Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Rumiko Takahashi. Por el contrario, la trama es completamente mía.


Paso a paso.

Inuyasha Taisho es un hombre trabajador, de temperamento volátil, impaciente e impulsivo, y… es padre soltero.

Él había creído ser un buen padre, pero un encuentro inusual con la maestra de su hijo le hizo analizar su comportamiento.

Ahora estaba decidido a convertirse en un mejor padre para su hijo, y paso a paso aprendería a hacerlo.

Capítulo 1.

Aquel día mataría a alguien, de eso estaba seguro. Y tenía muy claro quién era su objetivo: la maestra de su hijo.

La noche anterior al llegar a casa se llevó la sorpresa de no encontrar a su hijo. Royakan, el mayordomo que se ocupaba de su casa y de su hijo, le informó que aquella tarde Koishi no había regresado a casa. Su vecina Sango, quien se encargaba de traer al pequeño a casa pues su hijo menor asistía al mismo maternal, le informó que la maestra se negó a dejar que ella se llevase al niño, no dejaría que nadie más que no fuese su padre lo buscase, eso le había dicho.

Aquello era inaceptable. Desde que su hijo comenzó el maternal se había mantenido aquel acuerdo, él había firmado los documentos pertinentes en donde se dejaba entendido que Sango era la responsable de Koishi en lo que se relacionaba dejarlo y buscarlo del maternal. Que ahora viniera aquella mujer e intentase cambiar lo que se había acordado estaba lejos de ser tolerable.

Debido a que cuando llegó a su casa era demasiado tarde y no tenía ni idea de donde podría vivir esa mujer, tuvo que esperar a la mañana para poder dirigirse a la escuela y hablar con ella. Eran ya las 8:00am cuando estacionó en el centro escolar.

Sólo había unos pocos autos, vio como algunas madres dejaban a sus hijos con las cuidadoras y luego se marchaban. Caminó hasta la entrada del edificio y preguntó a una joven castaña que portaba uniforme con la identificación del plantel.

—¿Dónde está Kagome Higurashi? —preguntó en tono tosco y violento. Aquel era el nombre que le había dado Sango.

—Ella ya está en su aula —respondió la muchacha con una sonrisa.

—¿Puede indicarme dónde está? —estaba intentando controlar su ira.

La joven le indicó el camino y el número de aula correspondiente. Se dirigió allí con rapidez.

Vio a una muchacha pelinegra que recibía a los niños en el aula que le había indicado la castaña.

—¿Señorita Higurashi? —llamó en tono brusco. La muchacha se volvió hacia él.

—¿Quién lo pregunta?

—¿Quién se cree que es para negarse a entregar a mi hijo y llevárselo con usted? No tiene ningún derecho sobre Koishi.

—Oh, ¿Es usted el padre de Koishi? ¿El señor Taisho?

—Claro que lo soy, ¿Quién más podría ser si no?

—Bueno, debido a que no lo había visto en el año y medio que he trabajado con su hijo, ya comenzaba a dudar de su existencia.

Aquella mujer era una insolente. Atrevida e insolente.

Ella se dirigió a otros padres que llegaban y le dejaban a sus hijos.

—Mi presencia no era realmente necesaria ante usted.

Ella le dirigió una mirada airada y llamó a una de sus compañeras.

—Ami, ¿te podrías ocupar de mi aula unos minutos?

—Claro, no hay problema.

La pelinegra se dirigió nuevamente a él y le pidió que la siguiese, lo llevó a lo que parecía ser el salón de reuniones. Luego de cerrar la puerta le habló.

—En eso se equivoca señor Taisho, y lo sabría de haber asistido al menos a una de las reuniones para padres que se han ofrecido. Justamente el día de ayer estaba pautada una, y usted como cosa extraña no se apareció —ella comenzó a utilizar el sarcasmo.

—Mi hijo ha mantenido un buen rendimiento, y es lo que importa, sus trivialidades no me interesan.

—Pues quizás deberían interesarle. Porque de estar al tanto de esas trivialidades como usted dice, sabría que Koishi tiene problemas para comunicarse, y presenta cierto retraso en su desarrollo, no reacciona de la manera en que un niño de su edad debería reaccionar ante ciertos estímulos. Ciertamente, señor Taisho, su hijo necesita ayuda.

Inuyasha no supo que responder al momento. Su orgullo resultaba herido ante las palabras de esa desconocida. ¿Cómo se atrevía aquella mujer a decirle que su hijo tenía problemas?

—¿Quién se cree que es para hablarme de esa manera?

—Soy la persona que comparte con su hijo más de lo que usted lo hace. Y me preocupa que un niño tan especial como él no reciba la atención que se merece.

—Koishi tiene atención…

—Tiene razón, al menos cuando está aquí la recibe. Pero dígame, señor Taisho, ¿Cuándo fue la última vez que se sentó a jugar con él? ¿Qué tomaron alguna comida juntos?

—No tengo tiempo para…

—Oh, Dios lo perdone si pierde treinta minutos de su tiempo para compartir con su hijo.

—Mi trabajo es muy importante.

—¿Tan importante como para abandonar a su hijo?

—Yo no lo he abandonado —gruñó furioso—. Fue su madre quien lo abandono, yo me he ocupado de darle todo lo que necesita, lo he cuidado.

—Eso es algo que debe cuestionarse, ¿habla de las necesidades que usted cree que debe llenar, o las que Koishi realmente necesita?

—¿Qué quiere decir? —preguntó ahora turbado.

—Es claro que Koishi tiene todos los lujos, juguetes, y mantiene una buena alimentación; pero no tiene lo que más necesita un niño de su edad, que es el amor de sus padres. Ya me ha dicho que su madre le abandono, y aunque no conozco los motivos, lo que sé es que no le veo diferencia al abandono de ella y el rechazo que usted le da.

Aquellas palabras realmente le afectaron, él no rechazaba a su hijo. Siempre le había ofrecido los mejores cuidados, lo inscribió en el mejor maternal; el niño asistía a clases de natación tres veces de semana, porque eso le habían recomendado; tenía la mejor alimentación y no le faltaba ningún juguete.

—Yo no rechazo a mi hijo —dijo algo dubitativo.

—Dígame algo señor Taisho, ¿sabe usted que su hijo tiene pesadillas?

—Todos los niños de su edad las tienen, ¿no?

—Sí, pero suelen hablar de ellas y usualmente tratan sobre monstruos, pero Koishi no quiere hablar de sus pesadillas. Es un niño muy cerrado, y se siente incómodo ante cualquier muestra de afecto.

—Es tímido, eso es todo.

—No —ella habló con firmeza—, su hijo no es tímido, su hijo esta reprimido emocionalmente, y eso señor Taisho se debe a una falla en el hogar. Si un niño no recibe el amor de sus padres, en este caso usted, la persona más cercana a él, el niño tendrá problemas para desarrollarse con el resto de la sociedad.

—¡Yo amo a mi hijo! —exclamó alterado— Es lo más importante para mí.

—Entonces debería demostrárselo. Juegue con él, acompáñelo a sus clases de natación, comparta la cena, léale un cuento antes de dormir, hable con él —ella le hablaba de tal manera que podía sentir que ella estaba realmente preocupada por su hijo.

No pudo decir nada, todo lo que ella había mencionado eran cosas que él no hacía. Pero aun así se negaba a aceptar que ella tuviese razón.

—¿Hablar con él? Es sólo un niño.

—¿Lo ha intentado al menos? Se sorprendería de la forma en que puede comunicarse, es un niño brillante, sólo necesita el cariño de su padre.

Inuyasha estaba realmente contrariado por la forma en que le hablaba aquella mujer, definitivamente era una insolente. En ese momento recordó cual había sido el detonante del problema, lo que lo había llevado hasta allí.

—Aún no me ha dicho la razón por la cual decidió llevarse a Koishi con usted —reprochó molesto.

—Creo que ha sido bastante obvio. Al parecer esa era la única forma en que yo pudiese conocerlo a usted.

—Y ganarse una demanda —amenazó—. Bien puedo levantar una demanda contra usted y el plantel por haber secuestrado a mi hijo.

—En eso se equivoca. Si usted hubiese tenido la delicadeza de contentar las llamadas, esto no habría sucedido. Y en tal caso, la corte estaría a mi favor, ya que sólo actuaba de la mejor manera para el beneficio de Koishi.

—Podría perder su licencia.

—Inténtelo —retó con soberbia—. Ahora si me disculpa, tengo un grupo de niños que me necesitan. Ha sido un placer conocerlo finalmente, señor Taisho —ella le dedicó una sonrisa antes de salir del salón.

No duró mucho tiempo más en el plantel, ya se había retrasado lo suficiente en el trabajo.

Mientras se dirigía a la empresa no podía evitar pensar en cómo había terminado todo. Él había ido a reclamar la conducta de la persona y había terminado siendo acusado de ser un padre nefasto. Aquello había golpeado su orgullo.

En su momento había aceptado que no logró ser un buen esposo, pero había querido creer que era un buen padre para su hijo. Ahora después de todo lo que le había dicho la señorita Higurashi comenzaba a sentirse perturbado ante la idea de no ser lo que su hijo necesitaba.


Aquel día por primera vez en mucho tiempo Inuyasha regresó temprano a casa, podría decir que se debía a que se había visto afectado por las palabras que le había dicho cierta mujer pelinegra aquella mañana, pero se empeñaba en asegurar que era para cerciorarse que su hijo hubiese llegado a casa como según correspondía.

Aquello fácilmente podría arreglarse con una llamada telefónica, pero optó por dirigirse a su casa directamente.

Llegó a casa antes de que hubiese anochecido. Al entrar en la estancia fue recibido por un muy sorprendido Royakan.

—¿Qué ha pasado jovencito? ¿Acaso se ha incendiado la empresa y por eso has regresado antes? —el anciano hablaba sin mucha consideración, lo conocía desde que él era un niño, de modo que no esperaba un trato servicial.

—Sólo quise volver temprano, eso es todo. —Se quitó la chaqueta, dejándola en el respaldo de una silla cercana, y se aflojó un poco la corbata— ¿Esta Koishi en su habitación? —preguntó al no verlo en la planta baja.

—No —respondió Royakan tranquilo al momento que se ocupaba de unas cosas en la cocina.

—¿Dónde está?

—Es viernes, ¿recuerdas? Koishi tiene prácticas de natación —vio el reloj en la pared—, ya deberían estar por llegar.

—¿Deberían? —había olvidado por completo en que día vivía, para él casi todos los días se habían vuelto iguales.

—Sí, Sango es quien lo lleva a sus prácticas ya que también sus hijos asisten al club —explicó Royakan como si aquello fuese noticia antigua, y la verdad es que así era.

—Creí que tú lo llevabas —dijo contrariado.

—Lo hice las primeras veces, pero ese lugar es muy frio para un anciano como yo, así que Sango se ofreció a llevarlo y traerlo.

A Inuyasha le sorprendió enterarse de aquello, ¿desde cuando pasaba? ¿Desde cuándo la vida de su hijo había resultado un misterio para él que ni siquiera podía saber con quién estaba? ¿Era lo que podría considerarse un mal padre?

Con sus cavilaciones se dirigió hasta su estudio. Encendió el ordenador e intentó ocuparse de algunos asuntos de la compañía, no es como si tuviese trabajo pendiente, casi siempre realizaba trabajo adelantándose a los posibles hechos.

¿Tan importante como para abandonar a su hijo?

Aquella pregunta se había repetido una y otra vez en su cabeza, y comenzaba a cuestionarse. ¿Realmente era su trabajo tan demandante? Si, lo era, era socio principal en una de las pocas empresas que trabajan con acero. Pero, ¿tanto como para abandonar a su hijo?

Nunca había pensado de aquella forma, en ningún momento sintió que abandonaba a su hijo. Abandono fue lo que sufrió el pequeño antes incluso de cumplir un año de edad.

Esa noche llegó a casa, tarde como siempre, se extrañó al percatar que no había ninguna luz encendida. En aquel entonces Royakan todavía no trabajaba para él, y sólo era su esposa Kikyou, su hijo y él. Al entrar en la casa lo primero que escuchó fue el llanto de su hijo. Llamó a su esposa y no obtuvo respuesta, se dirigió a la habitación de su hijo, y al entrar se encontró con el pequeño en medio de la cuna llorando desesperadamente.

El infante necesitaba con urgencia un cambio de pañal y posiblemente también alimentarse. Se ocupó de ambas cosas tratando de mitigar el desesperado llanto. Estaba realmente molesto ¿Cómo se había atrevido Kikyou a abandonar a su hijo de aquella manera?

Aquella noche no durmió y se quedó en el sofá acunando a su hijo.

Era ya media madrugada cuando su esposa regresó a casa. La discusión fue extensa y dura. Ambos tenían muchas cosas que decir.

Él la acuso de abandonar a su hijo como si fuese un objeto; ella se defendió. No había abandonado a su hijo, ella había dejado a alguien para que cuidase al niño, llamó a una niñera, no era una total irresponsable.

Inuyasha la culpó de ser una mala madre por no ocuparse de su hijo, y fue cuando Kikyou explotó y le dijo todo lo que se había guardado tanto tiempo.

—Lo único que he hecho en los últimos meses es cuidar de Koishi —exclamó con voz estrangulada por el llanto—, mientras tú sólo te ocupas del trabajo. Apenas y nos has visto. Si hasta te mudaste de habitación para que tu sueño no fuese perturbado por mi o tu hijo. No te importamos en lo absoluto. Esto no era lo que esperaba cuando nos casamos. ¡Yo te amaba!

—¿Es eso entonces? ¿Dejaste de amarme y te buscabas a alguien más?

—¡No es así! Salí con unas amigas, necesitaba descansar, despejarme.

—Bien, porque de ahora en adelante tendrás mucho tiempo para eso. Te quiero fuera de esta casa. Solicitare el divorcio y pediré la custodia absoluta de Koishi —informó con voz glacial.

Los trámites legales resultaron tortuosos y largos, Kikyou firmó el divorcio pero se negaba a ceder la custodia absoluta. En pleno proceso ella desarrollo una crisis, y requirió ser tratada por un especialista, fue en ese momento que Inuyasha sacó ventaja de la situación y sus abogados alegaron que Kikyou no estaba en capacidad de poder cuidarse a sí misma y mucho menos de un niño pequeño, ella presentaba una inestabilidad emocional que se suscitaba desde hacía mucho tiempo y no había sido tratada, por lo cual podría resultar un peligro para ella y para el niño.

Poco más de dos años habían pasado desde entonces, y él había obtenido la custodia absoluta de Koishi; tenía casi el mismo tiempo sin saber nada de Kikyou, lo último que había sabido de ella era que había sido ingresada en una institución para poder ser tratada. Él se encargó de pagar los gastos pero sin mostrar interés alguno por su progreso o mejoría, sólo supo cuando ella fue dada de alta porque dejo de recibir las facturas.

Ahora que lo pensaba en prospectiva, había actuado egoístamente, y había sido cruel con Kikyou. Ahora que era acusado por las mismas cosas que él había culpado a Kikyou era que lo veía de otra manera. Había sido injusto.

Su matrimonio no había sido el mejor, de eso no había duda. Su noviazgo había sido fugaz y todos decían que eran la pareja perfecta, él gran empresario y ella una mujer hermosa, lo que dirían algunos: una esposa trofeo. Los primeros meses de matrimonio fueron agradables, pero luego la empresa tuvo serios problemas y tuvo que comenzar a trabajar mucho más, al poco tiempo Kikyou le notificó que estaba embarazada y la presión aumentó.

Cuando nació el niño todo era un caos, su tiempo era escaso, y poco era lo que podía compartir con Kikyou o el niño. Ella había tenido mucha razón en recriminarle aquello, era cierto que él se había mudado de habitación y paso mucho tiempo sin compartir ninguna clase de intimidad con ella.

Si, definitivamente no había sido el mejor esposo, pero se había hecho creer que era un buen padre, pero había llegado el momento de replanteárselo.

El sonido de la puerta al abrirse disipo sus pensamientos, levantó la mirada y se encontró con Royakan.

―¿Vas a cenar con nosotros?

―¿Ha regresado ya Koishi? ―no había escuchado ningún alboroto.

―Sí, ya lo bañe y está esperando para tomar su cena. ¿Nos acompañas? ―preguntó nuevamente.

―Claro que lo haré ―respondió poniéndose de pie.

Siguió al anciano hasta el comedor donde su hijo ya se encontraba sentado en su silla especial. No era la silla de bebé que él recordaba, esta era una silla alta pero que no tenía base para apoyar el plato, sino que se apoyaba en la mesa. El pequeño esperaba pacientemente mientras se entretenía con un juguete.

―Koishi, deja de jugar, ya vamos a comer.

―Sí, Oji ―respondió el niño y al momento guardó el juguete en un lado de su silla.

Inuyasha se acercó a la mesa y se sentó en la silla que estaba justo al frente de su hijo. Los pequeños ojos ámbar del pequeño expresaron gran sorpresa y notó como el nerviosismo se hacía presente en él, comenzó a lanzar miradas a la cocina, buscando a Royakan, seguramente.

―Hola, Koishi ―saludó y con eso obtuvo la atención del niño. Koishi parecía dudoso.

―Hola ―murmuró muy bajo. Lo vio abrir la boca varias veces como si intentara decir algo más pero nada salió de sus labios.

En ese momento llegó Royakan con la comida, sirvió lo suficiente en cada plato y se sentó a un lado de Koishi.

Ya su hijo no comía papillas, comía lo mismo que él tenía en el plato pero en una menor cantidad. Lo observó mientras comía, manejaba muy bien el cubierto, y se ocupaba de no causar mayor destrozo.

―¿Cómo te ha ido hoy en las prácticas? ―preguntó Royakan al niño.

―Bien, pero nadie quiso creerme cuando les dije que tenía novia. ―Inuyasha se atragantó al escucharlo.

―¿Tienes novia? ―la pregunta salió de sus labios a causa de la impresión, era absurdo que su hijo tuviese novia, sólo tenía tres años, y no podía estar equivocado en eso.

Koishi vio a su padre y luego a Royakan, como esperando que él le indicase que podía hablar. No estaba acostumbrado a hablar en presencia de su padre. El mayordomo asintió.

―Sí ―afirmó el niño en voz suave.

Inuyasha miró a Royakan en busca de respuestas y el anciano sólo sonrió.

—¿Por qué no le dices a tu padre quien es la señorita? —sugirió el mayordomo.

―¿Quieres saber quién es? ―le preguntó el niño con cautela, viéndolo con aquellos ojos ámbar llenos de expectación.

―Sí.

―Es la señorita Kagome. Es hermosa, ¿verdad Oji? ―el anciano asintió― Su cabello es suave, y tiene un olor muy dulce, y es muy amable ―el pequeño soltó un suspiro―. Y ahora es mi novia.

Inuyasha no supo que decir, su hijo se había "enamorado" de su maestra. Lo que no concebía es que ella permitiese esa clase de juegos.

―¿Estás seguro de que es tu novia?

―Tu tampoco me crees ―el niño arrugó el entrecejo y agachó la cabeza.

―No es eso. Sólo quiero asegurarme que todo sea como debe ser ―se apresuró a decir. La muchacha tenía razón en algo, su hijo podía mantener una conversación de forma correcta.

―Bueno ―Koishi levantó la cabeza y pensó un poco―, yo no me le confesé —dijo finalmente haciendo un pequeño mohín—. No tenía el suficiente valor, pero ella sí.

―¿Ella? ¿Te dijo algo?

―Me llevo a dormir a su casa, y eso es lo que hacen los novios, duermen juntos ―afirmó el pequeño mientras asentía con la cabeza.

Inuyasha comenzó a entender, el pequeño asimiló que al ella llevárselo a su casa implicaba algún tipo de relación sentimental. La inocencia de los niños, pensó. La situación en lugar de molestarlo le causó gracia y por primera vez en mucho tiempo demostró una sonrisa sincera.

―Muy bien entonces. Supongo que tendré que conversar seriamente con esa chica, debo conocer a la novia de mi hijo ―le guiño un ojo al niño y este no supo cómo reaccionar, después de todo su padre nunca había actuado de aquella manera.

Royakan siguió comiendo en silencio, y contuvo una sonrisa. Presentía que finalmente algo bueno pasaría en aquel hogar.


El sábado Inuyasha en lugar de pasar todo el día en su despacho como solía hacer, se ocupó de observar el comportamiento de su hijo. Durante la mañana el niño sólo se sentó en el sofá y se mantuvo viendo dibujos animados muy tranquilo, cualquiera diría que no estaba disfrutando.

—Koishi —le llamó y vio como el pequeño daba un respingo en el sofá.

—No he hecho ruido —se defendió el infante.

—Lo sé —la verdad era que se extrañaba por el poco o nulo alboroto.

—Deje que papá trabajara tranquilo.

Escuchar aquello hizo que algo se removiera en su interior, era como si intentase decirle que se había mantenido en silencio para no importunarlo.

Liberó un suspiro. Recordaba que hacía mucho tiempo, cosa quizás de un año o más, ya no recordaba con exactitud cuándo fue, él había estado en casa ocupado con el trabajo, realizando unas serias llamadas debido a un material que se había extraviado y había tenido que utilizar el teléfono del salón porque el de su despacho se había dañado.

Koishi estaba jugando con una moto de plástico, la arrastraba por toda la sala para trasladarse un lado a otro, y hacia sonidos como si estuviese sonando una bocina. Él había comenzado a sufrir una migraña y entre el sonido del juguete arrestándose, los gritos del niño y la llamada que realizaba no ayudaban para nada.

Lo único que hizo en aquel momento fue gritarle a Koishi que dejara de gritar y jugar, el niño se detuvo en medio de la sala y comenzó a llorar eufórico. Inuyasha le gritó aún más y finalmente le dijo al niño que se marchara a su habitación porque había actuado de muy mala manera y no quería verlo.

No podía estar seguro pero creía que desde ese día su hijo no había utilizado más aquel juguete, la verdad era que no lo veía jugar demasiado.

—Te has comportado perfectamente, Koishi —le dijo al momento que se acercaba para sentarse con él en el sofá.

El niño le ofreció una sonrisa tímida y luego devolvió su atención a los dibujos animados. Pasaron unos minutos sin decir palabra. Observó cómo su hijo movía la cabeza de un lado a otro, así como sus pies sobre el sofá, se dio cuenta que seguía la melodía de la canción que pasaba en la animación mientras abría y cerraba sus labios como si intentase cantar la letra.

¿Acaso todos los niños se comportaban de la misma manera? No, eso no era posible. Los padres siempre hablaban de lo hiperactivos que eran sus hijos, que no los dejaban descansar un minuto, porque siempre demandaban atención, y que no había una sola canción infantil que no se supiesen a causa de escucharla una y otra vez de boca de sus hijos.

Él no podía afirmar nada de eso.

Su hijo no es tímido, su hijo esta reprimido emocionalmente.

Las palabras de la maestra regresaban a su cabeza. ¿Aquello era su culpa? Que su hijo dejase de actuar como un niño común y corriente ¿era su culpa?

Koishi apagó el televisor y se bajó del sofá con cuidado.

—¿A dónde vas?

—A jugar en mi habitación —respondió con cautela.

—¿Puedo jugar contigo? —hizo la pregunta sin pensarlo demasiado, la conversación del día anterior seguía fija en su memoria: Juegue con él...

Su hijo veía hacia la cocina como esperando que apareciera Royakan para que respondiese por él o le dijese que tenía que hacer. Notó su nerviosismo y se sintió terrible por no poder lograr hacer sentir cómodo a su propio hijo.

—Papá debe trabajar —dijo finalmente e Inuyasha sintió que algo se removió dentro de él.

Recordó entonces las veces que él le había repetido aquellas mismas palabras a Koishi, cuando este era más pequeño y lo buscaba para jugar.

—Puedo jugar ahora ¿me dejas acompañarte? —no reconocía su propia voz.

El niño no sabía que decir, se encontraba sumamente inquieto. Al final optó por encogerse de hombros, hacía mucho que había dejado de insistirle a su padre para que le prestara atención, y ahora le parecía tan extraño que él lo buscase. No sabía qué hacer.

Inuyasha vio a su hijo dirigirse a su habitación y lo siguió. ¿Cuándo había sido la última vez que había entrado allí? Recordaba que antes se asomaba cada noche para verlo unos minutos, pero había dejado de hacerlo.

El cuarto infantil estaba pulcramente ordenado, casi parecía ser la habitación de un adulto, no había nada fuera de lugar. Koishi fue hasta el armario y sacó una caja de cartón, se sentó en el suelo abrió la caja y sacó su contenido, se trataba de un rompecabezas, tendría algunas treinta o cuarenta piezas de un tamaño moderado, no demasiado pequeñas como para que un niño se ahogase con ellas.

Koishi comenzó a armar el rompecabezas en silencio, muy concentrado en lo que hacía. Inuyasha decidió sentarse frente a su hijo, vio como colocaba las piezas para ir armando el rompecabezas, entonces tomó una y la colocó donde la parecía debía ir.

—No, esa no va allí —el niño quitó la pieza, se concentró en las piezas restantes hasta que tomó una—. Es esta ¿ves? Esta el borde del árbol y el cielo—dijo y luego levantó el rostro para ofrecerle una tímida sonrisa.

—Tienes razón. Supongo que mejor me enseñas como hacerlo —el niño lo vio sin entender ¿Cómo podía enseñarle él algo a su padre? Confundido como estaba, se atrevió.

—No es difícil, sólo hay que armar este dibujo —le mostró la tapa de la caja donde se mostraba la imagen de varios animales en el bosque.

El niño continuó armando el rompecabezas en silencio, y al terminarlo lo vio satisfecho mientras asentía con la cabeza.

—Listo, no es difícil.

—Tienes razón ¿Tienes algún otro que yo pueda armar?

—Oh, sí, tengo muchos —dijo y al instante se puso de pie para ir al armario y sacar otra caja.

El resto de la mañana Inuyasha se quedó en la habitación de su hijo armando rompecabezas y se preguntó si aquello era lo único que hacia el pequeño para entretenerse. Antes de poder preguntar o sugerirle cambiar de juego Royakan se asomó a la habitación para decirle al niño que la comida estaría pronto, y pudo notar la sorpresa en el rostro del anciano al verlo allí, en el suelo con un montón de piezas de rompecabezas a su alrededor.

Koishi se puso a recoger los rompecabezas guardando cada uno en la caja correspondiente. Cuando terminó comenzó a llevarlas de regreso al armario, luego de asegurarse de que no quedara nada fuera de su lugar volteó a verlo.

—¿Comerás con nosotros?

—Sí, lo hare.

—Bueno, hay que lavarse las manos porque a Oji no le gusta que se tenga las manos sucias en la mesa.

Inuyasha sonrió ante aquello, bien recordaba aquellas lecciones de Royakan de cuando lo cuidaba a él. Si él había hecho algo bueno por su hijo era dejar a Royakan a su cuidado, y no le había agradecido en lo absoluto.


Ya en la noche, después de que Koishi y Royakan se fuesen a dormir Inuyasha se quedó revisando un par de correos, y se dio cuenta que la mayoría de los problemas que se presentaban podían esperar hasta el lunes que él llegara a la empresa, y los otros habían sido resueltos sin él tener que intervenir.

Aquel día había resultado un verdadero aprendizaje. Luego de que almorzaron juntos Koishi se dedicó a tomar su siesta e Inuyasha aprovechó para hablar con Royakan, le agradeció por cuidar de su hijo de la forma en que lo hacía y se disculpó por haberse comportado tan mal durante aquel tiempo.

Royakan tenía poco más dos años viviendo con ellos. Luego de separarse de Kikyou, Inuyasha no sabía en quien podía confiar el cuidado de su hijo, sus padres habían muerto años atrás, de modo que no contaba con esa clase de ayuda. Entonces recordó a Royakan, él había trabajado en el que fue su hogar durante tanto tiempo y lo ayudo a criar desde pequeño.

Royakan llegó y se ocupó de los cuidados adecuados para el pequeño, debido a su edad no podía realizar mayores esfuerzos y por ello se había contratado a una muchacha que iba a la casa tres veces por semana para ocuparse de limpiarla, así como había alguien que se ocupaba de hacer las compras.

Al llegar la tarde él le preguntó al niño si quería salir al parque y este le respondió que no, que vería alguna película. En ese momento Royakan le explicó que Koishi no estaba acostumbrado a salir a no ser que fuese con Sango y sus hijos, ya que era con quien se sentía más cómodo.

—Él es un niño encantador pero no logra comunicarse e interactuar con otros niños de su edad. Ir sólo al parque resultaría un verdadero desafío para él —le confío el anciano aquella misma tarde, recordándole lo que ya le había dicho la maestra de su hijo.

Inuyasha se quedó pensando en lo que podría hacer, luego de haberse dado cuenta de todo aquello quería hacer algo para cambiarlo, quería ser un mejor padre para Koishi.

El problema era que no tenía ni idea de cómo poder hacerlo. Quizás tendría que buscar ayuda, algún especialista que tratase casos familiares. Tenía mucho por organizar.

Apagó el ordenador y salió de su despacho, era temprano si pensaba que normalmente su hora de dormir era en medio de la madrugada, pero quería despertarse temprano el día siguiente para poder seguir observando y aprendiendo del comportamiento de su hijo.

En lugar de dirigirse directamente a su habitación como era su costumbre, se dirigió a la de Koishi, abrió la puerta con cuidado para asomarse, esperaba encontrarse al niño profundamente dormido pero en su lugar el pequeño estaba sentado en medio de su cama en medio de la oscuridad, escuchó un pequeño sollozo y al instante encendió la luz y entró en la habitación.

—¿Qué sucede, Koishi? —preguntó ya sentado en la cama del niño.

El pequeño pareció reaccionar e intentaba acallar su llanto.

—Nada —sorbió por la nariz. Inuyasha vio como el niño se mantenía abrazando un peluche. Lo recordaba, era uno de los peluches que tenía desde que era bebé.

—¿Por qué lloras? —no hubo respuesta— ¿Crees que hay algún monstruo en el armario? —la pregunta era tonta, pero no sabía que más decir. Koishi negó con la cabeza.

¿Sabe usted que su hijo tiene pesadillas?

La conversación con la pelinegra seguía en su cabeza. ¿Podía ser eso?

—¿Tuviste una pesadilla? —ante esa pregunta el niño asintió— ¿Qué pesadilla? —con eso el niño parecía querer llorar aún más. Inuyasha se sentía tan impotente. Estiró una mano y acarició la mejilla húmeda de su hijo—. Pequeño —habló con la voz cargada de emoción—, puedes decírmelo.

El infante dudo un segundo, finalmente agachó la cabeza.

—Papá se iba —dijo por fin en un hilo de voz.

Inuyasha sintió una opresión en su pecho al escuchar la respuesta, el nudo en su garganta era aun mayor del de aquella mañana.

—He intentado ser un buen niño —el pequeño habló aún entre sollozos—. No quiero ser una molestia para papá. No quiero que papá se vaya —se abrazó aún más al peluche.

Desesperado, Inuyasha tomó a su hijo y lo cargó para abrazarlo.

—No… —su voz se partió— Papá no va a irse, ni dejarte, nunca. Te lo prometo. Me quedare a tu lado—se separó un poco del niño— ¿lo entiendes? Jamás te dejare. —Koishi tembló entre sus brazos y asintió muy suavemente. Él volvió a abrazarlo con fuerza.

Se levantó de la cama con su hijo en brazos y salió de la habitación infantil para dirigirse a la suya. Solamente se quitó los zapatos antes de subir a la cama, se acomodó en la cabecera y acunó a Koishi. Después de tanto tiempo volvía a tener a su hijo en sus brazos, y se aseguraría que no volviese a pasar tanto tiempo, no apartaría a su hijo.

Escuchó la respiración acompasada del niño y se dio cuenta de que se había quedado dormido.

Algo desconocido había despertado dentro de él. Cambiaría, se volvería un mejor padre para su hijo.

Con aquella determinación y con el pequeño durmiendo en su pecho se entregó a un sueño sereno, el primero después de mucho tiempo.

Continuara.

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Hola, hola! Me extrañaron? Seguramente no jajajaja.

Pero bueno aquí estoy con mi primera publicación del año, y se trata de una nueva historia, se formó en mi cabeza y simplemente tuve que comenzar a escribirla.

Al escribirla me di cuenta que tiene un aspecto un poco más maduro, y eso me ha hecho dudar acerca de publicarla, finalmente lo hice porque me dije que esta historia merece ser leída, o eso creo.

Que me dicen? Ha valido la pena mi esfuerzo? Si les ha gustado espero que me lo hagan saber.

Debo dar las gracias infinitas a mi Baby girl, Rinnu, quien me ayudó muchísimo en mis momentos de crisis con esta historia. ¡Gracias nena, eres la mejor!

Ahora bien, si se preguntan por el resto de mis pendientes, no se preocupen que pienso terminarlos, sólo necesito tiempo, pero no voy a abandonar.

Creo que ya no tengo nada que decir, con un capitulo tan largo y yo aquí parloteando. Bueno ya me despido.

Espero que les haya gustado este nuevo proyecto, y me den sus opiniones.

Nos leemos pronto! Besos!

Atte: La escritora fantasma.