TORN APART

Lore-chan


Capitulo cinco: No es nuestro último beso.

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No tenía la más mínima intención de tocar la comida que su madre le había traído el día anterior. La bandeja estaba intacta sobre su mesita de noche.

Mimi estaba furiosa, desconsolada, molesta y al mismo tiempo con una profunda tristeza. Pasaba de la rabia a la pena de un segundo a otro. Podía estar llorando amargamente acostada en su cama contra un almohadón en forma de corazón como al instante estar arrojando todo lo que hallaba al alcance contra la puerta de su dormitorio donde la tenían encerrada.

Su padre no confiaba en ella y sus razones tenía. Ya la primera noche había tratado de escaparse y si no fuera porque Keisuke estaba atento a cualquier movimiento de su hija, lo habría logrado. Así que optó por lo sano y la dejó bajo llave… después de todo al día siguiente partían a Estados Unidos.

La ahora, nuevamente, castaña – su padre la obligó a volver a su color de cabello natural – creyó que su padre estaba mintiendo cuando le dijo que se la llevaría, pero cuando entró a su cuarto y vio 3 grandes maletas y su armario vacío entendió que todo era verdad. Esa misma noche tuvo que teñirse el cabello y volver a su castaño claro, también le tuvo que dejar en su mano sus dos piercing… del tatuaje ni hablar, no podía borrarse. No al menos de una manera tan expedita como Keisuke quisiese.

Mimi no había querido hablar desde que su padre la arrastró de vuelta.

Su madre trató por todos los medios de sonsacarle alguna palabra sin éxito, pero Satoe sentía un rechazo y un odio indescriptible de parte de su hija y lo más probable, según sus propias conclusiones, eran debido a su decisión de entregarle su custodia a su padre.

-Traté de todo contigo, Mimi – le dijo ella con tristeza mientras le retiraba una toalla de su cabeza.

Era el momento en que sus mechones volvían al fin a ser castaños una vez más.

La chica, reacia en un principio al roce de su madre, tuvo que dejarse tocar para que le colocara la tintura. Keisuke se paseaba de vez en cuando por el baño cerciorándose de que todo estuviese realizándose según lo que él exigía. Él no iba a llevarse a una niña rebelde de cabellos rosas en el avión.

-¿Por qué hiciste todo tan difícil? – le preguntó Satoe sin obtener respuesta.

Pero Mimi tenía los ojos nublados en una mezcla de ira y tristeza. Su garganta se había cerrado desde hace muchas horas atrás y hablar con su madre era la segunda cosa que menos quería en esos momentos. Porque la primera era hablarle a su padre.

-¡Tu hija! – gritó Keisuke en medio de la primera noche despertando a Mimi que se había quedado dormida entre un mar de lágrimas - ¡Desnuda con el hijo de ese tipo! ¡¿Qué clase de educación les has dado?!

-No supe controlarla…

-¡Por supuesto que no supiste!... ¡Esperemos que no salga embarazada de todo esto!

La castaña tomó dos de sus almohadas, y se escondió debajo de la cama. Se hizo un ovillo, se tapó los oídos con sus manos y comenzó a llorar. Si tuviera su celular – el cual fue requisado – se habría puesto los audífonos y habría escuchado música a todo volumen para no oír a sus padres discutir.

Eso hacia cuando las acusaciones de infidelidad comenzaron… eso hizo mientas su madre lloraba ante el dolor de la separación al enterarse de que Keisuke Tachikawa la estaba abandonando para irse con otra.

Mimi simplemente se escudaba de ello, se encerraba en su mundo.

Y ahora no podía, la realidad la golpeaba… y ella necesitaba a Yamato, necesitaba a su amigo. El único que siempre estuvo con ella en todo momento desde que le contó porque había vuelto a Japón, él sabía por qué ella bebía hasta borrarse, por qué fumaba para dejar su mente en blanco.

Necesitaba a Yamato con urgencia.

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-¿Estás… tú estás… enamorada de mi papá?

Yamato había hablado muy despacio para que Taichi, que dormía en la otra esquina, no despertase.

-¿Por qué quieres saber?

El rubio hundió su nariz en el cuello de la pelirosada. La tenía abrazada de la cintura, su pecho contra su espalda, así habían dormido los últimos 3 días. Taichi, después de cada encuentro, se alejaba a una esquina de la cama para desamarrarse y comenzar a dormir, a veces roncaba con fuerza… a veces con calma, como sucedía en esos instantes. A él no le gustaba dormir abrazado a nadie, su curiosa libertad no se lo permitía.

En cambio, Yamato, que si bien muchas veces durmió apretado al delgado cuerpo de su amiga, sentía que ahora todo era distinto y no era porque ahora ambos estuviesen desnudos.

Cuando la había conocido a finales del años anterior, le llamó la atención topársela tantas veces en detención. Él creía que tenía lejos el record, pero ella se encargó de igualárselo. Comenzaron a sentarse relativamente cerca y cuando el profesor encargado de las detenciones no miraba fue él quien le entregó rápidamente una hoja preguntándole por qué había sido castigada. Mimi le escribió de vuelta que había sido pillada fumando en el baño de hombres (Sí, en el de hombres donde minutos antes de había estado besando con un chico de último año).

Mimi omitió que lo había hecho a propósito porque desde el día en que lo vio, le había gustado y que no encontró forma de llegar a él que no fuera estar juntos en esa sala de detención.

Luego descubrió que todo aquello, estar con él, era la solución, el escape perfecto a todo su dolor.

Se convirtieron en inseparables, y entre más juntos estaban los sentimientos de Mimi crecían exponencialmente.

-No odio a mi madre – se sinceró una noche la entonces castaña, era quizás la tercera vez que iba al departamento del rubio. El padre del mismo nuevamente no llegaría esa noche y aprovecharon de emborracharse… una vez más – no la odio, en verdad que no. Es solo que no tengo contra quien descargar mi rabia, mi odio, mi decepción. Mi padre… él simplemente nos juntó un día para contarnos sobre esta mujer que conoció en su trabajo. Mi madre ya sabía, ya le había pedido el divorcio y todo el maldito papeleo. Yo no lo sabía, en verdad creí que tenía la mejor familia del mundo, pero mi padre decidió cambiar nuestra familia por otra – comenzó a llorar debido al dolor que le producía recordar, al recuerdo se le sumaba el alcohol en su cuerpo – era feliz Yamato, era feliz en Nueva York y él se encargó de destrozarlo todo. Y yo me descargué contra ella… y me seguiré descargando contra ella porque no sé cómo controlarlo, ni mucho menos como superarlo…

Luego todo se volvió nublado. Se abalanzó sobre Yamato buscando sus labios, quería besarlo… quería ser correspondida en sus sentimientos y palear en algo su sufrimiento. Pero él la rechazó.

-Me gustan los hombres, Mimi – le explicó al verla llorar con amargura – te quiero, te quiero demasiado… pero te quiero como amiga.

Yamato, desde que comenzó a tener conciencia acerca de su sexualidad que creyó que los hombres eran objeto de su interés, las mujeres no le llamaban la atención, al menos ninguna lo había logrado, y chicas que se ofreciesen para que él saliera de sus dudas le sobraban ya que era bastante popular.

Yamato nunca supo, hasta ese momento, si eso era realmente verídico. De hecho, el motivo de su rebeldía era debido a sus dudas, dudas que lo carcomían, dudas de creerse rechazado ante su padre si le contase y por ello era así, por eso bebía, por eso se drogaba… para olvidarse que tenía dudas y que no iba a poder ser el "hombre" que se esperaba debía ser.

Pero esa noche algo cambió, vio a su amiga tan triste luego de que le contara su historia y más encima a él se le ocurría rechazarla que…

-Ven… - le dijo tomando su mano y jalándola hacia él – voy a besarte y no quiero que pienses que es por lástima. Lleguemos a un acuerdo… ayúdame a ver si en verdad no me pasa nada con las mujeres y de paso tu…

Yamato no terminó de explicar nada. Ella ya lo había besado.

Y desde ese momento, se negó a si mismo sentir algo por ella. Porque comparaba las corrientes eléctricas de sus besos con los que le producían los de Taichi y eran completamente distintos. Los besos de Mimi, si bien eran ardientes y apasionados, lo dejaban con una sensación de paz y tranquilidad. En cambio, los de Taichi lo dejaban pidiendo más pero al mismo tiempo le producían inquietud, porque por más que trataba de amarrarlo a él, el moreno le indicaba una y otra vez que él no era de nadie.

Y Yamato era celoso y posesivo.

-Sigue… no pares Yamato… - le rogó Mimi aquella noche en que estando casi desnudos sobre la cama del rubio ella le instaba a que continuara más allá.

-No puedo… - susurró él separándose de golpe y sentándose en su cama.

Se pasó la mano por el cabello tratando con ello aminorar su respiración. Mimi estaba cubierta solo por su ropa interior y él por la suya. Nunca había llegado tan lejos con su amiga, lo que había comenzado como un descubrimiento, una "curiosidad" como diría Taichi se le estaba escapando delas manos. Él sí estaba sintiendo algo por la pelirosada. Jamás, ninguna mujer le había producido una erección. Nunca había tocado con tanta desesperación a una chica como lo hacía con el cuerpo de su amiga.

Pero él, terco, se lo negaba. Se mentía… aun escuchando que Taichi le decía lo contrario. Su confusión era inmensa.

-Me acosté con tu papá… - confesó días después Mimi en un deplorable estado etílico.

-¡¿Qué?!

-Que tu padre me folló – y rió.

-No es gracioso Mimi… - Yamato la miraba incrédulo empinando la botella de licor transparente. Eso era imposible, Hiroaki Ishida no se metería jamás con una amiga de él… más si era menor de edad.

La Tachikawa se sentó sobre él a horcajadas quitándole la botella.

-No te estoy mintiendo, es la verdad – le dio un trago al vodka y lo besó produciendo que el líquido se mezclara en su bocas.

-¡Demonios, Mimi! – Exclamó enojado una vez que se separaron - ¡¿Cómo…?!

Iba a reclamarle, a decirle que cómo le había hecho eso, siendo que días atrás ellos casi intimaron y eso para Yamato era un paso gigantesco, más si era con una mujer… más si era con ella.

Finalmente, decidió obviar el tema. Pasaron las semanas y los meses y prefirió tomárselo hasta con humor. Después de todo, quizás él no iba a poder darle lo que ella necesitaba. Pero aun así, seguían tocándose, seguían besándose…

Ambos tenían un maldito remolino en su cabeza.

-¿Estas o no enamorada de él? – volvió a preguntar Yamato.

-No entiendo por qué quieres saber algo así. ¿En qué te afectaría si yo dijese que si? O ¿Qué dijese que no?...

-¿Te has dado cuenta que hace casi un año atrás no me interesaba ninguna mujer y ahora estoy aquí contigo después de haberlo hecho toda la tarde?

-Taichi también estaba, no éramos solo los dos – aclaró.

-Mimi… - el rubio la colocó bajo él con cuidado. No tenía intenciones de despertar al moreno – Necesito saberlo porque soy celoso… soy posesivo.

-Creí que lo estaba…– dijo ella mirándolo a los ojos. Se acomodó de tal forma que sus caderas quedaran a la misma altura – pero… pero siento que es más un capricho, una satisfacción de saber que pude provocar algo en una persona de la edad de tu padre. Creo que soy posesiva al igual que tú… y no me gusta que toquen lo que creo es mío.

-¿Por qué te fuiste?

-No sé si aún quiero hablar de eso…

Yamato la besó con cariño. Fue un beso tierno, totalmente alejado de los que se habían dado durante esos días.

-He estado tratando de negar esto tanto tiempo – le dijo rozando su nariz contra la de ella - … te mentí, me mentí por demasiados meses…

-¿Me quieres? – preguntó Mimi esperanzada paseando sus ojos por todo el rostro de su amigo.

Se quedaron en silencio, cerrando los ojos cada vez que se daban besos cortos.

-¿Me quieres? – volvió a preguntar ella.

Más silencio… hasta…

-¡Por un demonio! – Exclamó Taichi haciéndolos respingar – ¡Ya díganse de una vez que se quieren el uno al otro y déjense de joder! – Se levantó bostezando de la cama y caminó a la puerta – dormiré en el dormitorio de Hikari.

El moreno cerró la puerta y los dejó allí.

Yamato aún estaba sobre su amiga, cadera contra cadera.

-Lo que podría haber sentido por tu papá es por tu culpa – le dijo retomando la conversación. Le acariciaba la espalda – tú dejaste que pasara.

-No quiero que pase más.

-¿Yamato, me quieres?

La puerta del dormitorio se abrió de golpe y Taichi asomó su cabeza mostrando sus mechones alocados.

-Yamato, dile que una maldita vez que la quieres o te juro que te saco del dormitorio y me la follo.

Ambos no pudieron aguantar la risa.

-También te quiero a ti – le dijo el rubio.

-Nah!... lo de nosotros es "experimentación". No lo confundas –guiñó uno de sus ojos.

Se quedaron los tres en silencio, Yamato y Mimi en la cama mientras Taichi continuaba en el umbral de la puerta.

-¿Y? – insistió el moreno.

-Tai… ¿Puedo hacer esto a mi ritmo? – pidió el rubio incómodo.

-¿A tu ritmo?… a tu ritmo has estado siendo falso gay hace 4 años.

-¡Está bien!... ¡Está bien! – miró a Mimi - ¡Te quiero! Y no como amiga… te quiero hace mucho. Y Necesito saber si estas enamorada de mi papá porque me está matando la maldita duda – ahora giró a Taichi - ¿Feliz?

-Muy feliz – sonrió – ahora la duda la tengo yo… si se confiesan mutuamente en este momento, ¿mañana no seguiremos haciéndolo los tres?

-Quizás le responda a Yamato cuando me vaya… - rió la pelirosada – así podemos seguir haciendo cosas interesantes…

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Mimi golpeó la puerta de su dormitorio dos veces y los pasos se demoraron más de lo que esperó.

-¿Qué ocurre? – preguntó la voz de su padre desde el otro lado.

-Baño – respondió escuetamente.

Keisuke abrió la puerta y la siguió con la mirada hasta que su hija se perdió en la puerta siguiente. Se cruzó de brazos sin moverse de su posición, lo único que quería era que las horas pasaran lo antes posible… su vuelo salía a las ocho de la noche del día siguiente.

Los minutos pasaron y Mimi se estaba demorando demasiado. Comenzó a caminar hacia el baño cuando sintió algo quebrarse dentro de ese pequeño cuarto.

Corrió los mínimos metros que separaban la habitación de su hija del baño, pero cuando trato de abrir la puerta, ésta estaba con seguro.

-¡Mimi, abre la puerta! – Keisuke golpeó con todas sus fuerzas. No obtuvo respuesta - ¡Mimi! ¡Abre la maldita puerta, ahora!

-¡¿Qué fue ese ruido?! – Satoe llegó a su lado alarmada por el estruendo.

-¡Mimi!

-¡¿Qué ocurrió?! – la madre de la castaña tomó a su ex marido del brazo obligándolo a mirarla - … Keisuke…

-Mimi rompió el espejo… - explicó volviendo a golpear la puerta. Satoe se llevó las manos a la boca, pensando lo peor – ¡Mimi Tachikawa, abre la puerta!

-Tengo llave de repuesto.

Y la mujer desapareció por un par de minutos a su habitación. Volvió con una pequeña llave que le entregó temblando al hombre.

Satoe cerró los ojos cuando Keisuke abrió finalmente la puerta. Imaginaba el cuerpo de su hija en el suelo con las muñecas cortadas o algo por el estilo.

Pero lo que realmente se encontró el padre de la castaña fue a la chica de pie frente al espejo roto, llorando en silencio con los nudillos de su mano derecha con pequeños cortes.

-¡Estás loca! – le dijo él tomando de los hombros para sacudirla en una reprimenda.

Mimi ni siquiera lo miró parecía estar abstraída en su reflejo trizado.

La castaña no aguantó más su furia, se había paseado en círculos por su habitación, había maldecido tantas veces que llegó a inventar nuevas malas palabras, necesitaba golpear algo… necesitaba gritar, pero primero que todo tenía que salir de esas cuatro asfixiantes paredes. La única excusa que tenía era ir al baño, por eso ocupó ese comodín.

Trató de mostrarse lo más tranquila para no levantar sospechas y en cuanto llegó al baño cerró con cuidado la puerta para que su padre no escuchara que estaba colocándole seguro.

Se paró frente al espejo de cuerpo completo que había y se examinó con cuidado por largos minutos. Paseaba sus ojos por cada curva, por cada lunar, cada espacio de piel… y nunca antes de sintió más ajena a su ser. Era ella, pero al mismo tiempo no lo era. La persona que escudriñaba no la reconocía… ¿Dónde estaba la Mimi que era feliz? ¿La que reía por el simple hecho de que sus padres discutían por qué película ver ese viernes por la noche? ¿La que llegaba todos los días con excelentes notas y era admirada por su buen comportamiento? ¿Dónde estaba la Mimi que besaba a sus padres en la mejilla cada noche antes de irse a dormir?... ¿La que los amaba, la que amaba verlos feliz, la que amaba ver su familia; su mundo, su pequeño gran mundo feliz?

-¡¿Dónde estás?!, - Gritó en su interior y su puño fue a dar contra el espejo.

Los trozos cayeron al suelo, su reflejo se torció y sin siquiera sentir dolor empuñó ambas manos hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Unas gotas de sangre cayeron al piso al momento que sus lágrimas corrían veloces por sus mejillas.

Tenía un peso inconmensurable oprimiéndole el pecho… El alcohol nunca logró paliar su angustia, la marihuana la elevaba por horas, pero la caída era dolorosa. Le había entregado su virginidad a un hombre mucho mayor que la había decepcionado… una mierda, creyó que podía ser amor y se había equivocado medio a medio.

Ya no podía controlar más su ira.

-Torn apart - Susurró sintiendo que era sacudida.

Iba a explotar, eran dos años con eso… iba a explotar.

Ella no se iba a ir a ningún lugar, Estados Unidos, Japón… la misma China ningún lugar le iba a dar solución a su sufrimiento si ella no explotaba y decía lo que debió haber dicho años atrás.

La volvieron a sacudir, esta vez con más fuerza, y cuando reaccionó estaba en medio del salón.

Keisuke Tachikawa estaba frente a ella, observándola entre preocupado y molesto. Su madre se había sentado en el sofá agarrándose la blusa a la altura del pecho.

-Te odio… - susurró clavando sus ojos en su padre.

-¿Qué? – él no había logrado oírla.

-Te odio… -repitió un poco más fuerte

-¿Me odias? – sonó inseguro, ¿eso había escuchado?

-¡Te odio! – gritó a todo pulmón y Keisuke tuvo que retroceder - ¡Te odio!, ¡Te odio por destruir lo que teníamos! ¡Te odio por quebrar mi familia! ¡Te odio por ser un cobarde! ¡Te odio por dejarme sola a mí y a mamá! ¡Te odio por irte! ¡Te odio por decir que me amabas y que amabas lo que habías construido en años! ¡Te odio porque nada te importó!... ¡Te odio porque solo pensaste en ti! ¡Te odio! ¡Te odio como no tienes idea! – su voz era firme a pesar de las lágrimas – Me rompiste, me dejaste sola, me destruiste… mataste todo lo bello que veía a diario, mataste todo papá y no me voy a ir contigo… no quiero estar con el culpable de mi dolor, con la persona que yo adoraba y que tenía en lo más alto y que se cayó y que ahora no reconozco – Mimi se irguió y lo miró más profundamente – Tú no eres mi padre, mi padre me amaba, me adoraba a mí y a mi mamá… mi padre no es un canalla, no es un tipo sin sentimientos que llega una tarde avisando que se irá al otro extremo de la ciudad con una mujer que conoció hace un par de meses, mi padre es un hombre intachable. Tú… – le apuntó – tú Keisuke no eres nada para mí.

-Mimi… - el hombre no encontraba las palabras para refutar a su hija.

-¡No me voy a ir contigo! – Exclamó – Digas… hagas lo quieras, no lo voy a hacer. Denuncia a Yamato, hazlo… y te odiaré más de lo que ya lo hago. Porque, independiente, de lo que hice en su compañía, él estuvo conmigo en los peores momentos, momentos que tú provocaste que existieran. ¡Tú tienes la culpa! – la castaña paró unos segundos para tomar aire. Su madre estaba llorando, su padre la miraba sin poder creerlo aún y ella… ella sentía que la angustia, si bien no se iba, disminuía – ¡¿Y sabes qué más?! ¡Vete! ¡Vete por un período largo… muy… muy largo a la mismísima mierda!

Se secó sus lágrimas de un golpe y se acercó a Satoe.

-Lo siento, mamá – le dijo en un tono suave - Nunca tuviste la culpa… cargué contigo algo que me competía sólo a mí.

No esperó respuesta de nadie y salió corriendo.

Corrió… corrió, no esperó el ascensor y se fue directo a las escaleras… salió del edificio y en el camino chocó con varias personas en su camino, pero no le importó. Ella quería llegar donde solo una persona.

La distancia entre su edificio y el edificio de él eran aproximadamente 20 calles y cuando iba a mitad de camino supo que debía dejar de fumar y ponerle más ganas a las clases de deportes.

Llegó sin aire a la puerta, a esa conocida puerta, pero no tocó el timbre… comenzó a golpearla con desesperación.

-¿Está Yamato?

Hiroaki estaba frente a ella con los ojos muy abiertos y no le dejó hablar cuando abrió la puerta. No supo si su cara de asombro o de pánico. No le interesaba.

-¿Qué haces acá? – su voz sonaba alarmado - ¿Sabe tu padre que estás acá?

-Señor Ishida, ¿Está Yamato? – volvió a preguntar la castaña respirando agitada.

-¿Por qué me tratas de ud?

Mimi chasqueó la lengua y pasó al departamento. Hiroaki la siguió indeciso, no sabía si echarla – no quería tener problemas con Keisuke Tachikawa – o abrazarla… pensaba que después de lo sucedido en casa del moreno no volvería a verla.

-¡¿Yamato?! – la chica entró directo a la habitación del rubio, pero no lo encontró.

-No está Mimi, no lo he visto desde la mañana.

La castaña se llevó una de sus manos a la frente, pensando en donde podría estar su amigo. Repasó todos los lugares a los que iban… si quería encontrarlo antes de medianoche tenía que empezar ya.

Dio media vuelta para salir del departamento, pero Hiroaki la tomó de la muñeca.

-Necesito hablar contigo – le dijo con seriedad.

Ella sonrió.

-En realidad, ud y yo no tenemos nada que conversar – Mimi se mostró serena y eso descolocó al hombre – aunque si quiere sentirse tranquilo, yo nunca diré nada. Somos distintos, épocas distintas ya sabe… ud escucha ACDC yo a Ed Sheeran – le dijo a modo de comparación más que nada – Señor Ishida gracias… a pesar de todo, gracias.

-¿Qué ocurrió contigo? – preguntó asombrado.

-Pasó que me deshice de un peso gigante y que me di cuenta que tengo que decir las cosas que siento, cuando las siento. No antes, no después – lo miró por última vez antes de soltarse – Y ahora pienso en que debería darle una oportunidad a mi mamá…

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Yamato había estado toda la mañana tirado en su cama, no había querido comer.

Solo se levantó para darse una ducha, colocarse lo primero que pilló limpio sobre su cama y salió. Dio vueltas por los parques, pasó por afuera de su preparatoria y pensó que si podía pasar esa pequeña depresión de saberse sin Mimi por el resto de sus días… iría a clases en unas dos semanas más, pero sólo si creía poder.

No lo creyó posible.

Soy celoso, soy posesivo

Eso era él. ¿Por qué estuvo celando y tratando de amarrar a sí a la persona equivocada por tanto tiempo? Tampoco era que se arrepintiese, Taichi había sido una "curiosidad", como habría dicho el moreno, en su camino.

Terminó sentado fumándose un cigarro arriba del domo de cuerdas, a ese donde iba tan seguido con su amiga pelirosa.

-Te voy a extrañar… - suspiró botando el humo del tabaco.

-¿A quién? – preguntó Mimi desde abajo provocando que Yamato girara a ella en medio segundo - ¿A quién vas a extrañar… a Taichi o a mí?

Él sonrió.

-A Taichi… - contestó despreocupado - ya sabes… él es mi novio.

-Eres tan gay – dijo ella subiendo por las cuerdas hasta llegar a su lado - ¿te lo había dicho antes? ¿Qué eres tan gay?

-Hace un par de días no me decías eso al oído – le recordó Yamato torciendo la boca divertido.

-¿Sí?... ¿qué decía?... no lo recuerdo.

El rubio la tomó por la nuca y la acercó a él.

-Más rápido… más fuerte – susurró con voz ronca y sensual.

Una corriente eléctrica la recorrió por completo, cerró los ojos y se mordió el labio inferior recordando.

Mimi aprovechó la cercanía para ladear el rostro y así lograr alcanzar su boca. Comenzó como un simple roce, un roce lleno de ternura… como el que se habían dado en la cama días atrás, cuando Yamato le dijo que la quería. El roce cambió cuando sus labios comenzaron a moverse, se tornó apasionado cuando sus lenguas entraron al juego y terminó siendo asfixiante cuando se abrazaron con tal fuerza que parecían solo uno.

-¿Te escapaste para venir a darme un último beso chica de cabellos castaños? – preguntó el rubio separándose para pegar sus frentes.

Estaba triste, Mimi podía sentirlo.

-No me voy a ir, Yamato.

-¿No?

-No, no más niña caprichosa – rió – no más multitudes de 3 – dijo refiriéndose a Taichi – y no más él – aquello era en referencia de Hiroaki Ishida – Sólo tú y yo… quiero que me celes y seas posesivo solo conmigo y yo contigo.

-¿No más alcohol, ni marihuana… ni…?

-Bueno, bueno… podemos ir paso a paso… tampoco hay que ir de golpe – rio la castaña.

Se quedaron en silencio, abrazados por minutos que parecieron segundos para ellos. Mimi se acercaba de vez en vez dándole pequeños y cortos besos en los labios que Yamato respondía con una sonrisa boba.

-No te irás… - dijo él al aire creyendo que al decirlo una vez más sí podría creérselo – no fue nuestro último beso

-No, no es nuestro último beso…

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No hay más.

Termino con Mimato… :)

Ando media lerda para los comentarios post fic. Será el sueño… no lo sé

Os quiero, os Adoro

Nos leemos