Aclaraciones: Los personajes de Naruto no son mios al igual que tampoco es mía la leyenda de el hilo rojo.

Capítulo I.-Metidon de pata.


"Un hilo rojo, invisible, conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, a pesar del tiempo, del lugar, a pesar de las circunstancias. El hilo puede tensarse o enredarse, pero nunca podrá romperse."

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Desde hace mucho, mucho tiempo, todas las noches el abuelo de la Luna quien se llamaba Tsukuyomi, bajaba desde los altos e imponentes cielos hasta la tierra para conocer a cada uno de los recién nacidos.

Una vez conociendo a los bebés, sin excepción alguna, ataba en su meñique un largo e invisible hilo rojo, el cual llevaba hasta el otro extremo a una persona la cual estaría destinada ha estar con ella. Llevaba a su alma gemela.

Esta alma gemela podía ser elegida al paso de los años o podía ser elegida en ese mismo rato. Podía ser que la persona correcta para ese bebé ya había nacido o aún no. Por lo tanto, el abuelo de la Luna esperaba pacientemente a la alma gemela de cada bebe que aún no tenía una.

Tsukuyomi era muy responsable con su trabajo, le encantaba lo que hacia. Pero, al pasar de los años se había vuelto flojo e irresponsable. Aún que siempre hacia su trabajo bien, eso no significaba que no lo hiciera de mala manera.

Y bueno, que se puede esperar de un viejo de 4.546 millones de años.

Por eso, esa noche Tsukoyomi pasaba a conocer a los recién nacidos de ese día, se le olvidó un pequeño detalle. Mientras ponía los hilos correspondientes en el meñique de una pequeña y tierna bebe, se le olvidó el hilo más importante de todos. El hilo del alma gemela. Y todo por andar distrayéndose con los singulares ojos de la niña.

Los años fueron pasando y el aún no se daba cuenta de que la pequeña niña no tenía el hilo rojo del alma gemela hasta que algo paso una mañana en su templo.

Los ronquidos se oían por todo el amplio y majestuoso templo.

Retumbaban en los oídos de todos los trabajadores del lugar, quienes sólo ignoraban aquel sonido puesto a que ya era muy común oírlo.

Por los pasillos caminaba un enfurecido hombre de cabellera negra y ojos de igual color, hacia una de las más grandes y bellas puertas echas de un metal bronce. Abrió con fiereza la gran puerta para encontrarse con Tsukoyomi durmiendo una placentera siesta en su trono.

Su boca de hallaba abierta, mientras de esta escurría un delgado hilo de saliva. Mantenía su codo recargado en el apoya brazos, su puño estaba sosteniendo su mejilla y sus ojos que eran de color gris, estaban completamente cerrados.

Los ronquidos eran tan fuertes que hacían que el lugar retumbara un poco y que este le provocará a Izanagi un fuerte dolor de cabeza.

Izanagi, furioso al ver la pereza de el dios de la luna, camino hasta el y alzo el puño para darle un fuerte golpe en la cabeza que hizo que Tsukoyomi despertará adolorido y asustado, cayendo del trono hacia el frío suelo.

–¡Hay, hay! –exclamó agitando las piernas de un lado a otro mientras se sostenía la cabeza. –¡Izanagi! –grito colérico levantándose de sopetón para mirarlo con furia. –Tu… ¿te atreviste a golpear al imponente dios de la luna?

Izanagi lo miro sin expresión en el rostro. –No. –contestó simplemente.

–Ah –Tsukoyomi se rasco la nuca mirando de un lado a otro. –¿De casualidad tu no viste a quien lo hizo? –pregunto dudoso, ignorando que Izanagi se golpeó la frente con la palma de su mano.

–Eres un caso perdido Tsukoyomi. – dijo Izanagi mirando al viejo que en realidad de viejo no se le veía nada. A pesar de tener millones de años, Tsukoyomi al igual que el, mantenía su aspecto juvenil de veinte años.

–¿Perdido? ¡Pero si me tienes enfrente! –exclamó mirándolo como si fuese un idiota, ignorando que quien se comportaba como idiota era el. –Además, si buscas un caso perdido, dile a la cocinera que te ayude a buscarlo. De seguro a ella también le interesa recuperar ese caso.

Izanagi apretó la mandíbula, queriendo agarrar a golpes a su jefecito. –Tenemos un grave problema. – dijo ignorando por el momento sus instintos asesinos.

Tsukuyomi cambio sus mirada inocente a una sería y preocupada. Así como podía ser un idiota en ciertos aspectos, también era muy serio cuanto se le requería.

–¿Qué pasa?

–Hace diecisiete años bajaste a la tierra como siempre en la noche para conocer a los bebés recién nacidos. Esa noche conociste a la sucesora de tu trono y tu no te diste cuenta, y peor aún, cometiste un error al amarrarle los hijos rojos.

Tsukuyomi parpadeo incrédulo. –¿Qué?

–Se te olvidó amarrar en su meñique el hilo del alma gemela. – dijo sobando el puente su nariz mientras Tsukoyomi soltaba una exclamación de sorpresa.

–Oh no… –susurro nervioso mientras llevaba sus uñas hacia sus dientes. –Debe de haber una solución… ¿cierto Izanagicito? –pregunto esperanzado mientras sonreía nervioso.

–No quedará de otra más que tu, personalmente, vayas a conocerla y le ayudes a encontrar a su alma gemela.

–Pe-pero… ¿no puedo sólo atar el hilo en su meñique y dejar que el haga su trabajo encontrando su alma gemela?

–No. Tienes que ayudarla Tsukoyomi. Tiene que encontrar a su alma gemela por si misma.

Tsukuyomi trago saliva con pesadez, pensando en el gran aprieto en el que se había metido.

–¿Po-por que no lo haces tu?

Izanagi soltó una pequeña carcajada. –Ella es tu descendiente Tsukoyomi, no se cuántos tátaras y ttátarastengo que decir para decirte que abuelo eres de ella.

–¿Es mi nieta?

Izanagi asintió.

Tsukuyomi suspiro largamente. –Bien, tenemos trabajo que hacer entonces. ¿Cuál es el plan?


Más abajo, mejor dicho en la tierra, en la ciudad de Tokio vivía una chica de ojos perla y cabellera azulina. Dicha chica, se hallaba sentada en el marco de una ventana. Contemplando maravillada la brillante y grande Luna.

Para ella la luna era lo más hermoso que el cielo le podía regalar a la vista. Era brillante, grande, y hermosa.

Sonrió un poco al ver que esa noche la Luna brillaba más que otras noches.

Suspiro un poco al sentir que ese espectáculo seria mas bello si tuviese a alguien con quien compartirlo.

Sus ojos emocionados captaron una hermosa estrella fugaz salir de un lado de la Luna y se apuró a pedir un deseo antes de que esta desapareciera por completo.

–Deseo… –susurro quedando pensativa por unos segundos. –Deseo tener a alguien especial. –pidió a la estrella con aire de melancolía antes de negar con la cabeza y abrir los ojos. Se paró sobre sus pies y cerró la ventana para después caminar un poco para dejarse caer en su gran cama.

Lo que ella no se imaginaba es que esa estrella si le ayudaría a conseguir a esa "persona especial".


Continuará

Bien esto se me ocurrió hace tiempo, ya tenía medio escrito esto y pues antier lo termine así que aquí tienen. Esta historia constará de no más de diez capítulos. Será corto y precisó, con toques de humor y romance. Creo que será muy entretenida ^.^ espero que les haya gustado este comienzo, haré lo más largos posible cada capítulo pero no prometo nada ya que tienen que recordar que esto será cortito.

¡Los quiero y espero poder ver sus comentarios pronto!

Disculpen cualquier error ortográfico.