. Aquel que usaba Ladybug, la mujer de sus sueños, cuando le llamaba siendo Chat Noir. Se pegó de inmediato a la pared y meditó qué hacer.

Tenía realmente muy poco tiempo de respuesta, y, por si fuera poco, no se sentía cómo él, tenía una extraña sensación de gusto.

¿Tendría la suerte de saber quién estaba detrás de aquella máscara rojiza?

Detuvo su excitación. Existía un pacto al que debía apegarse, y por si fuese poco, era el de confidencialidad en cuanto a la identidad secreta se trataba. Mordió su labio, sin saber qué hacer, cómo reaccionar. Aun así, estaba tan feliz que más que Félix, en ese momento era Chat Noir.

En ese momento se le negó entonces tanto voz como voto.

La puerta de la sala de los casilleros se abrió, dejando ver a una confundida y sorprendida Marinette. Félix quedó anonadado, prácticamente en blanco.

Por inercia, se separó de la pared, y desvió la mirada, apretando el agarre de su bolso.

―Yo… ―No tenía el control ahora mismo. No se sentía bien, pero si era el precio que debía pagar por saber la identidad de la joven heroína, la pagaría cuántas veces debiera. ―Tengo que buscar algo.

Marinette alzó una ceja, y vio hacia los lados, comenzando a estar nerviosa. ― ¿Ok? ―No sabía cuánto había escuchado el rubio, pero no creí que mucho. Hasta donde lo conocía, ni le interesaba lo que hacía, ¿No?

La joven le restó importancia y continuó su camino, dejando atrás al choqueado Félix.

Una vez solo, sus piernas se movieron por si mismas hasta su casillero. Abrió aquel, y como esperaba, allí se hallaba su celular.

Apenas lo tomó, su mano comenzó a temblar, y vio su reflejo en el cristal.

Una sonrisa idiota identificaba, y por el ardor que sentía, podía asegurar que había enrojecido, como nunca en su vida.

Guardó con suma rapidez en celular en el bolsillo de su pantalón, y lo apretó con emoción. No se reconoce a sí mismo, pero da igual, aquel goce no lo sentía hace años.

Así que Marinette es mi Lady… ¿Eh?