DISCLAIMER: Yuri on Ice no me pertenece.


Cuando Mari Katsuki tenía 15 años, llevaba el cabello largo hasta la mitad de la espalda, que su madre le ayudaba a peinar en dos trenzas porque de lo contrario, según sus palabras "se esponjaba como una melena de león".

Siempre lo odió y no pasaba un día sin que pensara en contarlo, hasta que…

-Me gusta mucho tu cabello.

Él tenía 15 años también, cabello negro, rostro pecoso, ojos grises y sonrisa radiante. Estaban en la misma clase y de pronto Mari se encontró conversando con él en los descansos, compartiendo todos sus almuerzos, y después, dándole pan y comida extra para que se llevara a su casa.

Estaba enamorada y feliz. Pero esa felicidad no duraría mucho.

Un día, lo esperaba después de la escuela. Pronto sería cumpleaños de una de sus amigas y le organizarían una pequeña fiesta. Tenía toda la intención de invitarlo.

Se encontró corriendo hacia él, pero detuvo su carrera al percatarse que no estaba solo.

-¡Hacía mucho que no probaba galletas de chocolate!-exclamó una voz melosa que reconoció como de una de las chicas de su clase.

-¿Verdad?-habló el chico pecoso, pasándole un brazo por los hombros a ella-Veré si puedo hacer que Katsuki me dé un poco de ese panqué de arándanos de la semana pasada, estaba delicioso.

-Oh, sí, por favor-rió emocionada la chica y después se paró de puntitas para besarlo en labios.

Él no la apartó.

Ese fue el día en que Mari le pidió a su madre que le cortara el cabello. Hiroko, siendo la mujer comprensiva que era, no indagó en detalles, pero le permitió llorar y desahogarse hasta que se sintió mejor y le preparó su platillo favorito para la cena.

Cortó todo contacto con él. Meses después, el chico pecoso resultó seleccionado en la cosecha. Apenas sobrevivió un día en los Juegos del Hambre. Esa fue la última vez que lloró por él.


Mari era bien consciente que la situación de su familia era considerablemente mejor que la de buena parte del Distrito 12. Buena casa, trabajo estable, comida caliente todos los días… mucho más de lo que muchos podrían desear. Eso se aplicaba igualmente a la cosecha.

Por supuesto que temía la posibilidad de ser elegida, al igual que todos, pero no perdía de vista que al menos en su caso, era considerablemente menor. A los 18 años y de acuerdo con las reglas establecidas, su nombre entraba en el sorteo únicamente 7 veces, suficientes, aunque no tantas como algunos chicos y chicas que conocía, que se veían obligados a pedir raciones extras para alimentar a sus familias a cambio de ser añadidos más veces, aumentando la posibilidad de resultar seleccionados. Una de sus amigas, de su misma edad, tenía 46 papeletas con su nombre.

Un año después, Mari debería estar celebrando que las cosechas para ella habían terminado. El problema es que eso implicaba que iniciaban para Yuuri.

Yuuri, de tan sólo 12 años, se encontraba sentado a la mesa sin tocar su desayuno. Mari rodó los ojos. Contrario con lo que se pudiera pensar, Yuuri siempre dejaba de comer cuando estaba nervioso, y en ese día en especial, él creía que tenía motivos de sobra para estarlo.

-Tu nombre sólo entrará una vez-le dijo intentando calmarlo.

-Con la chica del año anterior fue igual y la eligieron-la rebatió con apenas un susurro.

Se mordió la lengua. Yuuri tenía razón. Mari se esforzó por bloquear de su mente la posibilidad de que su inofensivo, tímido y sensible hermanito se viera obligado a ser parte de algo tan bestial como los Juegos del Hambre. Hiroko y Toshiya les prohibían verlos en la medida de lo posible, sobre todo a Yuuri, pero era imposible evitarlos del todo. Eran prácticamente de lo único que se hablaba en la escuela durante semanas y por lo que Mari y Yuuri pudieron escuchar, la chica de su distrito tuvo una muerte especialmente dolorosa cuando un bruto que le sacaba casi el doble en estatura y todavía más de peso, la atravesó con una espada. Yuuri tuvo pesadillas por casi un mes.

De camino a la cosecha, Mari le dio algunas rápidas indicaciones. El ambiente era solemne, sin embargo ya algunos chicos se habían reunidos con otros de sus conocidos y amigos para enfrentar el proceso juntos. La única amiga de Yuuri, Yuuko, estaría en la zona de las chicas, lo que implicaba que debería permanecer solo.

Mari y sus padres esperaron mientras Lilia, la enviada del Capitolio, dio inicio al protocolo establecido, y ellos, al igual que buena parte de los asistentes, contuvieron la respiración mientras la mujer sacaba el nombre de algún pobre chico de la urna.

No fue Yuuri.


Otra cosa que venía con su buena situación familiar, era que mucha gente les pedía ayuda.

-Pero lo malo es, que no puedes ayudarlos a todos-le confió su padre en una ocasión-Y además, debes elegir con cuidado a quienes ayudar.

Mari pensó en la mujer que les ayudaba una vez por mes a limpiar la bodega, una viuda madre de cuatro niños y a quien además del pequeño pago con dinero, solían darle harina, aceite y algunas golosinas para sus hijos. O en el hombre que solía cuidarlos a ella y Yuuri cuando eran pequeños, un viejo que aún a su edad, seguía buscando apoyar a su familia.

Recordó al chico pecoso, y a otros que vinieron después pero que ella logró identificar a tiempo. Pensó en el buen ojo que sus padres tenían para juzgar a la gente y distinguir a aquellos que eran verdaderamente honestos de los que no. Yuuri, por otro lado, era demasiado amable.

Se encontraba atendiendo el mostrador mientras Hiroko buscaba el pan recién horneado y Mari ayudaba a Toshiya a cargar algunos sacos de harina. Yuuri ya se había ocupado del mostrador antes y nunca tuvo ningún problema, al menos hasta ese día.

Cuando Mari regresó a la panadería, un único cliente se encontraba ahí, un chico de cabello plateado y ojos azules a quien Yuuri observaba con demasiada atención.

El joven llevó al mostrador dos barras pequeñas de pan duro y frío y pagó según lo establecido, pero Yuuri lo detuvo antes de que se fuera.

-¡Um! Te… te… ¿Te gustaría una galleta?

El otro arqueó una ceja, claramente no esperando esa pregunta.

-Pero ya no tengo dinero…

-E-es una muestra gratis-balbuceó Yuuri, sonrojándose.

Por un momento pareció que se negaría, pero luego asintió y tomó una de las galletas que Yuuri le ofreció. Obviamente nadie sería tan tonto como para rechazar cualquier tipo de comida gratis.

-Muchas gracias-le dijo a manera de despedida mientras le dedicaba una sonrisa demasiado perfecta que a Mari le puso los pelos de punta.

-Yuuri, ¿por qué hiciste eso?-se apresuró a reprenderlo.

-Pero Mari…él…parecía que tenía hambre-quiso justificarse.

-No lo regañes-intervino Hiroko en defensa de Yuuri-Ese pobre chico…-expresó con tristeza mirando hacia la puerta-Su padre murió en el accidente de la mina. Es tan sólo un año mayor que Yuuri y ya tiene que hacerse cargo de su familia.

¿Admirable? Sin duda. ¿Qué si era injusto que tuviera que llevar tal responsabilidad sobre sus hombros a tan temprana edad? Definitivamente. Pero eso no quería decir que tuviera que agradarle Viktor Nikiforov.

-¡Es tan genial! He escuchado que es un cazador y un arquero experto, no tiene miedo de ir al bosque-halagó Ana, una de las amigas de Mari.

-Puedo confirmarlo-consintió Alice, otra de sus amigas, hija del carnicero-Mi papá le compra conejos y me contó que en una ocasión le llevó un ciervo.

-Y es tan atractivo…-suspiró Ana-Ayer lo saludé en la plaza y cuando me sonrió, casi me desmayo.

-Pues yo creo que es un idiota presumido.

Las otras chicas se giraron bruscamente, como si Mari hubiera soltado alguna grave blasfemia. Ella las ignoró. Nikiforov parecía tener a todo el mundo atrapado bajo su hechizo, Yuuri incluido, pero de eso Mari no se dio cuenta hasta tiempo después.


Que Yuuri regresara a casa llorando o con algunos golpes no necesariamente era algo fuera de lo común. Algunos chicos se creían con el derecho de molestarlo sólo por tener algo de sobrepeso, o porque en el fondo le tenían envidia. Si bien esta ocasión fue distinta de las demás.

-¡Oh por…!-se escandalizó Hiroko apenas lo vio entrar- ¡Yuuri! ¿Qué pasó?

Estaba cubierto de polvo, con los lentes rotos, una magulladura en una mejilla y el labio inferior sangrando. Sin embargo su expresión era radiante y Mari sospechó que en gran medida era debido al diminuto cachorrito que sostenía con cuidado entre sus manos.

-Mataron a su madre y a sus hermanos-contó mientras Toshiya lo revisaba-No podía dejar que lo lastimaran también.

-¿Así que…esta vez te defendiste?-Yuuri asintió torpemente y Mari alzó el pulgar en aprobación.

-¡Mari!-exclamó Hiroko, exasperada.

-Oh, pero tiene razón-concedió Toshiya, aunque se apresuró a buscar algo en el botiquín, otro de los pequeños lujos que su familia podía concederse, ante la expresión ofendida de su mujer.

El cachorro gimoteó, como recordándoles que existía. Yuuri se dirigió a sus padres.

-¿Puedo quedármelo?-pidió tímidamente-¡Lo cuidaré bien!-gritó, lo que nunca hacía, cuando vio que su madre abrió la boca para negarse-Compartiré mi comida con él para que no tengamos que gastar y lo mantendré alejado de la panadería para que no moleste a los clientes-suplicó.

Sus padres intercambiaron una mirada. Ninguno quería ser quien le rompiera el corazón al hacerle ver que las posibilidades de que el cachorro sobreviviera eran muy pocas. Era demasiado pequeño, y ni siquiera abría los ojos. Mari sonrió. Aunque Yuuri era obediente y callado, también podía ser muy testarudo y decidido cuando de verdad quería algo. Si alguien podía sacar adelante a ese cachorro, era su hermano.

-Que se lo quede-intervino con fingido desinterés-¿Cuándo fue la última vez que Yuuri pidió algo?

Ante tal argumento, ni Hiroko ni Toshiya pudieron negarse. Yuuri no perdió tiempo. Fue a casa de Yuuko para que su madre, la boticaria, examinara al pobre animalito y regresó media hora después, con instrucciones por escrito de cómo atenderlo y algunas medicinas. Mari fue a ver a Yuuri y lo encontró en su habitación, alimentando al cachorro con la ayuda de un gotero.

-¿Ya pensaste cómo lo vas a llamar?

Yuuri se sobresaltó y asintió esbozando una pequeña sonrisa.

-Vicchan.

Mari hizo una mueca.


Aún con las probabilidades en contra, Vicchan sobrevivió. Yuuri nunca estuvo tan feliz. Al menos hasta que, tres días antes de su cumpleaños número 14, le rompieron el corazón por primera vez.

Yuuri le pidió a su padre que le enseñara a preparar galletas. Resultó que tenía talento, especialmente para la decoración. Incluso se las ingenió para que algunas lucieran como su querido poodle.

Mari observó con curiosidad como Yuuri guardaba las galletas en la bolsita y la ataba con un pequeño listón. Supuso que serían un regalo para Yuuko. En verdad le agradaba la chica, era una amiga leal y siempre lo trataba bien. Definitivamente era buena para Yuuri.

Descubrió que estaba equivocada cuando lo vio regresar horas más tarde y corrió a su habitación. En lugar de entrar y cuestionarlo, se limitó a observarlo llorar mientras Vicchan se mantenía a su lado. Su hermano tendía a guardarse las cosas y a cerrarse bajo presión, de modo que aguardó pacientemente hasta que Yuuri la notó.

-¿Cuánto tiempo llevas ahí?-le preguntó temeroso, tallándose los ojos con fuerza, intentando borrar los rastros de las lágrimas.

-El suficiente-respondió recargándose contra el marco de la puerta, como restándole importancia-¿A Yuuko no le gustaron las galletas?-quiso saber en cuanto se percató de la bolsita que yacía olvidada en la cama.

Yuuri se tensó y negó con la cabeza. Mari tuvo un mal presentimiento.

-No eran para Yuuko-musitó evitando mirarla.

Mari tuvo que morderse la lengua para reprimir la pregunta, pero de cualquier manera, lo ocurrido era bastante obvio: lo habían rechazado.

Hizo el ademán de acercarse y Yuuri asintió una vez para indicarle que estaba bien. Por unos minutos, nadie dijo nada, hasta que Yuuri se atrevió a romper el silencio.

-En realidad, fue muy tonto de mi parte ilusionarme así…-confesó tan quedo, que tuvo que acercarse para escucharlo mejor-Es decir, él siempre es amable con todos, no sé porque creí que yo sería diferente. Pero cuando me ayudó a proteger a Vicchan pensé…

Se tensó, adivinando que lo que iba a escuchar no le agradaría para nada.

-Seguía muy asustado, y me puse a llorar… entonces Viktor me abrazó y me dijo… me dijo…-su voz se quebró y las lágrimas brotaron nuevamente-Me dijo que no llorara, me pidió que sonriera para él, dijo que mi sonrisa le gustaba mucho.

Apretó un puño con fuerza. De nada le serviría ponerse a despotricar contra Nikiforov (estúpido, estúpido Nikiforov), al menos no hasta que Yuuri terminara de contarle todo.

-Hoy fui a buscarlo, quería invitarlo a la cena por mi cumpleaños…-explicó, refiriéndose al pequeño festejo que su familia realizaba-Pero estaba ocupado, estaba con una chica…

Mari deseó cubrirse los oídos. Ya sabía cómo acababa la historia.

-Ella también estaba llorando, y él… le dijo lo mismo.

"Estúpido, maldito Nikiforov…" pensó Mari, y por la forma en que tanto como su hermano como el perrito en su regazo la voltearon a ver, dedujo que quizás lo expresó en voz alta. Pero en serio, ¿Quién se creía para jugar con las personas de esa manera tan cruel? Por algo nunca le agradó. A diferencia de los demás, ella sabía quién era Viktor Nikiforov realmente: un presumido manipulador al que le encantaba ser el centro de atención.

-La verdad es que eres demasiado bueno para él- opinó pasando por alto que Yuuri no le creería, igual debía intentar-Si me lo preguntas, ya tienes al mejor Viktor-informó señalando al cachorro, que al sentir que se referían a él, se apresuró a cubrir el rostro de su dueño con lamidas cariñosas.

Yuuri dejó escapar una risita y lo acarició. Mari sonrió, satisfecha.

-Bien, ahora veamos si podemos tomar un trozo de pastel sin que mamá se dé cuenta-sugirió, poniéndose de pie y ofreciéndole su mano a Yuuri, quien la tomó asintiendo.

Mari Katsuki se prometió que si Viktor Nikiforov hacía llorar a su hermano una vez más, ella personalmente le rompería los brazos. Y cuando de hecho fue a la panadería preguntando por Yuuri, tuvo que esforzarse para no cumplir con su promesa.

-Mi hermano no está, así que vete-le decía cada vez, sin que éste supiera explicarse la razón detrás de la hostilidad de la chica.


Un mes después del cumpleaños de Yuuri, Mari lo llevó por primera vez al Quemador, el mercado negro del Distrito 12.

-Escoge algo que te guste-le dijo a su hermano.

El Quemador era el sitio donde vendían todo tipo de cosas interesantes (cigarros y alcohol incluidos, según comprobaron Mari y sus amigas), por lo que sin dudas ahí encontraría un buen regalo para Yuuri.

-Sólo quédate donde pueda verte y no le digas a mamá-lo instruyó, aunque sabía no hacía falta.

En parte, porque estaba emocionado por visitar el Quemador por primera vez, pero también sumamente nervioso por lo que no se atrevería a vagar por ahí. Además, Yuuri sabía guardar bien un secreto, de modo que no le preocupaba mucho el que le contara a su madre.

En efecto, Yuuri permaneció prácticamente pegado a su hermana, quien de cualquier forma no le quitó la vista de encima, por si acaso. De pronto, los ojos de Yuuri se iluminaron y se dirigió a un puesto. Mari supo entonces que algo le había llamado la atención.

En un rincón, colocados sobre unas mantas, se hallaban algunos juguetes viejos y otros cacharros. Yuuri de inmediato tomó algo que parecía ser un bastón de madera, con la agarradera a punto de caerse. Arqueo una ceja, incrédula.

-Tienes un buen ojo, niño-lo halagó la tendera, una mujer anciana.

Mari observó a Yuuri examinar lo que ella consideraba un pedazo de basura y suspiró resignada. Preguntó por el precio y si bien no era muy caro, le resultó excesivo para dicho objeto.

Al final y por razones que en ese momento no pudo precisar, la anciana añadió sin costo un tramo de cuerda delgada pero muy resistente. No fue sino hasta esa noche, cuando vio a Yuuri trabajando con un cuchillo tallando unas ramas, y tensar la cuerda en el "bastón" que cayó en cuenta de lo que verdaderamente se trataba: un arco. Y también supuso la razón por la que a Yuuri le interesó tanto.

Hiroko por supuesto, se dio cuenta e insistió en que Yuuri lo tirara, pero él una vez más, demostró su determinación y se negó.

-Nuestro Yuuri es listo, sabe que usarlo afuera es peligroso-intercedió Toshiya, asombrado por el repentino valor de su hijo-Aunque pensándolo bien…es muy pequeño para ser un arma-concluyó examinando el arco-Seguro no es más que un juguete.

El acuerdo fue que Yuuri sólo "jugaría" con el arco en casa y usaría flechas sin punta.

-¿Cómo podrás dar en el blanco si las flechas no se pueden clavar?-lo cuestionó Mari.

-Puedo marcar los extremos con tinta o pintura para saber dónde golpean cuando las lanzo-respondió tras considerarlo seriamente por unos minutos.

Asintió. Su hermano, ciertamente era muy listo.


Mari suponía, aunque no podía comprobarlo, que Yuuri visitaba el bosque con frecuencia.

Kyoko, la madre de Yuuko, debido a su trabajo como boticaria, estaba en constante necesidad de plantas medicinales, por lo que ella y su hija se veían forzadas a buscarlas en el bosque, aún si adentrarse estaba prohibido y Mari estaba segura que Yuuri, cuando menos, las había acompañado un par de veces. Sus sospechas se veían reforzadas porque, en algunas de sus salidas con Yuuko, llevaba consigo su arco y flechas, eso sí, bien escondidos en una vieja mochila.

Confiaba en su hermano. Yuuri era inteligente, obediente y no acostumbraba meterse en problemas. Sin embargo, alguien ya representaba un mayor problema para él… y para ella, aunque por causas diferentes.

Le tomó algo de tiempo darse cuenta que Yuuri ya no practicaba con el arco tanto como antes y lucía más desganado. Peor todavía, sus excursiones con Yuuko fueron disminuyendo.

-Es temporada de moras-le insistió la chica sin saber que Mari los escuchaba-Puedes traer algunas y hornear algo delicioso.

-Lo siento, Yuuko-se excusó con una débil sonrisa-Tal vez en otra ocasión, pero puedes decirle a Takeshi, sé que estará feliz de acompañarte.

Eso lo confirmaba, las moras sólo se encontraban en el bosque. Más no sentía ánimos de celebrar por su descubrimiento. Esperó hasta que Yuuko se marchó para enfrentarlo.

-Así que… ¿moras, eh?

Yuuri pegó un brinco y dejó escapar un gritito al notarla. Mari a duras penas pudo aguantar la risa.

-Yo no… nosotros no íbamos a…-balbuceó torpemente-Por favor no le digas a mamá.

-Relájate-indicó con un ademán para restarle importancia-Se que no irás por ahí contándoles a todos que vas al bosque, ni te colgarás de los árboles gritando, y mucho menos irás de cacería.

Su último comentario fue deliberado y cuando Yuuri agachó la mirada, tuvo una idea muy clara de qué, o mejor dicho quién era el responsable de la tristeza de su hermano.

-¿Te lo encontraste en el bosque, cierto?

Yuuri guardó silencio, pero era más que obvio. Que Nikiforov cazaba era un secreto a voces y las probabilidades de topárselo durante alguna de sus excursiones con Yuuko eran muy altas.

-¿Te dijo algo?

Silencio otra vez. Por suerte, lo conocía demasiado bien para interpretarlo aunque no dijera nada.

-¿Se burló de ti?

Por la forma en que Yuuri mantuvo la vista clavada en el suelo y apretó los puños, la respuesta era "sí". Mari sintió cómo le hervía la sangre.

-¿Pero quién se cree que es?-exclamó, poniendo su enojo de manifiesto y de inmediato avanzó hacia la puerta. Yuuri reaccionó.

-¿A dónde vas?-cuestionó alarmado.

-A romperle los brazos a Viktor Nikiforov.

-¡No!-gritó Yuuri y corrió para interponerse entre ella y la puerta, porque en serio creía que su fuerte hermana mayor, capaz de levantar pesados sacos de harina sobre su hombro en un solo movimiento sin batallar, era perfectamente capaz de cumplir su amenaza-¡No, Mari!

No le quedó más que asombrarse de la determinación de Yuuri.

"¿Por qué lo proteges?" se preguntó "¿Por qué proteger a alguien que te lastima?"

Se vio obligada a contar hasta diez mentalmente para calmarse antes de dirigirse a Yuuri.

-No me importa lo que te haya dicho, no quiero que lo creas-le ordenó, viéndolo fijamente- Si se burló de ti, haz que se trague sus palabras, que se arrepienta. Quiero que practiques, sigue usando el arco hasta que seas mejor que él.

Hiroko y Toshiya aparecieron de pronto, atraídos por la conmoción.

-Todo está bien-explicó Mari como si nada-Teníamos una pequeña discusión, pero ya lo arreglamos, ¿verdad, Yuuri?

El aludido contempló a su hermana, luego a sus padres y finalmente sonrió, una sonrisa sincera.

-Sí, todo está bien.


La primera impresión que Mari tuvo de Yuri Plisetsky no fue buena, de hecho, todo lo contrario.

Hiroko atendía el mostrador y se distrajo unos momentos conversando con Kyoko, la única clienta de la panadería con excepción de un niño rubio de apariencia sospechosa. No parecía tener más de diez años y usaba una chaqueta demasiado grande.

Mari acababa de colocar el pan recién horneado en los estantes y cuando regresaba a la tienda tras dejar las bandejas vacías en la cocina, vio perfectamente como se metía dos piezas en la chaqueta y se dirigía a la salida a la toda prisa, pero ella fue más rápida.

-¿A dónde crees que vas?-lo sujetó con fuerza por el hombro y él chilló al percatarse que lo habían descubierto y comenzó a forcejear, con tan mala suerte que el pan se le salió y cayó al suelo, en medio de las exclamaciones de sorpresa de Hiroko y Kyoko-Parece que atrapamos a un ladrón.

Esperaba que el niño rompiera a llorar, pero éste simplemente la miró, como desafiándola. A pesar de su enojo porque intentara robarlos, admiró su valor.

-Lo conozco-intervino Kyoko-Es el nieto de Nikolai Plisetsky.

Esto último rompió la máscara de temeridad del niño, quien de pronto se giró hacia las mujeres.

-¡Por favor no le digan a mi abuelo!-suplicó desesperado.

-Pues es eso o los Agentes de la paz-amenazó Mari y Hiroko soltó un respingo, horrorizada.

Ella rodó los ojos. Por supuesto que no iba en serio. Aún si existían personas lo suficientemente crueles y viles como para entregar a un niño, ninguno de los Katsuki pertenecía a ese grupo. Sólo quería asustarlo. Obviamente no robaba por maldad sino por necesidad, e incluso eran muy raros aquellos que se atrevían puesto que el castigo era la muerte. Debía estar desesperado. Y pudo comprobarlo cuando al ir a buscar al abuelo del niño, vio las condiciones en que vivían.

-¡Yuri! ¿En qué estabas pensando?-lo reprendió el anciano y por primera vez, el niño dejó escapar una lágrima.

El hombre se dirigió a Hiroko y sin previo aviso, cayó de rodillas, inclinándose hasta que su frente tocó el suelo.

-Por favor perdónenlo, es sólo un niño-imploró sin importarle si se humillaba-No sabía lo que hacía, sólo tenía hambre, es culpa mía.

-¡Abuelo, no!-intervino Yuri, pero Nikolai se incorporó a medias y negó con la cabeza.

-Si alguien debe ser castigado, soy yo-sentenció firme.

-¡E-esperen!-exclamó Hiroko con voz temblorosa, como si fuera ella la criminal en vez de la víctima-Que… que esta sea una advertencia-sugirió, conciliadora y forzando una sonrisa-Um… que se disculpe… y que no vuelva a hacerlo, ¿sí?

A veces, Mari pensaba que su madre era demasiado suave. Pero en esta ocasión no podía culparla.

-Lo siento…-susurró el niño, ofreciéndoles una reverencia-Lo siento mucho y no lo volveré a hacer.

Mari sospechó que la disculpa fue más para evitarle represalias al anciano, que porque estuviera arrepentido. De cualquier forma, antes de irse Nikolai le entregó a una reticente Hiroko unas cuantas monedas que no llegaban a cubrir el pan, pero que seguro eran todo lo que tenía.

-Kyoko me conto que Nikolai estuvo en el accidente de la mina-le explicó a su hija-Tuvo suerte de sobrevivir, pero resultó herido y desde entonces ha tenido problemas con el trabajo-agregó con tristeza-El niño es su única familia.

Mientras los veía alejarse, pensó en qué haría su hermano de estar en la situación del otro Yuri.


Su segundo encuentro con Yuri Plisetsky, sucedió dos semanas después del robo.

Era un día lluvioso. Sus padres habían ido al mercado y seguramente optaron por esperar a que la lluvia cediera un poco antes de regresar. Yuuri se encontraba con Yuuko en la sala, revisando con ella algunos de los diarios de Kyoko sobre plantas medicinales, cuando un fuerte ruido los interrumpió. Mari estaba en su habitación, y debido a la lluvia torrencial, no cayó en cuenta de lo que ocurría hasta que Yuuko fue a buscarla.

Descubrió a Yuuri afuera, junto a los botes de basura tirados y un inconsciente Yuri Plisetsky.

-¡Ayúdame a llevarlo dentro!-le gritó Yuuri y aún sin comprender nada, obedeció.

Lo depositó con cuidado en el sofá y Yuuko se apresuró a revisarlo.

-Sigue respirando y tiene pulso, pero está muy frío-explicó, tocándole la frente y el cuello. Los labios del rubio estaban morados y su piel demasiado pálida.

Mari le trajo toallas y una manta, y Yuuri ropa seca. Cuando lo cambiaban, ninguno pudo disimular la consternación al verlo. Yuri Plisetsky era sólo piel y huesos.

-Creo… creo que tenemos algo de sopa-balbuceó Mari, buscado un pretexto para huir de aquella imagen-Voy a calentarla

En la privacidad de la cocina, golpeó la pared con el puño para desahogarse. Era consciente del problema que el hambre representaba para todo el Distrito, pero esto de hecho era incluso más real y mucho más doloroso.

Regresó con un plato de sopa caliente y la mano adolorida.

-Yo lo hago-pidió Yuuri, tomando el plato y la cuchara para alimentarlo.

-Poco a poco y no muy rápido-instruyó Yuuko-No ha comido nada en días y el tamaño de su estómago está muy reducido.

Mari tuvo una vaga sensación de dejavú. Cuando Vicchan llegó, había sido bajo circunstancias similares. Reconoció la misma expresión determinada en Yuuri.

Mari, Yuuri y Yuuko se quedaron dormidos esperando a que el otro Yuri reaccionara. Los cuatro fueron despertados por el grito de sorpresa de Hiroko. Plisetsky de inmediato se puso de pie, ignorando a Yuuko, quien le insistía que aún necesitaba descansar. El rubio semejaba a un gatito asustado, y como tal se apresuró a huir por la ventana de la cocina, no sin antes tomar toda la comida que tenía a su alcance.

-Lo ayudamos y así es como nos paga-se quejó Mari, aunque en el fondo se sentía aliviada de que el niño hubiera vuelto a la vida.

Yuri, sin embargo, regresó a la mañana siguiente.

-Vengo a saldar mi deuda con ustedes, de la manera que quieran-les informó decidido.


Fue así como Yuri Plisetsky se convirtió en una presencia constante para los Katsuki, y Mari se encontró, muy a su pesar, acogiéndolo como otro hermanito.

-Pero como ya tenemos un Yuuri, tú serás Yurio-anunció, muy complacida con su idea.

-¡No me pongan apodos!-bufó el niño.

-Sí, sí, lo que digas… Yurio-agregó con una sonrisa ladina y le acarició la cabeza, y él, a pesar de sus protestas aceptó el gesto.

Sobre todo le alegró notar que a pesar de su aparente hostilidad, Yurio se volvió amigo de Yuuri. Si bien le sorprendió descubrir que entre ambos habían sólo dos años de diferencia ("Es por la falta de alimento, la desnutrición le impide crecer apropiadamente" le explicó Kyoko), puesto que Plisetsky, a sus 13 años, era mucho más bajo y lucía mucho más frágil, más eso no fue impedimento para que el chico se uniera a Yuuri y Yuuko en sus viajes al bosque.

-Puedes encontrar comida en el bosque si sabes buscar bien-escuchó que Yuuri le explicó a Plisetsky en una ocasión.

Yuuri incluso le prestó su arco y le enseñó a usarlo, pero Yurio no era muy hábil y además se impacientaba con frecuencia.

-Es que no soy muy bueno enseñando, y tampoco soy bueno disparando-se disculpó Yuuri-Creo que necesitas un mejor maestro.

Mari supo de inmediato a quién se refería. Pero no recordó lo mucho que odiaba a Viktor Nikiforov hasta meses después.

Se encontraba trabajando en los hornos cuando escuchó la exclamación de puro horror de su madre. Acudió de inmediato y lo que vio la dejó helada. Yuuri estaba desmayado, con una herida sangrante en su sien, y en brazos de Nikiforov.

-Tú…-se dirigió a quien ella juzgaba responsable-¿Qué le hiciste?

Viktor no se defendió, únicamente la contempló, aterrado.

-Ve por Kyoko, ahora-le ordenó Toshiya en un tono inusualmente firme, y Mari no tuvo más remedio que obedecerle.

Sin embargo, se permitió dedicarle una mirada cargada de odio a Nikiforov antes de marcharse, experimentando una ligera satisfacción cuando éste agachó la cabeza.

Mari regresó momentos después, con Kyoko y Yuuko, y se indignó porque Nikiforov siguiera ahí. Por suerte para él, la herida de Yuuri no era grave y apenas requeriría unas pocas puntadas, porque de lo contrario cumpliría su amenaza de romperle los brazos.

-Kyoko dice que Yuuri no tardará en despertar-les contó Hiroko, y después se dirigió exclusivamente a Viktor, tomándolo de la mano-Muchísimas gracias por traerlo a casa y cuidar de él, no sé cómo pagarte…

Sacudió la cabeza, incrédula. ¿En serio? Viktor lucía igual de perplejo que ella.

-Yo… yo no… ¿entonces va a estar bien?-se apresuró en cambiar de tema. Hiroko asintió y Mari pensó que era la primera vez que lo escuchaba vacilar al hablar-Qué bueno. Ya… ya debo irme.

-Por favor quédate-insistió Toshiya-Estoy seguro que Yuuri querrá agradecerte también.

-¡No!-gritaron Viktor y Mari al mismo tiempo y los dos intercambiaron una mirada-Es decir…-recompuso Viktor, intentando forzar una sonrisa que Mari quiso borrarle de un golpe-Sería mejor que él descanse, puedo regresar después.

Hiroko lo invitó a cenar, un último intento, pero Viktor la rechazó educadamente y se apresuró a retirarse. Mari logró interceptarlo.

-Siempre que mi hermano se involucra contigo, de una forma u otra, acaba lastimado-prácticamente le ladró-Tal vez hayas engañado a Yuuri, a mis padres y al Distrito entero, pero a mí no. Yo sé quién eres realmente.

Viktor permaneció como paralizado. Estaba convencida que intentaría justificarse y negarlo todo, pero no lo hizo. Rehusándose a prestarle más atención, se dio la media vuelta y entro a la casa para acompañar a Yuuri y más decidida que nunca a protegerlo.


Fin de la primera parte.

Ok, iba a subir esto como un capítulo único pero... me salió demasiado largo así que lo dividí en dos. Esperen la continuación.

Se explica un poco más de la relación entre Viktor y Yuuri desde el punto de vista de éste último pero a través de Mari. No la culpen por odiar a Viktor, solo tiene una versión de la historia y ya sabemos que Yuuri no es un narrador muy confiable que digamos. También backstory para Yurio, espero les guste. Todavía no ha tenido gran participación en la historia principal pero su momento llegará eventualmente.

Espero que les guste y que dejen reviews.

Y si les gustó, los invito a que chequen la historia principal situada en el AU de The Hunger Games: Everything remains as it never was.