Harry bostezó mientras bajaba las escaleras hacia la cocina. Vestía solo unos pantalones cortos de baloncesto, que le quedaban un poco anchos y revelaban los huesos de su cadera. En su cuello y hombros había algunas marcas de besos, uñas y mordiscos.

Sam y Darío se las habían arreglado bastante bien en el sofá, tanto que podía escuchar sus ronquidos. Sabía que no despertarían hasta más tarde. Por eso se deslizó hacia la cocina sin importarle si hacía ruido.

Encendió la cafetera y la tostadora y cogió una sartén. La puso al fuego con un poco de aceite. Del frigorífico sacó bacon, huevos y leche y de una alacena uno de los panes de semillas que había hecho el día anterior. Lo dejó todo sobre el mostrador y pensó un momento. Luego abrió un armario y sacó una lata de aluminio aun cerrada de hojas de té darjeeling. Había ido personalmente a buscarla al norte de la India. Puso a calentar el agua en una tetera eléctrica.

Lo primero que hizo fue poner unas rebanadas de pan a tostar. Luego se dedicó a los huevos revueltos y el bacon. Vertió el café en una taza blanca y añadió la leche fría, para regular la temperatura. Sacó las tostadas y las puso junto a los huevos y el bacon. El agua la puso en otra taza, esa de color azul, y dejó dentro una bolita metálica con agujeritos que había rellenado con algunas hojas del té.

Lo colocó todo sobre una bandeja y miró hacia el sofá. Habían quitado los cojines del respaldo. Por suerte Harry había comprado un sofá con bastante fondo como para servir de cama. Aquella mañana, Darío estaba a punto de patear a Sam fuera de la cama improvisada. Preparó dos tazas más de café y las dejó un una mesita sobre sus cabezas, bajo un hechizo para mantenerlas calientes.

Luego llevó el desayuno a Draco. Él seguía durmiendo con el pelo extendido en la almohada.

Hizo aparecer una mesa y unas sillas metálicas. Luego pensó un momento e hizo desaparecer una de las sillas. Dejó el desayuno en la mesa y fue a despertar a su novio.

-Mein herzt...

Draco se removió y frunció el ceño.

-Déjame dormir...

-Vamos, te he traído el desayuno.

Draco abrió los ojos y sonrió aun somnoliento. Luego extendió los brazos.

-Llévame.

Harry cedió y le levantó para sentarse en la silla con Draco en el regazo. Cogió el café para sí y dejó el resto para su novio.

-¿Qué tal anoche?

Draco sonrió.

-Si esta noche puedes hacer una repetición, no me negaría.

Harry besó su hombro con cariño. Abajo escucharon un golpe y gritos. Draco le miró.

-Eso no ha sonado a explosión.

-Solo era Darío pateando a Sam fuera del sofá.

-Debería a empezar a acostumbrarme a esto.

-Tu no me enviarás a dormir allí abajo, ¿verdad?

-Pórtate bien y no lo haré.

Se giró para dejar caer un beso en sus labios. Harry sonrió y bebió un sorbo de su café. Esperó pacientemente a que Draco terminara su desayuno. Luego se recostó en él con la taza de té entre las manos.

Observaron el exterior. Harry había dejado una vista de Londres.

-Hogar, dulce hogar.


Zinnia fue la primera en notar a los recién llegados Señores del Metal.

-¡Tío Rick!

Se lanzó a abrazar a Frederick.

-¡Lil!

Él la alzó en el aire. Luego la observó de cerca y alzó cuidadosamente su labio superior para revelar los nuevos colmillos de vampiresa suprema. Darío lanzó un silbido de apreciación.

-Eso podría desgarrar.

Zinnia los mostró voluntariamente en una sonrisa perversa.

-Desgarraré si es necesario.

Kirte rió.

-Y ahí está la sangre de Death.

Niro también se unió a la risa.

-Solo espero que tu hijo no sea tan violento.

-Hija.

Se giraron hacia Sam, otra vez disfrazado con la peluca negra. Zinnia le abrazó con cariño.

-¿Qué quieres decir?

-La próxima generación de los Crane será femenina. Pero no me preguntes por nombres, los chicos me han bloqueado esas memorias.

-Tres nuevas chicas a la familia... Ya era hora. Tía Charlie y yo somos las únicas contra siete hombres, ocho ahora con Sev.

-Y quedaríamos ocho contra cinco.

-Son mejores números, papá, reconócelo.

-Lo acepto.

-¿Y no te molesta que me haya transformado?

Sam sonrió ligeramente.

-Lil, aunque te parezca increíble, no es lo más raro que he visto. Tus tres hermanos mayores, cada uno una criatura mágica diferente, están en un trío incestuoso y, si lo piensas con perspectiva, yo me casé con mi sobrino. Creo que podre soportar que tú vayas a tener una hija con mi mejor amigo, un vampiro supremo que te lleva tres mil quinientos años. Además, contigo no tendré que preocuparme de amenazar a Sev, sé que lo harás mejor.

Zinnia rió.

-Tienes que tener alguna queja, si no, no es divertido.

Sam lo pensó un momento.

-Vale, recupera tu pelirrojo natural. Te queda mejor.

Ella asintió, feliz. Harry sacudió la cabeza desde donde estaba junto a todos sus Hermanos.

-Yo digo que Zinnia tardará menos en descubrirlo.

-Y yo que escucharemos sus gritos desde el otro lado de Ilsit.

-Hablando de apuestas... Tenemos una partida de cartas esta noche.

-Voto porque Allen tenga prohibido jugar en la primera mitad hoy.

-Apoyo la moción.

-¡Hey!

-De todas formas, Sakura es la única que puede igualarte. Ella también debería jugar solo en la segunda mitad.

-Se acepta la moción.

Sakura aceptó con una sonrisa. Todos siguieron hacia la playa. Los alumnos ya estaban allí, preparados para descansar de la fiesta del día anterior tostándose al sol y remojándose en el agua salada. Los Señores del Metal habían preparado un desayuno buffet para todos.

Percy estiró los brazos.

-Bien, yo me voy a surfear un rato. ¿Alguien se une?

Su ropa cambió a un bañador de color azul. Sus Hermanos siguieron su ejemplo. En un momento la escena se convirtió en una sesión de fotos. Solo había cicatrices, tatuajes y músculos. Eran una vista impresionante para cualquiera. Percy cogió su tabla, la que había preparado el día anterior, y se dirigió al agua. Annabeth sonrió. Su novio jamás cambiaría.

Harry fue a sentarse junto a sus amigos.

-Sea lo que sea que hayas hecho, dímelo.

Rió divertido.

-Solo entrenamiento. Y muchas persecuciones. Solo la semana pasada tuve que ir cinco veces a Boston para evitar que Marian y Edward arrasaran con el alcohol. Las otras seis envié al Equipo Delta.

-¿Quiénes son el Equipo Delta?

-Clay, Daniel, Altaïr, Malik, Ezio, Leo, Connor, Edward, Arno, Evie y Jacob.

-¿Por qué Delta?

-Todos son viejos amigos de Desmond y delta es "d" en el alfabeto griego. Sam no tenía mucha imaginación.

-Bueno, tendría otras cosas en las que pensar...

-Hace cinco años... estaba vigilando el Torneo.

-No le vimos...

-Él trabaja en las sombras. Si hace algo, no espera nada a cambio.

-Me recuerda a alguien...

Harry sonrió ligeramente a Ron.

-¿No tenías que enseñarme un hechizo para analizar firmas mágicas?

-Cierto, Hermione.

Hizo un gesto de barrido en el aire. Apareció una pantalla morado translúcido.

-¿Qué es eso?

-Un sistema que inventó Sam, es más fácil que escribir en el aire y no gasta ni papel ni tinta-empezó a dibujar varios escudos de armas-. Estos son los resultados que espero. Las firmas mágicas, en teoría, solo pueden pertenecer a aquellas familias que originalmente obtuvieron la magia. Estos son los escudos de armas de esas familias. Con el tiempo han ido evolucionando para convertirse en los que aparecen hoy en día en cada casa familiar porque la sangre ha ido diluyéndose con las generaciones. Pero con el hechizo que voy a enseñarte eliminamos lo que sobra para dejar el núcleo. Es como un árbol, las ramas nos impiden ver el tronco, que es lo que necesitamos.

-¿Y cuál es el hechizo?

-Ostende mihi qui est. "Muéstrame quién es".

-Suena... poético.

-A veces, la poesía es la mejor expresión para las palabras.

-Eso suena a cita.

-Se me están quedando las palabras de Eragon antes de lo que imaginaba. Él enseñó a Dostoievski y años más tarde fingió aprender de él.

Hermione sonrió ligeramente. Sonaba a algo que harían sus profesores. Estudió los escudos.

-Entonces, si he entendido bien, la firma mágica de cada persona solo puede ser de cualquiera de estos escudos.

-Así es.

-¿Y por qué solo tengo que hacer la prueba a hijos de muggles?

-Porque registrando en los archivos de los Potter, encontré un hechizo de transferencia de embarazo.

Todos los que prestaban atención a la conversación se quedaron de piedra.

-¿Transferencia de embarazo?

-En la sociedad mágica más tradicional, los amantes son aceptados en silencio, pero un embarazo no deseado puede dar lugar a problemas por la herencia con el heredero real. Pero asesinar a un bebé no nacido se paga con un castigo aun mayor según las antiguas leyes por las que se rigen, por eso simplemente transfieren el embarazo a muggles. Las pruebas de ADN dirán que sus padres biológicos son los elegidos por un mago o bruja, pero nunca se tienen en cuenta las pruebas de magia ancestrales.

-¿En qué casas resultan estos escudos?

Harry sonrió misterioso.

-Lo dejaré en secreto hasta tener los resultados, para mantener la imparcialidad.

-¿Puedes hacer la prueba en mí? Para saber lo que debo esperar.

Harry colocó sus manos a ambos lados de su cabeza e hizo un círculo con el pulgar derecho sobre su frente.

-Cuando tú lo hagas, debes hacer el círculo con el lado izquierdo, es el femenino. Ostende mihi qui est.

En la frente, justo en el centro del círculo imaginario, apareció uno de los escudos. Harry sonrió ligeramente y escribió algo en la pantalla flotante. Luego, por su propia curiosidad, murmuró algo más que cambió el escudo por el glifo de uno de los Elementos.

-¿Qué haces?

-Saciar mi curiosidad. Tienes una gran afinidad con el agua, por eso fluyes como un río, rápido y constante. Con paciencia eres capaz de cambiar cualquier comportamiento, del mismo modo que el agua erosiona las piedras. Pero cuando te emocionas puedes causar enormes desastres, igual que un tsunami.

Hermione se frotó la frente. Los hechizos hacían cosquillas.

-¿De verdad puedes saber todo eso con solo una afinidad?

-En realidad imaginaba que serías aire. Más o menos tiene la misma descripción, pero el agua es más violenta, sin importar lo que diga Naruto. Percy es más aterrador.

-¿Y cuál es mi resultado en la prueba original?

Harry señaló un escudo. En el centro había una espada clavada en una piedra, rodeada por una serpiente que mordía una manzana.

-Camerlin, la magia intelectual por excelencia. Nunca pierden el control en situaciones de presión y se puede confiar en su lealtad incondicional.

-¿Cuál eres tú?

Harry señaló otro escudo. En ese había un martillo rodeado de espinas con una única rosa roja floreciente goteando sangre.

-Distel. Posesivos, leales y capaces de todo, sea bueno o malo, aunque generalmente está justo en el límite de la balanza. Los Distel siempre mantienen la cabeza fría, salvo cuando alguien valioso para ellos está amenazado, en cuyo caso pueden llegar a matar. Son buenos analizando una situación en segundos y reaccionar en consecuencia.

-Suena al nuevo tú.

-Siempre he sido yo, solo que estaba oculto bajo todo lo que me grabaron a la fuerza. Tengo que reconocer que fue un plan brillante, pero su único fallo fue el que acabó con él.

-¿Fallo?

-La otra mitad de mi sangre-señaló un tercer escudo. Ese era un cuervo con una mariposa en el pico, posado sobre una calavera humana-. Los Juldin. Imparables, temperamentales, violentos e imposibles de controlar. Esta línea mágica me viene por parte de mi madre. Es... digamos, única. Siempre se evitó que los Juldin y los Distel se mezclaran, por la mezcla tan explosiva que podían crear. Pero nadie habría imaginado que el último hombre con sangre Juldin renunciara a su hija no nacida. Aunque... fue por su propia protección, así que puedo llegar a entenderlo.

Hermione le observó.

-Posesivo, leal, capaz de todo, imparable, temperamental, violento e imposible de controlar. ¿Ese eres tú?

-Casi. También hay que unir mi afiliación. Como Señor del Metal tengo muchas más responsabilidades. Entre ellas está la que dice que no debo dejarme llevar por mis instintos salvo en batalla, debo mantener una imagen de calma y seguridad para ganarme la confianza de muchos a los que años más tarde tendré que traicionar para proteger a mi familia. Necesitaré ser fuerte mentalmente para no derrumbarme.

-Ya eres fuerte, Harry. Y tienes a muchas personas en las que apoyarte.

Harry sonrió a las palabras, pero sabía que llegaría el momento en el que no podría utilizar ningún apoyo más que él mismo.

De repente se levantó y se giró, alzando las manos frente a él. Una poderosa ola mágica se detuvo con sus barreras. Él mismo envió la suya, una niebla de color negro, que chocó contra una figura invisible. Cerró las manos en puños y la niebla envolvió por completo a la figura. Se volvió visible con la pura fuerza de la magia que le aprisionaba. Tenía tres ojos y la piel cubierta de escamas de color verde enfermizo. Sus colmillos gotearon veneno cuando silvó y la lengua bífida salió para probar el aire.

Habló en una extraña lengua silbante, parecida al parsel. Solo los Señores del Metal le entendieron. Samael se agachó en silencio y dibujó un símbolo en el suelo. Hime, el basilisco plateado que vivía en una cueva de Ilsit, respondió a la llamada deslizándose entre los árboles. Justo un segundo antes de que atacara, Harry cegó a todos. Solo vieron la masacre los Señores del Metal.

Darío se acercó al cuerpo cuando Hime hubo terminado con él. Observó los agujeros de los colmillos, con los bordes recubiertos de veneno de basilisco. Frederick también se acercó.

-Se supone que estas cosas no pueden salir de su universo.

-A no ser que alguien las haya llamado...

-¿Harry?

-Lo siento, Hermione, no es nada agradable de ver y quise evitaros las pesadillas.

Los cuatro cubrieron a la criatura con su magia y lo transportaron a una zona especial subterránea. Allí se mantendría intacto con los hechizos de éxtasis para poder ser examinado luego.

Hime se enrolló detrás de Harry, buscando su mano para que la acariciara, como una buena mascota. Una mascota con un veneno mortal. Harry levantó el hechizo de cegera. Todos miraron sorprendidos las escamas plateadas del basilisco.

-¿Qué era esa cosa?

-Un Srrigr, de las criaturas más repulsivas que existen. No solo pueden envenenar con los colmillos, sus escamas están recubiertas de una mucosa que hace que la piel se desprenda del músculo allí donde se roce.

-Y sus ojos pueden paralizar como los de Medusa, aunque solo si son azules. Hice un estudio bastante completo sobre ellos hace unos cuantos siglos.

-Deberías buscarte otros objetos de estudio, Rick. Empiezas a llegar a tu límite.

-Como si existiera un límite para mí...

-Vale, olvida lo que ha dicho Darío. ¿Cómo ha llegado aquí?

-Alguien lo ha llamado. Suelen ser utilizados en anillos de pelea ilegales en Kardil. Hace tiempo también se usaban en guerras. Generalmente obedecen a la persona que les convoca, de ese modo podremos descubrir su identidad.

-¿Y por qué aquí? Podría haberlo intentado en cualquier otro lugar...

-Las defensas de Ilsit estaban bajas para la llegada de todos. ¿Recordaste volver a colocarlas?

Harry miró a Darío.

-Nunca las bajé.

La tensión se instaló en toda la playa.

-¿Qué quieres decir?

-Las modifiqué para permitir el acceso de cada persona que está aquí, cada una por separado. Nadie más.

En la mente de los cuatro se formó un mismo pensamiento. El traidor estaba dentro de las barreras.

Los profesores notaron el extraño intercambio de miradas. Llegaron a la misma conclusión.

-¿Hay algún inconveniente en que nos quedemos en Ilsit durante un tiempo? En los túneles hay mejores instalaciones de magia.

Harry respondió distraídamente.

-Hazed lo que creáis conveniente. Esta isla también es vuestra.

Frederick le miró preocupado.

-Harry, no quiero ser quien lo diga en voz alta, pero tú y yo estamos pensando lo mismo.

-Lo sé.

-Revisemos las barreras...

-Hacedlo vosotros, creo que estaré un rato construyendo la Catedral.

Empezó a marcharse, pero Sam le detuvo con una pregunta de gran importancia para él.

-¿Qué harás cuando lo encontremos?

Harry se detuvo y les miró por encima del hombro. Sus ojos verde esmeralda eran fríos como el hielo y duros como piedras.

-No preguntes sobre algo que sabes, hermano. Lo mataré con mis propias manos.

Siguió su camino y pronto se perdió entre los árboles.


El sol volvió a ponerse tras el horizonte. Las estrellas aparecieron como de costumbre. Los pájaros y otras criaturas que habitaban Ilsit fueron a dormir, los nocturnos decidieron que aquella no era su noche.

Pero cuatro hombres seguían despiertos. Ellos no necesitaban dormir. Eran las Anclas, el poder que corría por sus venas era más que suficiente para mantenerlos despiertos todos los días de sus vidas.

Tres de ellos observaban al cuarto. Este estaba moviendo grandes cantidades de metal para formar su nueva Catedral. Era de estilo gótico, con dos enormes torres protegiendo la principal portada, cinco naves siendo la central la más ancha y alta y hermoso ábside con las Vidrieras de los Elementos que había decidido rescatar de la anterior catedral. Estas iluminaban no solo una, si no cuatro estatuas de ángeles.

Una de ellas era la que Samael había hecho de Onis, con las alas extendidas para alzar el cuelo. Otras dos eran representaciones de Kirte y Niro por Frederick y Darío.

Kirte llevaba un libro en una mano y parecía buscar algo entre las líneas dibujadas con metal. Era su libro favorito, La Divina Comedia de Dante Aligieri, y en esas dos páginas se leían los versos que describían a los condenados por la lujuria. Sus alas estaban ligeramente extendidas, como si respondieran a su concentración.

Niro estaba representado con una cesta llena de plantas medicinales. Menta, albahaca, lavanda, dientes de león, bardanas y aloe se encontraban entre esa selección. Sujetaba una rama con flores de jazmín, sus flores favoritas. Sus alas estaban relajadas, envolviendo sus hombros con delicadeza.

Pero era la de Draco la que realmente llamaba la atención, quizás por su simpleza. Llevaba las manos atadas al frente, con gotas de sangre cayendo de las heridas producidas por la cuerda. Tenía la mirada perdida en algún lugar sobre su hombro, como esperando a alguien. Sus alas estaban caídas, derrotadas. Quiensea que esperara, no iba a llegar. A sus pies había una única rama de olivo.

Samael estaba sentado en uno de los bancos que había instalado Harry, observando sus movimientos, Frederick estaba sentado en el suelo usando uno de ellos como mesa y Darío había decidio tumbarse y escribir algo en el aire que solo él podía ver.

Habían mantenido sus posiciones durante horas, prácticamente desde que habían seguido a Harry hasta la Catedral. Y según parecía, iban a mantenerse así hasta el amanecer. A ninguno le importaba.

Justo cuando el sol volvió a aparecer en el horizonte, Harry dio por terminada su Catedral, la Catedrla de la Guerra. Aunque faltaba un pequeño detalle...

Salió a la portada principal y observó el relieve que había sobre ella. Era una escena de guerra, como todas las demás decoraciones, pero esa era especial. Cuatro hombres cabalgaban sobre caballos esqueléticos hacia un ejército completo. Uno de ellos, el de la máscara del demonio, llevaba un banderín ondeando al viento. Harry se concentró una vez más y en el banderín se grabaron tres palabras: Kathedrale des Krieges.

-Listo.

Su voz sonó ronca. Era la primera vez que la utilizaba en muchas horas.

-Y es maravillosa.

Miró hacia las puertas. Sus hermanos Jinetes estaban allí. Sonrió ligeramente.

-Un digno templo para la guerra y la paz.

De repente aparecieron las ilusiones de cada templo de los Jinetes, de modo que ellos quedaban entre los cuatro. El de Darío era un colorido templo hindú, como una pirámide escalonada cubierta de escenas que representaban hambrunas. El de Frederick era un sobrio templo japonés, con una única estatua que representaba todas las enfermedades conocidas. El de Samael era un templo egipcio de líneas simples, con la muerte en cada pared con todo el colorido del Antiguo Egipto de los faraones.

Juntos, los Cuatro Templos de los Jinetes, formaban un puente que unía todos los Universos de las Dimensiones, un puente que solo ellos podrían cruzar. Sintieron la conexión espacio-temporal como una extensión de sí mismos. Era un peso más en sus responsabilidades, pero uno que llevarían con orgullo.

Las ilusiones se esfumaron tan rápido como habían llegado.

-¿Tienes alguna idea para capturar a quien ha intentado matarle?

-Creo que sé quién es. Lo he estado meditando y solo se me ha ocurrido una opción.

-¿Y lo matarás con tus propias manos?

-No exactamente...

Jugueteó con el anillo de plata y rubí en su mano izquierda, el que le marcaba como Conde de Gryffindor. En realidad era la espada que había utilizado para matar al basilisco en segundo año y para destruir horrocruxes. Y planeaba utilizarla de nuevo.

Fueron a la playa a esperar a que los alumnos despertaran. Las olas jugaban con sus tobillos mientras hablaban del último estudio de Frederick, las armas que quería crear Darío, los viajes de Sam y los experimentos de Harry.

Hermione y Ron fueron los primeros en salir. Se sorprendieron a ver a los cuatro hombres que en una vida anterior habían sido hermanos. Los profesores les habían explicado todo, desde la existencia de otros universos hasta la presencia de los Cuatro Jinetes del Apocalipsis.

-¿Harry?

Él se giró y les sonrió.

-Buenos días. ¿Qué tal la noche?

-Bien. ¿Y la tuya?

-Inquieta. He terminado la Kathedrale y he descubierto cómo han podido intentar matarme desde el interior de las barreras.

-¿Cómo?

Él miró a Ron.

-¿Te has traído el desiluminador?

-Sí, deja que vaya a buscarlo.

Ron entró y regresó con el objeto que le había dejado Albus Dumbledore en su testamento. Harry lo observó detenidamente. Luego asintió y se lo devolvió.

-Cuando te diga, ábrelo.

Se retió un par de pasos y se quitó el anillo de Gryffindor. Al instante se transformó en la espada. Hermione notó que su agarre no era tan inseguro como hace un año. Se fijó en que Frederick sacaba un pincel de algún lado y escribía algo en su palma izquierda. Alrededor de Harry y Ron se formó un círculo de runas de protección. Otro cículo más pequeño se formó alrededor de Ron, pero este no brillaba como el otro.

Harry asintió. Ron activó el desiluminador, pero en lugar de salir una esfera de luz, fue una especie de niebla gris que adoptó una forma humanoide.

-Nunca debiste haber nacido, War.

-La guerra nunca desaparecerá.

En un único gesto fluído, hizo una floritura y cortó la sombra. Esta desapareció sin dejar rastro.

-Y así, damas y caballeros, es como empieza una guerra.

-Darío, no hace ninguna gracia.

El otro pelinegro sonrió.

-En serio, tengo que cambiar mi estudio. Los pelinegros son los más peligrosos.

-Hey, incluso rima.

Un instante después, Darío estaba encogido sobre sí mismo sujetándose la cabeza.

-Rick, a ese ritmo acabarás con todas sus neuronas.

-Su magia las repone al mismo ritmo.

-Hablando estrategicamente es un poco contraproducente gastar energía en destruir algo que se construye al mismo ritmo, pero reconozco que es más fácil de hacerse entender.

-No dirías lo mismo en mi lugar...

-Darío...

Sam sonrió ligeramente. Algo que nunca cambiaría, serían las peleas de Dario y Frederick. Hermione miró a su amigo.

-¿Qué era esa cosa?

Fue Sam quien respondió.

-Un espíritu. Hay algunos buenos y otros malos, dependiendo de las intenciones del convocador. En vida fueron personas que se suicidaron, condenadas a servir a los vivos hasta el fin de los tiempos.

-Un pensamiento muy alegre. ¿Desayuno?

-Te toca, Darío.

-Sí, sí. Me voy adelantando.

Desapareció en un remolino de mercurio.

-Bien, eso ha sido rápido. ¿Creéis que explotará la cocina?

-Espero que tengas más materiales para rehacerla, Harry.

-Creo que me sobraron algunos, pero siempre podemos encargar una nueva. Conozco a gente que conoce gente...

-Ese debe ser el resumen de nuestras vidas-Frederick miró hacia el océano-. También me adelantaré, es el cumpleaños de Lisser y queremos ver si podemos llamarle antes del mediodía.

-Felicitale de nuestra parte.

-Claro.

Él también desapareció en un remolino de mercurio. En la playa solo quedaorn Samael, Harry, Ron y Hermione.

-¿Nos enseñas la Kathedrale?

Harry sonrió a la pregunta de Ron.

-Claro, venid.

Miró a Sam. Él sacó un libro de alguna parte.

-Me voy a meditar por ahí. Nos vemos en el desayuno.

-Sí, claro. Saluda a Onis de mi parte.

Sam sonrió ligeramente. El libro era una copia del que tenía Onis.

-Y tú dile a Shaun que le dé rápido su libro a Draco. Preveo una larga lista de noches en vela para vosotros.

-Oh, cállate.

Las orejas de Harry empezaban a ponerse rojas. Sam fue el tercero en desaparecer en un remolino de mercurio.

-¿Quieres contarnos qué es ese famoso libro?

-Por vuestro propio bien, no.

-Vale, ahora por curiosidad. ¿Qué es ese libro?

Hermione estaba realmente interesada.

-En resumen: el kamasutra de la pareja.

-Vale, no quiero oir más.

Aunque Ron había dicho eso, en realidad estaba feliz por su amigo. Pero Hermione quería saber más.

-¿Y cuántas páginas habéis llenado Draco y tú?

-¡Hermione!

-Dos. Tres, si contamos lo que ocurrió en Hogwarts.

-Demasiada información.

Empezaron a adentrarse en el bosque. Harry iba hablando sobre unas ideas que tenía sobre nuevos componentes para varitas mágicas.

Entre los árboles vieron destellos plateados. Cuando por fin salieron del bosque, quedaron petrificados por el esplendor de la Kathedrale des Krieges.

-¿Tú... has hecho esto? ¿En una noche?

-La he terminado en una noche, pero llevaba semanas empezada.

-Es... no hay palabras para describirla.

Harry abrió las enormes puertas metálicas con un simple gesto y entró. Al instante la luz que entraba a través de las vidrieras le iluminó, como si fuera un ser de otro mundo. Su ropa negra se teñía de todos los colores. Su pelo se agitaba con el viento que entraba por las puertas. Parecía pacífico y tranquilo, pero listo para luchar.

Hermione se sintió atraída por las cuatro estatuas de ángeles en el altar. Estaban en fila, la primera de la izquierda la de la cesta, después la del libro, luego la que estaba maniatada y la última la que alzaba el vuelo.

-Son...

-Primero Niro, después Kirte, luego Draco y por último Onis.

-¿Por qué Draco parece buscar a alguien?

Harry frunció el ceño, intentando recordar.

-No lo sé. Algo me dijo que la hiciera así.

-¿Algo?

Se llevó la mano a la frente y sacudió la cabeza.

-Esos recuerdos están fragmentados. Son como hilos de pensamiento incompletos.

Respiró hondo y alzó la mirada hacia la vidriera con el símbolo del metal.

¿Qué me falta?

Hubo un silvido de admiración. Harry se giró hacia Naruto.

-He escuchado explosiones en el piso de arriba.

-Oh, sí, tú vives en el séptimo. ¿Y Sasuke?

-Se fue de compras con Itachi a Tokio. Ya sabes, unión fraternal. ¿Qué hay de tus hermanos?

-Ya has oído a Darío reventando las cañerías, Niro debe estar gritándole por eso. Rick y Kirte iban a intentar una comunicación interdimensional con su hijo. Y Sam iba a pasarse por Le Perle con Onis.

-¿Y Draco?

Harry tardó un momento en responder.

-En el laboratorio de pociones. Está totalmente insonorizado en previsión de las explosiones.

-¿Cómo empezó Darío con las explosiones?

-No estoy seguro, pero hace muchísimo tiempo en su dimensión, ideó un plan con un amigo suyo para ganar una guerra sin bajas. El plan consistía en un gran número de pequeñas detonaciones, pero se les fue de las manos y acabaron destruyendo medio castillo. Darío se marchó de allí cuando todos empezaron a temerle porque se rió. En la India se encontró con Niro. Se enamoró de él cuando le lanzó su propia bomba en mitad de Nueva Deli.

-Eso sí que es un romance explosivo.

Los cuatro sonrieron por el chiste. Fuera empezó la lluvia de repente.

-¿Percy se había ido?

-Dijo algo sobre una reunión familiar...

-¿Quién va a calmarle?

-Te toca, Harry. No estoy tan loco como para acercarme a él cabreado.

-¿Y yo sí?

Naruto simplemente señaló el enorme espacio en el que estaban.

-Has terminado esto en una noche.

Harry se rindió.

-Bien, pero me debes una. Cierra la puerta al salir.

Caminó hacia las puertas tranquilamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo. Y teniendo en cuenta que ahora era un inmortal, seguramente era verdad. Ron y Hermione le siguieron con curiosidad. Querían saber más sobre la relación entre los Ocho Hermanos.

Percy estaba en una playa al otro lado de la isla, habían tomado un atajo. Maldecía a los cuatro vientos en griego clásico y latín, a veces siendo rspondido por truenos. Se movía de un lado para otro, provocando que las olas se elevaran en esa parte del océano, y agitaba una espada de bronce. Harry se recostó en un árbol para disfrutar del espectáculo. No todos los días se podía ver al calmado Percy Jackson peleándose con los dioses del Olimpo. Sobre todo con comentarios como aquellos.

-¡Y no pienso posar desnudo para un estúpidocalendario, Afrodita! ¡Antes te arracaría la piel a tiras!

Esa era de las frases más suaves que decía. Prácticamente insultaba a todos los dioses menos a Poseidón, Atenea, Ártemis, Hades y Hestia.

Al cabo de diez minutos se calmó. Plantó los pies fírmemente en la arena, clavó la espada y se apoyó en ella. También dejó de hablar en griego. Aunque ni las olas ni la lluvia se detuvieron.

-Creo que he dejado claras mis opiniones. Con eso podéis proceder.

Cortó el aire con la espada. Hubo un último trueno.

-Recuérdame que no te enfade.

-Solo ellos pueden enfadarme hasta estos niveles.

-¿Qué ha sido esta vez?

-Lo mismo de siempre. Que si debo perpetuar mi linaje, que si debo aceptar convertirme en uno de ellos, que si debo cortar con Annabeth...

-Y supongo que esto último es lo que más te ha molestado.

-¿Bromeas? Aun siento ganas de estrangular a mi primo...

-Y veo que no has mencionado a tu suegra para nada.

-Por fin ha dejado de intentar matarme, no iba a poner eso en peligro.

-¿Y el resto que no has mencionado?

-Uno es mi padre, otro es mi querido tío, otra es mi prima y la última la única tía que no ha intentado utilizarme como un peón en sus juegos.

-Tu familia es rara.

-¿Y me lo dices tú?

-Hey, de los dieciseis solo tres están en una relación incestuosa. ¿Cuántas aventuras ha tenido tu tío?

-Bien, tú ganas.

-¿Qué era eso de un calendario?

Percy gruñó.

-Otra de las ideas estúpidas de mi hermana. "Es para recaudar fondos para el cambio de imagen de muchas personas". Y un cuerno. No pienso volver a hacerlo.

-Así que ella lo hiciste.

-Solo después de siglos y solo para que me dejara en paz.

-¿Puedo verlo?

La mirada que le lanzó podría ser mortal para cualquier otro, pero no para Harry.

-Si luego quieres morir...

-No, olvídalo, ya sé dónde lo esconde Annabeth.

-¿Annabeth tiene uno?

-Justo ahora lo ha escondido en el piso.

-Bien, nos vemos.

Percy salió corriendo con la espada al hombro. Harry extendió la mano y miró al cielo.

-Bueno, al menos ha dejado de llover.

-El modo en el que has desviado su enfado... ¿Me enseñas?

-Pregúntale a Draco, me ha enseñado él para controlar a su padre.

-Dices que está en el laboratorio de pociones...

-El rascacielos, octava planta, piso bajo. En el ascensor pulsa la esmeralda y luego pregúntale a Niro, estará en el salón. ¿Una partida de ajedrez, Ron?