Renuncia: todo de Haruichi Furudate.

Nota: para V. Arlert, por ganar el primer lugar en mi fic giveaway y porque hoy cumple años y merece puro amor, ¡felicidades! ´u` no es un Armin&Mikasa fraternal pero sé que Kagehina es tu OTP, así que.

Advertencia: posible ooc.


Es viernes.

Empieza más o menos así:

Hinata Shouyo cree estar enfermo.

Kageyama es–

(ojos de abismo acuático en una tormenta que lo miran y no le hunden pese a todo porque él sabe nadar contra corriente. Manos de manzana, que tocan el balón como algo muy valioso, como un tesoro —porque lo es, lo es, lo es—. Labios apretados en una mueca de frustración o concentración o cualquier cosa que termine en 'ion'. Cabello de plomo y hollín. Piel de canela, bronceada aunque no tanto. Levantadas poderosas que no todos consiguen recibir. Un metro con ochenta de estatura. Un "Hinata idiota, mientras yo esté aquí tú serás invencible" y "No le daré levantadas a alguien a quien no considero necesario para ganar" y "No había nadie, no había–". Testarudez, esfuerzo, dedicación, talento. Un diamante en bruto. Genio. Armador. Tonto. Increíblemente listo. El rey. Solsticio de invierno. Kageyama)

–alguien aterrador. Pero no en realidad.

Hinata lo odia al principio (y eso es una mentira) y lo admira muchísimo (y eso es algo que no admitirá jamás, ante nadie, excepto tal vez Suga-sempai). Hinata tiene roces con Kageyama, roces de la clase "voy a derrotarte en la cancha ya lo verás, así que no pierdas ante otro", pero también roces del tipo "yo necesito mejorar y tú no quieres hacerme caso así que vamos a liarnos a golpes en el gimnasio y asustar de muerte a Yacchan" e igual de los de "somos el dúo de fenómenos y floreceremos en cemento".

Hinata busca saltar muy alto, rozar el techo del mundo con la punta de los dedos y que Kageyama esté ahí con él.

— No me gusta admitirlo, pero no soy muy bueno sin ti —farfulla y arruga la nariz y gira el cuello en otra dirección.

— ¿Ah?

Kageyama no tiene tiempo de procesarlo. Son sus neuronas, son poquísimas y poco funcionales piensa Hinata.

— ¡N-nada! —responde en vez de eso.

No vale la pena (sí lo vale).

Hace frío porque es de madrugada y otoño. Así que Hinata se pone unos guantes, una bufanda, dos chalecos y una sudadera. Y sale pitando de casa en su bicicleta como es costumbre.

Al llegar a la entrada del gimnasio se encuentra con Kageyama quien se limita a tener una bufanda enrollada al cuello como una serpiente y su uniforme de deporte, chaqueta y pants.

Cómo es que no tiene frío, primer pensamiento.

Seguro es una estufa humana, segundo pensamiento.

...Me gustaría abrazarle, tercer pensamiento.

— GAH.

Aquello lo pilla por sorpresa completamente, es decir COMPLETAMENTE, y Hinata se cae de espaldas. Igual que una tortuga es incapaz de levantarse y Tsukishima le toca la pelota al respecto toda la semana. Es un absoluto desastre.

Kageyama tiene pestañas largas.

No es que lo note de inmediato, ni siquiera con intención. Sólo– pestañas, largas, muy bonitas.

Nopuedeser.

Hinata se da cuenta de ello cuando se encuentra mirándolo fijamente más tiempo del que es considerado normal, o apropiado. Que casi puede atravesarle con sus ojos, como si fuesen pistolas de balín, o tuviese visión de rayos X.

También nota que entre prácticas Kageyama se lima las uñas con sumo cuidado, en un ritual casi tan sagrado como el mismo voleibol. Y es en esos momentos de calma Hinata considera que él es algo así como atractivo.

Deben ser las pestañas, se insiste, son muy femeninas. Me confunden.

Decide que todo es culpa de Kageyama.

(igual sigue observándole en secreto).

Saca el tema mientras practican pases en horas extras, ellos dos, solos.

— Ey Kageyama.

— Qué.

— ¿Es normal considerar guapo a otro chico?

El balón se le resbala y rebota dos veces en el suelo.

— QUÉ.

— Sólo pensaba–

— ¿Sabes pensar, después de todo? —inquiere en tono condescendiente, y a la defensiva.

— ¡Oye, eso es muy grosero! Y no has respondido mi pregunta.

— Hinata idiota.

— ¡No cambies de tema, tú–!

Niño nocturno con ojos de luna ilegalmente apuesto.

El. Máximo. Horror.

Kageyama recoge el balón.

—... Sí. Es decir, lo creo.

Oh. Vale. Está bien. Una cosa menos de que angustiarse. (O no).

Hinata no puede sacarse de la cabeza a quién considerará él atractivo. Es una tortura psicológica, debería conseguir un abogado y demandarlo.

Cuando ganan su primer partido oficial, contra Tokonami, a Hinata se le comprime el pecho en un nudo. Se siente bien. Ganar. Ser capaces de seguir jugando, más y más y más. Como ser grande a pesar de ser en realidad pequeño.

Kageyama se encuentra a su lado.

— Ganamos.

— Sí.

— Y tendremos más partidos.

— Sí.

Los nudillos rojos. Las palmas que sudan. Una sonrisa torcida en la comisura de sus labios.

Gracias a ti pude pelear, y volar.

Son sombra del otro, se acompañan a todas partes.

Kageyama no está anotado bajo ningún nombre en específico en el celular de Hinata. Aunque con sinceridad, esos diez dígitos en particular se encuentran flotando en su mente entre Cosas importantes para recordar y Cosas de las que no estoy orgulloso de recordar pero lo hago de todos modos.

Empieza a pensar que ese lugar especial debería llamarse Kageyama Tobio, y sólo eso.

Resulta que Yachi es muy perceptiva e inteligente (no por nada es quien les ayuda a estudiar para la época más mortífera de todas: la de exámenes, eso y que Tsukishima es un tacaño respecto al conocimiento). Y tiene mucha paciencia. Que lidiar con dos cuervos inquietos no es nada fácil y.

— Hinata, ustedes dos son muy unidos ¿no es así?

— ¿Unidos?

— B-bueno, es que pelean mucho p-pero parecen llevarse bien.

Hinata pone una expresión de terror.

— ¿Kageyama? ¿Y yo? ¿Llevarnos bien?

Qué clase de apocalipsis es ese.

No, no Yacchan, quiere aclarar. Él es mi enemigo. No. Mi rival. No. Mi

¿compañero?

Una lucha predestinada entre hombres. O alguna cosa similar y rosando lo cursi. Pero la verdad es que–

No sabe.

De pronto Yachi se angustia cuando se queda callado con expresión en blanco y Hinata debe tranquilizarla de que se encuentra bien.

Kageyama, Kageyama. Todo gira en torno a él, a fin de cuentas.

La primera vez que intercambian mensajes de texto, Hinata inicia la conversación, que va acerca de cachorros y takoyaki.

Kageyama le responde con un no-tan-furioso-como-debería VETE A DORMIR porque son las dos de la mañana Hinata, qué carajos. Pero él le ignora con naturalidad, y le envía una foto de un bebé bull terrier.

Se quedan despiertos hasta las 5:30 de la mañana. Afortunadamente es sábado.

Kageyama enfadado da muchísimo miedo. Más que un fantasma, o un vampiro, o un hombre lobo (Hinata cree con firmeza que existen, sobre todo los fantasmas). Los zombis no porque de ser el caso habrían llevado a la extinción al ser humano hacía bastante.

A veces Hinata tiene pesadillas donde golpea su nuca con un balón por accidente y se despierta sudando frío.

Pero otras ocasiones..., tiene sueños con Kageyama no enojado, sino sereno. Sonriendo de verdad, quizás, probablemente. Sueños donde incluso se tocan, sin dobles intenciones. Delineando el contorno de sus dedos, su palma callosa. La frente hirviendo. Y su pulso de carretera se desvía y da vueltas por todos lados. Despierta nervioso, con los vellos de su brazo floreciendo. Esos, sin duda, son los sueños más aterradores de todos, decide.

Una tarde de invierno:

— ¡Bakayama, deja de colarte en mis sueños a la hora de dormir!

— ¡¿Disculpa?!

Y sale corriendo. Kageyama lo persigue por toda la preparatoria. Terminan siendo regañados por Daichi.

No todos los días son buenos. Los hay malos también.

Días donde se agarran a golpes (golpes serios, de los que duelen en la carne y les magullan el alma). Días donde se ignoran y ponen un muro frente al otro. Días en que Hinata piensa: no es mi amigo y aún así yo– Días en que Yachi se preocupa. Días en que practican solos. Días donde pierden un partido y Kageyama se disculpa y Hinata no lo tolera (—no lo hagas ver como un error, el confiar en mí). Días grises, nebulosos, de neblina. Días.

Hinata mantiene la cabeza gacha y prefiere no admitir que le duele el ventrículo izquierdo.

(es como si fuesen dos mitades de un todo, se echan de menos).

"Extraño ser invencible contigo".

No lo dice.

Ambos anhelan comerse al mundo.

Se van juntos la mitad del trayecto de vuelta a casa. Hinata está montado en la bicicleta, aunque pedaleando lento. Kageyama da sorbos a un envase de leche. Las estrellas brillan en el cielo, y en sus ojos, los de Hinata. Infundiéndose valor, opta por arriesgarse un poco.

— Kageyama.

— Hm.

— Nada. Me gusta.

— ¿Qué cosa?

— Decir tu nombre.

Kageyama escupe la leche y tose varias veces, luego le mira como alucinado. En plan "idiota, acaso planeas matarme". Tal vez, tal vez. A Hinata se le colorean las mejillas, con crayones, acuarelas, todo el silencio del planeta.

— Qué quieres que diga, es la verdad–

— Hubiera preferido no saber —responde, notablemente nervioso y tiene el ceño fruncido, pero.

— ¿Entonces prefieres que te llame "Tobio", Kageyama-kun? —le mosquea, Kageyama no dice nada. UN MINUTO. Se arrepiente—. ¡E-espera–!

— Idiota. La última persona que quiero que me llame así eres tú..., Shouyo.

Aquello es un golpe bajo.

(y sin embargo piensa el resto del trayecto lo bien que suena su nombre siendo pronunciado por él, como si hubiera nacido para decirlo. Las letras y sílabas amoldadas en su boca).

El corazón atorado en la garganta.

Kageyama Tobio es océano y.

(Hinata se pregunta a menudo a qué sabrá el agua de mar).

tbc