Hinata no podía moverse y el único indicio de que se encontraba viva, era el modo en que le dolía respirar. Sus ojos estaban cerrados, y se encontraba atrapada en la oscuridad de sus párpados, su boca estaba abierta, notó, porque su garganta quemaba con cada bocanada de aire que su débil cuerpo tomaba en un intento desesperado por sobrevivir.

"Le sacamos una gran cantidad del veneno," escuchó una voz que no supo reconocer, "pero dado que no sabemos los métodos que Tsunade-sama creó, tuvimos que drenar gran parte de su sangre."

"Ah," alguien respondió, "por eso su palidez."

"A menos que reciba una trasfusión pronto—"

"¿Cuánto necesita?" Una nueva voz, ¿Neji? Hinata estaba segura que era Neji, preguntó.

"Más de lo que puedes ofrecer." Le respondió quien la peliazul consideraba debía ser el médico.

"Somos familia."

"Estás herido. Necesitas la mayor cantidad de sangre que—"

"Tómenla." Dijo su primo a modo de orden, y Hinata quiso gritar que no, que se olvide de ella y se preocupe por él una vez en su vida.

"Mira muchacho, no tomo ordenes de un niño."

"Es la heredera del clan Hyüga, si ella muere—"

"Somos médicos, no políticos, basamos nuestras decisiones en base a quienes tienen más chances de sobrevivir." Respondió la segunda voz, "quién sea la muchacha o no, no es de nuestra incumbencia, o de nuestro interés."

"Un poco." Neji volvió a decir, "sólo lo suficiente."

"No." El médico suspiró, "no te preocupes, le haremos una transfusión con cero negativo para garantizar su supervivencia, sin embargo, sólo una pequeña dosis, en medio del combate, necesitamos cuánta sangre podamos conseguir."

"Pero—" Neji trató de interceder.

"¡Detente! No te levantes, estas sumamente malherido, si uno de tus puntos se abren podrías perder más sangre de la que ya perdiste."

"Hinata-sama—"

"Sobrevivirá, cálmate."

Luego de algunos momentos, Hinata escuchó cómo los médicos se movían a otro lado de la sala, no podía verlos, pero estaba segura que se encontraba en un enorme salón, rodeada de gente en igual o peor condición que ella. Se encontraban en guerra, guerra, Hinata no podía creerlo, luego de leer sobre ella en libros de historia y las anécdotas que su padre le contaba, jamás supuso que algún día se encontraría en una situación similar; lo que no paraba de catalogarla como alguien demasiado inocente para la vida shinobi.

Ella no quería ser shinobi.

Y allí se encontraba, en un claro estado comatoso, imposibilitada de moverse pero con la convicción de que hizo lo correcto al salvar a Neji, quién sin dudas se merecía vivir más que ella.

¿Pero qué hay de Chöji? ¿Qué hay de Kiba? ¿Qué sucedió con la joven que Neji trataba de proteger?

Kamisama por favor déjalos vivir.

Una presión leve, húmeda, comenzó a recorrer su mejilla, y no fue hasta que sintió el sabor salado de la gota en sus labios que notó que estaba llorando.

Llorar dormida, en coma, ¿era eso posible? ¿Realmente? Aparentemente lo era, y por supuesto que sería ella quien lo experimentara, si no era más que una debilucha, tanto física, como mentalmente, y su cuerpo siempre se encargaría de recordárselo. Fuera a dónde fuese; hiciera lo que hiciese, incluso en medio de un coma. Y, ¿no era eso acaso, malditamente gracioso? ¿Cínicamente gracioso? ¿Depresivamente gracioso? Una shinobi, una kunoichi, llorando por sus compañeros, por sus camaradas, a quiénes no podía ayudar, por quienes no podía hacer otra cosa más que rezar.

Un contacto suave recorrió su mejilla y si Hinata no estuviera en coma, se habría paralizado.

Alguien limpió sus lágrimas, y sintió cómo un peso extra se apoyó al lado de su cuerpo en su cama. Nadie habló, y la persona que se acercó a ella no volvió a tocarla, pero Hinata sabía que fuera quien fuese continuaba allí, observándola, examinando el modo en que su pecho ascendía y descendía conforme el aire ingresaba y era expulsado.

Y entonces lo olió. El aroma a sangre y sudor. El perfume de alguien que ha combatido hace poco, el perfume natural de una persona que ha pasado por una situación de desesperación, de miedo, de irraciocinio.

Hinata tragó, que fue lo único que su cuerpo le permitió hacer.

Pero la figura no se movió, y el olor no se fue.

El aroma era desagradable, pero la confortaba saber que alguien estaba allí, que alguien se quedó junto a ella, porque le daba otra cosa para hacer, otra cosa con la que ocupar su mente.

Pero fuera la guerra continuaba, mientras ella se encontraba tendida en la cama, con su mente divagando en el aroma de su visitante, tratando de descifrar su identidad, tratando de aislar los sonidos de los civiles y ninjas convalecientes o cuyos familiares fallecieron.

Hinata volvió a llorar sin poder contenerse, pero en vez de una lágrima furtiva fuertes gotas recorrieron ambas mejillas esta vez, dejando un rastro de sal en su pálida piel, que endureció a su paso. Sus párpados continuaban cerrados, y sus lágrimas caían desde sus ojos hasta el improvisado colchón que la sostenía, empapando parte de sus cabellos.

El contacto que la había limpiado antes, no regresó.

"No deberíamos estar haciendo esto," la voz chillona de su compañero dijo, aunque la declaración se contradecía con la pasión con la que cortaba a la mitad al ninja de Sunagakure que corrió hacia él.

"El jinchüriki de Suna, y el de Konoha están en un mismo lugar, en medio del combate, que desaparezcan ambos, o aunque sea uno de los dos no levantaría sospechas," Itachi murmuró, esquivando elegantemente una kunai, tomándola por el mango con rapidez y redireccionándola al atacante.

"Ah…" Comenzó Kisame blandiendo Samehada, acabando con más de tres enemigos de ambas facciones.

Itachi exhaló fuerte por la nariz, tratando de ignorar el aroma metálico de la sangre que solía ser de sus camaradas. Durante un instante se preguntó si su clon, que había creado durante el tumulto lejos de la presencia de su compañero, había logrado su objetivo, pero no quería dispersarlo aún, en caso de que aún lo necesitara.

Además, si lo hacía ahora sería arriesgarse a que Kisame lo descubriera.

"No entiendo por qué estamos acá, si las cargas de energía claramente chocan en otro lado."

"Dejemos que ellos se acaben entre sí. No quiero dos jinchürikis unidos para pelearnos."

"Pfft," se burló el espadachín, limpiando con el dorso de su mano un hilo de sangre de su última víctima, "no serían un problema para nosotros, neh? Itachi-kun."

Itachi rodó los ojos, y acomodó su túnica como si tuviera todo el tiempo del mundo.

"O es por otro… motivo?" La voz de Kisame retumbó nuevamente.

"¿A qué te refieres?" Itachi respondió, sus ojos entrecerrados con sospecha.

"Sabes a qué me refiero." Respondió su compañero, deteniendo sus movimientos sin preocuparse del peligro inminente.

"Sasuke no tiene que ver," advirtió, mirándolo a los ojos.

Kisame parpadeó, sonriendo, y le dio la espalda para continuar su matanza.

"Mirá, Kurenai, esto se puso más interesante." Una voz oscura, calculada, sin temblor o temor alguno dijo. "Shikamaru, vé en busca de tu padre."

Ambos ninjas desertores dirigieron sus miradas al sonido de la voz, y allí estaba la imagen de un ninja alto, musculoso de tez morena y barba, y una mujer pálida de ojos rojos y belleza peculiar. Kurenai y Asuma, Itachi recordaba sus nombres y entre ellos, un joven que el Uchiha mayor supuso se trataba de Shikamaru, como lo llamó el jönin.

Shikamaru.

Shika.

Clan Nara, sin dudas.

"Asuma," la voz madura de la mujer dijo, "acabas de luchar contra todos esos ninjas de Suna para salvar a Shika, estás seguro que—"

"Já," la interrumpió el hombre, "eso no es nada. Shikamaru, vé a buscar a Shikaku."

"Sarutobi Asuma," lo saludó Itachi, "Yuuhi Kurenai."

"Uchiha Itachi." Respondió la kunoichi.

"Esto será bueno, verdad?" Dijo Kisame, burlón.

"Lamentablemente no puedo permitir que el muchacho se vaya," sentenció el Uchiha, y dio un paso adelante.

"Trata de tocarlo, te reto." Advirtió Asuma, poniéndose en posición defensiva.

"Oh, el machazo es mío," sonrió el espadachín, claramente excitado ante la idea de una lucha con el Sarutobi.

"Kurenai…" susurró el jönin de Konoha.

"Sí, Asuma, tú también ten cuidado." Ella dijo, y desapareció en un espectáculo de hojas.

De acuerdo, el grandote era más fuerte de lo que Kisame hubiese creído.

Iba a darle ese crédito, porque a pesar de su tamaño, el bastardo se movía bastante bien.

Por toda su construcción corpórea, que daba a entender que era del tipo de pelea cercano, el barbudo tenía varios trucos en la manga sobre ninjutsu a distancia. Y para empeorar las cosas, eran poderes con elemento fuego.

Kisame odiaba el elemento fuego.

Al ser un especialista en elemento agua, Kisame sabía que tenía todas las de ganar en una pelea entro los dos tipos de ninjutsu, dado que su poder superaba al fuego sin ninguna dificultad. Sin embargo, el grandote –Kisame no podía recordar su nombre- aparentemente reforzaba sus ataques de fuego con elemento de viento, por lo que para poder retrucar con un nuevo ninjutsu, Kisame debía redoblar sus jutsus con más chakra de la habitual.

No es como si fuera un problema, dado que tenía una reserva de chakra más que considerable. Pero eso no quitaba lo tedioso de la situación.

Asuma lo pateó en el estómago, que si bien no dolió demasiado sí fue lo suficientemente fuerte como para mandarlo a volar lejos; ya de por sí se habían alejado varios metros de donde estaban junto a Itachi, y Kisame gruñó su molestia.

"Oye grandote," le dijo, "repite tu nombre."

"No eres quién para hablar de tamaños," respondió el jönin de Konoha, y Kisme decidió allí mismo que el sujeto le agradaba, "Sarutobi Asuma."

"Asuma," repitió, y luego se introdujo. "Hoshikage Kisame."

"Sí. Sé quién eres." Sonrió Asuma. Y escupió humo de su boca.

La explosión no se hizo esperar, Kisame pudo oler el residuo del carbón en el aire gracias a sus sentidos y supo en un instante que se trataba de una trampa, mientras muchos creerían que eso se trataba tan sólo de una cortina para esconderse, el espadachín de Kiri descubrió el secreto, y se corrió justo a tiempo antes de que lo engullera las llamaradas.

"Te subestimé," dijo Asuma, exhalando.

"Igualmente." Repitió el espadachín, chasqueando la lengua.

Para su sorpresa, el jönin de Konoha no volvió a atacarlo con un ninjutsu, sino que notó en shock como el hombre lo tackleaba, y con aún más horror, cómo ambos golpeaban con una pared que Kisame nunca había visto.

El hombre de Kiri no era famoso sólo por ser grande, sin embargo, y golpeó al jönin con Samehada, generando un corte trasversal en el vientre del shinobi.

Sangre chorreó de la profunda herida, y Asuma no tuvo más alternativa que agacharse y tomar su vientre para no morir desangrado al instante.

Kisame lo observó durante unos segundos, Asuma hizo lo mismo, su muerte más que aceptada por el brillo opaco de sus ojos. Sin embargo, Kisame tenía otros planes para él.

Así que lo desmayó con el dorso de su espada.

Ahí. Eso lo dejaría vivo por unos cuantos minutos, si tenía suerte, alguien lo encontraría.

Kisame observó alrededor del espacio que, por accidente, ambos shinobi habían descubierto. El espacio estaba oculto por un genjutsu, y si bien Kisame pensó que no era el mejor modo para esconder un lugar, la verdad era que muchas veces el mejor escondite era a simple vista.

Quién lo puso allí no contaba con la invasión, o con que dos hombres de gran tamaño chocarían sus pesados cuerpos contra la pared del escondite.

El lugar no contaba con ventanas, bibliotecas, o armería, no parecía tener ningún secreto, pero Kisame sabía mejor que irse. Olfateó el lugar en busca de pistas, pero ningún aroma le llamó poderosamente la atención. Había olor a sangre, a tabaco y a humo, su propia piel secretaba una fragancia húmeda de la que Kisame estaba acostumbrado y—

Un momento.

Tabaco.

¿Por qué había tanto olor a tabaco?

Durante unos breves segundos supuso que el aroma provenía del jönin desmayado, ya que lo vió escupir su cigarrillo antes de pelear contra él, pero el hedor era demasiado fuerte como para deberse a un solo cigarrillo. Y sí, el barbudo, Asuma, parecía el tipo de persona que fumaba en grandes cantidades, pero el aroma era más fuerte que el tabaco habitual de un cilindro.

Éste aroma era el de una pipa.

Kisame observó al desmayado shinobi.

"Sarutobi, eh?" Murmuró, mientras se agachaba y observaba sus facciones. "Itachi mencionó algo de su Hokage una vez," sonrió el espadachín.

Y entonces, desde su posición en cuclillas, vió una especie de flor, una diminuta y pequeña flor que sobresalía mínimamente de la piedra. Una flor que, por su construcción y los sellos alrededor, sólo se abría con sangre.

Kisame conocía el símbolo que representaba ese grabado.

Sarutobi.

"¿Qué secretos guarda éste lugar, nee?" Preguntó al aire, mientras hundía dos dedos en el charco de sangre que había formado el cuerpo del desmayado.

Pasó el líquido por la áspera piedra, y un breve escalofrío recorrió su espalda, haciéndole fruncir los labios.

Una puerta se abrió, y Kisame vió con sus ojos los símbolos de cuatro clanes dibujados en un pápiro. Tres de ellos resaltados con rojo, el último con un signo de interrogación a su lado.

No podía saber de qué familias pertenecían tres de ellos, pero sí sabía a la perfección cuál era el clan de aquel resaltado en rojo y tachado, después de todo, hace ya varios años que es nada más y nada menos que el compañero del responsable de su extinción.

Uchiha.

Ino estaba desconcertada, no entendía qué es lo que acababa de ver, no podía ser real, no podía ser real. Era un genjutsu, sí, eso era. Un genjutsu, alguna clase de ilusión que creó un enemigo de Konoha para hacerla ver… hacerla ver…

Ella no estaba segura de cómo funcionaban los genjutsu, pero eso era lo que debió suceder.

"Ino…" la llamó Nagi, su forma escorpionesca apoyada en su hombro.

"Es un genjutsu," dijo ella en voz alta.

"Podría ser," respondió el bicho, su voz ronca y distorsionada resonando en su cerebro, "es difícil, pero podría ser."

"¿Difícil?" Respondió la joven. "No, no lo es."

"Ambas sabemos que para lanzar un genjutsu quien lo lanza debe tener conocimiento de la ilusión—"

"No es así y lo sabes." Defendió la kunoichi, "no es necesario que quién lanza el genjutsu sepa la totalidad del escenario que arme, sólo debe saber qué es lo que quiere armar, y confiar en que el cerebro afectado llene los espacios en blanco, tratando de encontrar sentido a lo que vió."

Nagi estuvo en silencio unos segundos, "así que no eres tan inútil después de todo."

"No. Sasuke-kun y Kakashi-sensei son capaces de generar genjutsu, quería saber de qué se trataba esa técnica. Aunque no hay mucha información sobre ella en los libros, sólo lo básico."

"Poder lanzar genjutsu requiere un control de chakra excepcional, algo que no tienes."

"Lo sé," murmuró, "pero los Yamanaka somos capaces de crear barreras mentales para impedir que la ilusión afecte nuestros sentidos. Mi tatarabuela fue quién fue capaz de crear la mayor cantidad conocida dentro del clan, habiendo levantado veintisiete."

"Hahaha," rió Nagi asquerosamente, "no es como si tú necesitaras esas barreras."

Ino mordió sus labios y apretó con fuerza sus puños. "No es como si hubiese aprendido a hacerlas tampoco."

"Libérate."

"No sé cómo," Ino mordió su labio más fuerte aún y cerró sus ojos. Lo mismo había sucedido no poco antes en la arena, e Ino no podía creer que sólo hayan pasado sólo un par de horas, ella sentía como si hubiesen sido días, años desde ese momento. Cerró fuerte sus ojos y trató de concentrarse, de poner su mente en foco.

No puedo. No puedo. Pensó con tristeza.

"Entonces corre."

Y eso fue precisamente lo que hizo, corrió, corrió a más no poder, con los ojos entrecerrados, sin ver por dónde iba. Si estaba bajo un genjutsu entonces no podía contar con sus ojos, de hecho no podía contar con ninguno de sus sentidos, pero la vista era siempre el más afectado por este tipo de ataques. Podía oír sus pies aplastando el pasto, hojas volando alrededor suyo, levantadas por el viento que generaba su corrida, escuchaba gritos a la distancia, metal chocando con metal, escuchaba fuego, agua, tierra moviéndose producto probablemente de ataques con ninjutsu. Sentía su garganta arder por respirar por la boca y tragó duro, tratando de ignorar el dolor de su vaso sobre exigido.

BLAM.

El dolor fue instantáneo, sintió como sus huesos, su piel, chocaban con otra, el impacto mandándolos a ambos varios metros hacia atrás. Ino agarró su dolorida frente y abrió los ojos de par en par, buscando la causa de su dolencia.

Shikamaru estaba frente a ella, alejado unos metros y tomando su nariz, gotas de sangre caían por su rostro y la miró sorprendido unos segundos, luego molesto.

"Ino!" La acusó, "fijate por dónde vas!"

"¿Yo?" Se defendió Ino sólo por defenderse, porque sabía que había sido probablemente su culpa, "tú fuiste el que me chocó."

"Sólo me di vuelta unos se—" Shikamaru abrió sus ojos de par en par nuevamente, y miró hacia atrás, al camino por el que había llegado corriendo. "Esto es malo, Ino, debemos irnos." Dijo, caminando hacia ella, queriendo ir por el camino por donde Ino había llegado.

"No!" Lo detuvo ella, "no podemos ir por allí." Suplicó. Genjtusu o no, no quería volver.

"Ino, créeme, lo que sea que éste allí será mejor qu—"

"Aw, el amor adolescente es una cosa tan tierna, nee, Itachi-kun."

Los ojos de Shikamaru se llenaron de pánico, Ino no logró comprender qué estaba sucediendo hasta que dirigió su mirada al origen de la voz. Un hombre, ¿hombre? De color celeste los observaba, su espada estaba llena de sangre y se movía por sí sola. A su lado, un joven de pelo negro y largas ojeras los observaba serio.

"Shikamaru Nara," el hombre de pelo oscuro dijo, "aquí estas."

El rostro de Shika palideció, algo que Ino supo no era común en su compañero. Ambos hombres estaban vestidos con túnicas negras y nubes rojas que Ino jamás había visto en su vida.

"Ino…" La voz de Nagi volvió a resonar en su mente, el escorpión que la representaba escondiéndose en su espalda. "Sus chakras…"

Ino no necesitaba sentir sus chakras para saber que estos hombres eran peligrosos.

"Asuma-sensei…" murmuró Shikamaru.

El hombre celeste sonrío.

Antes de que ella pudiera entender qué estaba sucediendo, Shikamaru se paralizó como si algo lo hubiese tomado por sorpresa, Ino pensó durante unos segundos que la forma en que su compañero se quedó quieto le recordaba a su jutsu de transferencia de mente, y entretuvo la idea durante unos segundos de que se trataba de algún ninja Yamanaka tomando control del cuerpo de Shika.

Toda esa hipótesis cayó a pedazos cuando con un grito corto y sordo Shikamaru se desplomó en el piso, inmóvil.

"Sh-Shika!" Gritó con pavor, arrodillándose frente a su compañero.

Shikamaru no se movió, quedó petrificado con los ojos abiertos en pavor.

"Desperdicias demasiado chakra, Itachi."

"Los Nara son demasiado astutos para dejarlo ir con una herida."

"¿Nunca oíste hablar de descuartizar?"

"No seas asqueroso."

Ino lloró silenciosamente.

Y entonces el muchacho hizo algo con sus ojos, y ella pudo notar como en sus rojas pupilas se dibujaba una especie de flor.

El joven levantó una ceja y pestañeó, tornando sus ojos de vuelta negros.

"Llamativo," murmuró aún observándola, y dio un paso adelante.

"Ino déjame salir." Ordenó Nagi.

Ino estaba paralizada por el terror, y se abrazó con fuerza al cuerpo de Shikamaru.

"Ino, déjame salir!"

Itachi continuó caminando hacia ella.

"INO! DÉJAME SALIR, DÉJAME SALIR!"

"NO!" Gritó ella, aferrándose más fuerte a su compañero, mientras observaba con espanto como el joven misterioso la apuñalaba en el pecho.

Largas ojeras, pensó Ino mientras caía al piso, aún aferrada al cuerpo inmóvil de Shikamaru.

Conozco esos ojos, se dio cuenta, mientras golpeaba el piso.

"Continúas triste," murmuró antes de desmayarse.

No pudo observar cómo el rostro de Itachi se desfiguró de sorpresa.


A/N: Lamentablemente no tuve tiempo de revisar a fondo este capítulo, por favor déjenme saber si encuentran algún error.

Por cierto, por cierto, decidí postear mi historia hoy. No puedo poner links, pero busquen "Ours was the Fury" el usuario es Marilyn Mondongo. Es, como dije, basada en esta pero con varias modificaciones. Por ejemplo, los protagonistas principales son Itachi, Shikamaru e Ino. Hinata no tiene participación por ahora, quizás en el futuro. Pueden leerla y decirme qué les parece, mi beta dijo que estaba buena, jajaja. Saludos!