Oh por dios, siento que tardé AÑOS en actualizar... no fue un año cierto? Si soy sincera tardé bastante en terminar de escribir esto, me bajó un bloqueo y poca motivación, además que la universidad consume mi poca energía, eso y que me pongo a perder el tiempo en otras cosas... ay

Kai Momo: Muchas gracias por leer mi historia, y estoy muy feliz que te guste, aunque me tardara tanto en actualizar. Si soy sincera no soy muy fan tampoco de Gakupo siendo medio gigolo, pero quería ocuparlo para hacer funcionar la historia, recursos narrativos podría decirse, aunque más de cinco personas no creo, además, Yuma celoso y enamorado hace que exagere lol.

Disclaimer: Vocaloid no me pertenece, yay!

Parejas: GakupoxYuma

Advertencias: Un intento de lemon, hice mi mejor esfuerzo.


Al cruzarse sus miradas, ambos se quedaron petrificados en sus lugares, como si sus cuerpos hubieran dejado de responder.

Gakupo apretó sus puños, buscando el valor para disculparse por su arranque después de la cena, pero antes que siquiera pudiera expresar algo, Yuma le cortó.

—¿Qué quieres?—preguntó tenso, con la incertidumbre y el miedo de años atrás.

Gakupo, al ver esa figura que parecía tan indefensa, son su ropa toda arrugada y su cabello revuelto, sintió el corazón aplastarse con fuerza dentro de su pecho, dificultando su respiración. Demonios, lo amaba tanto, lo tenía tan cerca pero tan lejos, le era imposible alcanzarlo.

El samurai se hallaba incapaz de decir algo coherente. Yuma se sintió herido por la falta de respuesta.

El haber soñado con el pasado sólo le había generado más dudas, más preocupación. El tener que mirar a Gakupo a la cara sólo le hacía recordar la tortuosa sensación de su calor sobre su cuerpo y sus labios en los suyos, le hacía escuchar en su voz su suave risa y su encantador modo de decir su nombre. Se sentía mareado.

—Déjame pasar…—exigió sin poder mirarle a los ojos, si lo miraba, no sería capaz de mantener su rabia.

El mayor espabiló y avanzó un paso más hacía Yuma, quien retrocedió por inercia, lo hizo sin pensar. Era como si hubieran vuelto a sus roles diez años atrás, cuando un Yuma de siete años, pequeño y asustado, enfrentó al mayor de los Kamui, de entonces once años, que tendió su gentil mano hacía él.

Yuma le miró precavido, Gakupo apretó sus labios, incapaz de encontrar las palabras que quería decir. Su mente había perdido el rumbo y empezaba a vacilar.

Gakupo tendió su mano con esperanzas de agarrar la del menor, pero este la alejó sin miramientos, como si de una plaga se tratase. El hombre se sintió herido, su corazón se estrujó con dolor.

Intentando con todo lo que tenía de lograr disculparse, de no cagarlas de nuevo, abrió la boca con sus labios oscilantes, logró hablar.

—Yuma, yo vine a disculparme contigo por lo de antes.

Los morados ojos de Gakupo se mostraron sinceros, llenos de arrepentimientos, Yuma, ante esa mirada, se halló acorralado, perdido, pero no iba a ceder, porque hacerlo significaba seguir guardando esos sentimientos sin nombre dentro suyo, ya no quería vivir a la deriva.

—No me vengas con disculpas, y q-quítate de mi camino—pidió con voz temblorosa.

Ni siquiera el podía ser seguro con sus respuestas, se sentía humillado, estaba siendo como el niño de años atrás, que sólo podía huir de todo.

—Y si tanto quieres que me quite, ¿Por qué no me lo dices mirándome a la cara?

El reto de Gakupo hizo que el joven Yuma levantara sus ojos y le mirara sorprendido, sus labios se abrieron ligeramente. Sus ojos mostraron lo vulnerable que se sentía. El cuerpo de Gakupo tembló al verlo así, tan frágil frente él, pareciendo que le rogara por una respuesta.

"¿Por qué las cosas tienen que ser así? ¿Por qué soy así?" Se cuestionó Yuma en el incesante mar de conflictos que era su corazón cuando se hallaba frente a Gakupo.

Gakupo sabía que no habían palabras en ese mundo que cubrieran a cavalidad todos los sentimientos que se alzaban en su pecho, quería ser un hermano mayor confiable y maduro, quería ser un niño que pudiese hablar sin escrúpulos de todo lo que sentía, y quería ser un hombre libre que pudiese darle consuelo al hombre que ama. La única respuesta que halló en su inútil busqueda, fue acariciar con gentileza la mejilla de Yuma, sentir con sus manos esa piel tan suave y tentadora, de porcelana, y al mismo tiempo tocar esos miedos y desaparecerlos con el toque de sus dedos.

Yuma sintió lágrimas aproximarse a sus ojos al sentir el tacto cálido de esos largos dedos. La sangre empezaba a subir a su cabeza, nublando su juicio.

Pero él no quería, ya estaba harto de sentarse en una esquina a esconderse, de ocultar las palabras que quería gritar, de ser infeliz con sólo mirar a Gakupo alejarse más de él. Ya no quería nada de eso.

Quería golpear a Gakupo, gritarle, hecharle en cara todo lo que odiaba de él, todo lo que le ponía los nervios de punta, para luego esconderse a su pecho a llorar, a pedirle que le quisiera sólo a él, al cien por ciento, y que le abrazara como no abrazaría a nadie más que a él.

Sintiendo esa angustia de tener el pecho lleno de sentimientos ambivalentes, no pudo hacer más que pegar una cachetada a la mano de Gakupo y separarla de su rostro.

La mirada de sorpresa y decepción de Gakupo hizo que el corazón de Yuma se apretara en su pecho, pero no cedió, y miró a Gakupo con una mirada herida.

—P-porque no puedo... no puedo mirar un segundo más a tu rostro—admitió apenado.

Esa mirada desenfocada, pérdida, destrozó cada fibra de sentido común en Gakupo, cada parte de él que quería mantener todo como estaba. Ya no podía más con la incertidumbre, ya no quería ver a Yuma sufriendo, alejándose de él a la fuerza. Incluso si tenía que abandonar todo de sí.

En vez de preguntar porqué, como debería hacer, le agarró de la muñeca, Yuma se sacudió e intento forcejear, pero se entregó sin más y dejó que Gakupo le metiera en su cuarto.

Las cortinas habían sido abiertas, permitiéndole a la luna asomar su semblante e iluminar el futon deshecho. Náuseas invadieron a Yuma al ver esa muestra de todo lo que le enloquecía y le llenaba de amargura.

—Sueltame—exigió, mirando a cualquier otro lado que no fuera Gakupo.

El calor asfixiante de su mano sobre la suya era suficiente. Sentía su piel derretirse por el contacto, y era un sentimiento asqueroso.

—No lo haré.

Gakupo, quien había mantenido su mirada al frente en todo mometo, se volvió y miro a Yuma, no se veía ni enfadado ni tranquilo, se veía afligido, como si el mundo entero se hubiera caído en sus hombros, y Yuma pudo notar que sus ojos estaban rojos, que había llorado, y eso le hizo sentir culpa.

—Vamos a aclarar esto ahora y aquí mismo Yuma, ¿Qué te hace tan infeliz?—suplicó, dándose vuelta y soltando su muñeca, para poder agarrar sus mejillas y obligarlo a mirarlo—. Por favor, dímelo.

Las cálidas manos de Gakupo en sus mejillas, su voz desesperada y sus ojos húmedos herían más allá de las palabras a Yuma, que sentía las lágrimas caer por sus mejillas, sin poder detenerlas. Sus hombros temblaron. Bajo la mirada al piso.

Gakupo le miró preocupado y se inclinó para verle mejor la cara. Se encontró con esos hermosos ojos azules cubiertos en lágrimas, esa nariz toda rojiza y esos tentadores labios temblando para ahogar los sollozos.

Antes de poder ofrecer palabra alguna, fue tacleado a su propia cama por el menor. Profirió un gemido de dolor al sentir su espalda azotarse contra el duro suelo bajo el futon. Ahora veía el techo de su cuarto, mientras sentía las cálidas lágrimas de Yuma humedecer su ropa.

Yuma quedó encima de él, apretando sus brazos, escondiendo sus sollozos en su pecho. Sentía que él mismo estaba a punto de romper en llanto.

Sus brazos estuvieron a punto de envolver al menor, pero este se levantó, revelando sus ojos mojados por las lágrimas, mirandole como un animal salvaje, las mejillas estaban todas rojas y le mostraba los dientes apretados.

—¡Si ya lo supiera te lo habría dicho, imbécil! ¡Pero no lo sé, ya no sé nada! ¡Me haces sentir tan enojado!—gritó con fuerza, escupiendo las palabras.

Era un alivio deshacerse de esas palabras que oprimían su pecho. Soltar esa pequeña angustia.

Gakupo le miró anonadado, confundido por completo. Sus ojos morados estaban abiertos de la sorpresa. Balbuceó débil el nombre de su hermano, pero este siguió con la avalancha de sus palabras.

—¡No tengo ni idea de lo que siento! ¡Estoy confundido y enojado! ¡Me molesta tanto verte actuar como si nada mientras yo me como la cabeza intentanto aclarar lo que siento! ¡Me molesta tanto que ni siquiera tu lo sepas! ¿Qué clase de hermano mayor de mierda eres?

Gakupo salió de su estupor por la pregunta, no pudo evitar sonreír con amargura, y Yuma expresó su desconcierto con su expresión confundida.

—Tienes razón, soy un hermano mayor horrible… despreciable.

Las palabras de Gakupo salían con dolor de sus labios, y eso sólo hizo enfadar aún más a Yuma, que obligo al mayor a levantarse, para quedar sentado frente a él. Ambos quedaron sentados frente a frente, con Yuma sentado sobre sus piernas, apretando sus hombros y sacudiéndolo con ira.

—¡No digas esas idioteces!—exigió mirándole con los ojos llenos de lágrimas.

Gakupo borró su sonrisa, mirándole aún más confundido que antes.

—Pero si tu-

—Olvida lo que dije... yo soy el del problema, es porque me siento así de confundido que... que lo arruiné todo...

Las palabras llenas de aflicción se atropellaron a sí mismas al salir de los labios de Yuma hacia los oídos de Gakupo.

Una sonrisa irónica apareció en el rostro del samurai, que tendió su mano derecha para secar las lágrimas que caían sobre las mejillas de su hermano.

—Te equivocas, el único que arruinó todo aquí fui yo—afirmó destrozado.

Los ojos azules buscaban una respuesta en su contraparte morada, pero no había nada ahí, nada más que remordimiento.

No podía entender el significado de esas palabras, es decir, sí, Gakupo había empezado actuar como un idiota, pero, de no ser por sus confusos sentimientos nunca se hubieran distanciado, si supiera que era lo que quería de Gakupo, todo estaría bien. Entonces, ¿Por qué Gakupo lucía como si estuviese confesando sus pecados ahí, frente a él?

Gakupo sentía que era su culpa, si no se hubiese enamorado de Yuma, no le habría causado ese dolor ni lo haría sentir culpable, no lo haría sentirse inseguro, ni le haría llorar. Realmente era alguien despreciable.

—Bueno, sí, es culpa tuya el actuar como un idiota, pero, aún así...

—Yuma…

Los ojos azules se alejaron, sin poder mirar a los ojos a Gakupo. Sus mejillas se volvieron de un tono diferente de rojo. Las palmas de sus manos empezaron a sudar, y los latidos irregulares de su pecho no eran de ayuda alguna.

"No estés triste, no quiero verte triste por mi culpa" Pensó Yuma, mordiendo su labio.

—Aún así, de no ser por mí... ¡Por estos malditos sentimientos tan conflictivos todo sería igual que antes! ¡Pero no puedo hacer nada! Estoy tan confundido y perdido, el sólo mirarte me hace perder el juicio y ya no sé que está bien o mal, ya no... ¡Ya no puedo verte como mi hermano!

Ante esa declaración, los ojos de Gakupo se abrieron completamente, mirando anonadados al chico frente a él.

"Para..."

—¡Ya no puedo mirarte del mismo modo! ¡No sé que me pasa! ¡Ni siquiera sé que es lo que quiero que sientas por mí!

"Detente…"

Yuma le miraba a los ojos, y no podía apartar la mirada. Le miraba con miedo, dudas, vergüenza, arrepentimientos, ansiedad.

Sus manos no hicieron más que aferrarse más a su ropa, mientras seguía el flujo sin fin de palabras.

—¡Me pones enfermo! ¡Mi cabeza es un torbellino de pensamientos, mi boca se seca e incluso mi corazón corre a toda velocidad! ¡Y por más que lo pienso no logro entenderlo! ¡Quiero que sólo me pertenescas a mí y ni siquiera sé porqué! ¡No quiero que quieras a nadie más que a mí! Pero, ¿Por qué? ¿¡Dime por qué, Gakupo!?—gritó desesperado.

Todas sus emociones estaban desbordando, ya no cabían en su pecho, todo pudor o precaución que pudo haber tenido se habían borrado. Ya no quería seguir perdido en ese laberinto, quería salir de ahí, quería que sus sentimientos tuvieran respuesta, y no le importaba si la respuesta era positiva o negativa, si le odiaba después de eso o no le quería volver a ver, sólo quería saber como llamar a lo que sentía. Quería paz mental.

"Yuma, si tu sigues yo no…"

—Responde Gakupo, ¿¡Qué es lo que-

—¡YA BASTA!—bramó en su límite.

No podía seguir escuchando las voz de Yuma, viendo sus ojos, sintiendo el calor de su cuerpo contra el suyo. No podía aguantar más, era un punto sin retorno, y tenía miedo de enfrentarlo solo.

—Si sigues... nosotros ya no...—Paró un momento, y con el corazón en la mano, con sus ojos lúgubres le rogó una oración silenciosa al dueño de sus afectos—. Ya no podremos volver a como era antes.

El ruego de Gakupo llegó a oídos sordos. Yuma se llenó de determinación, no había pisca alguna de duda en él.

—Entonces que así sea, ahora respondeme, Gakupo ¿Qué es lo que siento por ti?—rogó con una voz dulce y anhelante.

Los sentidos de Gakupo empezaron a abandonarlo. Las manos de Yuma subieron de sus brazos hasta su rostro, acariciando sus mejillas. Esos ojos suplicantes lo tenían a su merced.

Aunque se sentía acorralado, entre la espada y la pared, una paz increíble le embargaba. Parecía que ambos se hallaban en la misma página en ese momento, que sus sentimientos por fin alcanzaron un punto en común.

Las manos de Gakupo se movieron con lentitud, hasta moverse hacía la nuca y la espalda baja de Yuma, intimando su contacto.

Le miró a los ojo, buscando un punto de vuelta, pero no había.

—En ese caso... la única respuesta que encuentro es que...—Con su voz tambaleante prosiguió, asustado—. Creo que puedes haberte enamorado de mí.

Los ojos de Yuma, aunque mostraron sorpresa, también lucían como si por fin hubiese encontrado la respuesta que con tanto ahínco buscaba.

Gakupo lo atrajo más a su rostro, y en breve sellaron el contacto besándose. Fue un beso casto, suave e inocente. Que en vez de traer desdicha traía felicidad.

Con lentitud se separaron y miraron a los ojos, el alivio de Yuma al hallar esa respuesta que estaba llevándolo a la locura hacía que todo problema que alguna vez haya existido desapareciera. Acarició con cuidado las mejillas del mayor, y con un tono juguetón preguntó:

—Supongo que es seguro afirmar que tu... también me amas, ¿Cierto?

Gakupo puso una expresión acomplejada en su rostro, apretó los labios y meditó una respuesta. ¿Acaso estaba bien corresponder a Yuma? ¿Era lo correcto?

Al más joven no le costó darse cuenta de que Gakupo aún se estaba reprimiendo y le ocultaba cosas, no iba a permitir algo así, ya no más.

—Yuma, esto no es tan fácil, somos hermanos y-

Mirándolo a los ojos, ya harto de su mierda, Yuma le cortó y le dio la paz mental que Gakupo tanto necesitaba escuchar para ser libre de sí mismo.

—Si somos feliz, ¿A quién le importa si está bien o mal?

Yuma sonrió con sinceridad y confianza, aliviando el corazón de su hermano, que liberado ya de toda atadura, le besó apasionadamente, abrazandole como si ya no lo fuera a dejarle irse nunca más. Y eso era maravilloso, más que cualquier otra cosa en la existencia de la humanidad.

Quedándose sin aire, Yuma le golpeó en los hombros a Gakupo pidiéndole libertad.

Sediendo, ambos se miraron unos segundos en silencio, aunque ya no era un silencio incómodo ni desagradable.

Gakupo despejó el rostro de Yuma, moviendo su cabello rosa. La luz de la luna le hacía ver más hermoso que nunca al más joven, sus ojos brillaban de un modo tan hermoso y sus labios eran más tentadores que nunca.

Gakupo deseaba abrazarlo más fuerte que nunca, jamás dejarlo ir, y mostrarle que le pertenecía por completo, en cuerpo y alma.

Buscando su autorización, el samurai metió su mano bajo la camiseta del menor, que se estremeció ligeramente por el contacto.

Los ojos celestes le contemplaron serenos, pero su rostro se hallaba enrojecido por completo.

—… sabes que no voy a perdonarte jamás si me traicionas.

Gakupo rió sin poder evitarlo, ese era el modo de Yuma para decirle que ahora que sus sentimientos estaban confesados, ya no podía seguir metiéndose con cualquiera y que era de Yuma, y viceversa.

—Por supuesto, Yuma—afirmó con una sonrisa idiota en la cara—. Imposible que sea de otro modo.

En este momento era el hombre más afortunado del planeta. El más feliz.

—Hmp, así me gusta... así me gustas—confesó Yuma, besando de nuevo al hombre que amaba y, estaba seguro, siempre amaría.

Sin poder dejar sus manos quietas, empezó a tocar la espalda de Yuma, quien se estremeciá por ese desconocido contacto. Aunque se viera tan flaco y desastrado, Yuma tenía una espalda firme gracias a la practica con la katana, y era un placer poder tocarle.

Sintiendo como poco a poco su mente quedaba en blanco, Yuma disfrutaba plenamente de los experimentados labios de Gakupo volviéndole loco. Sus manos no se quedaron quitas tampoco, y con torpeza retiraron la yukata de Gakupo, permitiéndole una agradable, muy agradable, vista de esos maravillosos músculos formados por años de entrenamiento. Con cuidado, acarició los hombros y brazos de Gakupo, para luego pasar a sus pectorales.

Entonces el mayor se alejó rompiendo el beso, y ganándose un reclamó de parte de Yuma.

Sin miramientos, se deshizo de la polera de Yuma y la tiró a alguna parte. El color rosado de las mejillas del menos pasó a un fuerte carmesí al sentir como Gakupo lo devoraba con sus ojos.

—¡H-hey!

Gakupo rió como un niño travieso antes de responder con malicia.

—No eres el único que puede tener una vista agradable, ¿no crees?

Yuma hizo un puchero y suspiró.

—Pues tienes razón…

Aunque intentara actuar genial y calmado, en realidad Yuma se estaba muriendo de la vergüenza, quería seguir hasta el final, pero se sentía en desventaja ante la experiencia de Gakupo, empezaba a frustrarse.

—Aunque te ves adorable haciendo pucheros—habló con lentitud Gakupo, que besó con cariño la mejilla de Yuma—, no te enfades conmigo ahora.

—No estoy enojado, sólo…—Tragando saliva y con ganas de esconderse bajo tierra, Yuma continuó—, me da... vergüenza hacer "esto" contigo, ni sé como voy a mirarte en la mañana, pero no voy a dar marcha atrás cuando por fin te tengo como quiero.

La decisión en las palabras y ojos de Yuma, no sólo enternecieron al mayor, sino que lo hicieron caer, una vez más, a los pies de ese adolescente tan perezoso pero encantador.

—Entonces no pienses en nada y sólo déjate llevar.

Yuma, que parecía que estuviese conteniendo el aliento todo ese rato, se mostro menos tenso, y con entrega total envolvió con sus brazos a Gakupo e inició el beso esta vez, sorprendiendo gratamente al samurai, que le correspondió, por supuesto.

Entre beso y beso, Gakupo aprovechó para tocar más ese cuerpo que tanto había deseado por todos esos largos años. Quería poder recordar cada rincón por el resto de su vida.

Separando sus labios, empezó a descender por el mentón, luego el cuello, haciendo que Yuma suspirara por mero reflejo, la agradable sensación de los labios y las manos de Gakupo hacían al menor querer más y más.

Gakupo entonces, sin ganas ya de reprimirse, atacó sin previó aviso a uno de los rosados pezones de Yuma, quien sorprendido por el ataca no pudo evitar un muy erótico y sonoro gemido.

—¡Anh~!

Completamente abochornado por eso cubrió con una mano su boca y con la otra golpeó a Gakupo en la cabeza. Pero el mayor hizo caso nulo y con su mano derecha, sin pudor alguno, bajó hasta el trasero de Yuma y retiró como pudo el pantalón y los calzoncillos, tocándole con firmeza.

Yuma frunció el ceño como jamás lo había frunciso en su vida, y no era para nada por enojo.

Con la mano que golpeó a Gakupo, ahora le agarraba del cabello, tironeándolo, e intentando reprimir sus gemidos al sentir los labos y lengua del mayor saboreando sus pezones, que sentía completamente erectos a causa de los afectos del samurai.

—Mph, mm~

El sonido de su sofocada voz sonando completamente diferente a como había sonado en su vida le hacían arder de vergüenza, y parecía que Gakupo sólo quería que esa vergonzosa voz se escuhara por todo el cuarto.

Y lo ¿peor?, era que sentía como una erección empezaba a formarse en sus pantalones.

El toque de Gakupo se sentía demasiado bien, como nada antes sentido. Por supuesto, él se había masturbado como todo adolescente, pero no había tocado ni sus pezones o trasero al acerlo, y la sensación de Gakupo tocándolo tan eróticamente era mil veces mejor.

—Ahn~ G-Gakupo, para...

Gakupo sólo pudo reírse, y Yuma se estremeció por la sensación tan cercana de la risa cálida de Gakupo con su pecho.

—No parece que te disguste para nada—comentó excitado el mayor.

Yuma le puso una mano en la boca y le tiró del cabello para mirarlo a la cara.

—No puedo más... ugh, voy a- perderé la cabeza a este paso… se siente... muy bien—habló con la voz agitada.

Ese tono tan dulce, tan tentador e inocentemente sexy sólo excitaban más a Gakupo, quería volver a Yuma loco por completo y hacerle gemir su nombre toda la noche.

—No seas injusto Yuma, te estoy mimando y te quejas, cuando yo...

Con las mejillas rojas, retiró la mano de Yuma de su rostro y la guió hasta la erección que estaba alzándose entre sus piernas.

Yuma apretó los labios, y rojo hasta las orejas miró fijamente allí. Su mano que tocaba el miembro de su hermano tembló levemente.

"OH POR DIOS, OH POR DIOS, OH POR DIOS" Gritaba Yuma en su mente, colapsando.

Ante los ojos abiertos de Yuma y su rostro inexpresivo sonrojado, Gakupo se sintió por primera vez en su vida tan avergonzado.

—Y-Yuma, es muy embarazoso si tu me... um, miras así y no dices nada.

Gakupo era quien quería meterse en un hoyo ahora.

—…

—¡Yuma, por favor!—exclamó angustiado por la falta de respuesta, sentía hasta sus orejas arder.

El menor, con su mirada completamente fijada en el miembro del mayor, habló sigiloso.

—Gakupo, um, m-me gustaría probar algo...

Y Gakupo no tenía ni el valor de preguntar qué cosa era.

—B-bueno, amm, Yuma…

Gakupo miró avergonzado a Yuma, y temeroso también. Yuma le devolvió la mirada.

—Está bien—accedió, aunque desvió la mirada.

"¿Qué demonios tendrá en la cabeza este chico?" Pensó Gakupo cubriéndose la cara.

Yuma no dio respuesta verbal, y en cambió terminó de retirar la yukata de Gakupo y empezó a quitarle la ropa interior.

Gakupo entró en pánico de verdad, y con su rostro rojo contrastando con su cabello morado miró al menor.

—¡ESPERA YUMA!

—¿Qué? Me diste permiso.

—Sí, pero…

Gakupo simplemente no podía con esa lógica tan simple y aplastante. No era la primera vez en su vida que le hacían un oral, pero el pensar en esos labios angelicales haciendo tal cosa lo excitaba a sobre manera, pero también le generaba morbo el pensar que el chico que por años trató como a su hermano menor iba a hacer tal cosa.

Yuma, ansioso por experimentar y hacer sentir bien a Gakupo como había hecho con él, retiró por completo los calzoncillos. Sus ojos se abrieron a su máxima capacidad al ver el miembro de su hermano erguido, y más grande de lo que había imaginado, porque definitivamente en algún momento o sueño húmedo había pensado en eso, estaba asombrado.

—E-es bastante grande…—murmuró anonadado, casi inconsciente.

Gakupo cubrió su rostro con su mano, eso había sido su límite, ya no podría avergonzarse más.

Preocupado, Yuma no pudo evitar pensar "Sí es tan grande... ¿Podrá entrar…ahí?" Empalideciendo, el adolescente tembló un poco, mas él ya había decidido no dar marcha atrás. Posicionó su mano en el pene erecto de Gakupo, que sólo un suspiro. Movió con cuidado su mano como cuando lo hacía consigo mismo, el mayor, el muy avergonzado mayor, tenía los ojos apretados y sentía cada dedo y cada movimiento muy detallados.

"Si entra en mi boca entrará en mi trasero también, a-además quiero saber como se siente en la boca..." Se argumentó a sí mismo, dirigiendo su temblorosa y húmeda boca ahí.

Gakupo, espiando entre sus dedos al ya no sentir la mano del menor, vio aquellos apetitosos labios acercarse y cubrirle con su cálido aliento.

Yuma cerró ligeramente sus ojos como quien teme probar un nuevo platillo del menú. Sus labios se cerraron alrededor del falo, que ocupaba casi toda su cavidad bucal.

—Ah~

Gakupo jadeó presa de la cálida y húmeda boca, que no tardó en empezar a moverse. El movimiento era irregular, torpe e inexperto, era el peor oral que había recibido en su vida, Yuma se movía o muy rápido o muy lento, sus manos las mantenía en sus pantorrillas, la lengua sólo parecía estorbar y a veces le pasaba a llevar ligeramente con los dientes, por no mencionar que se separaba a ratos para respirar. Y aún así nunca se había sentido tan exitado.

Con su otra mano, la que no cubría su cara, acarició el cabello rosa como felicitándolo, generando que Yuma aumentase el ritmo. Sintiendo que en cualquier momento se correría, separó a Yuma de su entrepierna.

—E-ey, ¿Qué crees que haces?—cuestionó el menor con un hilo de saliva colgando de sus labios y uniéndole al miembro del mayor.

—Paremos esto aquí…

Yuma frunció el ceño y le miró amenazante, por lo que Gakupo se apresuró en corregirse.

—Mejor sigamos en el plato fuerte.

—¿Plato fuerte?—preguntó desorientado.

Gakupo le jaló de las muñecas y le obligó a posicionarse encima de él, para luego recostarlo en el futón.

Yuma enrojeció no sólo por entender lo que estaba pasando ahí, también por la mirada seductora que le brindaron esos ojos morados que tanto ama.

Gakupo terminó por deshacerse de la ropa restante del menor, quedando ambos desnudos al completo. Estirándose hacía una caja que mantenía al lado de su lecho, extrajo una botellita y roció sus dedos con ella.

—¿Eso para qué sirve?—preguntó Yuma estirando su cuello para tener una mejor vista.

Gakupo le sonrió lascivo, mas no dio una respuesta verbal, en su lugar abrió las piernas de Yuma e introdujo un dedo en su agujero.

—¡NNH!

Exclamando un gemido adolorido, Yuma sintió el dedo húmedo ingresar a su interior y moverse ahí. Gakupo se inclinó y le besó la oreja mientras susurraba.

—Te va a doler de todos modos, pero así no será TAN doloroso.

Yuma, más bien concentrado en la introducción desconocida a su interior, ignoró sus palabras.

Gakupo siguió dilatando la zona, besando a su vez el rostro de su querido Yuma, quien empezaba a relajarse ante sus toques.

Agregó otro dedo y luego fueron tres, poco a poco el cuerpo de Yuma iba cediendo a su invasión y le aceptaba como una parte más de sí.

Viendo a Yuma relajado y excitado, dispuesto a más, se dispuso a ingresar su miembro en el interior del más joven.

—Yuma, ¿Puedo seguir o quieres que nos detengamos aquí?—cuestionó preocupado, pues no deseaba lastimar a su querido Yuma debido a su libido.

—Ni se te ocurra echarte atrás—le advirtió tendiendo sus brazos hacía él, entregándose por completo.

Gakupo sonrió, tomó su mano derecha y la besó con gentileza.

—En ese caso, respira hondo y deja que me encargue de todo.

Yuma asintió con la cabeza y le sonrió.

Sintió el miembro erecto ingresar en su interior, la sensación desconocida de intromisión se hizo paso junto con el punzante dolor que le atravesó desde la espalda baja hasta la base del cuello. Un gemido adolorido se fugó de sus labios así como las lágrimas de sus ojos.

Gakupo no se movió inmediatamente, se quedó inmóvil, sintiendo las paredes del interior de Yuma apresando su virilidad sin clemencia.

—¿Estás bien? ¿Te duele demasiado? ¿Quieres parar?—preguntó con preocupación.

Yuma, quien hizo caso al consejo del mayor y respiró hondo, soltó el aire con lentitud, sus húmedos ojos miraron de vuelta al mayor, acompañados de una sonrisa socarrona.

—Estoy bien, d-demonios... dame un poco de tiempo para... acostumbrarme.

Gakupo suspiró aliviado y le sonrió al chico pelirosa, además acarició su mejilla con gentil tacto.

Tras unos segundos silenciosos y quietos, Yuma afirmó estar listo para proseguir.

El samurái se movió lento pero seguro, saboreando cada segundo y cada centímetro del cuerpo que tenía frente a sí. Con cuidado acarició su interior y exterior.

La maravillosa sensación de las manos de Gakupo acariciando cada rincón de su cuerpo y haciéndole sentir sensaciones que él nunca imaginó que siquiera existieran; sus cuerpos se acoplaban como si hubieran sido designados para encontrarse de ese modo, unirse como uno. El hombre de morados cabellos sentía la unión y la satisfacción que nunca había experimentado, como si fuera la primera vez que descubría aquello.

El rítmico vaivén mezclado con suaves suspiros y gemidos, la oscura habitación apenas iluminada, todo era perfecto en ese momento.

—Ah…ah, G-Gakupo, ya… ya no puedo más…—gimió el más joven sin reprimir ni un poco el placer que sentía.

Gakupo se inclinó para besar con gentileza su frente, luego bajó hasta los dulces y rosados labios para besarlos con fervor.

Las embestidas aumentaron el ritmo, despojando a Yuma de toda inhibición o vergüenza, llevándolo al límite de sus emociones que convertían su ser por completo en un desastre, pero un desastre muy feliz. Finalmente, el mayor se corrió, llenando por completo al más joven.

Ambos agotados por el acto, se recostaron abrazados en el futón, sintiendo el tacto de sus pieles desnudas y sudorosas; por varios minutos, sólo el sonido de sus respiraciones agotadas se escuchaba en el cuarto. Gakupo jaló a Yuma, posicionándolo casi encima suyo, con cariño le envolvió en sus brazos protectores, acurrucándolo en su pecho, para luego plantar un beso en su cabeza.

—Yuma…

Agotado y con el sueño ganándole, el muchacho respondió con pereza.

—¿Qué…?

—Te amo.

Sintiendo calidez expandirse por su pecho y llenándolo de paz, Yuma se levantó un poco para luego acercarse al rostro de Gakupo y plantar un casto y casi efímero beso en los labios; al separarse una sonrisa victoriosa y satisfecha se hizo presente, los ojos celestes observaron con inmenso cariño a los morados.

—Yo también, y nunca jamás te lograrás librar de mí, así que espero que te quede claro.

Gakupo primero lo miró sorprendido, luego soltó una risa cálida y sincera, antes de responder, besó esos coquetos labios, sobre los cuales murmuró:

—Debí suponerlo, pero no tengo ninguna queja, mientras sea válido para mí también, porque me temo que yo también soy muy posesivo, en especial si se trata de ti.

Y otro beso selló el nuevo lazo que ahora les unía.


Lamento muchísimo la larga espera y agradezco que hayan leído esta corta historia, y la hayan disfrutado I you know what I mean *insertar lenny face*