¡Y... estamos de vuelta!

Ahora, una pequeña explicación antes de que pasen a la historia.

Una de las razones por las que acepté de tan buen grado a participar este proyecto fue que muchos de ustedes en historias como "Esta vez" y "Música antigua" han manifestado querer historias Percico, pero una trama con esta pareja no iba a salir de mí porque, sencillamente, no me gusta, pero este me parecía un muy buen experimento.

Pues bien... ¡aquí vamos!


Percico

Todo había comenzado como una tarde normal. Aunque, ¿no decían siempre esas frases fatalistas que el mundo no terminaba con un grito sino con un sollozo? Pues claro, al final de cuentas todo era siempre inesperado, inopinado y terrible.

Las cosas habían ido bastante bien. El verano había terminado hacía poco y Percy había vuelto al apartamento de su madre, lo cual estaba bastante bien. Ese no había sido ni de cerca el problema. Hacía también poco que Percy había comenzado a salir con Nico, y por lo menos esa tranquila tarde de agosto, el hijo de Hades había decidido que aprovecharía el día con su novio y Sally Jackson, que ante todo estaba encantada porque su hijo estaba en casa y no debía de preocuparse porque el mundo se acabara pronto.

El plan era bastante sencillo: Nico se pasaría a almorzar con los Jackson, Sally ―como no podía ser de otra forma aunque la mujer lo negara― intentaría alimentarlos con todas las golosinas habidas y por haber, luego Nico y Percy saldrían un rato, a Central Park o a donde fuera, y finalmente Nico volvería al Inframundo. Simple. Básico. Casi irrisorio, de haber sido mortales.

Por supuesto, así no era como el mundo funcionaba para los semidioses y desgraciadamente fue poco después de comer que las primeras señales de una desgracia aparecieron.

Súbitamente, mientras Sally se ocupaba de sacar una bandeja de galletas del horno, en la cocina apareció, en medio de la mesa del comedor y frente a la silla que ocupaba Percy, la borrosa imagen de un mensaje Iris que se aclaró hasta convertirse en el rostro de Quirón.

―¿Quirón? ―masculló el héroe, sin poder ocultar su sorpresa.

―¡Percy! ¡Qué bueno encontrarte! ―asintió el centauro―. Tengo… ciertas noticias que necesito compartir contigo, ¿es un buen momento?

No, ciertamente no lo era, pero Nico se obligó a sí mismo a no decir nada cuando Percy asintió.

―¿Estás solo? ―preguntó el mentor de nueva cuenta, lanzando una significativa mirada hacia la cocina, en donde aún se podía escuchar a Sally silbando alegremente, ajena a la nueva conversación. A pesar de no haber dicho nada sobre Nico o de siquiera voltear en su dirección, el hijo de Hades no se movió cuando Percy se retiró a su cuarto para continuar hablando.

Por supuesto, tan pronto Sally regresó a la mesa y se encontró con la silla de su hijo vacía, supo que algo estaba por salir mal. El hecho de que, a su vuelta, Percy no tenía una cara demasiado optimista, no hizo sino confirmárselo.

―¿Qué pasó? ―preguntó, sin siquiera fingir que todo iba bien.

―Llamó Quirón ―respondió Percy, aunque la severa mirada de su madre lo obligó a ser más explícito―. Hay una chica en Massachusetts. Creen que podría ser una semidiosa y… hace cerca de dos o tres días que perdieron la comunicación con su protector.

―¿Y qué más? ―exigió Nico, pues a todas luces eso no era lo peor del asuntillo ese.

―Creen que podría ser una hija de los Tres Grandes.

Nico alzó las cejas, sorprendido. Vale, eso sí había sido inesperado. Se esperaba que fuera una hija de algún diosecillo menor, pero no. Parecía ser alguien importante.

―¿De los Tres Grandes? Vaya, parece que cuando los dioses hacen un pacto, ese pacto es sólo de boquilla ―opinó el hijo de Hades―. ¿Te dijo de cuál de los tres era hija?

Percy negó con la cabeza.

―No, dice que no lo sabe aún. Y los dioses, como no podría ser de otra manera, guardan silencio ―explicó―. Y tenemos que ir a Massachusetts y encontrar a esa chica antes de que le suceda algo. Al menos, me dio su localización, eh… más o menos exacta. La última vez que el sátiro guardián envió un mensaje al campamento estaban a las afueras de Lexington.

Nico asintió. Al menos, era un sitio cercano, y sólo tenían el estado de Connecticut por medio, así que el viaje por las sombras no le gastaría demasiada energía, y podría pelear sin problemas contra lo que fuera.

―Y Percy… ¿tenéis que salir ahora mismo? ―intervino Sally. Parecía preocupada, como siempre que su hijo le decía que tenía una misión. Adiós al día perfecto. Y se preguntó por qué no enviaban a otros a buscar a esa semidiosa, y no a su hijo y a Nico. Nico di Angelo era un chico al que Sally trataba casi como si fuese su propio hijo, en parte por ser el novio de Percy y en parte porque, nada más verle, la mujer había sabido que ese niño necesitaba un poco de cariño. Y ella misma se había ocupado de dárselo.

―Sí, mamá, pero no te preocupes, estaremos de vuelta cuanto antes ―le prometió el chico, mientras la abrazaba. Ella le agarró como si no le fuera a volver a ver nunca más. Nico apartó la mirada, algo incómodo. Pese a su mirada indiferente, ver escenas madre-hijo le tocaban bastante el corazón.

―Bien, confiaré en ti… en vosotros ―dijo Sally, mientras se dirigía hacia Nico y le daba un abrazo idéntico al que le había dado a su hijo. Nico no dijo nada, pero si ya estaba tocado al verlo, al experimentarlo notó que se emocionaba, y dio un leve carraspeo cuando empezó a tener ganas de devolver el abrazo. Sally lo soltó y le dedicó una sonrisa―. Os daré unas cuantas cosas para que os llevéis, esperad un momento.

Regresó a la cocina, mientras Percy volvía a tomar asiento en la silla del salón.

―Nico, te estás sonrojando ―señaló el chico a las mejillas de su novio, coloreadas con un leve tono escarlata.

―Tonterías, Jackson ―le espetó Nico, tratando de disimular y mirando a un punto cualquiera del techo. Percy dejó escapar una risita y estiró una mano para agarrar la de su novio.

―Ya hace tiempo que no puedes engañarme, Nico. Sé lo que sientes cuando mi madre te abraza.

―Meh ―fue todo lo que dijo Nico. No apartó la mano, y casi tuvo ganas de sonreír, pero se pudo aguantar.

Ninguno de los dos mencionó que, si las sospechas del desaparecido sátiro eran correctas, se estaban alistando para salvar a alguien que con altas posibilidades podía resultar ser la hermana menor de cualquiera de ellos. Verdaderamente, era mejor no crearse ideas ni dar paso a sentimientos que luego resultaran ser falsos.

Saldrían a Massachusetts, matarían un par de monstruos y volverían con la chica. Resultaría al final ser una hija de Hermes o de Apolo, nada importante, y todos continuarían con sus vidas como si nada. Sencillo.

Aunque, claro, nunca eran así para los semidioses.

—*—*—

Las cosas empezaron a salir mal casi tan pronto llegaron a Massachusetts, y no precisamente porque Nico se hubiera desviado unos dos kilómetros de donde se suponía que aterrizarían, sino porque, a pesar de ello, no les costó trabajo encontrar el camino de destrozos que habían dejado atrás a una conmocionada multitud.

―Esto nos pasa por no ver nunca las noticias ―anunció Percy con un suspiro mientras comenzaba a seguir el rastro de edificios derrumbados y embotellamientos automovilísticos a causa de calles intransitables.

―Esto nos pasa por tu estúpido sentido de la responsabilidad ―maldijo Nico por lo bajo, aunque no por eso dudó en seguir al hijo de Poseidón.

Quizás, supuso el joven de ojos negros, no se trataría sólo de pelear contra dos o tres monstruos, si el tamaño del desastre a su alrededor era un buen guía. Y vaya que cualquiera que atrajera a un monstruo de ese tamaño debía ser un mestizo poderoso, hija de los Tres Grandes o no.

―Sabes que siempre que haya alguien que necesite ser salvado, y yo pueda hacerlo, lo haré. Es mi defecto fatídico, pero qué le vamos a hacer ―dijo Percy―. Y si se trata de alguien que podría ser mi hermana o tu hermana, pues creo que con más motivo. ¿No tienes curiosidad de que pueda ser una hija de Hades?

Lexington parecía haber sido bombardeada. ¿Qué clase de monstruo o grupo de monstruos podrían haber atacado abiertamente un pueblo? Seguramente sus habitantes lo habrían visto como un ataque terrorista o algo parecido, y por los gritos de los policías en la calle, ésa era la versión oficial. Por suerte, con todo el jaleo, nadie se fijó en ellos y pudieron salir de Lexington siguiendo el rastro.

La destrucción les condujo hasta el lago Granny, situado al límite del término municipal de Lexington. Un par de coches de policía rondaban por la zona, pero no se detuvieron aun a pesar de haber visto a los dos semidioses.

―Si ha venido hasta un lago, es que es un monstruo acuático ―opinó Nico―. Y quizá no sea así, pero… es posible que ese monstruo haya atrapado a la semidiosa, y en ese caso no nos va a resultar fácil hacer esto.

―Quizá sea así, pero el agua es mi elemento ―dijo Percy―. Luchar en mi campo nos da la ventaja, así que yo me concentraré en luchar contra el monstruo en cuestión y tú pondrás a salvo a la chica, ¿de acuerdo?

Nico chasqueó la lengua en desaprobación. No pensaba permitir que Percy luchase solo contra los dioses sabían qué monstruo. Percy era muy poderoso y lo había demostrado muchas veces, pero sólo era un semidiós. Cierto era que había podido con el titán Hiperión, pero de todas formas, seguía siendo arriesgado.

―A veces me pregunto por qué confías tanto en ti mismo si siempre, y recalco, siempre, las cosas se acaban torciendo ―dijo el hijo de Hades―. Lo quieras o no, pelearé contigo, y luego buscaremos a la semidiosa. Además, si resulta ser un monstruo acuático, estaremos también en su elemento.

Encogiéndose de hombros como si quisiera decir que en realidad lo traía sin cuidado, Percy siguió avanzando, ante lo que Nico sólo pudo seguirlo tras rodar los ojos.

―De verdad que un día… ―sin embargo, no pudo terminar su amenaza porque justo en ese momento los alcanzó el lejano eco de un grito.

―Y aquí vamos ―maldijo Nico en voz alta, al tiempo que Percy opinaba alegremente que ya no debían buscar más.

Sinceramente, buscar y encontrar a la chica habían sido lo de menos. Su verdadero problema sería conseguir ponerla a salvo de esa figura humanoide de cerca de tres metros de altura que trataba de alcanzarla, manteniéndose sobre el violento oleaje del lago gracias a una poderosa cola de un tono azul oscuro que le ayudaba a mantener el equilibrio mientras él manipulaba el agua con un imponente tridente. Las cosas se complicaban un poco más si se toma en cuenta a la semidiosa montada en una torre de agua que, por cómo se veía, ella misma había conjurado y le empezaba a costar trabajo controlar, ahora que se veía forzada a evadir los golpes, no sólo del propio monstruo, sino del agua que giraba a su alrededor.

Por un segundo, por un sólo segundo Percy casi pensó que el atacante era Poseidón. Justo entonces la gran figura habló.

―Por última vez, mestiza, ¿dónde está tu padre? ―amenazó, dándole un golpe a la orilla del lago que levantó una ola, movimiento que casi provocó la caída de la chica.

―¡Ya te dije que no sé de qué estás hablando! ―masculló la joven de cabello castaño, deteniendo la tromba que se alzaba en su dirección con un movimiento de su mano y bloqueando el movimiento del agua en seco.

―Supongo que el sátiro tenía razón ―bufó Nico.

―Una hija de Poseidón… ―consiguió articular Percy.

―Y un hombre gigante con cola de pez, sería bueno no olvidarnos de eso también ―concluyó el hijo de Hades―. ¿Alguna idea de quién sea?

Percy se había frotado los ojos, sin poder creerse lo que estaba viendo. La figura gigantesca que se alzaba del lago era idéntica a la que había visto adoptar a su padre de vez en cuando. ¿Cómo podía ser posible que fuese…? Pero luego, al mirarlo bien, quedó claro que no era Poseidón. El tridente que blandía no era igual, era más pequeño, y la cara de aquel... ¿dios? era malvada e irradiaba locura y odio. Percy no sabía quién era, pero sí era cierto que tenía mucho poder, y era un milagro que la chica hubiera aguantado hasta aquel momento.

―No, pero sí tengo idea de que esa chica es mi hermana, así que si me disculpas… ―Percy se lanzó inmediatamente hacia la zona de la orilla en la que la muchacha resistía los ataques del gigante, empequeñeciendo y elevando su torre de agua. Pero se la veía cansada, así que era hora de intervenir.

Lo cierto es que podría ser hija de cualquier otro dios del mar o del agua en general, no tenía por qué ser hija de Poseidón, pero como Quirón había dicho que era muy probable que su padre fuera uno de los Tres Grandes, pues blanco y en botella. Tenía que salvarla.

―¡Eh, chica! ―le gritó Percy desde abajo―. ¡Detén tu poder, yo me ocuparé a partir de ahora!

Ella le miró entre desconfiada y extrañada. Pero el chico era guapo y le hacía gestos para que se diera prisa, así que decidió hacerle caso. Total, la alternativa era morir a manos del gigante con cola de pez. Rápidamente hizo desaparecer la torre de agua, y Percy se colocó justo a tiempo para recogerla antes de que cayera al suelo.

―¡Perseus Jackson! ―bramó el gigante, mientras lanzaba un golpe con el tridente. Percy lo esquivó, y puso a la chica de nuevo en tierra firme―. ¡Dos por el precio de uno!

―Vale, él me conoce, pero yo a él no. Interesante ―el chico se volvió a mirar a la chica, quien le observaba con admiración. Parecía que ella también le conocía―. ¿Eres hija de Poseidón?

―¿Hija de quién? ―preguntó ella, confusa―. Soy Vivianne* Buns, y que yo recuerde, sólo vivo con mi madre… o vivía hasta que un tipo medio cabra llegó a mi casa y me dijo que si no me iba con él, esa cosa que ves ahí me mataría. Si has venido a ayudarme, ¡éste es un buen momento!

Nico se apresuró a llegar hasta ellos, maldiciendo en silencio a Percy por haber vuelto a lanzarse sin pensar. Pero lo cierto era que, si no hiciera eso, no sería Percy.

―Para lo que no es buen momento es para quedarnos charlando ―apremió el hijo de Hades―. Las presentaciones después, ¿de acuerdo?

―Así que sois tres ―se carcajeó el dios―. Me da lo mismo tres que trescientos, para Taumante no hay nada imposible.

―¿Taumante? ―preguntó Percy. Aquel nombre no le sonaba. ¿Sería algún titán del mar o algún dios? Si era así, entonces iban a tener problemas. A Nico, al parecer, sí que le sonaba, porque había empalidecido. Nunca les iba a tocar un monstruo fácil, estaba muy claro. Cuanto más difícil, y cuanto más riesgo hubiera de morir, mucho mejor.

―Taumante es un antiguo dios del mar ―dijo, rápidamente―. Ni qué decir tiene que si no nos vamos ahora mismo de aquí, estamos muertos. No quiero ni preguntar dónde está el sátiro, pero…

―Si te refieres al tipo medio cabra, poco antes de que llegarais vosotros escapó, dejándome aquí tirada ―gruñó Vivianne―. Y si tenéis algún plan para escapar, estaré encantada de escucharlo.

―El único sitio al que vais a ir es al fondo de este lago ―dijo Taumante, haciendo brillar su tridente y provocando otra gigantesca ola que se abatió sobre los tres semidioses. Percy y Vivianne invocaron su fuerza y trataron de detenerla, pero el agua les empujaba con mucha presión. Se enfrentaban al poder de un dios, ni más ni menos. Y Vivianne ya estaba cansada por el esfuezo anterior.

―Nico, agradeceríamos ese viaje por las sombras ―pidió Percy, con los ojos cerrados y haciendo un esfuerzo titánico. Pero antes de que Nico pudiese abrir el portal, Vivianne cedió y Percy, incapaz de contener la ola él solo, cedió. La tromba de agua les barrió a los tres, arrastrándolos hacia el lago y hundiéndolos en él.

A Percy no le preocupaba aquello, ya que podía respirar, ver y moverse bajo el agua sin problemas, y por lo que veía, Vivianne también. Pero no era el caso de Nico. Percy nadó rápidamente hacia él y creó una gran burbuja de aire alrededor de ambos, creando un espacio sin agua donde se podía respirar. Vivianne no perdió el tiempo y entró también en la burbuja. Al igual que Percy, estaba totalmente seca.

―Por supuesto que tenía que pasar algo así ―se quejó el hijo de Hades nada más recuperar el aliento―. Y dime, Vivianne lo que sea que hayas dicho, no creo que ahora tengas fuerzas para controlar el agua, ¿cierto?

―Nico, modales ―lo reprendió Percy casi por inercia.

―Disculpa si no es así ―se mofó la joven―, pero quizás me quedaría algo de poder si ustedes hubieran llegado a tiempo.

―Mira-

―Alto los dos ―los urgió Percy, que estaba tratando de distinguir dónde quedaba la orilla, ya que el remolino de antes ocasionaba que tuviera dificultades para diferenciar la superficie del fondo―. Ya tenemos bastantes problemas para como están las cosas.

―¿Van a explicarme qué está pasando ahora o no? ―exigió Vivianne, lanzándoles miradas chispeantes a ambos varones que a Percy casi le recordaron a Thalia.

―Es más complicado de lo que parece, pero digamos que los dioses de la antigua Grecia son reales y andan por el mundo teniendo hijos y cosa tal, ¿de acuerdo?

―Y la mitad del tiempo nosotros pagamos sus cuentas pendientes ―asintió Nico.

―¿Disculpa? Creo que se han confundido. Mi madre nunca-

―Nunca te lo mencionó, gran sorpresa. Tampoco habías visto nunca a una cosa como la de ahí afuera y sin embargo ahí está ―enumeró el hijo de Hades, rodando los ojos―. O tus poderes sin ir más lejos. ¿Cómo explicas que tengas poderes?

―Se pelearán después, si no les importa. Debemos subir ahora mismo ―los interrumpió Percy de nueva cuenta.

―Estás de broma si crees que te voy a hacer caso sólo porque sí. ¿Quiénes son? ―inquirió la joven bruscamente.

―Sería mejor que-

―Nico, ahora no ―reprendió el hijo de Poseidón―. Mira, Vivianne, no es la introducción que me hubiera gustado a mí tampoco, pero yo soy Percy Jackson, por si no escuchaste al tipo de allá arriba y… digamos que no es seguro pero… hay una alta posibilidad de que sea tu hermano, ¿de acuerdo?

―No soy sorda, sí escuché tu nombre ―respondió Vivianne―. ¿Y cómo que eres mi hermano?

La desconfianza de la chica aumentó. Demasiado extraño era todo eso. Pero lo que había dicho el tal Nico sobre sus poderes la había hecho dudar. Había podido utilizarlos años atrás, y desde entonces no se había preocupado tanto por su origen como por saber usarlos y aprovecharse de ellos.

―Es una larga historia que prometo contarte una vez estemos a salvo ―le aseguró Percy―. Nico y yo vamos a crear una distracción y podremos confundir a Taumante el tiempo suficiente para escapar.

―Es la primera noticia que tengo de eso ―refunfuñó Nico. El estar totalmente mojado y que su ropa le produjera incomodidad no mejoraba su humor―. ¿Cómo piensas hacer eso? Vivianne tiene que recuperar energías, y Taumante es un dios del mar. Esto no va a ser como con Hiperión, cuyo punto débil era el agua.

―¿Crees que no lo sé? ―Percy hizo un puchero, y Vivianne dejó escapar una risilla―. Por lo menos intentaré sacarnos de este lago y entonces tú te llevarás a Vivianne mientras yo le entretengo, y Nico, haz el favor de no ponerme las cosas difíciles y obedece, ¿está bien?

Nico resopló, muy molesto. Percy podía creerse invencible y ponerse en peligro continuamente para salvar a los demás, pero algún día se le acabaría aquella suerte, y entonces no habría nadie para poder ayudarlo, y moriría. Y lo último que quería el hijo de Hades era que Percy muriese. Claro que jamás lo diría en voz alta.

―Está bien ―asintió Nico rodando los ojos. Saldría, dejaría a Vivianne en la orilla con claras instrucciones de que corriese y volvería a ayudar a Percy. Era sencillo, muy simple, hasta que...

―¿Y qué te hace creer que puedes darme órdenes? ―inquirió Vivianne, imponiendo su santa voluntad de nueva cuenta.

―¿Quizás que moriremos si no nos haces caso? ―sugirió Nico, mientras sin importarle las protestas de la joven, la tomaba por la muñeca y se impulsaba para alejarse de Percy, que tan pronto vio que habían llegado a lo más cerca que esos dos conseguirían de un acuerdo disolvió la burbuja de aire que los protegía y comenzó a escanear el espacio en busca de Taumante.

―¡Muy bien! ―gritó, decidido a llamar la atención del dios para darle a los otros dos semidioses el suficiente tiempo para escapar―. ¡Venga, que estoy aquí! ¿Eres bueno para aterrorizar a una semidiosa nueva pero no te atreves a aparecer ahora?

―Buen intento, hijo de Poseidón ―le contestó una voz siseante―. Pero, ¿sabes?, este lago es mío y no hay nada que suceda aquí que me pasa desapercibido, así que lamento informarte que su patético intento de rescate ha llegado a su fin.

―¿De qué hablas? ―cuestionó el semidiós por mera inercia mientras trataba de ubicar el lugar de donde procedía la voz de Taumante, tarea que se volvía más complicada debido a la confusa manera en que las ondas del agua transmitían el sonido.

―Podría estar hablando de esto ―respondió Taumante, apareciéndose de pronto frente a Percy, sosteniendo en su mano derecha a Nico y a Vivianne. Tenía la mano cerrada en torno a los cuerpos de los dos semidioses, quienes hacían gestos de dolor. Percy apretó el puño―. Debiste tener en cuenta todas las posibilidades. No tengo nada contra Hades ni contra su prole, pero si este chico te ayuda a ti, entonces debe morir, y lo hará el primero.

―¡NO! ―gritó Percy, en un tono más agudo de lo normal―. ¡No, espera!

El chico había empezado a temblar. Se estaba poniendo nervioso, y es que con Nico y Vivianne en peligro, y estando él solo contra Taumante, las cosas estaban muy en su contra, y para pensar estrategias no era muy bueno, eso se lo dejaba a Annabeth. Sólo había una cosa, una, que pudiera prometerle a Taumante, y que quizá tuviera éxito.

―No les mates a ellos, déjales que se vayan y… y… y yo ocuparé su lugar ―dijo el chico, casi suplicante.

―¡Ni se te ocurra, Jackson! ―ladró Nico, con toda la fuerza de la que era capaz al estar siendo prácticamente estrujado. Percy negó con la cabeza. Taumante pareció evaluar la situación.

―Al chico le podría dejar ir, pero ella es hija de Poseidón, y tiene que morir ―respondió el dios. Vivianne exhaló un gemido―. Y en este asunto no hay discusión. De modo que…

Nico se escurrió de la mano de Taumante y ascendió por el agua hacia la superficie, nadando todo lo rápido que podía, teniendo en cuenta que acababa de ser estrujado.

Percy le dirigió una última mirada de disculpa antes de que abandonara el lago. El hijo de Hades fue catapultado hacia la orilla, donde cayó farfullando y tratando de recuperar el aliento. Estaba furioso, furioso con Percy por haberse atrevido a ser un estúpido (como el 99% de las veces) y furioso consigo mismo porque no podía regresar a ayudarle.

Por primera vez en mucho tiempo, tuvo ganas de llorar, pero era demasiado orgulloso como para eso. Sin embargo, estaba bloqueado. ¿Qué podría hacer? ¿Qué? Ya era demasiado malo que estuvieran viéndoselas contra un dios, pero era peor aún el lugar en donde peleaban, pues literalmente nico no tenía ventaja alguna ahí.

Definitivamente, un día iba a ir a ver a las Moiras sólo para reclamarles.

Fue entonces cuando tuvo una idea. Lo único que le daba a Taumante esa superioridad era justamente que se encontraban en el agua. Si tan sólo… si pudiera… si tan sólo pudiera hacer desaparecer esa agua… Nunca lo había intentado, y siempre que viajaba a través de las sombras era a él a quien la penumbra transportaba, pero quizás… si pudiera desaparecer el agua…

La lógica decía que eso no iba a funcionar por la mera razón de que si no había nadie para moldear las sombras, el agua simplemente no iría hacia ningún lado, pero la decisión tomada con desesperación gritaba que tenía que funcionar porque finalmente él sólo les daba instrucciones a las sombras y no las guiaba el resto del trayecto.

Era una idea arriesgada, más que eso, era una idea que se acercaba a lo imposible, pero las cosas ya parecían demasiado malas y Nico no soportaba la pesadez de no hacer nada, de permitirle a Taumante acabar con la vida de los hijos de Poseidón como si no fueran nada.

Tambaleante, se puso en pie y extendió la mano derecha hasta que sus dedos rozaron levemente la superficie del lago. No escuchaba lo que Percy y Taumante seguían discutiendo, pero en el puño del dios Vivianne parecía inconsciente, y por todos los dioses, si Nico sabía algo era que Percy, a pesar de haber aguantado bastante bien hasta entonces, empezaba a perder las fuerzas y sucumbir a la desesperación.

―Padre, por favor, por lo que más quieras, haz que esto funcione ―masculló el hijo de Hades antes de conjurar a todas las sombras que pudo y ordenarles que trasladaran el lago al único lugar que pudo pensar: al Inframundo, a los campos de joyas que asemejaban flores de Perséfone, a las colinas de los Campos de Castigo, a las almas sin nombre de los Campos Asfódelos. Su padre le iba a despellejar si inundaba el Inframundo, pero Percy estaba en primer lugar en su lista de prioridades.

El lago se cubrió de sombras que comenzaron a absorber el agua lentamente, quizá demasiado para el gusto de Nico, quien tenía que forzarse a continuar concentrado para mantener su poder, y comenzaba a perder energía. Pero tenía que aguantar, por Percy y por Vivianne… pero sobre todo por su novio.

Taumante fue el primero en notar que el lago se estaba vaciando, y que sobre sus cabezas ya no había luz solar, sino la oscuridad de las sombras que privó de la vista tanto al dios como a los dos mestizos.

―¿Qué está haciendo ese chico? ―murmuró Vivianne, mirando hacia arriba. Quizá con la oscuridad podría aprovechar que Taumante estaba distraído y poder escapar de su agarre, pero no contó con que el dios, creyendo que habían tramado una jugarreta, decidiera adelantarse y cumplir su amenaza.

―¡No te puedo ver, Percy Jackson! ―gritó―. Pero te advierto una cosa, y es que si en diez segundos no ha desaparecido la oscuridad, esta niña morirá.

Percy se mantuvo en silencio. Tampoco veía tres en un burro, pero recordaba más o menos la forma de Taumante y dónde se encontraba la mano en la que estaba prisionera Vivianne. Si conseguía nadar hasta allí rápidamente y clavarle la espada, podría hacerle abrir la mano y liberar a la chica, para luego escapar. Y se preguntó en qué estaría pensando Nico.

Para ser muy honesto, no habría podido contestarle a Taumante ni aunque hubiera querido, porque él era el primero en preguntarse qué diablos estaba pasando. Aunque quizás tenía una ligera idea… y si estaba en lo correcto, Nico de verdad ya no estaba pensando claramente.

Guiándose por el leve chapoteo que el peso de Taumante producía al moverse en el agua ―que cada vez era preocupantemente menos―, Percy consiguió alcanzar al dios.

―Felicidades, Jackson, ¡estás a punto de terminar con mi paciencia! ―rugió el inmortal. Estaba nervioso, pues el lago estaba a punto de vaciarse por completo, ya que todo el agua estaba siendo absorbida por las sombras del hijo de Hades. Y sin agua, su poder disminuiría considerablemente.

―Créeme que tampoco yo quiero hacerlo ―masculló el hijo de Poseidón mientras empuñaba a Anaklusmos y se adelantaba, brincando para evitar que Taumante lo aplastara y finalmente encajar la espada en el antebrazo derecho del dios, haciendo que la súbita punzada de ardor lo obligara a abrir la mano y dejara caer a Vivianne.

Justo en ese momento, Nico terminó de drenar toda el agua, dejando apenas unos pequeños charcos en el fondo del gran cráter que había quedado en lugar del lago. Cuando hizo desaparecer las sombras, fue incapaz de permanecer en pie. Había gastado prácticamente toda su energía, y el cuerpo le pesaba como si tuviera una piedra de mil toneladas sobre la espalda. Veía borroso y apenas podía razonar. Pero al menos, había conseguido su propósito. Ahora todo dependía de Percy y de Vivianne.

Tan pronto la joven tocó el suelo en un golpe sordo, Percy escuchó un leve gruñido de molestia. En circunstancias normales, cualquier persona que apreciara su vida habría salido corriendo tan pronto se viera liberado del agarre de su oponente, pero quizás la sorpresa impedía a la hija de Poseidón de hacer tal cosa. Por otra parte, tampoco ayudaba el fango que había quedado en lo que antes era el lago si lo que querías era moverte con rapidez.

―¡Vivianne! ¡Vete de aquí! ¡Ahora! ―gritó, antes de que Taumante se deshiciera de él con un brusco movimiento del brazo y él también se viera de pronto en el húmedo fondo del lago, aunque con mucha mejor suerte que la muchacha.

―¡Gran idea, genio! ―les escupió Vivianne mientras trataba de apoyarse en su brazo izquierdo para enderezarse, sin dejar de hacer muecas de dolor―. ¡No puedo moverme!

―¿Qué?

―¡Lo que escuchaste, Jackson! ―continuó ladrando su hermana, aunque pronto sintió que le faltaba el aire y tuvo que bajar la voz―. Mi… mi pierna… y… mi costado… no puedo.

―¿Qué? ―repitió el hijo de Poseidón, meramente porque no se le ocurría nada más que decir, aunque se vio obligado a corregirse tan pronto la joven le lanzó una mirada de odio puro, que a pesar del hecho de encontrarse ella cubierta en lodo logró su cometido―. Quiero decir… es un mal momento para heridas graves…

―¡Pésimo momento! ―asintió Taumante con desprecio―. Pero no hay problema con eso, haré que tu dolor desaparezca.

Arrojó el tridente con toda su fuerza encima de Vivianne con la intención de empalar a la muchacha entre sus tres puntas, pero Percy, que vio llegar el tridente, rápidamente empujó a Vivianne a un lado.

―¡Cuidado, Vivi-agggh! ―exhaló un quejido mientras una puñalada de puro fuego atravesaba su espalda. Vio la punta central del tridente, más adelantada que las otras dos, sobresalir por su pecho, empapada con su sangre. Y después de eso, notó el sabor de la sangre en su boca, y sintió que le chorreaba por las comisuras de los labios, manchando su camiseta naranja. Tosió un par de veces, expulsando más sangre, mientras Vivianne observaba sorprendida y horrorizada.

―¿Es... estás… bien? ―le preguntó Percy, tratando de sostenerse en el suelo sin derrumbarse. Pero sus brazos eran como de mantequilla. Ella no respondió. Le temblaba el labio y negaba con la cabeza―. Tr… tranquila… t-todo saldrá bien… yo no puedo…

Debido a haberse bañado en el río Estigio, no podía morir salvo si le herían en su punto débil, y para su fortuna, el tridente le había atravesado la caja torácica, mucho más arriba de la zona clave. Pero eso no quitaba que se estuviera ahogando en su propia sangre. Seguramente tenía un pulmón perforado, pero Percy en ese momento no podía pensar en nada. Aunque antes de que su visión se apagara, pensó en que Nico le iba a echar una buena bronca.

Vivianne, a pesar de las punzadas de dolor en su pierna y su costado, alcanzó a elevar la mirada hacia Taumante, quien sonreía como si le acabara de tocar el premio más gordo de su vida.

―Uno menos y quedas tú ―dijo, sacando el tridente del cuerpo de Percy y volviendo a alzarlo para darle a la chica la estocada final. Pero antes de que pudiera hacerlo, un rayo rasgó el cielo despejado, y un viento muy fuerte comenzó a soplar, mientras las nubes de tormenta se arremolinaban encima del lago.

―¡TAUMANTE! ―rugió una voz que le hizo temblar los tímpanos a Vivianne―. ¡No te quedarán vidas suficientes para arrepentirte de esto!

El dios palideció al reconocer aquella voz, y se difuminó inmediatamente en el aire. En el mismo lugar apareció una figura más pequeña, del tamaño de un humano normal. Vivianne lo veía borroso, no podía distinguir sus rasgos, pero llevaba algo alargado en la mano. ¿Otro que venía a atacarlos? No daba sensación de peligrosidad, se estaba acercando y se había agachado al lado de Percy y ella.

―Tranquila ―escuchó que le decía una voz suave y paternal, una voz que recordaba haber escuchado hacía muchísimos años. ¿Al nacer, quizá?―. Perseus y tú estaréis bien. No luches y déjate llevar, mi Vivianne.

El hombre se levantó, y ella intentó decir una sola palabra que no pudo llegar a pronunciar. Pero supo que todo iba a estar bien. Poco después sintió el agua fresca cubrirla poco a poco hasta quedar totalmente sumergida en ella.

Cuando volvió a tener conciencia de sí misma ni siquiera supo qué hacer con ella. No se sentía bien, aunque tampoco se sentía mal. Quizás lo correcto era decir que su estado, tanto físico como mental, era tan paupérrimo que sencillamente ya no le importaba nada. Eso, al menos, fue lo que le pareció a Vivianne Buns tan pronto se sintió despertar, aún acometida por el estupor que traía el sueño.

Poco a poco, mientras la realidad la despertaba, primero a trozos pequeños y después súbitamente, se sintió espabilar, torturándose con el sólo pensamiento de moverse, puesto que todo le dolía; sentía los brazos arder y la pierna derecha le escocía terriblemente. Qué diablos, pensó, el mero hecho de respirar parecía un martirio. Al demonio, con todo, decidió, estaba muerta.

Eso al menos fue lo que supuso antes de forzarse a sí misma girar sobre su costado izquierdo en un intento de respirar con mayor tranquilidad, acción con la que descubrió que no, no estaba enterrada en el lodo de alguna fosa olvidada y no, tampoco parecía haberse ahogado. Debajo de su nuca descansaba un almohada y, a pesar de que el olor a detergente que desprendía le resultaba un poco abrumador el hecho de que pudiera olerlo y de que ese sencillo detalle le recordara que estaba viva era suficiente para que no le molestara en demasía.

Ahora que estaba más despierta también notó la manta azul celeste que la cubría, y la rígida posición de su pierna derecha. Estaba enyesada, supuso, rota y enyesada. Genial. Sin embargo, antes de que pudiera quejarse mucho más una voz interior le recordó que una pierna rota y problemas para respirar eran su menor preocupación cuando había estado a punto de morir hacía tan sólo unas… ¿horas?, ¿días?, ¿semanas? ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?

Sintiendo de nueva cuenta el pánico erigirse en su pecho, la mente de Vivianne se lanzó de inmediato en distintas direcciones. ¿Cómo había llegado a este sitio? Mejor aún, ¿dónde estaba? ¿Qué había sido de los dos chicos que la habían ayudado? ¿Cómo-?

―Oh, cariño, estás despierta. ¡Me tenías tan preocupada! ―susurró una voz femenina y cálida a su lado. De acuerdo, ahora estaba oficialmente loca, decidió la joven aunque, para ser honesta, eso no era nada nuevo.

―¿Qué pasó? ―murmuró. Su garganta estaba demasiado seca como para hablar en algo que no fuera un susurro. Listo, eso lo resumía bastante bien. No sabía quién o qué la había atacado, no sabía en dónde estaba, no sabía si estaba viva o no y tampoco sabía quién era la mujer de cabello oscuro que se inclinaba sobre una cama que no era la suya pero en la que estaba acostada a pesar de ello.

―Soy Sally Jackson ―empezó a explicar la mujer, sin responder su verdadera pregunta.

«Jackson», ese apellido le sonaba de algo...

―La madre de Percy ―continuó Sally―. Él te resultará más familiar, era uno de los chicos que estaban contigo.

Claro, Percy. Ese supuesto medio hermano suyo que había caído del cielo. Cómo olvidarlo, con o sin la contusión que seguramente se había ganado tras la batalla que creía recordar.

―¿Entonces es cierto? Lo que vi… ¿de verdad pasó? ―tartamudeó, aclarándose la garganta al tiempo que intentaba enderezarse.

―Oh, cariño… ―susurró la mujer, colocando sus cálidas manos sobre los hombros de la joven para devolverla al colchón de la cama―. Claro que pasó… Lamento mucho que hayas tenido que enterarte de las cosas así. Ningún niño… ningún niño debería hacerlo.

Sólo entonces, escuchando esa suave preocupación en la voz de Sally, sintiendo las manos de esa desconocida acariciar su rostro con algo tan cercano al cariño que parecía increíble permitió que la realidad la golpeara. Sólo entonces dejó que las imágenes invadieran su mente y recordó la batalla, a ese ente gigantesco que había aparecido de la más perfecta nada para amenazarla y a esos dos chicos que… a esos dos chicos que le habían salvado la vida y de los que no sabía nada.

―Ellos... ―susurró, su voz teñida de pronto con pánico―. Tu… tu hijo y… el otro chico... ¿dónde están? No habrán… no pueden estar muertos, ¿verdad?

―¡Oh, por todos los dioses, por supuesto que no! ―rió Sally, demasiado aliviada con la realidad como para siquiera permitirse pensar en un mundo alterno en donde el final no hubiera sido tan afortunado―. Están bien, Vivianne, tranquila ―prometió―. Percy resultó herido de gravedad, pero se recuperará. Y Nico… bueno, él se la ha pasado en un duermevela bastante interesante los últimos días. Digamos que usó y básicamente abusó de sus poderes al punto de casi drenárselos, por lo que necesita reponer fuerzas, pero no es nada grave. Un par de días más de reposo y estará perfectamente ―aseguró.

―¿Y qué hago aquí? ―inquirió la joven semidiosa, sin darse cuenta de que las palabras sonaban un poco crueles una vez fuera de sus labios; a Sally no pareció importarle.

―Poseidón te trajo ―respondió la mujer, como si fuera algo normal y no una afirmación estrambótica―. Yo… su idea era dejar sólo a Percy aquí y llevarlos a Nico y a ti al campamento, pero no podía permitir que viajara contigo así. Quiero decir, sólo era una pierna y un par de costillas rotas pero… no parecía la mejor idea viajar contigo en ese estado ―continuó, y por primera vez pareció nerviosa, mientras volvía sus ojos castaños a las manos que había apoyado en su regazo.

―Gracias ―susurró Vivianne, sin darse cuenta siquiera de la tentativa palabra que había formado en su garganta―. ¿Cuánto tiempo llevo inconsciente?

―Dos días, casi tres ―fue la respuesta―. Debes estar muerta de sed y hambre, ¿verdad? Si quieres comer, déjalo en mis manos.

Ahora que había despertado, Vivianne se dio cuenta de que necesitaba, efectivamente, comer y beber. Y un baño, cuanto antes. Aunque con la pierna escayolada, esto último tenía que esperar.

―¿Percy y Nico no se han despertado aún? ―preguntó. Sally negó con la cabeza.

―No, porque necesitan más tiempo de recuperación. Si quieres podrás verlos después, pero no antes de que recuperes tus fuerzas. Te traeré comida y bebida, aguarda aquí.

Sally le dedicó una sonrisa maternal y salió de la habitación. Una vez sola, Vivianne se incorporó, quedando sentada en la cama. Las costillas le dolieron un poco, pero era soportable. Se dedicó entonces a contemplar el lugar en que se encontraba, que a todas luces era una habitación de chico. Debía ser la de Percy.

Pese a no ser su casa, Vivianne supo que se encontraba a salvo, y dio un largo suspiro de alivio. Estaba salvada. Si no hubiera recibido ayuda, seguramente en aquellos momentos estaría muerta. Pero gracias a su medio hermano y a su amigo, no había sucedido. Podía relajarse al fin.

Nico y Percy estaban inconscientes en el momento en que Poseidón apareció para llevárselos, así que Sally, al igual que había hecho con Vivianne, los colocó en reposo. Su hijo tenía el pecho perforado, pero la herida se le estaba curando lentamente. Casi entre lágrimas le había agradecido a Poseidón, el cual se había limitado a abrazarla fuertemente y después marcharse. Ambos chicos quedaban bajo los cuidados de Sally (y los de Paul, cuando volviera del trabajo, al que seguramente habría muchas cosas que explicarle). La mujer había acostado a ambos chicos en la cama de matrimonio que compartía con Paul, ya que bajo ningún concepto iba a hacerles dormir en los sofás de la sala de estar.

Si bien Percy era quien más le preocupaba por su herida, no dejó de vigilar cada tanto tiempo a Nico, quien estaba sumido en un profundísimo sueño producto del agotamiento. No conocía los detalles exactos de lo que había ocurrido, pero estaba segura de que el joven semidiós había usado todo su poder para ayudar a Percy y Vivianne, lo que le había hecho ganarse el cariño eterno de Sally. Mientras estuviese en su casa, sería como su propio hijo.

Y unas horas después de que Vivianne se hubiera despertado, lo hizo Nico, gruñendo levemente y moviéndose muy despacio. A pesar de saber que estaba despierto, fue incapaz de moverse. Sentía como si una enorme losa estuviera aplastándolo, como si hubiera corrido mil kilómetros sin parar. Se alarmó, y empezó a mirar nerviosamente a todas partes.

Al ver que Percy estaba a su lado, inerte, trató de hacerle reaccionar:

―¡Percy, Percy, despierta!

―Tranquilo, Nico ―se apresuró a decir Sally, acudiendo a su lado. El chico la miró, y casi al instante adoptó una expresión más relajada.

―Señora Jackson ―murmuró―. ¿Estamos en su casa?

―Sí, y ya no corréis ningún peligro, puedes descansar tranquilo ―le dijo ella―. ¿Cómo te sientes?

Nico se tomó un momento para responder, contemplándose. Estaba vestido, aunque descalzo, tumbado en lo que sin duda era una cama de matrimonio, al lado de Percy. Pese a lo inapropiado que resultaría, el hijo de Hades notó que le ardía la cara. A saber qué diría Percy cuando despertara.

―Pues no puedo mover ninguna parte de mi cuerpo. Recuerdo que gasté toda mi energía drenando el agua del lago, y después me desmayé ―dijo Nico―. Lo siguiente que recuerdo es haberme despertado aquí.

―Y no vas a moverte de aquí en un buen rato, de mi cuenta corre ―sentenció Sally―. Después de la locura que ustedes dos hicieron más les vale cuidarse a partir de ahora.

―¿Cómo llegamos aquí? ―inquirió el hijo de Hades, sabiendo que era mejor darle la razón a la señora Jackson antes que arriesgarse a hacerla enojar.

―Poseidón los trajo ―respondió ella más suavemente―. Al parecer entre ustedes tres armaron un buen jaleo, no quiero ni imaginar qué está pasando ahora en el reino marino.

―La verdad, no quiero imaginar nada, y si puedo no pensar y volverme a dormir estaría bien ―masculló Nico, sintiéndose mareado ante el sólo pensamiento de levantarse de la cama.

―¿Ves lo que te digo? Vas a descansar hasta que yo considere que estás en condiciones de moverte ―continuó Sally―. Voy a preparar el almuerzo, no te muevas de aquí. Vivianne ya está despierta, pero te recomendaría que no intentaras hablar con ella por ahora, necesita algo de espacio.

Y con eso, Sally Jackson abandonó la habitación.

«Como si fuera a hablarle», pensó Nico aunque, para ser honestos, lo más probable era que Sally ya supiera eso, pues se sonrió con sorna antes de girar sobre sus talones.

Poco después escuchó los platos en la cocina y sintió la casa llenarse con el aroma de pan al tostarse y pasta, aunque estaba demasiado amodorrado para siquiera levantar la cabeza de la almohada. De verdad, de verdad que la próxima vez que llamaran para un rescate se negaría. Sobre todo si se trataba de una posible hija de los Tres Grandes.

Como si invocado por el pensamiento, sintió a Percy removerse a su lado, como si su cuerpo le exigiera desperezarse pero todo lo que él quería era volverse a dormir.

―Venga ya, que es tu culpa que tengamos este problema en primer lugar ―lo reprendió, extendiendo un brazo torpemente para tocar al hijo de Poseidón.

―Na que vee ―masculló el muchacho, lo que Nico interpretó como "Nada que ver".

―Tu madre dijo que Vivianne ya está despierta ―continuó Nico, conociendo al semidiós demasiado bien.

Súbitamente alerta, Percy se enderezó sobre la almohada.

―¿Mi madre? ¿Cómo va a saber eso mi madre? ―tras inspeccionar su alrededor, Percy decidió que tenía sentido que Sally estuviera al corriente de su situación, dado que estaban en su casa y en su cuarto―. ¿Dónde está Vivianne? ―preguntó tan pronto quedó establecido que estaba de vuelta en casa.

Nico bufó, algo molesto. Se limitó a hacer un gesto con la cabeza hacia la puerta de la habitación. Pero luego se encaró con Percy.

―¿No se te olvida interesarte por el estado de alguien más? ―preguntó, en tono casual. Pero era una indirecta que Percy pilló al instante.

―Ups… ―soltó una risita nerviosa y se rascó la nuca―. Lo siento, Nico. ¿Cómo…?

El hijo de Hades se cruzó de brazos, frunciendo el ceño, y apartó la mirada. Había jugado a aquello con Percy muchas veces, fingir enfado para que su novio le insistiese. Lo encontraba muy divertido.

―No sé si debería decírtelo, ya que parece que tu prioridad es Vivianne ―murmuró, haciéndose el ofendido. Percy suspiró, pero ya estaba muy acostumbrado al habitual "teatro de celos" de Nico, que casi siempre era fingido y sólo hacía esas cosas para tenerlo comiendo de su mano. El hecho de ser hijo de Hades lo convertía en un chico muy ladino. O eso pensaba Percy.

―Entonces supongo que estás bien ―dijo el hijo de Poseidón mientras se pegaba a Nico y le envolvía la cintura con un brazo, provocando el sonrojo del moreno menor―. Teniendo en cuenta que luchamos contra un dios, es decir mucho.

No le dejó hablar. Sonrió y le puso la otra mano en la parte de atrás de la cabeza, para después unir sus labios con los del hijo de Hades. Llevaba unos cuantos días sin besarlo bien, debido a las esquivas de Nico. Nico gruñó al principio, pero luego se relajó y se dejó besar. De haber perdido a Percy, no lo tendría en aquellos momentos a su lado. Y Nico no soportaría algo como eso, después de casi haberlo perdido una vez.

―¿Estáis despiertos? ―preguntó la voz de Sally Jackson, acercándose acompañada del ruido de sus pasos. Ambos chicos se separaron de repente, y ella se quedó mirándoles con una sonrisilla. Lo había podido ver todo―. Sí, ya veo que sí lo estáis.

Nico pedía a su padre que abriera un agujero y se lo tragara. La madre de Percy nunca había cambiado su modo de tratarlo, fuera o no el novio de su hijo, pero seguía sintiendo mucha vergüenza si alcanzaba a verlos besándose, y para Percy las cosas iban más o menos igual.

―¡Mamá! ―protestó el chico, cuyo rubor rivalizaba con el de Nico―. La próxima vez cierra la puerta…

―Pensaba cerrarla ahora, no sin antes asegurarme de que ambos os hayáis recuperado. Cuando llegasteis aquí, teníais un aspecto verdaderamente horrible ―dijo Sally, mientras entraba en la habitación cargando una bandeja llena de golosinas azules y dos vasos de leche, depositándola en la cama entre ambos chicos―. Si no llega a ser por Poseidón…

―¿Poseidón? ―preguntó Percy―. ¿Papá nos trajo a casa? ¿A los tres?

Miró a Nico buscando la confirmación, y el muchacho asintió. Percy se anotó mentalmente realizar una ofrenda especial para su progenitor divino.

―Sí ―confirmó Sally―. Vivianne está en tu habitación descansando, al igual que vosotros, desde hace tres días. Cuando hayáis comido, podréis ir a verla, pero primero tenéis que recuperar las fuerzas. Para después comeremos algo especial.

Después de decir aquellas palabras y dar un beso y un abrazo a su hijo, bastante menos preocupada que antes, salió de la habitación, cerrando la puerta. Se hizo el silencio entre los dos chicos. Nico seguía rojo y mirando hacia otro lado, y Percy tenía la mirada clavada en la bandeja de golosinas.

―En el fondo… me alegro de que mi madre haya venido. Si no hubiera interrumpido, seguramente habríamos acabad-ggfhm…

Una golosina se introdujo en la boca de Percy, ahogando el final de aquella frase. Del otro lado estaba la mano de Nico, quien con el ceño fruncido y muerto de vergüenza, le había impedido decir algo que seguramente le habría provocado más incomodidad.

―Come y calla, Jackson ―murmuró. No había podido evitar pensar en lo que habrían terminado haciendo de no haber sido interrumpidos… y no, Nico aún no se encontraba preparado para eso. Cogió varias golosinas azules y se las metió en la boca, regándolas con un buen trago de leche.

El tema pareció quedar ahí, al menos mientras comían. Nico podía moverse bastante mejor que antes, aunque aún notaba las piernas débiles y, a pesar de que no le gustaba admitir aquello, no iba a poder caminar solo sin sujetarse a algo. Y tuvo que ser Percy quien le ayudara a caminar fuera de la habitación, ya que querían comprobar por sí mismos cómo se encontraba Vivianne.

La chica se hallaba recostada en la cama de Percy, con cara de estar muy aburrida. Debido a que tenía la pierna enyesada e inmovilizada no podía moverse, por mucho que quisiera. Al ver entrar a los muchachos se giró para mirarlos. Por un momento, su cara se iluminó con alivio al verlos, aparentemente ilesos. Aunque vio las vendas en el pecho de Percy, y la dificultad de movimiento de Nico. Ninguno había salido indemne del encuentro con Taumante.

―¿Cómo estás, Vivianne? ―preguntó Percy, con su típica sonrisa de "todo está bien".

―Podría preguntaros lo mismo ―respondió ella, alzando una ceja―. ¿Seguro que podéis levantaros de la cama? Especialmente tú.

Señaló al hijo de Hades, quien le devolvió una mirada enojada y una mueca. Odiaba que todo el mundo viese cuando no estaba en sus plenas facultades físicas.

―Por supuesto que sí. ¿Qué te crees, que he sobrevivido tantos años conociendo la existencia de los dioses en un lecho de rosas? ―replicó con el ceño fruncido― Te espera un amargo despertar si piensas que sólo porque los dioses tengan poderes van a ayudarte. Y si un rasguño como este-

―¡Nico! Es suficiente ―lo interrumpió Percy, alzando apenas la voz en una advertencia antes de devolverla a su tono, volviéndose a Vivianne―. Lo que mi novio quiere decir es que tenemos suerte de haber-

―¿Tu novio? ―inquirió la muchacha, arqueando una ceja.

―¿Algún problema? ―acusó Nico, al tiempo que Percy replicaba con un "¿No lo sabías?"

―No, qué va, si se ven monos juntos. Es sólo que-

―Si fuera tú cuidaría mi lengua ―la amenazó el hijo de Hades, provocando un hondo suspiro por parte de Percy.

―Nico, por favor, ten algo de paciencia. Piénsalo así, en estas circunstancias ella viene a ser… viene a ser lo que es Hazel para ti, ¿de acuerdo? No te gustaría que le hablara así, sobre todo porque ella no se lo merece ―pidió, a lo que Nico respondió con un bufido.

―¿Quién es Hazel?

―Nadie ―respondió Nico, de nuevo a la defensiva.

―Su hermana, y una chica encantadora ―explicó Percy, lanzándole una última mirada de advertencia a su novio, ante lo que el chico sólo pudo desviar la vista―. Como te decía, Vivianne, lo que Nico quería decir es que, excepción de esta vez en la que papá decidió ayudarnos, no podemos contar con el apoyo de los dioses. Sólo nos tenemos a nosotros ―apuntó, mirando a Nico por un segundo antes de volverse a Vivianne―. Es por eso que son semidioses los que van a buscar a los otros mestizos y no sus padres, ¿me entiendes?

―¿Qué hay de mi madre? ―se apresuró a preguntar la chica, sin que pareciera demasiado afectada por las noticias. Casi había muerto hacía tan sólo unos días, sin que su padre moviera un dedo más que para recogerla y llevarla a un lugar que supuestamente era seguro sólo después de que ellos tres, solos, hubieran derrotado a lo que, al parecer, era un dios. Poseidón ni siquiera se había quedado a esperar a que despertara. No podía estar muy preocupado, y ella no esperaba ―ni necesitaba, sinceramente― su ayuda.

―La buscaremos ―aseguró Percy―. Debe de estar bien, pues según lo que dijiste se encontraba perfectamente cuando dejaste tu casa, ¿no es cierto? ―preguntó, ante lo que ella dio un pequeño asentimiento. Él sonrió, tratando de imprimir en el gesto una seguridad que no sentía―. Va a estar bien, lo prometo.

―No necesito promesas ―rebatió la chica―. Quiero pruebas, y quiero irme a casa ya mismo.

―Eso no va a poder ser ―ironizó Nico, aunque no pareció que ninguno de los hijos de Poseidón le prestara atención.

―Escucha, sé que da miedo y que es confuso al principio. La verdad, no va a dejar de ser confuso nunca, lo sé. Pero… incluso si es así… hay gente buena, te aseguro que encontrarás personas en quienes puedes confiar y que harán que todo esto valga la pena ―prometió, lanzándole una fugaz mirada a Nico―. Puede que no me creas, pero… las cosas no son tan malas, después de todo.

―Nada va a ser como antes ―masculló ella.

―No, es cierto ―asintió Percy―. Sin embargo eso no tiene porqué ser malo. Sé que es mucho para procesar, pero… ―se aclaró la garganta― parece ser que somos hermanos y si hay algo que valoro más que ninguna otra cosa eso es la familia y los amigos que pasan a ser parte de tu familia igual. Y quiero ofrecerte eso, ¿de acuerdo? Quiero que sepas que cuentas conmigo, pase lo que pase, aunque no me creas ahora mismo.

―Gra-gracias ―murmuró Vivianne tras quedarse mirando los ojos del hijo de Poseidón por algunos segundos, tratando de juzgar su sinceridad; cuando no encontró rastro de mentira en sus orbes, dejó que Percy tomara su mano derecha y le diera un leve apretón―. Lo tendré en cuenta.

―Eso está muy bien. Aunque, creo que mi madre necesitará algo de ayuda en la cocina, y no quiero escucharla quejándose porque tiene a tres adolescentes viviendo aquí y nadie ofrece una mano.

―Claro que, cuando le preguntas en qué puedes ayudarla ella te dice que te sientes, pero se hace un esfuerzo ―ironizó Nico, aunque la suave sonrisa de su rostro lo desmentía.

―Sí, pero te encanta cómo cocina, así que cierra el pico ―lo reprendió Percy, mientras ayudaba a Vivianne a enderezarse para levantarse de la cama. Notando las muletas junto a la cama de la chica ―y del lado contrario del que Percy se encontraba―, Nico se apresuró a pasárselas al hijo de Poseidón, como prenda de su buena fe, sin hacer ningún comentario mordaz y sin notar tampoco la mirada de sorpresa que le dedicó Vivianne.

―Venga, ya, que tu madre cocina como una diosa, eso no es mi culpa ―rió Nico.

―Y mencionó algo sobre una "sorpresa", así que la cosa parece prometedora.

―Fue algo "especial" ―lo corrigió el hijo de Hades.

―Igualmente estás emocionado.

Y así, viendo a los dos chicos que le habían salvado la vida burlarse el uno del otro, sin preocupaciones, las vendas que cubrían sus cuerpos olvidadas momentáneamente, Vivianne Buns se permitió a sí misma sonreír. No creía aún las palabras de ese que decía ser su hermano, no aún, pero parecían un consuelo que estaba desesperada por tomar.

Quién sabía, se dijo a sí misma, quizás el hijo de Poseidón tuviera razón y no tuviera que enfrentar el cambio como a un enemigo. Quién sabía, decidió.


1* Escogí el nombre de Vivianne porque significa la reina del lago o la mujer del lago, y me pareció que le venía como anillo al dedo.

Pues bien, parte de la idea de todo este paralelismo era demostrar que con el Solangelo las cosas salían bastante bien y no había más que un par de inconvenientes, pero el Percico tenía algunos problemas más y, la verdad, incluso consideramos matar a Vivianne. Debo decir también que inicalmente me opuse a que Vivianne fuera hija de Poseidón (por el rollo del pacto de los Tres Grandes), pero finalmente me convencí de que por el asunto de los paraalelos sólo así tenía sentido.

De verdad espero que les haya gustado esta historia porque no creo volver a escribir un Percico en mi carrera como ficker. Si fue así, ¡no se olviden de comentar!

¡Nos leemos pronto!