MOSHI MOSHI!

AQUÍ LES TRAIGO EL ULTIMO — EN REALIDAD ESPERO QUE SEA EL ULTIMO — CAPITULO DE ESTE FIC, PERO ME CONOZCO MUY BIEN COMO PARA SABER QUE ESTE DEBER SER EL PENULTIMO, AUN ASI VOY AVISANDO. ME DIVERTI ESCRIBIENDO ESTE CAPITULO ASI QUE ESPERO QUE LO DISFRUTEN. ¡DIVIERTANSE Y BESOS!

Capítulo 14: Devolver a tu cita a casa

Marmórreal despertó algo diferente ese día, aunque no sabían que era lo que había de diferente. Los sirvientes ya estaban laborando desde muy temprano y tenían el desayuno listo para llevar a la mesa del comedor en donde los habitantes del edificio desayunarían, los guardias nocturnos estaban por cambiar de turno con los de la mañana dando el reporte de que no había pasado nada inusual durante su vigilancia, los nobles se estaban despertando y esperaban a sus mayordomos para que les ayudaran a vestirse, los pajarillos ya estaban volando a la ventana de Su Majestad para despertarla con sus suaves trinos. Todo era exactamente igual como lo era todos los días, entonces ¿Qué era lo diferente esa mañana?

La mucama de Mirana fue hasta la habitación de su señora para empezar un nuevo día, pero grande fue su sorpresa al ver que la mujer no estaba en su cama. En ella solo había un grupo de pajarillos piando molestos de que la dama blanca no estuviera ahí para disfrutar de sus trinos. La mucama lanzó un grito.

Sin duda eso era lo diferente esa mañana, faltaba la Reina.

Mientras que sus sirvientes barrían cada habitación tratando de hacer el menor ruido posible para no despertar bruscamente a alguien, Mirana estaba dormida en una de las bancas del balcón, apoyando las manos en su telescopio de plata. Había esperado toda la noche por señales de sus dos mejores amigos que había olvidado ir a su habitación y se quedó dormida bajo la luz de la luna.

Pero Mirana no había sido la única quien no logró pegar el ojo en toda la noche, Helen Kingsleigh dormía con la cabeza apoyada en los hombros de la Reina. Ella había durado mucho más tiempo despierta que la Reina y no culpaba a Su Alteza de haberse dormido ya que la madre era Helen no Mirana.

Unos tres pequeños pajarillos se posaron sobre las cabezas de las féminas y empezaron a trinar para despertarlas. Mirana soltó un quejido y movió una mano inconscientemente. Helen se removió y siguió durmiendo. Los pequeños animalitos siguieron con sus trinos esperando que en algún momento las mujeres se despertaran.

La Reina Blanca fue la primera en abrir los ojos frunciendo el ceño ante tanta luz que no le dejaba seguir durmiendo. Le tomó un par de minutos darse cuenta de que no estaba en su alcoba y que había pasado toda la noche en el balcón apoyada sobre el telescopio de plata que yacía entre sus manos. Espantó a los ya molestos pajarillos con sus manos y se apartó los mechones desordenados de su rostro.

Helen se despertó al instante debido al movimiento de Mirana y justo a tiempo ya que los sirvientes ya las habían encontrado. Helen se estiró y pudo escuchar como su cuello tronaba. Helen y Mirana se miraron mutuamente tratando de salir del estupor del sueño.

—Su Majestad, buenos días — Habló la joven que vestía delantal — La estuvimos buscando por todos lados.

—Sra. Kingsleigh, está aquí, gracias a los dioses — Exclamó otra mucama.

—Lamento haber preocupado a todos, muchachos — Se excusó la Reina — ¿Alicia ya está aquí? ¿Cuándo llegó? ¿Y Tarrant? — Los sirvientes se miraron entre sí y guardaron silencio.

—Caballeros, mi hija llegó ¿Sí o no?—Interrogó Helen levantándose de su asiento dejando de lado la taza de té que le habían tendido hace apenas unos minutos.

—Mis señoras — Habló el mayordomo principal — Ni la campeona Alicia ni el Sombrererohan llegado aún — El hombre se calló y bajó la cabeza esperando que alguna de las damas empezara a regañarlo.

—¡¿Qué ellos qué?! — Gritaron las dos espantando a los pajaritos, a las mucamas y al mayordomo.

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El sonido de gotas de agua cayendo sobre las rocas hizo eco a lo largo de la cueva llegando a ser una molestia para cierto sombrerero que dormía en ella. Apretó los ojos con fuerza para poder abrirlos a continuación. Agradeció mentalmente de que la cueva estuviese oscura para que no se dañara los ojos.

Dio un repaso rápido a la cueva. La fogata ya se había apagado, había filtraciones de agua y la muralla de piedras aún seguía bloqueando la entrada. Todo estaba tal y como lo había dejado anoche.

Aunque había algo diferente.

Alicia estaba dormida encima de él con las piernas y las manos enroscadas a él cual koala. Posicionada con su espalda estaba arqueada y el trasero elevado además del cabello dorado que le caía sobre la cara le daba un aspecto adorable pero provocativo.

Sin poder evitarlo, levantó sus manos, una la posicionó sobre su cintura estrecha y la otra sobre el cabello para apártalo lentamente. Apretó con cuidado la cintura de la joven para acercarla más a él, podría culpar a su atolondrada y aun dormida mente que le incitaba a hacer estas tonterías, pero en el fondo, él quería hacer esto.

Se detuvo abruptamente cuando se dio cuenta de que había algo que evitaba cerrar el contacto entre ambos. Algo incómodo, peligroso, grande y doloroso.

Había olvidado que existía algo llamado "erección matutina". Maldita sea ese proceso biológico que tenían todos los hombres y lo peor de todo era que Alicia estaba peligrosamente cerca a esa inmoral parte de su anatomía.

Apretando los dientes y conteniendo la respiración, tomó las caderas de la rubia y trato de apartarla de ahí, aunque era difícil ya que sus piernas no lo soltaban. Un suave gemido escapó de sus rosados labios. Dejo de moverse esperando que la joven volviera a caer en el mundo de Morfeo e intentó apartarla otra vez. Está vez primero la tomó por una de sus piernas y la dobló junto a su cintura, procedió de igual forma con la otra, al menos ahora ya no estaban entrelazados, pero ella estaba más arqueada aun.

"¿Por qué a mí? ¿Por qué en la mañana?"

Cualquiera que lo hubiese encontrado en esa posición hubiese acusado a Tarrant de pervertido o algo parecido, pero la verdad era que Alicia estaba tan pegado a el cómo una lapa que era imposible quitársela de encima, es más, con cada movimiento ella se acercaba más y más hasta al punto de rozar su hombría.

Contuvo la respiración cuando ella empezó a despertar. Apenas si abría los ojos, no podíadejar de bostezar y se tallaba la cara con las manos. Tarrant pensó que nunca había visto algo tan adorable como lo era Alicia por la mañana.

Apoyando las palmas de sus manos en el pecho del Sombrerero, se estiró para atrás como si hiciese la posición de una pequeña cobra durante alguna clase de yoga, el problema era que uno, el tapete era él y dos, que eso dejaba sus pechos un tanto expuestos a su mirada, claro que ella estaba tan atontada por el sueño que no se daba cuenta de ello.

"¡NO MIRES, NO MIRES, NO MIRES!"

Alicia por fin pudo enfocar su mirada en el sombrerero y le dedicó una bobalicona y somnolienta sonrisa mientras se sentaba encima de él. Estiró los brazos, se rascó la cabeza y se humedeció los labios secos con su lengua rosada.

—Buenos días, Sombrerero.

—Buenos días, Alicia. ¿Qué tal dormiste? — Preguntó tieso como una tabla.

—Más cómoda de lo que creí.

"Me pregunto por qué" Dijo la voz en su cabeza con ironía.

—Oye… — Alicia hizo un gesto extraño en su rostro, como si estuviese pensando muy profundamente y acabara de darse cuenta de algo, el Sombrerero temió lo peor, temió que ya se hubiese dado cuenta de lo que le sucedía de la cintura para abajo. — Creo que siento algo…

"Ya se dio cuenta, estoy muerto, estoy muerto".

—Aquí… — Señaló su estómago — Tengo hambre.

—Ah… Yo, yo también. Creo que quedó fruta por allá.

Ella se levantó rápidamente y se dirigió al otro lado de la cueva en donde habían dejado la fruta del día anterior para tomarla de desayuno. Tarrant también se levantó asegurándose de cubrir sus piernas. Ignoró totalmente a Alicia mientras se dirigió a lo profundo de la cueva. Tenía que hacer algo con su "pequeño problema".

—¡Tarrant, si no vienes ahora no te dejare nada! ¡¿Qué estás haciendo?!

—Nada, nada. Ya voy.

Desayunaron las sobras de la noche anterior, ambos darían lo que fuera por un poco de agua fresca que beber y asearse, pero era una lástima que no hubiese lo suficiente para ambos. Buscaron sus ropas en la rama en donde las habían tendido anoche y se aseguraron de que estuviesen secas antes de vestirse apropiadamente. De un momento a otro el pudor regresó a ellos y el sonrojo volvió a sus caras.

—Es hora de buscar una forma de salir de aquí y dudo que podamos irnos por donde entramos —Tarrant asintió poniéndose los zapatos — Pues supongo que tendremos que continuar por esa dirección y ver a donde nos lleva está cueva — Indicó señalando hacia la oscuridad de la cueva que había evitado explorar por temor a lo desconocido.

—Supongo que no queda de otra. Necesitaremos luz.

—No te importara si vuelvo a usar otro pedazo del vestido ¿Verdad? — Preguntó quitando la cinta verde que amarraba su cintura para envolverla en uno de los extremos de una rama en el suelo.

—Solo hay que hacerlo. — A continuación golpeó una piedra contra otra hasta generar una chispa que logró crear una antorcha para guiarlos en su camino en la oscuridad. Tomados de la mano y con Tarrant al frente, avanzaron con cuidado de no pisar nada que pudiera resultar peligroso. Ninguno de los dos sabe con exactitud cuánto avanzaron, pero debieron ser horas. Alicia se apegaba a la espalda de Tarrant muy seguido y lo que resultó ser incomodó en un principio terminó siendo agradable y era como si la necesidad de calor humano surgiera en ellos cada vez que se tocaban. Contaron adivinanzas mientras avanzaban hasta que divisaron una luz al final de la caverna. Aunque era una lástima que esa luz no estuviera a su nivel, sino que provenía del techo de la cueva

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Mirana miró por la ventana por enésima vez esa noche. Corría viento, mucho viento. Había enviado a tres escuadrones a buscarlos desde hace cuatro horas y seguían sin tener noticia alguna. Esto no era, por supuesto, bueno ni para los nervios de Helen ni para la familia Hightopp ya que estaba a punto de librarse una batalla en medio del salón entre la única representante Kingsleigh y la familia de los pelirrojos.

—Lamento decirlo, Sra. Hightopp, pero estoy completamente segura de que su hijo debió hacerle algo a mi hija. Ella nunca llegó a dormir anoche y tampoco se aparecieron en todo el día. Su hijo debió hacerle algo a mi pequeña.

—Usted me cae muy bien, Sra. Kingsleigh, pero ¡No le permitiré que hable así de mi hijo! ¡Yo críe a Tarrant con excelentes modales y sabe respetar perfectamente a una dama! No quiero hablar mal de su hija, pero teniendo en cuenta de que por ella pasó esto, es su culpa.

—¡¿Cómo se atreve?! — Respondió ofendida — Mi hija es una chica de bien, jamás llevaría a nadie por el mal camino, no permitiré que difame así a mi hija. Solo le die que si Alicia vuelve faltándole algo, lo que sea, su hijo pagara las consecuencias.

—Por favor, señoras, dejen de pelear, de esta forma no arreglaremos anda — Pidió McTwist.

—Nivens tiene razón, queridas, somos personas razonables, no ceo que Tarrant esté haciendo lo que usted insinúa, Sra. Kingsleigh. Así como tampoco creo que Alicia se comporte de esa forma. Deben haber una buena explicación a esta incómoda situación, hasta entonces, por favor, les suplico que se calmen y cada una por su lado ¿Entendido? — Dijo Mirana aun sentada mirando a la ventana. No necesito de voltear para suponer que la matriarca Hightopp había puesto su distancia con la Sra. Kinsgleigh usando a su familia y a los amigos de los desaparecidos como barrera entre ellas.

—Su Majestad, perdone que la moleste, pero de verdad no cree que sea buena idea pedir ayuda al Tiempo, después de todo, él lo sabe todo, lo ve todo y lo oye todo. — Intervino Chessur apareciéndose a un lado de la Reina molestándola con su cola esponjosa azulada.

—No quisiera molestar al Tiempo. A pesar de que Alicia y Tarrant son personajes importantes y muy queridos para nosotros no son de vital importancia para Infratierra ahora, no creo que el Tiempo permita que usemos sus espejos para buscarlos. Ya aparecerán… Espero que pronto, parece que esta pequeña llovizna aumentara.

Dicho y hecho, Mirana tenía razón, como siempre. Pronto las nubes aumentaron al punto de que no podías ver los rayos azul pálido de la luna, Mirana pidió en silencio a la diosa de las tormentas que tuviera piedad de sus amigos.

Helen y Tyvia estaban como leonas enjauladas cada una en su propia esquina de la habitación mientras que eran calmados por los animales y su familia respectivamente, una amable mucama le tendió una taza de té que ella recibió con una sonrisa y un "gracias" para luego retirarse por la puerta que se abrió antes de que la mucama tocara el picaporte.

La puerta se abrió de repente de par en par dejando ver a dos figuras jadeantes una sobe la otra. Los presentes se levantaron inmediatamente dándose la vuelta para fijase en los recién llegados. Grande fue la sopesa al descubrir que eran Tarrant y Alicia cubiertos de lodo y ramas.

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—Bien... Esto no puede ser tan malo — Comentó mirando el agujero en el techo de la caverna.

— ¿No puede ser tan malo? ¡Estamos atrapados y la única salida está a cerca de 10 metros sobre nosotros! — Gritó señalando arriba.

— Cálmate, ¿sí? Encontraremos la manera de salir de aquí. — Alicia se quedó un rato mirando el orificio, Tarrant supuso que estaba haciendo cálculos mentales del ancho y alto buscando la forma de llegar allí. Caminó en círculos contando en voz alta, midió, calculó, trepó y por último se sentó junto al sombrerero.

— ¿Y?

—Shhh — Lo calló — Estoy organizando mis ideas — Apoyó la barbilla en sus nudillos y pensó en silencio. El Sombrerero solo atinó a divagar con las voces en su cabeza.

— ¡Lo tengo! — Gritó levantándose asustando al sombrerero quien cayó de espaldas como una tortuga.

— ¿Qué?

— Ya sé cómo salir de aquí. La altura es casi como la de un mástil de una **, tal vez menos. Creo que una soga de unos ** metros podríamos trepar y salir de aquí.

— Bonita tu idea, pero ¿De dónde sacaremos la soga de ** metros? — Preguntó levantándose.

— Podemos hacerla, algo ventajoso de navegar es que debes aprender a fabricar lo que necesitas con los que tienes. Usaremos la ropa y algunas de estas enredaderas — Anunció arrancando de las paredes aquellas plantas húmedas.

—Aunque quiera ser optimista y supongamos que la cuerda alcancé, ¿cómo la colgaremos arriba para escalar?

— Esperaba que me preguntaras eso — Arrastró las enredaderas cortadas hacia donde el pelirrojo se encontraba y se las lanzó — Ves esa estalactita, la que tiene la forma extraña.

Tarrant elevó la mirada a donde ella apuntaba. La estalactita estaba cerca del agujero en el techo, era como un cono en espiral algo extraño.

— Ataremos un extremo de la soga ahí y nos columpiaremos.

— ¿Y cómo llegaremos ahí?

— Solo déjamelo a mí. Ahora, quítate la ropa.

En otras circunstancias, eso hubiese soñado muy excitante, pero esta vez, Tarrant se sentía aterrado. Sé quitó el saco, el chaleco, la camisa, la pajarita de puntos blancos y el pantalón quedando tan solo en ropa interior. Podía sentir como la sangre subía a su rostro provocando un sonrojo en toda su cara.

— No te avergüences, Tarrant, ya te he visto desnudo... Más o menos — Dijo ella mientras dejaba caer su vestido. — Y tú también me has visto desnuda antes.

El sombrerero sintió como su corazón se aceleraba. ¿Acaso ella se había dado cuenta de que la esperaba mientras se bañaba?

—¿O acaso olvidas la vez que me escondiste dentro de esa tetera y era tan pequeña que mi ropa dejo de quedarme? — Dijo mientras rasgaba la tela de su falda de su enagua hasta que esta estuvo

una mano más arriba de sus rodillas, dejando al descubierto sus piernas — Rasga las piernas de tu pantalón y ponte el chaleco, supongo que afuera hará más frío que acá.

Hizo obedientemente lo que hizo y al final, el sombrerero vestía tan solo su chaleco y su pantalón que apenas le llegaba a cubrir las rodillas y Alicia usaba su enagua blanca sin mangas y que apenas cubrían sus muslos.

— Bien, hagamos esa soga.

Desgarraron y cortaron sus prendas en tiras gruesas y largas para que la soga tuviera más resistencia, en ese momento, Alicia agradeció que su amigo fuese un sombrerero y tuviera la costumbre de traer pequeñas tijeras. Tarrant cortaba y Alicia anudaba asegurándose de que los nudos estuviesen firmes para que la soga no se rompiera mientras subían. De cierta forma, olvidaron parcialmente la incomodidad de estar tan expuestos uno al otro, podía decir que se sentían cómodos ya que tenían la completa seguridad que el otro estaba más avergonzado.

Hicieron una soga lo suficientemente larga como para poder atarla a la estalactitas y poder trepar. Ahora solo quedaba ver como la atarían.

Alicia tomo un extremo de la soga y decidió trepar por las enredaderas que estaban pegadas a la pared de piedra.

— Ten cuidado, no te vayas a caer.

— Esto es como subir por las sogas del barco, es fácil.

Ahora solo quedaba saltar a la estructura y atar la soga. No debía ser muy difícil, había hecho cosas peores, aun así el sombrerero estaba abajo esperando para atraparla. Por supuesto, si eso pasaba, ambos estarían lesionados y ninguno podría hacer algo para salir de ahí... Tal vez no fue una buena idea.

La pierna le dolía, era un dolor agudo y punzante que le hacía recordar que no estaba del todo bien, pero si se dejaba llevar por el dolor perdería el agarre y caería.

Tú puedes.

Tomando impulso, saltó y sintió que por eternos segundos que volaba. El momento desapareció rápidamente y solo abrió los ojos al escuchar la risa del sombrerero y su expresión de "¡Lo hiciste! ¡Lo hiciste!"

Confiaba, ató la soga alrededor de la estalactita, sujetándose con sus piernas. Sé aseguró que no se fuese a desatar mi a deslizar y cuando se sintió segura descendió por la soga hasta que llegó a una altura ideal para balancearse y llegar al hueco por donde salió aferrándose a unas raíces que colgaban de ahí.

El sombrerero sintió que el aire volvía a sus pulmones cuando vio a la chica trepar por aquella raíz y salir de la caverna. Su cabeza se asomó y gritó.

— Es tu turno. ¡Puedes hacerlo!

— De acuerdo.

El sombrerero saltó para agarrar la soga y empezar a subir. Sintió de pronto miedo y las manos le sudaban. Esto era una locura y una muy grande. En cualquier momento la soga podría soltarse y él caería rompiéndose una pierna o la cabeza o algo así. Pronto llego a la misma altura de donde Alicia se había lanzado.

— Ahora balancéate.

Movió las piernas de atrás hacia adelante hasta que logró mantener un balanceó constante. La raíz estaba cerca, si se balanceaba un poco más podría alcanzarla con la mano. Sé balanceó con más fuerza hasta que agarró firmemente la raíz con la mano izquierda y con la derecha sujetaba la soga. Tomó aire y se soltó de la derecha para llevarla a la raíz y lo hizo a tiempo ya que la soga se soltó de la estalactita y cayó con un ruido suave.

Trepó y salió de la caverna en donde Alicia lo esperaba sentada sobre la hierba húmeda.

— ¿Estás bien?

— Sí... Bien, es hora de irnos de aquí.

Sé levantó y la ayudó a ponerse en pie. El vendaje se había aflojado un poco y Tarrant pudo ver que la herida ya no sangraba, pero aun así deberían llegar al castillo pronto para desinfectarla y buscar ropa decente.

— ¿Dónde estamos? Después de aquella caminata en la cueva dudo que sigamos en el mismo lugar que antes — Preguntó Alicia.

— No tengo ni la menor idea de donde estamos. Necesito ver mejor — Aclaró buscando con la mirada algo que no fuesen árboles.

— Yo podría trepar...

— No, no, no. Tú estás lastimada y sería mejor que ya no te esforzaras más.

— Te recuerdo que fui yo quien trepó por esas paredes de piedra. — Ella se apoyó en un tronco de los tantos árboles y se dejó caer descansando su pierna.

— Yo lo haré, tú espera aquí.

— De acuerdo, no hay problema. — Dijo con el ceño fruncido fingiendo que no le importaba.

Tarrant eligió uno de los tantos árboles y empezó a trepar. Cabe decir que él no era tan agil como Alicia así que le tomó mucho esfuerzo en subir, incluyendo varias caídas, colgar de cabeza y casi romper ramas en el intento de llegar a la copa.

— ¿Seguro que no quieres que lo haga yo?

— YO PUEDO SOLO

— Como quieras — Ella se llevó una baya a la boca y siguió disfrutando del show que hacia el Sombrerero tratando de trepar ese árbol. Por fin, el Sombrerero llegó a la copa del árbol, el sol ya no estaba en lo alto, quería decir que pasaban de las doce. Miró hacia el oeste y luego al este, hasta que logró ubicarse, podía ver lo que era el inicio de las cadenas montañosas que rodeaban Marmoreal y le habría paso a sus cascadas. Ahora que sabía dónde estaban y a donde ir, solo debían ponerse en marcha.

—¿Ya sabes dónde estamos? — Preguntó tratando de ponerse de pie.

—Sí, estamos a unas 20 millas o más al oeste de las montañas de Marmoreal, debemos caminar por esa dirección.

—Tarrant, lamentó decepcionarte, pero estás señalando hacia el este — Dijo ella tratando de contener la risa. — Bien, es hora de ponernos en marcha.

La pareja avanzó hacia el este esperando que el camino fuese fácil, a medida que iban internándose más y más en el bosque, parecía que el follaje se había más espeso además de que, para ellos, el número de árboles aumentaban. De vez en cuando se detengan a descansar ya que a Alicia le dolía mucho la pierna y sentía como si carne palpitaba. Tarrant se ofreció a llevarla en su espalda como si fuese a caballo lo que ella se negó en un principio, pero luego accedió al sentir como su pierna se quejaba del peso que tenía que soportar.

Al cabo de una hora, el Sombrerero no pudo aguantar más y ambos terminaron en el suelo con quejidos y moretones. El follaje apenas dejaba ver el cielo pero por el tiempo que llevaban caminando, Alicia supuso que debían ser entre las tres y las cuatro.

— Lo siento, mis piernas cedieron.

—No te preocupes, también me estaba cansando — Respondió ella mirando hacia las hojas inmóviles de los árboles. — ¿Cuánto crees que falté?

— No tengo idea, volvería a trepar pero... Estoy... Cansado.

Esperaron un rato descansando para volver a caminar otra vez. Alicia se aseguró que su pierna no estuviese sangrando de nuevo, a este paso ella terminaría muriendo de una hemorragia. El Sombrerero buscó en sus bolsillos su reloj de bolsillo que había dejado de andar, lo abrió esperando ver lo que pasaba y vio que todas las tuercas y engranajes estaban sueltos y empapados de agua.

— ¿Dijiste algo?

—No.

— Podría jurar que... No importa. —La joven volvió a lo suyo hasta que a Tarrant le tocó preguntar si ella había dicho algo a lo que ella negó.

— Creo que no estamos solos... ¿En este bosque hay animales salvajes?

— Creo que sí. El sombrerero se levantó despacio para mirar a su alrededor atento a cualquier movimiento. No le costó mucho tiempo en darse cuenta de que no estaban solos ya que vio lo que parecían ser marcas de garras en los troncos de los árboles, descubrió que estaban cerca del territorio de los Schieff, unas hostiles criaturas con saliva altamente mortal para los humanos pero si la diluían lo suficiente podía servir para las pociones y antídotos. Sin embargo, no estaban buscando ingredientes para una poción así que lo mejor sería alejarse rápidamente de ahí.

— Vámonos de aquí. ¿Puedes caminar?

— Ya te dije que sí. Alicia se puso de pie y se apoyó rodeando con un brazo los hombros de Tarrant y se dispuso a avanzar dando pasos cojeantes, rápidos y cortos.

— Rápido.

— ¿Qué sucede? ¡Tarrant! — Gritó Alicia y él de pronto la calló con una mano y la empujó contra un árbol. Alicia se sintió incomoda.

— Escucha, solo escucha, estamos en el territorio de los Schieff son como lagartos gigantes pero mucho peor, son extremadamente peligrosos y podrían matarnos con sus garras si es que sus lenguas no nos tocan primero y su saliva también ya que su saliva es muy muy muy tóxica, peligrosa, letal, nos mataría, adiós, finito... — Alicia empezó a sentir miedo cuando vió pasar los ojos verdes de su amigo pelirrojo a anaranjados y pronto llegarían a rojos.

— ¡Sombrerero!

— ¡Fez! — Chilló dejando escapar todo su aire. Se tomó un tiempo para despejar su mente y volver a la normalidad.

— ¿Tratas de decirme que estamos a la merced de criaturas salvajes que podrían matarnos con solo tocarnos?

— Sí.

— Hay que largarnos de aquí.

— Estoy de acuerdo. — Fue en ese momento cuando escucharon el crujir de unas ramas quebrándose. El sombrerero echó un vistazo. Debían haber unas cuatro de esas cosas, sus colas era largas y retorcidas en espirales como un camaleón, garras afiladas y plateadas, eran un poco más pequeñas que el tamaño de una vaca, pero debido a su agilidad, Alicia supuso que debían ser criaturas livianas si podían trepar a la copa de los árboles. Tenían un cuello esbelto cubierto de plumas amarillas que cambiaban a rojo, unos ojos grandes como búhos que le permitían ver en la oscuridad, una lengua viperina como serpiente y unos colmillos que esperaban a esa larga y rojiza lengua.

—¿Ves algo?

— Veo mucho. Debe haber unas cuatro.

— ¿Qué hacemos?

—No entrar en pánico — Respondió aunque más sonaba como una pregunta que como una respuesta. Alicia quiso dar un vistazo y apreció con sus propios ojos a la horrible criatura tras ella. Ahogó un gemido en su garganta y se ocultó en el pecho del Hightopp. Estuvieron inmóviles durante un rato, esperando que los animales se retirarán, pero no pasaba nada, es más, parecía que hubiesen encontrado un buen lugar para comer la carroña de lo que pudo ser un venado.

Alicia tuvo una idea, agarró una piedra cercana del suelo y la arrojó en dirección contraria hacia los árboles. Los Schieff hicieron caso omiso al ruido.

— ¿Qué tratas de hacer? — Susurró.

— Intento distraerlos para poder salir de aquí. — Ella volvió a lanzar otra piedra, que hizo más ruido que la anterior y logró que dos de los Schieff fueran a revisar que pasaba, sin embargo había otros dos que no querían irse, pero estaban tan concentrados comiendo que ellos dudaron de que los fuesen a seguir.

— A las tres... ¡Tres!

Alicia y Tarrant se pusieron en marcha avanzando por entre los árboles esperando no hacer mucho ruido y pasar inadvertidos, apuraron el paso cuando escucharon suaves pisadas detrás de ellos y un grito aterrador. El animal había vuelto a cazar. Quería decir que estaban cerca. Nuestra pareja siguió avanzando, apartando las ramas y esquivando las raíces sobresalientes. Hasta que descubrieron que a medida que corrían aparecían más y más de esas criaturas que descendían de las copas de los árboles.

— ¡Ahh!

Tarrant se detuvo cuando descubrió que Alicia ya no lo seguía.

— ¡TARRANT! ¡AYUDAME!

El Sombrerero se detuvo y giró para ver a Alicia sujetando su cabeza ya que sus cabellos rubios estaban enredados en una rama y no la dejaban avanzar. Sus ojos estaban llorosos y sus dedos inutiles solo lograban empeorar su enredo. Tarrant se dio cuenta de que los Schieff no tardarían en alcanzarlos ya que el grito de la campeona había resonado por todo el bosque y ya podía ver las ramas moviéndose.

— Espera, espera no te muevas. — Sus ágiles dedos trataron de liberar el cabello pero este era tan suave que solo se enredaban más y más en la rama. Tarrant cogió una piedra del suelo y golpeó la rama, pero esta era gruesa y demoraría un rato antes de que se rompiera y para entonces los Schieff ya estarían rodeándolos.

—¡Tarrant! ¡Rápido, por favor! — Suplicó.

—No puedo, está muy enredado.

—¡Córtalo! ¡Tus tijeras, córtalo! ¡Las tijeras con la que cortamos la ropa! — Exclamó tirando de su cabello.

Tarrant sabía lo importante que podía ser el cabello para una chica, recordaba claramente todas las veces que su hermana Hattie había llorado por un peinado mal hecho, un corte horroroso o por el simple hecho de que no le gustaba, así que sabía que cortar el cabello de una mujer era sinónimo de peligro. Pero ahora eso no importaba. Buscó sus tijeras con torpeza, botándolas en varias oportunidades e inmovilizó la cabeza de la joven para empezar a cortar de forma dispareja los cabellos hasta dejarla libre.

Por más que corrieron parecía que las bestias solo se acercaban y ellos no iban a ninguna parte ¡¿Acaso ese bosque no tenía fin o era que corrían en círculos?! Tarrant apretó más la cintura de Alicia y prácticamente la arrastró hasta el final del sendero en donde la luz amarilla del sol de la tarde los cegaba a ambos.

—Falta poco, tienen ojos sensibles.

Siguieron corriendo hasta que Alicia se detuvo lo cual hizo que el Sombrerero se detuviera abruptamente y justo a tiempo antes de que resbalara otra vez por un precipicio, pero aun no estaban fuera de peligro, los Schieff estaban cerca.

—¡¿Qué hacemos?! ¡¿Qué hacemos?!

—Estoy pensando… Hay que saltar, el otro lado no esta tan lejos, podemos llegar. ¿Puedes tomar impulso? — Preguntó. La pierna de Alicia estaba sangrando de nuevo, la herida debió abrirse cuando corrían.

—Creo que sí —Mintió tratando de sonar segura de sí misma, pero su voz le falló. Estaba asustada. Esto era totalmente desconocido para ella y no quería terminar como los cuerpos sin vida de aquellos venados.

—No te preocupes, me quedó contigo, buscaremos otra forma.

—No, ya vienen, tienes que saltar tú, puedes hacerlo, por favor, Tarrant —Pidió con los ojos húmedos y aferrándose a él.

—Escucha, escúchame bien. Te amo, Alicia — Tarrant miró fijamente a los ojos avellanados de la campeona y besó su frente. Alicia estaba tan hipnotizada que no se dio cuenta que el sombrerero la elevaba del suelo hasta que fue muy tarde y dejó de sentir el suelo bajo sus pies.

La había lanzado.

Alicia cayó con brusquedad al otro lado y rodó para ponerse a salvo, era una lástima que el Sombrerero no tuviese la misma suerte que ella y el suelo bajo sobre sus pies cediera y cayera preso por la gravedad. Alicia buscó rápidamente a su amigo con la mirada pero no lo encontró, en cambio, solo divisó a los Schieff del otro lado y como no se atrevían a salir de la seguridad de su bosque. Sus lenguas viperinas se asomaban por sus hocicos y luego se escondían así como ellos volvían a la oscuridad de las sombras.

—Tarrant — Susurró al aire esperando una respuesta. Una lágrima salada cayó suavemente por su mejilla seguida de otra y otra — Yo también de te amo.

Gateó hipando hasta el borde y revisó el fondo esperando encontrar rastro alguno del pelirrojo. Ahí estaba él. Inmóvil y cubierto de tierra. Una nube de polvo se erguía sobre él. No había llegado a tocar el suelo, estaba tirado sobre una saliente que servía de piso.

—Despierta… ¡DESPIERTA! ¡TARRANT POR FAVOR! ¡DESPIERTA, MALDITA SEA, DESPIERTA!

Alicia cogió una piedrita y se la lanzó, luego otra y otra mientras no paraba de gritarle que despertara. Iba a lanzar la última cuando vio que una de las manos del Sombrerero se movía lentamente, no pudo evitar soltar una risilla nerviosa.

—Eso duele — Susurró atontado el pelirrojo.

—Te lo mereces por asustarme, grandísimo tonto.

Con algo de ayuda y mucho esfuerzo, Tarrant llegó donde Alicia y la ayudó aponerse en pie y luego la subió a su espalda de nuevo. Así, ambos retornaron su viaje hacia el castillo mientras el sol se ponía.

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La puerta se abrió dejando pasar a un enlodado Tarrant cargando en su espalda a una deshidratada Alicia seguidos por un grupo de mucamas dispuestas a ayudar a los recién llegados. Todos los presentes en el salón se pusieron de pie y ahogaron pequeños gemidos en sus gargantas.

—¡Oh! ¡Santo cielo! ¡Alicia! — Gritó Helen dirigiéndose a su hija menor.

—¡Por todos los dioses! ¡Tarrant! — Gritó también Tyvia siguiéndole el paso a Helen para ir en dirección de su hijo mayor. El Sombrerero bajó a Alicia de su espalda y la puso en el suelo para que fuese envuelta en los brazos de su madre.

—¡Hija! ¡Estás bien, estás bien! Me tenías tan preocupada. ¡¿Dónde has estado?!

—¡Ay Tarrant! ¡¿Cómo pudiste darme tal susto?! ¡Me tenías con el corazón en la boca, hijo mío!— Dijo dándole besos en la cara a su hijo.

—¡Señoras! ¡Por favor! ¡Déjenlos respirar! ¡Traigan agua para la campeona, por favor! — Gritó Mirana haciéndose escuchar y dando órdenes a las mucamas y al equipo médico que acaba de entrar para que revisaran a sus amigos.

Llevaron a ambos a los sillones para sentarlos y costo un poco de trabajo separar a Alicia de Tarrant ya que no dejaba de temblar de frío hasta que le ofrecieron un vaso de agua el cual llevó inmediatamente a su boca del cual siguieron cuatro más. El médico que la atendió se arrodilló para verle la pierna desnuda y revisar la herida inflamada.

Tarrant vigilaba muy de cerca al doctor y a esas escurridizas manos, tanto que ni siquiera prestaba atención cuando lo estaban curando, solo se giró cuando sintió el ardor del alcohol sobre su herida de la costilla.

—¡Casi me matan de un susto! Quieren explicarme que es lo que pasó — Pidió Mirana, aunque más de una petición era una orden —Envié equipos de soldados a buscarlos así como animales para vigilar los bosques y ninguno de ellos me dio noticias suyas. Desaparecieron durante todo un día y regresan al anochecer, escasos de ropa, con lesiones y con un nuevo estilo de peinado para Alicia. Así que, díganme que pasó.

—Bueno, en primer lugar, estábamos por ir a los lugares que estaban programados en la lista. Nos dirigíamos a la colina.

—Pero mi madre apareció e insistió en que fuéramos a comer a la casa.— El Sombrerero soltó un quejido agudo cuando una de las enfermeras pasó el algodón empapado de alcohol sobre una de sus cortadas.

—Y fue una maravillosa comida, Sra. Hightopp. ¡Auch! — Alicia movió su pierna cuando el alcohol cayó sobre su herida — Y luego nos dirigimos a pie hacia la ciudad para ir al teatro, pero en el camino nos encontramos con ustedes — Señaló a McTwist, a Cheshire, los Tweedles, la Liebre, Mally y Bayard.

—Y nos fastidiaron por completamente la cita — Agregó el Sombrerero mientras le ponían un vendaje en el torso — Y tuvimos una fiesta de té. Luego jugamos a las escondidas, yo perseguía a Alicia por el bosque y de pronto ella desapareció y luego yo también.

—Caímos por un precipuo.

—A un rio.

—Que nos arrastró hasta una catarata.

—Por donde caímos y fuimos arrastrados rio abajo.

—Inconscientes. — Concluyó Alicia mirando hacia los presentes quienes estaban atónitos por la historia. Las enfermeras terminaron de curar al Sombrerero y le entregaron una camisa nueva y limpia con la cual se cubrió, asi como le trajeron una bata a Alicia para que cubriera su cuerpo expuesto.

—Luego de eso, cuando desperté, camine río abajo en donde encontré a Alicia herida. La llevé a una cueva cercana que encontré y trate de curar su pierna con lo que tenía a la mano. Nos quedamos ahí por un rato, para descansar y secarnos, recolecte un poco de fruta y armamos una fogata en la cueva ya que era preferible que Alicia no caminara.

—Él no me dejó hacer nada. Gracias —El doctor inclinó la cabeza y se estiró con su grupo médico — Luego empezó a llover y las rocas de la entrada de la cueva se desplomaron encerrándonos. Tratamos de moverlas, pero fue inútil.

—Ay, por la providencia, todo lo que tuvieron que pasar, sabía que esto de las citas era una mala idea.—Dijo Helen tomando las manos de su hija y besándolas con devoción.

— ¿Y cómo salieron de ahí? — Preguntaron interesados por la historia.

—Pues, exploramos la cueva al día siguiente, no sabíamos qué hora era. Caminamos hacia lo profundo esperando encontrar una salida y sí que la había, era un hoyo en el techo lo suficientemente grande para poder salir, pero lo suficientemente alto como no alcanzarlo nunca.

—Pero su hija estuvo fantástica, Sra. Kingsleigh—Dijo Tarrant ayudándole a ponerse su bata. Helen miró a Tarrant con los ojos abiertos cual búho al igual que Mirana. Hattie y Pallo ahogaron unas risas en sus gargantas. — Quiero decir, con sus habilidades, ella pudo crear una forma de salir de la cueva por ese hoyo.

—Luego de eso tuvimos que caminar para llegar hasta aquí, lo que fue toda una hazaña ya que estábamos totalmente perdidos y todo parecía estar en nuestra contra, pero al fin ya estamos aquí, sanos y salvos.

—Más o menos.

La sala se llenó del ruido de las voces de todos hablando a la vez, un sonido inentendible para los dos jóvenes recién llegados. Tarrant dejó que su hermana la abrazara y se tomó un tiempo para descansar en silencio al igual que Alicia.

—Bueno, dado las circunstancias y que ahora sabemos la verdadera historia, creo que será mejor que tanto Alicia como Tarrant vayan a sus habitaciones y se den un baño para que luego cenen y descansen. Deben estar exhaustos. Por favor, preparen lo necesario —Pidió con un aplauso y las mucamas se retiraron de inmediato.

—Espero que no les importe que comer lo que sobró en la cena, supongo que aun demoraran en preparar algo nuevo.

—No sé preocupe, Majestad, me daré un baño, demorare un rato.

—Espero que no crea que despreciamos su generosidad, pero tengo comida preparada en casa, asi que espero que no se ofenda. —Dijo la tía Bugmally

—No se preocupe. — Respondió con una sonrisa.

—Vamos, hija, te prepararé un baño. Debes estar exhausta. Mira tu ropa. ¡Por Dios! ¡Tu cabello! — Helen ayudó a Alicia a irse de la habitación tomándola de uno de sus brazos para que se apoyara mientras se iba saltando por el pasillo.

—¡Buenas noches, Hightopps! — Gritó antes de desaparecer dentro de todo ese mármol blanco.

—Bien… Creo que será mejor que resolvamos esto mañana. Creo que habló por todos aquí cuando digo que estamos cansados, además Tarrant necesita dormir. — Dijo la Reina Blanca quien también se dirigió a la salida — Si desean pueden quedarse en algunas de las habitaciones del segundo piso.

—No se preocupe, Majestad, iremos a casa. — Dijo Zanick poniéndose su sombrero.

—Entonces ordenare un carro para que los lleve. Que pasen una buena noche. —Ella hizo una reverencia y se despidió.

—Buenas noches, Majestad — Respondió todo el clan Hightopp.

Pimlick y Pallo ayudaron a Tarrant a salir del castillo ya que apenas podía mantenerse en pie para llevarlo al carruaje. Era una suerte que la carroza fuese grande, para que todos fuesen cómodos.

— Bien, querido primo — Empezó Pallo con una sonrisa lasciva — Estuviste solo con la hermosa campeona, de quien todos aquí sabemos, estás enamorado. Ambos llegaron con escasa ropa, ella cojeaba y tú no te le alejabas ni cuando la estaban curando, lo cual me parece un poco sospechoso. Así que dinos, Tarrant, ¿Tú y Alicia…?

— ¡PALLO HIGHTOPP! —Gritó la tía Bugmally dándole un golpe en la cabeza a su hijo.

—Solo quiero respuestas… Ya, me duele, basta.

—Dejen al chico tranquila, está cansado. Además, es su primo Tarrant, él no haría algo así y mucho menos ensuciaría así el honor de la campeona y dudo que ella también cayera en esas tentaciones.

—Tú qué sabes…

—Espero que no haya pasado lo que tus primos insinúan, Tarrant— Dijo su madre al oído — Porque si es así, yo misma te regreso a esa cueva.

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Alicia se removió una y otra vez en su cama, de esquina a esquina y de abajo a arriba. No podía conciliar el sueño. Tal vez se debía al hecho de que sabía que dentro de unas horas ese estadio de madera se llenaría y sus seis pretendientes y el pueblo estarían esperando ansiosos su decisión de a quien elegir como su nueva pareja.

No estaba lista, no lo estaba y no lo estaría nunca.

Botó sus sabanas y se levantó de la cama. Tenía que caminar un poco, necesitaba salir a tomar aire fresco o ir a la cocina a buscar las sobras de la cena. Se puso sus zapatos y su bata, ató su cabello con una cinta negra que estaba sobre su solitaria mesita de noche y salió de la habitación.

No sirvió de nada ir a la cocina y asaltar la despensa, no entendía como es que un castillo que debía tener comida para unas mil personas no tenía nada en las cocinas. Solo pudo tomar un vaso de agua y decidió volver por el camino largo hasta su habitación para ver si estiraba las piernas un rato.

Pasó por uno de los balcones que daban directo a los jardines y pudo ver a una silueta conocida mirando hacia el estadio de madera construido. Sonrió para si misma y se acercó por detrás para abrazar al Sombrerero quien dio un pequeño brinco por la sorpresa.

—Lo lamento, no quise asustarte. Buenas noches, Tarrant— Eran las primeras palabras que le dirigían desde la desastrosa cita. Su madre no la había dejado sola durante la semana y se desconfiaba un poco de dejarla sola con él, aunque para ser honestos, era igual con Tyvia quien no dejaba a su bebé sola.

—Supongo que tampoco puedes dormir, ¿no?

—No —Respondió apoyándose en el barandal con los codos, sujetando así su cabeza con sus manos.

—¿Quieres? —Ofreció el sombrerero tendiéndole la taza.—

—Sí, gracias —Ella recibió la taza, aspiró el aroma y luego se la llevó a los labios lentamente.—Está rico.

—Es mi favorito —Agregó recibiéndole de nuevo la taza. Sus miradas se encontraron por unos segundos. Verde y castaño, casi tan parecido como el color del té que hace poco estaban bebiendo.

—Quiero pedirte perdón por la reacción de mi madre hacia ti y hacia tu familia. Ella siempre fue un tanto histérica y un poco escandalosa cuando las cosas no son como ella prefiere que sean. La idea de que tú y yo hubiésemos hecho algo en esa cueva la sigue atormentando. Creo que aún no entiende el hecho de que ya crecí y soy una adulta que puede hacer lo quiera… Si supiera lo que hacía con James… Seguro se muere… Espero que tu madre no se haya ofendido.

—Mi madre no toma represalias contra ti ni contra Helen, pero tiende a ser orgullosa así que esperara una disculpa.

—Supongo que veré que puedo hacer para solucionar esto. —Alicia se apoyó en el hombro del sombrerero y suspiró.

—¿Estás lista para mañana?

—No, en realidad. No he elegido aun y todos están ansiosos por saber quién será el "afortunado" — Respondió con sarcasmo.

—Todos menos tú — Dedujo. Él sujetó con fuerza la taza entre sus lastimados dedos y se quedó mirando el resto de las hojas de té en el fondo de porcelana blanca. — ¿Soy yo?

—¿Qué?

—¿El tonto "afortunado"? — Dijo sonriendo mostrando la brecha entre sus dientes.

—No — Dijo entre risas viendo como Tarrant hacía gestos dramáticos como si se hubiese ofendido — No lo sé… Creo que después de todo lo que pasó no estoy lista para otra cita.

—Entiendo… Con lo que pasó en la cueva…

—Olvídalo, lo pasado, pisado. No te preocupes por eso.

—Aun así, espero que nada entre nosotros cambie y se vuelva incómodo. Ahora ya no quiero ganar el concurso, lo único que quiero es mantener nuestra amistad — Dijo abrazándola.

—Igual yo… Te quiero, Sombrerero.

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Una semana después de la desastrosa cita con el Sombrerero, se dio el anunció al pueblo en donde convocaban a todos los pretendientes al castillo para conocer al ganador y por supuesto, todo el pueblo estaba invitado al evento así que no era extraño encontrar a vendedores ni a asistentes con banderolas y cintas con el nombre de su candidato favorito escritas en ellas a los pies del improvisado estadio de madera armado a los pies del castillo como la última vez.

Poco a poco las gradas se fueron llenando y el público bramaba el nombre de su favorito y él de la campeona. Por otro lado, los pretendientes estaban en un salón detrás del estadio esperando a que les indicaran el momento de salir. Había una mesa con seis asientos así como comida y bebida en abundancia, los sirvientes se habían encargado de poner todas las comodidades necesarias para que la espera no se hiciese tan larga.

Drac Laisser, quien estaba sentado en una de las sillas de la esquina inclinando su peso sobre esta balanceándose y con los brazos doblados para atrás sobre la cabeza, miraba aburrido uno de los cuadros colgados tratando de encontrarle sentido alguno a la pintura. Sus ojos amarillos se desviaron para mirar con desgano al barón Brais Middleford quien estaba sentado en la cabecera de la mesa mirando sus manos entrelazadas las cuales estaban pegadas a su boca y los pulgares le sostenían la barbilla. Sentado al otro lado de la mesa se encontraba Elm Padderwood con uno de sus tantos libros de bolsillo entre las manos, no había que ser un genio para adivinar que el libro se trataba de aves. Killian Fothen caminaba de un lado a otro con las manos en la espalda ocupado en sus pensamientos, pero con la certeza de que la mayor parte de los fans lo preferían a él como pretendiente de su campeona. Thomas Elvendorck estaba al otro lado del salón sentando en una butaca tocando una alegre canción con su armónica y por último, Tarrant Hightopp estaba sentado a la mesa mirando alternativamente a todos pero evitando sus miradas.

Y aunque todos quisieran dar la impresión de que no estaban preocupados, todos ellos —excepto, tal vez, Thomas — estaban nerviosos que podrían morir de un infarto en ese mismo momento y no ayudaba para nada escuchar los gritos del público aclamando sus nombres.

—¿Podrías parar ese sonido, por favor? — Habló Brais rompiendo el silencio incomodo de la sala entre los presentes. Thomas dejo de tocar abruptamente y todos se giraron a verlo.

—¿No te gusta? Aún debo trabajar en esta pieza — Admitió sacándole brillo a su instrumento.

—¿Cuánto creen que falte? Estamos aquí desde hace una hora. — Preguntó Drac ahogando un bostezo.

—Desde hace más de una hora — Respondió Tarrant.

—Están gritando mi nombre — Comentó Killian escuchando el grito de sus fanáticas.

—No sé si te has dado cuenta o no, pero gritan el nombre de todos nosotros — Respondió Elm sin apartar la vista de su libro.

—Pero gritan más fuerte mi nombre, profesor. — Respondió con una sonrisa petulante.

Elm puso los ojos en blanco y cerró su libro para descansar un rato la vista. Volvieron caer todos en el silencio incomodo de la espera, todos solo querían que el resto desaparecieran así ganar la competencia por abandono. Thomas volvió a juntar sus labios en la armónica y cambió la melodía por otra más suave.

—¡BIENVENIDOS INFRATERRANOS! ¡¿Listos para descubrir quién es el ganador?!

La voz energética de Robert Anglou se hizo escuchar por los parlantes y el público lanzo un grito ensordecedor aclamando los nombres de los pretendientes. Un grupo de diez personas llegaron a ese pequeño salón para alistar a todos los hombres ahí y ponerlos en fila para que salieran a la arena. Maquillaje, agua, cambio de ropa, peinados, todo para asegurarse de que lucieran guapos ante la campeona.

—Demos la bienvenida a… ¡KILLIAN FOTHEN! — Las puertas se abrieron para dejar entrar al hombre en la arena donde fue recibido con rosas de sus fanáticas así como un sinfín de aplausos.

—Yo elegiría a Killian — Comentó Iracebeth sin apartar la vista del apretado traje que llevaba el chico — Mira ese cuerpo. — La mitad de las mujeres en el palco real asomaron la cabeza para ver las poses del chico mencionado. Podíamos decir que ellas babeaban por él.

—No lo sé, aún no he decidido — Respondió Alicia sin poder apartar la vista.

—¡Tranquilícese, campeona! ¡Aún quedan candidatos! DEMOS LA BIENVENIDA A… ¡ELM PADDERWOOD!

El querido profesor entró a la arena primero con un paso tímido, pero luego entró en confianza cuando escuchó como gritaban su nombre y lanzaban lirios blancos. Mirana se asomó al balcón inclinando la cabeza en señal de ternura. Elm se posicionó junto a Kilian en una distancia respetable acomodándose el chaleco.

—¡Ay! ¡Mira que pequeño se ve!

—DEMOS LA BIENVENIDA A EL ROMPECORAZONES SALVAJE DE INFRATIERRA… ¡DRAC LAISSER!

Esta más que decir que las mujeres estallaron en gritos y aplausos cuando el ojiambarino entró bailando a la arena, lanzando besos y guiños a quien quiera que lo mirase. Agarró unas de las rosas rojas del suelo y se la puso en la solapa del saco así como también recogió uno de los tantos pañuelos de las señoritas que habían lanzado con sus nombres. Hizo una pose que causo risa y halagos por parte de todos y por primera vez el palco real enloqueció en gritos.

—Tienes que elegir a ese, Alicia, necesitas que alguien te dé una buena sacudida.

—¡¿Qué rayos hablas?!

—Creo que ya tenemos un favorito… DEMOS LA BIENVENIDA A EL BARON BRAIS MIDDLEFORD

No podemos olvidar que nuestro barón también tiene un grupo considerable de seguidores, tal vez no tanto como Drac, pero si lo suficiente para que sus gritos y saltos hicieran remecer el estadio. Le lanzaron rosas blancas, rojas y banderolas con nombres de las pueblerinas con la direcciones de sus casas. Se paró al lado derecho de Drac y esperó.

—Sigo creyendo que el barón Middleford podría ser un perfecto candidato, hija.

—Yo también, pero siento que falta algo.

—DEMOS LA BIENVENIDA AL MUSICO ¡THOMAS ELVENDORCK!

Mirana perdió el total control de sí misma cuando mencionaron el nombre de Thomas, se levantó y se asomó casi completamente por el balcón soltando grititos de emoción, que no pasaron desapercibidos ni por el pueblo ni por Robert Anglou que empezó con sus bromas. El chico disimuló muy bien su nerviosismo y saludó a todos con ambas manos mientras se ponía en su respectivo lugar.

—Y POR ULTIMO, NO POR ESO MENOS IMPORTANTE, NUESTRO SOMBRERERO LOCO… ¡TARRANT HIGHTOPP!

Tarrant salió con la cabeza en alto de aquel salón, el problema fue que no supo cuando estuvo de cara contra el suelo pero se levantó rápidamente antes de que las burlas iniciasen. La familia Hightopp explotó en jubilosas risas que fueron la antesala de las otras risas y aplausos.

—No lo molesten, está nervioso — Dijo Alicia quien miraba atenta como su amigo se posicionaba en el otro extremo de la arena. Una de las damas se le acercó a la rubia para decirle que tenía que bajar a la arena para e momento de la elección, todos los presentes le desearon suerte y ella la siguió.

—Muy bien, damas y caballeros, recibamos con un fuerte aplauso al motivo de este concurso, a la flor más exótica de este reino, la campeona, la ladrona y restauradora del tiempo, My Lady ¡ALICIA KINGSLEIGH! — Robert Anglou se acercó a la puerta y tomó de la mano a la campeona para guiarla al frente de los pretendientes quienes la esperaban con una amplia sonrisa. El presentador espero que el público dejara de aplaudir y vitorear para poder iniciar con la entrevista a la rubia. — Muy bien, ha sido unas semanas muy agotadoras y no cabe duda que todos estos caballeros se esforzaron al máximo por complacerla, campeona, por supuesto, yo también hubiese participado pero si lo hacía ¿Quién animaría este concurso?

—No hubiese tolerado no tenerte aquí, Robert.—Respondió siguiéndole el juego.

—¿Tienes algún favorito?

—Sí, pero no te lo diré.

—Oh vamos, estoy segura que alguno de estos caballeros se lució más. ¿Algún detalle de alguna cita?

—Pues, casi todos me dieron flores.

—Damas y caballeros, ella no hablara. Bien, ¿Algo que quieras decirles a tus pretendientes antes de elegir al afortunado? — Robert acercó una vez más el micrófono a la rubia quien lo tomó y se dirigió a sus chicos.

—Quiero agradecerles de todo corazón que hicieran esto por mí, en realidad es lo más lindo y al mismo tiempo lo más loco que me han dedicado. Hace unas semanas no hubiese pensado ni en el más extraño de mis sueños que esto pasara, pero al parecer aquí todo es posible. Quiero agradecer a Su Majestad por organizar el concurso y a todos los demás concursantes que se quedaron a mitad de camino, pero sobre todo a ustedes, chicos, que se tomaron la molestia de hacer esto sin esperar nada a cambio.

—Perdone que la interrumpa, pero ellos esperaban salir con usted, campeona. — Comentó coqueto.

—Por supuesto — Alicia puso los ojos en blanco y continuo —Como decía, espero que se hayan divertido tanto como yo y me encantaría que todos fueran ganadores, pero debo elegir. Yo elijo a…

El estadio se quedó en silencio totalmente, el público no respiraba ni siquiera los pájaros hacia ruido. Mirana se levantó de su asiento para ver mejor, al igual que las fanáticas que estaban con sus banderolas temblando por los nervios de que su candidato no fuese elegido. Robert Anglou estaba parado al lado de ella esperando a cualquier movimiento y que decir que los pretendientes, todos ellos pensaban que si la rubia no hablaba en el próximo segundo, sus piernas le fallarían. Alicia miró por última vez a todos ellos. Kilian, Elm, Drac, Brais, Thomas y Tarrant… Y James.

El castaño con quien había compartido parte importante de su vida y sueños estaba parado al lado de Tarrant, miraba a Alicia con una sonrisa plasmada en la cara y le asentía con la cabeza como si tratara de decirle algo.

Ella tomó aire y parpadeo un par de veces para ver mejor, pero cuando volvió a mirar, James se había ido. Volvió a lo que estaba haciendo y decidió a quien elegiría. Adiós, James.

—Yo elijo a… —Tarrant levantó la vista y se encontró a la campeona mirándolo y sonriendo, él le devolvió la tímida sonrisa. —… A nadie.

Se pudieron escuchar las exclamaciones de sorpresa e incredulidad, los pretendientes se miraron sorprendidos entre sí y Robert Anglou no sabía cómo proceder, no pensó que algo así pasaría. Helen Kingsleigh estaba por desmayarse en el palco.

—Chicos, lo lamento tanto, no puedo elegir a uno porque no me siento preparada para iniciar una relación y no es que no sean buenos, ustedes son perfectos, todos en sus respectivas categorías, el problema es que no creo que sea correcto fingir mis sentimientos. Lamento todo esto y espero que me perdonen. Podemos declarar esto como un empate.

A continuación Alicia le entregó el micrófono a Robert y se acercó a cada uno de los concursantes para darle un beso y un abrazo y las gracias respectivas dedicándole las palabras que había ensayado en silencio en su habitación por la noche.

Tarrant esperó su turno y recibió a Alicia con una sonrisa que trasmitía cientos de sentimientos pero el más notorio era el de agradecimiento. Ella acarició su cabello y aspiró su aroma a té. —Me divertí. En serio, lamentó todo esto, no era mi intención que esto pasara.

—Descuida. Necesitas tiempo para ti.

—Creo que sí, pero eso no significa que te rindas, tal vez dentro de algún tiempo, puedas pedirme otra cita, pero esta vez sin que implique estar atrapados en una cueva. — Dijo de forma coqueta mientras le daba un beso en la comisura de sus labios — Estaré esperando.

El sombrerero llevó sus dedos lastimados a la comisura de sus labios aun sintiendo la sensación de los suaves labios de Alicia aunque esta ya se había alejado. Podría esperar, ya había esperado antes, pero la diferencia era que ahora ella lo estaría esperando.

FIN

OK, NO PENSE QUE ESCRIBIRIA ESTAS PALABRAS, PERO POR FIN TERMINE. SE QUE EL FINAL ME QUEDÓ HORRIBLE, NO ES LO QUE YO TENIA EN MENTE PERO ES LO MEJOR QUE PUDE HACER, ASI QUE NO SEAN CRUELES CON LOS REVIEWS, POR FAVOR. MUCHAS GRACIAS A TODOS. BESOS.