Creo que esta historia se merece una pequeña introducción pero, no os preocupéis, será breve.
Este fic está dedicada a todas esas personas que se enfrentan al cáncer (en este caso especialmente al de mama) y precisamente por eso comienzo a publicarla hoy, 19 de octubre (día contra el cáncer de mama).
Se desarrolla cuando la tercera generación ya es adulta (después de Una nueva amenaza y Hermanos pequeños, para los que los hayáis leído) para que os situéis y, bueno, espero que os guste. Tendrá 10 capítulos y subiré uno a la semana, los miércoles.
Deciros también que he pensado una pequeña iniciativa y que, por cada review que tenga la historia, donaré una cantidad simbólica a investigación o a alguna otra causa benéfica.
Ah y, por cierto, el título de la historia y de los capítulos es propiedad de Maldita Nerea y los personajes que reconozcáis de JK Rowling y, los que no, son míos.
Dedicado a todos los que luchan
1. Y llegó sin avisarte, y llegó sin preguntar
Rose creyó que el mundo se le caía encima. Aquello debía tratarse de un error, aquel sanador no podía estar hablando en serio. No podía estar pasándole eso a ella.
–Pero, ¿está seguro?
Scorpius, tras titubear unos instantes y al ver que la pelirroja no reaccionaba, se atrevió a hacer la pregunta. Estaba temblando levemente y sabía que había palidecido, pero es que no quería aceptar aquello. No podía ser verdad.
–Completamente. Lo lamento, señores Malfoy, pero los resultados son concluyentes.
–¿Y es muy… grave? –Rose consiguió salir de su estado de shock para preguntar aquello mientras trataba de aguantar las lágrimas a duras penas.
–Puede serlo.
–¿Me voy a morir?
–No, no vas a morirte –se apresuró a decir Scorpius–. Me niego.
–No es algo que tú puedas evitar, ¿sabes? –Suspiró y negó con la cabeza–. Déjale hablar.
–Sí, claro –se giró hacia el doctor–. Por favor, cuéntenos. ¿De qué se trata exactamente? ¿Qué tratamientos hay? No se preocupe por el dinero, pagaremos todo lo que haga falta para que Rose se recupere.
–Se trata de un tumor en el pecho. De momento parece pequeño, aunque una mamografía lo confirmará. Lo hemos detectado a tiempo, pero podría extenderse y convertirse en algo realmente grave si no actuamos cuanto antes.
–¿Y los tratamientos?
–No lo agobies, Scorpius.
–Hay algunas pociones que podrían eliminarlo, pero no son muy agradables.
–Eso me da igual, lo importante es curarme. Tengo cuatro hijos y una nieta de cinco meses, ¿sabe?
–No se preocupe, señora Malfoy, haré todo lo que esté en mi mano, pero debe tener en cuenta que estas pociones no siempre sirven y que, en algunos casos, los efectos de la enfermedad son irreversibles. Siempre se están buscando nuevos tratamientos, pero es difícil.
–Entiendo.
–Tengo que realizarle algunas pruebas más para cerciorarme de la extensión exacta y algunos otros detalles. ¿Podría venir mañana por la mañana?
–Por supuesto.
–Perfecto, pues eso es todo –el hombre suspiró y les dedicó una pequeña sonrisa de ánimo–. No tiene por qué ponerse en lo peor, esto suele tener solución.
–Esperemos que así sea –se puso de pie y Scorpius la imitó–. Hasta mañana.
–Adiós, señores Malfoy.
Salieron de la consulta, cogidos de la mano, y bajaron hasta el vestíbulo para poder desaparecerse. Se aparecieron directamente en su dormitorio y, solo entonces, Rose permitió que la coraza que se había obligado a ponerse en aquella consulta se rompiera. Sus piernas comenzaron a temblar y tuvo que sentarse en la cama mientras las lágrimas comenzaban a descender por sus mejillas. Quería ser fuerte tanto por ella como por Scorpius, pero no podía.
–Rose…
Se agachó junto a ella y acarició sus mejillas con delicadeza, mordiéndose los labios con fuerza para no abandonarse al llanto también él.
–Estarás bien. El tratamiento funcionará y, si no, ya encontraremos algo. Contrataremos a los mejores investigadores, les pagaremos todo lo que pidan, pero conseguiremos una poción que funcione.
–¿Y si no hay nada?
–Lo habrá –insistió. Cogió su rostro entre sus manos con delicadeza y lo levantó un poco, haciendo que sus ojos se encontraran. Al ver todo el miedo que reflejaban, sintió cómo el nudo de su pecho aumentaba–. Rose, te prometo que vamos a salir de esta juntos. Tienes que ser positiva.
–Lo sé, ya lo sé, pero es que estoy tan asustada…
–El sanador ha dicho que lo hemos detectado a tiempo.
–También que todavía tiene que hacerme más pruebas –cerró los ojos y sollozó levemente. Quería ser valiente, pero no podía.
–Vamos a salir de esta, te lo prometo.
La pelirroja volvió a abrir los ojos y Scorpius apretó los labios antes de apoyar su frente en la de ella. Ya había perdido a Rose una vez, no podría soportar perderla para siempre.
–Soy fuerte, lo… lo superaré –murmuró finalmente ella–. Por mí, por los niños, por Jean, por mis padres y mi hermano, por Albus, Lizzy y las chicas. Por ti.
Ambos sonrieron levemente, intentando transmitirse algo de esperanza el uno al otro, y se besaron. Mientras permanecieran unidos, podrían enfrentarse a todo lo que viniera.
A la mañana siguiente ambos volvieron a San Mungo. Pidieron el día libre en el Ministerio –aunque no quisieron decir que debían volver a la clínica, ya que no querían que nadie se enterara de lo que sucedía– y fueron hasta allí sin avisar a nadie de la familia. De momento preferían mantenerlo en secreto, pero no se dieron cuenta de que eso podía resultarles más difícil de lo que en principio parecía.
Estaban sentados en la sala de espera, con las manos entrelazadas y en silencio, cuando escucharon una voz demasiado conocida para ellos y no pudieron evitar palidecer y estremecerse.
–¿Papá? ¿Mamá? –Lyra acababa de aparecer junto a Jesse y les dedicaba una mirada preocupada–. ¿Ocurre algo?
–No, nada –se apresuró a decir Rose, forzando una sonrisa–. Es solo una revisión, no pasa nada.
–Pero ya vinisteis ayer a por los resultados de tus pruebas y análisis –insistió. A ella no la engañaban y sabía que, cuando alguien tenía que ir dos días seguidos a San Mungo, es que algo grave sucedía.
–No te preocupes, cielo.
–Mamá, ¿qué pasa?
El matrimonio intercambió una rápida mirada. Se suponía que no iban a decirles nada de aquello a sus hijos hasta recibir los resultados de las próximas pruebas, pero no podían mentirle a Lyra a la cara. Tenía ya casi 24 años y se merecía saber la verdad. Rose enarcó una ceja y Scorpius asintió lentamente y suspiró.
–Encontraron algo raro en las pruebas de tu madre y el sanador dice que es un tumor en el pecho.
–¿Qué? –La rubia palideció. Aquello no podía ser verdad.
–Es pequeño y cree que lo hemos descubierto a tiempo –añadió la mujer–, pero no queríamos deciros nada hasta estar completamente seguros.
–La curarán, Lyra, no te preocupes.
–Tu padre tiene razón –intervino Jesse. Apoyó una mano en su brazo y le dedicó una pequeña sonrisa–. La mayoría de tumores se curan, lo sabes tan bien como yo.
–Pero es una enfermedad complicada y… –tragó saliva– no siempre funcionan los tratamientos.
–Hay enfermedades peores. Te lo digo yo.
El chico se encogió de hombros y la rubia suspiró. Mientras ella era sanadora de urgencias, su novio estaba especializado en enfermedades extrañas y la mayoría de sus pacientes acababa por morir. Para él, un tumor no era nada pero, para ella, era algo terrible. Mucho más tratándose de su madre.
–No debemos ponernos en lo peor –Scorpius le dedicó una mirada de advertencia a su hija que asintió lentamente.
–Sí, claro –murmuró, consciente de que lo mejor sería no preocupar todavía más a su progenitora–. Acabo de terminar mi turno, hoy me ha tocado de noche, ¿queréis que entre con vosotros?
–No, vete a dormir –Rose sonrió–. Debes estar agotada.
–Íbamos a ir a desayunar de todas formas.
–Pues id entonces –insistió la mujer–. Jesse, ¿tú también has estado trabajando hasta ahora?
–No, yo tengo hoy turno de tarde, en mi departamento no hacemos guardias.
–Oh, es cierto, me lo dijiste una vez.
–He venido a recogerla para poder pasar algo de tiempo juntos hoy. Con esto de los turnos a veces cuesta verse.
–Pues entonces no os entretenemos más. Id a tomar algo y, Lyra, vete a descansar –suspiró sin poder evitarlo–. Y, por favor, no les digas nada de esto a los demás. Cuando tengamos los resultados, se lo diré yo misma.
–Pero mamá…
–Por favor, Lyra. No quiero preocuparlos antes de saber qué me ocurre exactamente.
La chica la miró fijamente unos instantes y sintió cómo todo su cuerpo se encogía al ver la súplica en sus ojos. Aquello no era justo para sus hermanos, pero ella no era quién para decidir.
–Está bien –asintió finalmente–, pero de todas formas me pasaré por casa esta noche para saber qué te han dicho.
–Hoy no me dirán nada, pero haz lo que quieras.
–¿De verdad no queréis que me quede? –Preguntó por última vez–. Soy sanadora, podría ayudaros.
–De verdad –Scorpius suspiró–. Nosotros nos encargamos de todo, tú vete a descansar, seguro que estás agotada.
–Bueno, pero avisadme si necesitáis algo, ¿vale?
–Que sí, tranquila.
Lyra la abrazó con fuerza y suspiró mientras trataba de convencerse a sí misma de que todo iría bien, de que su madre se curaría y aquello quedaría en un susto. Pero le estaba costando bastante.
–Si necesitáis cualquier cosa, solo tenéis que avisarme. Conozco a muchos sanadores e investigadores expertos en estos temas.
–Gracias, Jesse.
El chico asintió antes de coger la mano de Lyra con delicadeza y dedicarle una mirada comprensiva. Sabía lo duro que era para los familiares enterarse de noticias así por lo que lo mejor sería sacarla de esa sala de espera cuanto antes.
–¿Nos vamos entonces a por ese café?
–Sí, me muero de hambre, necesito tomar algo –la rubia asintió lentamente. Les dedicó una última sonrisa a sus padres y se encogió de hombros–. Luego me contáis.
–Pasadlo bien, chicos.
Rose les hizo un gesto con la mano y ellos se marcharon rápidamente. Entraron en silencio al ascensor y, una vez las puertas de este se hubieron cerrado, el chico atrajo a Lyra hacia sí y la abrazó. Ella se aferró con fuerza a su espalda y cerró los ojos.
–Estará bien. El cáncer…
–Se supera, lo sé –murmuró ella–. Pero mis hermanos…
–Ya son mayores, lo entenderán –le aseguró, comenzando a acariciar su pelo–. Ahora tenéis que manteneros positivos, es lo mejor para ella.
–Lo sé, lo sé –se separó de él y suspiró–. Esto va a ser duro.
–Podréis con ello –le dio un pequeño beso y ella sonrió levemente–. Y, ahora, vamos. Lo mejor será que te tomes un buen desayuno. Te lo has ganado, señorita sanadora.
Unió sus labios otra vez y lo abrazó, dejando que su cuerpo se relajara y repitiéndose una y otra vez que todo saldría bien.
–Bien, estas han sido todas las pruebas –el sanador dejó una pequeña carpeta en la mesa, la abrió y sacó un par de folios antes de subir la cabeza y mirar a la mujer a los ojos–. He comprobado su mamografía y, al parecer, el tumor está más extendido de lo que creía pero, como le dije, lo hemos descubierto a tiempo así que, si comenzamos con el tratamiento cuanto antes, no debería haber ningún problema.
–De acuerdo –ella asintió–. ¿Cuándo podemos empezar? ¿Tengo que pedir algún tipo de baja en el Ministerio?
–De momento eso no será necesario, aunque quizás deba dejar de trabajar cuando lleve un tiempo de tratamiento. Las pociones son bastante fuertes y necesitará descansar.
–Sí, claro. No hay ningún problema, la salud es lo primero.
–Tendré los resultados del resto de pruebas en un par de días. La avisaré entonces para que vuelva y comenzar el tratamiento.
–Está bien –Rose se levantó y Scorpius no tardó en seguirla–. Muchas gracias por todo.
–Es mi trabajo y, de verdad, no se preocupe señora Malfoy –sonrió levemente–. Se curará, la medicina ha avanzado mucho.
–Lo intentaré.
El matrimonio salió de la consulta y se dedicó una mirada que decía todo lo que ellos en ese momento no eran capaces de decir. No iban a dejar que los reveses de la vida pudieran con ellos.