El consuelo del dragón
FAIRY TAIL ©HIRO MASHIMA
Sinopsis: El consuelo tras un hecho doloroso es un gesto de cariño que termine con ese sufrimiento. Lucy lo estaba buscando, pero se encuentra sin rumbo, y así es como un dragón la encuentra. Parecía más amable que malvado y quizás esa sería su salvación.
Nota de la autora: ¡Feliz 14 de febrero! Esto se lo dedico a mi buena amiga xFairyNightx.
Capítulo único: El consuelo del dragón
El llanto que caía de sus ojos y que recorría sus mejillas, no se contendría. Su vestimenta ya estaba teñida, marcada por la tristeza que se acumulaba. Además de los sentimientos, su ropaje estaba magullado y rasguñado marcando su piel, pero ni siquiera todo aquello podía compararse con el dolor desgarrador que golpeaba con fuerza y desdén su corazón. Era inmenso y aumentaba con cada segundo que transcurría.
La sensación que la recorría entera era como garras en su pecho. El lamento contenido del dolor quiso liberarse de su garganta, pero lo evitaba. Solo así era capaz de mantenerse de pie y seguir marchando sin rumbo alguno por el frondoso bosque. Aún con ese panorama y su agonía, la importancia de lo que acababa de ocurrir recién había comenzado a procesarse en su mente.
Todavía no podía creer de lo que había sido testigo.
Cuando su cuerpo comenzó a reclamarle por el cansancio, finalmente encontró la fuerza para detenerse. Soltó un suspiro y se sentó en un tronco caído. Su mirada divulgó rápidamente por el ambiente y cayó en cuenta de donde se encontraba: sumamente perdida en medio de un bosque.
—Cielos..., ¡estoy perdida! —exclamó con pereza. Estaría satisfecha con permanecer alejada del todo y si el camino de retorno no fuera desconocido como en ese momento—. Debí de quedarme cerca de casa.
Sonaba lógico quedarse dentro de los terrenos familiares o merodeando entre los jardines, pero la necesidad de desaparecer había superado todo con creces.
No se arrepentía. Necesitaba esa libertad.
Se puso de pie y observó su entorno buscando el camino hacia las profundidades de la espesura del bosque y cuando vio un agujero entre tanto follaje, corrió.
Sus piernas estaban renovadas, ¿sería el deseo de una nueva vida que impulsaba? No pensaba en otra cosa que no fuera correr.
El cansancio comenzó a llegar una vez más, inevitablemente. Después de lo que parecieron años, se encontró tambaleando del dolor, sus rodillas se doblaron y no se resistió cuando aterrizó en un árbol caído. Tenía la respiración agitada, dejando escapar grandes proporciones de aire de sus pulmones, agitando su pecho de manera exagerada. Se llenaron de lágrimas sus ojos una vez más y Lucy no se molestó en intentar secarse nada de su rostro este momento.
Estaba agotada y cansada. Quería llegar a un sitio tranquilo y dormir cien años si era posible. Aunque ahora debía esperar a que su cuerpo restaurara energías, sin embargo, el estruendo distante de los cielos que le había hecho erizar la piel hasta la espalda baja.
—¡Que clima tan terrible! —murmuró observando la tempestad armarse en un dos por tres sobre su cabeza—. ¿Acaso el tinte sombrío de bosque y la tormenta siniestra van de la mano?
—Bastante curioso, ¿no? —contestó una risueña voz.
Tragando, Lucy se retorció en la dirección de la voz. La sangre se le congeló al distinguir a una criatura de medidas desproporcionadas frente a ella. En su estado de desesperación por querer libertad y armonía, no la había visto bajar a su lado desde los cielos, ni sentir el acercamiento tan abrupto hacia su persona.
Maldiciendo a su situación en voz baja, Lucy se puso de pie. La criatura la vigilaba con sus ojos a cada movimiento que realizaba.
—Hola —expresó simplemente. En lo más cordial que pudo.
—¡Hola! —vociferó entusiasta la criatura mostrando una ensalada de colmillos grandes y filosos saliendo de su boca—. ¡Soy Natsu!
—¿Eh? Hola Natsu, yo soy Lucy —respondió apreciando con más de detalle el ser viviente frente a él—. ¿Eres un dragón?
—Uh, ¿sí? —el dragón parecía que enarco una ceja—. No me veo como un gato, ¿verdad?
Era claro que no era un gato. Natsu era un dragón, un enorme dragón escarlata que se cernía sobre ella con toda su fuerza.
—Así que eres Natsu, el dragón —repitió sosteniéndose la barbilla—. ¿Tu vives aquí?
—Estos bosques son mis dominios y una cueva de aquí es mi morada —explicó y luego, el dragón se la quedó mirando con incredulidad—. Pero ¿qué haces aquí?
—Bueno, yo... —Lucy no estaba muy segura de qué decir. Después de pensarlo, ella se instaló con una respuesta simple. Sin embargo, recordar el verdadero motivo por el cual se encontraba allí la hizo sentirse mal y, aunque creía que el bosque había logrado absorber sus penas, el llanto no tardó en aparecer—...solo estoy huyendo de lo inevitable.
—¿Inevitable? —cuestionó el dragón un tanto confundido. La humana había empezado a llorar sin motivo—. Nada es imposible o inevitable, Luce. No sí luchas.
—¿Luce? —el sobrenombre le llamó su atención más que las palabras de apoyo.
—Tu apodo —respondió con simpleza y le extendió una de sus extremidades delanteras escamosas—. Ven conmigo, está por llover y las tormentas aquí son muy fuertes.
Lucy se encontró pérdida de acciones cuando Natsu extendió su pata con garras hacia ella, al parecer esperando a que se la acepte.
—Uh..., ¿eh? ¿qué debo hacer? —la rubia llevó su mano cerca del dragón, retrocediendo cuando ella estuvo a punto de contacto. ¿Cómo se suponía que iba aceptar la pata de un dragón?
—¡Me olvido de que estoy en esta forma! —carcajeó Natsu retirando la garra y poniéndose erguido sobre sus cuatro patas—. Espera, creo que esto podría facilitar las cosas.
El dragón cerró sus ojos y pronto una luz rojiza proveniente del centro de su pecho comenzó a envolverlo entero. El descomunal tamaño de la criatura comenzó a reducirse de manera considerada, garras en los dedos y los colmillos a los dientes. Para el final, Natsu parecía un humano como ella solo que tenía de extra los cuernos, las alas y la cola.
—¡Ven, conmigo! —exclamó extendiendo nuevamente su mano, ahora más humana—. Te protegeré, por ahora.
Al verse inhibida por el rostro entusiasta de Natsu y la gracia con lo que lo invitaba. Lucy accedió a tomar su mano y pronto, de un inesperado movimiento, se encontró sujeta del cuello del dragón con sus brazos y con la cabeza suya descansando en el torso de él.
Iba a protestar, pero de pronto el calor que emanaba comenzó a adormecerla hasta que no sintió nada más en un buen rato. Contrario era el dragón que volaba entre los árboles directo a su morada con una humana en brazos. Estaba confundido y sentía algo extraño que su padre le había descrito como enamoramiento, ¿sería que Lucy era ese amor a primera vista que tanto escuchó de boca de su padre? No estaba seguro, no obstante, la tormenta que le pisaba los talones le daría tiempo para averiguarlo.
Por el momento, Natsu había encontrado la boca de su caverna, escasas gotas de agua habían comenzado a descender de los cielos entonces. El viento era implacable, ya que se pasó a la tierra y los árboles se movían desopilantes a todos lados en respuesta a la naturaleza violenta del viento.
—Llegamos justo, ¿eh, Luce? —suspiro de alivio cuando dio un paso dentro de la boca de la estructura natural. Al instante, como si fuera una señal, se intensificó la lluvia fuera en un aguacero, girando en el viento en baile.
Natsu dio una última mirada, luego se acercó aún más en la cueva oscura. Miró hacia abajo a la longitud del túnel y cerró los ojos un instante para aspirar aire y murmurar algo que solo él entendía. El pasillo rocoso pronto se vio alumbrado por porciones de llamas flotantes.
Sin más, el dragón comenzó a transitar con la humana entre sus brazos por el largo pasillo. El ruido de la tormenta y sus respiraciones pausadas eran los únicos sonidos existentes en el ambiente que, contrariamente a las expectativas que se tienen de estos lugares, hizo señal de tener una salida. El túnel hizo la transición en una enorme cámara, iluminada por antorchas sobre todo a lo largo de los lados. El sitio estaba colmado de piedras y gemas. Lingotes de oro se hallaban en el centro y todo olía como leña y cenizas, pero no se molestó Lucy tanto como ella habría pensado que un olor como éste haría. El aire mismo estaba caliente, pero bastante acogedor.
—¿Qué es este lugar? —Lucy respiró de maravilla y asombro, sin esperar la respuesta que vino.
—Mi tesoro —respondió una voz.
Lucy reaccionó entonces y recordó que estaba siendo cargada por un dragón. Estos eran posiblemente sus aposentos.
—Veo que reaccionaste más rápido de lo que pensé —señaló colocándola en un nido de pasto seco y piel de animal limpia que tenía para su descanso—. Pero ¿qué te tenía tan mal? Tu aroma es de lágrimas puras de angustia.
—Bueno, no diré más que sufrí una traición de quien creí alguien muy querido y ahora me encuentro sola —contestó mirando al dragón que poseía una mirada color jade muy brillante—. Quiero mi libertad más que nada. Por eso escapé de mi hogar y no pienso volver.
—Ya veo. Es duro tener que estar solo por culpa de alguien más —atinó a decir. En realidad, Natsu pensaba muchas situaciones por las que podría estar pasando la rubia a su lado en esos momentos. Más sin argumento, no tenía una idea clara—. Puedes quedarte aquí hasta que la tormenta pare y seguir tu camino. No me molesta —y sonrió al final.
—Gracias, Natsu —exclamó mostrando la misma sonrisa que él.
En ese instante, un chispazo golpeó al dragón en todo su cuerpo y se contuvo mentalmente para no saltar de satisfacción ante sus sospechas que eran acertadas. Lo suyo con Lucy era amor a primera vista, la cuestión era, ¿sería lo mismo para ella?
—Entonces... —la repentina voz de la chica lo sacó de sus pensamientos y le hizo volver su vista a ella—. ¿Siempre has vivido aquí?
—En realidad, no —Natsu negó con la cabeza—. Sólo me moví aquí ... hace medio año, creo. Mi padre me lo pidió.
—¿Tu padre?
—Sí, él es el Rey Dragón de Fuego y soberano de este bosque. Soy el heredero y me dijo que parte de mi deber como rey era servir a todos los seres del bosque y por eso me mandó a esta área para cuidarla —explicó con simpleza ante la cara incrédula de Lucy—. Cuando te encontré estaba viendo que los nidos de las aves estuvieran asegurados para la tormenta. Siempre se suelen volar de las ramas y es complicado para las aves reconstruirlos.
—Es impresionante, ¡jamás hubiera pensado que fueras un príncipe! —comentó exaltada ante tales revelaciones. El dragón que la estaba resguardando resultaba ser hijo de un rey que sonaba tan amable como él—. Con lo he que visto que haces y lo que me cuentas te aseguro que serás un gran rey.
—Gracias por el halago, Luce —contestó con las mejillas teñidas de rojo. Su flechazo aparte de bonita era extrovertida y sumamente alegre. Era perfecta.
Mientras Natsu estaba embobado con los aspectos de Lucy. Está, vagamente, se preguntó cómo una criatura como él se mostraba tan simpática con los humanos. Podía entender que como futuro rey atendiera a los del bosque de esa forma, ¿pero los que no eran del bosque como ella? Era un detalle que no podía evitar preguntar.
—Disculpa mi pregunta Natsu, pero..., —el aludido la miró confundido—. Eres muy amable para ser un dragón y lo entiendo por las criaturas de este bosque de que tú seas así, no obstante, con los humanos... —Lucy le dijo, poniendo un dedo a la barbilla. Al ver la expresión en la cara de Natsu, quiso remediar sus palabras al instante—. ¡Ah, lo siento! —gritó de inmediato. El dragón continuaba con la misma expresión facial—. Yo solo siempre imaginaba a los dragones como ser malos. Bueno, es lo que ponen los libros y eso...
—No somos del todo malos, ya sabes ... —una mirada sombría superó las facciones de Natsu. Lucy sintió la culpa al tiempo que abría la boca para disculparse. Sin embargo, antes de que pudiera, fue interrumpida—. No los puedo culpar, sin embargo. Nuestros antepasados hicieron cosas crueles que les sirvió a los humanos como material en las leyendas y libros —el semblante sombrío anterior pasó a ser una sonrisa cuando tomó la mano de la rubia—. ¡Estoy feliz de saber que te gusta nuestra raza!
Lucy esperaba que el sonrojo en sus mejillas no tuviera nada que ver con la expresión en la cara del dragón. Ella sacudió la cabeza, desviando su mirada. Un bostezo se le escapó entonces.
—Estas cansada —dijo Natsu a sabiendas. Una sonrisa en su rostro—. Debió de ser un día largo si te traicionaron.
—¡Cállate! —ella rompió en queja, cruzando sus brazos—. Tú no sabes lo que pasó.
—No lo sé por qué no lo dices —gruñó, acabado. Entendía que, como criatura propensa a la desconfianza con extraños, no le dijera nada, pero sabía que Lucy se sostenía de no romper en llanto por nada—. Sin embargo, sé que necesitas esto.
La rubia iba a chillar cuando fue tomada por los brazos. Forcejeó cuando el dragón bajo sus manos por su cintura y se calmó cuando se dio cuenta de que solo pretendía abrazarla.
—No importa lo que te haya pasado ni te pediré explicaciones —decía mientras escondía su rostro en el cuello de Lucy—. Solo sé que necesitas un abrazo de consuelo. Pasaste algo malo y el cariño es lo que falta, ¿no?
—Natsu..., —los dragones no eran peligrosos o daban miedo sorprendente. ¡Eran exasperantes y extraños! Pero, daban en el blanco para situaciones del corazón—, ...gracias.
—De nada —sonrió Natsu separándose de la humana y revolviendo sus cabellos ante un nuevo bostezo de su parte—. ¿Ya quieres dormir?
—Sí, bueno, ¿hay un lugar para mí? —inquirió, tallándose los ojos. El calor que Natsu le había desprendido en el abrazo terminó por adormecer su cuerpo.
—Sí —Natsu le sonrió, instalándose en una roca.
—¿Dónde entonces? —preguntó Lucy, y rápidamente se dio cuenta de que el dragón echado a un lado de ella. En el frío suelo de la cueva para ser exactos—. Natsu... —dijo con ternura ante su acto de bondad—. No tienes que darme tu lugar a mí. No me importa que encontrar otra cueva o algo por el estilo.
—No, me gusta que estés ahí. El pasto seco es amarillo como tu pelo —argumentó en un intento de dar un cumplido. Fue extraño, pero, había logrado que Lucy riera.
—De acuerdo, como digas —y acomodó en el nido del dragón cubriéndose con algunas de las pieles de animal—. Es bastante cómodo en verdad.
—Los dragones aprenden desde pequeños a hacer nidos para vivir en cualquier sitio de manera fácil —señaló Natsu observando a la rubia—. Cuando viajes quizás descubras más de mi raza —lo último lo dijo un poco menos tranquilo, triste.
A pesar de que estaba allí por sólo un segundo, Lucy sabía que había visto la caída de la expresión de Natsu. Esto causó una punzada de culpabilidad en su corazón.
—Voy a venir de visita. Eso es muy seguro —y agregó algo más—. Quiero ver cómo te conviertes en rey.
Él pareció animarse al punto de que, dirigiéndose a ella con sonrisa, exclamó.
—¡Genial!
Lucy sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa, estableciéndose en el nido. Estuvo a punto de dejar escapar un ruido de sorpresa de sus labios al ver las luces apagarse. Fue el ruido de la risa de Natsu que le hizo darse cuenta de que era casual de aquello. Comenzó a volverse rojo de nuevo, tomando la forma con la cual lo había conocido.
—Dormir es más cómodo así y no pasaré tanto frío.
—Ya veo.
El hecho de volverlo a ver en su forma, aparentemente, más salvaje y aterradora le hizo caer en cuenta que ella estaba por dormir en el territorio de un dragón de verdad y que no tenía miedo. Natsu era un ser tan encantador que le había hecho olvidarse del peligro de su situación. A ella le gustó. Siempre le habían indicado que tenía un buen sentido del tacto cuando se trataba de vibraciones de otros. Ella normalmente podía detectar las intenciones viles. Sólo sentía positividad en Natsu.
—¡Hey, Natsu! —susurró de repente, espero unos instantes hasta que un ruido provenía del dragón.
—¿Sí?
La rubia sintió sus mejillas arder cuando el dragón le proporcionó una mirada muy intensa cuando. Era un visual jade imponente y que transmitía tanta energía renovante al cuerpo que debía agradecerle.
—Buenas noches y gracias.
Natsu, ni lento ni perezoso, acercó a la humana a su lado, sujetándola con la cola. No dejaría que tan bella pieza que había llegado a sus territorios dormitara en el frío de su lecho sin una fuente de calor constante. Lo mejor era dormir juntos en su nido.
—No hay problema —expresó. Ella podía escuchar la sonrisa en su voz apoyada al otro lado de donde el dragón descansaba su cabeza—. Estabas en soledad como yo, ¿verdad? Ahora ya no será así porque somos compañeros.
Al rato, podía sentir que el dragón se había dormido profundamente. La fuente de calor respirando poco a poco a su lado lo marcaba.
Sus palabras resonaban en su mente.
«Estabas en soledad como yo, ¿verdad? Ahora ya no será así porque somos compañeros»
Fue en ese instante en que dispuso más atención al pensamiento que la recorría, tenía sentido que Natsu estuviera solo. Él había estado vivido en este lugar por medio año, por sí mismo todo el tiempo, y era probable que antes de esto, también. Lucy podía identificarse.
Su madre siempre había sido su fuente de aventuras y entretenimiento desde que tenía memoria. Sin embargo, al cumplir dieciocho años ella había puesto una barrera entre ambas que Lucy nunca hubiera visto venir. Layla comenzó a tratarla de manera formal y como si no hubiera lazos familiares de por medio. Incluso su padre, con lo reservado y poco cariñoso que era, parecía no entender la situación. Terminó siendo, aunque escasamente, un apoyo para la blonda en esos momentos de confusión.
El tiempo había pasado y, tres años después de haber iniciado su calvario, Lucy pasaba casualmente por el pasillo cuando escuchó voces provenir del estudio de su padre.
—No hablas en serio, ¿verdad?
Esa era la voz de su padre. Curiosa, Lucy se acercó.
—Estuve dieciocho años preparando a la mujer modelo que pretendías, querido —su madre sonaba molesta. Algo inusual en ella—. ¿Ahora te arrepientes del matrimonio arreglado de nuestra hija?
—Quizás me arrepiento del todo —respondió él. Layla se río—. ¿Qué te causa gracia?
—Observar tu debilidad ahora que descubriste que tu hija existe, Jude —señalo. El tono de la mujer se volvió serio—. Te convertiste en aquello que deseabas destruir —Layla se giró con intenciones de salir—. Lucy se casará con ese chico y yo iré por mi verdadera hija. Este descuido tuyo con una sirvienta ya no es mi problema.
Su madre, la que no profesaba que fuera capaz de hacerle eso, la había vendido. Su padre, un hombre del cual esperaba que la veía como su hija, sino como un trofeo y la herramienta, era su auténtico defensor. Días después le fue comunicado de su matrimonio y en menos de un mes, ella estaría obligada a un hombre mayor.
—Es tu deber, Lucy querida. Otro destino como los que imaginaste en la niñez no podrás tener —le habría dicho Layla como frutilla del postre a su dolor.
El pensamiento una vez más trajo lágrimas a los ojos de Lucy, pero ella se lo tragó.
Fue entonces, a partir del vacío de lo inesperado, que la invadió una idea. Al principio, lo estaba viendo como demasiado descabellado, sin embargo, tras una inspección más, lo empezó a considerar seriamente y antes de que se diera cuenta, estaba decidida y no podía detenerse.
Poco a poco, su mirada se condujo al dragón que dormía a su lado y una sonrisa adorno su cara. Se acercó y decidió darle en un beso en su escamosa mejilla. Lucy quizás no le diría lo ocurrido a su tierra, pero, si realmente procedía con su brillante plan, seguramente le diría en algún momento.
—¡¿Qué?! —los ojos de Natsu estaban muy abiertos por la sorpresa, con la boca abierta, no podía creer lo que oía—. ¿Lo dices en serio?, ¿te quedaras?
—Es completamente cierto, dragón —Lucy sonrió, destellando brillos de sus ojos color chocolate—. Me quedaré contigo y viviré esas aventuras que tan dices tener.
—¿No vas a volver nunca más? —preguntó. Aunque estaba sorprendido, era evidente para Lucy que Natsu estaba exaltado con la idea de su estancia permanente. Su cola que se movía de un lado otro lo delataba—. ¿De veras?
—¡No! —Lucy le indicó, compartiendo su pasión. El dragón cambio a su forma humana cuando vio que la rubia se le arrojaba—. ¡Me voy a quedar contigo, Natsu! —y lágrimas de alegría cubrieron su rostro—. Me has dado mucho en tan poco tiempo y quiero agradecerte estando a tu lado, ¿qué te parece?
—¡Genial! —dijo. Antes de que Lucy pudiera procesar lo que estaba pasando, se encontró en el suelo con un dragón muy entusiasmado encima—. ¡Serás mía de por vida!
—¿Qué?, ¿cómo que tuya...? —indago. Esa imprevista exaltación de Natsu la comenzó a inquietar—. ¡Levántate, pesas mucho!
—¡Luce se queda, Luce se queda! —exclama entusiasmado mientras se ocultaba dentro del cuello de la rubia.
La susodicha, todavía alterada, aunque conmovida acarició los cabellos rosados del joven hasta que un accionar lo alertó.
—Espera, ¿acabas de lamerme?
—Es el comienzo del cortejo de un dragón hacia su hembra.
—No espera, ¡aléjate de mí!