Harry Potter y sus personajes no me pertenecen, son propiedad intelectual de la escritora britanica J. K. ROWLING. Escrito sin fines de lucro.
AU [Alternative Universe (Universo alterno)].Veremos que algunos personajes se mantienen pero que la trama de la historia se desarrolla en dos distintas localización temporal y espacial difiriendo mucho de la historia original, pero la mayoría de los hechos serán en el pasado pero con pequeñas interacciones con lo que sucede con Harry en el futuro. Los hechos y/o acontecimientos se amoldaran a la historia que quiero redactar en este fic según sean necesarios.
OoC [Out of Character : (fuera del personaje)]. Habrá algunos cambios de personalidades de algunos personajes en si radicalmente para el desarrollo de la trama.
Fiction Rated T, M y en algún futuro cercano, o lejano, puede cambiar a MA. Pero por el momento que quedará en T.
En cuanto al género, hablando exclusivamente referiendome a Fanfiction, será una mezcla entre Aventure, Angst, Drama, Hurt/Comfort, Suspense, tragedy entre otro. Según la evolución de la trama. Podría encontrarse de pronto con otro género. Todo dependerá de lo que salga de mi cabeza.
He pensado hacer en la trama a Draco Malfoy un personaje importante, de gran relevancia para lo que quiero expresar. He estado pensando en una teoría que escuché por allí y creo que es cierta. Poco a poco veremos que saldrá de esto.
Summary: Fem/Harry & Tom Riddle. "What if"... 2012, Harry cae en un sueño profundo del que no puede despertar. Nace en 1926 como Giada Antares Potter, la hermana menor de Fleamont Potter. Sumenle un Draco en ese tiempo y a Tom Riddle.
We live with the scars we choose.
Martes 13 de Noviembre de 2012. Mundo Mágico.
He escuchado decir alguna vez algo así como que vivimos de las cicatrices que elegimos... Pero se por propia experiencia que pueden existir muchas cicatrices y que se torna difícil de escoger con cuales de ellas quieres quedarte para siempre, un perpetuo recuerdo de lo que has pasado, sufrido, de las una y mil cosas que te han dañado ya sea consciente o inconscientemente. Y no solo de las cicatrices que tienes en la piel, hay marcas que perduran invisibles a simple vista, pero que allí están. Pueden rasgar poco a poco tu alma, pueden torturar más que un crucio, pueden quitarte poco a poco tu libertad como persona o como un individuo de libre alberdío, pueden matarte y no como un Avada Kedavra, hasta morir por esa enigmática luz verde salida de una varita puede tener más compasión que las cicatrices que puede llegar a tener un alma rasgada... Pueden hacer muchas cosas con solo existir.
La vida había continuado, poco a poco... El mundo mágico había comenzado a sanar heridas, a saber seguir viviendo siendo conscientes de los estragos que había dejado la guerra, todo se encaminaba hacia lo que parecía ser un futuro brillante para todos aquellos que aún se encontraban de pie.
Harry Potter, un auror, soltero más codiciado, héroe de guerra, de 31 años de edad se encontraba en un día normal de su ya acostumbrada vida. Estaba en el trabajo, más bien en su cómoda oficina, era bueno en su trabajo, de hecho era muy bueno... Pero también era consciente de que por ser quien era es que había llegado a tener un puesto como Jefe del Departamento de Aurores de Inglaterra.
Parado frente a él se encontraba su mejor amigo, Ron Weasley, él cual volvía a decirle la historia de siempre: debía conseguir una chica. Lo que Ron no sabía era que sus preferencias no iban por ese lado. Claro que no. Quería a alguien pero no era correspondida. ¿Quién en su sano juicio no querría estar con el gran y maravilloso Harry James Potter? ¿Hace falta decir quién? No. No lo es. La historia era simple... Y un cliché. Pero aquella persona no le quería.
—Vamos amigo. Se que lo de Ginny no va a funcionar pero debes salir un poco y...
—Ron, basta. Ya te he dicho que no tengo cabeza para pensar en eso. Estoy muy ocupado, tengo papeleo, más ahora que el ministerio de Inglaterra hizo tratos con otros ministerios para quien sabe que fines. Cada día me encuentro con un nuevo problema en la puerta...
—Espero que no estés hablando de mi, Harry.—Él sonrió al ver a su mejor amiga parada en su puerta. Hermione Weasley les miraba de forma reprobatoria.—He dejado a Rose y Hugo en casa de mis padres.
—Claro que no, Mione. Tengo mucho trabajo.—Dijo muy alarmado. No quería enfrentarse a la ira de una mujer embarazada, que por cierto, ya iba por su tercer embarazo y ahora eran gemelos.—Pero tu marido quiere que vea chicas y tengo mucho trabajo...
Harry sintió por primera vez en catorce años que la cicatriz que tenía en su frente ardía, dejándole sin aliento. Desconectando su mente y solo había dolor, tormento, angustia...
—¡Harry! Ron, algo le sucede a Harry.—Le gritó Hermione a su esposo.
—¡Amigo! ¿Qué sucede?—Ron no recibió respuesta alguna, Harry seguía sosteniéndose la cabeza entre sus manos.
—Es la cicatriz...—Susurró Hermione.
—¿Qué...?
—¡Qué le duele la cicatriz, Ronald!—Hermione se sostenía a la altura de su amigo.—¿Harry? ¿Necesitas algo?
—La... cicatriz... Duele.—Y entonces cayó al piso de su oficina perdiendo el conocimiento.
Hermione vio como de la frente de su mejor amigo caía sangre, mucha sangre y en ese preciso momento, tuvo un mal presentimiento. Algo malo estaba por pasar o en el peor de los casos, ya había pasado.
San Mungos era todavía el hospital para brujas y magos, que estaba hecho un completo caos por el reciente paciente ingresado con un cuadro desconocida, sin mucha información ni indicios aparentes más que el sangrado de la cicatriz.
Un hombre rubio, con rostro aristocrático se acercó a ellos, llamando de inmediato su atención.
—¿Malfoy?—Preguntó Ron. Pocos sabían que Draco Malfoy había logrado ser un gran sanador después de la guerra, aunque muchos no confiaran en él.
—Si. Potter no tiene indicios de nada que puede ponerle en un estado como en el que se encuentra. He consultado con otros colegas presentes y coinciden conmigo. La causante de su estado es la cicatriz y como nunca hemos tenido otro caso de un paciente tan peculiar, nos es difícil tratarle. Haremos todo lo que se encuentre en nuestras manos para salvarle.—Ron por primera vez no dijo nada ofensivo en contra de Malfoy, solo se apresuró a tomar entre sus brazos a su esposa que se encontraba de pronto mareada.
—¿Podemos hacer algo?—Hermione preguntó entre lágrimas.
—Me temo que no. No sabremos si Potter...
—Muy bien...—Hermione miró a Ron—Creo que debemos hablar con Ginny para decirles.
Malfoy se alejó de ellos en silencio. Desconcertado por el estado de Potter. Aquello si que era extraño. Y más aquella cicatriz que llevaba en la frente. Él lo sabía, solo no quería decirlo; Potter se estaba muriendo. De una u otra forma el Señor Oscuro había ganado.
86 años antes. 13 de noviembre de 1926. Mansión Potter.
En la mansión Potter todo era un caos desde antes que los elfos domésticos sirvieran el desayuno para sus amos.
Dorea Potter, ama y señora de aquella impresionante fortaleza, estaba presentando las primeras contracciones, síntomas de que su bebé estaba por nacer. Y desde entonces solamente fue un caos. Que debían buscar un sanador. Que debían buscar a una partera. Que debían preparar esto y aquello. Que debían servirle el desayuno al joven amo Fleamont. Que debían buscarle un tranquilizante para el amo y señor de la casa, el pobre estaba que trepaba las paredes de lo nervioso que estaba.
El parto duró más de diez horas, casi a las 17 hrs. del mismo día, nacía una pequeña niña.
—Ya ha nacido.—Decía el sanador.—Felicidades Sr. Potter, es Ud. padre de una niña.
Una sonrisa ilumino el rostro del hombre de gafas, se veía tan agotado pero él no estaba preocupado por su estado ni por su apariencia, lo primero que hizo fue correr al cuarto en donde descansaba su esposa.
—Charlus, ¿Ya te lo dijeron?— Preguntaba la mujer desde la cama.
—Si... Tenemos una niña.—Dijo con expresión seria para adornar luego su rostro con una gran sonrisa.
—Querido, deja que te presente a Giada Antares Potter. Nuestra hija.—La mujer le pasó a la niña envuelta en finas mantas para recién nacidos.
En ese momento la pareja al fin se sintieron completos, tenían un niño y una niña recién nacida. El futuro seria maravilloso.
1927. Mansión Potter.
Él despertaba con un terrible dolor de cabeza, ¿Qué había sucedido? ¿Por qué no podía hablar? ¿Por qué sentía su garganta tan seca? La luz le molestaba los ojos. ¿Dónde estaba?
—¿Qué sucede, mi niña?—Preguntaba una cariñosa voz.—Has estado un poco enferma estos últimos días. Ya esta cariño.
Harry no sabía quien era esa mujer ni a quien le hablaba, entonces sintió que era elevado por unos brazos lo cual le sorprendió, deteniendo su llanto, él no sabía que estuviera llorando. Miró con atención a aquella mujer.
—Mamá te va a cuidar, mi niña.—¿Dijo que él era su niña? Harry quiso dedicarle una mirada curiosa o gélida. ¡No era gracioso! ¿Qué es lo que había pasado?
Sintió que los brazos le mecían lentamente, que le llevaban de aquel lugar. Lo que agradeció. Ya quería saber lo que estaba sucediendo. Y se encontraba con otro dilema, no podía hablar. Aquello era frustrarte. Su única forma de comunicarse era poco aceptable. Si le dolía algo, lloraba. Si tenía hambre, lloraba. Si quería ir al baño, lloraba. Pero la mujer solamente podía intentar entender lo que le sucedía. No saberlo a ciencia cierta, solo especular. Esto era peor que tener frente a frente a Voldemort.
—Querido, ¿No sabes quien se despertó?—Decía la mujer entrando en su despacho.
—¿Cómo esta? ¿Es necesario mandar a buscar a un sanador? Puedo mandar a Lulu o ir yo mismo y...
—Tranquilo, cariño. Ella se encuentra bien.—Decía la mujer sonriendo.—Esta bien. Creo que son sus dientes. Con un año de edad, creo que ya era tiempo. Pense que no le saldrían. Y ese hijo tuyo dejo su lección a medias y se escabullo...
—Es un Potter, querida. ¿Qué más podías esperar?—Preguntaba el hombre tomando en brazos a la bebé.—Lo mismo creo que tendré que hablar con él.
—Con siete años no creo que consigas mucho. Es tan Gryffindor como tu...
Harry estaba en silencio. Había averiguado sin querer cosas importantes. Él, es decir, ella era una Potter. Estaban en el mundo mágico y tenía un hermano mayor. El hombre se reía.
—Giada se ve bien. Pero creo que de igual modo iré en busca del sanador personal de la familia. No quiero que vuelva a enfermar.—Esta vez la mujer asintió.
—Recuerda que tenemos que hablar con los Malfoy en una semana, ellos se ofrecieron en venir personalmente.
—Ni me lo recuerdes, ya lo estoy lamentando.
—No, ni hablar. Ya es un poco tarde. Solo ellos podrán decidirlo en un futuro. Ya no nos concierne a los adultos.—Él asintió derrotado.
¿De que estaban hablando? ¿Sus padres haciendo tratos con los Malfoy? ¿El mundo se había vuelto loco? ¿Acaso estaban bajo la maldición Imperio? De otro modo no sabía cómo había pasado tal cosa.
Los siguientes días habían pasado con normalidad, salvo por un pequeño incidente... Al recordarlo le daba ganas de voltear los ojos y de decir alguna maldición. Había tenido el gusto de conocer finalmente a su hermano. El chico era realmente molesto e inquieto. Sus mejillas aún dolían porque el muy Gryffindor había encontrado entretenido apretar "suavemente" y con "cariño" sus regordetas mejillas solo para ver que tan rojas podían estar. Y había encontrado algo entretenido que hacer, arrojarle su sonaja para que el niño se aleje o bien le alcance tal juguete. Pero era Lulu, su elfo domestico personal, quien corría detrás del juguete. Y él, reía por lo que sucedía.
El día del encuentro al fin había llegado y todo estaba listo para recibir al matrimonio Malfoy. Giada veía a todos corriendo, una semana había bastado para aceptar que ella ya no era Harry Potter, ahora era Giada Potter, una niña.
Se sentía agotada, miraba su entorno y sentía que sus ojos se cerraban. No supo en que momento se quedó dormida. Escuchaba voces, muchas voces y algo molesto le estaba despertando.
Al abrir sus ojos, en su cuna se encontraba otro niño, era rubio... Característico de los Malfoy. Le miraba desde cerca. Ella se sentó ya completamente despierta y molesta. Lo peor, él tenía su sonaja.
—Ama, la joven ama Giada ha despertado.
—Gracias, Lulu. Que mi hija no le pelee al pequeño Abraxas.—Decía la mujer.
Giada prestó más atención a la conversación de los adultos.
—Creo que quisiera agregar algo más. Nuestros hijos podrán romper su compromiso si no se sienten a gusto con el otro—Propuso Charlus sin dejar opción a replicas.
—Me parece bien.—Aportó otra voz masculina.
Esperen un momento. Compromiso, ¿Qué compromiso?
—Entonces Giada Antares Potter o Abraxas Lucius Malfoy pueden romper dicho compromiso pero será decisión de los niños. Y daremos a conocer dicho compromiso cuando salgan de Hogwarts. Aunque a ellos le diremos a los cuatro o cinco años.—Giada dejo de prestar atención. El mocoso tiraba de su pequeño brazo para llamar su atención para después pegarle son su juguete y eso le parecía entretenido. Pero ya pasaba a molesto.
Sintió un escalofrío ante la idea de casarse con el abuelo de Draco Malfoy. Y el muy crío no dejaba de tirarle la sonaja para que ella la tomara o para golpearle. No lo sabía. Y la interacción entre ambos ahora mismo era observada por los padres.
Por cansancio, tomo la sonaja y de repente el niño puso en su boca un pequeño puchero lastimero, de esos demasiado infantiles. Giada no sabía si reírse ante eso. No todos los días veías a un Malfoy haciendo gestos tan "normales". Los que había conocido parecían llevar bombas fétidas bajo sus narices.
La risa infantil de la niña se hizo oír por toda la habitación, los gestos del niño le parecían divertidos. Le pasó el dichoso juguete pero el otro niño le pegó en su manito e hizo que tirara el juguete. La pequeña se molesto, podría haber sido muy maduro siendo Harry Potter pero ahora ella solo era una niña. ¿Qué se creía aquel pequeño hurón albino? Quizás podría convertirle en uno. Se deshizo de esa idea de inmediato. Mas cuando tenía a los dos elfos domésticos cerca de ellos.
Lulu corría para alcanzar dichoso juguete. Ya con su juguete de regreso en sus manos, hizo un segundo intento de pasarle el juguete al caprichoso niño, mientras le evaluaba detenidamente y con sus ojitos entrecerrados, algunos podrían decir que le miraba con odio pero solo eran niños.
Nuevamente la reacción del niño fue la misma. Ya molesta con el otro infante, le miro seria y de repente el rubio cabello del heredero Malfoy se tornó de un estrafalario y chillón rosa. La niña le miró y en su pequeña boquita se formo una "o" de admiración, sabiendo lo que había hecho pero no había sido intencional, de eso estaba segura. Estallo en carcajada de jubileo y aplaudió con sus pequeñas manitas... Lulu tenía nuevamente la sonaja y se sobresaltó cuando el pequeño elfo del niño gritaba entre nervioso y horrorizado:
—¡Joven amo, señorito Abraxas!—El elfo había chillado.
—¿Eso fue lo que creo que fue?—Preguntaba una mujer desconocida para Giada, suponía que era la madre del pequeño Malfoy.
—Giada hizo magia accidental a tan solo un año de edad...—Charlus murmuró consternado.—Mi hija acaba de...
—¡Basas!—Chilló la niña intentando pronunciar el nombre del pequeño, podía hacer cosas parecidas pero nunca podía decir palabras claras aunque si hacerse entender.
—Creo que ellos se llevan bastante bien, ¿Verdad?—Lord Malfoy pregunto medio saliendo en algún tipo de trance. Oh, por Merlin... La cabello de su hijo era ahora mismo de un espantoso y chillón rosa... Sin lugar a dudas, la pequeña Potter estaba haciendo una declaración de quien llevaría los pantalones en aquella relación.
Si ellos solo supieran...
10 de mayo de 1932. Residencia Potter.
No era un día cualquiera. Claro que no, el joven heredero Potter estaba de festejo, era su cumpleaños número once y era ya un hecho que a todo mago o bruja le llegaba la carta de Hogwarts, el colegio más grande de Magia y Hechicería de toda Europa, con la notificación de que tenían una plaza bacante para él.
La ansiada carta había llegado y Fleamont Potter desbordaba dicha y felicidad...
Y es que no era para menos. Había recibido la carta de aceptación. Dicha carta confirmaba que no era una persona común como cualquiera. Confirmaba que era un mago.
—¡Padre, madre! Llegó mi carta... ¡Mi carta de Hogwarts!—Charlus Potter sonreía complacido.
—Bien hecho, hijo. Al fin podrás ir en pocos meses a Hogwarts.—La sonrisa de orgullo no podía ser más que clara. Se le notaba que estaba complacido.—Tendremos un nuevo Gryffindor en la familia.
—Podría estar en Slytherin.—Aportó la madre, ella era una Black. Los Black siempre estaban en Slytherin.
—Estaré en Gryffindor, madre.—Dijo vanidoso.—Para Slytherin de seguro va a ir Giada.
La pequeña le gruño de frustración. Ella no quería que le recordaran que podía quedar en Slytherin.
—No molestes a tu hermana...
—Pero, madre... Mira como se pone, entrecierra sus ojos, observándome y esperando el momento justo para atacar... ¡Ya se comporta como una serpiente!—Argumento desesperado para librarse de un posible castigo.
—El verde combinaría con mis ojos.—Dijo la niña de lentes, tomando su té tranquilamente mientras se servía un pequeño pastel de chocolate.
—¡Además allí estaría el novio!—Giada o mejor dicho Harry Potter gruñó ante el recuerdo. Había sido muy amiga de Abraxas Malfoy hasta que este se enteró que debía casarse con ella. Al parecer, le desagradaba la idea.
—Mejor lee la carta antes que te hechice...
Era muy difícil comportarse como una niña con un hermano mayor que te sacaba de quicio constantemente.
COLEGIO DE HOGWARTS DE MAGIA Y HECHICERÍA.
Director: Armando Dippet.
Estimado joven Sr.: Fleamont Charlus Potter.
Tenemos el placer de informale, en la presente misiva, que dispone de una plaza y/o lugar en el colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios para su año correspondiente. Las clases comienzan el 1 de Septiembre. Esperamos su lechuza a más tardar el 31 de Julio.
Muy cordialmente, saluda a Ud. Albus Percibal Wulfric Brian Dumbledore. Subdirector.
Los alumnos de primer año necesitarán:
Tres túnicas sencillas de trabajo. (Negras).
Un sombrero negro puntiagudo para uso diario.
Un par de guantes (piel de dragón o semejante).
Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
Camisas de vestir blanca.
Chalecos (grises).
Pantalones de vestir (negros).
(Las prendas de los alumnos deben llevar etiquetas con sus respectivos nombres).
Libros.
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
Reglamentarios de hechizo (Clase 1) Miranda Goshauk.
Historia de la magia, Bathilda Bagshot.
Teoría mágica, Adalbert Waffling.
Guía de transformaciones para principantes, Emeric Switch.
Mil hierbas y hongos mágicos, Phillida Spore.
Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
Animales fantásticos y dónde encontrarlos Newt Scamander.
Las fuerzas oscuras. Una guía mágica para la protección, Quentim Trimble.
Resto del equipo:
1 Varita.
1 caldero de peltre (medida 2)
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también podrán traer una lechuza, un gato, una rata (o ratón) o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS ALUMNOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBA PROPIAS.
Y por insistencia de su hermano, ese mismo día ya estaban en el Callejón Diagon.
Su primera parada había sido en Gringotts.
Habían comprado un baúl, los libros de la lista. La librería era un lugar en el que alguien como el joven Potter jamás pondría un pies... Pero tuvo que hacerlo, para diversión de su hermana. Después fueron directo a Madame Malkins en donde tomaron medidas al chico que no podía estarse quieto. Charlus había tomado otro rumbo, debía conseguir algunos de los materiales de la lista. Después de más de tres horas, las cuales pasaron, tomando medidas, mirando y escogiendo telas, estilos y todo eso, al fin salían del lugar... De verdad, Giada deseaba haber acompañado a su padre... No comprendía qué tenía su hermano con la ropa.
Se reunieron con su padre llegando al boticario. Giada pudo admirar detenidamente cada ingrediente que tenían. Una rara variedad y algunos ingredientes que en el futuro estaban prohibidos estaban antes sus ojos. Grandes cantidades de pergaminos, plumas y tintas... Giada quiso también comprar pergaminos para cartas, tintas de colores y algunas plumas muy bonitas.
Se detuvieron a almorzar algo ligero. No se habían dado cuenta pero ya había pasado cinco horas de compras.
Y por último, la varita.
No prestó atención a la varita que compró su hermano.
Antes sus ojos estaban fijos en el viejo Ollivander, que estaba exactamente como le recordaba. ¿Qué era ese hombre? Quizás nunca lo descubriría.
Después había regresado a la casa, Giada estaba pensativa, no sabía muy bien que era pero sentía que era algo importante que se le escapaba. No podía saber lo que era aquello.
Su hermano estaba haciendo escándalo y abriendo algunos regalos que le habían llegado. Subió a su cuarto. ¿Qué era aquello que por más que trataba no recordaba?
Así poco a poco fueron pasando los días y meses hasta que finalmente había llegado el primero de Septiembre. Debían ir a King´s Croos. Su hermano se iba a Hogwarts.
—Pequeña serpiente, no entres a mi cuarto... Tiene trampas y algunos hechizos contras reptiles—Le dijo con una enorme sonrisa en sus labios.— Después no me digas que no te avise.
—Tu cuarto estará igual que siempre, hermanito...—Sonrió con falsedad. Ya se enteraría su hermano si seguía llamándole así.
Vio como sus padres se despedían, demasiado emocional para su gusto.
—Nos veremos para navidad, pequeña serpiente.— Se despedía.
—Muy bien, león pulgoso. No arañes paredes ni cortinas—Se burló.—Los gatitos tienden a portarse mal.
Su hermano simplemente se rió y entró al tren.
Poco a poco el Expreso Hogwarts desaparecía ante su vista, era la primera vez en mucho tiempo que veía partir de nuevo el tren, pero ahora como un mero espectador, cuando Teddy había comenzado su primer año le había acompañado, pero entonces no sentía esa felicidad de un niño cuando sabe que pronto va a partir, es más... Sentía la amargura de saber que ese tren partía hacía el lugar que había considerado su hogar, en el que hizo buenos amigos pero era ese mismo lugar en donde había pasado los peores días vividos y que aún podía recordar. Una contradicción, una gran dicotomía. La diferencia era notable. En ese entonces, su ahijado partía para el lugar en donde había sucedido todo aquello y ahora, su hermano partía hacía el lugar en donde ella bien sabía, años en el futuro, sucedería todo aquello.
Si... Una gran dicotomía.
—Giada, es hora de volver a casa...—Le llamaba la atención su madre.
El tren había desaparecido y si, se acercaba la hora de volver.
No sabía si es que quería aquello.
Cuando llegara la hora solo le quedaba una opción: Fingir.
Continuara.