ALL COLOURS AROUND

Lore-chan


Desperté con el suave golpetear de la lluvia contra los cristales. Era un sonido relajante y muy acogedor. Giré sobre la cama y noté que él ya no estaba a mi lado. Me apoyé sobre mis codos frotando mis ojos con una de mis manos y comencé a buscarlo.

Di un vistazo a mi alrededor y todas las cortinas estaban abiertas dejando entrar una luz casi cegadora, hacía ver el cuarto muy blanco ¿Cuánto tiempo había estado dormida?

-Hey… bella durmiente, creí que debía llamar a los paramédicos. Has dormido demasiado…

Taichi me miraba divertido desde la puerta mientras sostenía una caja de cereal que segundos después se la llevó a la boca. ¿Por qué lo hacía? Sabiendo que me molestaba que comiera desde la caja… compré los más lindos recipientes para ver si de esa forma cambiaba su actitud, pero fue en vano.

-¿Qué hora es? – pregunté levantándome.

Mas él no respondió.

Salió del dormitorio y yo lo seguí hasta la cocina… saqué desde la nevera un jarrón con jugo de naranja y me bebí 4 vasos sin detenerme. Encontré que el sabor era el más exquisito que había probado. Me dejé servido el quinto y volteé a ver a Taichi que estaba apoyado en el mueble de la cocina americana mirándome de una forma extraña.

-¿Qué ocurre? –ladeé mi cabeza para tratar observarlo mejor.

-Creo que lo mejor es que te quedes, Mimi

¿Qué me quedara? ¿Por qué?

-¿Ya no quieres que vayamos? – dejé el vaso de lado y coloqué mis brazos sobre el mismo mueble para luego apoyar mi rostro sobre mis manos.

Él sonrió con tristeza.

-Me encantaría, pero no puedes venir conmigo.

-¿Por qué?

Volvió a quedarse callado. Meditando la respuesta.

¿Por qué se estaba comportando tan extraño? Él no era así… habíamos planeado tanto el viaje y ahora a última hora se echa para atrás.

-¿Taichi?

-Hay muchas razones por las cuales no debes venir conmigo. Una de ellas es porque hice una promesa, una promesa que voy a cumplir. Quiero que seas feliz, Mimi.

Ser feliz… yo era feliz. Era inmensamente feliz.

Se quedó callado y pude escuchar como la lluvia comenzaba a menguar. Me tomé mi último vaso de jugo y me dirigí al salón directo al ventanal, algo llamó mi atención… algo brillaba tras el vidrio.

-Taichi – lo llamé con una sonrisa pegando mis manos a la ventana – salió el sol y hay un arcoíris gigante… ¡ven a verlo!

Pero él no se movió y respondió desde su lugar.

-Lo sé… Estuve desde el comienzo de su nacimiento. Es el arcoíris más hermoso que he visto… hasta hace poco tenía solo 6 colores, pero ya está completo.

-Los arcoíris tienen 7 colores, Tai… ¿Cómo pudo haber tenido 6? –cuestioné sin entender.

Finalmente él caminó hacia donde yo estaba y me abrazó fuerte haciendo chocar su pecho contra mi espalda. Me sostuvo con tanta fuerza que de pronto me inundó una angustia horrible.

-Te amo, Mimi – susurró antes de plantarme un beso entre los cabellos –…tienes todos los colores a tu alrededor y no puedo permitirme dejarte estar sin ellos. Conmigo todo sería blanco y tú te mereces un arcoíris.

Por una extraña razón no pude responderle que lo amaba… ¿acaso ya no lo sentía?

Nuevamente la angustia.

Nos quedamos abrazados en silencio y el sabor amargo del momento me sacudió… esto tenia tinte a despedida. Pero aun sintiéndolo, no había tristeza en mí.

Pasaron minutos eternos, observamos el arcoíris sin cruzar una palabra. Yo entre más lo contemplaba más sentía crecer dentro de mí un calor exquisito en mi pecho, estaba enamorada de esos siete colores, sabía que podría estar mi vida entera embobada mirándolos.

Taichi se separó de mí finalmente y yo lo seguí con la mirada. Caminó hacia el puerta y tomando el pomo de la misma giró en mi dirección a medida que me entregaba una sonrisa.

-Lamento haberte hecho llorar, haberte hecho sufrir… jamás fue mi intención. Te extrañaba… pero ahora sé que estás en las mejores manos – desvió sus ojos chocolate al piso - Te ama mucho más de lo que yo pensé y estoy casi seguro que incluso más que yo… me costó entenderlo, ¿Sabes? Soy muy duro de mollera…pero yo ya no tengo nada que hacer aquí.

-¿Taichi? - ¿Por qué me decía todo eso?

Giró la perilla de la puerta y la abrió.

-Gracias… todo ha sido gracias a ti- me dijo.

Y desapareció tras ella.

.

.

Fui abriendo los ojos paulatinamente a medida que ladeaba la cabeza a mi izquierda, tenía un revoltijo de recuerdos en mi cabeza… de un sueño. Pestañeé todas las veces que fueron necesarias para poder enfocar bien la imagen que tenía en frente mío. Y en cuanto lo logré, una sonrisa cruzó mi rostro y las lágrimas brotaron sin más.

Sobre la ventana de la habitación en la que me encontraba estaba pegado el dibujo de un arcoíris, pintado a mano por las manitos más maravillosas del mundo: mis hijos. Lo sabía… esos eran sus trazos y era su particular forma de pintar. Estaba segura que fue Hideki quien realizó el dibujo en sí y que los demás pintaron sobre él.

Sollocé al traer a mi mente el ultimo recuerdo que tenía en mi cabeza… todos durmiendo juntos en nuestra cama. No recuerdo más… a excepción del sabor cítrico de naranja en mi boca, pero ese recuerdo parecía venir de otro lado.

Me llevé las manos al rostro y de un segundo a otro me golpeó la realidad. Esta sensación de adormecimiento ya la había tenido antes, hace muchos años atrás y era a causa de un potente fármaco, comencé a respirar aceleradamente mientras me trataba de sentar y un dolor punzante en la zona baja de mi estómago me devolvió a mi posición antigua.

Y todos los demás recuerdos llegaron como una ola furiosa.

Me toqué mi vientre y estaba plano. Lloré aún más… no me podía estar pasando esto otra vez. ¿Dónde estaba Himeko? ¿Acaso ella…?

Hice nuevamente el esfuerzo de sentarme, obviando el dolor. El verme nuevamente en un blanco cuarto de hospital me produjo un desasosiego sofocante, solo mermado por el dibujo de mis hijos en el cristal y un enorme bouquet de margaritas en la mesita a mi derecha.

Cuando mis pies tocaron el frio piso tuve que afirmarme de la cama debido a que mis piernas no lograron sostenerme del todo. Quería salir corriendo de allí.

Quería ver a mis niños… quería saber de Himeko… quería…. Quería abrazar a Yamato con tanta fuerza que de solo pensarlo mis músculos se tensaron.

Me separé de la cama y tras dar dos pasos caí al suelo de forma violenta provocando que la intravenosa saliera disparada desde mi brazo. Yo ahogué un gemido de dolor ante aquello, había olvidado cuanto dolía sentir que la aguja saliera desde mi vena de esa forma.

Estaba ya sin fuerzas para levantarme además de atontada y débil por culpa de los tranquilizantes así que me hice un ovillo en el suelo mientras lloraba sin control.

Lloré tanto y con tanto ímpetu que no noté cuando Yamato cruzó la puerta de la habitación sino hasta que sus brazos me rodearon el cuerpo y me jalaron hacia el suyo.

-Despertaste… - sollozó besando mi frente una y otra vez - … Despertaste.

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Estuve 6 días inconsciente.

Y para mí había sido tan solo como un corto sueño.

Joe pasaba la molesta luz por mis ojos provocando que mis pupilas se contrajeran una y otra vez. Yamato estaba sentado a mi lado y tomaba mi mano con fuerza. Me sentía segura.

-¿Cuándo puedo ver a Himeko, Joe?

Mi hija llevaba la misma cantidad de días que yo estuve fuera, en tratamiento intensivo. Había nacido con menos de 7 meses de gestación y, a pesar de que Yamato y mi amigo me explicaban que estaba bien, mi instinto de madre me decía que había algo que me ocultaban.

-Puedo llevarte con ella en una hora más, primero tengo que hacerte una serie de chequeos y exámenes para confirmar tu estado.

-Ya desperté, estoy bien – dije molesta.

-Mimi, no estás bien… tuviste una nueva hemorragia hace tan solo 2 días y tuve que llamar a todos para que pudieran hacer donación de sangre – la voz del doctor Kido era severa.

Desvié la vista hacia el brazo de Yamato y aún tenía puesto un pequeño vendaje a la altura de la flexura del codo. Él había sido el primero en acudir en cuanto Joe llamó.

-Ella sigue evolucionando muy bien – mi rubio me sonrió – hasta un par de gramos ha ganado en estos días. Es preciosa Mimi, tiene heterocromía como los gemelos, su ojo izquierdo es chocolate y el derecho color caramelo – no pude evitar recordar la tarde en que mis mellizas discutieron por cuál sería el color de ojos de su nueva hermana. Finalmente las dos tuvieron razón.

-¿Están todos bien?... ¿han comido correctamente? – pregunté refiriéndome a mis hijos.

Yamato besó mi frente.

-Están bien, Mimi. Y ahora que estás con nosotros… todo está perfecto.

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Himeko era demasiado pequeña, tan pequeña que podía caer entre mis dos manos sin problemas. Dormía plácidamente dentro de su incubadora llena de cables extraños y una sonda nasal le abrazaba sus delicadas mejillas. Sólo traía puesto un pañal que a leguas se notaba le quedaba 4 tallas más grande.

Yamato no mintió, era preciosa.

-¿Qué tiene, Yamato? – consulté inquieta. Mi corazón no estaba tranquilo mientras la observaba y no era el hecho de que estuviera en tratamiento intensivo. Su pecho al respirar se alzaba en espasmos intermitentes.

Él me abrazo por sobre el hombro haciendo chocar su cabeza contra la mía.

-Joe pronostica que debido a la preclamsia sufra de problemas respiratorios crónicos – soltó triste y yo me agarré el pecho a medida que las lágrimas comenzaban a hacerse presentes.

-Es mi culpa…

Y claro que era mi culpa. Nuestro amigo insistió en que me cuidara y yo no le tomé el peso al asunto.

-No lo es…no vuelvas a decir eso – tomó mi rostro entre sus manos y apoyó su frente contra la mía – Nada de lo que ha sucedido es culpa tuya. Al contrario, todo ha sido gracias a ti.

La voz de Taichi diciendo aquella frase me produjo una sacudida interna. Había soñado con él… podía recordar fragmentos… es especial esa frase.

-¿Gracias a mí?

Él asintió con los ojos cerrados.

-Tenemos un arcoíris, Mimi y todo ha sido gracias a ti. Tenemos todos los colores a nuestro alrededor. Lo que tenga Himeko, lo vamos a sobrellevar como sobrellevamos la llegaba de los gemelos, como sobrellevamos a los huracanes destructores y como sobrellevamos a esas dos mellizas perfectas.

Me dio un tierno beso en los labios y en ese momento supe por qué no pude contestarle a Taichi en mi sueño cuando me dijo que me amaba. Ya no podía… porque yo ya amaba sólo a Yamato.

A él, a mi arcoíris y a nadie más.

.

En cuanto la puerta del departamento se abrió y entré a mi hogar una marea alegre de cabecitas y ojitos de diferentes colores se me vino encima.

Caí arrodillada al suelo y abracé a mis gemelos que fueron los primeros en abalanzarse llorando sobre mí, jamás los había visto llorar después que hubieron crecido, ellos no expresaban sus sentimientos… pero en ese instante me abrazaban y besaban repitiendo que me amaban como nunca. A ellos se abrazaron Hideki y Hayashi y amplié mis brazos para alcanzarlos a ellos también. ¡Como extrañaba a estas bellas ovejas negras! Besé sus mejillas y nuestras lágrimas se mezclaron. Me prometieron una y otra vez que nunca más iban a pelear entre ellos y que desde hoy serían más tranquilos que Hirohito y Hiroyuki juntos. Yo sólo sonreí.

Cuando finalmente se acercaron mis mellizas, maldije el no tener los brazos más largos para apretarlas junto a los demás. Pero sus hermanos entendieron y se hicieron a un lado ahora yendo a abrazar a mi Yamato. Harumi y Hatsumi se colgaron de mi cuello tal cual lo hacían con su padre y me besaron de tal forma que creí que moriría de amor.

-Cumplió… - dijo Haru en mi oído – no te llevó. Te dejó con nosotros, mamá. Cumplió su promesa.

Y yo entendí de lo que hablaba. Entendí todo de inmediato.

-Sí – respondí apretándolas aún más – cumplió su promesa.

.

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-Mamá, ¿Estás segura que no la cambiaron? Quizás ustedes voltearon y la cambiaron…

Hideki miraba a Himeko como trataba de caminar con la ayuda de los gemelos que la sostenían de cada una de sus manos.

Estábamos en el jardín de nuestro nuevo hogar. Con la llegada de nuestra última hija definitivamente el departamento nos había quedado pequeño, así que Yamato y yo tomamos nuestros ahorros y compramos una gran casa en las afueras de la ciudad.

En ese momento las personas iban y venían, llevaban flores de un lado a otro, ordenaban las mesas con manteles de colores, adornaban con guirnaldas y luces el cielo de la carpa que instalaron cerca de la piscina. Era el día de mi matrimonio y había pedido que no quería nada en color blanco, quería que todo de mil colores.

Mi vestido lo era. Sora había diseñado un vestido de novia tan perfecto con los siete colores del arcoíris que creo que nunca más me lo iba a sacar. Era un vestido entallado hasta la rodilla y tenía escote cuadrado. Era atípico, tal como lo era mi familia, tal como lo era todo en mi vida.

Casarse después de tener 7 hijos lo era.

-Mamá… yo creo, en verdad, en verdad… que la cambiaron y no es nuestra hermana.

Hayashi había llegado a mi lado y con una posición idéntica a la de Hideki miraban a su hermana menor que sonreía a los gemelos con el único diente que tenía en esos momentos.

Y entendía su confusión.

Todos eran rubios o trigueños, en cambio, Himeko tenía el cabello negro azabache y ondulado… como mi padre y su ojo chocolate resaltaba mucho más que el acaramelado. Los más felices con esa extraña mezcla habían sido sus abuelos, mi padre al fin se pudo ver reflejado en su nieta y el señor Ishida infló su pecho orgulloso al ver que uno de sus ojos estaba en el rostro de la pequeña.

-Es 100% por cierto Ishida-Tachikawa – respondió Yamato a mis espaldas. Muy seguro.

Se acercó a mí y me envolvió en un apretado abrazo dejando en mi cuello un casto beso.

-Hey! – se escuchó la voz de Takeru desde el interior de la casa – ¡El novio no puede ver a la novia antes del matrimonio!

-Oblígame – amenazó mi rubio alzándole una ceja y abrazándome con más fuerza.

Yo reí.

-Oye… ¡Esto se ve realmente hermoso! – exclamó Sora asombrada mientras observaba el jardín y la decoración – y el vestido te queda fantástico.

-Eres la mejor diseñadora de Japón, todo lo que haces queda fantástico – dijo Joe tomándola por la cintura.

Comenzamos a platicar mientras los niños corrían a nuestro alrededor.

Hiroki, el hijo mayor de la familia Kido se dejaba abrazar con cara de pocos amigos por Hatsumi. Mi hija cuando abrazaba, era la abrazadora más peligrosa del mundo y ya en un año había cambiado el cuello de Yamato por el del niño de cabello azul. La hermana del Kido, Asuka, jugaba entre los gemelos y para mi sorpresa ella sabía diferenciarlos con una facilidad que me asombraba. No lograba entender cómo sabía, sin equivocarse, cual era Hiroyuki y cual era Hirohito siendo que en esos momentos estaban vestidos y peinados idénticos.

Harumi jugaba con su prima, Umi, y los huracanes. Saltaban la cuerda y extrañamente Haru perdía demasiado seguido en comparación a su prima y era porque Hideki y Hayashi hacían trampa. Les encantaba molestar a su hermana.

-No es que no te quiera se suegro Yamato, pero me preocupa que Hatsu se cuelgue tanto de Hiroki – soltó Joe mirando en dirección de la pareja de niños – y con la fertilidad que tienen ambos, no me imagino a mi hijo con tantos niños ni yo ser abuelo de un equipo de baloncesto.

Todos reímos.

-Pues le cortas las manos… – replicó mi futuro esposo – porque no voy a dejar que nadie, ni quiera tu hijo, toque a mi pequeña.

-Ponle más atención a los gemelos en ese caso – habló Sora desviando nuestros ojos hacia ellos ahora, ambos estaban muy quietos y sonrojados mientras Asuka les ordenaba su corbata con paciencia.

-Oh no… a mi Asuka sus hijos no las van ni a mirar. Tu familia es un peligro Yamato, es la fertilidad caminando por las calles de la ciudad.

Volvimos a reír.

-Mimi, Yamato ya va a ser hora – comentó Hikari con Himeko en sus brazos.

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Tomé la mano de mi padre y éste me afirmó con fuerza al ver que tiritaba. No podían creerlo casi diez años juntos… siete hijos y estaba nerviosa de pies a cabeza porque lo tenía a pocos metros frente al altar. Era el hombre más guapo del mundo en ese traje oscuro de dos piezas y lo que más resaltaba y que más había adorado fue el detalle de su corbata. Le había pedido a Sora que de la misma tela de mi vestido de 7 colores le hiciera una.

La música comenzó y las mellizas con sus rimbombantes vestidos rosados comenzaron a caminar a pocos pasos de distancia arrojando pétalos de rosas en el camino. Iban sonriendo y cuchicheando como siempre.

Todos se levantaron y cuando llegue al lado de Yamato no pude evitar echar un vistazo a todos.

"Te vas a casar, vamos a estar todos allí… va a estar Hikari y Takeru , Koushirou … Yamato les dedicará una canción … y te aseguro que estaré con Sora en primera fila"

A mi mente vinieron las palabras que Joe me había dicho el día que desperté de mi accidente y vi a Taichi por primera vez a través del vidrio.

Mi amigo tenía razón. Estaba en primera fila junto a Sora junto a Takeru y a Hikari y al lado de ella… un asiento vacío.

-Qué después no diga que no lo invitamos y se ponga a cuchichear por las noches con Haru – me susurró Yamato al oído en cuanto tomó mi mano.

El mismo había dicho que ese puesto era de Taichi y que nadie podía sentarse ahí. Hikari fue una de las que más se lo agradeció.

El recuerdo del Taichi se había transformado en un recuerdo indolente. Hablábamos de él con normalidad, no es que hablásemos de él muy seguido, pero cuando lo hacíamos a ninguno de los dos nos molestaba o nos producía el dolor que alguna vez nos afectó.

Harumi nunca más volvió a hablar de él y tampoco jamás la volví a escuchar hablar de él con su hermana.

-Te tomo a ti Yamato Ishida como mi esposo para serte fiel, para acompañarte, para apoyarte en tus sueños, para reír a tu lado, para reconfortarte en momentos de angustia. Y al mismo tiempo, elijo estar a tu lado para poder seguir viendo como nuestro arcoíris crece y para que seas tú el último, el único hombre, que esté en mis pensamientos cuando cierro los ojos al dormir y el primero que quiero ver cuando los abra al amanecer. Porque yo Mimi Tachikawa, desde ahora Mimi Ishida.. – Sonreí colocándole finalmente el anillo en su dedo – Voy a amarte hasta el día en que muera… y después de eso, mucho más aún.

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Los niños estaban nerviosos y yo igual.

Yamato estaba a pocos minutos de llegar del trabajo y ya todos estábamos en posición expectantes. El amplio sillón estaba lleno de punta en punta con mis siete hijos.

Yo me paseaba en círculos y les repetía una y otra vez que todos habían acordado comprometerse con la causa y que darle aquella noticia a su padre podría ser un ataque al corazón casi seguro.

-Mamá, va a estar muy contento – Hayashi mostró todos sus dientes en una sonrisa.

-¡Es un hermano más! – Hatsumi levantó sus manos con alegría.

-Uno al que TODOS tendremos que cuidar – los gemelos fueron enfáticos en su oración.

-¡Ya llegó, Ya llego! – Harumi los hizo callar a todos.

Nos quedamos en silencio, casi ni se escuchaban las respiraciones de los 8 presentes en la habitación. Yo sostenía entre mis manos una pequeña caja escondida a mis espaldas. Habíamos acordado entre todos que esa sería la forma en que le informaríamos del nuevo miembro de la familia.

En cuanto Yamato atravesó el pasillo y nos vio a todos en la sala levantó una de sus cejas sin entender.

-¿Qué hicieron ahora? – preguntó nervioso mirando a los huracanes.

-¡Mamá te tiene una noticia! – exclamó Hirohito o ¿Hiroyuki?

-¡Es una muy buena, papá! – dijo Hideki sonriendo.

-Sí, papá… - Himeko alzó sus dos manos al cielo contenta.

Yamato dejó tanto las llaves del automóvil como las de la casa sobre un mueble donde descansaban todas las fotografías de la familia, sin quitarme la vista de encima.

-¿Mimi?

Yo no dije nada más. Simplemente saqué la caja desde mi espalda y se la extendí tanto o más nerviosa que él.

-¿Recuerdas lo que dijo Takeru para tu cumpleaños cuando…? – comencé a hablar pero de su rostro los colores ya se habían ido. Se afirmó del mueble y abrió los ojos como platos.

-Eso es imposible… - su voz tiritaba – No puedo tener… - miró a los niños y luego a mí – ¡me operé hace ya 2 años! ¡Qué demonios! – exclamó asustado y sin importarle que sus hijos escucharan aquella mala palabra. Yo por dentro reí - ¡Mimi tú no puedes tener más…es peligroso!...

No lo seguí escuchando. Tomé su mano y deposité la caja en palma abierta.

-Esto es inaudito… demandaré a Joe. ¡Es culpa de él! – Continuó hablando enojado mientras destapaba la caja - ¡el mismo me recomendó a su colega!... dijo que era ciento por ciento segur… ¿un collar? – preguntó sosteniendo la argolla entre sus dedos.

Mis hijos rieron al mismo tiempo que yo lo hice. Ya no aguantábamos más tenerlo bajo ese sufrimiento.

-¡Vamos a tener un hermano de cuatro patas! – gritaron las ovejas negras y todos sus hermanos gritaron alegres.

-Tú… - Yamato me apuntaba con el collar ahora sonriendo - … me vas a terminar matando.

-Queríamos que fuera sorpresa… además Takeru dijo en tu último cumpleaños que nos hacía falta sólo una mascota para estar completos.

-¡Pues creí que te referías a otro cumpleaños! ¡Casi me matas de un infarto!

Me acerqué a él tomando su rostro entre mis manos y lo besé.

-Ya no podemos decir nada… fue tu idea que se pudieran besar cuando estuvieran casados – Escuché decir a Hatsu.

-Ya no importa… ahora es demasiado romántico – suspiró Harumi.

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-Akita Inu, ¿eh?

Yamato se sentó a mi lado bajo el quitasol de la terraza. Los niños perseguían al perro que se escabullía entre ellos saltando veloz de un lado a otro. Hayashi tomó a Himeko en brazos para que pudiesen correr más rápido.

-Los niños eligieron el nombre Hachi.

-Como el perrito de la película…

Como olvidarlo, vimos la película en el dormitorio y tras finalizada éramos todos un rio de lágrimas. Excepto mi rubio claro, él no iba a llorar por una película de un perro.

-Y porque significa 8. Es el octavo miembro de la familia – le dije apoyando mi barbilla en su hombro.

Suspiré mirando a mi familia. No habia sido fácil llegar a donde estábamos en ese instante. Sufrí mucho, lloré demasiado. Pero todo tuvo su recompensa.

Si supiera que este iba a ser el final del camino, lo habría recorrido una vez más solo para estar con todos aquellos colores a mi alrededor. Para estar con este hombre que esperó años por mi, para disfrutar a cada uno de ellos.

– Te amo, Yamato.

Y se lo dije una y mil veces.

Porque era lo que sentía…

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Yo fui las gotas de lluvia y él fue el sol y cuando ambos nos juntamos formamos un arcoíris.

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Segunda historia terminada. No hay más!

Terminé en el capítulo 7 yujuuuuuu (Lore-chan comienza a bailar feliz!)

Les gustó?, lo odiaron? No soy mucho de finales felices jajajaja pero este lo merecía. Mimi al fin fue feliz… sniffff T_T

Pobre Yama, casi lo mato de un infarto. Pero todo por una buena causa.

Estoy trabajando en mis otras historias y ya empecé a escribir el OneShot de la continuación de este fic.

Veamos cuanto demoro ;)

Os quiero y os adoro.

Son el sol para mis gotitas de lluvia :P

Nos leemos!