Reto de BlueSpring-JeagerJaques

Pairing: Mimato

Género: Hurt/Confort.

Comentarios: Conversé con BlueSpring y los cambios en el fic (no en la esencia del mismo) fueron aprobados. :)

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Please, Hurt me

Lore-chan


UNO: Demonios Internos

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I

Mimi sabía que ingresar a un nuevo centro era totalmente en contra su voluntad.

La insistencia de Taichi y de Sora fue tal que terminaron convenciéndola y ella, si bien trató de no darle la importancia que realmente su situación ameritaba, su pareja de amigos insistieron hasta sacarla de quicio y ella se dijo así misma: una terapia más, una terapia menos… qué más daba. Ya sabía lo que pasaría, sabría que le dirían y, por supuesto, ella tendría la respuesta perfecta a la cual le seguiría una ronda de aplausos y felicitaciones.

Pero todo lo que tenía planeado… su auto complot hacia su propia rehabilitación quedó en ascuas en el momento preciso en que bajó del auto y vio el blanco y enorme edificio que se erguía frente a ella. Se asustó y no logró ocultarlo por más que trató.

Esta vez era en serio. Sus amigos se habían encargado de inscribirla en un lugar del cual sabían que ella no podría escapar ni mucho menos mentir.

–No puedo hacer esto – musitó y entró nuevamente en el auto.

Aprovechó que Sora y Taichi ya habían bajado - éste último dejó las llaves puestas para ir a la maletera ya abierta a buscar el bolso de la chica - y se encerró en el vehículo. Se tumbó en el asiento trasero tapándose los oídos, cerrando los ojos y comenzó a cantar a viva voz para no oír las suplicas de la pelirroja y del moreno que golpeando los vidrios le pedían salir.

No puedes hacerlo, no quieres hacerlo

Sí quiero hacerlo, quiero mejorar…

No quieres, no puedes dejar ir algo que te hace sentir tan bien…

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II

–¿Mi guitarra? – murmuró Yamato molesto al ver que su instrumento no estaba en esa pequeña, blanca y asfixiante habitación.

–Sabes que no la tienes permitida.

Takeru le pasó un pequeño bolso blanco a uno de los enfermeros que los acompañaban, no le quedaban muchos minutos al lado de su hermano. Estaría allí por tres meses para comenzar su tratamiento y según avanzase podría tener días libres a la semana y salir del recinto. De no ser así, sumaría un mes más por cada vez que no presentara mejora.

Aquello era un ultimátum o mejoraba o simplemente sería despedido de su banda de música.

Y buscar un nuevo vocalista, sin tantos traumas y problemas no iba a ser difícil, eso había dicho su manager. Tras una ardua batalla con el sello discográfico decidieron, por el momento, sacarlo por un tiempo indefinido de sus actividades.

Para la prensa él estaba de vacaciones.

–Hermano…

–Ya vete – cortó acercándose a la única ventana de la habitación.

Torció una sonrisa que desapareció al instante en que tocó lo que creía era cristal. Resultó ser ¿plástico de acrílico?

Volteó a Takeru y se dio cuenta de su hermano menor no mintió en todo lo que le había dicho respecto a ese lugar. Ese sitio iba a ser una cárcel para él.

Lo había metido a una cárcel y en contra de su voluntad.

Comenzó a dudar de inmediato si realmente iba a mejorar allí.

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III

La enfermera que la revisó anotó con detalle en su hoja de vida todas las marcas que tenía en su piel.

Mimi, después de 20 minutos comenzó a sentir frío en esa pequeña habitación. No llevaba ni un día y lo único que quería era salir corriendo de ese lugar.

Sus ojos rebotaban en cada rincón blanco notando que las personas que habían ideado esas cuatro paredes eran realmente unos expertos. No había nada en esos escasos metros cuadrados que ella pudiese utilizar.

–Puedes vestirte – dijo finalmente la mujer y en un momento de descuido Mimi tomó un lápiz que había dejado sobre una diminuta mesa empotrada a la pared - ¿Quieres que veamos tus horarios de terapia?

–Como si pudiera negarme… -resopló molesta mientras terminaba de colocarse una camiseta blanca que le quedaba demasiado holgada para su gusto.

La enfermera ignoró su comentario y al notar que la castaña no estaba interesada en discutir acerca de su terapia, simplemente sacó una hoja desde una carpeta que luego introdujo en una rendija transparente. La mujer sabía que hasta una simple hoja podía convertirse en una peligrosa arma.

–Hasta mañana señorita Tachikawa – se despidió pero no se movió de su lugar. Mimi la miró desconfiada. La enfermera estiró su mano – pero antes, devuélvamelo. Las lapiceras no están permitidas.

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IV

–Quiero mi guitarra.

Fue lo primero que exigió Yamato cuando vio entrar a su habitación a un hombre alto de cabellos azules.

–¿Para qué? – preguntó el otro sacando una carpeta desde su maletín.

–Soy cantante, compositor… - le dijo como si fuera lo más obvio del mundo.

–Pero aun siéndolo no la ocupa mucho para esos fines, ¿no señor Ishida?

La conversación quedó hasta allí.

A diferencia de otros pacientes, las marcas del rubio no eran visibles a simple vista, no estaban impresas en su piel, por lo que no debió llenar ninguna hoja con aquello. Por lo que el doctor pasó directo a una serie de ronda de preguntas que Yamato respondía con ironía o con tan solo una sonrisa siniestra.

–¿Está consiente de todo lo que va a perder si no mejora señor Ishida? Y no hablo de sus propiedades, ni de sus lujosos automóviles que ya están en prenda… hablo de su familia, de su hermano que acudió a mí rogando porque le entregara un tratamiento.

–Creí que la terapia comenzaría mañana… ¿Ya me va a sicoanalizar, doctor Kido?

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V

Esa noche los ruidos no dejaron dormir a Mimi.

Oía un reloj imaginario que le golpeaba los tímpanos con un tic-tac insistente e insoportable. Se tapó los oídos con la almohada aun entendiendo que con ello no solucionaría en nada ese maldito y repetitivo sonido.

Se sentó en la cama de golpe y con sus dedos hizo añicos la tela del almohadón provocando que las plumas comenzaran a volar a su alrededor. Eso la hizo sonreír momentáneamente, adoraba ver cómo las cosas se destruían.

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VI

Las ojeras de Yamato a las ocho de la mañana en punto eran negras y profundas.

Había dormido de los mil demonios y eso, en su caso, era literal… mil demonios lo atormentaban en sus sueños y al despertar, aunque los controlaba de vez en vez, estos se encargaban de salir a la luz con una frecuencia que cuando estaba lúcido, lo aterraba.

Ya a esas horas estaba sentado en la consulta del doctor Kido, vestido con un horrible pantalón burdeos y una camiseta blanca que hacían denotar, para su mal humor, el maldito frío que hacía en ese lugar.

–Estos serán tus medicamentos… - el doctor le extendió una hoja luego de explicarle para qué servían cada uno y el efecto que tendrían en él – recuerda que será normal que sientas más sueño y que tus extremidades hormigueen los primeros días. Te recomiendo que salgas al jardín y camines por un par de minutos para apaciguar las molestias.

–Bajo tu punto de vista… 3 meses son ineficientes para lo mío, ¿cierto?

–Debe poner de su parte señor Ishida. Puedes pasar toda tu vida medicado siendo la persona que crees que deberías ser o solo enfrenta tus miedos y deja que te ayudemos.

Yamato sonrió complacido.

–Al parecer deberé vivir drogado la vida entera.

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VII

La primera sesión de la mañana había sido desastrosa y Mimi reía para sus adentros cada vez que recordaba las veces que trató de sacar de quicio a la doctora que le asignaron. Era una rubia muy joven a su parecer, sino tenía la misma edad de la castaña no debía sobrepasarla por más de cinco años.

–¿Le parece gracioso, Señorita Tachikawa? – le había preguntado la doctora Orimoto.

–No – se limitó a contestar y en su rostro no había expresión alguna que demostrara qué estaba pensando o sintiendo.

–¿Es así como ganas?

–¿Así cómo?

–Eres buena jugando póker – comentó la doctora mientras leía un papel entre sus manos – ganaste mucho dinero. Pero así como lo ganaste… lo perdiste. ¿Te parece gracioso? ¿Entretenido?

–No – repitió.

–¿Cómo perdiste tanto dinero en tan poco tiempo?

–Averígüelo… para eso estoy encerrada aquí, ¿no?

–Tus amigos y familiares están preocupados, señorita Tachikawa… ¿no teme perder su hogar, a las personas que le quieren?

Mimi sonrió y al fin la doctora pudo ver una expresión en el rostro de la muchacha tras 30 minutos de terapia.

Ella quería a sus padres, quería a Sora y a Taichi… pero lo que tenía en su cabeza sobrepasaba cualquier sentimiento, más cuando tomaban el control.

–No – contestó y volvió a su poker face.

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VIII

La primera semana pasó lentísima y su irritabilidad aumentaba exponencialmente debido a su falta de sueño y a la falta de nicotina. Los demonios internos lo visitaban todas las noches quedándose en su mente hasta que los primeros rayos del sol se escurrían a través de esa maldita ventana que no era de vidrio.

–Te ves fatal – comentó Takeru al otro lado de la mesa.

–Entonces sácame de aquí.

Tenían visitas cada domingo y esa era la primera.

El hermano de Yamato quedó asombrado en cuanto lo vio, estaba delgado, sus ojeras hundidas bajo sus ojos azules que habían perdido cualquier brillo. Se había acercado a él como si contemplara a su zombie que iba en busca de su comida.

Definitivamente los medicamentos habían transformado a su hermano, lo peor era es que no sabía si era en algo bueno o en algo peor.

–Necesito componer Takeru, necesito distraerme… este lugar me está matando. Voy a terapia en la mañana y en la tarde. El imbécil de Kido dice que debo tener paciencia, que si ve avances me dejará tener conmigo mi guitarra, pero bajo supervisión. Pero las putas pastillas no me están ayudando…

–Hablaré con él – fue lo único que se atrevió a decir.

Yamato se agarró los cabellos desesperado.

–Esto no va a…

–¡Sáquenme de aquí! – gritó una mujer a varios metros impidiendo que Yamato pudiera terminar su oración.

Tanto él como Takeru giraron en dirección al escándalo.

No fueron los únicos.

Una castaña golpeó la mesa, estaba levantada y observaba a una joven pareja – ella pelirroja, él moreno – con una irrefutable ira.

Yamato también se levantó, creía haberla visto en sus tontos paseos por el jardín donde iba a caminar para menguar los hormigueos que los medicamentos le provocaban en sus piernas y también en sus brazos.

Hombres y mujeres estaban en alas distintas del enorme edificio y los separaba una enorme puerta.

En las áreas libres eran separados por una malla metálica.

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IX

–Mimi, cálmate – pidió Sora colocando su mano sobre la de su amiga.

–Tú estuviste de acuerdo… debes terminar el tratamiento esta vez – dijo Taichi mirándola a los ojos.

–Sáquenme de aquí así como me ven o les juro que lo harán conmigo dentro de una bolsa negra – masculló entre dientes mientras un enfermero la sostenía desde el brazo.

Sora y Taichi cruzaron miradas de terror ante la advertencia de su amiga que en cuanto soltó sus palabras no mostró expresión alguna.

La vieron alejarse caminando a un lado de ese enorme hombre que ya le había advertido antes de entrar que si gritaba o no se comportaba cómo debía sería sacada de inmediato del salón de visitas.

Y así lo hizo.

Mimi avanzó con la mirada perdida en algún punto de esa enorme habitación. Sentía la mirada de las visitas visitas y de varios pacientes sobre ella, mas no le importó.

Excepto.

Ignoró todas las miradas a excepción de una. Era una mirada azulina oscurecida y Mimi supo que ese tipo estaba tanto o más medicada que ella misma, vio en sus ojos los mismos demonios con los que ella luchara a diario.

–¿No te dejan dormir cierto? – le preguntó en casi un susurro cuando pasó por su lado.

Yamato aún de pie volteo a verla y olvidando momentáneamente que su hermano estaba allí.

Esbozó una sonrisa malévola.

Era ella.

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Espero que sea de tu agrado Blue. Lo tengo pensado en dos o tres capítulos aprox.

A todos los demás, ya ustedes saben que los quiero, los adoro…

Y si a todos! Incluidos aquellos lectores fantasmas huuuuu jajajjajja

Nos leemos