—Príncipe—

Él siempre se sintió grandioso, enorme, el mejor del universo bajo el mando de una sanguijuela. Siempre creyó ser una criatura que merecía respeto, mucho más que su padre, incluso más que Freezer. Siempre soñó con ser alguien reconocido, un célebre asesino que tendría la vida fácil y arreglada, con toda su raza y fuertes guerreros bajo su mando, dando la orden de conquistar hasta el último planeta, si era necesario llegar hasta el último rincón del universo. Lo único que debía hacer era escapar, pero esa no era la forma de volverse alguien realmente valioso, no después de todo lo que había hecho a través de su vida, desde que tenía memoria, hasta volverse un joven poderoso. No era la forma adecuada de creer que su vida estaría resuelta luego de ser libre. No sabía que bajo el papel del gobernante existía una inmensa soledad que desconocía, y por ende, nunca experimentaría lo que realmente era una familia, un sentimiento... El mismo amor. Pero en su raza nunca existió tal sentimiento, ninguno de hecho. Eran seres crueles y por eso, cualquiera que escuchará el nombre "saiyajin", temblaba de pies a cabeza. Sin embargo, todos los deseos y pensamiento convertidos en sueños de aquel príncipe, no eran más que una ilusión infantil, inculcadas por el Rey, quien siempre le dijo a su hijo quién debía ser y cómo. Por supuesto no era la manera correcta, pero... ¿Quién los iba hacer entrar en razón? Ni la misma reina tenía el poder suficiente para cambiar los pensares de su esposo y su retoño. Era cuestión de tiempo para que los mismos años y la vida les otorgara un destino.

Su planeta, esa esfera roja apartada de todos porque, aunque no era necesario serlo, era un planeta temido y nadie se atrevía acercarse aunque fuese a kilómetros y kilómetros. Y, ¿Por qué no era "necesario"? En manos de esos guerreros tan poderosos estaba la decisión de cambiar para bien, utilizar sus fuerzas para la justicia e impedir que cualquiera se atreviera a dañar a los indefensos. En simples palabras, podían volverse seres completamente diferentes a los que eran, y cambiar el valor de la palabra "saiyajin". No obstante, no había caso. El poder y el deseo de superar a cualquiera en fuerza era tan grande, pero tan grande que los envenenaba en alma y corazón. Estaban podridos por dentro, y llenos de cicatrices de dolorosas guerras por fuera. Además, bajo el mandato de Freezer, ya no había quien pudiera ayudarlos a cambiar, aunque fuese un solo saiyajin del montón que los hiciera recapacitar. No había forma de que todo fuera diferente, pues «los sentimientos son de gente débil, y te hacen débil», era la forma de pensar de todos y cada uno de los habitantes de ese mismo planeta, y esos tipos de guerreros eran los que Freezer deseaba tener. Al menos, la gran mayoría, un gran porcentaje era de esa manera... Otros no.

Al final, los saiyajin, ni siquiera el Rey, lograron tener un cambio y un final feliz. Era de esperarse. Quién iba a pensar que seres como esos tenían la oportunidad de vivir una vida tranquila y llena de sensaciones. Para cuando el planeta explotó, medio universo saltó de alegría por la desaparición de estos.

Que tanta gente, millones de personas festejarán un genocidio, eso era mucho más triste. Que la muerte de una exagerada cantidad de saiyajin fuera la alegría de tantos habitantes del universo, era una verdadera pena. No todos los saiyajin merecían ese final... No todos.

Que suerte la de aquel engendro que logró sobrevivir, solo porque estaba en otro planeta cuando "la lluvia de meteoros" destruyó su hogar. Que suerte que pudiera vivir para contarlo, y por otro lado, deseaba que la misma tierra, o el gigantesco universo lo tragase entero.

Todos sus deseos de había esfumado, sus ganas de gobernar el universo también habían desaparecido. Un príncipe no podía ser Rey sin gente que gobernar, y un gobernante del universo no podía serlo sin gente que obedeciera sus órdenes. Y bien sabía que no había otra raza tan poderosa como la suya, la que ya no existía. Comprendía que no había otra gente que le fuera tan fiel y lo halagara tanto como su gente lo hubiera hecho y, como en cierta forma, lo hacía desde su nacimiento.

Pero claro, él «no tenía sentimientos», por lo que llorar no iba a ser visible en sus ojos. Pero en ese momento estaba solo, abandonado en un planeta que acababa de purgar, con un tremendo dolor en el pecho, y millones de ideas e ilusiones destruidas en un solo instante... ¿Quién iba a verlo? Ni siquiera Freezer iba a saberlo.

Sus primeras lágrimas asomaron...

Para resumir lo que siguió de su vida, se necesitaba mucha fuerza y un gran espíritu. Nadie hubiera aguantado tanto como él: seguir viviendo bajo el deleite de ver gente muerta bajos sus pies; contemplar su hermosa obra de arte, hecha con sus propias manos. Vivir bajo la habitual tortura que era hacer caso a las órdenes de Freezer y el constante acoso de sus dos hombres, Zarbon y Dodoria, que no conformes con la pena que el príncipe llevaba dentro, lo golpeaban a más no poder, lo torturaba y hacían con él lo que les antojase. Ser el bufón del Lord y sus hombres, que lo humillaban con risas y burlas, señalándolo con el dedo, como si fuera el payaso de la función. Eso y muchas más cosas fueron las que tuvo que pasar, pero esas cosas nunca fueron motivo para volver a derramar ni una sola lágrima.

Por fin había entendido que gente como esa no valía la pela.

Seguiría siendo fuerte, orgulloso y frío. Nadie sabría qué cosas se ocultaban debajo de tantas capas, no lo que realmente pensaba. Nadie sabría qué por fin su corazón comenzaba a latir con euforia y vehemencia. Nadie sabría que él era uno de esos saiyajin que no completaba todos los requisitos que el Lord pedía, y por ende, era de ese pequeño porcentaje que no merecía la muerte, porque había alcanzado el cambio. El único problema era que la sed de venganza y las ganas de sentir una inmensa victoria lo cegaban. Esas cosas eran las que todavía lo hacían parecer un saiyajin ordinario, y muy en el fondo, era un simple niño indefenso.

Al fin se había librado de las manos de Freezer, luego de tener que experimenta la muerte, y ser milagrosamente revivido por las esferas del dragón. Ni siquiera él podía creer que le importaba a alguien; no esperaba realmente tener otra oportunidad como tanto quería, por lo que esperaba pagar su condena en el infierno. Y gracias a sus ganas de venganza y victoria, se comportó como un patán por mucho tiempo en el que sería su nuevo hogar junto a otra gente: el planeta tierra.

—Estoy embarazada —fueron las palabras para que otra chispa se entendiera en él, eliminando unas de sus tantas capas que lo endurecían. Se estaba hablandando, y todo por «culpa» de esa débil terrícola ¿Pero quién había tenido la culpa realmente? ¿Quién le había seguido la corriente, y quién, además de ella, se había enamorado para lograr concebir un heredero? ¿Quiénes tenían la culpa de haberse enamorado? Eran tan las razones que no podía dar el brazo a torcer y romper su gran orgullo para reconocer que realmente estaba enamorado, y que esa noticia lo había invadido de emociones. Tantas emociones que lo confundían, manteniéndolo neutro, con el mismo humor, carácter y temperamento de siempre.

—Trunks, a pesar de ser mi hijo nunca tuve la sutileza de abrazarte ni siquiera cuando eras un bebé... Déjame abrazarte —salió de su propia boca cuando por fin los sentimientos se habían apoderado de él, cuando al fin reconocía sus cambios, y que el amor que tanto había intentado evitar, se adueñó de su asqueroso corazón.

Por fin había abrazado a su pequeño... Por fin sentía que era momento de enmendar sus errores.

—¡Estoy embarazada!

¿Otra vez? En esta ocasión llegó con más alegría, y más por parte de él, que esta vez sin pensarlo abrazó a su esposa, la alzó en sus brazos y la besó como jamás lo hubiera hecho. Lo hizo porque realmente le salió del alma, de su corazón, y lo hizo por unos minutos porque luego el orgullo volvió, y la pena y vergüenza lo atraparon, sonrojándolo, y dejando una sonrisa en su mujer. Una cálida y hermosas sonrisa.

¿Cómo pudo haber tanto cambio en un saiyajin? ¿Cómo es que después de años y años de asesinatos a mano propia, merecía todo esto? ¿Por qué tantos regalos? ¿Por qué?

Al final, si merecía tanto, y quizás más de lo que imaginaba. Y esta vez aprovecharía su oportunidad, no volvería a ser el que fue antes, ya no quería esa vida despreocupada donde todo se hiciera a su antojo. Esta nueva vida con responsabilidad parecía más importante, y más cuando su hijo y su pequeña eran dueños de controlarlo a él, quien hacía lo que fuera y lo que estaba a su alcance por hacerlos sonreír.

Ya no habían deseos impuros, ya no estaba ese niño codicioso y engreído que creía que debía ser el único.

Ahora era el digno príncipe de los saiyajin, que reinaba sobre una familia, y ellos reinaban sobre su corazón. Al final, si existía otra gente que le fuera fiel y lo halagara como lo merecía.

Al fin, entendía que había una vida más allá de solo reinar. Que había algo más grande que el mismo universo...

Fin

_

Nota

Buenas, mis amores... Se me ocurrió este Drabble por la imagen de la portada (es increíble que este actualizando esta coleccion). Creo que hoy me inspiré y bueno... Esto es lo que salió, no sé si es típico o yo que sé, yo solo lo escribí con entusiasmo, y espero que les haya gustado.

En cuanto a mi terrible ausencia en el fandom, bueno... fuera de la escuela y mis obligaciones (porque siendo sincera me importa poco), no tengo con qué trabajar. No hay computadora, no hay teclado. Tengo que agradecer a mi amorcito, que tan amoroso me va a regalaf uno u/u y me siento tan emocionada. Es un amor :'3

Hasta ahora esto solo lo escribí por celular y vaya que es difícil actualizar por este medio u.u' Me quiero morir. Pero bueno, esto es lo máximo que puedo entregar.

Sin más que decir, solo que «Amnesia» y «Pétalos de vida» están en proceso, cada una en su respectivo capítulo, el último, y a pocas paginas de ser terminados. No exasperen, ya les daré la sorpresa.

¡Hasta pronto!

#MikuMV