La idea de este fic surgió de querer escribir un Ereri. Estuve leyendo algunos hace unos días y no pude resistir la tentación. Será un fic cortito, de tres capítulos seguramente. Habrá un poco de todo, angst, fluff, drama, romance etc Considero que tanto Eren como Levi no son OoC, pero tuve que ponerles la misma edad. Tenía otras ideas en mente para la trama, pero eran todas muy cliché y no me acababan de convencer. Espero de corazón que a las amantes del Ereri les guste el fic!

Shingeki no Kyojin no me pertenece.

Advertencias: EreRi, angst (leve).


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Debido a su situación actual, Levi estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de conseguir dinero. Durante una semana había estado buscando todo tipo de ofertas de trabajo, y las únicas opciones que todavía estaban sin descartar eran:

"Se buscan voluntarios para probar fármacos en proceso de desarrollo" y "Donante de semen".

¿Ser el conejillo de indias de una farmacéutica y experimentar los síntomas de un medicamento que todavía no estaba en el mercado? No. Su salud era lo primero. Pero igual recibiría una buena compensación económica… Negando con la cabeza, pasó al siguiente. Donar semen era el trabajo más sencillo que había en la lista, pero no estaba seguro de querer hacerlo. ¿Cómo reaccionaría si dentro de diez años encontraba por la calle Levis pequeñitos paseando de la mano con su familia? Y por si fuera poco, los ingresos no sobrepasaban los treinta dólares. Si por cada eyaculación pagaban treinta en concepto de desplazamiento y molestias, acabaría agotando su semen antes de final de año.

Descartando esas dos últimas opciones, tachó los dos anuncios publicados en el diario con el bolígrafo. Frustrado, temió no salir de ese pozo en el que había caído por culpa del imbécil de su tío. La muerte de su madre no le procuró ninguna herencia, y fue Kenny quien, a regañadientes, lo adoptó.

El trabajo que ejercía no se podía calificar de "legal" pero gracias a eso acumuló bastante dinero por algunos años. Sin embargo, su tío prefirió gastarlo todo en Dios sabe qué y ahora no tenían ni para comprar pan. De hecho, Levi había recibido una carta del banco en la cual le informaban de que ejecutarían la hipoteca de su casa; en otras palabras, lo dejarían en la calle.

Incluso los diarios amontonados en su regazo habían sido recogidos de la basura u olvidados en el banco de algún parque. Con el diario de la semana pasada, pasó las páginas apresuradamente hasta llegar a la sección de trabajo. Ya era el sexto diario y todavía le quedaban otros cuatro. Casi había perdido la esperanza, pues aunque no le importase trabajar doce horas al día, si el sueldo no llegaba a un mínimo no tenía sentido. Le seguiría faltando dinero. Trabajar por tres dólares la hora no era una opción.

Algunas ofertas eran realmente inquietantes.

"Se busca chico/a para trabajo discreto". "Mujer con buena presencia de entre veinte y treinta años. Tarifas altas". "Buscamos gente con ganas de trabajar".

Lo otro tampoco era mucho mejor. Él solo podía trabajar en la ciudad puesto que no tenía vehículo propio, y no tenía para pagar trenes o buses. La mayoría de los anuncios eran trabajos en otras localidades.

Desalentado por la cada vez más inminente perspectiva de quedarse bajo un puente, decidió tomar un poco el aire. Su propia casa le deprimía: 60m2 con un dormitorio enano, una cocina estrecha, un baño en el que no cabía ni una tina y un comedor cuadrado que hacía a la vez de salón.

Atándose el nudo de los zapatos viejos y desgastados —los únicos que tenía—, salió de casa sin molestarse en ordenar el desorden de diarios que había detrás suyo. Ni siquiera limpiar conseguía distraerlo.

Saliendo a la calle, se aferró al consuelo de saber que caminar no costaba dinero. Probablemente iría dando tumbos hasta que le dolieran las plantas de los pies y así evitar llegar a casa demasiado temprano.

Mientras iba caminando, el olor que desprendían las cafeterías le martirizaban. Tenía hambre, solamente había desayunado un yogur y eran casi las seis de la tarde. Tuvo que saltarse la comida para ir al banco y pedir que le dieran más tiempo para pagar el piso. Obviamente la espera fue de casi una hora.

Deteniéndose en un semáforo en rojo, calculó cuánto tiempo podría subsistir con la comida que aún tenía en la nevera. ¿Una semana? Quizás menos.

—¡Levi!

Una voz jovial le distrajo de su mierda y buscando al dueño de esa voz, se encontró con que Eren Jaeger iba hacia él con una sonrisa radiante en el rostro.

—Eren —dijo mostrando sorpresa.

El semáforo se puso en verde para los peatones, y los dos avanzaron en la misma dirección.

—¡Cuánto tiempo sin vernos! —exclamó Eren—. ¡Y eso que vivimos en la misma ciudad!

Levi asintió. Eren Jaeger fue por algunos años su amigo y compañero en el instituto. No se atrevería a decir que fueron mejores amigos, pero sí era verdad que pasaron mucho tiempo juntos.

—¿Vas a algún sitio? —preguntó sin poder contener la emoción.

—No. Solo estaba dando un paseo.

—¡Genial! Yo tengo media hora libre antes de ir a trabajar. ¿Te apetecería tomar un café?

Levi reprimió una mueca. Ni un triste café podía pagar.

—No llevo dinero encima —respondió inexpresivamente.

—¡No te preocupes! Invito yo.

Estuvo a punto de negarse, nunca le gustó que le invitaran; sentía que abusaba de su generosidad. Pero Eren sonreía de tal forma que le fue imposible decir que no.

No había cambiado en absoluto.

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Eren había escogido una cafetería modesta y acogedora. Tomando los dos un café en la terraza dónde aún se podían atisbar los rayos de sol, Levi no quería contar lo mierda que era su vida en ese momento, por tanto, sometió a Eren a un riguroso interrogatorio.

—La última cosa que supe de ti es que estabas estudiando fotografía —comentó dando un sorbo a su café.

Eren soltó una breve risa. Tímida y a la vez nerviosa.

—Es verdad, pero lo dejé al año y medio —informó rápidamente—. Oye, Levi, ¿te acuerdas de esa historia que te enseñaba cuando íbamos al instituto?

Este meditó por unos instantes.

—Cómo olvidarla… ¿La de los gigantes desnudos?

Recordaba como su amigo le enseñaba bocetos por debajo la mesa y le explicaba con entusiasmo el pasado de los personajes y mil cosas más.

Eren volvió a reír; pareció complacido de que Levi no lo hubiera olvidado.

—En realidad son titanes, pero sí —aclaró sin dejar de sonreír—. Pues adivina… ¡Una editorial compró los derechos!¡Publicaron mi historia!

—¿Oh? Felicidades.

—De momento han salido dos cómics, dentro de cuatro meses, saldrá el tercero. Algunos de mis compañeros dicen que soy el nuevo Robert Kirkman, pero en vez de apocalipsis zombie, lo mío es un drama/horror post-apocalíptico mezclado con fantasía.

—Y pensar que hace años yo era el único que lo conocía —comentó Levi con nostalgia.

—Tú fuiste el primero en conocerla, y no me arrepiento —confesó Eren tímidamente.

Levi se alegró por él, pero, por otra parte, esa explosión de felicidad solo logró contrastar aún más su miseria. No quiso imaginarse cuánto cobraría Eren, seguramente una fortuna.

—Y… ¿Qué ha sido de ti? —preguntó Eren sin regodearse por el éxito de su trabajo—. ¿Cómo te va en la vida?

"Como la mierda".

—Bien. Voy tirando —contestó disimulando su incomodidad.

Eren quedó decepcionado ante su respuesta. Había esperado algo más detallado, más informativo. Sabía que su amigo era de pocas palabras, por lo que no quiso presionarlo. Como alternativa, hablaron de las anécdotas y hecho relevantes en sus tiempos de instituto.

Levi respiró aliviado y rememoró aquellos años en los que su única preocupación era aprobar los exámenes.

Eren tenía un especial brillo en los ojos y su sonrisa simplemente no desaparecía, seguía ahí, iluminando ese rostro de facciones agraciadas. Levi hubiese dado cualquier cosa por tener si quiera un tercio de felicidad en su vida.

Pasada la media hora, Eren lamentó tener que irse. Sin embargo, no se marchó ni más; le dio su número a Levi. Prometiendo volver a quedar y retomar esa amistad que había quedado olvidada por años. El moreno guardó su número en el móvil, bastante estropeado y con la pantalla agrietada por habérsele caído al suelo una vez.

Se despidieron fuera de la cafetería y tomaron direcciones distintas. Levi caminó por veinte minutos, pensando únicamente en Eren y ese inesperado reencuentro. En verdad, era el mismo de antes. Más alto, con el cabello un poco más largo, pero por lo demás, no cambió nada. Su personalidad era exactamente tal y como la recordaba. Su carácter rebelde le metió en problemas en más de una ocasión y él tenía que "rescatarle" siempre.

Fueron buenos tiempos…

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Transcurrieron tres días en los que Levi no salió de casa. Se la pasaba releyendo la maldita carta del banco y contemplando la cantidad de dinero que debía. Jamás conseguiría ese dinero en el plazo de dos semanas. No podía pedir préstamos ni créditos, y tuvo que vender su coche para borrar esos números rojos de su cuenta.

Su tío andaba desaparecido desde hacía días. Romperle las piernas hubiera sido muy bueno para desahogarse, pero ni eso podía hacer.

El silencio le estaba abrumando, pero no se arriesgó a encender la televisión. Eso sería un gasto innecesario de luz. Tampoco usaba ya el horno, ni el microondas.

Echado bocarriba en el sofá, miró de reojo una de las cartas que había en la mesilla y vio el saldo de su cuenta escrito a ordenador: 37 dólares. Con eso pagaría como mucho el agua.

¿Cómo diablos iba a sobrevivir?

Tal era su desesperación que se planteó seriamente la posibilidad de ejercer como "hombre de compañía". Había leído algunos anuncios por encima, donde se requería de ese tipo de servicios. ¿Tan bajo había caído que ahora vendería su propio cuerpo?

El solo imaginar cómo un hombre o mujer pagaba por tener sexo con él, le revolvía el estómago. Pero… ¿qué otra salida había? Su dignidad a cambio de dinero. Iba a levantarse para recoger uno de los diarios que había en el suelo y considerar esa opción cuando el móvil se salió de su bolsillo y cayó al suelo.

Con una mueca, lo recogió del suelo y asegurando que no se había roto nada y que funcionaba más o menos bien, recordó el número de Eren.

Fue una sensación extraña. El corazón se le encogió, pero no permitió que su cerebro formulara "esa otra posibilidad". No, no, no… Hizo todo lo posible por no escuchar esa frase dentro de su cabeza, pero fue inevitable.

"Pídele el dinero a Eren".

Definitivamente había caído en lo más bajo. Eren era su amigo… bueno, había sido su amigo y los amigos no se prestan dinero. De eso se encargaba la familia. Por desgracia, Levi no tenía familia. Su único familiar con vida era Kenny, lo que equivalía a estar solo.

Tenía conocidos, pero nada más.

Su lado "malvado" surgió de improvisto, hacía tiempo que no lo escuchaba. Pedirle dinero a Eren era humillante, sí, pero se lo daría encantado. Por la forma en que lo miraba en la cafetería, seguro aún sentía cosas por él.

"No pienso aprovecharme de sus sentimientos" —dijo otra voz.

¿De qué sentimientos hablaba? De eso hacía ya años, y seguro Eren había pasado página. Ahora que era rico seguro estaba con alguien de su mismo estatus.

¡Pídele el dinero! ¡No pierdes nada por intentarlo, solo tu orgullo!

Levi calló todas esas voces que hablaban al mismo tiempo. Volverse loco no era uno de sus propósitos. Poniendo sus pensamientos en orden, empezó por lo más obvio.

"Eren realmente estuvo enamorado de mí, pero ahora no sé cuáles son sus sentimientos. Y aunque fueran los mismos, no quiero tomar ventaja de eso. Aunque es ridículo, pues pedirle dinero justo cuando me dice que está triunfando es muy rastrero. Pero los necesito… Necesito dinero… No se lo pediría sino estuviera desesperado".

Sujetando el móvil con manos temblorosas, abrió la agenda de contactos. Con el dedo fue bajando hasta encontrar el nombre de Eren. No se había decidido del todo, pero algo le empujaba a hacerlo.

Dándola al icono de la llamada, aguardó más nervioso de lo que creía. Al tercer pitido, Eren cogió la llamada.

—¡Levi! ¡Qué sorpresa!

Su tono de voz era idéntico a cuando se encontraron delante del semáforo. Levi se preguntó si contestaba a todas sus llamadas tan alegre.

—Pensaba llamarte un día de estos, pero no esperaba que lo hicieras tú.

—Eren… ¿Podríamos quedar? —le preguntó controlando los nervios.

—¡Claro! ¡Faltaría más! —accedió emocionado.

—Es… es urgente.

Se hizo un silencio tras decir eso.

—Levi… ¿Va todo bien?

—Te lo contaré cuando nos veamos. Ahora… no puedo.

No quiso sonar tan dramático, pero no pudo evitarlo.

—Claro. Ah… Mmm, ¿quieres que vaya a tu casa esta tarde? Saldré a las siete de la editorial.

—No —se opuso Levi alarmado. Que Eren viera las condiciones en las que vivía era impensable—. Te estaré esperando a las siete frente a la editorial. Dime la dirección.

Eren le dio la dirección y se despidió de él un tanto preocupado. Levi se dijo que no había marcha atrás. Suspirando, dejó el móvil sobre su pecho, y ensayó la forma de pedirle dinero sin sonar patético. Iba a ser complicado, pero hizo el esfuerzo.

Si así al menos podía conservar el poco orgullo que le quedaba, lo haría.

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A las 19:16m.p, Eren salió por la puerta de la editorial diciéndole adiós con la mano a su agente. Levi de brazos cruzados, esperaba justo a un metro de distancia, recostado de espaldas contra la pared.

—Perdona, Levi —se apresuró a decir Eren en cuanto lo vio—. Mi agente a veces es un poco pesado.

Este no le dio importancia.

—¿Quieres pasear un rato o vamos a una cafetería?

—Pasear está bien.

Eren asintió y los dos caminaron hacia el centro de la ciudad. Levi no sabía cómo empezar. Por dentro era un manojo de nervios que le impedían pensar con claridad.

—El otro día te vi raro —comentó Eren. Podía leer la expresión de su amigo y le ahorró el esfuerzo de hablar primero—. Estabas como apagado.

—Sí, todos los días lo estoy.

—¿Por qué? —preguntó Eren preocupado.

Levi no contestó de inmediato. Podía confiar en él; no se reiría de su situación ni tampoco sentiría lástima.

—Tengo… problemas. Problemas económicos.

—¿No trabajas? —inquirió Eren cada vez más angustiado.

—No. Antes trabajaba en un restaurante, pero redujeron la plantilla y me quedé fuera. Solo conseguía trabajos temporales y el sueldo no me llegaba ni para pagar la hipoteca. Tampoco ayudó que mi tío malgastara todo nuestro dinero en alcohol y putas.

Por la expresión de su amigo, estaba claro que no esperaba oír algo tan grave.

—¿Cuánto necesitas? —preguntó sin vacilación.

Levi pareció incómodo. No había terminado de explicar su situación, pero agradeció no tener que hacerlo. En voz baja, murmuró avergonzado:

—Con 2,500 tengo suficiente.

Eren aceptó darle esa cantidad sin pensarlo dos veces. Llevándolo hasta su casa, lo dejó entrar mientras él preparaba el cheque. Se trataba de un piso grande, sin apenas lujos, pero muy acogedora. A Levi enseguida le gustó ese lugar. Ojalá él tuviera algo parecido.

Su amigo regresó con el cheque en mano. Al ver la cantidad, quiso protestar. Eren había puesto 3,000 en vez de 2,500, pero nada de lo que dijo surtió efecto.

—Acéptalo, por favor. Me quedaré más tranquilo.

Levi reconoció para sí mismo que esos 500 extras le venían de perlas. Con eso podría comprar comida y volver a encender la televisión y el microondas.

—Gracias —dijo esbozando una breve sonrisa.

Eren también sonrió, era la primera vez que lo veía sonreír en años.

—Quédate un rato y seguimos con la conversación del otro día.

Sosteniendo el cheque entre sus manos, un enorme peso se liberó de sus hombros. Un desasosiego que no sentía desde hacía tiempo se apoderó de su cuerpo. Aceptando su invitación, se permitió relajarse y ser más participativo en la charla con su amigo.

Con una cerveza cada uno, pusieron en común lo poco que sabían de sus ex-compañeros y qué había sido de sus vidas. Rieron al recordar algunos profesores, como también las excursiones o el viaje de fin de curso a Canarias.

—¿Te acuerdas de Historia? ¿La chica rubia del que medio instituto iba detrás suyo? ¡Pues está saliendo con Ymir!

—¿Con la pecas? —inquirió Levi frunciendo el ceño.

—Sí, y Reiner ahora está trabajando como stripper.

Levi por poco no escupió la cerveza por la nariz. Soltando una carcajada, trató de no imaginarse esa imagen. Eren quedó embelesado al verle reír de esa forma tan despreocupada.

—Bueno, y Erwin, nuestro profesor, ya tuvo su tercer hijo —añadió mientras Levi se recuperaba de la risa.

—Eso sí lo había oído.

Minutos después, Eren había sacado una caja llena de álbumes y fotos. Nostálgicos, recordaron el grupo tan extraño que habían formado ellos junto con otros compañeros como Armin, Hange, Mikasa, Sasha, Connie y Jean.

—¿Y esto? —dijo Eren señalando una foto—. Fue el día en que Connie se emborrachó y Sasha cayó a la piscina con la ropa puesta.

—Mira que montar una fiesta en casa de Hange —mencionó Levi poniendo los ojos en blanco.

—Nos lo pasamos muy bien. ¡Oh! ¿Qué hay allí?

De dentro la caja, Eren extrajo una hoja doblada en varias mitades. Abriéndola, el corazón le dio un vuelco. Levi se acercó para ver; reconociendo el escrito, se mordió el interior de la mejilla.

Frente a ellos estaba la carta de amor que Eren le dio a Levi con dieciséis años.

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